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Las cenas de mis niños y las estratagemas para que me resulten fáciles de preparar. (1º parte, las ollas con termo difusión)

14 Abr

Hace tiempo que no os comento nada de recetas de cocina. Bueno, hace tiempo que me cuesta empezar a tener un ritmo sensato de entradas, aunque empezamos a ponernos las pilas. En casa por suerte estamos bien, pero yo llevaba una temporada baja de pilas y me costaba un poco ponerme delante del teclado. También me cuesta un poco ponerme delante de los fogones y eso es más jodido. Si unos cuantos días o semanas no publico, pues no pasa nada. Pero si me paso unos cuantos días o semanas sin cocinar, puede resultar una hecatombe familiar de primer grado. Bueno, realmente, el hecho de una demora en el estricto horario de comidas de casa ya es de por sí una hecatombe, sobre todo para el chef/groumet/insaciable Terremoto.
Terremoto es el más exigente en cuestiones culinarias y en horarios de comidas también. Cuando viene del cole a las cinco, merienda, generalmente fruta, yogurt o yogurt con trozos de fruta y unos pocos cereales, vamos que yo diría que no debe quedar con hambre, pero debo estar equivocada. La cena en casa normalmente es a las ocho para los niños y nosotros solemos comer cuando ellos se han ido a dormir, más que nada para estar relajaditos y tener nuestro momento. Si la cena requiere comer todos juntos cenamos con ellos, por ejemplo los días que hacemos algo al horno que se tenga que comer caliente recién hecho. Terremoto es el más conflictivo de casa en cuestión comida. Si tiene hambre puede empezar a pedir la cena a las siete y ponerse pesado a las siete y cuarto y luego a las siete y media. En ocasiones, cuando son las seis o las seis y media ya está empezando a tirarte indirectas sobre la cena… No se si a alguien más le ocurre, pero os aseguro que es agotador. Cuando acaba de merendar ya pregunta por lo que se cenará y cuanto falta para la cena. Uuuffff…. y eso que acaba de merendar, que si le dejo sin catar bocado toda la tarde tengo a un tigre bengalí por hijo. Por otra parte para acabar de arreglarlo, es muy especial a la hora de elegir los menús. Si en el colegio el día anterior o el siguiente hay algún plato igual o parecido a lo que pones de cena, tenemos las quejas y los follones asegurados, o en casa o en el cole, eso ya veremos a quien le toca. Así que para coordinar sus cenas con sus comidas en el cole y además no coincidir con los menús del cole de su hermano me las veo y me las deseo muchos días. Es muyyyy normalllll encontrarme con que no puedo hacer carne o pescado, porque en un cole ponen uno y en el otro lo otro. No sabéis lo que fastidia eso. También es habitual no poder hacer pasta o cus cus o sopa o cremas o una simple tortilla porque alguno de los peques coincide ese día o el siguiente o el anterior. Así que en ocasiones, por suerte pocas, me he visto en la necesidad de hacer una cena para uno y otra para el otro. Es el problema que tiene que los peques se queden a comer y vayan a dos coles diferentes.
Por suerte, Tsunami es algo más fácil de llevar, suele comer de todo o de casi todo y no es tan exigente ni tienen ninguna crisis existencial porque un día pueda coincidir una cena con su comida del día siguiente. Es más, mi pequeñin ha salido en eso igual a su familia paterna. Cuando yo salía con mi pareja, nos hablábamos cada noche por chat. El vivir en provincias diferentes y con un brazo de mar de por medio obligaba a eso. Así que muchas noches interrumpíamos la charla porque él iba a cenar y luego, cuando se reincorporaba, le pedía que había comido. El 97% de las veces el menú era algún tipo de sopa. Era igual si era en pleno invierno como que estuviéramos hablando en pleno mes de agosto, la maravilla, los piñones, estrellitas, de letras, de fideos, tiburones, rellena…. Como veis, mi pareja y su familia son muy soperos. El 90% de los postres que tomaba entonces era un yogurt de macedonia. Es curioso porque desde que vivimos juntos no toma tanta sopa, sólo de vez en cuando. Cuando le pido si quiere que se la haga no muestra una necesidad vital en ello. Incluso los yogures de macedonia acabaron olvidados en el frigorífico y dejé de comprarlos. Pero Tsunami… Tsunami es otra cosa y la genética del caldo con una buena sopita está presente en su ADN. Si fuera por nuestro peque el 99% de sus cenas serian soperiles, sin ningún problema y se sentiría más feliz que una perdiz. Hace poco le pregunté en el super que quería para cenar que se lo compraría y su respuesta fue “ya sabes mamá, lo de siempre, una sopita” añadió a esa respuesta su carita de niño contento y feliz… vamos, que quien le discute el plato de sopita si es pedido con esa sonrisa suya que pone de oreja a oreja.
Esta condición me viene muy bien ya que me salva en muchos momentos al tener que montar dos menús o bien cuando hago sopa para todos. Comento este truco que tenemos en casa para la sopa, porque para mí es lo más normal del mundo, pero me he encontrado con muchas personas que lo desconocían y luego se han sorprendido al hacerlo.
Hace años, mucho antes de que yo pensara casarme o independizarme, teníamos una amiga de la familia, doña Catalina, a la que quería mucho y siempre recordaré por su amabilidad y sus buenos consejos. Un día le contó a mi madre un truquito que ellos usaban para hacer en casa la sopa. Mi madre acababa de comprarse una batería de cocina de las que tienen la base de termo difusión. Resultaba que esta señora también usaba ese tipo de olla, así que empezaron a intercambiar experiencias. Hoy en día son muy habituales, muchas lo son, me refiero a esas que tienen la base tan gruesa y generalmente con círculos concéntricos, pero hace treinta y pico de años no eran tan comunes, además de bastante más caras. Doña Catalina, le contó que para ella y su Fernando, ponía en la olla más pequeña el caldo, lo llevaba a ebullición y luego con cuidado (porque el cambio brusco de temperatura hace que el caldo rebose y se vertiera) echaba poco a poco la sopa. Removía un poco y tapaba la olla. Entonces con la yema del dedo iba dando toquecillos sobre la tapa y cuando notaba que esta estaba caliente, cerraba el gas y lo dejaba tal cual. Se cerraba justo cuando notas el calor que ya cuesta soportar en el dedo, porque si te pasabas entonces el caldo hervía demasiado y rebosaba por la tapa. Si esto ocurre, sólo tienes que destaparlo, dejar que suelte un poco de vapor o bien remover con la cuchara y volver a tapar.
De esta forma uno se despreocupaba de hacer la sopa y media hora después levantas la tapa y te encuentras una sopita perfectamente cocida y calentita a punto de servir. Ese es un truquito que yo he usado toda mi vida, porque luego yo me compré una de esas baterías de cocina. Nosotros seguimos usando la olla pequeña y nos da para cuatro raciones. Así que ya sabéis, si alguien tiene una olla de termodifusión, que sepa que la sopa puede hacerse así y no estando pendiente removiendo delante de los fogones. Lo apagas y a otra cosa mariposa.
Actualmente mi cocina no es de gas, tengo una vitro, así que aún es más fácil. La vitrocerámica guarda el calor residual. Pongo el caldo con la vitro al máximo para que el caldo se caliente pronto y coja un buen calor residual al apagarla. Espero que el caldo esté caliente pero no que hierva. Pongo la sopa y remuevo y espero a ver como empiezan a hacerse las primeras burbujas previas al hervido. Entonces es cuando tapo la olla apagando enseguida el fuego y con el mismo calor residual coge la temperatura exacta y no tengo que hacer aquello de darle con la yema del dedo a la tapa. Por si acaso vigilad los primeros segundos no sea que hayáis esperado demasiado y tapéis al hervir. En este caso se caliente demasiado y rebosa, cosa que en una o dos ocasiones me ha pasado, pero si se hace bien no ocurre. Si esto ocurre ya sabéis, destapáis un momento, removéis y volvéis a tapar. Os diré que si tenéis invitados este truco también vale para las ollas más grandes manteniendo el mismo tiempo, en media hora sopa hecha.
Sólo hay un detalle que hay que tener en cuenta, absorbe bastante caldo, así que sed algo generosos con el caldo que pongáis, sobre todo si os gusta la sopa más caldosilla. Algunas veces y depende del tipo de sopa, si le has puesto poco caldo luego te puedes encontrar un pegote de sopa, se que añadiendo líquido se arregla más o menos, pero no queda con buena presencia para presentar si es que ese día se tienen invitados. Yo normalmente me suelo guardar un poco de caldo para luego atemperar la sopa antes de servirla. En casa mi pareja es de los de sopa con casi nada de caldo, Terremoto y Tsunami con algo de caldo y yo con mucho caldito.
También para darle más sabor en casa nos gustaba ponerle dentro trocitos de botifarrón cortado a cuadraditos pequeños o bien trocitos de pollo hervido. Para las ocasiones más especiales le poníamos pequeñas albondiguitas que se cocían en el caldo, sobre todo lo hacíamos así en épocas navideñas, pero a diario también se puede tomar al resultar una combinación bastante completa. A mis pequeños el botifarrón no les entusiasma demasiado, pero las albóndigas las adoran. Lo recomiendo para los que disfruten de esta forma, para mí es delicioso. El botifarrón tiene en sus ingredientes semillas de anís y el gusto del anís le daba un punto muy especial a mi modo de ver. Para la sopa rellena no hay ningún problema. Se hace el mismo procedimiento, pero poned bastante caldo y la olla bien grande para evitar que se apelmace.

El truco que os acabo de explicar con la sopa se puede aplicar también para cocer la pasta. Nosotros no solemos tomar pasta de noche, porque la encuentro un poco pesada antes de ir a dormir. La forma es como la que os he explicado antes. Se pone el agua con una pizca de sal unas gotitas de aceite y nosotros ponemos una hoja de laurel. Esperas a que hierva, se pone la pasta dentro, macarrones, hélices, espaguetis, tallarines, raviolis… se cierra y se esperan unos quince o veinte minutos. Vamos, el tiempo en que preparas la salsa y pones la mesa. En casa somos cuatro y claro, ponemos bastante pasta, y esperamos ese tiempo. Se que me diréis que de esta forma los tiempos son los mismo, pero el ahorro energético es considerable y la disponibilidad para hacer otras cosas mientras también son de agradecer. Pensad en la de cosas que podéis ir adelantando en veinte minutos o simplemente darse el gustazo de disfrutar un ratito para ti o para tu familia. Seguro que más de uno se apunta a este truquito.

Nota: Es curioso, pero acabo de darme cuenta que como en casa muy pocas veces hacemos arroz a la cubana, el truquito no le he intentado hacer para hervir el arroz blanco, pero tampoco me extrañaría que sirviera, aunque no lo tengo comprobado.

Editado: Mirad los comentarios, Tonia nos dice como hacer con esta técnica el arroz. Gracias encanto.

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2 de abril, día mundial de concienciación del autismo… que pena que tengamos que tener un día mundial para pensar en algo

30 Mar

Sé que este año cae en mala fecha. ¡Cachins!. También sé que cuando se le dedica un día especial a algo es que ese algo no funciona del todo bien. ¡Cachins!. Esto último lo leí o lo oí no recuerdo bien donde, pero pensé que tenían toda la razón del mundo. Cuando uno dedica un día al planeta es que el planeta va renqueando. Cuando uno dedica un día al cáncer es que el cáncer aún no tiene solución y los investigadores están faltos de presupuesto para hacer todo lo que quisieran. Cuando uno le dedica un día especial al padre o a la madre es que estos suelen ir el resto del año mucho más estresados, es el único día en que quizás los niños te harán un vaso de leche chocolateada con galletas o magdalenas para merendar y puede que te dejan elegir lo que hará la familia ese día. Todos estos días son más o menos conocidos.

¿Quién no ha oído hablar del cambio climático y de las necesidades del planeta?… aunque luego nos importe un bledo si el coche no combustiona bien, si se destruyen bosques o si tiramos el paquete de clínex o el envoltorio de la caja de tabaco en el suelo porque nos da pereza caminar unos metros o guardarlo en el bolsillo hasta llegar a la próxima papelera.

¿Quién no ha oído hablar o ha tenido la desgracia de ver los efectos del cáncer en alguien conocido?….aunque luego hayas intentado esquivar a los de la hucha que piden ese día por el cáncer y al final has puesto algún dinerito en las huchas y a cambio te han dado una pegatina que procuras no quitarte en todo el día y que sea bien visible para que no vuelvan a acosarte.

¿Quién no ha hecho una manualidad o un dibujo para su padre o su madre y les ha llenado de besos ese día cuando éramos niños?… aunque luego al día siguiente volviésemos a las andadas y nuestros progenitores dejaran de ser los protagonistas y no volviéramos a preocuparnos nunca más por su desayuno hasta el año siguiente.

…Pero este año cae en una mala fecha. ¡Cachins!. El primer día de las vacaciones de Pascua no es una buena fecha para que alguien pueda pensar en ello. Normalmente quien más y quien menos están pensando en que va a poner en las maletas o se está dirigiendo al aeropuerto o al coche, si es que tienen la suerte de poder hacer algún viaje. Quien más y quien menos está pensando en que recursos va a disponer para tener todos estos días a los peques en casa y que no se aburran, si no es que ya está sacando la artillería y tiene la cocina embadurnada de harina y el horno en marcha. Quien más y quien menos prepara su casa para recibir la Pascua, eso cuando uno va muy retrasado y se le caen las cosas encima en el último momento. Y, algunos menos que más, se preparan para hacer de nazarenos o de capiruchos en la procesión de la tarde.

El dos de abril se van a hacer muchas cosas, se va a pensar en muchas cosas, pero por desgracia este año cae en mala fecha y dudo que haya muchas personas que se planteen que el primer día de vacaciones está dedicado a algo y mucho menos a la concienciación del autismo.

Quienes me leéis ya sabéis los problemas que tenemos en casa, nunca los he ocultado. Muchas veces he escrito sobre ellos y sinceramente creo que alguna vez he conseguido poner mi granito de arena en la concienciación del autismo y en la concienciación de las minusvalías en general. Es un tema delicado, muy delicado. Es un tema más o menos difícil de tratar, dependerá sobre todo de tu capacidad de aceptación y tu empeño en luchar por el bienestar de los tuyos. Es un tema que da muchas más lágrimas que sonrisas, aunque los que lloramos procuramos que no se note y que no nos vean derramarlas. Es un tema que como muchos temas que afectan a la salud y a la felicidad de nuestras familias, intervienen muchos sentimientos y muchas inquietudes. No somos personas especialmente fuertes. No son personas especialmente fuertes. Si somos personas luchadoras. Si son personas luchadoras. Somos personas. Son personas. Tanto los familiares como los mismos autistas se merecen un poco de comprensión. Pero también cualquier persona que pueda tener cualquier tipo de impedimento, complicación o dificultad en su vida lo merece.

No tenía especialmente pensado hacer este post. Los problemas de espectro autista de mi hijo no son los protagonistas de este blog, aunque si es cierto que nunca los he ocultado y muchas veces he escrito entradas referentes a ellos. Hoy no estoy aquí para contaros ningún desastre ni ningún logro de Terremoto. Hoy estoy aquí para comentar una situación que descubrí la semana pasada a través del blog de La princesa de las alas rosas. En ella cuenta del caso de una niña malagueña que ha recibido el boicot de los profesionales, los alumnos y los padres de una escuela por el simple hecho de ser autista. Me lo creo y puedo entenderlo. En su momento a Terremoto le ocurrió algo por el estilo, quizás no fue tan bestia pero esa fue una de las causas (por no decir La Causa) que nos obligó a tener que escolarizar a mi hijo en un colegio especializado y tener que renunciar a la inclusión o como mínimo a la integración.

