Archivo | diciembre, 2013

Nuestras curiosas Navidades de este año

30 Dic

Pues realmente, no es que pintaran de la mejor forma, pero mira por donde, están resultando ser una de las mejores Navidades que recuerdo. Supongo que todo es cuestión de buscar el lado bueno de las cosas y ponerle buena cara al mal tiempo. Imagino que recordareis que debido a las goteras tenemos instalado el camping-sala con dormitorio matrimonial en el centro y que ello ha condicionado a realizar una nueva forma de montar las fiestas este año.

Antes de seguir os diré que hace unos días hablé con el presidente de la comunidad, y salvo que haya un imprevisto de último momento o el tiempo lo impida, parece que las terrazas se empezarán a arreglar pasado Reyes. Al fin, que alegría.

Pues como os decía, teníamos una serie de problemas logísticos a la hora de montar este año  el árbol y el Belén y las comidas. Así que echamos mano de una de las principales premisas que reinan en esta casa “la imaginación al poder”.  Ni cortos ni perezosos pusimos a trabajar las neuronas creativas y encontramos una solución a los diversos problemas.

Problema number one: ¿Dónde montamos el árbol? Estaba visto que encima de las mesitas de noche no era el mejor sitio, sobre todo con Terremoto y Tsunami dedicándose a seguir corriendo cual pareja de gacelas Thomson en la sabana. Seguro que hubiera quedado chulísimo y de diseño, pero con todos los números de acabar estampado en el colchón y lo de compartir la cama con un abeto de Navidad no entraba en mis preferencias… puestos a pedir prefiero que mi pareja se ponga un pijama de Papá Nöel si es que tenemos que estar tan frikis en el camping-sala. Como que no era la mejor solución, la siguiente idea que vino a nuestra mente fue poner el árbol en el cuarto de Tsunami… aunque pensándolo bien, era una solución muy peligrosa y que duró poco en nuestras mentes. La posibilidad de tener un Tsunami activo a las tres de la madrugada o despertarnos por unas sospechosas luces parpadeantes en el pasillo cual invasión alienígena de encuentros en la tercera fase pero algo más reducida, no era la mejor opción.  Por este motivo optamos por ¡cha-chán! “El potus de Navidad”, observen y vean nuestra nueva especia arborícola navideña.  Los peques lo aceptaron y dedicamos una tarde del fin de semana a engalanarlo con adornos livianos y bastante minimalista. Pero dio el pego. Es cierto que no tiene lucecitas, pero tiene dos estrellas, una dorada y una plateada, y le enganchamos un mega calcetín rojo para que Papá Nöel supiera que allí vivían dos peques con ganas de regalos.

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Problema number two: El Belén. Evidentemente, no había sitio, tampoco. Tenemos dos Belenes en casa, uno precioso con figuras grandes que compré con las figuras en blanco y las fui pintando. Hace tiempo que no lo montamos por el evidente peligro de despiece, pero allí está esperando a que los nenes sean un poquito más grandes y podamos volver a recuperarlo. El segundo es mucho más pequeñito, pero es un conjunto de porcelana y también tiene el mismo problema que el anterior. Mira por donde la solución en ocasiones te viene por donde menos uno lo busca. Un día, poco antes de las fiesta,  nos paramos a comer con Tsunami en  una cadena de restaurantes de comida americana en los que suelen dar un regalito a los peques al final de la comida. El quit de este año fue un Belén en 3D que montamos otra tarde de fin de semana y que al ser tan liviano y pequeño encontró su lugar cerca de la pecera, sin el consiguiente peligro de desplome y despiece. Problema number two solucionado.

Problema number three: La comida de Navidad. Evidentemente, era imposible sacar la mesa y hacer una comida normal con una sopa o una crema y con una lechona y los tropecientos platitos de aperitivos varios y los otros tropecientos de turrones, frutos secos, fruta y dátiles, como suele hacerse en muchas casas. Así que como os comenté hemos hecho un  picnic de Navidad.

Tras el acto de descubrir los regalos, abrirlos, montar el lio padre típico de niños y paquetes. Empezar a jugar con todos a la vez y volver a intentar jugar con todos a la vez.  Os contaré que Terremoto recibió una silla para su mesa de estudio, o su despacho como le gusta llamarlo él. Tsunami recibió un porrón de paquetitos, de los papis, del hermano, de mi ex, de mi padre, de la abuelita Mari, y cada vez que abría un paquete y descubría su contenido decía “que chulo, justo lo que yo más quería, hacía tiempo que no lo tenía” eso me desorientó un poco, hasta que descubrimos que se refería a cuando lo había visto en la tele. Los peques desayunaron luego una coca de patata con chocolate hummm…  Después de intentar jugar a casi todo y desayunar algo calentito, esta que os escribe se refugió en la cocina para hacer la comida. La noche anterior había dejado preparadas dos masas de pizza.  Tengo que encontrar otra fórmula de masa de pizza, porque aunque sale deliciosa eso de amasar unos ocho minutos hasta que queda elástica y no se pega no acaba de salirme del todo bien. Para la primera masa me pasé una media hora y para la segunda rayando los tres cuartos de hora y no es que hubieran levado precisamente demasiado. Pero tengo que reconocer que pese a ello el resultado es buenísimo, para chuparse los dedos, vaya.

