En una entrada anterior os he comentado que Tsunami quería volar y había puesto un video de su aventura en tirolina. En las respuestas Maribel de B aprende en casa ha comentado que teme que ella sea una madre protectora. Me ha llamado la atención porque no es la primera vez que le leo ese comentario de ella misma. Es un comentario que también he leído en algunas otras webs. Así que he pensado que no estaría mal hablar un poco de lo que es una madre protectora normal y de lo que es una madre mega protectora.
Cuando nació Terremoto yo era muy pardilla, y lo digo así de claro porque lo era. Era hija única, la persona más pequeña que había habido en mi familia y con la que había tenido contacto era mi prima y nos llevamos cinco años y medio, así que poco me acuerdo. Dos de mis amigas habían tenido niños pero desde que habían sido mamás no solíamos vernos mucho y menos con los peques. Nunca había tenido eso que se llama instinto maternal marcado, vamos que no era de las personas que vieran un bebé y se les iban los ojos detrás o forraran su carpeta con anuncios del Prenatal o el Benetton. Para colmo, no se si era mi peinado con el pelo suelto y con gafas, que cada vez que le hacía caso a un bebé se ponía a berrear como un descosido. Así que eso no ayudó a fomentar mi experiencia en un contacto infantil. Por eso digo que era muy, pero que muy pardilla, mi experiencia era algo así como menos cero.
Tengo que juntar a ello el trato que recibí de niña en casa. Mis padres habían tenido un niño diez años antes de que yo naciera. Tuvieron una cantidad de problemas, fallos y malas coordinaciones médicas durante el parto que fue de escándalo. Así que lo que tendría que haber sido un parto normal con un niño normal, se convirtió en un padecimiento fetal que no se quedaron de milagro allí mi madre y mi hermano. Ya cuando nació les advirtieron que debido a todo lo que había pasado posiblemente ese niño no llegase a mayor, que no expresase sentimientos y que tenía pocas esperanzas. Lo siento mucho, pero casi mejor que el pobre se hubiera quedado en el parto. El pequeño vivió un año y tres días y por lo que sé fueron tremendos. Era un niño que no lloraba, que no hacía nada, sólo estaba allí. Era un niño al que se le daban unas medicinas que no eran baratas y no las cubría la seguridad social y parecía que no le hicieran nada. Al morir no hablaba, ni caminaba, ni reía y no os diré que fuera un vegetal, pero desde luego no era un niño de un año. Una mañana cerró sus ojos y dejó de sufrir, pero los que empezaron a sufrir entonces y mucho más fueron mis padres. Así que cuando yo nací diez años después, hizo que su actitud conmigo fuera de un superprotección muy poco normal, llegando a ser en más de una ocasión molesta y agobiante. Yo no supe de la existencia de ese hermano hasta que no tuve seis años porque encontré unas fotos escondidas y pedí quien era ese niño. Tuve que soportar muchos comportamientos injustos que se tuvieron conmigo, sobre todo por parte de mi madre.
Además de eso, tengo que confesaros que cada día estoy más convencida que yo no fui una hija deseada, al menos por parte de mi madre. Ella siempre había querido un hijo, pero ese hijo se les fue. Después de eso según he sabido ella no quería tener más hijos y por lo que sé yo fui un accidente que se les coló. Cuando nací no tenían ni pensado un nombre para una posible niña y de hecho cuando el ginecólogo le dijo que era una niña ella le dijo que se dejara de bromas y le enseñara el niño. En alguna ocasión me dijo que si ella hubiera podido elegir hubiera preferido que hubiera sobrevivido el niño pero bien y no tenerme a mí. Cuando perdió a mi hermano se volcó en mis primos y de hecho durante prácticamente toda su vida, mis primos eran sus preferidos: los que siempre alababa; los que se llevaba de paseo por todo; los que les invitaba a comer en casa y les hacía su plato favorito; los que les hizo ropita; los que siempre fueron lo mejor de lo mejor de lo mejor. En cambio yo sólo recibía reproches, todo lo que hacía aunque fuera una chulada ella no le daba