Puedo entender y entiendo que alguien tenga miedo de algo distinto, algo que no entiende porque ocurre y no ve normal. No puedo entender ni entiendo que alguien intente hacer la vida imposible a todas aquellas personas inocentes que lo único que desean es intentar vivir lo mejor que puedan dentro de una sociedad que no acaban de entender del todo, que no les entiende y acaban en un bucle de crisis. El autismo como muchos otros trastornos o enfermedades que condicionan a los que la tienen es algo que no puedes prever. No existen pruebas de detección pre-natal. El autismo suele detectarse cuando el niño tiene al menos un año y medio y posiblemente se haga a eso de los tres. Al principio tú tienes un hijo estupendo, con un montón de ilusiones puestas en él. Luego empiezas a observar unas conductas que no te cuadran. Finalmente recibes un diagnostico que te deja hundido en la más profunda de las desesperaciones. Luego, poco a poco y como buenamente puedes vas asimilándolo y empiezas un interminable periplo de especialistas, de lecturas, de escuchar consejos, porque no nos engañemos, sigue siendo nuestro hijo, solo que con limitaciones que debemos ayudarle a enseñar como asumirlas. Estos niños que jamás se curaran y seguirán con sus problemas hasta el día que mueran, tendrán que hacer un esfuerzo titánico en comparación con los otros niños que hay a su alrededor. Pero ellos no eligieron ser así, igual que los niños que los rodean no han elegido ser así. Simplemente, unos tuvieron más suerte que otros. Los últimos estudios dicen que uno de cada cien nacimientos es el de un ser con algún problema de espectro autista si no es directamente un autista pleno o un asperger. Bien pensado, es un porcentaje muy alto como para ir por el mundo “jodiendo” a estos niños. En ocasiones me pregunto si esos niños que discriminan o esos padres que discriminan y enseñan a discriminar a sus hijos, en el futuro tuvieran otro hijo o algún nieto con esos problemas que es los que harían ¿lo repudiarían y desecharían? Que yo sepa en nuestras familias nadie ha tenido ningún problema de este tipo. Así que podríamos decir que el que te toque o no es una lotería. Bueno, realmente tienes muchísimas más posibilidades de encontrarte con alguien que tiene un problema así en casa que no encontrarte con alguien a quien realmente le haya tocado la lotería de verdad.

Hoy no tenía pensado venir a concienciaros sobre el autismo, ni sobre cualquier otro impedimento. Por el mismo motivo que pienso que es absurdo tener un día especialmente para recordar el mal estado en que dejamos el planeta, para recordar que miles de personas sufren y mueren de cáncer o para recordar que pese a que cada día no nos traigan leche chocolateada y magdalenas, es bonito ser padre o ser madre. El dos de abril será un día como los demás. Bueno. El dos de abril será un día algo distinto a los demás, pero no por ser el día mundial de la concienciación del autismo, sino porque será el primer día de las vacaciones de Pascua. El dos de abril estaré con mis niños y posiblemente embadurnemos la cocina de harina y encendamos el horno. El dos de abril me compincharé con Terremoto para pensar donde le escondemos los huevos de Pascua a su hermano. El dos de abril no voy a poder ir a ver ninguna procesión porque mi hijo mayor se agobia dentro de una gran multitud y los temas de religión que implican actos de fe no los entiende, los considera ilógicos y le repelen. El dos de abril será un día como otro para mí familia, aunque de alguna forma yo sabré que ese es un día especial para nosotros y para Terremoto, pese a que sigo pensando que es una pena que haya un día especialmente dedicado a ello.

El miércoles de la semana pasada tuve que salir un poco antes del trabajo. Antes de las vacaciones de Pascua siempre tengo una cita con la profe de Terremoto para comentarnos como ha ido ese trimestre y para enseñarnos sus progresos o sus intentos de progreso. Ese día la profe nos dijo que estaba contentísima con Terremoto. Nos enseñó sus dibujos, pero sobre todo nos enseñó toda orgullosa sus trabajos y sus progresos. Cuando P. nos lo decía y enseñaba yo me sentía orgullosísima y contenta de mi hijo. Era todo un progreso y un esfuerzo titánico y lo estaba logrando. Al día siguiente, no sé muy bien porque ya que no suele hacerlo, mi jefe se me acercó y me pidió que tal la reunión. Normalmente sólo me suele pedir si todo ha ido bien, pero el jueves me pidió que tal la reunión. Yo estaba emocionadísima con los avances de Terremoto y debía tener la serotonina a niveles astronómicos, porque sin pensármelo dos veces le dije “Ha ido muy bien. Terremoto ya hace sumas con cuatro cifras y después de vacaciones le empezarán a enseñar la tabla del dos. Ha trabajado muy bien las sílabas trabadas y las invertidas…”… y fue ir diciendo estas cosas y pensar que mi hijo ya tiene dieciséis años y un hermano que dentro de nada estará a su nivel. Toda la serotonina se me vino abajo y me sonó ridículo decir eso de un niño de esa edad y volví a sentirme hundida. Mi jefe no decía nada, sólo paseaba y escuchaba. Mi jefe es un intelectual, un escritor, una persona que es un lujo poder tenerla cada día a tu lado, aunque no charléis mucho. Llevamos quince años juntos y ha vivido en primera persona todos mis momentos. Pero el jueves pasado mis palabras me sonaron idiotas, vacías. “Parece tonto que alguien te diga que su hijo con dieciséis años está ahora aprendiendo a sumar cuatro cifras y le enseñaran la tabla del dos, pero es lo que hay”. Entonces se paró y me miró. Estaba allí de pie con las manos en la espalda, como suele ponerlas cuando te escucha y camina. Entonces me dijo “No es ninguna tontería. Siempre te he dicho que tu hijo y tú tenéis un gran mérito y lo que está logrando no es ninguna tontería, quítate esto de la cabeza”. Se fue y me dejó con las lagrimitas a punto de escaparse por el rabillo del ojo.

Este año el dos de abril cae en una mala fecha, pero es nuestra fecha y no quería dejar de recordarla.

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Os recomiendo uno de los primeros blogs que seguí y que ha vuelto: Mi cocina para ti.

20 Mar

Algunas veces os he contado que yo entré en el mundo de la blogoesfera a través de los blogs de cocina, pero sobre todo a través del blog de Ruth, la bloguera de Mi cocina para ti.

De eso hace ya mucho, pero que muchísimos años. Terremoto era pequeño entonces. En esa época, tenía muchos problemas para hacerle la comida porque era muy tiquis-miquis y sólo comía una serie de platos muy contados y en sitios muy concretos. Por ejemplo, los nuggets sólo los comía en casa de mi madre. Los huevos pasados por agua sólo en mi casa. Los macarrones sólo en casa de papá y así cuatro o cinco platos más. Por algún cajón, si no se ha tirado ya, debe haber una lista de las comidas que hacía y donde las hacía y la verdad… es que era una lista desesperadamente corta. No podéis imaginaros que angustioso era darle de comer. Si algo no le gustaba sencillamente no comía. Podías dejarle unos días sin comer que él seguía en sus trece, y no comía. Para una madre cuando se encuentra con este panorama, cualquier ayuda es bienvenida. Nos volvíamos locos porque tampoco quería comer nada en el cole y me dijeron que si no comía no se podía quedar a comedor. Pero, se quedaba a comedor porque ambos padres trabajábamos y no podíamos dejar de trabajar para ir a buscarlo y darle de comer… Era un pez que se mordía la cola. Al final mis padres optaron por ir a buscarlo al cole, darle de comer en su casa y luego volver a llevarlo. Pero eso implicaba que ellos tenían que aguantar sus problemas y sus crisis, y esas, siempre han sido muy chungas.

Tuvimos este panorama en casa desde muy temprano, y eso que con las papillas tampoco hubo excesivos problemas. Bien es cierto que tampoco hubo demasiadas facilidades y como no le gustaran demasiado te las veías y deseabas para primero probar combinaciones de verduras varias que le gustasen y segundo hacer el avión, bailar un Twist o darle la cuchara contando un cuento o haciendo el pino-puente.

Terremoto estuvo unos cuantos años así hasta que un buen día fuimos al cine a ver una peli de Pixar….

… Había visto el trailer por el ordenador y desde que vio el primer fotograma nos pedía para ir a ver la peli del ratón. Por si alguien aún no ha caído en ello, Terremoto se refería a la peli de Ratatouille. Pasó un tiempo y por fin se estrenó y yo me lo llevé al cine. Me encanto. La encontré tierna, divertida, pero sobre todo era un cántico a la comida y al saber hacer. Al desenvolverse entre fogones. Un homenaje al crujido del pan, a la justa medida de los condimentos. Al aroma del puchero cuando hierve y hace chup chup. A la degustación de todos estos sentidos juntos, la vista por la presentación, el oído del burbujeo y el crujir, el olfato con su multitud de aromas que se volvían a combinar y surgían otros nuevos y finalmente, el gusto. Era un homenaje a todos los cocineros. A la comida elaborada, la casera, frente a la comida prefabricada. A la comida cocinada con su tiempo justo y no de una forma acelerada. A la comida bien hecha. Pero, sobre todo, era un reconocimiento a una gran frase “cualquiera puede cocinar” y esa tarde, esa frase quedó gravada a fuego y hierro en algún lugar destacado del cerebro de mi hijo.

Terremoto salió del cine contento, eso era de esperar. Pero también salió del cine cambiado. Rémy le había descubierto el arte culinario y ese descubrimiento obraría un antes y un después en su vida… y de paso en la de todos los que le rodeábamos.

Esa misma noche ya no quiso uno de sus platos de la lista, esa tan desesperadamente corta. Esa lista pasaría a la historia y acabaría olvidada dentro de algún cajón. Ahora su lista era inmensa, ilimitada, infinita. Quería algo nuevo y yo no me lo podía creer. Había empezado no una nueva etapa. Había empezado una nueva era. Desde ese día Terremoto empezó a lanzarnos a troche y moche un montón de retos culinarios y no eran precisamente fáciles de satisfacer, oigan. Os pongo en situación.

Mamá está en la cocina preparando cosas. Terremoto está en la sala viendo dibujos. Terremoto llama desesperadamente a grito pelado “¡¡¡MAMAAAAAAÁ!!!!. Como podéis imaginar al principio acudía rauda y veloz ante semejante grito, no fuera que mi retoño se estuviera despeñando por algún mueble. Cuando llegaba me lo encontraba al lado de la tele señalando la pantalla y apremiándome para que me fijara en algo de los dibujos que ni tan siguiera te daban pistas de lo que era, pero que era comida. Entonces me decía que mañana para cenar quería eso que había salido en los dibujos de Tom y Jerry, o en los de la familia pirata, o en los que fuera que había aparecido un plato con algo humeante dentro. Espero que nadie se haya visto en este brete, porque es un brete y de los gordos. Al día siguiente Terremoto exigía su comida como la de los dibujos. Tengo que aclarar que hasta que uno no se encuentra con esta situación, no puede ni imaginarse la de fantasía y la de colorines que ponen los dibujantes de animación a la hora de representar comidas varias. Oigan ustedes, que estoy casi segura que nunca han cocinado en sus casas ni han visto o se han fijado demasiado en como quedan los platos cuando han pasado por una sartén. Un desespero. Así que aprovecho para hacer un llamamiento a los dibujantes, sean buenos, dibujen mejor los ingredientes y no se limiten a poner unos manchones de diversos colores dentro de un plato. Las madres que tenemos mini-chefs exigentes en casa, lo agradeceremos.

Mamá, o sea, mi menda, iba capeando el temporal con mucha imaginación. El reto más difícil de todos fue hacer una ratatouille como la que sale en la peli, casi nada. Me puse manos en la masa y empecé a buscar por Internet en que consistía exactamente una ratatouille y encontré que en Mallorca hay un plato “parecido” (recordad que toda la comida mediterránea tiene algo en común al compartir los mismos productos) pero el plato no le satisfizo. Evidentemente, no tenía la misma presentación que en la peli. Esa fue la parte más difícil de reto, porque yo no es que me hubiera fijado expresamente en como era la elaboración de la película, pero mi hijo sí. Lo tenía clarísimo y lo expresaba a su manera de entonces que no siempre era de lo más explícita. Tenía que ser una fuente redonda, al horno, con los ingredientes cortados en rodajas, primero uno, apoyado en este el otro y así formando una serie infinita hasta que realizabas el último círculo concéntrico. Se le añadía una salsa, supuse que de tomate, encima y poner un papel de horno, redondo evidentemente, sobre las verduras antes de ponerlas en el horno. Tenía que sacarse del horno con los agarradores de manopla, no se muy bien porque los cuadrados no le iban bien. Fuimos de nuevo al cine para ver la peli y poder fijarme mejor en esos pocos segundos en los que se elabora el plato. Tengo que decir, que evidentemente, cuando salió la peli nos la compramos el primer día. Llevaba semanas reservada y en los extras me encontré con unas imágenes de uno de los cocineros que había asesorado para la película cocinando precisamente ese plato. Era la forma que me pedía Terremoto. La misma que habían copiado al detalle los dibujantes de Pixar y que a mí me daba tantos quebraderos de cabeza por no parecerse en nada a la elaboración tradicional de la receta francesa. Vi ese breve fragmento no recuerdo cuantas veces, pero muchas, hasta que le pillé el tranquillo. Ya me tenéis a mí, en mí entonces mini-cocina, haciendo experimentos para cortar los ingredientes igual de finos, colocarlos en círculos concéntricos y que diera el pego. Tras un primer intento más o menos presentable pero con serios reproches por parte del maître referentes a la presencia, llegué a la conclusión de que primeramente tenía que comprarme una buena mandolina para cortarlo todo igual, ya que a cuchillo eso no ocurre. Terremoto me exigía unos cortes armoniosos y homogéneos como los de Rémy. Como no estaba del todo segura de los ingredientes y en la peli había tres ingredientes que formaban la serie y uno era rojo, la ratatouille de nuestra casa estaba formada por rodajas de berenjena, calabacín, tomate, salsa de tomate y luego conseguí convencerlo de sustituir el papel de horno por lonchas de queso para fundir que poníamos encima.

Miren ustedes por donde esta madre que os escribe empezó a tener sentimientos encontrados con el susodicho Rémy. Por un lado le agradecía infinitamente que hubiera descubierto el placer culinario de mi hijo. Por otro, hubiera deseado que no se lo hubiera descubierto tanto ni tan a lo bestia.

Fue en una de mis primeras búsquedas por Internet cuando Terremoto estaba en plena punta de la vorágine culinaria que topé con un blog que marcaría un antes y un después en mis conocimientos de cocina y en el aprender a desenvolverme muchísimo mejor entre pucheros. Una tarde entre en un blog, antes tenía otro nombre, en francés. Luego lo cambió. Era el blog de Ruth.

Ruth es una chica chilena que está casada con un suizo y viven en Suiza. Tenía una curiosa cocinerita un poco más pequeña que mi mini-chef. Ruth tiene varios amores, además de su niña y su marido. Ruth esta enamorada de la cocina, lo lleva en la sangre. Su padre había sido un cocinero profesional que había sabido transmitir a su hija el amor por el arte culinario, además del amor especial que sólo tienen algunos padres. Por desgracia, hacía unos años que “su calvo” como ella lo llamaba, había muerto. Ruth empezó su blog para recordar a su padre y para recordar a su Chile natal que estaba tan lejos de ella.

Cuando yo descubrí su blog me sentía atraída por él y empecé a leerlo hasta que llegue a las primeras entradas y descubrí esta historia tan bonita y tan entrañable. Poco a poco Ruth empezó a poner más entradas de cocina y al final era ya básicamente un blog sólo de cocina. La nostalgia del amor de su padre y de su Chile lejano afloraba sólo de forma espontánea y casi accidental. Fue una bonita etapa que duró bastante tiempo, unos cuantos años. Cada día entraba en su blog y me encontraba un plato diferente, porque prácticamente cada día hacia una entrada, o dos, o tres. Estas se correspondían con el plato que ese día se comería en casa o que se había comido el día anterior. Un día era un postre (tengo que decir que Ruth tiene unos postres divinos) un día una ensalada, una crema, una sopa, carne, pescado, un plato más exótico de cocina árabe, oriental, mejicana, caribeña…, un batido, un combinado… su imaginación y sus conocimientos eran infinitos.

