Archivo | abril, 2014

Como conseguir aprovechar bien la ropa de los peques sin extenuarse en el intento: el hilo transparente y las agujas de ciego.

29 Abr

Algunas veces he comentado que mi madre sabia coser pero que no quiso enseñarme salvo que para enhebrar la aguja me pusiera ya el dedal. Mi menda, aunque no tuviera, los tenía muy bien puestos. Nunca he sido amiga de los dedales, no quise pasar por el agujero y me quede sin clases prácticas ni teóricas de costura materno-filial.  Pero no desesperéis queridos blogueros, porque la solución vino de manos de Sor Tolentina (aún no sé muy bien que nombre era ese pero así se llamaba la monjita y no he conocido más Tolentinas en mi vida). Era la encargada en el cole de introducirnos en el difícil mundo de “sus labores” y digo introducir porque realmente no es que fuera mucho lo que nos enseñó. Pero en comparación con las instrucciones que recibí de mi señora madre, aquellas clases fueron algo así como un postgrado-master-administration-en-el-arte-de-coser. Lo más importante, o al menos lo que me ha servido más en la vida y aún me acuerdo de ello y pongo en práctica de tanto en tanto es hacer ojales, hacer punto de cadeneta, punto de  cruz y coger dobladillos.

Ojales… ojales… ojales… no es que haga muchos, pero el punto de los ojales se pueden aplicar en ocasiones a otros zurcidos, cosidos o disfraces. Al punto de cruz y al de cadeneta les he sacado más provecho, sobre todo para poner el nombre de la progenie en sus respectivos baberos del cole.  Hmmm… rectifico. Al punto de cruz y al de cadeneta le he sacado partido para poner el nombre en los baberos de Terremoto. Con Tsunami una ya era una madre experimentada que había pasado por la penuria de tener que bordar miles de veces un nombre no muy largo y un apellido larguíiisiiiimooo. Teniendo en cuenta que el padre de Tsunami tiene un apellido aún mucho más largoooo que el de Terremoto, pues me espabilé a buscar soluciones prácticas. Fue así como se me ocurrió reciclar un bote de pintura de tela, jejeje, que queréis, a problemas desesperados medidas desesperadas. A Tsunami le pinto el nombre, espero a que se seque y luego lo plancho y cha-chán, problema solucionado.

Pero del que más he sacado provecho ha sido sin lugar a dudas el de coger dobladillos, sobre todo de pantalones. Vamos, que ha hecho que con los años haya ahorrado una pequeña fortuna a base de no tener que pagar los seis euracos que te cobran por cada pata acortada. ¿Qué queréis?, hay que llegar a final de mes con soltura y con la de pantalones que se gastan mis engendritos, es una labor doméstica que vale la pena conocer.  No es que mi técnica sea muy ortodoxa, un poco de lo que me acuerdo, otro poco de lo que recuerdo hacía mi madre, otro poco de cosecha propia y algo de improvisación/evolución de todo el mejunje. Pero no os voy a aburrir explicando cómo se coge un dobladillo. Para eso hay un montón de sitios en internet donde lo explican mucho mejor que yo, incluso con imágenes y todo.  Lo que hoy os vengo a contar es otra cosa, un descubrimiento que hice hace poco, apenas unos meses.

No sé si sabéis que cuando se hace un dobladillo tiene que hacerse con un hilo lo más parecido a la tela en cuestión y si es posible con un tono un poco más oscuro si no lo encuentras clavado. De esta forma y teniendo en cuenta la gran variedad de pantalones que han ido gastando mis peques una acaba teniendo una colección de hilos relativamente considerable. Algunos se han aprovechado más de una, dos y tres veces. Pero otros, ufff… otros es otra historia, porque para un simple dobladillo una se ha tenido que comprar a veces algún color peculiar que rara vez ha sido otra vez aprovechado. Es un auténtico tostón, un gasto y ocupan un lugar relativamente abultado en mi costurero. Además, cuando un día tienes una urgencia y no tienes el color has de salir escopetada en busca de ese hilo en concreto.

Entenderéis ahora porque cuando hace unos meses estando en la mercería que hay cerca del trabajo me quedé flipada cuando oí a un cliente que había antes que yo pidiendo hilo transparente. Cuando me tocó a mí le pregunté a la dependienta que era eso. Ella me dijo que no era nada nuevo que hace años que lo tienen. Es muy posible y puede que muchas os estéis riendo como unas descosidas diciendo que esta que os escribe no se entera de nada y que acabo de descubrir el agua corriente. Pues señores, sí, no lo conocía y acabo de descubrir el agua corriente. Porque digo yo, que alguna vez se han de descubrir las cosas, sobre todo las transparentes que no se ven. La chica de la mercería me dijo que había dos “colores”, uno transparente para coser sobre ropa oscura y otro transparente para coser sobre ropa blanca o de color claro. Para los que como yo no lo conozcáis es una especie de hilo como el de pescar pero muy fino, como un cabello. Se trata de un hilo muy resistente y ante la curiosidad por una parte y las ganas de no tener más rodillos de hilo por el costurero, sucumbí a la tentación y adquirí un rodillo de cada “color”.

Desde entonces lo he ido probando con unos cuantos pantalones y demás rotos varios proporcionados por la activa vida de Tsunami que con lo movida que es, ha dado para varios cosidos y desgarrados en estos meses.  El resultado ha sido fabuloso. Tiene muchas ventajas. Entre los dos “colores” se han cubierto todas mis necesidades de hilos. Es resistente, así que no se rompe y también no se enreda cuando coses. No sé si os ha pasado que al coser el hilo hace un nudo que al intentar deshacerlo acabas rompiendo el hilo y volviendo a empezar. Puede que yo sea la única a quien le pasa, pero es algo que de tanto en tanto me pasa y siempre en los momentos con más prisa, ya sabéis que el tal Murphy me tiene puesto el ojo encima. Así que estoy contentísima con el descubrimiento de estos hilos. Tan sólo tienen un problema. Mi menda cuando tiene tiempo de coser o al menos la vida me lo permite es por la noche, cuando los dos nenes están en la cama y nosotros ya hemos cenado. A esas horas no es que una le apetezca precisamente ponerse con ello pero es cuando una puede ponerse en ello. Así que saco el costurero, tomo un aguja, corto el hilo y… uff….. Y entonces es cuando intento enhebrar la aguja. Con los hilos normales no hay problemas, pero… ¿alguna vez alguien ha intentado a altas horas de la noche cuando una ya tiene vista cansada intentar enhebrar por un agujero pequeño un hilo transparente? Pues sinceramente, no es fácil. Rectifico, no es nada fácil. La única forma de hacerlo era conseguir tener de fondo un color que contrastara y consiguiera ver de alguna forma el hilo y pudiera enhebrarlo. Así que tenía un material muy bueno que usar pero me costaba usarlo.  Pero mira por donde las coincidencias volvieron a mi vida y esta vez de manos de quien menos me esperaba, de la persona más poco preparada para dar consejos de costura. De la persona que cuando tiene que acortarse un pantalón bien recurre al celo, a las grapas a darles la vuelta, a poner imperdibles o a pedirles a sus compañeras de trabajo que le den una cosidita. Esta vez, la solución de mis problemas vino de manos de mi ex. ¡Sí!. Habéis leído bien, de mi ex, del padre de Terremoto.