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El menú fue: Para picar, patatillas, nachos con guacamole, montaditos varios de picoteo (de los que se encargó mi pareja, que para algo es burgalés y allí hay más tapeo que en Mallorca). Dos suculentas pizzas de plato fuerte  y finalmente turroncitos varios. Todo ello tomado en el único espacio disponible de la sala. Evidentemente, mientras sacaba la última pizza del horno, mi ex y los peques se peleaban por pasar el aspirador… son como niños.  Cuando la alfombra fue aspirada por Tsunami, Terremoto, luego otra vez Tsunami, mi ex y luego otra vez rematada por Tsunami,  cubrimos la superficie con manteles y un surtido de cojines varios como en los cuentos de las mil y una noches. Y allí, en medio, todo el picnic navideño. Nos reímos un montón y fue muy divertido. A los peques les encantó y para principios de año haremos otro, esta vez con quiché de plato fuerte. Es más, a Terremoto le ha gustado tanto esta experiencia informal, que esta noche me ha pedido que para su cumpleaños a principios de año,  quiere que le montemos un picnic de cumpleañero para celebrarlo con su padre, su hermano, mi pareja y yo. El único que no acabó de gustarle del todo lo de estar sentados en el suelo fue a mi ex, que debido a la prominente barriguita de embarazado lo de tirarse hacia delante para coger las cosas no le iba del todo bien y acabó sentándose de lado cual odalisca de harén. Ya veis, la imaginación al poder y “no problem” para comer como en el mejor triclinium romano. A los postres Tsunami fue a buscar su Tió de Nadal de su cuarto y lo aporreó con un palillo de comida japonesa a golpe del villancico del Tió, y este,  le cagó sus pertinentes bomboncillos y turrones que después de haberlo cebado con todas las peladuras de fruta,  estaban super-ricos y deliciosos of course.

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Tengo que confesar que ha sido la Navidad en la que menos trabajo me he pegado con los fogones. La que más nos hemos reído y la más informal y relajada de todas. Lo mejor de todo fue acabar la comida sin la típica sensación de que el estómago está a punto de salirte por los agujeros de las orejas.  Así que acabaré dándole la razón a los blogs de decoración que te dicen eso de “menos es más”, cuando se refieren a la decoración minimalista. Estos días he pensado en lo que muchas personas acabamos convirtiendo las fiestas, en un concurso gastronómico con stress y platos rocambolescos. Hace poco hablé con una señora en el trabajo y me dijo que ellos hacían una paella para Navidad, que nada de cremas con nombres complicados en francés y platos de carne o pescado mega elaborados al horno, que con lo que más disfrutaban en esa casa era con la paella y que desde hace años ese era el plato oficial de fiestas. No sé, creo que al final eso de las goteras y los campings-sala y los picnics de Navidad empiezan a tener su lado bueno… pero que conste que para finales de Reyes queremos que lo arreglen, que una cosa es pillarle el gustito y otra es montar el campamento perpetuo. Faltaría plus, jou jou jou, Feliz año 2014 a todos y próspera terraza nueva, la, lara, la, la, la, lara, la, la .

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El camino sigue y sigue: Nueve años después y con una exposición sobre Tolkien en los Ocimax de Palma de Mallorca.

15 Dic

Frodo callaba. También él miraba hacia el este a lo largo del camino, como si no lo hubiese visto nunca. De pronto dijo pausadamente y en voz alta, pero como si se hablara a sí mismo:

El Camino sigue y sigue

desde la puerta.

El Camino ha ido muy lejos,

y si es posible he de seguirlo

recorriéndolo con pie fatigado

hasta llegar a un camino más ancho

donde se encuentran senderos y cursos.

¿Y de ahí adónde iré? No podría decirlo.

-Me recuerda un poema del viejo Bilbo –dijo Pippin-. ¿Es una de tus imitaciones? No me parece muy alentadora.  

-No lo sé –dijo Frodo. Me llegó como si estuviese inventándola, pero debo de haberla oído hace mucho tiempo. En realidad, me recuerda mucho a Bilbo en los últimos años, antes que partiera. Decía a menudo que solo había un camino y que era como un río caudaloso; nacía en el umbral de todas las puertas, y todos los senderos eran ríos tributarios. “Es muy peligroso, Frodo, cruzar la puerta” , solía decirme. “Vas hacia el camino y si no cuidas tus pasos no sabes hacia dónde te arrastrarán. ¿No entiendes que este camino atraviesa el Bosque Negro, y que si no prestas atención puede llevarte a la Montaña Solitaria, y más lejos aún y a sitios peores?” Acostumbraba decirlo en el senderó que pasaba frente a la puerta principal de Bolsón Cerrado, especialmente después de haber hecho una larga caminata. (El Señor de los anillos. Capítulo III Tres es compañía.)