importancia o lo criticaba, no jugaba conmigo, le molestaba que hiciera ruido mientras ella se hacia la siesta o hacia las cosas de la casa y se pasaba casi todas las tardes en casa de mi tía, mientras yo estaba sola en casa porque mi padre trabajaba de tarde y alguna vez tuve que llamarla para que bajara a hacerme la cena. Por todo ello tuve una infancia que podríamos clasificar como muy solitaria. Ella presumía mucho de que su madre había sido muy liberal con ella y que siempre la había dejado ir sola por la calle, cortejar por la acera de enfrente sin carabina e ir a fiestas y bailes si quería. En cambio ella se pasó la vida negándome poder ir de excursión con el cole porque «ya he perdido un hijo no quiero perder ahora una hija» tampoco podía ir a jugar a la calle y eso que mi calle estuvo cerrada al tráfico y no se asfaltó hasta que no cumplí los ocho años, porque «ya he perdido un hijo no quiero perder ahora una hija» Tampoco tuve mucha suerte a la hora de salir con las amigas, lo conseguía sí, pero siempre que el padre de mi amiga nos viniera a buscar y llevar el mismo en coche, porque «ya he perdido un hijo no quiero perder ahora una hija». Siempre que quería hacer algo me encontraba con esa barrera. Cuando finalmente podía salir o iba a ver a mis amigas su despedida era siempre «se buena, ten cuidado y vuelve pronto» Siempre le preguntaba si alguna vez pensaba decirme que me lo pasara bien, pero nunca lo hizo. Dicho así parece que nos odiáramos, pero os aseguro que no, aunque yo me sentí muy coartada, veía al resto de la clase que se iba de excursión y yo era la única niña de la clase que ese día se tenía que ir a otra aula. Creo que a las primeras que fui fue porque en el cole le dijeron que si no tenía que ir que me quedara en casa y me parece que ella prefirió entonces que fuera a no tenerme todo el día en casa, como si mi intención fuera controlarla.
Bueno, como veis tengo algo de experiencia en lo que es tener una madre mega protectora, aunque en este caso su protección me temo que era más por sentimientos de egoísmo propio que no por amor maternal.
Cuando nació Terremoto, pese a ser muy pardilla, decidí que toda una serie de cosas por las que yo había tenido que pasar durante mi infancia, mi hijo no las iba a pasar. Me propuse ser una madre no tan controladora. Siempre he dejado a mi peque ir a cualquier excursión, incluso en ocasiones me he peleado con alguna maestra del anterior cole porque me comunicaban que habría una excursión pero que preferían que no apuntara al nene. Siempre he creído que pese a los problemas que tiene se merece llevar una vida como los demás nenes. Pero en ciertas cosas y pese a mi intención inicial, sí que he tenido que ser muy protectora, puede que en ocasiones algo megaprotectora. Por ejemplo, cuando íbamos por la calle jamás le soltaba de la mano. Empecé a soltarle de la mano cuando estaba embarazada de Tsunami. Terremoto, hoy en día que le falta poquito para cumplir los 14 nunca ha ido solo por la calle, siempre ha tenido a alguien «de carabina» controlándole, no va a hacer ni compras ni recados a las tiendas de al lado. Esta actitud me diréis puede estar justificada por el tipo de comportamiento que él ha tenido y por las características de ser un T.G.D. y sobre todo porque no solía pararse y cruzaba sin mirar.
Muchas veces me he preguntado si no ha sido en estos aspectos muy megaprotectora. Muchas veces le he censurado programas de tele, o imágenes o situaciones que hay por la vida porque creía que le costaría entenderlos. Ahora estoy empezando a contarle que el mundo no es tan de color de rosa como él cree y que hay muchas personas y niños que se mueren de hambre y no tienen ni donde caerse muertos. Ahora le estoy hablando de que existen personas que se llaman pederastas y que existe la violencia doméstica. Que esa persona que está rebuscando en un contenedor es para usar lo que los demás tiramos y ellos viven de nuestra basura. Muchas veces me pregunto si le he edulcorado demasiado el mundo y me gustaría poder estar en su cabecita para ver como lo siente él.
