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Los enfados de Terremoto vistos por él mismo. El story board de un conflicto.

10 Ene

Modestia aparte, considero que el post de hoy puede ser interesante, al menos nos dará mucho que pensar a los padres.

Algunas veces os he dicho que mi hijo mayor fue un poco torpe a la hora de empezar a dibujar, pero que cuando le pilló el tranquillo nos ha dejado a todos sorprendidos por su imaginación, creatividad y proliferación de dibujos. La mayoría de ellos son a lápiz y sin colorear, un día os enseñaré más dibujos, pero hoy quiero compartir con vosotros algo que considero mucho mejor.

Es cierto que cuando en nuestras casas se genera un conflicto por algún motivo, no siempre se puede sortear buenamente. En algunas ocasiones la dificultad de su comprensión, una presión atmosférica demasiado alta, un cambio lunar o simplemente el tener un mal día hace que muchas veces el diálogo no pueda desarrollarse como debiera y acaba estallando la crisis. Nosotros como parte implicada tenemos conciencia de lo que ha pasado y lo vemos así como nosotros creemos que es. Es cierto como se decía en «El Principito» que los adultos no siempre recuerdan cuando fueron niños y en ocasiones nos puede sorprender descubrir luego lo que han vivido los niños y como lo han visto ellos.

Hoy no os voy hacer leer mucho, simplemente os explicaré estos dibujos y espero que seáis vosotros mismos quienes saquéis las conclusiones. Se que estos dibujos son la visión particular de mi hijo, pero pese a los problemas que él tiene, creo que no debe ser una visión demasiado distante de la que puedan tener muchos de nuestros hijos.

El primer dibujo es de hace unos dos años y medio, quizás tres. Si no recuerdo mal en esa ocasión Terremoto hizo algo que no estaba bien y yo le reñí para que no volviera a hacerlo. Creo que el problema vino por que no quería comer algo y quería tirar la comida a la basura y yo se lo impedí, luego la cosa se nos fue yendo de las manos a lo bestia, él no quería aceptar que estaba haciendo algo mal y decidió que quería fugarse de casa, así que al final ese día, el enfrentamiento y  la regañina fueron sonados. Finalmente, conseguimos que Terremoto se fuese a su cuarto. Ese día y el siguiente fueron muy tensos, porque después de una crisis de ese calibre te deja muy tocada y no estás precisamente ni alegre ni para muchas juergas. Por la tarde, Terremoto me trajo este dibujo. En él hay dos escenas, la del pobre Terremoto que estaba esperando que a mí se me pasara el enfado y recibiera el perdón y aprobación de su madre (o sea yo) y el siguiente en el que yo le denegaba ese perdón y seguía insistiéndole en que había hecho algo mal. Lejos de tomármelo a mal, me impresionó como me veía él y pensé que tal vez me había pasado con la regañina. Así que me pegué el dibujo en la parte interior de la puerta del armario de mi habitación para recordarme como me veía mi hijo cuando yo seguía enfadada con él y no estaba para nada.

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El siguiente grupo de dibujos tiene apenas un mes, fue de principios de diciembre. En ellos se representa la siguiente escena:

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Terremoto estaba esos días en casa de su padre, y mi ex es de los que ronca cuando duerme, puedo asegurarlo y mucho. Así que el pobre Terremoto se pasaba las noches en vela sin poder dormir mientras su padre lo hacía a pierna suelta.

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Una mañana después de haberse despertado, Terremoto le dijo a su padre que esa mañana no había piscina en el cole y no tenían que coger la mochila de natación. Parece ser que la profesora se había olvidado de comentar eso en la agenda, así que su padre le insistió en que tenía que cogerla y por lo visto uno se puso cabezota y el otro más y tuvimos el conflicto montado.

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Después de la regañina de su padre y de insistir con lo de la mochila, Terremoto estalló y la tuvieron montada de verdad. Acabó diciéndole que quería marcharse de casa y que no quería tener ni padre ni madre, todo un escándalo.