Le escribí unos cuantos correos, le explique mi situación con Terremoto y me dio unos muy buenos consejos. Gracias a ella le pillé el gustito de ponerme delante de unos fogones. Ahora ya no era un trauma, era un arte. Aprendí a dedicar el tiempo justo a cada plato y no cocinar con prisas. Aprendí que la presentación es tan importante como el cuidado y la búsqueda de una buena materia prima. Aprendí que los utensilios tienen que ser de calidad si quieres que todo tu esfuerzo tenga buenos resultados. Aprendí muchísimas cosas, sólo discrepaba con ella y fue en el uso de la mantequilla. Tenéis que perdonadme y ya sé que en un país como Suiza el aceite de oliva no se usa con tanta soltura como en un rinconcito del Mediterráneo. Así que para mí eso de freír carne, verduras o pescado usando mantequilla me daba una cierta grima que me ponía los pelos de punta. Me tomé pues la licencia de sustituir el sólido amarillo por el líquido dorado y oleoso. Evidentemente, en los postres respeté más el uso de la mantequilla. Esa fue la única pega que tuve con su blog.

Empecé a hacer sus recetas y lo cierto es que las bordé a la primera. Estaban todas deliciosos, riquísimas, para chuparse los dedos y no eran extremadamente difíciles de preparar. Quizás ese éxito se debió a que Ruth tiene los pasos minuciosamente documentados, con una cantidad de fotografías que hace que hasta el más torpe y más novato de los que por un momento piensen que pueden considerarse cocineros, pueda seguir sin ninguna dificultad todas sus elaboraciones. En una palabra, que Ruth cambio mi vida y no puede imaginarse lo mucho que me ayudó a afrontar el reto culinario de Terremoto.

Un buen día Ruth tuvo que dejar el blog. Había empezado a trabajar y el tiempo no le daba para todo. Lo dejó abierto para que todo aquel que lo deseara pudiera seguir consultándolo. El blog había sido un homenaje a su padre y ese homenaje seguía ayudando a todos los que quisieran asomarse a sus páginas. Pasaron los años y cuando esta que os escribe decidió montar su blog, tuve bien claro, desde el primer segundo, que el blog de Ruth, aunque llevara muchos años cerrado, sería referenciado con su enlace para que todos aquellos que buscaban ayuda en la cocina pudieran dar con él.

El tiempo ha pasado. Alguna vez se publicó algo. Luego de nuevo el silencio…. Hasta hace poco. Un día, cuando entré en mi blog y miré lo que habían publicado los blogs de referencia vi una entrada suya. Al poco vi otra y luego otra y otra. Ruth había vuelto. Mi cocina para ti había reabierto sus puertas. Sus recetas estaban saliendo como los platos recién cocinados del mejor de los restaurantes del mundo. Como los platos que salían por las puertas de la cocina de Ratatouille. Las mismas explicaciones, los mismos detalles, la misma ayuda de las fotos. Nuevos platos sencillos, fáciles, apetitosos y estoy segura que igual de riquísimos.

Sé que mi blog es muchísimo más modesto que el suyo y que tengo menos seguidores y gente que me visita, pero me hacía una ilusión tremenda contaros que Ruth había vuelto y que tenéis de nuevo a vuestra disposición uno de los mejores blogs de cocina que he conocido. No me podía quedar sólo diciéndole hola. Mi mente me estaba pidiendo que le hiciera una entrada de bienvenida como se merece. Como se merecen aquellos que son especiales y a los que sin saberlo, les debes muchísimo. No he podido evitarlo y sin darme cuenta hoy he empezado a escribir y no he parado hasta llegar aquí. No sé si es el mejor blog de cocina, pero para mí fue y es un gran blog de cocina y le debo mucho. Así que…

Señoras y señores, preparen las servilletas, cojan sus cubiertos, porque están a punto de degustar unos platos exquisitos que han salido de unas manos maravillosas que no se limitan sólo a cocinar, sino que en cada gesto, en cada movimiento, transmiten casi a escondidas, ese amor y esa sabiduría que recibió siendo niña allá en su Chile natal al observar como su padre le iba dejando un hermoso legado.

Por ti y por ese fantástico padre que tanto te enseño. Muchísimas gracias gatita Ruth.

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El bañador de Terremoto y las lágrimas de mamá

9 Mar

Es muy duro ser padre de un niño con minusvalía. Eso nadie me lo puede negar. Personalmente, creo que es posible que sea un poco más difícil ser padre de un niño que tenga una minusvalía y que esta no sea apreciable a simple vista. Si además, el niño es consciente de que algo pasa pero no sabe que pasa y sufre por ello eso afecta aún más a los padres. La vida del niño no es tan fácil como la de otros niños que viven en su propio mundo sin importarles estas reacciones de los terceros, como te miran o lo que comentan de ti cuando creen que tú no les oyes. En nuestro mundo hay lugares habilitados para personas en sillas de ruedas. También hay algunos lugares, aunque menos, habilitados para invidentes. El ser un minusválido físico es (con permiso) una gran putada, porque la sociedad no se diseña pensando en que parte de sus habitantes son diferentes a los otros. Pese a ello es cierto que poco a poco las leyes de barreras arquitectónicas o las ofertas de viajes para invidentes son algo digamos menos anecdótico pero no generalizado. Aunque aún queda mucho camino que andar.

La sociedad se diseña pesando en las personas normales. Cuando alguien es distinto y esa distinción puede ser percibida visualmente, la sociedad “intenta” adaptarse a ellos. Una persona con Down tiene unas características físicas que hace que a simple vista puedas reconocerlos. La sociedad ya sabe que es un down, es consciente de sus limitaciones y no suele ir por el mundo poniéndoles obstáculos, haciéndoles putadas o burlándose de ellos, si lo haces realmente es que tienen pocas luces o al menos no debería hacerlo. Estas personas tampoco lo tienen fácil, pero son más toleradas e incluso aceptadas que antiguamente. Aunque aún queda mucho camino que andar.

Terremoto es un niño aparentemente normal. No tiene ninguna característica física que le denote nada en su contra. Terremoto es un niño que no tiene ningún impedimento físico para andar, moverse, vestirse, hacer deporte o viajar. Terremoto es un niño… o tendría que decir ya un adolescente, que sufre de problemas de espectro autista. No es un autista profundo, sabe hablar perfectamente y tiene ideas propias, habilidades e inquietudes, pero su cerebro funciona de una forma un poco particular. Cuando vamos a un sitio, se acerca a alguien o nos paramos a comprar algo, la gente no ve más que un hermoso adolescente, alto, robusto, un poco regordete, pelo liso y oscuro, profundos ojos castaños y con una pequeña trenza en la nuca de la que se siente muy orgulloso. La gente, no ve los problemas que su cerebro tiene para sentirse cómodo con su entorno, para expresarse, para comunicar sus inquietudes ni para desenvolverse en la sociedad. Aún le queda mucho camino que andar. Aún nos queda mucho camino que andar.

Es pues habitual que muchas veces ante una intervención de Terremoto o ante una reacción inesperada, tenga que ir luego (o antes) y advertir a esa persona que Terremoto es un adolescente con problemas de espectro autista. Por ejemplo, hasta hace muy poco el oculista no le podría pasar la página con las “E” abiertas hacia arriba, abajo, izquierda, derecha o el de las letras, sencillamente porque no tenía muy claro estos conceptos ni identificaba del todo bien las letras. Tenía que pasarle el test de dibujitos que pasan a los niños pequeños. Por ejemplo, si entraba en una librería y pedía libros sobre el oeste, los egipcios, los mayas, Juana de Arco o Napoleón, tenías que pedir al empleado un libro sobre el tema que él quería pero presentado y explicado de una forma menos densa y a ser posible escrito con letra mayúscula. Una verdadera misión casi, casi imposible. Porque si no conseguías advertir al empleado ese le sacaba unos libros de ese tema pero pensados en alguien de su edad, densos y sin problemas de comprensión alguno. Si ibas de viaje y el niño colapsara por el cambio de rutina y te montaba un numerito en el taxi o en la recepción del hotel, tenías que justificarte para evitar que el personal creyera que estabas secuestrando a ese niño y acabaran llamando al 091 para denunciarte. En fin, que la vida de los padres no es tampoco ningún jardín de rosas ni un paseo por un parque. Nos sentimos a menudo incomprendido, solos, teniendo que disculparnos o teniendo que dar a menudo algunas explicaciones para evitar males mayores e intentando al mismo tiempo que estas circunstancias afecten lo menos posible a nuestros hijos. Aún me queda mucho camino que andar… Realmente. Aún nos queda mucho camino que andar.

Hola a todos. Hace una temporada que hablo poco de Terremoto. Aparte de que hemos estado muy liados, como os voy contando, también se ha debido a que esta adolescencia nos ha pillado algunas veces un poco descolocados. Tengo la impresión de que actualmente no estoy para contar nada de mi hijo mayor porque pienso que estamos en un momento de transición y quiero esperar a ver como acaba esta transición y tener una visión mejor de todo para saber explicarlo. De momento os diré que Terremoto ya ha cumplido los dieciséis años, que le hemos comprado un móvil porque quiere empezar a ir sólo por la calle y en bus, así que hemos tenido que poner facilidades para ello. Aunque eso os lo contaré otro día. Terremoto también se ha vuelto algo más irritable, más hormonal con los típicos momentos eufóricos y depresivos de la adolescencia. Su cuerpo ha empezado a cambiar y él se da cuenta de estos cambios, algunos los acepta, otros le han costado más aceptarlos y otros no los acaba de entender, lo que le trastorna y pone de mal humor. Mi hijo es un adolescente con problemas de autismo y eso es muy jodido tanto para él como para nosotros.

Hay una cuestión que hace tiempo intentamos controlarle a Terremoto, ya no sólo por un problema estético, sino más bien por un futuro problema de salud. Terremoto adora la comida. La comida es como un tótem para él. Terremoto no come para vivir, vive para comer. La comida le pierde, pero no la disfruta, la engulle. La traga. Es imposible que pueda disfrutar del sabor, la textura o el aroma de los platos a la velocidad que los devora, o eso creo yo. Engulle una ración más que razonable y algo generosa, pero evidentemente, pese a que cada día le repetimos el mismo mantra de “come despacio, mastica bien y disfruta de la comida”, nosotros no nos hemos acabado de sentar, coger la cuchara y probar un par de raciones y él ya ha devorado todo el plato y exige algo más. Es una lucha que llevo librando desde hace años y no logro controlar. Si sólo se tratara de una forma de comer no me preocuparía tanto, pero cuando los problemas de salud pueden intervenir es cuando esta preocupación se convierte en lucha y en problemas y conflictos. Terremoto tiene sobrepeso, eso no es un secreto. Además algunos de los medicamentos que toma tienen el problema de abrirle aún más el apetito. Eso hace que siempre te pida más, que siempre intente añadir algún plato más, que siempre te pida para ir a algún restaurante tipo self service para repetir y ponerse en el plato lo que él quiera, que muchas veces lo hayamos pillado robando comida de la despensa o con los envoltorios en la papelera de su cuarto, que cada día inspeccione bien escondido, bien descaradamente, todos los cajones y estantes de la cocina e incluso mi bolso por si pudiera tener algo de comida oculta dentro. Que alguna vez que hemos ido a algún evento y no le hemos controlado todo el tiempo, ha comido tanto que luego acaba vomitando del empacho que se ha pegado en nada. Si esta circunstancia no se trata a la larga puede acabar además de con problemas de obesidad mórbida, con problemas de tensión alta, colesterol, diabetes o problemas cardiacos y esta madre que escribe no está dispuesta a consentir esto ni mucho menos. No mientras pueda seguir haciendo cualquier cosa para evitarlo, que a cabezota no me gana mi hijo.

Este último año Terremoto se ha adelgazado un poco. Bueno, maticemos, adelgazar lo que se dice adelgazar no es que se haya adelgazado demasiado, sólo un poco. Intentamos ponerle a dieta y fue la causa de sus primeras y más sonadas crisis de adolescencia. Llegaron a tal altura que la misma neuropediatra que nos había pedido que lo pusiéramos a dieta nos dijo que nos olvidáramos y sólo intentásemos controlarlo para que no aumentara más. Lo que le ha pasado a Terremoto ha sido que ha dado un estirón. El peso más o menos lo ha mantenido, con muchas dificultades y mucho machaque por nuestra parte e incomprensiones por la suya. La jugada nos ha favorecido al haber crecido unos diez centímetros en un año, lo que ha compensado su silueta. No nos tenemos que dormir en los laureles, porque él cada día hace todo lo posible por meter alimentos en su cuerpo y volver a desequilibrar el posible equilibrio conseguido y esto sigue siendo una lucha diaria. Terremoto también tiene un defecto, aunque sea hiperactivo es un vago redomado en muchas cosas. Se que eso parece una incongruencia, pero es así. Le cuesta mucho animarle a hacer ejercicio y cuando lo hace no es que se mate demasiado, vamos que su señora madre que está más tocada de la columna, con hernias varias y más cerca de los cincuenta que no de sus dieciséis, tiene más aguante y me muevo mucho más que mi primogénito. Es cierto que en el cole hacen un día a la semana gimnasia, es cierto que le gusta jugar a básquet (yo nunca he visto un partido suyo, pero cuando ha jugado conmigo tampoco se despeina mucho). También un día a la semana hacen natación y es cierto que alguna vez va a entrenar para alguna competición, pero cuando uno lo ve en los entrenos y en las competiciones, no acaba de entender porque le han puesto allí, porque en comparación con los otros chicos, tiene el contorno de un manatí y el estilo de un cuadrúpedo. Incluso su madre que en eso de nadar no tiene mucho estilo, lo hace mejor, con más soltura y rapidez, que en mi caso ya es.

Hace unas semanas, acudí al cole de Terremoto porque la enfermera me había llamado para verme. Cuando Terremoto tuvo sus crisis, enfocó parte de sus nervios escarbándose las uñas de los pies. No nos había dicho nada e iba aguantando, hasta que un día nos lo enseñó. Tenía unos uñeros en ambos dedos pulgares de los pies que le sangraban y que llevamos desde entonces intentando curarlos. En algún momento hemos conseguido sanarlos. Conseguimos que la uña vuelva a crecer y no le moleste. Pero luego si se vuelve a poner nervios, por la noche, se escarba y a la que nos damos cuenta volvemos a estar como al principio. La doctora dice que si no se le cura tendremos que operar y quitar las uñas o al menos una parte y eso me suena muy jodido. Así que la enfermera del cole me citó para darme una serie de explicaciones de cómo tenía que hacerle esas curas cuando me encontraba con dicha masacre en sus carnes. Mientras hacíamos la visita, la enfermera le pesó y le midió y empezamos a plantearle entre las dos la necesidad de hacer algo más de ejercicio por su bien y también para que sus pobres pies no tuvieran que aguantar tanto peso y se le curaran mejor los dedos. Miren ustedes por donde, en ocasiones te pasas toda la vida diciendo una cosa y un día otra persona te dice lo mismo y ese día cuela, o bien estuvo más concienciado o vayan ustedes a saber que pasó en ese momento por su cabeza que Terremoto dijo que estaba de acuerdo y aceptaba. No perdí ni un momento y llamé a la asociación donde le dan ocio. Lo apuntamos los lunes por la tarde a ping-pong y luego algo de básquet y los sábados por la mañana a natación.