Un día estaba hablando con él y me comentó que estaba empezando a aprender a usar la aguja y el hilo. Me contó que nunca cosía porque no sabía enhebrar una aguja y para ello se pasaba como unos veinte minutos a media hora para lograrlo y como le costaba tanto ponía unas enhebradas larguísimas y siempre tenía problemas luego, desde tener que pegar tres estiradas antes de pasar todo el hilo, hasta que se le rompiera o enredara. Pero resulta que ahora ya no le daba pereza enhebrar las agujas con un trozo de hilo más razonable, porque una señora del cole de Terremoto le había desvelado un secreto. Usar agujas de ciego. Hmmm…. ¿y eso que es? Vale, vale, aquí es cuando nuevamente me podéis mirar con cara de tener una panoli delante. Según la de la mercería también hace años que existen y además deben ser muy solicitadas porque cuando fui a interesarme por ellas se le habían agotado y las tenía encargadas. De hecho me enseñó la libretita donde apuntaba las cosas para el pedido y allí estaban ellas apuntadas en segundo lugar “agujas de ciego”. Vale, acabad de descojonaros y luego os reincorporáis, que yo voy siguiendo con el relato.

Pues bien, las agujas de ciego, para quienes como yo las desconocíais, son agujas de coser normales vulgares y corrientes con su punta afilada en un lado y su agujerito en el otro extremo. La única diferencia estriba en que sobre el agujerito anteriormente descrito hay una pequeña o mejor dicho diminuta ranurita. Cuando colocamos sobre esta diminuta ranurita un hilo y empujamos hacia abajo el hilo hace un truco de magia magita con agujita y queda automáticamente enhebrado. Imagino que debe tener algún tipo de dispositivo tipo mosquetón tamaño bacteriano o vaya usted a saber qué. Resulta muy difícil apreciar el mecanismo con mi vista cansada de cuarentona pasada de rosca.

No me lo podía creer, sólo tengo que sujetar el hilo en mi dedo. Acerco la aguja por debajo pegadita a mi dedo. Cuando llega a la altura del hilo automáticamente este se queda colocado en la ranura, entonces presiono hacia arriba la aguja y ¡ta-ta-ta-chán! Aguja enhebrada.  Desde ese día mis costuritas han mejorado considerablemente. Me monto el mismo tinglado a la hora de coger los dobladillos, pero no tengo tantos quebraderos de cabeza a la hora de buscar los colorines del pantalón de turno. También los cosidos, que algunas rozaduras y algún pequeño roto se hace Tsunami a los pantalones recién estrenados, son más fáciles de solucionar y se notan menos. Que tampoco estamos para comprar pantalones cada quince días. Así que al menos de esta forma una consigue llegar a final de temporada con cierta soltura y afrontar la nueva temporada con sus consiguientes dobladillos de turno, con otra soltura que es de agradecer.

No sé si el hombre invisible a la hora de adecentar su vestuario usa estos hilos. Tampoco sé si el coche invisible de la Mujer Maravilla tiene los asientos de cuero traslúcido rematados de no “color” negro. De la misma forma, tampoco tengo muy claro si realmente los ciegos cosen, pero supongo que si lo hacen con estas agujas les deben ir de perlas. No me extrañaría que así fuera, porque muchas veces una queda asombrada al ver la de cosas que se pueden hacer cuando alguno de tus sentidos falla y potencias los demás. Sólo es cuestión de adaptarse, espabilarse, querer aprender, tener los medios necesarios y posiblemente algo más. Así que esta cuarentona con vista cansada os deja este pequeño truquito de costura para todas aquellas madres que como yo tengan un/una Tsunami en casa que les proporciona periódicamente material con el que rememorar aquellas lejanas clases de sus labores que Sor Tolentina nos daba cuando tan sólo éramos una niñas. Y colorín colorado, esta costura se ha rematado.

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Como nos va la vida, un Terremoto adolescente, un Tsunami docto y una madre descolocada

15 Abr

Sé qué hace tiempo que no cuento muchas cosas de la familia, pero es que este año con el estreno adolescente de Terremoto prefiero no hablar de las crisis familiares. Ahora, de momento, estamos pasando por un bache de calma, que ha saber cuánto tiempo nos durará el bache pero bienvenido sea mientras dure. Como ya os he comentado en otros posts Terremoto ha hecho un estreno por la puerta grande, tuvimos muchos líos, porque aunque algunos les cueste creerlo una crisis de un adolescente con espectro autista es muy chunga. Al final la neuropediatra nos pidió que fuéramos a una psiquiatra para dar su opinión sobre los problemas de comportamiento. Así que actualmente Terremoto ha empezado con una psiquiatra que a mí personalmente me encanta. Es una chica joven muy sensata y muy cercana tanto con Terremoto como con nosotros. No es partidaria de medicar si no es necesario y sólo lo que necesite el niño y eso a mí me gusta. Tenía miedo de topar con una persona que atiborrara al niño con pastillas, pero veo que esta no es de esta opinión. La neuropediatra nos sugirió que aumentara un poquito la dosis de la pastilla que ahora toma y desde entonces Terremoto está algo más tranquilo, las crisis han disminuido considerablemente y en esta casa se ha vuelto a poder respirar tranquilo. La medicación que toma ahora es sólo para centrarlo y relajarlo pero en ningún momento le deja atontado ni nada de nada. Las doctoras nos comentaron que con la adolescencia los niños crecen y las hormonas hacen que la química del cuerpo esté variando de un momento a otro. Antes las dosis de su medicina eran más efectivas porque el niño en primer lugar no hacía crecidas tan rápidas y el cálculo de la dosis por peso era más estable. En segundo lugar, los cambios químicos del cuerpo eran más estables durante años, por lo que eso hacía que antes la estabilidad fuera mayor y la dosis fuera la misma durante un gran periodo de tiempo. Ahora cuando el niño entra en la adolescencia es necesario ir adaptándole más a menudo las dosis, podría incluso ser cada tantos meses. También es posible que el medicamento que le iba bien empiece a fallar y se tiene que ir buscando otro medicamento que se adapte mejor a su nueva química corporal. Hasta que uno no ha logrado esto las pruebas pueden ser largas. Un medicamento que creen puede funcionar no lo hace y no se sabe hasta que se lo ha tomado y observamos su reacción, porque nadie reacciona igual.