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El resultado es que el padre lo metió sin contemplaciones en el coche y se lo llevó al cole.

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Cuando llegaron al cole su padre en actitud nada condescendiente le empujó para que entrara y lo dejó allí mientras él se iba al trabajo.

Parece ser que Terremoto se enfadó mucho y estalló poco después de su llegada al centro. Terremoto llega antes de que empiecen las clases debido a nuestro horario de trabajo, pero por suerte ese día la profesora llegó antes y cuando vio como estaba lo recogió y se lo subió a la aula antes de que empezaran las clases. El chico llegó furioso al aula y la profesora que es un encanto y lo tiene pillado, le sacó unos folios y le pidió que le dibujara lo que había ocurrido para que luego se lo explicara. La sorpresa fue que Terremoto en su enfado y sin quererlo le montó un auténtico story board de la rabieta. Cuando acabó los dibujos ya estaba más calmado, habló con la profesora y el resto del día estuvo bien.

Ciertamente ese día no había piscina por un tratamiento que se le daba. La profesora anotó en la agenda lo ocurrido y explicó que la culpa había sido de ella, que había una nota en el tablón de abajo pero que debería haberlo anotado también en la agenda. Cuando a finales de diciembre tuvimos la habitual reunión trimestral con la maestra, esta nos enseñó estos dibujos. Nos dijo que le encantaban y nos pidió permiso para quedarse una copia. La neuropediatra cuando los ha visto nos ha pedido lo mismo y mi amiga médico también.

El papá se quedó perplejo cuando se vio dibujado, algo parecido a lo que me ocurrió a mí con el primer dibujo del post. Reconoció que se había puesto fuerte, pero yo lo entiendo. En ocasiones tienes que adoptar esa actitud con Terremoto porque si te pones a discutir e intentar razonar con él cuando está cerrado con algo es un trabajo inútil y entonces lo que te recomiendan y mejor va es atajar cuanto antes la discusión para que esta no se alargue y se convierta en un bucle. Es cierto que ese día el papá no gestionó del todo bien el asunto, ya que en lugar de insistir tanto en que no había piscina, hubiera sido mejor decirle que posiblemente no había, pero que como la profesora no le había puesto la nota, llevarían la mochila sólo por si acaso y si efectivamente no había la dejarían en el maletero y lo mejor hubiera sido que la hubiera bajado su padre en lugar de hacérsela coger a él. Pero bueno, no ocurrió así y tenemos que aceptar lo ocurrido, una lección para la próxima vez.

Espero que los dibujos de Terremoto os hayan gustado, que hayan reavivado ese espíritu de niño incomprendido que hace años tuvimos todos nosotros en alguna ocasión y que os ayude a comprender en ocasiones como nos pueden llegar a ver nuestros hijos cuando las situaciones se descontrolan, no sólo es nuestro punto de vista. Hay que actuar, pero también luego hay que saber guiar y acompañar.

Mucha paciencia papás y mamás. No nos queda nada, aún hay mucho que aprender por parte de todos. Nos lo recuerda, un niño.

Tsunami se engancha a los juegos del móvil

11 Oct

Sinceramente, no nos esperábamos esta reacción por parte del peque. En casa no somos mucho de los juegos de ordenador y de los videojuegos. Bueno, rectifico, mi pareja lo es algo pero son de esos juegos más largos que duran un par de día y que los peques no prestan demasiada atención. Cuando paso por allí muchas veces le pregunto que cuando conquistarán de una vez la Galia o cuando se cargará a todos los aliens porque con tantas noches dándole a las teclas a bien seguro que Julio Cesar habría llegado a China y Han Solo hubiera acabado el solito con todos los soldados del imperio sin que intervinieran en las pelis ningún jedi.