Hace dos semanas le hicieron una prueba para ver a que nivel de natación estaba. Al acabar la clase, nos dijeron que el bañador que llevaba no era el más adecuado y que debía comprarle otro más ajustado y más cómodo para nadar con algo de velocidad. Así que salimos de allí y nos fuimos directos al Decathlon.

Lo de probar bañadores es un suplicio, le aburre, se cansa de ponerse y quitarse prendas, posa de mala gana, se lo coloca mal. Al final una acaba embutida dentro del probador tirada por los suelos y mirándole como le queda cada uno. Me decanté por un modelo, pero al ir a pagar vi que no era del material que me habían pedido y lo dejé. Encargué a su padre que mirara en otras tiendas que hay cerca de su casa y yo haría lo mismo en unas de deporte cerca del trabajo. Yo no encontré nada, al menos de su talla. El viernes siguiente no hubo clase. Mi ex se quedó en casa de canguro con los dos peques. Me llamó un poco antes de salir yo del trabajo y me dijo que se había olvidado comentarme que al lado de su casa no había encontrado nada y que fuera de nuevo al Decathlon a buscar el que le habíamos probado que siempre le iría mejor que el que tiene. Así que el viernes pasado cuando salí del trabajo me acerqué en coche y fui directamente al pasillo en cuestión. El susodicho bañador estaba muy alto y yo, que soy más bien versión taponcito, no alcanzaba ni poniéndome de puntillas. Le pedí a una empleada si me podía dejar un taburete. La chica me cogió el bañador y yo me quedé pensativa, porque me había dado la impresión de que cuando se lo había probado le venía algo ancho, aunque vistas las facilidades que daba en el probador y que se había quejado de la talla inferior pues habíamos decidido que este era el mejor. Me acerqué a la chica y empecé a hacerle preguntas sobre el tipo de tejido, si le serviría, que consideraba ella de la talla, porque se lo había probado la vez anterior… no es que ella me preguntara porque no volvía con Terremoto, pero me pareció que ir de esa forma y someterla a ese interrogatorio habiendo venido antes y habiéndoselo probado antes, merecía una pequeña explicación. Entonces le dije

– “Lo siento por todo el lío que te estoy montando, se que lo mejor sería volver con mi hijo, pero tiene problemas de espectro autista y…”

Entonces, ante mi sorpresa, la chica acabó la frase diciendo

-“… y cuando les cambias las rutinas no se sienten cómodos, el tener que estar todo el tiempo poniendo y quitando ropa no les gusta, se incomodan, no perciben las cosas como nosotros ni sienten de la misma forma se irritan y pueden acabar bloqueados. Lo entiendo”

Yo me quedé parada. No podía creer lo que me estaba diciendo. Creo que tardé unos segundos en reaccionar.

-“¿Conoces algún autista?” –le pregunté.

-Sí – me contestó- Si entran en un sitio que no controlan y sobre todo si hay mucha gente pueden empezar a descolocarlos, luego el tener que probar prendas una tras otra les agobia y al final pueden ponerse muy nerviosos, colapsan y tienen una crisis. Mi consejo es que te lleves la talla que le probaste y esta que es sólo media talla menor. Pruébalas tranquilamente en casa y luego tienes un mes para devolver la que no le siente bien”

Yo casi no podía creer lo que me decía. Debí parecer una idiota porque en ese momento me sentí por primera vez en todos estos años comprendida. Por una vez no me sentía sola. Estaba contenta y eufórica y no hacía más que repetir “pero tú me entiendes, tú me entiendes” Por un momento pensé que es posible tener un futuro. Por un momento pensé que pese a todos los obstáculos que va a tener mi hijo puede tener un futuro. Estaba entusiasmada. Cuando me metí en el coche unas lágrimas de alegría empezaron a escaparse a chorros por el lateral de mis ojos. Por una vez, alguien me había entendido perfectamente, tenía una idea de cuales eran mis dificultades como madre y cuales eran las dificultades de mi hijo y eso fue muy importante para mí.

Unos días antes de lo que os acabo de narrar, tuve que pasar por mi seguro médico para visar unos papeles. Tuve que ir dos días muy seguidos por unas cosas burocráticas. La chica que me atendió ya conoce a Terremoto desde hace años, al menos por los papeles de los especialistas que llevo. Me había comentado que justamente el día que tuve la fiesta de carnaval de Tsunami, en un cine de Palma proyectaban esa tarde un documental sobre aspergers. Yo, evidentemente, no pude ir. La chica, había guardado el ticket con el nombre del documental para dármelo. Sacó su cartera y me lo entregó. Me dijo que se había emocionado muchísimo, que conocía muchas cosas pero que había aprendido un montón. Me comentó que muchas cosas que se narraban también podían servir para personas sin ningún tipo de autismo, para las personas normales. Hace unos días vi el trailer de ese documental, me emocionó tanto que tuve que pararlo y volver con él el día siguiente ya más mentalizada para asumir lo que contaban sus protagonistas. Aunque Terremoto no sea asperger, le vía en esos chicos. Oír lo que ellos sentían y pensaban me emocionó. El documental se titula “Planeta Asperger”. Ayer me encontré en el periódico un artículo sobre otros micro-documentales sobre el tema se titula El viaje de María…

… No sé. Me gustaría pensar que más que una coincidencia, es que el camino está empezando a dar un pequeño paso. Aunque soy realista y sé que nos queda mucho camino que andar.

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Este año Terremoto se ha disfrazado de ladrón y Tsunami de león

16 Feb

Esto de vivir durante los meses fríos en el hemisferio norte tiene sus ventajas y sus desventajas. La ventaja es que la Navidad es más Navidad y menos playera. La desventaja para las madres es que como la Navidad implica vacaciones de Navidad pues hay que cubrir más días sin colegio. Esa parte “negativa” para cualquier conciliación familiar de madre currante ya ha pasado, pero, pero, pero… siempre hay un pero. Antes de que vengan los siguientes festejos escolares, las madres hemos de pasar por una durísima prueba durante gran parte de la infancia o incluso puede que adolescencia de nuestros churumbeles. Estoy hablando claro está de la “temida” fiesta de Carnaval. Aquella en la que hay un lío entre doña Cuaresma y don Carnal y todo eso y que en el fondo lo único que les interesa a nuestros repollos es poder transformarse cual Superman sin necesidad de usar un callejón o una cabina de teléfonos y salir de la forma más variopinta a la fiesta del cole o bien a las fiestas que los municipios se dedican a organizar para el deleite de los niños, el horror de las madres y el orgullo de los abuelos.

Está visto que este año me está costando arrancar con las entradas del blog. Os estaba contando los proyectos de finales del año pasado y justo cuando estaba a punto de abordar el último tengo que interrumpir todo lo que tiene que ver con el blog (y con el resto de mi vida, dicho sea de paso) para coger aguja e hilo y ponerme con la operación disfraces. Si es que no nos dejan un respiro. Aaainnsss…

Bueno, como íbamos. Este año me he puesto en plan dominatrix y le he planteado a Terremoto la posibilidad de bajar un poco el listón de sus retos, que una cosa es Mortadelo con sus disfraces y otra muy distinta su pobre madre que anda algo exhausta y aún no tengo tiempo para recuperarme de un berenjenal y ya entramos en otro. Terremoto este año ha sido comprensivo… será que le hemos prometido que le compraríamos un móvil y quiere tener a mamá de buenas. Así que tras plantearnos unas cuantas posibilidades aprovechando el arsenal de vestidos y complementos que guarda en su cuarto, al final decidimos uno sencillo de montar. A Terremoto siempre, pero cuando digo siempre me refiero literalmente a siempre, le han gustado los malos de las pelis. Si una peli o una historia no tiene un malo maloso, pues no tiene gracia. Ya de pequeño una vez se disfrazó de villano, así en plan general. Otra vez también de pequeño se disfrazó de Joker, el malo maloso de Batman. Luego de malvado emperador Zurg el archienemigo de Buzz Lightyear. Otra vez de alienígena psicópata que quería invadir la tierra. De pirata malo. De doctor chiflado. De Rey Zombie. De Capitán garfio. De bandido del Oeste. De cocodrilo depredador… Bien pensado, se ha disfrazado muchas veces de malo. Pero, le faltaba uno que aún no había tocado y me refiero al malo básico, el caco, el choricillo de baja estopa, el carterista, el descuidero, el maleante, el mangante, el ratero, el saqueador…. Vamos, el ladrón de poca monta. Ese que sale en los cómics del Mortadelo y del Super López que ahora lee y que se troncha con las desventuras de unos pobres ladronzuelos chapuceros. Así que este año hemos añadido un malo más a la lista de malos que esta que os escribe ha confeccionados y Terremoto se ha disfrazado de ladrón a palo seco, así, sin más.

El disfraz es muy fácil. Terremoto tenía unas deportivas negras y unos pantalones negros de esos anchotes que llevan hoy los jóvenes. También tenía por casa una gorra de punto oscura tipo rapero. Además encontramos una linterna de esas que te pones en la cabeza y que supongo que debimos comprársela alguna vez que fuimos al Decathlon y se empeñó en tener una (digo supongo porque así suele conseguir sus innumerables linternas y porque es de esa marca, jiji) Teníamos también unos guantes de algodón negros que habíamos adquirido para algún otro disfraz, no recuerdo cual, creo que el de científico loco. Vamos, que al final lo único que necesitábamos era un polar negro, un antifaz negro y una bolsa de dinero.

Confieso que este año estaba con las pilas bajas y con poco ánimo de montar disfraces, así que en una de las dos tiendas de disfraces que hay cerca del curro encontré el antifaz y la bolsa de dinero. El antifaz tuvimos que recortarle un poco la curva de la nariz. Afortunadamente no se rompió ni quedó cortante, porque no tenía eso muy claro si la recortaba. Es uno de los inconvenientes de tener un hijo adolescente con la cabeza talla sandía generosa. La bolsa de dinero tenía el símbolo del dólar impreso y él prefería el del euro, por eso de ser la moneda que manejamos. Le solté que en los cómics siempre ponen ese símbolo en los dibujos y milagrosamente no puso ninguna objeción. El polar, evidentemente, lo adquirí en una tienda de deportes.

Este año se planteaba pues fácil. El único problema surgió dos días antes, cuando me pidió una pistola porque las que tiene son tipo revolver y esas son del Oeste, no de un caco. Además expresó que deseaba que hiciera mucho ruido. Aaaaiiinnnnsss…. fui a buscar su pistola, que evidentemente procuré que no hiciera un ruido superior al que se supone puede aguantar luego una madre en su casa y me presenté con una bolsa etiquetada con el título de “pistola de gangster”. La pistola le ha gustado, pero por su culpa acabamos de descubrir un nuevo malo que no tenía muy controlado. Los gángsters. Así que llevo dos días relatando historias de la Cosa Nostra, la Camorra y del breviario Vida y milagros de Alfonso Capone. Si supiera leer mejor y más rápido creo que le endoso los libros de Mario Puzzo que tengo por casa de mis padres y que se entere el solito, que parece que hacemos un master de matones en casa desde hace unos días.

La mañana del viernes Terremoto se ha puesto su oscuro traje de ladrón chapucero y pistola en mano ha atracado a su hermanito que aún iba en pijama y batín. Por desgracia, el cole ha suspendido a última hora la fiesta. Terremoto me he dicho cuando ha vuelto que la tarde anterior uno de los nenes de silla de ruedas había muerto y por eso no ha habido este año fiesta de Carnaval en su cole. Me ha dicho que sentía haberse quedado sin fiesta ni dulces. He intentado reflexionar con él y trabajarle la empatía. Le he preguntado que es lo que consideraba peor, no tener fiesta o haber muerto. Me respondió que evidentemente el haber muerto. Luego le he preguntado si le parecería bien que sus compañeros de clase montaran una fiesta el día después de haber muerto él. Aquí me ha dejado descolocada. Me ha dicho que realmente le sería igual porque él ya estaría muerto. Vamos, que lo ha entendido pero su lógica aplastante no es la más indicada para ayudarme a trabajar la empatía para estos casos. Así que probablemente este disfraz sea el que utilice el año que viene. Pobre pequeño y pobre familia.

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Pero el día antes que la fiesta de Terremoto, tenía otro reto a cumplir, ya que el jueves el cole de Tsunami montaba su sarao. Pero esa prueba no dependía tanto de mi persuasión ni de los deseos de Tsunami, sino más bien de los del cole. Cada año hacen una Rueta muy chula en el parque de al lado del cole y luego regresan y en el patio montan una fiesta para niños y padres que está francamente bien donde los mayores venden tartas y bebidas para el viaje de estudios del año que viene. Por la experiencia de los dos años anteriores, cada clase se disfraza de algo que tenga que ver con el nombre que ese año los niños han elegido para su aula. Cada año a principios del curso, los profesores les informan que ese año los nombres tienen que ir de una temática u otra y los niños buscan un nombre para su clase que les definirá todo el año. Cuando Tsunami tenía tres años el tema fue el arte, concretamente la pintura. Nuestro pequeño fue del cuadro que eligieron en su clase. A los cuatro la temática fue el campo, sus actividades, oficios y herramientas. La clase eligió el nombre de una herramienta del campo. Los peques fueron de agricultores y todos llevaban esa herramienta. Este año el tema es la luz. La clase eligió un nombre y cuando me lo dijo lo primero en que pensé fue en como hacer un disfraz de eso. Por lo visto yo no fui la única madre que pensó eso porque el primer mensaje de whatsapp cuando se supo el susodicho nombre de la clase fue ¿alguien sabe como vamos a idear un socorrido y exitoso disfraz de fuegos artificiales? Confieso que mi menda ya tenía varias ideas en mente, pero los profes no han querido ponérnoslo tan difícil y ha habido cambio de planes. Como he contado varias veces, el cole de Tsunami es muy especial en muchas cosas y muy innovador. Dan entre otras cosas una importancia a la educación sensorial y parte de esa educación sensorial es a través de sus clases de música. Parece ser que este año han trabajado entre otros El Carnaval de los Animales. Es una pieza que les ha gustado tanto a todos y que todos tenían su parte favorita que han decidido disfrazarse de El Carnaval de los Animales. Os cuento la historia más o menos como fue.

Todo empezó hace unas semanas cuando hablando con Tsunami le preguntamos de que se tenía que disfrazar. Tsunami fue muy directo, de “Hemion”. Al principio su padre y yo nos quedamos algo estupefactos ante tal palabro. Temíamos que el cole se hubiera vuelto además de innovador, frikie. ¿Cómo era posible que los niños se disfrazaran de Hermion de Harry Potter? ¿acaso el cole había demanciado? ¿habían sucumbido al lado oscuro de la magia? Pero no. Ni una cosa ni otra. Papá Tsunami pilló el móvil (ni se molestó en llegar al ordenador) y descubrió que el tal Hemión es un híbrido entre caballo y asno, o como le llamaba Tsunami, un burro salvaje.

– Veamos – le preguntamos – ¿os vais a vestir todos de burros?

– No mamá, cada niño elige el animal del concierto y no es un burro, es un burro salvaje.

– Hm…. ¿Qué concierto?

– Pues el de Camile Saint-Saëns

Hmmmm…. ¿perdonen? –pensé.

– Sí. Camile Saint-Saëns es el autor de El Carnaval de los Animales, lo hemos dado con la profe de música y yo voy de hemión. (Toma esa. Por si teníamos dudas con las innovaciones del cole)

Así que fui pensando en como se hacía un asno… perdón, un burro salvaje y asistí unos días después a una reunión para padres en la que se nos informaba del proyecto del carnaval de ese año. La profe nos lo explicó todo. Los niños irán de negro y en la clase estaban haciendo falditas, puños, corbatas y pajaritas con hojas de partitura. Cada padre se encargaría de confeccionar la cabeza del animal elegido por su pequeño. Nos dio ideas. Incluso nos brindaron como los otros años, la posibilidad de ir todos una tarde para intentar montarlos o ayudarnos. Así que salí de allí acordándome de los burros, los hemiones y todos los equinos que se pasean por un carnaval. Fui a recoger a Tsunami, porque mientras los padres tenemos reunión los peques juegan en otro sitio, y mi sorpresa fue cuando por las buenas había decidido un cambio de animal. No me gusta el hemión, he decidido que es más chulo ir de león. Así que tocaba asegurarse de que no cambiaría de bicho a última hora. Tras hacer el chócala y todas esas cosas que hacemos cuando queremos asegurarnos de que no van a dar sorpresas, esta madre se puso manos a la obra. A continuación, os contaré lo que hemos hecho algunas de las madres que nuestros repollos nos han solicitado el temible león para adornar sus cabecitas.

