Antonine Germaine Patapalo puede ser un pirata, pero también podría ser un bucanero, un corsario, un contrabandista, incluso un multimillonario excéntrico, quien sabe…
Hace unos dos años mi pareja me llamó un día al trabajo y me dijo “te he enviado un correo de una cosa que acabo de leer en el periódico, para que lo miremos entre los dos y me opinas, que luego se me olvidará comentártelo y así seguro que pensamos en ello”
El misterioso comentario se refería a un enlace del periódico local en el que se trataba un tema que a mí me sonaba a raro (recordad que yo no tengo nidi di nidi de idea de inglés, así que el nombre si dice algo, a mí no) Eso de geocaching a mí me sonaba a geo cáspitas. Por la noche, en casa lo estuvimos mirando y buscando en google gran invento. Me explicó que con el teléfono que él tiene y habiendo mirado antes en no sé qué página de internet podríamos ir a buscar un tesoro en plan moderno. Vamos que el móvil era el plano, los niños los exploradores y, no nos engañemos, generalmente un llavero, un muñequito del McDonald’s o un juguetito del kínder sorpresa suelen ser los objetos celosamente guardados en los cofres.
El geocaching, para decirlo muy abreviadamente es un grupo de personas que se les ocurrió que a lo largo del mundo mundial se podían poner escondites, normalmente en sitios chulos y dejar en ellos unos cofres (normalmente fiambreras de cierre hermético) donde hay algunos tesorillos que cuando los has encontrado puedes elegir uno y llevarte a casa. También dentro del cofre-fiambrera, suele haber un librito de notas y un lápiz para que cada buscador de tesoros que lo desee pueda dejar allí constancia de su paso. Hay una condición indispensable, si te llevas un tesorillo hay que dejar otro a cambio para que los siguientes osados aventureros encuentren esos preciados objetos que han ido a buscar. También hay una notita polilingüe en la que explica de que se trata y que si alguien lo encuentra casualmente que lo deje como estaba. Por desgracia algunas veces estos tesorillos son encontrados por orcos y trasgos sin escrúpulos que los saquean. Entonces, no sé muy bien cómo, si es que hay un delegado local o es que el grupo de personas que les gusta el geocaching tienen un gran corazón, esos tesoros saqueados suelen volver a la normalidad en relativamente poco tiempo desde que se ha localizado el vil expolio.
Antes de montar nuestra primera aventurita de geocaching realizamos una labor de recolección de juguetitos relativamente pequeños que hay por casa y que los nenes no deseaban seguir guardando. De hecho tenemos un botecito con la etiqueta “objetos para el intercambio del geocaching” y así el día que decidimos ir a explorar cogemos unos cuantos y emprendemos la aventura. El primero que hicimos fue en el bosque del castillo de Bellver, sí ese por el que solemos hacer excursiones los fines de semana en invierno. Pues en dicho bosque hay unos cuantos unos relativamente más sencillos ya que te dan las coordenadas del punto a buscar y una vez allí tienes que ir desvelando unas pistas o adivinanzas o pruebas hasta localizarlo (generalmente no está muy lejos) los difíciles son los que a través de preguntas u otras pruebas que conviene prepararse antes, consigues los datos de las coordenadas, de estos últimos no hemos hecho aún ninguno. Con el primer geocaching estuvimos un buen rato dando vueltas primero porque los niños eso de manejar la brújula no lo dominabas y se pegaban unas vueltas para pillar el camino. Pero cualquiera les quitaba el móvil. Segundo porque nos liamos buscando árboles huecos con un montón de piedras al lado de sus raíces, no había forma, hasta que nos dimos cuenta que nos habíamos equivocado con uno de los datos y buscábamos en un árbol equivocado, jajaja. También recuerdo que a Tsunami le encantó, pero Terremoto se decepcionó bastante al ver que no había ni oro ni plata ni lingotes ni doblones de oro, ni joyas, ni coronas ni dagas ni espadas. Era sólo una fiambrera con cositas de bebé decía, ohhhh, que decepción.
El pobre Terremoto ya se ha mentalizado que lo bonito es la búsqueda y que su hermano encuentre juguetitos pequeños nuevos con los que jugar una temporadita, vamos que con el geocaching no nos íbamos a volver ricos. Uno de los últimos geocachings que hicimos el año pasado fue al lado de la ladera de un acantilado junto al mar, era por la tarde y nos quedamos allí a ver la puesta de sol. Normalmente es una actividad que entusiasma más a Tsunami y su papá en ocasiones se lo ha llevado a él a buscar tesoros.
Hoy os comento las aventuras del geocaching porque posiblemente alguna tarde de verano uno puede estar muy aburrido y ya no saber qué hacer con los retoños. También sé que hay muchos extranjeros que vienen a Mallorca con pequeños y los buscan como una actividad más durante el viaje. Al estar situados en lugares bonitos ayuda a descubrir el paisaje de ese país que visitas. Os dejo el enlace de una página, al principio se sitúa en Seattle pero luego te puedes alejar y desplazar por todo el planeta, hasta en la Antartida hay geocachings ¡increible!
Es muy posible que más cerca de lo que creéis de vuestra casa pueda haber escondido un tesoro, que incluso muchas veces hayáis pasado por al lado y no os lo creáis. Así que papis de los pequeños aventureros, buscad las coordenadas, recolectad algunos juguetitos largamente arrinconados y prepararos para adentraros en el mundo de los piratas, los mapas y los cofre –fiambreras. El pirata Antonine Germaine Patapalo nos ha dejado un premio ¿Quién será el próximo en recogerlo? Y sobre todo, ¿Qué nuevo tesoro dejará a cambio? Feliz búsqueda pequeños exploradores jou, jou, jou.