Terremoto de pequeño se pidió unas maquinitas de esas de juegos y algunos juegos de ordenador, pero pocos. Tenía el problema que al haber de leer las instrucciones, se pasaba todo el tiempo pidiéndote a ti que tenías que hacer y el único que tenía paciencia para esos menesteres era mi pareja.

Cuando estaba casada con mi ex, antes de tener a Terremoto, se jugaba en ocasiones con el ordenador, él mucho más que yo. Confieso que lo único que me ha llamado la atención es el tetris que en ocasiones abro para desestresarme un rato.  Mi ex y un amigo suyo jugaban con simuladores de vuelo. En casa tenían uno del año de la Maria Castaña… bueno, un poco más reciente. Debía ser de un poco antes de la época de Lily Marlene, porque estaba ambientado en derribar los aviones de la I Guerra Mundial. No estaba mal, porque a la que despegabas, en pocos segundos ya te encontrabas con los aviones enemigos y aleee, a liarse a ostias, bueno, a tiros y derribar avionetas. En un principio usaba las teclas del teclado, pero como eso era muy incómodo, mi ex se compró un joystick. Un día me dijeron de probarlo y descubrí dos cosas. La primera era que tenía mejor puntería que ellos con los avioncillos. La segunda que fue coger el aparatejo y empezar allí a ametrallar a troche y moche a todo quisqui que se cruzara ante mi mirilla que me emocioné como una enana de una forma poco habitual en mí. En un giro de vetetuasabercuantosgrados con el aparatejo los dejé a los dos blancos y boquiabiertos. No se muy bien si era por mi pericia de piloto de caza o porque el mango del aparato debió peligrar de forma extrema. Después de esos segundos de gloria decidí dos cosas. La primera que después de esa apabullante victoria, era el mejor momento de retirarme en la cumbre de mi carrera como  piloto de guerra. La segunda, que ese maldito jueguecito me había gustado demasiado y por el bien de la casa, de mi salud mental y del escaso tiempo libre que entonces disponía (que ilusa era, escaso, ¡ja!) lo mejor era apoyar la anterior decisión.

En casa del amigo de mi marido también jugaban con otro simulador, no se muy bien ni de que avión ni de que batallita en concreto, pero ese juego era un auténtico coñazo. Era más realista, con más botones y los gráficos más chulos y reales, las sensaciones eran más creíbles. Pero era tan creíbles que si despegabas de Dover y te ibas hacia Berlín, pues chico, como que casi hacías el trayecto de verdad, porque cuando había pasado toda la tarde y era la hora de irnos coincidía con la llegada del supermegarrealista avión a su destino y no les había dado ni tiempo de abrir la compuerta y tirar una desgraciada bombita ni una maldita botella vacía de Coca-Cola para fastidiar en algo al enemigo. Como os he dicho. Era un coñazo.

Así que cuando Tsunami era pequeño no le compramos ningún jueguecito de este tipo ni lo heredó de su hermano porque no había. Se miraba a veces el juego de papá en el ordenador mientras este jugaba y una vez descubrió unos juegos para ordenador de Winnie the Poo que tenía guardados de Terremoto y que le encantaron. También sucumbió a algunas actividades de Pipo que me traía de una biblioteca y luego devolvíamos, pero nada que creara especialmente una adicción.

El peque ha crecido un poco y este invierno su papi le introdujo en los juegos de mesa ya que nos coincidieron unos cuantos fines de semana con lluvias. Así que  las excursiones y paseos de los domingos se sustituyeron por tardes de tablero y merienda sentados en el suelo de casa jugando todos.