Ahora Terremoto está más calmado, aunque con muchas ganas de ir poco a poco provocando al personal y lo cierto es que últimamente intenta chinchar más a la familia de lo que suele hacerlo normalmente. El que más recibe es su hermano, aunque Tsunami es mucho Tsunami y es el que mejor se defiende y le contesta. Ese pequeñajo los tiene muy bien puestos ¡Que genio!… digo, ¡Que personalidad! El inicio de la adolescencia de Terremoto también ha venido acompañado de sangrados por el lado derecho de la nariz, así, sin más. Recuerdo que a su edad a mí también me pasó lo mismo. Hasta que fui al otorrino y me quemó una venita que era la que siempre me sangraba. Llevamos a Terremoto al otorrino, pero no localizó la venita y estamos en casa teniendo hemorragias nasales a tutiplén mientras intento que entienda que cuando esto ocurre hay que hacer un tubito de gasa o papel higiénico para taponar la hemorragia, presionar sobre el lado de la nariz y tirar la cabeza hacia atrás. Pero nuestro Terremoto quiere ser muy independiente, pero según para que, si está mamá para que molestarme y así estamos quitando gotas del pasillo como si fuese el rastro de un vampiro mientras me preparo como si fuera la doctora juguetes para curar nuestro niño revolucionado.

La semana pasado hicimos un intento por primera vez para ir dándole algo más de libertad. Dejamos que fuera solo a comprar el pan. Eso que a cualquier padre le puede parecer una chorrada, para nuestros niños es toda una proeza. El mayor problema estriba en que no tenemos ninguna panadería cerca de casa que podamos ver o que esté como mínimo en la misma acera. La más cercana no se ve desde casa y tienes que cruzar una calle, que si bien no es de las más transitadas, tampoco es precisamente una calle sin tráfico. El principal problema estriba en que es una calle ancha y allí los coches en ocasiones circulan bastante rápido. Un poco más abajo hay un semáforo y salen de allí embalados para entrar en una curva y luego seguir recto. Comprenderéis el miedo que teníamos, sobre todo porque él decía que no quería cruzar por el paso de peatones ni el semáforo, sino por en medio de la calle como hace papá. El día que le dejamos, mi pareja salió después tras él para ver de lejos que es lo que hacía y pasarme el parte. Mientras yo estaba en casa encomendándome a San Cucufate, a Santa Bárbara, Santa Rita y San Cristóbal a todo el santoral que tuviera algo que ver con la protección de la infancia y los vehículos a motor. El resultado fue la llegada a casa de un Terremoto victorioso con su barra de pan en la mano y jadeando como un poseso. Al cabo de un rato llegó mi pareja, me contó que se le veía muy nervioso por la calle, iba corriendo al cruzar el paso de peatones aunque en ese momento no había coches. Al ver a un perro (les tiene pánico) pasó corriendo y claro, el perrito quería ir tras él. Por suerte iba atado con la correo y el dueño no se lo permitió. En la panadería la señora, que no le conoce, le pidió que tipo de pan quería y él se quedó que no sabía que decir. Al final después de pedir varias veces lo mismo, le señaló una barra y la mujer se la dio. Volvió a casa corriendo nuevamente como un poseso y subió las escaleras como si un león a dieta le estuviera persiguiendo. Hoy ha vuelto a ir, pero esta vez no ha cruzado por el paso de peatones, ni por un semáforo que hay más abajo. Ha cruzado la calle por la curva, el mejor sitio para él ver y el peor para ser visto. Al llegar a casa le hemos dicho que eso no tenía que hacerlo, que esta vez le había salido bien, pero que podía haberse encontrado con un coche y se ha enfadado porque según él le estábamos riñendo… ufff…. Esta adolescencia acabará con nuestra paciencia… esperemos que su ángel de la guardia tenga las pilas más puestas que su madre, porque va a necesitar ayuda.

También es cierto que ocurren cosas de la adolescencia más divertidas, por ejemplo hace unos días se levantó con ganas de ponerse guapo y me pidió que le pusiera gomina y le hiciera un tupé. Me esmeré todo lo que se puede esmerar una madre en estos menesteres capilares a esas horas de la mañana y con el tiempo en contra. Reconozco que desde mi modesto punto de vista me quedó muy chulo. Dejé a Terremoto en el baño y fui a ponerme los zapatos, cuando los tuve puestos le llamé y salió del baño con el pelo totalmente aplanado y peinado con raya hacia un lado, vamos, igualito, igualito de Sheldon Cooper. Terremoto todo orgulloso me dice que se lo ha retocado porque a mí no me ha salido bien… ¿hmmm? Al llegar al cole el monitor de la mañana se lo queda mirando, porque el niño se había planchado el pelo pero mucho, mucho, mucho. Le digo al monitor que Terremoto me había pedido un tupé y se ha hecho esto. El chico se lo mira divertido y le dice, “tú y yo vamos a tener una conversación de como son los peinados ¿vale?”

Ya veis, así que mientras en casa estamos lidiando con las hormonas del mayor, el peque no se queda atrás y de cada día quiere ser más mayor. En el cole este trimestre les están enseñando el cuerpo humano. Hace dos sábados, mi pareja y yo nos quedamos atónitos con la charla que nos soltó Tsunami en el coche. Os pongo en situación. El peque entra en el coche y su padre va a cerrarle el cinturón de la silla, entonces Tsunami le dice:

-Quiero que me cambies ya está sillita por una de mayores, porque yo ya soy un hombre, así que quiero una silla de hombre.

-¿Y cómo sabes Tsunami que ya eres un hombre? – le pregunté yo.

-Pues muy fácil –me responde- Los bebes cuando van con el coche lo hacen con una sillita de bebes, la que tenía antes. Luego al crecer y convertirse en un nene tienes esta. Después hay un momento en la vida de los nenes en el que tenemos espermatozoides y nos convertimos en hombres. Cuando los hombres quieren ser papás abrazan a las mamás y conciben a los bebes que crecen en la barriguita de las mamás hasta que nacen. Cuando los bebes nacen van en las sillitas de bebes, lloran, les cambian los pañales y cuando dicen gaga-gege-gugu es que tienen hambre, entonces las mamás los acercan a eso que tienes aquí –señalándose el pecho- y los bebes se alimentan. Pues bien, los hombres no se sientan en sillas de nenes y como yo ya tengo espermatozoides soy un hombre y quiero una silla de hombre para ir en coche.

Obvio tener que decir que su padre y yo nos quedamos de piedra ante un discurso tan contundente, argumentado y completo. Bueno, pensé, a este no le voy a tener que explicar de dónde salen los niños, creo que lo tiene bastante claro. Pues sí, nuestro Tsunami lo tiene claro, tanto que unos días después cuando su padre lo trajo del cole se me acerca y me dice:

-¿Sabes lo que me ha dicho el peque mientras veníamos? Papá, gracias por haberme procreado.

