Algunas veces he comentado que mi madre sabia coser pero que no quiso enseñarme salvo que para enhebrar la aguja me pusiera ya el dedal. Mi menda, aunque no tuviera, los tenía muy bien puestos. Nunca he sido amiga de los dedales, no quise pasar por el agujero y me quede sin clases prácticas ni teóricas de costura materno-filial. Pero no desesperéis queridos blogueros, porque la solución vino de manos de Sor Tolentina (aún no sé muy bien que nombre era ese pero así se llamaba la monjita y no he conocido más Tolentinas en mi vida). Era la encargada en el cole de introducirnos en el difícil mundo de “sus labores” y digo introducir porque realmente no es que fuera mucho lo que nos enseñó. Pero en comparación con las instrucciones que recibí de mi señora madre, aquellas clases fueron algo así como un postgrado-master-administration-en-el-arte-de-coser. Lo más importante, o al menos lo que me ha servido más en la vida y aún me acuerdo de ello y pongo en práctica de tanto en tanto es hacer ojales, hacer punto de cadeneta, punto de cruz y coger dobladillos.
Ojales… ojales… ojales… no es que haga muchos, pero el punto de los ojales se pueden aplicar en ocasiones a otros zurcidos, cosidos o disfraces. Al punto de cruz y al de cadeneta les he sacado más provecho, sobre todo para poner el nombre de la progenie en sus respectivos baberos del cole. Hmmm… rectifico. Al punto de cruz y al de cadeneta le he sacado partido para poner el nombre en los baberos de Terremoto. Con Tsunami una ya era una madre experimentada que había pasado por la penuria de tener que bordar miles de veces un nombre no muy largo y un apellido larguíiisiiiimooo. Teniendo en cuenta que el padre de Tsunami tiene un apellido aún mucho más largoooo que el de Terremoto, pues me espabilé a buscar soluciones prácticas. Fue así como se me ocurrió reciclar un bote de pintura de tela, jejeje, que queréis, a problemas desesperados medidas desesperadas. A Tsunami le pinto el nombre, espero a que se seque y luego lo plancho y cha-chán, problema solucionado.
Pero del que más he sacado provecho ha sido sin lugar a dudas el de coger dobladillos, sobre todo de pantalones. Vamos, que ha hecho que con los años haya ahorrado una pequeña fortuna a base de no tener que pagar los seis euracos que te cobran por cada pata acortada. ¿Qué queréis?, hay que llegar a final de mes con soltura y con la de pantalones que se gastan mis engendritos, es una labor doméstica que vale la pena conocer. No es que mi técnica sea muy ortodoxa, un poco de lo que me acuerdo, otro poco de lo que recuerdo hacía mi madre, otro poco de cosecha propia y algo de improvisación/evolución de todo el mejunje. Pero no os voy a aburrir explicando cómo se coge un dobladillo. Para eso hay un montón de sitios en internet donde lo explican mucho mejor que yo, incluso con imágenes y todo. Lo que hoy os vengo a contar es otra cosa, un descubrimiento que hice hace poco, apenas unos meses.
No sé si sabéis que cuando se hace un dobladillo tiene que hacerse con un hilo lo más parecido a la tela en cuestión y si es posible con un tono un poco más oscuro si no lo encuentras clavado. De esta forma y teniendo en cuenta la gran variedad de pantalones que han ido gastando mis peques una acaba teniendo una colección de hilos relativamente considerable. Algunos se han aprovechado más de una, dos y tres veces. Pero otros, ufff… otros es otra historia, porque para un simple dobladillo una se ha tenido que comprar a veces algún color peculiar que rara vez ha sido otra vez aprovechado. Es un auténtico tostón, un gasto y ocupan un lugar relativamente abultado en mi costurero. Además, cuando un día tienes una urgencia y no tienes el color has de salir escopetada en busca de ese hilo en concreto.
Entenderéis ahora porque cuando hace unos meses estando en la mercería que hay cerca del trabajo me quedé flipada cuando oí a un cliente que había antes que yo pidiendo hilo transparente. Cuando me tocó a mí le pregunté a la dependienta que era eso. Ella me dijo que no era nada nuevo que hace años que lo tienen. Es muy posible y puede que muchas os estéis riendo como unas descosidas diciendo que esta que os escribe no se entera de nada y que acabo de descubrir el agua corriente. Pues señores, sí, no lo conocía y acabo de descubrir el agua corriente. Porque digo yo, que alguna vez se han de descubrir las cosas, sobre todo las transparentes que no se ven. La chica de la mercería me dijo que había dos “colores”, uno transparente para coser sobre ropa oscura y otro transparente para coser sobre ropa blanca o de color claro. Para los que como yo no lo conozcáis es una especie de hilo como el de pescar pero muy fino, como un cabello. Se trata de un hilo muy resistente y ante la curiosidad por una parte y las ganas de no tener más rodillos de hilo por el costurero, sucumbí a la tentación y adquirí un rodillo de cada “color”.