Como veis Tsunami no daba indicios de obsesiones ni nada, así que un buen día a principios de verano, su padre se bajó al Iphone un jueguecito en el que el agente Pi (Perry el ornitorrinco) se desplazaba en su cápsula por unas tuberías con agua y tenía que llegar a un lugar. Cada vez que llegaba a una intercepción, la capsula se paraba y la nueva cañería se tenía que llenar de agua para que Perry recorriera otro tramo. El agua se introduce borrando con el dedito la tierra que bloquea el deposito hasta la entrada del agua. En las primeras fases es fácil, luego tienes que ir aplicando la lógica y el ingenio conforme avanzamos de nivel. Hay momentos en los que se juega con poder congelar el agua y luego evaporarla con fuego para crear vapor, que se condense en una zona superior y luego se licue para llegar a la zona de entrada. De esta forma se trabaja motricidad fina, lógica y estados de la materia. Nos pareció un juego bastante inocente, le introducíamos ciencias y no hay ningún tipo de violencia. Así que teníamos en el teléfono ese juego al cual recurríamos en los momentos en que uno está en la cola del pediatra, o estás en algún sitio esperando y los peques no pueden moverse de su sitio y para que no se aburran y la monten les pones un ratito a Perry.

Todo iba normal, Tsunami desarrolló una destreza manual admirable y aplicaba la lógica y la deducción bastante bien. Pero un día nos pidió el juego para hacerlo en casa. Se lo dejamos y luego no quería parar. Al cabo de un tiempo prudencial de jugar con él su padre se lo quitó y el niño pilló un cabreo. La cosa fue tomando números cuando durante unos días seguidos no hacía más que pedir a Perry y al negarle el juego pillar más cabreos a cual más monumental. Una mañana cuando salí a merendar del trabajo les llamo y mi pareja me cuenta que acaban de llegar de Palma y estaban preparando el desayuno. Me quedé un poco descolocada, porque no recordaba que tuvieran que ir para nada a Palma y menos antes de desayunar. Lo primero que pregunté es si el peque estaba mal, no fuera que acabaran de llegar de urgencias. Entonces fue cuando me relató su odisea.

Normalmente por las mañanas, Tsunami se despierta y llama a su padre, le pregunta cosas, le pide el desayuno y se baja de su cama y va a la nuestra para insistir con lo del desayuno. Esa mañana mi pareja se despertó a golpe de un solemne grito de ¡¡¡¡¡¡¡¡¡PEEEERRRYYYYYYY!!!!!!! , ni buenos días, ni hola papá, ni que hay de desayunar, ya directamente sólo le importaba el juego. Su padre le dijo que esa no era forma de levantarse y que antes de dejarle el juego tenían que desayunar. Tsunami seguía encabezonado con el juego, porque otras cosas no tendrá, pero mi pequeño a cabezón le ganan pocos, bueno, a veces su hermano mayor, pero sólo a veces.

Mi pareja intentó convencerle de que primero se tenía que desayunar y Tsunami la emprendió con su padre a golpes y patadas exigiendo su juego, cosa que nunca había hecho. Así que papá se cabreó y le amenazó con que si se portaba como un bebé se lo llevaría al cole de los bebés, y así lo hizo.

Lo vistió, esperó a que se calmara un poco y lo subió al coche. Bajaron hacia Palma y por el camino ni hablaron. Me contó que miraba por el retrovisor al nene y este empezó a poner cara de ¡uyyy me he pasado! cuando estaban a medio camino. Llegaron delante de la puerta de la escoleta donde había estado Tsunami antes de ir al cole de mayores. Justo al lado de la puerta hay un vado, así que aparcaron un momento delante del vado. Cierra el motor, se gira y le pregunta a Tsunami si tienen que entrar dentro.

Allí estaba nuestro pequeño maremoto intentando calmar sus aguas y preguntándose si verdaderamente no se había pasado un para de pueblos. El niño miró a papá, miró la puerta de la escoleta, las ventanas con pegatinas de dibujitos marinos y el letrero encima de la puerta y le pidió disculpas a su papí. Le dijo que se había pasado y que no tendría que haberse portado como un bebé pero que por favor no le llevara de nuevo con los bebés, que no volvería ha hacerlo. Así que papá aceptó las disculpas, puso el coche en marcha y volvieron para casa. Me contó que el plan B era sacarlo del coche y hacerle la misma pregunta ante el timbre. Si no accedía pues tocarían a la puerta. Sé bien cierto que las chicas de la escoleta le hubieran dejado entrar durante unos minutos mientras su padre se marcaba el farol para desrabietar y desenganchar al peque.