Nuestro Tsunami es sorprendente y desde que dan el cuerpo humano si se hace daño o le duele algo, nos da unas explicaciones de lo más técnico que este niño hasta puede que tenga futuro, ¿quién sabe?

Y mientras todo esto está ocurriendo mi pareja y yo intentamos sobrevivir y no estar demasiado aplatanados por la vida. Este fin de semana he tenido que salir disparada a comprar pantalones a Terremoto porque los finitos del año pasado no le iban. En este último año ha pegado un estirón de diez centímetros y eso se nota. Así que ayer me pasé toda la tarde hasta las tantas cogiendo bajos de pantalones y alargando otros. Mientras, Tsunami se dedica a levantarse todos los sábados y todos los domingos antes de las siete y el sábado, estos dos, nos dieron un susto de narices. Terremoto había ido al baño y Tsunami estaba en su cuarto (está al lado del baño) cuando de repente mi pareja y yo oímos medio dormido a Terremoto gritando “¡¡¡¡¡SANGREEE!!!!!!!” y al mismo tiempo Tsunami gritando “¡¡¡¡Socorro papáaaaaaaa!!!! Ya nos tenéis a mi pareja y a mí saltando de la cama como corredores olímpicos medio zombis lanzados pasillo abajo para encontrarnos que a Terremoto le había vuelto a sangrar la nariz y tenía esta sutil forma de decirlo, cuando delante de sus narices (nunca mejor dicho) estaba el rollo de papel higiénico con el que se podía hacer el tubito para parar la hemorragia. Por su parte, Tsunami se había destapado y no tenía otra forma más diplomática de pedirle a su padre que le tapara. Casi nos los comemos a los dos sin patatas. Mi pareja cuando entró como un cohete en el cuarto de Tsunami sin gafas y sin encender la luz se cargó uno de sus adornitos. De todas formas, aunque hubiera abierto la luz, medio dormido y sin gafas poco hubiera visto, porque el papi de Tsunami se gasta sus catorce dioptrías y el pobre sin gafas lo tiene difícil para afinar la puntería. Después de eso, media familia colapsó y yo me dediqué a repartir caña a troche y moche poniendo firmes a estos dos gamberros que menudas son estas formas de despertarnos. Tan firmes me puse que por una vez sólo ha sido necesario decirlo una vez y el domingo Terremoto ya se ponía él solito sus apósitos nasales y Tsunami vino todo acojonado para saber si ya era hora de poder despertarnos.

El lunes por la mañana, como todos los lunes, llego con sueño al trabajo. Esta mañana Terremoto estaba un poco en plan mosca cojonera y no me dejaba sola ni un momento. Es como un acoso perpetuo. Al vestirme me he puesto un jersey que transparentaba un poco. Al principio no me he dado cuanta pero al ponerlo he caído que con este tengo que ponerme sujetador y no lo llevaba. Así que he ido a coger uno y a ponérmelo en el baño, pero Terremoto se me ha pegado cual lapa de roca y para disimular no se me ha ocurrido otra cosa que ponerme el sujetador en la manga del jersey, como si fuera un clínex pero en versión grande. Luego me he enredado con otras cosas y se me ha ido el santo al cielo. El numerito lo he tenido cuando al llegar al trabajo, después de haber llevado a Terremoto al cole y haber aparcado el coche me he encontrado con un sospechoso bulto en la manga del jersey. Al principio ilusa de mí ni he caído y he mirado que demonios llevaba yo en la manga que abultara tanto. La respuesta ha sido obvia cuando he empezado a tirar de un cabo y ha salido todo el sujetador como si fuera un truco barato de mago de barraca. Por suerte nadie me ha visto y entonces sí que he podido ir al baño sin un Terremoto pegado en los talones. Está visto que estoy empezando a chochear y que necesito varias horas más de sueño para ser persona consciente de todos sus actos, al menos de los más bochornosos.

Por si todo esto que os estoy contando no fuera lo suficientemente premonitorio, me he enterado que una posible conspiración astral esté acechando a mi familia. La noche del lunes al martes ha tenido lugar un fenómeno astronómico llamado luna roja. Tiene que ser una chulada verlo pero dudo que a esas horas esté despierta y no pienso poner el despertador para verlo. Lo peor es que dicen que este fenómeno va relacionado con épocas de cambios y catástrofes, como siempre. Es un fenómeno que sólo ocurrirá siete veces durante este siglo y mire usted por donde en un año y medio vamos a tener cuatro de estas lunas, una cada seis meses. Al contrario que mi madre, yo no soy nada supersticiosa, pero eso de tanto cambio de luna en rojo y tanto cambio hormonal, que la adolescencia de Terremoto nos coincida con este fenómeno, me da un yuyu, que supersticiosa no soy, pero el color favorito de Terremoto es el rojo y seguro que esta concentración de lunas es por algo… ¿será que la luna está adolescente?, ¿será que tengo un hijo hombre lobo o vampiro y yo sin enterarme?… Aunque no tengo muy claro que ninguna de las anteriores criaturas sangraran por la nariz y llamaran a voz en grito a sus madres para que les pusieran un apósito. Como que no las acabe de visualizar así. Pero, quien sabe. Miraré mañana en la manga de mi jersey a ver si encuentro allí la respuesta, de momento hoy me voy a dormir si me dejan. Buenas noches… y… dulces sueños.

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Circus Day, una web de cocina muy interesante

8 Abr

Es muy probable que muchos de vosotros no sepáis una curiosidad propia de los mallorquines. En las islas, el tiempo nunca transcurre igual que en otros lugares, de la misma forma que las distancias tampoco son iguales. Me explicaré. Todo aquello que en la península parece normal, tipo hacerse en coche más de 100 kilómetros o estar conduciendo más de una hora para llegar a un sitio, aquí nos parece algo impensable, demencial, aberrante o extragaláctico. Con las comunicaciones actuales es posible que esta situación ya no nos sea tan nueva pero siempre nos choca mucho cuando pisamos tierra peninsular y agota tener que meterse ciertos palizones para ir a comer algo, subir a una montaña o llegar a una playa.