Hace un año escribí un post muy especial con el que sorprendí a R. Hacía ocho años que había venido a vivir con nosotros. Hoy ha pasado exactamente un año y esta mañana nos hemos despertado celebrando nuestro noveno aniversario de convivencia juntos. Esta vez ha sido mi pareja la que me ha sorprendido a mí, por fin después de nueve años de lanzar indirectas todas las fechas en las que celebrábamos cualquier cosa,  al fín, lo he conseguido, me ha regalado un vale para un spa y sesenta minutos de masaje para mí solita, que ilu, una tarde enterita para el relax de la nena, yujuuuu.

En la celebración del año pasado, mi ex vino a hacernos de canguro y se quedó con los peques y nosotros aprovechamos para ir al cine a ver la primera peli de El Hobbit. Este año mi ex se vino el viernes, en lugar de hoy, se quedó con los peques y nosotros dos nos fuimos al estreno en el Ocimax de Palma. Yo iba vestida con mis galas de princesa élfica, la hija de Turgón, la princesa de Gondolín. Mi pareja con el traje que le hice al principio de vivir juntos, de dúnadan con sobrevesta verde y capa granate. El motivo de estas extrañas vestimentas es que desde hace unos meses el smial de Tol Eressëa, la delegación local de la Sociedad Tolkien Española en Mallorca, ha estado trabajando en una exposición sobre la obra de Tolkien. Han sido meses de mucho trabajo, de coordinación, decisiones y búsquedas. Semanas de montaje y finalmente el viernes nuestros esfuerzos se vieron reflejados en (permitidme que emplee esta expresión) “una pasada de exposición” puedo asegurar que una cosa así no suele verse en muchos sitios ni todos los días y nos sentimos muy orgullosos de ello. Así que aprovecharé para haceros publicidad y deciros a todos los lectores que estén por Mallorca que mañana lunes está abierta y luego tendréis que esperar al viernes 20 hasta el lunes 23 en horario de 16 a 22 horas. Pero como sé que no todos podéis ir quería hacer un rinconcito en este blog y enseñaros diversas fotos para compartirlo de forma virtual. Así que hoy no me quiero enrollar más y os dejo con las fotos a las que nos ha llevado nuestro personal camino después de estos nueve años de vida juntos. Felicidades mi amor que podamos seguir celebrándolo mucho más, aunque sea sin pelis, o algunas veces tengamos que cruzar el Bosque Negro y acabemos enfrentándonos a un gran dragón en la Montaña Solitaria, pero siempre juntos.

Un Tió de Nadal + un Tsunami motivado = incremento desmesurado del consumo de fruta familiar.

10 Dic

Hola visitantes de la blogoesfera. Sé que últimamente tengo esto un poco abandonado, pero las circunstancias familiares no han cambiado y lo de escribir entradas es un poco chungo con todo el cachondeo doméstico que tengo cada día. Pese a todo, no quería perderme el comentar esta entradita, sobre todo en estas fechas por si a alguien le apetece ponerla en práctica.

La tradición navideña que os comentaré hoy no es mallorquina, es catalana. Se que ahora los políticos están politizando más de lo debido muchas cosas y alguien pueda «alarmarse» por la introducción de costumbres catalanas en Mallorca. Así que antes de que nadie puede sacar objeciones donde no las hay quiero reivindicar que si en nuestras casa hay un árbol de Navidad (costumbre nórdica) y viene el Papá Noël o Santa Claus (otra costumbre nórdica) y hacemos calendarios de adviento (costumbre anglosajona) y ponemos bolas de navidad, renos y coronas de navidad (más de lo mismo) y hace unos meses celebramos el Halloween (más de cultura celta en este caso) pues sinceramente, algo de cultura catalana que nos es más cercano, no lo veo mal.

La historia de «esta nueva costumbre casera», surgió como no, el año pasado.

Un buen día nuestro Tsunami empezó a deleitarnos en fechas próximas a las Navidades con una nueva canción que decía no sé que de «pasen bous i vaques i gallines amb sabates» (pasan bueyes y vacas y gallinas con zapatos) y otras estrofas que a mí me sonaban a surrealismo daliniano puro y duro. Hablé de ello con mi pareja y se rió un rato (os recuerdo que mi pareja es medio burgalés medio catalán, criado en ambos territorios) me comentó que lo que nos cantaba el peque era una de las tantas versiones que se tienen de la canción del Tió de Nadal.

Un tió no es más que un tronco de árbol cortadito y que se echaba al fuego en invierno para calentar las casas. Es cierto que en algunas visitas a Barcelona cuando pillaba en diciembre el mercado de Santa Lucía junto a la Catedral podía encontrarme paraditas con ese simpático tronco al que habían dibujado ojitos y llevaba una barretineta (sombrero regional masculino de Cataluña) para no pasar frío. Pero aquí se acababa mis conocimientos sobre el mismo: a su forma y a su nombre. Así que papá Tsunami me contó que las familias tienen los días previos a la Navidad, un Tió en casa al que cuidan. Se le da de comer pieles de fruta y cáscaras de frutos secos. A cambio, el día de Navidad se cubre al Tió con una manta y los niños con palos apalean al pobre tronco mientras cantan la cancioncilla que nos cantaba Tsunami. Luego les enviaban al dormitorio a rezar un padrenuestro y cuando volvían y levantaban la manta se encontraban con que el tronco había cagado frutos secos y turrones. Después, lo tirabas a la chimenea y tan panchos.