Ese día y los siguientes Tsunami no volvió a pedir para nada el juego. Luego lo pidió alguna vez pero siempre jugaba con papá al lado y con un tiempo determinado. Hace poco volvió a insistir mucho de nuevo con el juego y su padre lo ha borrado, así que ahora no tenemos juego de Perry, ni tenemos recurso rápido al que acudir cuando surge una circunstancia de esas en las que te has olvidado de un juguete o un libro y el peque tiene que estar allí quieto por diversos motivos.

A partir de ahora vamos con más cuidado con todo lo que son juegos de ordenador y los de Winnie the Poo se los ponemos de vez en cuanto y acordando antes el tiempo que debe cumplirse, hasta la cena o hasta que venga tu hermano. Muchos de estos juegos están muy bien ahora y para estas edades, pero cuantos más años tienen los chavales, más tienden a ir perdiendo el aporte didáctico actual y se llenan de contenidos violentos o dejémoslo en poco educativos.

Un poco antes de este verano, la sociedad mallorquina se vio sorprendida por una noticia de la prensa que duró mucho tiempo y aún coletea. Me refiero al caso conocido en prensa como el parricida de Alaró. Dos chicos, uno de aquí y un compañero suyo de Zaragoza que había venido a pasar una temporada en casa del primero, mataron al padre del mallorquín. La víctima era un rico empresario dedicado al campo de las máquinas recreativas y los billares. Tenía al hijo trabajando para él y le había comprado un deportivo hacia poco. El hijo hacía unos años que se había enganchado de forma obsesiva con los videojuegos y a través de los juegos en red era como había conocido al otro chico zaragozano. El chico desde entonces había cambiado su carácter, se había metido en la vida de su padre y había conseguido que este se separara de su actual pareja, que junto a la hija de esta, vivían los cuatro juntos. Luego había conseguido que su padre testara a su favor y desheredara a su madre y sus otros dos hermanos que no mantenían desde hacia tiempo muy buenas relaciones con el padre. Parece ser que planearon el asesinato basándose en cositas que salían por sus juegos. Construyeron una especie de bate o palo con pinchos con el cual le golpearon en la cabeza hasta matarlo. El día anterior habían intentado matarlo y para ello le habían metido somníferos en la comida, como hacían con los perros cuando tenían que medicarlos. Pero al darle un primer golpe el padre había despierto, ellos se habían acojonado y le hicieron creer que se había golpeado al caerse de la cama. La noche siguiente no fallaron, lo mataron, limpiaron la casa, metieron en el coche y lo abandonaron en un camino. Pese a todo dejaron muchos cabos sueltos y la policía los arrestó a la salida del funeral.

Con esto no estoy diciendo que todos los chicos que juegan con videojuegos son unos asesinos en potencia, ni que Tsunami acabe dándonos con su espada de goma espuma porque no le dejamos jugar. Tampoco quiero reabrir la en ocasiones eterna polémica sobre la idoneidad de videojuegos para los niños. Digo eterna no porque dure muchos años, sino porque creo que es un debate de esos en los que ni todo es blanco ni todo es negro, sino que cada caso es único.

En este caso gran parte de la responsabilidad es de los padres. Es cierto que es muy cómodo que nos dejan tranquilos con los juegos, es como con la tele. Pero, si les controlamos, al menos durante los primeros años, que ven en la tele, o que libros leen y cuanto tiempo les dedican, porque no hacemos lo mismo con este tipo de juegos.

