Hola a todos. Así como el fin de semana pasado Tsunami se puso malito y tuvo su octavo ingreso en clínica por cuestión de bronquios, este fin de semana ha sido todo lo contrario, el descoque elevado al infinito.
Este sábado por la mañana no fuimos al mercado como siempre. Le pedimos al abuelo que nos comprara tres cositas que luego recogimos en su casa. Este sábado por la mañana era el cumpleaños de M. un amiguito del cole de Tsunami. R., la mamá de M., llevaba unas cuantas semanas montando el cumpleaños, y no me extraña, cualquiera no necesita unas cuantas semanas para montar esa pedazo fiesta que nos montó.
El cumple se hizo en uno de los parques que hay en el bosque de Bellver, concretamente en el parque de la tirolina, del que os he hablado en alguna otra ocasión. El día por suerte acompañaba un montón y nos había citado allí a las once. Pidió a ser posible que los nenes fueran puntuales. También nos comunicó que nos quedábamos a comer todos, peques y padres. Así que esa mañana nos levantamos algo más relajados que de costumbre al no tener que ir disparados de compras. Desayunamos, hicimos un poco el vago, que no está de mas poder hacer alguna vez un poco el vago y nos fuimos rumbo al castillo de Bellver. Allí arriba en el parking habíamos quedado unos cuantos papás para bajar en manada hacia el parque de la tirolina, ya que no todos lo conocían o sabían el camino. Al llegar, evidentemente, los peques bajaron todos por el tobogán. En este parque, además de la tirolina, hay un gran tobogán cubierto. El parque tiene un buen desnivel y este se aprovechó en su momento para poner allí un mega tobogán por el que se tiraron ininterrumpidamente un mogollón de niños (se esperaban, hacían una cola y se lanzaban todos montando unos atascos a la salida) y algunas mamás más atrevidas.
Al llegar abajo las madres nos quedamos boquiabiertas al ver todo el curro que se había pegado R. Mientras, los niños se quedaron boquiabiertos al ver lo diver que era la tirolina y los pocos niños que en ese momento la usaban. Así que ya podéis imaginar como se dividieron las fuerzas de asalto. Niños hacia la derecha y a lanzarse. Madres enfrente a ver si podían ayudar, aunque bien poco quedaba por hacer. Padres en medio empezando a charlar y vigilar a los peques.
La familia de M. es una de esas familias poco convencionales, me recuerda mucho a la mía. Sus papis están separados, pero se llevan bien y cada uno de ellos se ha juntado con otra pareja. Así que han formado una gran familia que se ayudan. No son de esas separaciones que se han declarado la guerra. Son de las que por desgracia hay pocas pero que sería estupendo que fuéramos más. Así que R. empezó a contarnos que tal plato lo había hecho su suegra, que ese lo había hecho la pareja de su ex, que ese lo había hecho tal y ese cual. Nos dijo que ella también había cocinado algo, pero poco, más bien había coordinado. También nos contó que se habían necesitado cuatro coches y una furgoneta para llevar todo eso. ¡Y no me extraña!
Tengo que decir que los peques se lo pasaron pipa, los padres disfrutamos de estar charlando unos con otros y sobre todo, que nadie se quedó con hambre, jajaja. Pero una de las cosas que más me sorprendió fue la tarta de cumpleaños. Cuando la sacaron ya me quedé algo alucinada con la forma, era algo así como la forma de una pelota pero menos redonda. Estaba cubierta con un garnaché blanco, al principio creía que era chocolate blanco y con virutas de colorines encima. Se cantaron un montón de canciones de cumpleaños, como siempre. Se soplaron un montón de veces las velas, como siempre. Se hicieron un montón de fotos del momento, como siempre. Y los niños decidieron que ya era hora de cortar la tarta después de la quinta o sexta repetición de soplar velas, como siempre. Así que cuando R. cortó la tarta había un montón de pequeñas cabecitas alrededor que esperaban su cachito. Los papis nos habíamos puesto en segunda línea para dejar algo de espacio, cuando de repente oímos un grito de admiración, seguido de un silencio y una manada de manitas rumbo a la tarta cogiendo cositas y gritando: ¡mira, está rellana de chuches!
En efecto, la tarta por dentro estaba hueca y estaba rellena de chuques, bombones y chocolatinas. Toda una fiesta de dulces y azúcar. Me quedé tan sorprendida que le pedí a mi pareja que le hiciera una foto, porque pensé que una idea así, bien se merecía un post y un comentario para compartir este tipo de ideas con las mamis de la blogoesfera. Le pedí a R. la recete de la tarta… bueno… de la tarta y de unas palmeritas que a Tsunami le encantaron. Por lo visto yo no fui la única que le acabó pidiendo recetas, porque esa misma noches, después de haber llegado a su casa y haber recolocado todo y lavado cosas, mientras M jugaba con los juguetitos que le habíamos comprado entre todos los compañeros, R. nos pasó los enlaces de las recetas que le habíamos pedido. Así que hoy voy a compartir con vosotras una receta de tarta que yo no he hecho pero que me encantó tanto como a los pequeñajos que había el sábado en el cumple. Supongo que si alguna tiene algún tipo de tarta que se le dé bien hacer se pude hacer con otra receta. También creo que si en lugar del buttercream que pone la receta (que estaba de miedo, hmmm…) se puede unir y cubrir con otro tipo de garnache, como el de chocolate blanco que yo creía que era, o de chocolate o nutella por ejemplo, mientras sea pringosito y pegue. Para rellenarlo pues lo que siempre digo, la imaginación al poder, desde dulces a pequeños juguetitos de regalo o hasta un anillo de pedida para vuestra prometida jiji .
Así que os dejo con la foto de la tarta que le hizo R. con todo su amor para su pequeño M. y con el enlace que nos facilitó a todas las mamás esa misma noche. Espero que os guste la idea y podáis dar una sorpresa en el próximo cumple de vuestros retoños. Hasta pronto y a rechupetearse los dedos, que para algo somos las cocineras.