El más sencillo de todos ha sido hacer una máscara: Las he visto de fieltro y de goma eva. Esta última también iba acompañada de una cola, los patrones me han dicho que los han pillado por Internet. Con este material lo cierto es que ha quedado muy bien. La de fieltro no resultaba tan realista, pero también tenía su gracia. La madre me ha dicho que iba muy mal de tiempo y no tenía posibilidades de ir a comprar cosas, así que se las había ingeniando con lo que tenía en casa. Para haber sido así el resultado fue muy bueno. Uso tres colores diferentes para recrear hocico, melena y orejas y luego el elástico.

Lo sencillo pero más elaborados: Uno realizado también con goma eva, pero me gustó un detalle. Era un gran semicírculo, la parte interior era donde habían recreado la cara del león. La parte exterior la habían cortado en tiras largas que luego habían doblado hacía atrás y grapado o pegado con cola caliente a la base de la tira. De esta forma tan simple creaban la melena y quedaba muy, pero que muy resultona.

Los más currados: Fueron los de un pequeñajo y otro menos pequeñajo que las madres habían pillado todos los retales de lana de tonalidades marrones y cobrizas de las abuelas. Luego habían ido enganchando esas lanas en un gorro de lana hasta conseguir el volumen deseado. Una de esas mamás me confesó que se había pasado varias noches hasta las tantas haciendo eso. Las orejas habían pillado también trozos de fieltro de la abuela y las habían cosido. Para la cola una de ellas había aprovechado la lana y había trenzado una larga cola dejando el mocho final como remate de la misma.

Otra de las versiones más curradas fue sin duda para una mamá que había aplicado la técnica anterior pero esta vez con tiras enormes de papel marrón. No se que nombre tiene pero para entendernos era más o menos parecido a la textura del papel que hay en las cajas de zapatos para protegerlos (creo que es papel pinocho o papel de seda). Había conseguido hacer un pedazo melena impresionante que a bien seguro fue la más voluminosa y exuberante de todos los leones del colegio.

El más currado de todos: Ese lo había hecho íntegramente la abuela, que además de tiempo sabe un rato de patronaje y se había ido a una de las tiendas de telas más buenas de Palma. Lo sé por las bolsas que usó para llevarlo y porque la madre me había dicho que le pensaba pasar el encargo a su madre que de eso sabía un montón y ella no pensaba hacer nada. Así que tengo que felicitar a la susodicha abuela por su pericia y el magnífico resultado que consiguió. Era más o menos la primera idea que tuve pero que descarté por cara y por laboriosa. La señora había comprado tela de peluche, esa que imita el pelo largo. Con esta tela había cogido dos trozos rectangulares largos con los que envolvía la cabeza y hacían la melena sobre el pecho del niño. Iban cosidos detrás lo que ayudaba a dar realidad al crear la línea donde se dividen las direcciones del pelo que giraba hacia la parte del pecho. Arriba había cosido otro trozo para hacer diríamos la parte de encima del gorro y en la zona delantera de las costuras había hecho también unas orejitas con una tela menos velludita con un tono oscuro para el exterior y un claro para la interior. La cola era de la misma tela que las orejas y rematada con un “plumero/pompón” de la tela del cuello. Vamos, un auténtico león. Fue sin ninguna duda el niño más abrigado de todo el carnaval.

Para Tsunami como no tiene abuela que le cosa y una madre con dos niños, opté por otra idea más sencilla. Le compré un gorro de lana con visera que situé en la parte del cogote y que además era reversible, cosa que le encanto. Hice esta compra el mismo día que fui a por el polar de Terremoto y el de Tsunami. Cosí a este gorro una bufanda mía en tonos marrones. Ya sabéis que uno de mis lemas es el de la imaginación al poder. Es una de esas con el punto gordo que hace como circulitos (no sé como explicarlo, así que lo entenderéis al ver la foto). Para la cola reciclé una cola de un disfraz de tigre que le hice de pequeño y al que quité las rayas negras. Era una cola hecha de fieltro naranja con el extremo en negro y que cosí en el polar negro. Tan sólo me quedaban las orejas, pero no tengo por casa trozos de fieltro y como sinceramente no me apetecía tener que comprar un trozo de 50 cm. por metro y medio de largo que hace la pieza mínima que te venden, en color marrón claro y marrón oscuro, pues opté por otro sistema. Hice las orejas de cartulina y las pinté con ceras. Se que no queda tan bien y son menos resultonas. Se que tendría que haberles aplicado un mejunje de cola blanca y papel de periódico para darles volumen y luego pintar, pero el tiempo de secado iba en mi contra. En ocasiones las madres tenemos que sobrevivir con elegancia y estilo y sinceramente, no me apetecía quedarme otra vez hasta las tres de la mañana haciendo, cosiendo, modelando o pintando cosas. Tsunami quedó encantado con su disfraz, lo encontró muy divertido y fácil de poner. Para hacer la melena de debajo el cuello tenía pensado que una parte de la bufanda le colgara por la parte delantera justo debajo de la barbilla. Cuando estaba tomando las medidas el peque me comentó que en el cole había hecho una pajarita con las partituras y que se tenía que ver. Por ese motivo dejé expresamente la parte delantera algo más larga de lo que tenía en un principio pensado.

El día de la fiesta fui al cole para ayudar a maquillar a los nenes. Dos madres habían llegado antes y casi, casi tenían a todos los nenes maquillados. Así que le hice unos cuantos detallitos a Tsunami y a un amiguito suyo que me lo pidió y esta ha sido el resultado. Tsunami se lo pasó pipa. En la fiesta estuvo comiendo pasteles de los que vendían para el viaje de estudios. Estuvo saltando, bailando, trepando y corriendo como una fiera y el cascote de león ni se le cayo ni le molestó para nada. En pocas palabras, que pese a las orejas de cartón para el peque fue todo un éxito, que es lo que realmente importa. Este fin de semana he desmontado el casquete. Yo he recuperado mi bufanda y Tsunami tiene un nuevo gorro de lana reversible con el que está encantado. Eso sí… tengo ambas prendas en el cesto de ropa. El maquillaje fue impresionante, pero también recibió algo de color los componentes de la melena. Aunque ese es el menor de los males. Bueno, ya veremos que sorpresa nos depara el año que viene y que reto me espera o como diría Tarzán, ¡Angaua Chita! Angaua

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La estación de los proyectos: El último proyecto que fue realmente el primero.

13 Ene

Ya dicen que el refranero es sabio y realmente en esta ocasión el primer proyecto fue el último en realizarse y el último en aparecer fue el primero. Siguiendo con el refranero os diré que una de mis máximas por las que me rijo en la vida es “la improvisación al poder”. Tal vez porque con mis dos cachorritos y la vida que se me ha dado, tienda a tener un montón de situaciones en que las cosas no siempre funcionan como uno había planeado y la improvisación es un arte para sobrevivir.

En esta historia de este proyecto hay mucho de estos dos refranes. Nuestro relato empieza, si no recuerdo mal, allá por noviembre del año pasado. Era una tarde y hacía mucho sol. Tenía las ventanas de casa abiertas, me encanta que entre el sol en casa, me recarga las pilas. Tsunami estaba viendo la tele y Terremoto estaba en su tarde de ocio en una organización donde le habíamos apuntado a principios de verano. Es una salida a la falta de amigos que tiene, a lo que le cuesta hacer amistades. Porque… no nos engañemos, nuestros niños no siempre son recibidos por todos y el pobre Terremoto ha tenido muy mala suerte en ello. Así que antes de que empezara el verano nos pusimos en contacto con esta asociación para ver si haciendo actividades, salidas e incluso en una ocasión una acampada en una granja escuela, Terremoto desarrollaba más sus hábitos sociales y se sentía más integrado. Quien sabe… tal vez allí consiga hacer algún amigo. Pero no nos desviemos del tema. Estábamos mi peque y yo plácidamente en casa cuando el teléfono de mamá, o sea, el mío, sonó. Al cogerlo vi en la pantalla que era la monitora que está con Terremoto en esta asociación. Lo primero que pensé es que había pasado alguna hecatombe. No me pidáis porque pero siempre pienso que cuando alguien me llama por algo relacionado con Terremoto es porque hemos tenido una crisis o una hecatombe. Pero esta vez esta apocalíptica madre estaba completamente errada, se me llamaba para plantearme otra cosa muy distinta. La chica me dijo que todo iba de perlas y que me llamaba para otro asunto.

La semana pasada había encontrado en el buzón una carta de esa asociación en la que se me informaba que en unas semanas habría unas charlas para padres con niños especiales. Había dejado el tríptico en la cocina ya que por entonces esta que os escribe estaba enfrascada en un montón de proyectos y no pensaba ir a priori.

¿Haz visto lo del Congreso? –me preguntó la monitora.

Pues… hmmm…. Sinceramente… hmmm…. Verlo, verlo, lo he visto, pero poco, está por la cocina… Creo.

Esta falta de atención por la información enviada y mi apabullante sinceridad creo que la descolocó un poco, así que empezó a explicarme en que consistía ese “Congreso” anual y porque me llamaba. Resulta que una vez al año y por dos tardes, montan en un hotel una serie de charlas, cuatro cada tarde, sobre diversos temas de (confieso) bastante interés. Por lo visto el último día después del congreso te invitan a una cena fría y a un bailecito en una sala de fiestas si has asistido los dos días completos. Durante el congreso hay servicio de guardería para los peques y si el último día los progenitores se van de marcheta también tienen servicio de dormitorio para los nenes.

Bueno – me dijo- es que cuando he visto esta tarde a Terremoto he pensado enseguida en ti. Uno de los temas que tenemos que tratar es el de los padres separados o cuando el matrimonio se lleva mal. En ese caso la cuestión a tratar es si se pueden poner de acuerdo para educar y criar a su hijo. Tenemos unos cuantos casos de padres separados o divorciados y hay una chica que se ha prestado a exponer su situación como madre divorciada con un ex que pasa de todo e incluso les pone problemas. No encontrábamos a nadie para el otro punto de vista y al ver a tu hijo, pues he pensado que como caso contario, pues eso que ex y tú os lleváis muy bien. Este verano y estos días os he visto como veníais, todos juntos, vosotros, el hermano, tu pareja y lo cierto es que es algo no demasiado corriente y bastante que envidiar. Así que quería saber si no te importaría venir para exponernos tu caso.

A estas alturas ya me había tumbado sobre mi cama y estaba localizando la charla en cuestión. Me pareció una proposición magnífica. Los que seguís este blog sabéis lo bien que nos llevamos con mi ex y que en otras entradas he reivindicado la necesidad de que por el bien de sus hijos los padres una vez separados intenten llevarse lo mejor posible. Por ese motivo me pareció una idea excelente y me dejé seducir. Quedamos pues para unos días más tarde hablar con la chica que moderaría la mesa.

Antes del congreso tuvimos dos reuniones, una en la que nos conocimos todos y otra en la que decidimos que expondríamos y como. Creo que en ocasiones debo ser un bicho raro porque eso de que vayas tranquilamente diciendo que no se preocupen, que no tienes miedo escénico y que ya improvisarás no suele ser recibido de la forma más tranquila posible. Creo que a la pobre moderadora y a la chica que se puso en contacto conmigo las debí dejar algo preocupadas hasta después de la charla. Cada vez que nos reunimos y cada vez que hablé con ellas por teléfono, que fueron muchas, les contaba un montón de cosas que siempre tenían que ver con el tema pero de puntos de vista diferentes. Es lo que tiene tener buena memoria y hablar de uno mismo, que no tienes que prepararte el tema, ya lo conoces.

La otra mamá que estaba conmigo era una chica muy maja, creo recordar que era enfermera, porque tenía unos horarios laborales muy raros. Había acabado mal con su ex y al final ella era la que se encargaba para todo de su peque de seis añitos. Tenía la suerte de vivir con sus padres y quieras no quieras eso ayuda un poco a la hora de encargarse de un niño sobre todo cuando además de los tuyos también hay horarios raros con psicólogas y terapias. Su historia me recordó en muchos sentidos a la que yo había tenido hacía diez años cuando Terremoto tenía la edad de ese chico. Es curioso, pero yo al principio no creía que me fuera necesario a estas alturas el ir a una reunión como la que se montó en ese congreso, pero reconozco que me ha ido muy bien.

Nosotros interveníamos el segundo día, pero fui a los dos. Al final conseguí hacer un poco de encaje de bolillos y conseguí que mis cachorrillos estuvieran con mi ex o con mi pareja. Como os he dicho, muchas de las historias que allí se contaron me eran conocidas. Cada uno cuenta un relato según su experiencia, pero en el fondo la gran mayoría de los padres y tutores que estábamos en esa sala habíamos pasado por unas experiencias muy comunes. También se contaron historias que aún no he vivido y que me quedan por vivir. Es posible que algunas formen parte de mi futuro y otras puede que nunca se den. En el fondo cada caso es especial y cada historia adquiere un rumbo dependiendo del trabajo que se haga con cada niño y de la capacidad de cada uno. Algunas de esas historias eran muy duras. Desengañémoslo. Todas las historias eran muy duras, pero cuando gran parte de tu vida se ha visto metida en una de ellas en ocasiones sólo las realmente desgarradoras te parecen excepcionales. Algunas experiencias de las que se narraron allí forman parte de esas pesadillas que sólo en los momentos más oscuros de mi existencia me pregunto si llegarán algún día. Por suerte o por desgracia, esa fue la experiencia que tuvieron algunos de esos padres. Nos contaron como llegaron a tocar fondo, como en muchas ocasiones tuvieron que llamar a la policía porque creían que su vida y la de su familia corrían peligro. También hubo historias tiernas, otras de aspectos más legales, pero todas intentaban acabar con una pequeña esperanza, una luz al final ya se le llame terapias, pisos tutelados, residencias… todo eso que algún día nuestros hijos tendrán que asumir porque en algún momento nosotros dejaremos de formar parte de sus vidas. Pese a mi corazón curtido y a mi autocontrol, esta que os escribe acabó llorando en más de una ocasión y en dos ocasiones a moco tendido. Suerte de las luces cerradas y de que debía haber mucho polvo en el ambiente porque a casi todos se nos metieron motitas de polvo en los ojos. Me admiró la fortaleza que tienen algunos de eso padres y acabé pensando que mi caso pese a sus momentos es una auténtica mariconada en comparación con otras historias.