Las cosas en su justa medida y si se les enseña a emplear y gestionar pueden ser buenas, educativas, entretenidas e incluso aconsejables para trabajar ciertas habilidades con las que puedan tener dificultades. El problema en este caso y en el de muchas otras cosas es evitar que estos entretenimientos y estas actitudes se conviertan en una adicción, que les supere, que le manipule y que lleguen a despertarte por la mañana a voz en grito exigiéndote un juego y prefiriendo este antes incluso de tomar su habitual desayuno.

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Papis, no os enfadéis, sólo estoy desarrollando habilidades

30 Sep

Hoy hacía un día muy chungo, de eso que lluevo, no lluevo, que parece que ahora no, pero al cabo de cinco minutos parece que sí… cuando tenemos un día así, lo mejor es no arriesgarse con una salida larga, y puesto que este fin de semana mi Terremoto estaba con su papá y sólo teníamos al Tsunami, le hemos preguntado que quería hacer. El peque nos ha dicho que le apetecía jugar al pilla-pilla, así que hemos ido a un parquecito relativamente cercano y que es muy tranquilo y tiene espacio para correr y jugar al pilla-pilla.

Hemos tenido un buen ratito de parque, normalito como todos los que tienen cualquier pareja que va con su peque al parque. Luego hemos decidido ir a comer algo a un sitio que hay justo al lado y que no está muy caro y lo que te dan está bastante bien. Este sitio tiene una terracita detrás, muy acogedora pero abarrotada de fumadores, y una zona interior, no tan chula, en la que nos habíamos refugiado todos los que teníamos niños, concretamente de diez mesas seis estaban ocupadas por parejas con uno o varios peques, el más mayorcito debía tener unos cinco años por allí. En la mesa de al lado tenía una pareja jovencita, iban muy modernos ellos con sus piercings en la oreja, sus tatuajes y demás, pero me he fijado en ellos porque, pese a lo jóvenes y lo modernos que iban, tenían unos rostros que me recordaban a las fotos antiguas, esas albúminas que en formato carta de visita, que nuestros abuelos o bisabuelos se hacían a finales del diecinueve. Tenían una bebita de pocos meses, muy simpática. Cuando  sonreía con  su diminuta boquita de piñón se veían cuatro dientecitos victoriosos. Tenía pómulos marcados y mofletudos, piel blanquísima y naricita pequeñita y respingona.

Era la única bebita de toda la sala que no estaba sentada en trona, desconozco si por voluntad de los papis o es que habíamos acabado con todas las existencias de tronas del local. Así que la peque ha estado todo el tiempo sentadita a ratos sobre papá y a ratos sobre mamá. Aparte de durante un buen rato que se ha dedicado a dar chillidos la menuda se ha portado de fábula, toda una señorita. Luego me he dado cuenta de que papi y mami se pasaban mucho tiempo agachándose cogiendo un tapón con el que jugaba la bebita. Ella lo cogía, miraba, en ocasiones chupeteaba y luego lo tiraba al suelo, miraba, reía y lo pedía.

Que levante la mano el papá o la mamá que no ha pasado por eso, jaja. Pero en un momento que papá se había levantado por tropecienta vez ha ido a la peque y la ha reñido. No lo ha hecho severamente, pero durante unos minutitos la menuda se ha quedado un poco seria, desconcertada, como si no supiera a que venía ese enfado de papá ahora. Luego se le ha pasado y ha vuelto con sus ejercicios taponiles.

Los niños a esa edad aprenden a tener consciencia de su cuerpo, lo descubren, no sólo descubren sus manos, sino que también descubren que pueden coger cosas, las exploran con la boca, que además de ir sacando dientes con los que les gusta morder, es un órgano muy sensorial para ellos. También están desarrollando la vista, aprenden a fijarse en los objetos y seguirlos. Combina estas habilidades con una bebita cerca de un tapón y tendremos una exploración chupetil, una manipulación del tapón y finalmente la gran proeza de soltarlo y ver como cae. Evidentemente, eso tiene que repetirse, es casi tan diver como lo será más adelante tirarse de un tobogán, yujuuuu.  El problema es que esta diversión acaba jorobando y nunca mejor dicho, porque acabas con la espalda hecha un churro de tanto coger y coger y coger tapones.