Desde entonces lo he ido probando con unos cuantos pantalones y demás rotos varios proporcionados por la activa vida de Tsunami que con lo movida que es, ha dado para varios cosidos y desgarrados en estos meses. El resultado ha sido fabuloso. Tiene muchas ventajas. Entre los dos “colores” se han cubierto todas mis necesidades de hilos. Es resistente, así que no se rompe y también no se enreda cuando coses. No sé si os ha pasado que al coser el hilo hace un nudo que al intentar deshacerlo acabas rompiendo el hilo y volviendo a empezar. Puede que yo sea la única a quien le pasa, pero es algo que de tanto en tanto me pasa y siempre en los momentos con más prisa, ya sabéis que el tal Murphy me tiene puesto el ojo encima. Así que estoy contentísima con el descubrimiento de estos hilos. Tan sólo tienen un problema. Mi menda cuando tiene tiempo de coser o al menos la vida me lo permite es por la noche, cuando los dos nenes están en la cama y nosotros ya hemos cenado. A esas horas no es que una le apetezca precisamente ponerse con ello pero es cuando una puede ponerse en ello. Así que saco el costurero, tomo un aguja, corto el hilo y… uff….. Y entonces es cuando intento enhebrar la aguja. Con los hilos normales no hay problemas, pero… ¿alguna vez alguien ha intentado a altas horas de la noche cuando una ya tiene vista cansada intentar enhebrar por un agujero pequeño un hilo transparente? Pues sinceramente, no es fácil. Rectifico, no es nada fácil. La única forma de hacerlo era conseguir tener de fondo un color que contrastara y consiguiera ver de alguna forma el hilo y pudiera enhebrarlo. Así que tenía un material muy bueno que usar pero me costaba usarlo. Pero mira por donde las coincidencias volvieron a mi vida y esta vez de manos de quien menos me esperaba, de la persona más poco preparada para dar consejos de costura. De la persona que cuando tiene que acortarse un pantalón bien recurre al celo, a las grapas a darles la vuelta, a poner imperdibles o a pedirles a sus compañeras de trabajo que le den una cosidita. Esta vez, la solución de mis problemas vino de manos de mi ex. ¡Sí!. Habéis leído bien, de mi ex, del padre de Terremoto.
Un día estaba hablando con él y me comentó que estaba empezando a aprender a usar la aguja y el hilo. Me contó que nunca cosía porque no sabía enhebrar una aguja y para ello se pasaba como unos veinte minutos a media hora para lograrlo y como le costaba tanto ponía unas enhebradas larguísimas y siempre tenía problemas luego, desde tener que pegar tres estiradas antes de pasar todo el hilo, hasta que se le rompiera o enredara. Pero resulta que ahora ya no le daba pereza enhebrar las agujas con un trozo de hilo más razonable, porque una señora del cole de Terremoto le había desvelado un secreto. Usar agujas de ciego. Hmmm…. ¿y eso que es? Vale, vale, aquí es cuando nuevamente me podéis mirar con cara de tener una panoli delante. Según la de la mercería también hace años que existen y además deben ser muy solicitadas porque cuando fui a interesarme por ellas se le habían agotado y las tenía encargadas. De hecho me enseñó la libretita donde apuntaba las cosas para el pedido y allí estaban ellas apuntadas en segundo lugar “agujas de ciego”. Vale, acabad de descojonaros y luego os reincorporáis, que yo voy siguiendo con el relato.
Pues bien, las agujas de ciego, para quienes como yo las desconocíais, son agujas de coser normales vulgares y corrientes con su punta afilada en un lado y su agujerito en el otro extremo. La única diferencia estriba en que sobre el agujerito anteriormente descrito hay una pequeña o mejor dicho diminuta ranurita. Cuando colocamos sobre esta diminuta ranurita un hilo y empujamos hacia abajo el hilo hace un truco de magia magita con agujita y queda automáticamente enhebrado. Imagino que debe tener algún tipo de dispositivo tipo mosquetón tamaño bacteriano o vaya usted a saber qué. Resulta muy difícil apreciar el mecanismo con mi vista cansada de cuarentona pasada de rosca.
No me lo podía creer, sólo tengo que sujetar el hilo en mi dedo. Acerco la aguja por debajo pegadita a mi dedo. Cuando llega a la altura del hilo automáticamente este se queda colocado en la ranura, entonces presiono hacia arriba la aguja y ¡ta-ta-ta-chán! Aguja enhebrada. Desde ese día mis costuritas han mejorado considerablemente. Me monto el mismo tinglado a la hora de coger los dobladillos, pero no tengo tantos quebraderos de cabeza a la hora de buscar los colorines del pantalón de turno. También los cosidos, que algunas rozaduras y algún pequeño roto se hace Tsunami a los pantalones recién estrenados, son más fáciles de solucionar y se notan menos. Que tampoco estamos para comprar pantalones cada quince días. Así que al menos de esta forma una consigue llegar a final de temporada con cierta soltura y afrontar la nueva temporada con sus consiguientes dobladillos de turno, con otra soltura que es de agradecer.
No sé si el hombre invisible a la hora de adecentar su vestuario usa estos hilos. Tampoco sé si el coche invisible de la Mujer Maravilla tiene los asientos de cuero traslúcido rematados de no “color” negro. De la misma forma, tampoco tengo muy claro si realmente los ciegos cosen, pero supongo que si lo hacen con estas agujas les deben ir de perlas. No me extrañaría que así fuera, porque muchas veces una queda asombrada al ver la de cosas que se pueden hacer cuando alguno de tus sentidos falla y potencias los demás. Sólo es cuestión de adaptarse, espabilarse, querer aprender, tener los medios necesarios y posiblemente algo más. Así que esta cuarentona con vista cansada os deja este pequeño truquito de costura para todas aquellas madres que como yo tengan un/una Tsunami en casa que les proporciona periódicamente material con el que rememorar aquellas lejanas clases de sus labores que Sor Tolentina nos daba cuando tan sólo éramos una niñas. Y colorín colorado, esta costura se ha rematado.