Así fue como acabó el primer día. A mi lado se había sentado un matrimonio más mayor que yo. Hablé en algunos momentos con ellos, era una pena que al día siguiente no pudieran acudir, porque realmente les hubiera ido muy bien oír nuestra charla. Era la pareja que tenían un hijo con problemas y una hija que no. La madre había asumido la situación, pero el padre seguía en la fase de negación pese a los años pasados. Tenían serios problemas con su hijo y con su hija, la cual había estudiado psicología y el padre cogía como terapeuta particular. El mayor inconveniente que tenía el hombre era que no aceptaba los consejos de la hija y cuando esta le decía algo que a él no le gustaba entonces se ponía en papel de padre autoritario en plan a mi no me dices eso y no me dices lo que tengo que hacer. Les comenté un buen rato lo que yo haría en los casos que me plantearon y a todo aquello que yo le contestaba la mujer siempre le decía “lo ves, es lo que la niña dice que tienes que hacer y tú no le haces caso”. Entonces mi consejo fue que buscara ayuda, pero que no fuera su hija. El pobre señor creo que deseaba que en algún momento cambiara mi opinión y estuvieron acompañándome hasta casi llegar al coche insistiendo en lo mismo. Mi respuesta siempre era la misma. Al final cogí un anuario que nos habían dado y un Boli y en letra bien grande escribí en la contraportada que estaba completamente en blanco el siguiente mensaje “necesitas urgentemente ayuda, pero esa ayuda no es tu hija, ella es eso, tu hija. Busca a alguien y pronto” La mujer estaba feliz, no tengo muy claro si eso era bueno o no. Era un matrimonio de esos curtidos que habían pasado mucho pero que en el fondo se querían con locura. Quiero pensar o me gustaría pensar que al final ese señor acabaría buscando algún psicólogo que no fuera su hija.

El viernes por la tarde era el día en que interveníamos. Me habían pedido una foto de Terremoto para ponerla al principio de todo. Había pensado en enviarles una foto de mi “familia extendida” pero al final envié una que le había hecho a Terremoto este verano en el Aquarium. La moderadora expuso el tema y la otra mamá nos contó su historia. Se había pasado todas las reuniones diciendo que le daba vergüenza contar su caso y al final acabó contando todo aquello que antes nos había dicho que no se atrevía a decir. Creo que después se sintió mejor. Es curioso como contar ciertas cosas puede resultar terapéutico. Luego me tocó a mí. Ante la sorpresa, o no, de la moderadora, dejé los papeles a un lado, me quité las gafas y miré a todos los que estaban allí sentados. Entonces empecé a contarles mi vida. Esa historia que muchos conocéis, que empieza como una historia cualquiera pero en un momento dado uno decide que tras nueve años y medio de estar dando segundas oportunidades, ha llegado la hora de darse una segunda oportunidad a sí mismo y a su hijo. Después decides que el padre de tú hijo tiene derecho a seguir ejerciendo de padre. Es más, no es que tenga derecho, es que tiene la obligación de hacerlo. Entonces empieza la cruzada para conseguirlo. Les relaté como me había costado que mi ex fuera tomando conciencia de ello y como habíamos llegado a la situación actual. Entre el público vi alguna cara interesada. Algunos sonreían. Otros asentían. Creo que muchos de ellos pensaron. Les plantee una vía especial, aquella en la que todos estamos unidos pero cada uno sigue su camino. Esa que no es tan habitual pero que tal vez debiera serlo. Después la monitora ilustró a los asistentes con algunas perlas que se encontraban ellos en los casos de padres divorciados y sobre todo con diferencias muy acusadas. ¿Cómo es posible que al intentar dar una ayuda a tu hijo tu mismo pongas tantos problemas en medio? Si. Realmente el tema dio que pensar. Al final nos aplaudieron y más tarde algunos me pararon para preguntarme alguna cosa. Al salir de allí fuimos a tomar la prometida cena fría y a bailar un rato. Fue divertido. Os contaré que acabé marcándome un rock and roll con un señor que iba en silla de ruedas. No es tan fácil como si uno fuera sin silla, pero es posible y muy divertido. Sólo tienes que intentarlo y ponerle imaginación e improvisar, lo demás lo hace la música.

La historia de este proyecto que fue el último pero que acabó siendo el primero acabaría aquí si no fuera que hace unas cuantas semanas Terremoto fue a una competición de natación. Allí fuimos todos como siempre. Mientras estábamos animándole una señora me saludó. Tú no te acuerdas, es imposible –me dijo- pero yo soy una de esas personas que estábamos en la sala cuando distes la charla sobre las parejas separadas. Me gustó mucho vuestra historia, ojala hubiera más como vosotros. Entonces aproveché para presentarle a nuestra familia especial. Allí estaba en la piscina Terremoto. Junto a mí de pie estaba mi ex y yo animándole y sentados mi pareja y Tsunami que tras muchas horas dentro estaba jugando a una partidita con el móvil de papá. Nuestra extraña familia que acabó como cada vez que Terremoto tiene natación, yendo los cinco a comer en el sitio que elija él. Porque pese a todo lo que uno ha pasado, las estrellas siguen brillando en el momento de nuestro encuentro. La mujer nos miró, sonrió y aquí acaba el final de ese proyecto, uno de los que me separaron del blog estos últimos meses.

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Como nos va la vida, un Terremoto adolescente, un Tsunami docto y una madre descolocada

15 Abr

Sé qué hace tiempo que no cuento muchas cosas de la familia, pero es que este año con el estreno adolescente de Terremoto prefiero no hablar de las crisis familiares. Ahora, de momento, estamos pasando por un bache de calma, que ha saber cuánto tiempo nos durará el bache pero bienvenido sea mientras dure. Como ya os he comentado en otros posts Terremoto ha hecho un estreno por la puerta grande, tuvimos muchos líos, porque aunque algunos les cueste creerlo una crisis de un adolescente con espectro autista es muy chunga. Al final la neuropediatra nos pidió que fuéramos a una psiquiatra para dar su opinión sobre los problemas de comportamiento. Así que actualmente Terremoto ha empezado con una psiquiatra que a mí personalmente me encanta. Es una chica joven muy sensata y muy cercana tanto con Terremoto como con nosotros. No es partidaria de medicar si no es necesario y sólo lo que necesite el niño y eso a mí me gusta. Tenía miedo de topar con una persona que atiborrara al niño con pastillas, pero veo que esta no es de esta opinión. La neuropediatra nos sugirió que aumentara un poquito la dosis de la pastilla que ahora toma y desde entonces Terremoto está algo más tranquilo, las crisis han disminuido considerablemente y en esta casa se ha vuelto a poder respirar tranquilo. La medicación que toma ahora es sólo para centrarlo y relajarlo pero en ningún momento le deja atontado ni nada de nada. Las doctoras nos comentaron que con la adolescencia los niños crecen y las hormonas hacen que la química del cuerpo esté variando de un momento a otro. Antes las dosis de su medicina eran más efectivas porque el niño en primer lugar no hacía crecidas tan rápidas y el cálculo de la dosis por peso era más estable. En segundo lugar, los cambios químicos del cuerpo eran más estables durante años, por lo que eso hacía que antes la estabilidad fuera mayor y la dosis fuera la misma durante un gran periodo de tiempo. Ahora cuando el niño entra en la adolescencia es necesario ir adaptándole más a menudo las dosis, podría incluso ser cada tantos meses. También es posible que el medicamento que le iba bien empiece a fallar y se tiene que ir buscando otro medicamento que se adapte mejor a su nueva química corporal. Hasta que uno no ha logrado esto las pruebas pueden ser largas. Un medicamento que creen puede funcionar no lo hace y no se sabe hasta que se lo ha tomado y observamos su reacción, porque nadie reacciona igual.

Ahora Terremoto está más calmado, aunque con muchas ganas de ir poco a poco provocando al personal y lo cierto es que últimamente intenta chinchar más a la familia de lo que suele hacerlo normalmente. El que más recibe es su hermano, aunque Tsunami es mucho Tsunami y es el que mejor se defiende y le contesta. Ese pequeñajo los tiene muy bien puestos ¡Que genio!… digo, ¡Que personalidad! El inicio de la adolescencia de Terremoto también ha venido acompañado de sangrados por el lado derecho de la nariz, así, sin más. Recuerdo que a su edad a mí también me pasó lo mismo. Hasta que fui al otorrino y me quemó una venita que era la que siempre me sangraba. Llevamos a Terremoto al otorrino, pero no localizó la venita y estamos en casa teniendo hemorragias nasales a tutiplén mientras intento que entienda que cuando esto ocurre hay que hacer un tubito de gasa o papel higiénico para taponar la hemorragia, presionar sobre el lado de la nariz y tirar la cabeza hacia atrás. Pero nuestro Terremoto quiere ser muy independiente, pero según para que, si está mamá para que molestarme y así estamos quitando gotas del pasillo como si fuese el rastro de un vampiro mientras me preparo como si fuera la doctora juguetes para curar nuestro niño revolucionado.

La semana pasado hicimos un intento por primera vez para ir dándole algo más de libertad. Dejamos que fuera solo a comprar el pan. Eso que a cualquier padre le puede parecer una chorrada, para nuestros niños es toda una proeza. El mayor problema estriba en que no tenemos ninguna panadería cerca de casa que podamos ver o que esté como mínimo en la misma acera. La más cercana no se ve desde casa y tienes que cruzar una calle, que si bien no es de las más transitadas, tampoco es precisamente una calle sin tráfico. El principal problema estriba en que es una calle ancha y allí los coches en ocasiones circulan bastante rápido. Un poco más abajo hay un semáforo y salen de allí embalados para entrar en una curva y luego seguir recto. Comprenderéis el miedo que teníamos, sobre todo porque él decía que no quería cruzar por el paso de peatones ni el semáforo, sino por en medio de la calle como hace papá. El día que le dejamos, mi pareja salió después tras él para ver de lejos que es lo que hacía y pasarme el parte. Mientras yo estaba en casa encomendándome a San Cucufate, a Santa Bárbara, Santa Rita y San Cristóbal a todo el santoral que tuviera algo que ver con la protección de la infancia y los vehículos a motor. El resultado fue la llegada a casa de un Terremoto victorioso con su barra de pan en la mano y jadeando como un poseso. Al cabo de un rato llegó mi pareja, me contó que se le veía muy nervioso por la calle, iba corriendo al cruzar el paso de peatones aunque en ese momento no había coches. Al ver a un perro (les tiene pánico) pasó corriendo y claro, el perrito quería ir tras él. Por suerte iba atado con la correo y el dueño no se lo permitió. En la panadería la señora, que no le conoce, le pidió que tipo de pan quería y él se quedó que no sabía que decir. Al final después de pedir varias veces lo mismo, le señaló una barra y la mujer se la dio. Volvió a casa corriendo nuevamente como un poseso y subió las escaleras como si un león a dieta le estuviera persiguiendo. Hoy ha vuelto a ir, pero esta vez no ha cruzado por el paso de peatones, ni por un semáforo que hay más abajo. Ha cruzado la calle por la curva, el mejor sitio para él ver y el peor para ser visto. Al llegar a casa le hemos dicho que eso no tenía que hacerlo, que esta vez le había salido bien, pero que podía haberse encontrado con un coche y se ha enfadado porque según él le estábamos riñendo… ufff…. Esta adolescencia acabará con nuestra paciencia… esperemos que su ángel de la guardia tenga las pilas más puestas que su madre, porque va a necesitar ayuda.

También es cierto que ocurren cosas de la adolescencia más divertidas, por ejemplo hace unos días se levantó con ganas de ponerse guapo y me pidió que le pusiera gomina y le hiciera un tupé. Me esmeré todo lo que se puede esmerar una madre en estos menesteres capilares a esas horas de la mañana y con el tiempo en contra. Reconozco que desde mi modesto punto de vista me quedó muy chulo. Dejé a Terremoto en el baño y fui a ponerme los zapatos, cuando los tuve puestos le llamé y salió del baño con el pelo totalmente aplanado y peinado con raya hacia un lado, vamos, igualito, igualito de Sheldon Cooper. Terremoto todo orgulloso me dice que se lo ha retocado porque a mí no me ha salido bien… ¿hmmm? Al llegar al cole el monitor de la mañana se lo queda mirando, porque el niño se había planchado el pelo pero mucho, mucho, mucho. Le digo al monitor que Terremoto me había pedido un tupé y se ha hecho esto. El chico se lo mira divertido y le dice, “tú y yo vamos a tener una conversación de como son los peinados ¿vale?”

Ya veis, así que mientras en casa estamos lidiando con las hormonas del mayor, el peque no se queda atrás y de cada día quiere ser más mayor. En el cole este trimestre les están enseñando el cuerpo humano. Hace dos sábados, mi pareja y yo nos quedamos atónitos con la charla que nos soltó Tsunami en el coche. Os pongo en situación. El peque entra en el coche y su padre va a cerrarle el cinturón de la silla, entonces Tsunami le dice:

-Quiero que me cambies ya está sillita por una de mayores, porque yo ya soy un hombre, así que quiero una silla de hombre.

-¿Y cómo sabes Tsunami que ya eres un hombre? – le pregunté yo.

-Pues muy fácil –me responde- Los bebes cuando van con el coche lo hacen con una sillita de bebes, la que tenía antes. Luego al crecer y convertirse en un nene tienes esta. Después hay un momento en la vida de los nenes en el que tenemos espermatozoides y nos convertimos en hombres. Cuando los hombres quieren ser papás abrazan a las mamás y conciben a los bebes que crecen en la barriguita de las mamás hasta que nacen. Cuando los bebes nacen van en las sillitas de bebes, lloran, les cambian los pañales y cuando dicen gaga-gege-gugu es que tienen hambre, entonces las mamás los acercan a eso que tienes aquí –señalándose el pecho- y los bebes se alimentan. Pues bien, los hombres no se sientan en sillas de nenes y como yo ya tengo espermatozoides soy un hombre y quiero una silla de hombre para ir en coche.

Obvio tener que decir que su padre y yo nos quedamos de piedra ante un discurso tan contundente, argumentado y completo. Bueno, pensé, a este no le voy a tener que explicar de dónde salen los niños, creo que lo tiene bastante claro. Pues sí, nuestro Tsunami lo tiene claro, tanto que unos días después cuando su padre lo trajo del cole se me acerca y me dice:

-¿Sabes lo que me ha dicho el peque mientras veníamos? Papá, gracias por haberme procreado.

Nuestro Tsunami es sorprendente y desde que dan el cuerpo humano si se hace daño o le duele algo, nos da unas explicaciones de lo más técnico que este niño hasta puede que tenga futuro, ¿quién sabe?

Y mientras todo esto está ocurriendo mi pareja y yo intentamos sobrevivir y no estar demasiado aplatanados por la vida. Este fin de semana he tenido que salir disparada a comprar pantalones a Terremoto porque los finitos del año pasado no le iban. En este último año ha pegado un estirón de diez centímetros y eso se nota. Así que ayer me pasé toda la tarde hasta las tantas cogiendo bajos de pantalones y alargando otros. Mientras, Tsunami se dedica a levantarse todos los sábados y todos los domingos antes de las siete y el sábado, estos dos, nos dieron un susto de narices. Terremoto había ido al baño y Tsunami estaba en su cuarto (está al lado del baño) cuando de repente mi pareja y yo oímos medio dormido a Terremoto gritando “¡¡¡¡¡SANGREEE!!!!!!!” y al mismo tiempo Tsunami gritando “¡¡¡¡Socorro papáaaaaaaa!!!! Ya nos tenéis a mi pareja y a mí saltando de la cama como corredores olímpicos medio zombis lanzados pasillo abajo para encontrarnos que a Terremoto le había vuelto a sangrar la nariz y tenía esta sutil forma de decirlo, cuando delante de sus narices (nunca mejor dicho) estaba el rollo de papel higiénico con el que se podía hacer el tubito para parar la hemorragia. Por su parte, Tsunami se había destapado y no tenía otra forma más diplomática de pedirle a su padre que le tapara. Casi nos los comemos a los dos sin patatas. Mi pareja cuando entró como un cohete en el cuarto de Tsunami sin gafas y sin encender la luz se cargó uno de sus adornitos. De todas formas, aunque hubiera abierto la luz, medio dormido y sin gafas poco hubiera visto, porque el papi de Tsunami se gasta sus catorce dioptrías y el pobre sin gafas lo tiene difícil para afinar la puntería. Después de eso, media familia colapsó y yo me dediqué a repartir caña a troche y moche poniendo firmes a estos dos gamberros que menudas son estas formas de despertarnos. Tan firmes me puse que por una vez sólo ha sido necesario decirlo una vez y el domingo Terremoto ya se ponía él solito sus apósitos nasales y Tsunami vino todo acojonado para saber si ya era hora de poder despertarnos.