Quizás sea por esa condición de insularidad que la idiosincrasia isleña ha creado otra curiosidad que llama muchísimo más la atención a todos los que la visitan. En Mallorca, un par nunca en la vida se refiere a dos. Bueno. Maticemos. Tampoco somos idiotas, evidentemente, cuando nos referimos a un par de guantes, de calcetines, de zapatos, de ojos, de orejas, de manos, brazos, piernas o pies. En esos casos, un par son dos. En el resto de casos un par puede ser una cantidad indeterminada comprendida entre más de uno y el infinito. Ello ha provocado una extraña pregunta ¿te refieres a un par mallorquín o a un par forastero? Es la típica frase que surge cuando alguien se plantea una duda sobre la cantidad de ese par. Evidentemente, el par mallorquín es el indeterminado. El equivalente a dos, el que entiende cualquier foráneo de las islas, es el par forastero. Es muy normal que al carnicero de toda la vida que sabe que somos cuatro en casa, al pedirle un par de bistecs para torrar pues directamente nos pone ocho unidades. También es normal que cuando hablas con alguien y le cuentas una monería que hizo tu peque hace algo así como cinco años, le dices que eso ocurrió hace un par de años y también te entienda perfectamente. Igualmente si esa monería la hizo tu vástago hace dos semanas, cuando tú la cuentes también dirás que hace un par de días tú peque os deleitó con esta ocurrencia y te seguirán entendiendo. Entonces… ¿Cual es esa cantidad?… pues supongo que para saberlo uno tendría que ser isleño… es algo que llevamos en los genes o que la vida prolongada en estas tierras te dará con el tiempo. Es algo que todos entendemos y aunque parezca algo increíble, el tiempo, el espacio y la vida de sus habitantes ha ido discurriendo sin problemas en estas pequeñas islas del Mediterráneo occidental, sin que nunca uno se preocupara por saber exactamente que cantidad es un par.

Aclarado esto, puedo empezar el post así como yo quería sin que nadie se tome mis primeras palabras como algo literal, ni las segundas, ni tampoco las terceras, sino como la plácida forma de hablar de alguien que está acostumbrado a que el tiempo y el espacio transcurren de forma distinta o al menos peculiar en relación al resto de la humanidad.

Hace un par de días una chica entró en la biblioteca. Era una chica callada. Estaba en una biblioteca y aunque en ese momento ella era la única clienta (creo, porque como os he dicho eso paso hace un par de días) en las bibliotecas siempre se tiene que hablar flojito, y eso hizo. Era una chica muy educada. Tenía una voz que recuerdo dulce y se movía como si su cuerpo fuera una cinta que ondea el viento, con sumo cuidado. No se si el echo de estar donde estaba hacía que su conducta fuera esa, lo cierto es que fue con mucha delicadeza y sus movimientos eran pausados y silenciosos. Esa chica me pidió por unos libros peculiares. Digo peculiares porque en alguna ocasión yo los había mirado, me llamaban mucho la atención pero tengo que confesar que nunca me había atrevido hacer nada de lo que decían sus páginas. Esos libros eran unos recetarios de cocina mallorquina del siglo XIX y otro de principios del XX. Ya que hoy también vamos de confesiones, tengo que confesar que pese al gran valor y tradición que se guarda en sus páginas, no son de los más consultados.

En general tengo bastante buena memoria para recordar quien ha consultado ciertos libros. Tengo que decir que yo sólo los había sacado una vez, cuando otra señora, esta algo más mayor, que trabaja en un horno que está muy cerca de la biblioteca y que elabora recetas antiguas, vino hace cosa de un par de años a consultarlo. (Nota: esta vez sí que un par de años se refiere a un par forastero)

Pero volvamos a nuestra historia. La chica se sentó en una de las mesas del fondo, la de la derecha. Estuvo consultando el libro con la misma delicadeza con la que había entrado y al cabo de un par de minutos vino a preguntarme si podía sacar una foto de unas recetas. Una parte de mi trabajo es saber por que motivo se reproducirán los documentos que tenemos, así que le hice esa pregunta, las de rutina. Su respuesta, confieso que me intrigó. No por el tema por el que los necesitaba, que esa circunstancia ya se ha dado otras veces, sino por el motivo, por una parte de la frase en sí, cuando os diga cual fue su respuesta lo entenderéis. Me respondió «tengo un blog de cocina en el cual hago recetas antiguas y he venido para documentarme como se hacían unos platos que tengo ganas de ver como salen para publicarlo»

Hasta ese momento habían venido algunas personas interesándose por textos o fotografías para sus blogs y salvo que esos textos o fotografías tuvieran los derechos de autor vigentes no había problemas en hacer una reproducción. Lo extraño no era que viniera el dueño, o en nuestro caso la dueña del blog. Lo que me alucinó es que el blog se dedicara también a recetas antiguas y que su dueña se tomara la molestia de ir expresamente a las bibliotecas para consultar los recetarios antiguos. Cuando estudiaba en la Universidad siempre decíamos que en caso de duda acude a las fuentes, pero por desgracia hoy en día, en caso de duda la gente acude a internet y hay ciertas cosas que internet no puede darte las soluciones pero las fuentes sí.

Esta chica hizo sus fotos y luego tuvo que rellenar el habitual papeleo que toda persona que hace una reproducción tiene que hacer con nosotros. Entre las cosas que tenía que poner en el caso de reproducción para un web era indicar cual era. Así fue como ví por primera vez escrito el nombre de la web de esta chica «Circus Day». Me pareció un nombre muy curioso para una web de cocina y también me pareció una forma muy curiosa de cuidar sus recetas el ir a consultar los recetarios antiguos, así que confieso, una vez más, que la curiosidad me pudo y cuando llegué a casa busque la web y me dejé fundir como el chocolate contemplando con deleite lo que para mí fue toda una sorpresa. Una página muy bien presentada y cuidada. Unos textos mimados. Unas fotos extraordinarias. Pero sobre todo unos platos con una pinta deliciosa, fáciles de trabajar y con una presentación muy pero que muy estudiada. Se notaba el esmero, el cariño y el amor que se ponía en el trabajo bien hecho, en mirar el detalle, en no hacer las cosas deprisa simplemente porque se ha de publicar. Cada pequeña cosa, cada detalle, estaba allí porque debía estar allí pero cuando lo veías no eras consciente de que si estaban allí era porque ese era su lugar, ni más, ni menos.

También tengo que confesar que mi pareja debió percibir el mismo cuidado que yo y sin que yo lo supiera se lo puso en favoritos. Un par de semanas después me sorprendió un día cuando al llegar a casa R. me había preparado la comida.

– Hoy te he preparado una receta mallorquina de 1876 – me dijo.

– ¿Y de donde te has sacado tú una receta mallorquina de 1876?

– Pues de la web de cocina que mirabas el otro día. La he estado mirando hace un par de días por mi cuenta, y es estupenda. Hoy ha publicado este plato. Me ha llamado mucho la atención que pusiera de 1876′ y también he creído que te gustaría. Así que he salido al super y me he puesto con ello.

Nuevamente, tengo que confesar, que si alguien me tiene la comida preparada sobre la mesa cuando llego a casa después de trabajar, no suelo poner ningún tipo de objeciones. Ese día no sólo no puse objeciones. Ese día quedé encantada. La comida estaba deliciosa, era exquisita. Era como volver a redescubrir un sabor que había sido olvidado durante más de cien años y encontrarlo de nuevo. Mi autoestima subió un par de grados en la escala de Richter, si es que esta escala puede medir los grados de la autoestima. Que tu churri te reciba con algo tan especial, hecho especialmente para ti porque piensa que eso te pude gustar y porque lo ha sacado de un sitio que le has recomendado, es algo que te eleva el ánimo por dos motivos… bueno tres: Porque la comida estaba deliciosa. Porque me quiere un montón. Porque aún me escucha cuando le hablo y le suelto alguno de mis rollos monologuísticos. Esta subida de autoestima bien se merecía una recompensa y me propuse que cuando fuera su momento os daría a conocer este blog. Pues bien queridos lectores, el momento ha llegado. El show está a punto de iniciar. La carpa está montada, los lectores han ocupado sus asientos ante sus pantallas y esta que os escribe se encuentra en medio de una pista con los focos iluminando un estrambótico sombrero de copa y un traje tipo levita en rojo mientras de fondo una fanfarria está sonando.