… Confieso que en Mallorca no tenemos nada parecido y contado así me dejó con los ojos muy abierto y algo descolocada…

… Así que tenemos que adoptar un palo como si fuera una mascota pero sin sacarlo de paseo, ponerle vacunas, ni darle un baño.

El palo va a vivir a cuerpo de rey pero con menú cutre de sobras durante unas semanas.

Luego a ritmo de juerga Navideña de niño desgañitado a voz en grito hay que darle una somanta de palos al pobre y encima tapándole con una mantita para no verle las pupas.

Luego hay que ir a rezar, que imaginó que el que se inventó eso de «A Dios rogando y con el mazo dando» debía ser un Tió de Nadal.

Y luego el peque se atiborrará de golosinas cagadas por un tronco tras un apaleamiento. Que mira tú no me extraña que después de haber vivido tranquilo a cuerpo de rey y haberse mantenido sólo de pieles de fruta le de la cagarela cuando de golpe le martiricen a ritmo de villancico. Pero que encima cague chocolates y turrones y se los coman… y que finalmente tras la tortura acaben de martirizarlo cual víctima de la santa inquisición consumiéndose en el fuego del hogar… eso sí que noooo…

Tsunami estaba tan emocionado con el Tió de Nadal del cole que al final decidimos adoptar la costumbre pero con las condiciones maternales que para algo una lo paseó en su barriga nueve meses, lo parió y aún conservo una buena tripita herencia de la cesárea del retoño.

Así que el año pasado y este año hemos hecho lo mismo y lo cierto es que en el fondo para sorpresa mía,  me ha gustado la experiencia.

Como aquí no se venden Tiós de Nadal (tampoco los he buscado demasiado) hemos acordado en que el paso número uno iba a ser ir unas semanas antes de excursión al bosque para buscar nuestro propio Tió. Así que hace unas semanas nos fuimos un domingo por la mañana a nuestro querido bosque de Bellver y nos metimos por dentro. Descartamos muchos, ya que no quiero palos podridos o con bichos en casa. También se descartan los pequeñajos. Evidentemente, los giganto-palos también. Palo que encontrábamos, palo que Tsunami llevaba corriendo a su padre para ver si cumplía los requisitos necesarios para ser considerado un posible tió. Palo que no servia, palo que salía volando hacia el lugar donde lo habíamos localizado. El papá fue el que se quedaba con los palos más candidatos y al final se hizo una selección y nos quedamos con uno. Como el único miembro de la familia que había gozado de esta ancestral tradición en su infancia es mi pareja, pues él fue el experto consultor-seleccionador-asesor del evento.

Punto dos, llevar el tió a casa y rociarlo con spray de bichos. Que adoptaremos durante unas semanas al palo es una cosa. Pero no a los posibles visitantes inesperados que se puedan alojar posteriormente en los muebles de casa. Evidentemente, eso no está dentro de las costumbres tradicionales, pero sí en las costumbres higiénico-sanitarias de casa. Cuando hayan pasado unos días y ya no huele, se limpia el tió y se declara oficialmente miembro de la familia. Es entonces cuando se da el palo a un emocionado y entusiasmado Tsunami.

Punto tres, hacer una cuna para el tió. Eso fue lo que nos dijo el año pasado el peque… y… ¿de donde narices me saco yo una cuna para un tronco?

Pero no desesperéis, ya sabéis que una de mis premisas es aquello de «la imaginación al poder» así que me fui al cuarto del peque. Le quité la tapa al cofre del tesoro. La coloqué al revés en el suelo a modo de cuna mecedora y dentro pusimos un arrullo de cuando los nenes eran bebés a modo de colchón y luego la funda del cojín cuadrado del edredón de Tsunami (que no compramos relleno y no se usa) como si fuera el edredón para el tronco. No sea que se nos constipe y tengamos que ponerle el termómetro y darle pieles de fruta y Apiretal de postre.

Punto número cuatro, dar de comer al tió. Aquí quería llegar yo. Esto del tió es un chollo maternal. La panacea de las panaceas de las dietas. El non plus ultra de los sueños de toda madre con hijos rebeldes a la hora de comer. Gritemos todas las madres, «Bienvenido sea el Tió».

Sé que este no es un gran problema para nosotros, pero sí puede serlo para alguna familia. Ya os he comentado algunas veces que mis niños siempre se llevan piezas de fruta para merendar en el cole, cada día. También he dicho que muchas veces toman fruta para merendar por la tarde al llegar a casa. Que en verano, el consumo de fruta o más concretamente de melones y sandias es algo digno de mención. Pero en los meses invernales, pese a que este consumo persiste, no es tan elevado como en verano que parece que una fruta apetece más. Además, dentro de nada con las fiestas el consumo de fruta se reducirá y se potenciará las comidas pesadas de fiestas (aunque en nuestro caso con los pocos que somos de familia y las goteras temo que no vamos a tener ningún empacho de nada, pero generalmente los empachos y comilonas familiares suelen ser la tónica más común del resto de la humanidad cristiana). Así que un incremento en el consumo de fruta unos días antes, no va a ser nada malo para nuestros pequeñajos.