Lo de los chillidos también tiene una fácil explicación, la peque también descubre su voz y eso les encanta. Comprobar que ese sonido lo hacen ellos y tiene varios tonos, es como una diva de la ópera ensayando escalas y arpegios.

Hace unos días Cintia de tres trilli tigres comentaba que sus peques habían entrado en la etapa de las rabietas y que no sabía a que se debían. Es cierto que hay algunos peques que pueden tener una rabieta por motivos que a primera vista desconocemos. Cintia decía que cuando su peque le pedía la galleta y se la daba tenía pataleta y si se la quitaba teníamos otra y no entendía a que venia eso. Yo le comenté que cuando los peques tienen esa edad,  empiezan a desarrollar su personalidad y su autoestima, quieren empezar a experimentar y no que mamá les de las cosas hechas, pero por otro lado su lenguaje no está muchas veces perfeccionado del todo y no saben expresarse o no les acabamos de entender, bien porque desean algo y con los nervios no controlan, bien porque aún les falta madurar un poco, bien porque nosotros estamos con otra cosa y no les prestamos la atención necesaria y no lo entendemos.  Le comentaba como eso les puede crear pequeñas frustraciones que van reteniendo y que luego un día salen por cualquier tontería que no tiene nada que ver con lo anterior y los papis flipamos en colorines.

También le comenté que lo de las galletas era muy habitual, ellos nos la piden porque no llegan, pero lo que ellos quieren es cogerla ellos, no que se las demos. Por eso en ocasiones cuando se la das tenemos una pataleta montada y tú piensas, bueno, no la querrá y la escondes. Ellos piensan: ¡Jo!, mamá no sólo no me la deja coger sino que además luego me la quita. Así que segunda pataleta y esta vez más gorda. Consecuencia, mamá que no entiende nada y no sabe que hacer si dársela o no.

La solución cuando estamos en esta etapa de exploración-autoafirmación podría ser coger el bote o la bolsa, abrirlo a su altura y que ellos cojan la galleta, o bien tener siempre las galletas en un mueble a su altura y que ellos se sirvan. En este caso os recomiendo poner unas dosis pequeñas que no es cuestión de tener un cólico de galletas, o también lo que hace Cintia, que es lo que yo suelo hacer, dejarla en el borde de la mesa y cuando te pidan por ella, les dices que está allí para que la cojan, o discretamente el peque pasa por allí como si nada y la galleta desaparece tras su paso.

Como veis, hay muchos casos en la evolución de nuestros niños en que las reacciones que tienen los niños y que a nosotros nos pueden parecer extrañas, en el fondo están bastante justificadas. No estoy diciendo que no pueda haber niños “cabroncetes” pero la mayoría de esas acciones que a los padres nos disgusta, desquicia o supera son debidas a su evolución.

Sé que no siempre podremos saber cada cosa porque la hacen, pero el estar bien informados, pedir a otros papis muy experimentados, al pediatra si os ha tocado uno majo y enrollado que os pueda dar una orientación, o ir leyendo las evoluciones de los peques en cada momento y saber porque lo hace, nos puede ayudar a que al menos nos lo tomemos con otra filosofía. No es que el infante quiera jodernos, es que están creciendo.

Mi consejo es que si en ocasiones veis algo que no os cuadra, entonces investigad, pedid y planteadlo a los servicios médicos si fuera necesario, porque también sólo así podemos detectar si nuestros nenes pueden tener algún problema e intervenir a tiempo. Y lo que siempre he dicho, prefiero ser una madre preocupada y pesada que no pasota y luego lamentarlo. Así que desde aquí reivindico el derecho a ser padres preocupados por la evolución de nuestros peques. Que conste que digo preocupados, no hipocondriacos.

Besos a todas las mamis y papis y mucha paciencia, mucha paciencia.

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