Así que como dice esta chica en su blog:

Señoras y señores, mesdames et messieurs, ladies and gentlemens, bienvenidos a Circus Day.

Circus Day

Cocina mallorquina: Frit de xot, es decir, frito de cordero

6 Abr

Hacía tiempo que no os ponía una receta de cocina mallorquina y como el año pasado os puse por estas fechas unas cuantas recetas de dulces tradicionales mallorquines en la época de Pascua, pues había pensado que este año estaría bien poneros un plato principal salado.

Éste era uno de los platos que más me gustaba de niña, mi madre lo sabía bordar muy bien, lástima que no me enseñara como hacerlo y yo me he tenido que buscarme la vida para poder elaborarlo. Así que la receta de hoy no es de mi madre, es de muchas madres a las que he ido preguntando y tomando de una y de otra lo que más se parecía a lo que hacíamos en casa. Por desgracia es un plato que hago muy poco, sobre todo porque digamos que hmmm… no adelgaza. Sin duda el frito mallorquín es una de las recetas estrella de la gastronomía mallorquina y que me pirra un montón, me trae un montón de recuerdo y tengo que decir que con una buena hogaza de pan de pueblo y una aceitunas trencades para acompañarlo está divino. Hay varias formas de cocinarlo, pero para esta ocasión he elaborado un frit de xot o de cordero, de esta forma todas aquellas personas que tengan vetado el consumo de cerdo por un motivo u otro podrán animarse a hacerlo. Por otro lado, también os pongo hoy esta variante porque es la que se elabora en las fechas cercanas a Semana Santa.

En esta época las cocinas mallorquinas bullían en una frenética actividad con las panadas, los robiols, los crespells y el frito de cordero. Mi madre decía que no lo hacía a menudo porque era complicado, yo tengo que desmitificar eso, complicado no lo es para nada, lo que si tiene es que lleva tiempo porque los ingredientes se tienen que ir friendo por separado. Por eso os recomiendo que primero preparéis los ingredientes y mientras se van friendo hagáis trabajitos en la cocina o cerca de esta para estar atentos pero que os aproveche el tiempo. Si no tenéis ganas de seguir currando simplemente leéis algo pero cerquita para estar atentos, que si uno se queda delante de la sartén entonces sí que nos puede parecer más complicado o como mínimo mucho más largo.

Antes de empezar os diré que algunas de las variantes del frito son el de marisco, hecho con sepia o calamar, gambas y mejillones, o como dirían los italianos con fruti di mare. El frito de lomo, en el que la carne se sustituye por trozos de lomo. El frito de cerdo, igual pero usando las frituras del cerdo. Finalmente el frito de verduras, sin nada de carne, en plan vegetariano. Cada uno tiene alguna pequeña variante, pero la base es más o menos la misma.

Ingredientes:

Frito de cordero cortado a cuadraditos pequeños. El frito está compuesto por el pulmón, el hígado y el corazón. Sé que dicho así suena fatal pero os aseguro que el resultado final está muy rico.

Pimiento rojo cortado a cuadraditos pequeños

Pimiento verde cortado a cuadraditos pequeños

Al menos unos cuatro manojos de sofrito o cebolletas, cortado a rodajitas pequeñas, incluida la parte verde. Se tiene que poner bastante porque al freír se encojen mucho y tiene que haber.

Patatas de las de freír, cortadas a cuadraditos, a nosotros nos gusta bastante y ponemos al menos 4 ó 5 bien grandes.

Hinojo fresco picado

Laurel

Ajo

Sal y pimienta

Aceite

Cayenas (depende de lo que os guste el picante)

De momento os he puesto lo imprescindible para un frito básico, ahora os comento las demás cosas que podéis añadir si queréis que sea más completito o algo de ello os guste en especial.

Guisantes

Habas

Alcachofas

Setas o champiñones

Sangre

Preparación:

En Mallorca se puede encontrar el frito ya cortado en las carnicerías, sino hay que comprarlo, cortarlo y lavarlo bien y que escurra en un escurridor. Se salpimienta y reserva.

Se cortan todos los ingredientes y los pones cada uno en un plato separado y se les sala.

Las patatas recordad que lo mejor es pelarlas, cortarlas y guardarlas en un recipiente con agua para que no se pongan negras. Cuando las tengáis que emplear escurridlas y luego saladlas.

Las alcachofas si las ponéis, también es conveniente guardar en un cazo con agua y algo de limón por el mismo motivo.

El hinojo muchas veces lo puedes coger en el campo. En algunas ocasiones si lo recoges o lo compras y ha pasado unas horas se ha mustiado. Un truco de la gente del campo es al tener que usarlo sumergirlo en agua, sacarlo y ponerlo unos segundos hacia abajo para que tome la forma, luego lo dejas así sobre un plato, sin secarlo, y tomaré la consistencia y el aspecto anterior a haberse puesto mustio.

Cuando lo tenemos todo cortado se tiene que ir friendo, pero por tandas de ingredientes, sin mezclarlos en la sartén.

Primero se fríe el pimiento verde y rojo, estos si puedes mezclarlos.

Luego se sacan de la sartén y se ponen dentro de una cazuela de barro, procurando no coger mucho aceite.

Después freiremos la patata junto a unos cuantos ajos que NO habremos pelado y que habremos machacado con su piel. También pondremos en las patatas un poco de cayena.

Al estar frito, yo quito la cayena, y se pone todo sobre los pimientos.

Seguidamente le toca el turno a la cebolleta y luego se ponen sobre las patatas.

Después iremos friendo las demás verduras que queramos agregar, siempre respetando el hacerlo solas y poniéndolo luego con poco aceite sobre lo anterior.

Al final freiremos el frito, que irá junto con el hinojo cortado pequeñito, las hojas de laurel y un poco más de cayena. La carne es aconsejable hacerla a fuego un poco más lento que las verduras, ya que si no se nos puede poner muy dura.

Una vez fritas se pone sobre todo lo anterior. Entonces es cuando lo mezclaremos todo.

En el caso de que también queráis, este es el momento de añadir la sangre desmenuzada por encima y volver a mezclar de nuevo.

Este plato se puede comer enseguida, pero también va muy bien para dejarlo de un día para otro ya que los sabores asentados quedan mejor. Así que ya que nos ponemos podemos tener para dos días sin ningún problema.