Sí señores, esta mente maligna y maquiavélica que os está escribiendo le dijo a su inocente Tsunami que el Tió sólo come una vez al día, que no era cuestión de tener la casa como si fuera el recinto de un gorila con síndrome de Diógenes. También le contó que tenía que cuidar al Tió y que este sólo daba cositas para los que le habían cuidado (que no acabara recogiendo al Tió de los sitios más impensables del hogar). Añadió que el Tió de Nadal se parece un poco a los ornitorrincos. Vamos, que como diría Phineas «realmente un Tió hace poca cosa» y reconozcámoslo, hace menos que un ornitorrinco, aunque los dos sean marrones y alargados. Cuando todos duermen los Tions se despiertan y se comen todas las pieles de fruta y dejan el plato bien rebañadito. Por la mañana los peques han de llevar ese plato a la cocina para limpiarlo. Como el Tió sólo come de noche, cuando vienen del cole pueden ir colocando en el plato de plástico asignado al Tió las pieles de la fruta que tomen para ponérselo al lado de su cunita por la noche.

Desde que el Tió cayó en manos de Tsunami, cada tarde lo lleva a la sala y lo tiene con él. De tanto en tanto le balancea en su cuna, que un día de estos nos va a salir el Tió despedido hacia la tele con el meneo que le pega. Le canta la canción del Tió de Nadal, le acaricia y le saca fotos para ver si ha engordado. Pero lo mejor de todo es que Tsunami ha aumentado su ingesta de fruta fresca de forma exponencial. Ahora lo de dos manzanas y un plátano para merendar y luego otro plátano o manzana después de cenar es lo habitual.

El muy pillo intentó colarnos lo de tomar la fruta a nosotros, y mamá que es muy sibilina se sacó de la manga aquello de que los dulces serán para quienes le han alimentado. Además –añadió- tengo entendido que los Tions prefieren las cáscaras de fruta que han comido los niños en vez de las de los mayores, la de los mayores no se convierten en dulces y turrones, sólo lo hacen las de los niños.

Y aquí tenemos a nuestro pequeño muy aplicadito cuidando de su tronco y atiborrándose de fruta como un mico. Si lo llego a saber, le hubiera soltado que el Tió les traía un extra a los niños que se tomaran un plato colmado de brócoli para cenar por las noches. Pero el brócoli no genera pieles, así que cachins, no colaba.

Ahora hay que esperar a que llegue el día de Navidad. El año pasado, niños no leáis, padres no leáis en voz alta a los niños, (va espoiler) como decía, el año pasado el tió ya tenía las chocolatinas en forma de Papá Nöel y muñecos de nieve y unas cuantas monedas de chocolate debajo de la manta cuando le entramos en la sala (se acaba el espoiler). Le pegamos con un palito de palillos de comida japonesa para no hacerle mucho daño. Tsunami levantó allí mismo la manta y se iluminó su carita y brillaron sus ojos. Nos saltamos el paso de «a Dios rogando»… no acabo de ver muy normal eso de rezar y atizar al pobre tronquito. También teníamos preparado a mano un botecito chulo para meter las chocolatinas dentro e irlas distribuyendo los días posteriores, que no es cuestión de pillar una indigestión de golpe.

¡Ah!, si alguien creía que esto es el fin se equivoca, aún me queda un paso muy importante. Paso número cinco una vez pasadas las fiestas y como a una servidora eso de quemar un miembro momentáneo de la familia no lo tiene muy claro (aunque no tengamos chimenea) y tampoco es cuestión de tener una colección de troncos en casa, ha optado por la siguiente propuesta. Nos vamos todos de nuevo otro domingo de excursión al bosque y devolvemos al Tió de Nadal a su hábitat natural con los palitos de su especie, para que les cuente a sus compañeros la agradable experiencia que tuvo en casa de un niño llamado Tsunami y así el año que viene seguro que encontraremos algún tronquito dispuesto a ser adoptado durante estas fiestas como nuestro nuevo Tió de Nadal. Lo queremos mucho, Tsunami le cantará y le acunará, tomaremos «almendras y turrones» y nuestro peque se habrá nutrido bien de fruta en estos días tan invernales. Felices Fiestas a todos, hasta pronto.

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¿Abstemio en un mundo de alcohólicos? ¿Realmente es así? (Segunda parte)

2 Dic

Hace unos meses vi en una web Directo al paladar, un artículo que se llamaba “ser abstemio en una sociedad alcoholizada”.