Terremoto ha querido desde hace muchos años el poder tener más independencia, ir solo por la calle a dar un paseo o ir a comprar algo solo. Ahora, alguna vez, le dejo que baje a tirar la basura y yo miro desde el balcón, que la tenemos justo al lado. Una vez le plantee el tema a la neuropediatra, me dijo que si viviéramos en un lugar más pequeño tipo pueblecito, donde los vecinos más o menos se conocen, me diría de darle más libertad, pero en una ciudad como Palma, de momento estaba muy verde para ello. El barrio donde vivía antes se ha desmejorado en los últimos años, donde estoy ahora esta mejor, pero casi ni conocemos lo que hay en él ya que tampoco tenemos muchas ocasiones de hacer una inspección tan a fondo, apenas llevamos un año escaso y los comercios los tengo algo más lejos. Así que la residencia influye en estos casos y mucho. Donde estábamos antes, el primer cole al que fue, estaba justo en la calle de atrás y puede que si viviéramos aún allí y siguiera yendo a ese cole fuera solo. Ahora el cole está en la otra punta de la ciudad y tenemos que ir en coche. Durante una época le estuve trabajando lo de ir detrás de él dejando un espacio, pero no se dejaba, no quería y la teníamos montada.
Para que se le de cierta libertad a un niño se debe tener muy en cuenta su grado de madurez, se la tiene que ganar y no se la gana sólo porque un día mire a ambos lados de la calle, sino porque lo hace siempre y ves que ya toma unas precauciones. Hay niños que con seis años son unos hombrecitos, y otros que tendrán treinta y seguirán siendo unos críos, aunque a esa edad ya hayan salido del nido maternal.
Podría decir que hay varias causas que pueden interferir a la hora de ser una madre, o un padre protector. Las más habituales serían pues, de una forma resumida:
– La herencia de como te criaron a ti
– La zona donde vives
– El peligro potencial real que rodea al niño
– Ser primerizas, pero mucho mucho mucho
– No haber tenido nunca hermanos
– Haber perdido con anterioridad algún hijo
– Experiencias propias negativas por no habernos prestado atención
– Nuestro sistema nervioso no da para más
A la hora de actuar como una madre protectora nos mueven realmente los siguientes motivos
– Vigilar que no haya un verdadero peligro real para el niño
– Tomar medidas para evitar que se haga daño
– Dejarle actuar, alguna caída siempre habrá en el aprendizaje
– Depende del grado de madurez del niño
Puede que os riais, pero os voy a recomendar una peli de dibujos para que os planteéis si realmente sois unos padres megaprotectores o no. Esta peli me dio a mí bastante que pensar. Se titula Buscando a Nemo y supongo que todos los que tengáis peques ya conocéis la historia. Todo el lio empieza cuando un pez grita “¡Qué desastre! ¡Nemo ha salido a mar abierto! “. El prota, Nemo, desobedece a su padre, acaba atrapado por unos buzos y su padre se lanza en su búsqueda hacia el profundo océano azul y allí conoce a una pececita, Dory, que pese a su falta de memoria y de formalidad hay mucha sensatez en el fondo de sus palabras. Pues bien, en esa peli cuando el padre riñe a Doris diciéndole “¡tú no puedes Nemo!” porque para él ya era como una frase hecha, de hecho se pasa los primeros minutos de la peli repitiendo Nemo, no puedes, ¡no puedes!
Hacía un año y poco que me había separado de mi ex, aún no tenía pareja y había ido con Terremoto a verla. Hay pelis que son para niños, y también hay pelis que tienen mensajes para niños, y esta además tenía también un mensaje para padres y yo era una de esas personas que necesitaba sobre todo en ese momento un tipo de mensaje de ese tipo. Desde el comienzo la peli me dio que pensar. En un momento Marlín, el padre de Nemo le dice a Dory que había prometido que nunca le pasaría nada a Nemo. Dory le responde que eso era una estupidez “No puedes impedir que le ocurran cosas. Si no, nunca le pasaría nada. Harpo se aburriría como una ostra”. ¿Nunca os ha pasado que un diálogo de una peli os ha abierto los ojos? A mi me ha pasado dos veces, esa fue una de ellas. Estas dos frases y algunas más fueron las que me animaron a dar un poco más de libertad a Terremoto, aunque la preocupación y la sombra de mi infancia estarán siempre en mi mente.
Lo normal es que nuestros niños poco a poco vayan teniendo responsabilidades y vayan evolucionando. Lo normal es que poco a poco nosotros les facilitemos ese camino y les vayamos dando las herramientas para conseguirlo y supervisando su uso. Si alguien tiene dudas, ya sabéis mi recomendación, dejad que ese pequeño pez payaso os abra los ojos y os guie un poco en este difícil camino de la vida, si Marlín lo consiguió supongo que nosotros también podríamos.