Lo único que recomiendo para degustarlo es tener una buena hogaza de pan de pueblo que es lo que le queda mejor y lo acaba de bordar.

Ya veis, complicado no lo es, sólo es que lleva su tiempo el ir friendo las cosas de una en una, por eso os comentaba al principio de ir aprovechando para hacer otras cositas cerca en la cocina mientras vigilamos y removemos de tanto en tanto la sartén. Espero que os guste y algún día os animéis os aseguro que está buenísimo, como todo aquello que comparto con vosotros y que tiene tras de sí muchos buenos recuerdos de infancia, bon profit.

abril 2013 056

Descubriendo Palma: Nazaret y el barrio de El Terreno

3 Abr

Algunas veces os he comentado que los fines de semana, además de pasearnos por el bosque del Castillo de Bellver, hemos hecho algunas excursiones por la isla y por Palma. Hoy voy a enseñaros una excursión que hicimos el año pasado y que no pude presentarla en su momento  por falta de tiempo. He pensado que era una verdadera pena no compartir estas salidas especiales sólo porque hubiera pasado un tiempo. También es cierto que no quería dejar pasar la oportunidad de ir enseñándoos poco a poco esta islita que tanto quiero. Así que si el tiempo me lo permite de tanto en tanto iré poniendo algunas entraditas comentando los rincones de Mallorca que tiene muy poca arena pero sí mucho encanto. Nunca me cansaré de decir que Mallorca es muchísimo más que sol y playa, aunque por desgracia, parece que lo único que preocupa a los turoperadores sea precisamente eso, sol y playa. Así que aquí esta está enamorada de su hogar para que todos aquellos que alguna vez vengáis a esta tierra podáis decir “pues yo además de ponerme moreno, voy a conocer otras cosas interesantes y también hermosas”.

Cuando yo era muy niña, mi padre conocía del trabajo a una clienta, tenía un nombre raro y un apellido endiabladamente extraño para mí. Era una señora inglesa… bueno, realmente era una señorita, aunque bastante entrada en años para lo que en esa época se consideraba en España una señorita. Era una maestra de escuela que se había jubilado. Una mujer exótica, de pelo corto, blanco plateado. Se pintaba sus finos labios con un carmín muy rojo y vestía siempre pantalones, toda una osadía para cualquier mujer decente que se apreciara en esa época. Tomaba martinis de aperitivo y otras bebidas con hielo de mayores sin que para ello se estuviera comiendo en ese momento. A mi madre no le encantaba demasiado ir a verla, porque demasiado a menudo para su gusto, esta inglesa descarriada encendía un cigarrillo tras otro que consumía en los múltiples ceniceros que tenía repartidos por todas las dependencias de la casa. Además, en ocasiones se quitaba los zapatos que eran planos sin tacón y enseñaba sus pies con sus uñas pintadas en un rojo igual de llamativo que el de sus labios. Era una solterona pero de esa que lo había sido porque le había dado la gana y se había dedicado a disfrutar de la vida y viajar. Cuando se jubiló  se había ido a vivir a Mallorca por varios motivos. Primero porque la había descubierto hacía años cuando paso por aquí durante unas vacaciones y se había enamorado de la isla. Segundo, porque en Mallorca hay evidentemente,  mejor clima que en Inglaterra, y tercero aunque no por ello menos importante, porque en aquella época el cambio de divisa le permitía llevar un tren de vida que en su país no hubiera ni soñado. Vivía en una casa, pero una casa de verdad, no en un piso. En una planta baja con habitaciones amplias y luminosas. Un jardín enorme lleno de flores y plantas por todos los rincones y unas vistas espectaculares de la bahía. Era un barrio residencial de Palma que en esa época estaba lleno sobre todo de extranjeros, la mayoría ingleses, bohemios, artistas,  jubilados, pero sobre todo pecadores libertinos que escandalizaban al resto de la ciudad. A mi madre no le gustaba demasiado visitarla, pero yo disfrutaba cada vez que íbamos. Me encantaba pasear por ese frondoso jardín, además recuerdo que en esa casa siempre tenían caramelos de tofe deliciosos, que por esa época eran tan difíciles de encontrar aquí, al menos con esa calidad y sabor. También tenían una cajita de cartón con sobres de papel metalizado. Al abrirlos te encontrabas con unas tabletas muy finas de chocolate rellenas de una crema verde que odiaba. Años después descubrí que esas chocolatinas se llamaban after eight y que la crema verde que me desagradaba era crema de menta. Un día me trajo de Inglaterra un costurero o al menos luego le dimos ese uso. Era una estatuita de porcelana que representaba una ovejita blanca con el contorno de sus ojos negro y un conejito blanco y gris junto a un tronco de árbol caído y un ligero sotobosque. El tronco estaba abierto por encima y dentro estaba lleno de los caramelitos de tofe que tanto me gustaban. Recuerdo que estaba envuelto en un papel de celofán amarillo con un gran lazo encima. Cuando se vaciaron pusimos dentro del tronco hilos de colores, agujas, tijeras y un dedal que siempre me negaba a usar porque me molestaba y eso siempre enfadaba a mi madre. Esa exótica profesora que hablaba una lengua rara que yo no entendía, pero que tenía esos caramelos tan deliciosos, vivía en el barrio conocido como El Terreno.

“Al otro extremo de la ciudad, en las afueras, por El Terreno, por Génova, se agita un mundo colonial, compuesto de pintores, turistas y señoras que fuman. Son gentes extrañas, que se bañan en invierno y viven de espaldas a la religión. Fabrican cocktails endiablados. Dan bailes y tés. El barrio antiguo finge ignorarlos. Sin valor ni deseos para declararles la batalla, opta por declararlos inexistentes. «¿Creéis, Monseñor, que el mes próximo estaremos en Francia, restablecidos en nuestros privilegios?» preguntaba, allá por el 1792, un viejo prelado a un compañero de emigración. Y replicaba el otro, tomando un polvo de rapé: «Monseñor, no se me ocurre ningún inconveniente». Alguna señorita indígena, en los tés casi litúrgicos del Casino, pide un cocktails de ginebra y vermut. Dos de ellas, en Carnaval, osaron encender un cigarrillo. El aire está cargado de presagios… Pero el barrio antiguo no se entera. En las playas estaba prohibido que los hombres pasaran a la parte reservada a las señoras. Las americanas escamotean esta ley pasando ellas a la parte de los hombres. Tal vez alguna mallorquina exaltada las imita. El barrio antiguo no se entera.” Mort de Dama (Muerte de dama). Llorenç Villalonga

Con estas palabras el genial autor Llorenç Villalonga nos describe en dos pinceladas el cosmopolita barrio del Terreno frente al inmóvil y conservador casco antiguo. Es la convivencia o mejor dicho, la tolerancia o la ignorancia mutua entre lo tradicional, lo religioso, los casales con patios señoriales y calles estrechas, el barrio que rodeaba la majestuosa Catedral. Frente a él, lo moderno, lo extranjero, lo ateo, anglicano o luterano, las casas coloniales con amplios jardines en calles también estrechas, el barrio que rodeaba el majestuoso bosque del Castillo de Bellver y que tenía todos sus balcones y ventanas frente al mar.