Una de las cosas que más me sorprendió fue que precisamente alucinaran de cómo era que una persona abstemia podía sobrevivir y ser aceptada en una “sociedad de borrachos” o propensa a la bebida. Estoy empezando a pensar que yo debo vivir posiblemente en otro planeta. Vale que se bebe, vale que hay botellones, vale que hay comas etílicos, vale que una parte de los turistas que nos llenan a zonas tipo El Arenal y Punta Ballena ya bajan del avión beodos perdidos o casi. Pero llegar a denominar nuestra sociedad como de borrachos, creo que hay un buen trecho. La crisis ha golpeado fuerte y también es cierto que hay personas que van pidiendo por la calle, para decirte que allí hay una plaza de parking, por ejemplo. Unas horas después cuando vas a buscar el coche te encuentras que aquello que habían pedido para comer se ha gastado en tintorro de brick y van trompas abrazados zigzagueando de un lado a otro de la calle. Esto es lamentable pero cierto, pude encontrarme con ello hace unos meses y no precisamente en un barrio marginal desarraigado, sino cerca del trabajo.  Es cierto que hoy se pasan malos momentos y que en la vida muchas personas pueden pasar malos momentos, pero afrontarlos bebiendo para no ser conscientes de lo que ocurre, no me parece la mejor de las soluciones para ponerle remedio. Viene a ser algo así como la criticada actitud del avestruz escondiendo la cabeza, pero en versión socialmente más aceptada.

Cuando tenía veintiséis años trabajaba de auxiliar administrativa en un centro de acción social y de un día a otro nos montaron allí un centro de desintoxicación de alcohólicos y drogadictos.  En su día os hablé del mundo de la droga. Os puedo asegurar que todos los alcohólicos que pasaban por allí te pedían que por favor los desengancharas para que pudieran volver a llevar una vida digna y normal y no ser la vergüenza de su familia. Tal vez el llegar a esta conclusión de que tenían un problema y necesitaban una ayuda era uno de los pasos más difíciles que dieron. La recuperación no era fácil y siempre te contaban de alguien que les ofrecía invitarle a copas para luego reírse de él o ella (curiosamente había muchas más mujeres que hombres, al contrario que con los drogadictos que había más hombres que mujeres). Había bastantes amas de casa, madres de hijos ya mayores, que no acababan de encajar ni su falta de protagonismo ni el paso del tiempo, que sus maridos no prestaban tanta atención como antes, o al menos eso creían y que por aburrimiento habían empezado a ir bebiendo cuando estaban solas. Poco a poco aquello se les fue yendo de las manos hasta que realmente surgió el problema.  En general, los alcohólicos, te contaban que era difícil ir por la vida sin catar nada de alcohol. Antes de seguir quiero deciros que un abstemio no necesariamente es un enfermo alcohólico. Hay muchas personas que por su propia voluntad eligen esta forma de alimentarse, igual que uno elige ser vegetariano u otro un adorador del chuletón. Evidentemente para la recuperación de un alcohólico es aconsejable no volver a probar nunca nada más de alcohol, ya que luego es difícil de controlarse y las recaídas son siempre mucho peores.  Por eso en ocasiones y de forma errónea se ha relacionado al abstemio con un ex-alcohólico

No sé si sabéis que tengo una amiga que es médico. Hace tiempo le pregunté sobre el tema del alcoholismo. Me respondió que el alcohólico no es esa persona que se pone a beber y acaba borracho perdido, bueno, estos lo son efectivamente. Sino que hay muchos alcohólicos que muchas veces no se detectan porque no se emborrachan, llevan muy bien eso de ingerir licor y hablan y razonan bien, de hecho pueden hacerlo mejor a partir del momento en que beben algo. El alcohólico es esa persona que es incapaz de estar un día o una semana siguiera sin catar una bebida alcohólica, cada día necesitan su dosis. Son esas personas que cuando llegan a una ciudad nueva al día siguiente ya se conocen todas las tascas del barrio y a los dos días son íntimos del dueño del bar. Son esas personas que se pasan la vida alabando las virtudes del vino o de tal bebida porque eso de que haya otras personas que no apoyen su debilidad o no lo comparta les cabrea y les intranquiliza. Son esas personas que se ríen de ti y te insisten en que tienes que beber porque el agua es para las ranas y chica mira lo que te estás perdiendo, además una copa no hace daño o te pone la piel guapa o según los últimos estudios es bueno para el corazón. Son esas personas que lo hacen tan insistentemente que acabas hasta los ovarios de ellos y finalmente les dices de mala manera que te dejen tranquila y no insistan. Ellos se callan a regañadientes y no acaban de entender cómo es que tú no puedes compartir esa adoración por tal preciada bebida.

Pero si exceptuamos estos casos, que también me los he encontrado, mi vida no ha tenido ningún problema. Ni mi vida social se ha visto mermada, ni me lo he pasado peor, ni mis amigos me han discriminado. Al contrario, soy el chollazo. En las cenas siempre lo dividíamos todo por comensales, teniendo en cuenta que yo sólo bebía agua y encima era la que solía llevar el coche, así que nadie se quejaba de mi abstemia. Eso sí, una no bebe pero no es tonta, así que siempre me pedía el postre que más me gustaba de la carta y que nadie se quejara, que un postre por muy carillo que fuera siempre era más rentable que tres botellas de Mateu Rosé y los aperitivos.

Muchas veces he pensado que posiblemente mucha gente beba, primero por la presión social y cultural, pero también porque en algún momento de su vida no han tenido la personalidad suficiente de anteponer sus gustos a los del grupo. Es algo parecido con lo que ocurre con el tabaco.