El lunes por la mañana, como todos los lunes, llego con sueño al trabajo. Esta mañana Terremoto estaba un poco en plan mosca cojonera y no me dejaba sola ni un momento. Es como un acoso perpetuo. Al vestirme me he puesto un jersey que transparentaba un poco. Al principio no me he dado cuanta pero al ponerlo he caído que con este tengo que ponerme sujetador y no lo llevaba. Así que he ido a coger uno y a ponérmelo en el baño, pero Terremoto se me ha pegado cual lapa de roca y para disimular no se me ha ocurrido otra cosa que ponerme el sujetador en la manga del jersey, como si fuera un clínex pero en versión grande. Luego me he enredado con otras cosas y se me ha ido el santo al cielo. El numerito lo he tenido cuando al llegar al trabajo, después de haber llevado a Terremoto al cole y haber aparcado el coche me he encontrado con un sospechoso bulto en la manga del jersey. Al principio ilusa de mí ni he caído y he mirado que demonios llevaba yo en la manga que abultara tanto. La respuesta ha sido obvia cuando he empezado a tirar de un cabo y ha salido todo el sujetador como si fuera un truco barato de mago de barraca. Por suerte nadie me ha visto y entonces sí que he podido ir al baño sin un Terremoto pegado en los talones. Está visto que estoy empezando a chochear y que necesito varias horas más de sueño para ser persona consciente de todos sus actos, al menos de los más bochornosos.

Por si todo esto que os estoy contando no fuera lo suficientemente premonitorio, me he enterado que una posible conspiración astral esté acechando a mi familia. La noche del lunes al martes ha tenido lugar un fenómeno astronómico llamado luna roja. Tiene que ser una chulada verlo pero dudo que a esas horas esté despierta y no pienso poner el despertador para verlo. Lo peor es que dicen que este fenómeno va relacionado con épocas de cambios y catástrofes, como siempre. Es un fenómeno que sólo ocurrirá siete veces durante este siglo y mire usted por donde en un año y medio vamos a tener cuatro de estas lunas, una cada seis meses. Al contrario que mi madre, yo no soy nada supersticiosa, pero eso de tanto cambio de luna en rojo y tanto cambio hormonal, que la adolescencia de Terremoto nos coincida con este fenómeno, me da un yuyu, que supersticiosa no soy, pero el color favorito de Terremoto es el rojo y seguro que esta concentración de lunas es por algo… ¿será que la luna está adolescente?, ¿será que tengo un hijo hombre lobo o vampiro y yo sin enterarme?… Aunque no tengo muy claro que ninguna de las anteriores criaturas sangraran por la nariz y llamaran a voz en grito a sus madres para que les pusieran un apósito. Como que no las acabe de visualizar así. Pero, quien sabe. Miraré mañana en la manga de mi jersey a ver si encuentro allí la respuesta, de momento hoy me voy a dormir si me dejan. Buenas noches… y… dulces sueños.

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Ideas para disfraces de carnaval: Este año, Tsunami de campesino y Terremoto de forajido.

27 Feb

Al fin, este año podemos decirlo otra vez, hemos superado la prueba de nuevo, yujuuuuu…

Cada año por estas fechas más o menos en el hemisferio norte tenemos el problema del carnaval. Digo en el hemisferio norte, porque aquí es pleno invierno y digo el problema porque todos los disfraces que impliquen poca ropa por mucho que les gusten a tus churumbeles, pues como que las madres los solemos descartar. Una cosa es un carnaval y otra una bronquitis doble, que no estamos para constipados extras.

En nuestra casa, el mayor suele elegir de que quiere ir disfrazado. En el caso de Tsunami es el cole el que propone un tema porque la clase va en forma de comparsa.  Esta vez no nos podemos quejar ha sido muy fácil. Cada año el cole decide un tema que ambientará en general todo el curso. El año pasado fueron las obras de arte. Este año han sido los oficios tradicionales que tienen relación con el campo.  Esas profesiones que estuvieron acompañando al hombre desde los albores de los tiempos y fueron vigentes hasta que mi madre era pequeña pero que hoy en día o bien han cambiado mucho o bien algunas han casi desaparecido. Pues bien, este año hemos tenido agricultores, espantapájaros,  carboneros, molinos, harineros, panaderos, y grupos de matanzas con matarifes y cerditos y muchas sobrasadas. Por suerte a los pequeñajos de tres a cinco años,  se les ha reservado el disfraz más sencillo de todos. Algunos, los enchufados que tienen abuela con nociones de costura y tiempo libre, han ido vestidos con los trajes regionales de payeses y payesas. El resto, es decir, casi todos, han llevado pantalones algo roídos o petos. En algunos casos los pantalones cogidos con tirantes. Las camisas de rayas, cuadros, lisas… iban acompañadas de un pañuelo al cuello o de una faja de tela en la cintura. Las chicas con faldas largas, chalecos o rebecas y pañuelos en la cabeza como la asturiana del anuncio de la fabada o bien sobre los hombros como doña Rogelia. Pero lo que llevaban todos sin falta era un  indispensable sombrero de paja. Los complementos como regaderas, fajos de leña, bolsas de harina llenas de pupurri casero elaborado en la clase con pedazos de revistas,  o las herramientas del campo también hechas en clase con cartón y tubos de papel de cocina, acababan de dar el toque final a sus disfraces. Aunque realmente el auténtico toque final lo dieron las maestras que se debieron divertir de lo lindo dibujando a los nenes todo tipo de tupidas barbas, bigotes o convirtiendo a algunos en unicejos, mientras que las niñas lucían unas sonrosadas mejillas, algunas con pecas, dignas de Heidi, aquella serie de dibujos animados de la niña de los Alpes que vivía con su abuelito y que junto con Marco el de un pueblo italiano nos traumatizó a toda una generación que hora rondamos los cuarenta y tantos.

Digo que este año lo hemos tenido de perlas porque debimos ser de los pocos padres que no han tenido que salir desesperadamente a buscar un sombrero de paja. Resulta que cuando arreglo el jardín y hace sol me pongo uno, así que Tsunami arrambló con un sombrero con experiencia en jardines y plantas. Lo único malo que tenía este disfraz es que los peques, al ser eso, peques, pues nos caían a un nivel visual bajito y claro, sólo veíamos sombreros a la hora de inmortalizar nuestros retoños para enviar la foto a la abuela, que con tanto sombrerito agrícola no había forma de distinguirlos.

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Al día siguiente le tocó el turno a Terremoto. Este año al mayor le ha dado por las historias de Westerns, así que quería disfrazarse de forajido tipo Clint Eastwood. Tenía bien claro que quería llevar un sombrero de vaquero, que ya tenemos (perfecto), una escopeta de juguete que también tenemos (bravo, esto funciona) un pañuelo rojo al cuello que también tenemos (yujuuuu, este año promete) y un poncho y unas botas vaqueras con espuelas… uy. De eso no tenemos (era demasiado bonito para ser cierto). Cuando hace mes y medio me dijo cuál era el tema elegido, le pregunté si por casualidad podíamos comprar el poncho, pero no, tenía que hacerlo mamá que queda más chulo.  Busque telas, pero no le convencieron. Busque ponchos hechos, pero no me convencieron a mí. Busqué alguna manta con solera para hacerle uno, pero tenían mucha pinta de manta. Estaba ya un poco desesperadita cuando un día recordé que tenía una especie de mantita de reducido tamaño, que se habían dejado los de la mudanza y que había lavado por si en algún momento teníamos que pintar o algo usarla y luego tirarla. La recuperé y era perfecta, el color, el dibujo de la tela, el tamaño. Incluso tenía unos cuantos descosidos y rotos que le daban, evidentemente, el aspecto de usada. Porque señores, a mí no me cuelan eso de que tras estar cabalgando hacia el sol todo el día por caminos con polvo y sudando como unos descosidos, los vaqueros iban por la vida con un poncho inmaculado y como acabado de salir de la máquina de coser. Terremoto dio el visto bueno y lo volvimos a lavar, lo tuve varios días en remojo, luego lo lavamos a mano y luego con la lavadora, jajaja, vamos que quedó con pinta de viejo pero reluciente. La única labor de costura fue hacer un corte en medio para que pasara la cabeza y chachán, poncho acabado.

El problema fueron las botas. Mi niño tiene ya un 41 ó 42 dependiendo del zapato. Además Terremoto ha heredado mi forma de pies, anchos, con mucho puente y delicados, vamos un chollazo. Ya podría haber heredado los pies todoterreno de su padre. Qué envidia mi ex, zapatos que se pone de su talla, zapatos que le vienen como un guante. En cambio Terremoto y yo nos probamos todos los zapatos de la tienda y nos cuesta Dios y ayuda encontrar unos zapatos que no nos duelan, nos entre y ya no hablemos de que encima sean chulos.  Por lo que buscar por mi cuenta unas botas vaquera sin el niño delante era una actividad descartada desde el primer momento. Terremoto no ha querido ir de tiendas, así que las botas como que era muy complicado tenerlas. Entonces ingenua de mí, pensé que si llevaba deportivas y unas espuelas no habría problema, pero lo hubo. Primero porque no encontraba espuelas, segundo porque quería que yo las hiciera y tercero porque dos días antes de la fiesta me dijo que si no llevaba botas y además marrones no quería ir disfrazado de forajido y elegiría otro tema para que se lo hiciera. Aquí casi me dio, así que el martes al salir a merendar, me acerqué a unas tiendas de disfraces que hay cerca del trabajo. En la primera sólo tenían polainas de indios y cantaban mucho que no eran de vaquero, además no tenían espuelas. Pero en la segunda la suerte me sonrió y tenían polainas marrones y espuelas.  Cuando le enseñé las adquisiciones a Terremoto no les puso muchos problemas, sólo que las botas que teóricamente eran para un 45 le venían cortas. El miércoles fue el carnaval de Tsunami, así que el martes noche no pude dedicar tiempo a arreglar el desaguisado. Ayer por la noche volví nuevamente otro año a quedarme hasta las doce pasadas para recortar el trozo de bota que sobraba, coser trocitos en la puntura y ajustarlas. Esta mañana le hemos puesto todo el disfraz y me he quedado flipada cuando he visto que pese a que lo había hecho a ojo se las había clavado de maravilla, ufffff….

Por cierto, investigando sobre los ponchos descubrí que Eastwood lleva siempre el mismo poncho en sus pelis porque resulta que era suyo. Lo había comprado en Madrid y por lo visto no lo lavaba nunca y se lo ponía sólo para los rodajes. Hay que ver que cosas se aprenden por internet buscando ideas para disfraces.

Así que este año os presento dos disfraces muy facilotes con los que mis niños fueron a sus fiestas del cole. Espero que os gusten y hasta el año que viene, a ver si hay suerte y son tan fáciles como estos.

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Hay lecciones que duelen y otras que se aprenden con el método de prueba error. Terremoto da fe de ello.

19 Feb

Decían hace años que la letra con sangre entra. Por suerte esta premisa va desapareciendo en estos últimos años, pero es cierto que hay lecciones que para aprenderlas se sufre o como mínimo uno se da cuenta que erra.

Os he comentado últimamente que Terremoto está muy adolescente, muy en crisis. De hecho ha tenido para mí, la más bestia de todas, pero esa no se aún si contárosla o no. Lo cierto es que tengo la entrada hecha, pero es tan dura que no se si atreverme. Así que hoy os voy a contar otra crisis muchísimo más suave y como ha aprendido su lección, aunque no lo haya hecho de la forma más fácil o que más me gustaría.

Os pongo en antecedentes, hace cosa de un mes y algo que la neuropediatra nos dijo que teníamos que poner a Terremoto a régimen porque empieza a tener demasiado sobrepeso y podría causarle problemas. A Terremoto le gusta comer, no lo negaré, pero también hay algunos medicamentos que toma que le potencian el hambre y eso no ayuda a la hora de controlar la ingesta ni la forma en que come desesperadamente como si fuera el último mendrugo del universo. Lo cierto es que ha sido empezar el régimen y empezar las crisis, en ocasiones una por día y todas ellas de una forma u otra, la comida ha sido el detonante. Terremoto acepta el régimen, a regañadientes pero lo acepta, intenta hacer trampas siempre que puede y el hecho de que le prives de algo que le gusta lo descoloca y se ha puesto agresivo.

Este fin de semana pasado nos fuimos el domingo de excursión con el grupo del cole de Tsunami. La excursión era bonita si no fuera que el camino fue un auténtico martirio. Un camino de montaña ancho y muy transitado pero que se ve que debido a algunas lluvias o a la falta de mantenimiento estaba lleno de piedras. En este caso lleno de piedras es algo literal, yo nunca había visto tantas piedras juntas en un centímetro cuadrado, ni en un metro cuadrado, ni en toda esa subida. Cualquiera hubiera dicho que todas las piedras de Mallorca y de medio mundo habían tenido una convención anual en esa ruta. Así que Terremoto lo pasó muy mal para subir y para bajar. Yo estuve a su lado y para subir acabé cargando con su chaqueta y su mochila. En ambos casos fuimos los últimos en llegar porque el pobre entre bufidos, sudores y quejas no podía con su alma. La excursión paró en un llano muy majo y allí estuvimos todo el día. Nada más llegar Terremoto sólo pensaba en la comida y una parte del grupo siguió un poco más la ruta, evidentemente, nosotros dos nos quedamos a guardar las mochilas mientras Tsunami y su padre se iban con el grupo. Cuando estos llegaron fue cuando comimos todos. Terremoto empezó a hacer trampas cogiendo patatillas y arramblando con cualquier alimento que los peques ofrecieran a los otros asistentes. Porque señores una cosa que ocurre en todas las excursiones es que los padres traen comida para su prole y para la prole de los demás y claro, los niños acaban haciendo el paseillo de grupo en grupo ofreciendo patatillas, frutos secos, croissanes, chocolate, uvas… y todo aquello que sus padres hayan conseguido meter a presión en las mochilas sin que estas estallen.

En resumen, que ese día se había pasado dos pueblos y medio con la dieta y cuando llegamos a casa los niños se ducharon y luego lo hice yo. Cuando acababa de cerrar el agua y apenas había acabado de secarme, Terremoto llama a la puerta del baño y entra. «Ya son las ocho toca la cena, tengo hambre». A mí me extrañaba que fueran las ocho, porque había entrado en la ducha a las siete y no tardo una hora, evidentemente eran las siete y media, tiempo de sobra para secarme el pelo, recoger las cosas que habíamos dejado tiradas en la cocina y hacer la cena para servirla a las ocho. Pero ante la insistencia del niño me fui a la cocina sin secar el pelo y me puse a hacer la cena así como sabe hacerla una madre cuando la cocina es un campo de batalla y casi no hay sitio para maniobrar. Y justamente, miren ustedes por donde, en ese momento a Terremoto le pega por hacer de chef y quiere hacer él la cena. Le digo que así como está la cocina mejor que lo haga yo y que se vaya a la sala. Porque una se lo conoce y sabe que para cortar un tomate lo hace pero necesita una infraestructura de cacharros que en ese momento no disponíamos de espacio para dejarlos. Terremoto no me escucha y sigue en la cocina. Se lo vuelvo a repetir y después de decírselo yo se lo decía mi pareja desde la sala. Así como cinco o seis veces. La cuestión es que mi pareja acabó por venirse a la cocina y lo sacó fuera para que yo acabara. Eso le enfureció, él quería hacer su cena y no podía hacerla nadie más ni le podían sacar de su cocina. Se fue enfadado y con portazo incluido a su cuarto y allí me tenéis a mí con la cena ya casi conclusa y un Terremoto que no quería luego cenar. Envié a mi pareja a que le pidiera perdón, para ver si se salía del cuarto, pero que no. Entré yo a disculparme y nada de nada. Al cabo de un rato salió de su cuarto y quería tirar toda la comida a la basura para hacerla él. Allí tuvimos el primer enfrentamiento porque a mi menda no le da la gana tirar comida recién cocinada a la basura total porque hemos sacado al niño de la cocina. La cosa empezó a calentarse bastante. Él me acusaba de que ya había perdido mi oportunidad de rectificar porque ya habían pasado de las ocho. Así que hice algo que nunca había hecho, atrasar el reloj y decirle que aún estábamos a tiempo. Eso no le acabó de convencer porque sabía que sólo había atrasado un reloj, pero al menos conseguí que entrara conmigo en la cocina con el plato de comida. Lo de querer seguir tirándolo a la basura no lo tenía aún muy claro.  Entonces decidió que desmontaba el plato y lo volvió a montar él añadiendo un poco más de cus cus, luego me retó a que lo probara. Cogí un tenedor y tomé un poquito. «Está bueno- le dije- ahora pruébalo tú». Terremoto cogió un trozo más grande y entonces se me ocurrió la idea de ir cogiendo trocitos chiquitines y comentarle cosas y que él luego cogiera un trozo mayor y así hasta que acabamos el plato para sentenciar según él que la comida estaba asquerosa, horrible e incomestible. Os ahorro todo el lío que tuvimos luego hasta que al final conseguí que se fuera a dormir. Pero allí no acaba la cosa, porque las crisis de mi niño no duran unas horas ni siquiera un día, pueden durar días y en ocasiones semanas.