La excursión que os comento hoy la empezamos en un rincón de este barrio, muy cerca del mar, se trata de un lugar llamado Nazaret. Es una residencia-colegio para niños que han pasado por algún motivo por servicios sociales. En este edificio hay además un impresionante jardín y un huerto justo encima del paseo marítimo a unos metros del mar. Las fotografías que acompañan este post son de estos jardines. Hasta hace unos días no se podían visitar, si querías ir se tenía que pedir permiso para ello. Hace poquísimo que ha aparecido en prensa que los jardines de Nazaret se abrirían al público, con un horario concreto, eso sí. Desde aquí recomiendo a todos los amantes del mundo y a los propios mallorquines que nunca los han visitado, que vayan a visitarlos, porque son una auténtica gozada.

El edificio de Nazaret, de finales del XVIII es una antigua construcción que perteneció al Cardenal Antonio Despuig i Dameto. Los jardines están en su parte frontal, en forma de bancales. Por el lado de delante dan sobre el Paseo Marítimo y por la parte de la derecha sobre una ensenada con barcas denominada Can Barbará.

Al salir de Nazaret hicimos un breve recorrido por una parte del barrio que lo rodea, El Terreno.  En el vimos desde lejos una entrada solitaria sobre la cual hay esculpido un escudo. Se trata de la primera villa que se construyó en dicho lugar, era el año 1777 y perteneció al artista Cristòfol Vilella.  Este barrio está justo debajo del bosque de Bellver y esa  fue la causa por la cual no se urbanizó antes. El Ministerio de Guerra no permitía la edificación tan cerca de un castillo de defensa que custodiaba el puerto. Este, fue el motivo por el cual cuando se inició el proceso de edificación en 1805 y las posteriores urbanizaciones, todas sus casa fueran de poca altura y permitían una perfecta visión del puerto desde cualquier lugar.

Cuando uno tiene la oportunidad de ver alguna postal antigua de este sitio, antes de que empezara su plena urbanización, llama la atención un gran espacio vacío, pero vacío de verdad, sin casa y sin árboles. Eso es debido a una peste que asoló Palma en el 1821. Como ha ocurrido siempre durante la historia en estos casos, una gran parte de la población busca refugio fuera de sus murallas y se establecieron en campamentos construyendo barracas de madera cortando los pinos del bosque de Bellver. Fue tan extrema esa tala que causó una deforestación que estuvo presente durante largo tiempo quedando constancia de ello en las viejas albúminas de la época.  Unos años más tarde, el 1835 hubo un nuevo éxodo de palmesanos, esta vez lo provocó el terremoto que destruyó la fachada principal de la Catedral. Muchos habitantes buscaron refugio nuevamente en las antiguas  barracas que aún estaban en pie.

La Sociedad Económica Mallorquina de Amigos del País intentó urbanizar la zona en el 1835, pero el proyecto no prosperó. En el decenio de 1850 Joan Robert, propietario de la finca el Terreno, parceló la posesión. El 1859 el ministerio de Guerra dio al fin permiso para edificar y vendió parte del bosque de Bellver. Ello provocó la progresiva urbanización sobre todo como zona de veraneo y ocio atrayendo inicialmente a la acaudalada burguesía palmesana. Mucha de esa burguesía adinerada había hecho fortuna en las américas, por eso muchas de esa edificaciones tenían un estilo neocolonial muy indiano.

Al principio de este post os hablaba de la profesora jubilada inglesa, la señora bohemia que desagradaba a mi madre pero que me conquistaba a mí. Fue en el decenio de 1920 cuando se empezó a establecer allí una significativa colonia extranjera, mayoritariamente ingleses. Entre 1930 y 1936 se incrementa la presencia de residentes extranjeros. Son los que aparecen reflejados en la obra de Villalonga, los que escandalizaban a la Palma tradicional del barrio antigua, aquella que convivía con las damas, las beatas y los señores que simplemente los ignoraban. Entre los años veinte y treinta, se convirtió en zona de ocio y vida nocturna, fue la época de Tito’s y todos los antros de baile y desenfreno con mujeres de estética muy americana y hombres vestidos a lo Rock Hudson.

A mediados de esta década, el estallido de la Guerra Civil supuso el freno momentáneo de esta venida de extranjeros. También supuso que muchos burgueses que usaban las casas como lugar de veraneo, trasladaron allí su residencia habitual al huir de los bombardeos republicanos que estallaban sobre la vecina ciudad.

Más tarde, el periodo comprendido entre 1950 y 1962 supuso el boom turístico y todo boom turístico implica hoteles, tiendas y bares. Desde 1960 se concentraron un gran número de salas de fiesta, aunque a partir de 1980 empezó a entrar en decadencia. Hoy en día ha perdido gran parte de ese encanto inicial, muchas de esas impresionantes villas han sido sustituidas por bloques de pisos, no demasiado altos eso sí, o bien están engullidas entre ellos y quedan escondidas tras la grandes construcciones de la primera línea del Paseo Marítimo. Pese a todo pasear por sus calles y descubrir los edificios coloniales es una auténtica gozada. Si alguna vez paseáis por allí os recomiendo que veáis el exterior de la Villa Shembri, una casa señorial de principios del siglo XX, atribuida al arquitecto Gaspar Bennàssar. Destaca su torreta de planta octogonal ubicada en un lateral del edificio y que actualmente ha perdido parte de su espectacularidad inicial al haber construido al lado de esta una finca de pisos. En su época esta torreta destacaba sobre toda la línea de edificios de El Terreno y era uno de los edificios más destacados del skyline de la antigua Palma.  También no os podéis perder el hostal Corona de 1908, también llamado Can Quetglas. Era una vivienda unifamiliar realizada por Francesc Roca, ahora se dedica como su nombre indica, a la hostelería. Nosotros llegamos cuando estaba cerrado al público y pedimos si podíamos entrar para fotografiarlo. Como en la época de los extranjeros artistas y bohemios, sus puertas se nos abrieron “podéis subir y hacer las fotos que queráis” y vaya sí que hicimos fotos, creo que no dejé ni un ladrillo que inmortalizar, ni un centímetro de su hierro forjado con motivos geométricos y vegetales, ni tampoco de su pinturas y lámparas modernistas que aún conserva, una auténtica gozada.  Os dejo pues con algunas de las fotos de este pintoresco paseo, de esta ruta escondida que está a disposición de todos aquellos que deseen pasear tranquilamente, disfrutar y trasladarse por unas horas a otra época, cuando el tiempo no contaba y la vida se disfrutaba sin más.

 

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