Si somos sinceros, la primera vez que tomamos alcohol o damos una calada al cigarrillo de turno, no es que nos entusiasme demasiado. En mi momento, como muchos otros di un sorbo y una calada y no me gustaron. Así que para que me voy a empeñar en engancharme a algo que ni me ha gustado y encima su consumo me puede producir problemas y para más inri es caro. Sinceramente, si tengo un bajón o me da una depre le pego un mordisco a un trozo de chocolate negro, que es más barato y más sano y no fastidio a nadie tomándolo. Además, ni los bombones ni ninguna comida se han convertido en algo necesario e imprescindible para mí vivir diario. Vamos, que me puedo pasar meses o años sin catar un bombón o una tableta de chocolate y no me pasa nada. Pídele tú a un alcohólico que esté meses sin tomar una copa y verás lo que es una adicción.

Así que al menos puedo confirmaros que en mis cuarenta y siete años largos de existencia me lo he pasado muy bien tomando un refresco, un zumo o un vaso de agua. También puedo decir que para la foto de mi boda cogía una copa de cava, pero luego la dejé y brindé con una copa de zumo de naranja. Dudo que eso tuviera algo que ver con mi posterior divorcio y si algún día me volviera a casar posiblemente ya ni cogería la copa de cava para la foto. Me gusta ser yo misma y tener mi propia personalidad. Cuando he tenido algún problema, que he tenido muchos, los he afrontado buscando soluciones, muchas veces ha costado muchísimo encontrarlas y me he hundido hasta el fondo, pero nunca se me ocurrió olvidarme de ellos, al contrario, sólo llegando a ser consciente de ellos pude asumirlos y llegar a una decisión.  He conocido personas diferentes y puede que la primera vez que oyeron que no bebía se sorprendieran un poco. También es posible que alguna vez me hayan ofrecido una copa y luego se han acordado de mi decisión, pero no sé si he tenido suerte o es que he pillado a gente maja, casi nunca se han reído de mí o me han insistido. Ellos saben que es mi elección y tampoco les hago daño a ellos ni les afecta. No sé, es posible que ser mediterráneo y abstemio te convierta en una especie de bicho raro, pero yo al menos nunca me he sentido así. Me ha fastidiado por ejemplo, la costumbre que hay por la península (en Mallorca no hay tanta tradición) de ir de cervezas y que te inviten a una tapa y en cambio sí pides otra cosa no te dan nada y tienes que pedirlo. Sé que no en todos los sitios es así y es de las pocas cosas que encuentro flagrantemente  discriminatorio, pero bueno, tampoco pienso sucumbir al alcohol por una tapa, unos pinchos o un plato de patatillas, faltaría plus, que una tiene su personalidad y muy orgullosa me siento de ella.

Mis hijos saben que el alcohol es una bebida de adultos, en casa no se suele tomar y de momento no han dado signos de interesarse por ello. Mis amigas que tienen hijos más mayores tienen de todo, algunas que han tenido auténticos problemas y otras que siempre les han dicho que pueden beber pero que no quieren que lleguen beodos perdidos. También les han añadido que si alguna vez tienen algún problema o se han pasado y no se encuentran bien que las llamen, sea la hora que sea, que no se enfadaran con ellos.  No sé si es por esa confianza en los hijos o por otros factores, pero lo cierto es que estas son las que menos preocupaciones en este respecto han tenido. Los hijos saben que pueden confiar plenamente en los padres y les corresponden.

También hay algunos hijos de mis amigas que han elegido el mismo camino que en su momento elegí yo y simplemente no beben bebidas alcohólicas y se lo pasan fenomenal como hice yo en mi época.  Sinceramente, yo no me he sentido discriminada, ni me lo ha pasado peor. Recuerdo perfectamente las cosas que he hecho en mi vida y no tengo continuas, ni periódicas ni peligrosas lagunas en mi mente. Aprendía a afrontar los problemas y buscarles soluciones. Aprendí que hay momentos buenos y momentos malos pero que no era necesario emborracharse para celebrarlo o emborracharse para olvidarlo. Aprendí que yo podía ser yo misma sin tener que seguir a la masa como un borrego y que tampoco les hacía daño a los demás siendo así. Aprendí que la emoción de los deportes es la misma y que para celebrar un triunfo se podía tomar un refresco, una agua, un zumo o incluso un café. Y puestos a decir ventajas, las comidas en los restaurantes me salen más baratas, jajaja. Hay que mirar todos los aspectos positivos de la vida ¿no?

Así que como le dije una vez a una sorprendida señora “yo ni fumo, ni bebo ni voy con mujeres, sólo con su hijo que de momento es el único vicio que tengo” 😉

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¿Abstemio en un mundo de alcohólicos? ¿Realmente es así? (Primera parte)

1 Dic

Sé que viniendo de alguien como yo que siempre digo que soy muy mediterránea, esto puede sonar digamos que curioso. Pero lo cierto es que soy abstemia.

Si algo caracteriza al Mediterráneo es la ancestral relación con la cultura del trigo, el olivo y la vid, es decir, el pan, el aceite y el vino. El vino es una bebida tan antigua como el Mediterráneo mismo. Sus habitantes han sido los adoradores de Dionisio y del dios Baco. Decir que un mediterráneo es abstemio podría resultar tan chocante como decir que existe un alemán que aborrece la cerveza o que existió un vikingo que detestaba la hidromiel. El consumo de bebidas alcohólicas se ha relacionado con los cultos a los dioses, con las celebraciones festivas, con los grandes acontecimientos familiares, con los actos ordinarios, incluso con las religiones católicas, en las cuales, la sangre de Cristo se representa en la Eucaristía con una copa de vino.