Al día siguiente la volvimos a tener parda. Cuando salimos de casa para ir al cole  tuve que ir corriendo detrás de él por las escaleras y en la calle llevarlo hacia donde estaba aparcado el coche. Entra y apaga la radio de mala manera. El camino al cole por suerte fue tranquilo o al menos silencioso a excepción de los bufidos y soplidos que pegaba de tanto en tanto. A las horas que llego por la mañana, suelo entrar dentro del cole con el coche y aparco un momento en el patio. Tan temprano aún no han llegado los coches de las mamás con nenes en silla de ruedas y el barrio es muy chungo para aparcar, así que me autorizaron para entrar a esa hora. Cuando bajó del coche no quería entrar en el edificio, por lo que decidí pasar de él e irme yo hacia el edificio. Entonces Terremoto echa a correr, me adelanta se gira cabreado y me dice que no le siga, también me suelta que como le he seguido ya he perdido mi oportunidad, que no estoy a tiempo de rectificar y no quiere entrar. Visto el panorama entro a buscar al monitor de la mañana. El monitor es un encanto porque como llevamos una temporadita así, me espera cada mañana en la recepción hasta que llegamos nosotros y luego los lleva a la sala donde están hasta que empiezan las clases. Le digo que hoy otra vez la tenemos montada y cuando salgo no veo a Terremoto. Casi me dio algo porque creía que había vuelto a salir del cole, pero  resulta que se había escondido detrás de una pared. El monitor va hacia él y lo intenta meter dentro pero aquí Terremoto le dio por agredirme, intentar pegarme y empujarme y luego intentar patear el coche. Yo hice como si no ocurriera nada, le ignoré y entré tranquilamente al coche, con algún golpe recibido por el camino pero sin huir ni correr. Al final salí del colegio y vi por el retrovisor como lo entraba más calmado dentro.

Al llegar al trabajo avisé a su padre, que es quien le va a buscar a la salida. Le pedí que si salía muy cabreado que me hiciera una llamada perdida para tomar medidas en casa. Pero llegaron a casa sin haberme avisado. Terremoto entró algo de malas, su padre detrás. Mi ex me cuenta que está más calmado pero bastante desafiante. La profesora me pone en la agenda que se lo ha contado todo y que se ha calmado y ha trabajado bien en clase. Tsunami y su papá se habían ido a dar un paseo para evitar más situaciones desagradables delante del peque, así que estábamos solos en casa. Intentamos dialogar con Terremoto, pero no quería escucharnos. Tan sólo me acusaba de haberle destrozado la vida y la cena de ayer. Incluso a sabiendas de que no tenía la razón, accedí a pedirle perdón y lo hice tres veces. Me dijo que no las aceptaba. Entonces le preguntábamos como teníamos que hacerlo para que las aceptara. Me respondió que yo tenía que convertirme en su esclava y hacer todo lo que él quisiera. Muy tranquilamente le dije que yo no era la esclava de nadie ni mucho menos de él y que en el hipotético caso de que realmente pudiera serlo, eso estaba penado por la ley y le meterían en chirona. Terremoto seguía prepotente, intentando buscar riña por cualquier cosa. Entonces le dije que si quería hoy la cocina no tenía los trastos de la excursión por en medio, que podía entrar y hacerse todas las cenas que quisiera.

Terremoto fue a la cocina con un ego por las nubes y una soberbia subida de tono. Al cabo de un rato permitió que su padre entrara a modo de observador y un poco después me llamó para que «Tú sirvienta, pela estas zanahorias». La sirvienta le dijo que no. Me miró cabreado y me pidió si podía pelarlas por favor. Entonces, la madre, o sea mi menda, peló las zanahorias solicitadas, también me pidió que separara una yema de la clara de un huevo, cosa que también hice, luego me volví a la sala. Al cabo de un rato mi ex me llama y me dice «esto que hay encima del caldo ¿te parece normal?» . Mire la olla y el mejunje estaba agriado. Eso lo tenía clarísimo incluso antes de levantarme de la butaca. Desde la sala había oído como Terremoto le contaba a su padre lo que quería hacer y como lo estaba haciendo y tenía bien claro que eso iba a resultar incomestible.

Terremoto había querido hacer una sopa de verduras. Normalmente suele inventarse muchos platos pero cuando veo que algo no es comestible se lo explico y le paro y entonces buscamos otra fórmula. La cena que se preparó consistió en caldo de carne, más una yema de huevo, más un vaso de leche, estragón, eneldo, orégano, espinacas y zanahoria. Evidentemente, la leche se agrió y sobre el caldo había trocitos blancos flotantes. Terremoto dijo que él se lo iba a comer y me retó a probarla. Lo hice y evidentemente, estaba agriada. Se lo comenté pero no me creyó. Aquí es cuando decidí que esta vez emplearíamos el método prueba error ya que no accedía a razonar de ninguna forma. «De acuerdo –le dije- pero tienes que tomártela sólo tú y te lo comerás». El resto de la tarde estuvo muy rebelde, molestando y provocando, hasta que fueron las seis y media, según él las ocho, hora de cenar, así que se iba a comer su cena. Me dijo que se la serviría él, que no necesitaba para eso de la esclava. Yo seguía en la sala y Tsunami y su padre aún estaban dando el paseo. Terremoto se fue a la cocina y se debió servir el plato porque más tarde cuando entré en la cocina lo encontré sucio en el fregadero junto a la cuchara. También encontré luego la olla sobre los fogones con apenas nada en su interior.  A las seis y treinta y cinco minutos, Terremoto salió corriendo al baño, desde la sala oí un ruido que fácilmente identifiqué, el de mi hijo vomitando la comida. Me acerqué al baño y allí estaba, había acercado a la taza del water el taburete que usa su hermano para lavarse las manos y se había sentado.

-Mamá, ¿qué me pasa?

-Que te has comido tu cena y ya te había dicho que estaba agriada, por eso te ha caído mal y ahora vomitas.

-Y ¿cuanto tiempo voy a estar vomitando?

-Pues hasta que hayas sacado todo lo que te has metido en el estómago, puede que una media hora o una hora como mucho. También es posible que te dé diarrea además del vómito, si eso ocurre llámame.

-Mamá, no me puedes dar un poco de pan tostado para que se me pare.

-No Terremoto, esto no es una gastroenteritis, esto se te pasará cuando saques lo que has comido y aquí mamá no puede hacer ninguna cosa, es tu estómago el que tiene la palabra.

Al cabo de un rato también le vino algo de diarrea, así que le acerqué una tinita y le dejé tranquilo en el baño. A las siete todo había acabado, el estómago había devuelto lo comido y Terremoto estaba mejor, algo dolido pero mejor.

Así que lo que no consiguieron las palabras lo consiguió el estómago, lo que no consiguió la paciencia ni el razonamiento lo consiguió un plato de sopa agria y la soberbia, el orgullo y el ego desmesurado de la adolescencia se fueron por la cañería cuando estiró la cadena.

Terremoto vino todo avergonzado. Me dijo que yo tenía razón y que él se había equivocado. Me dijo que no se encontraba muy bien y que esa noche prefería no cenar. Luego se sentó en el sofá a mi lado y apoyó la cabeza sobre mi regazo, como hacía años que no hacía. Allí nos quedamos los dos mientras yo le acariciaba el pelo y pensaba que si consiguiera que a veces me escuchara más, las lecciones no siempre serían tan dolorosas ni tan desagradables.

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A los niños hay que hablarles como personas, no como pequeñajos.

12 Feb

No es la primera vez que hago un post comentando la forma en la que hemos de hablar a nuestros hijos. No sé si muchos lo sabéis, pero en ocasiones los mallorquines solemos emplear muchos diminutivos, sobre todo con los niños. Evidentemente, yo soy una de esas personas que tenía este defecto. Me costó mucho quitarme esta manía, pero creo que al final lo he logrado, al menos he mejorado considerablemente.  Cuando Terremoto era pequeño intenté no caer en este fallo. Los niños son pequeños, no idiotas. Puesto que uno de sus problemas era la comunicación, era cuestión de que ya que se le enseñaba, que al menos se hiciera de la forma más correcta, sin diminutivos ni eufemismos. Porque tampoco era cuestión de enseñarle unas cosas para después al cabo de poco tiempo hacer un borrón de todo y enseñarle lo mismo pero de otra forma.

Recuerdo que una vez cuando Terremoto aún era pequeño pero ya iba al cole actual, su padre y yo fuimos a una reunión que se daba en el cole. En esa época su padre aún no se había metido en el APA y los dos íbamos un poco perdidos con los sitios. Vimos una habitación en la planta baja que estaba abarrotada de gente y supusimos que era allí. Pero no, nos habíamos colado. Aunque estuvimos unos minutos a darnos cuenta de ello. Al principio quedamos alucinados del nivelazo de explicaciones y objetivos que nos estaban dando. Una psicóloga comentaba precisamente la importancia de lo que acabo de exponer y como se tenía que enfocar a los alumnos. Estaba poniendo un ejemplo de astrofísica y sinceramente me quedé con la boca abierta pensando si a nuestro Terremoto le estaban dando esta materia y con este vocabulario. Creo que eso fue el detonante de preguntarnos que estábamos en el aula equivocada. Mi ex y yo fuimos a preguntar a una chica que había cerca de la puerta y evidentemente, nuestra reunión era en otra aula. Esa era una reunión de profesores de instituto que no sé porque motivo se había realizado en las dependencias del cole.

Terremoto aprendió mucho vocabulario de las películas de video, y por eso le fomenté su uso, para que aprendiera las palabras y lo mejor de todo es que aprendía a usarlas bien y en un contexto adecuado. Desde entonces siempre que me ha pedido algo se lo he intentado explicar de la forma más adaptada a su razonamiento y con las palabras más técnicas que he podido encontrar. Si alguna le fallaba aprovechaba para explicarle su significado e ir introduciéndoselo.

Cuando nació Tsunami también adoptamos este sistema y lo cierto es que nos funcionó muy bien. El pequeño resultó ser una esponja que pillaba en un plis plas toda palabra nueva que apareciera ante sus oídos. Era interesante ver cómo te pedía una palabra lo que significaba o bien él mismo te daba una definición y te pedía como se decía eso. Te escuchaba atentamente y en una pequeña fracción lo memorizaba y te lo repetía, normalmente de una forma muy correcta y fidedigna al primer intento. Luego como si de un reto se tratara, te iba pidiendo esa palabra durante los siguientes días hasta que ya la había incorporado a su vocabulario.

Hace un par de veranos, cuando Tsunami tenía dos años estaba jugando a nuestro lado. Yo cosía algo y su padre para variar estaba leyendo el libro de turno.  Entonces se nos acercó el peque con un objeto que había cogido del coche de papá. Era un codo de fontanería. Me lo enseña y me pregunta que es. Lo miré, dejé la costura y le expliqué que aquello era un útil de fontanería, que era la parte de una cañería. Este objeto en cuestión facilita la unión de dos tubos para conseguir que cambien de dirección. Se le llama codo y el que tiene Tsunami es de metal dorado. Tsunami se lo quedó mirando con mayor curiosidad que antes.

-¡¡Ooohhh!! Y la cañería ¿para qué sirve?

-Para transportar agua y que salga por el grifo, es algo parecido a la pajita del zumo. Sabes que las pajitas del zumo tienen una zona que se dobla para que Tsunami pueda chupar cómodamente con la boca, pues las cañerías emplean esta pieza para hacer ese giro y así el agua llega a los grifos.

Tsunami se lo siguió mirando con interés. Entonces decidió que tenía que tener una segunda opinión y puesto que lo había encontrado en el maletero del coche de papá, se acercó a él con el preciado objeto en sus manos y le hizo la misma pregunta que a mí.

-Papá, ¿qué es esto?

Entonces papáTsunami dejó el libro, lo cogió, lo fue girando y mirando el tiempo que le decía: Esto Tsunami es un codo de latón de ¾ de pulgada, con conexiones rosca hembra.

Yo me quedé parada mirando fijamente al peque. Tsunami se lo pensó un rato y al final consiguió decir “¡Ah!” y se fue. La verdad es que si nos hubiera repetido todo eso en ese momento me hubiera quedado de piedra. Cuando Tsunami siguió con su vida le sugerí al pater de la criatura que estaba muy bien lo de hablar a los niños usando el vocabulario correcto, pero si no creía que para un niño de dos años ese era un nivel algo avanzado.

Desde que ocurrió esta anécdota han pasado dos años, ahora Tsunami es un nene de cuatro años (y medio) que sigue lleno de curiosidad y con ganas de aprender muchas cosas. Este año en el cole no hay libros para este nivel. Los maestros preparan material de aula y lo que hacemos los padres es pagar las fotocopias. En el primer trimestre de año han tratado varios temas. La profesora les proponía dos temas y ellos votaban con cual querían empezar y luego se daba el otro. Entonces empezaban a trabajar aquello durante unas semanas. Uno de estos temas han sido las mariposas. Cuando nos dieron los trabajos de aula estas navidades, nos sorprendió todo lo que habían hecho en la clase. Primero había una hoja donde se habían apuntado lo que había dicho cada niño que conociera sobre el tema. Luego en otra hoja estaba anotado lo que a cada niño le interesaba más del tema. Las siguiente hojas eran explicativas de todo el ciclo del animalito, de su estructura física, de sus hábitos, si hábitat. La última hoja era un vocabulario algo más reducido de las partes físicas de la butterfly en inglés.

Leer todo aquello fue un gran alivio. En ese preciso momento averiguamos de donde se había sacado Tsunami el día anterior la mega extendida explicación de “mira mamá esta mariposa tiene una espiritrompa muy larga para comer, la emplean para coger su comida de las flores y entonces la alargan y es asíiii de grande, luego cuando ya han comido la recogen en una espiral muy mona que está justo debajo de su nariz”… y yo que llevaba cuarenta y ocho años diciendo que aquello era la trompa esa que usan las mariposas para comer y va y me viene ahora un pequeñajo de cuatro años enseñándome que aquello se dice espiritrompa… si ya decía yo que lo mejor es enseñarles las cosas por su nombre sin eufemismos, agilipollamientos, ni cosas por el estilo. Ahora han dado la circulación de la sangre y empiezan con el cuerpo humano en general. A ver con que nos sorprenderá dentro de nada este pequeño. Miedito me da.

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