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La naturaleza también tiene prueba del algodón

29 Sep

Seguro que todos los que hayáis vivido en España os acordáis de la serie de anuncios del mayordomo y la prueba del algodón, ¿verdad? Para aquellos que no sepáis de que estamos hablando os comento de qué iba. Empieza el anuncio, una mujer, porque siempre era una mujer, que estaba acabando de fregar o de quitar el polvo, porque tenía la visita de su madre o  de su suegra, no recuerdo bien. Pero seguro que debía ser la suegra, porque estas tienen la fama de ser más quisquillosas y así el anuncio acojona más. Pues eso, que estaba dejando su casa florida y hermosa como los chorros del oro, cuando de golpe y de la nada se materializa en la pantalla un tipo de una cincuentena buena, vestido de típico mayordomo inglés y con una flema británica que ni los de Buckingham. La mujer acababa de tirarse un piropo a ella misma en toda regla diciéndose que lo había dejado limpísimo y entonces el encorsetado mayordomo se lo ponía en tela de juicio, automáticamente levantaba la mano en la que tenía un trozo de algodón en rama, que ya me gustaría saber a mí para que pasea un mayordomo inglés un trozo de algodón de los de farmacia, si fuera un enfermero o un practicante aún, pero ¿un mayordomo encorsetado, rancio y marisabidillo? ¿No se supone que esos se pasean con bandejas con tazas de té en finas porcelanas y pastas de mantequilla? Pues el motivo del algodón no era otro que el de humillar a la sufrida mujer que cuando veía lo sucio que tenía su inmaculado suelo tan pulcramente fregado para recibir a su suegra que seguro que debía estar ya en la puerta de la calle o peor aún, abriendo la puerta del ascensor, se quedaba pasmada porque no sabía como saldría de tal brete. El resto del anuncio era de prever. En un microsegundo porque estaba usando el producto que se publicitaba, la mujer vuelve a fregar, el mayordomo vuelve a aplicar la prueba del algodón al suelo y este queda mucho más limpio que cuando lo ha acercado al suelo. Evidentemente la suegra, que justo en ese momento acaba de abrir la puerta, está flipando por  tener una nuera tan apañaa y el mayordomo diciendo “el algodón no engaña y bla, bla, bla”. El bla, bla, bla, es el resto del anuncio que ensalzaba el producto, pero eso ahora no viene a cuento, así que lo dejaremos en bla, bla.

Coñas aparte, había una cosa realmente válida del anuncio. Hay personas, cosas, situaciones o lugares que nos pueden parecer perfectos, pero si se les aplica la prueba del algodón, nos damos cuenta de que no siempre ese algodón sale brillante y lustroso.

Ya sabéis mi cariño especial hacia el mar. No muy lejos de casa hay un lugar donde cuando yo era pequeña las aguas eran cristalinas, había muchos peces y aves, era una gozada nadar allí y mucho más cuando lo hacías con gafas de bucear. Pero con el tiempo empezó a venir mucho turismo y mucho dominguero, gente que sólo pasa por allí y no ama de verdad el lugar, empezaron a aparecer papeles, bolsas de patatillas vacías, colillas con sus cajas vacías, botellas de plástico y papel de aluminio en las rocas y la arena. En el agua algunos peces ya se escondían en latas vacías o en botellas. También empezaron a calar allí barquitos que no se habían visto nunca, eran los domingueros de lujo, que tampoco sentían gran amor por el sitio, ya que un día estaban en uno y al siguiente calaban en otro. Empezó a aparecer más basura de los barcos y algunos lamparones de los motores. También vino mucho turista tanto nacional como extranjero que como ese no era su casa, expoliaban el lugar de sus tesoros. Vi como algunos empezaban en un lado de la cala e iban arrasando de forma indiscriminada y lineal con todas las lapas de las rocas, tanto de las grandes como de las pequeñas, allí estaban con los pies en el agua riéndose y pasándoselo de fábula con  el cuchillo de punta redonda en una mano y un limón cortado en la otra, tomándose su merecido aperitivo y cuando se iban habían desaparecido todas las lapas de la costa, y habían dejado las colillas y las bolsas de la basura, pero todos se habían llevado  su cartera, su toalla, su bronceador siempre y cuando la botella no estuviera vacía,  su reloj, sus llaves del coche y sus cosas valiosas, esas no se las olvidaban ni les daba pereza subir con ellas. Total, tenían que coger el coche en la placeta donde había varios contenedores de basura, pero eso era un engorro. Y allí quedaban tiradas las diferentes conchas de las lapas, algunas aún encima de las rocas y otras eran arrastradas por el agua del mar que les daba una sepultura más digna. Los peces empezaron a escasear y los erizos de mar también sufrieron un gran espolio porque ciertos visitantes de lejanas tierras decían que esos animalitos eran una exquisitez en su tierra pero como allí había restricciones y aquí no… pues también se daban su banquete acuático y luego se irían a algún chiringuito de playa de la localidad vecina a tomarse una paella con sangría para rematarlo.

El agua seguía siendo más o menos aún transparente y a simple vista no desmerecía demasiado en comparación con los antiguos tiempos. Al menos para los que no la habían visto antes era un agua muy aceptable y apetecible. Pero sus tesoros naturales o bien desaparecieron o bien emigraron a otro lugar menos accesible para los bañistas. Luego, el Govern Balear hizo un decreto conforme ciertas zonas costeras y para la recuperación de la posidonia, tenían restricciones de pesca, fondeo y algunas normas así. Mis roquitas entraban en esa zona, estaban cerca del límite pero entraban. Pasaron los años, yo me casé, luego tuve al Terremoto, me divorcie, conocí a mi chico, nos juntamos, más tarde tuve al Tsunami y….

… y este verano cuando pensaba crear el blog fui a darme un paseo por las rocas para hacer alguna foto chula en la que se viera el cambio de azul a verde y poder ponerla en la cabecera del blog. En ese paseo hice muchas fotos y fui yendo por unos cuantos rinconcitos buscando aquella imagen que yo tenía en mi cabeza, pero que no lograba captar. Casi al principio, cuando estaba haciendo las primeras fotos, estaba en esa cala en la que años antes cuando buceaba había visto infinidad de peces, erizos de mar, cangrejos ermitaños, pepinos de mar, lapas y de tanto en tanto unos pájaros estilizados, muy aerodinámicos de plumaje oscuro llamados cormoranes, en mallorquín corb marí y que sólo están en las aguas limpias y sanas.

Pues como imagináis, estaba a la orilla de las rocas y enfocaba al fondo del agua cuando de repente algo grande y negro pasó como un rayo a través de la pantalla del objetivo. Me quedé sorprendida y mi reacción fue levantar la cabeza. Pude ver como un corb marí iba por debajo del agua y seguía. Entonces lo eche a la suerte, calculé donde podía ser que saliera según la trayectoria que llevaba, ya que al ser de tarde, con el sol de frente y con un fondo de rocas y algas el agua en esa zona era más azabache que la propia ave, hice un acercamiento y esperé. No tuve que esperar mucho, enfoqué rápidamente y disparé.

Me sentí muy feliz al haber podido comprobar que después de tantos años, el algodón empieza a salir de nuevo limpio. Gracias corb mari por haberme alegrado esa tarde. El mar aún tiene un futuro y tú lo sabes, esperemos que los hombres también lo sepan y sean capaces de respetarlo.

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