He oído contar por mi madre que de pequeña en un pueblo de Mallorca se dormía a los niños de pecho o bien dándoles un poquitín de vino o bien bebiendo la madre unas cuantas copas antes de darles pecho. Mi madre no compartía este tradicional comportamiento y yo, con vuestro permiso, diré que personalmente lo considero aberrante y espero no haberle dado a nadie la idea.

Hace tiempo conocía a una familia que en las celebraciones familiares llevaban champagne de niños. Le preguntaba porque hacían eso. La abuela me decía estuviera tranquila, que no era de verdad, pero claro, los niños estaban emocionadísimos porque bebían de una botella igual que los adultos. Alguna vez vi como los mismos niños una vez comprobada la impunidad a la hora de acceder a su champagne de niños luego se interesaban por el de los adultos. Evidentemente estos les decían que no, hasta que alguna vez furtivamente se consiguieron hacer con alguna copa y ya me tenéis a unos niños pequeños con síntomas leves de intoxicación etílica. Realmente ¿es tan difícil que los niños tengan muy claro que hay bebidas para niños y otras para mayores? ¿Es tan difícil no causarles confusión queriendo introducirles algo igual a lo que les estás prohibiendo esperando que luego no intentarán conseguir el formato original? Luego los padres nos preocupamos cuando llegan a la adolescencia, pero si lo pensamos bien, muchas veces es la misma familia la que le ha introducido en este hábito.

Cuando iba a la facultad había un chico que parecía que no se sabía divertir si no iba borracho perdido. Personalmente siempre he pensado que emborracharse no es sinónimo de divertirse. Lo cierto es que normalmente era un chico bastante majo. Pero cuando quedaba la clase para hacer alguna cena juntos, nos temíamos lo que nos caería. Cada vez que quedábamos en un sitio para una cena, él ya venía trompa perdido. Se te tiraba encima, iba caminando haciendo eses y no hacía más que decir que él estaba muy bien y que aún no había empezado a beber enserio. Para desgracia de sus amigos, que siempre eran los mismos los que les tocaba estar detrás de él y luego llevarlo a casa. Luego al día siguiente, además de un solemne dolor de cabeza, te venía preguntando como es que había llegado a su cama o como es que tenía alguna cosa en casa. Era en cierta forma “divertidas” por no decir mejor irónicas, las respuestas de sus resignados amigos en plan:

-Pues la muñeca hawaiana la mangaste del pub, con que esperabas despertarte, ¿con el travesti?

-¿Con que travesti?

-Pues el que te intentaba ligar en el pub donde había la hawaiana y las sombrillitas de papel. Por eso te sacamos a toda ostia de allí.

– ¡Cielos! Eso debió ser acojonante

– Bueno… realmente lo más acojonante de la noche fue cuando con la muñeca en la mano te empeñaste en que querías mear junto a unos coches y uno de ellos era un coche patrulla. Vamos, que porque nosotros estábamos bien y respondimos por ti y les dijimos que te llevábamos a casa. Eso sí, tuvimos que identificarnos antes de partir.

– ¿Nos identificaron?

– Sí, pero mejor que no preguntes lo que les dijiste cuando te pidieron el DNI para identificarte, realmente nos debes una chavalote.

Recuerdo que también una vez que habíamos organizado en una disco una gala de noche para recaudar fondos para el viaje de estudios, estábamos unos cuantos en la terraza hablando. Se nos acercó otro chico del grupo y nos dijo que lo más posible es que T. tuviera al día siguiente una de sus resacas más sonadas además de una sordera digna del gran Beethoven. Nos contó que estaba agarrado a uno de los bafles achuchándolo, con la oreja pegadita a él. Entonces le había preguntado que hacía y T. le había respondido “¡Shhhhuuuu!, no me molestes que me estoy ligando a una negra macizota”. Bueno, los bafles eran realmente negros y tenían un contorno que se le podría calificar de macizote, pero de allí a su posible transformación en cuerpo de mujer había todo un abismo.

Estas salidas de facu, dentro de lo que cabe eran potables, porque el único que siempre daba problemas y acababa así era este chico. El resto del grupo o sólo tomaba algo acompañando a la comida y luego alguna copa o bien no bebían. Lo que más me ha fastidiado y aún lo recuerdo perfectamente,  fue una vez que salí con la pandilla de una amiga mía, que no era del grupo de la facu. Eso fue la experiencia más parecida a lo que sería hoy en día los botellones. Sinceramente, lo de estar toda la noche rodeada de gente que potaba o estaba tirada por cualquier lugar y tener que estar aguantando el pelo de mi amiga mientras sacaba la primera papilla que se tomó, no se encuadraban dentro del concepto de diversión, juerga, salir, ir de marcha, pasarlo bien o como le queráis denominar. Después de esta experiencia le dije que con ella me llevaba muy bien, pero que no pensaba volver a salir con ese grupo.

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