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Yo no pude ser una de ellas, cuando tú cuerpo no produce leche.

22 Oct

Lo confieso y lo digo muy a mí pesar, lo intenté, las dos veces, pero yo no pude ser una de ellas.

No se si la herencia familiar se llevará dentro, lo cierto es que mi madre era muy presumida y cuando nací yo ella tenía muy claro que no pensaba darme pecho porque le podría quedar feo o caído. Así que cuando yo nací lo primero que hicieron fue ponerle la inyección para que ya no tuviera subida de leche y a mí me criaron con biberones. Mi madre me contaba que cuando ella era pequeña era habitual amamantar hasta los cinco años y que las madres salían a la calle donde jugaban los niños, los llamaban y les daban del pecho allí al lado de la puerta sentados en una silla. Pero yo el único contacto que tuve en mi vida de niña con lo que era la lactancia fue cuando nació mi prima y yo tenía cinco años y medio. Mi tía sí que crio a todos  sus hijos de pecho. Recuerdo haberla visto como la ponía pegada al pecho. Yo estaba un poco asustada porque mi tía tenía mucho pecho ya sin tener leche y cuando amamantó aquello era mayor aun así que yo creía que podría ahogar a mi prima, por lo que estaba muy atenta a que no le ocurriera nada a la niña. No fuera que tuviera que bajar corriendo a buscar ayuda. Eso son tonterías de la infancia, pero cuando ese ha sido un mundo digamos que tabú en tú entorno y educación pues una niña a sus entonces cinco años temía por la vida de su nueva primita.

Pasan los años y recuerdo una vez cuando yo ya había tenido mis primeras menstruaciones, que una noche cuando fui a ponerme el pijama y me desvestí, vi con terror como unas gotitas de algo parecido a agua blanquecina sucia salían de mis pechos. Eran sólo unas gotas pero yo llamé asustada a mi madre y me dijo que eso era normal y que a veces podía pasar. Recuerdo que me dijo que seguramente yo no tendría ningún problema en amamantar un niño, si decidía hacerlo. Así que digamos mis siguientes recuerdos sobre la lactancia era que posiblemente yo sería una buena vaca lechera, si decidía serlo.

Tuve que esperar a los veinticuatro años, para que la primera amiga del grupo del cole tuviera un niño. No es que la viera muy a menudo dar el pecho, de hecho creo que sólo la vi hacerlo una vez y me quedé alucinada porque eso no se parecía en nada al recuerdo de mi infancia, cuando parecía que para amamantarte te tenían que ahogar. Es más, me pareció hermoso, recuerdo que ella le miraba y el pequeño no dejaba de fijar sus ojos en los de su mamá. Ese recuerdo me gustó.

El cuarto contacto fue algo más directo. Fue cuando nació Terremoto. Mi idea era darle lactancia materna, por muchos motivos, no os voy a contar nada nuevo. Durante el embarazo tenía gotitas de leche así que yo seguía con la idea de que no habría ningún problema. Pero ilusa de mí, el problema vino y pronto. Terremoto al final vino por cesárea, y no se si esto tiene que ver o qué, la comadrona me dijo que muchas veces ocurría que tras un parto de cesárea a la leche le cuesta mucho subir. Terremoto nació a las 22’10 y no se porque no me lo llevaron a la habitación hasta la 1’30, intenté darle algo de comer y me dijeron que le habían dado un biberón. Esa noche me sugirieron de tenerlo en enfermería porque mi parto había sido muy largo y estaba agotada y al final había sido la cesárea. Me prometieron que si el peque quería mamar me despertarían y lo traerían. Al día siguiente me encontré con que le habían vuelto a dar un bibi, así que cuando conseguí darle pecho ya habían pasado más de 12 horas desde que había nacido.

Terremoto nació en un momento muy delicado. Su padre y yo llevábamos años de interinos en la administración, y cuando decidimos buscar el peque pedimos si por una casualidad ese año pensaban convocar de una vez oposiciones. Tanto personal como los sindicatos nos dijeron que no había ninguna intención de hacerlo tampoco ese año, así que fuimos tranquilamente a por el nene. Cuando estaba de un mes nos dieron la noticia que habían cambiado de opinión y la fecha prevista para la oposición era la fecha prevista de parto. Ya os podéis imaginar como fue mi embarazo: salir de trabajar para tomar algo, ir a las clases de parto y de allí a las de oposiciones, uffff. Por suerte la fecha de oposiciones se retrasó de enero a abril, concretamente el 22 de abril. La suerte fue relativa, ya que una semana antes del parto de Terremoto me modifican el Estatuto de Baleares y el día después de su nacimiento aprueban un cambio sustancioso en la ley del procedimiento administrativo, que es la que implica más temas en el examen y esa modificación entraba en vigor cuatro días antes del examen. Así que todos los temas que tenía preparados y estudiados estuvieron caducados de la noche a la mañana. Tuve que redactar de nuevo casi la mitad del temario. Así que ya me tenéis por la mañana sentada en el ordenador, mirando libros y leyes con el peque a mi lado sentado en la hamaquita y el carrusel de ositos musicales enganchado a una silla enfrente del peque. El carrusel duraba unos dos minutos y poco más, el niño embobado mirando los ositos y yo me quitaba la zapatilla y con el pie mecía la hamaquita. Al cabo de dos minutos volver a dar cuerda poner el pie en la hamaca y seguir redactando.

Como podéis imaginar mis nervios no estaban precisamente en su mejor momento y no se si fue por eso que mi leche le costaba salir. Cuando lo hizo era muy clarita y blanquecina como agua sucia. Parecía que el peque no estaba saciado y de hecho en quince días se adelgazó algo así como un kilo, se quedó chupadito y se le marcaban los huesos de los pómulos, parecía el cuadro de El Grito. Yo me sacaba la leche con un sacaleches para comprobar que realmente salía y se la tomaba y ver cuanto, pero el peque se adelgazaba cada día más. Lo llevé al pediatra y me dijo que mi leche no era buena, era algo así como si fuera desnatada y no le iba bien. Nos dijo que nos olvidáramos de dar el pecho y que fuéramos a la farmacia a por un biberón y leche de bote. Nos dijo que no era necesario esterilizar los biberones, porque como no esterilizamos tampoco las manos del niño cuando se las pone en la boca lo de esterilizar biberones no es necesario mientras que lo laváramos bien y secáramos aparte. El pobre Terremoto fue ponerle el bibí en la boca y se lo tomó con una voracidad impresionante. No quería soltarlo y cuando se lo quitamos con la lengua se relamió unas gotitas que caían por la comisura de los labios, luego se acomodó en brazos de papá, que fue quien le dio el primer bibi, y se echó una siesta de dos horas.

Lo fastidioso fue cortarme luego la leche cuando me estaba subiendo. La comadrona me recomendó de untarme el pecho con manteca y envolverlo fuerte con vendas. Lo cierto es que me fue muy bien y me cortó la leche. Y así acabó mi primera experiencia con la lactancia.

Cuando esperaba a Tsunami tenía muy claro que eso no se iba a repetir, esta vez ya tenía un puesto fijo y no tenía oposiciones ni nada a la vista. Tsunami también nació por cesárea, me lo llevaron más rápido a la habitación y no le habían dado bibi. Lo primero que hice fue darle pecho. Mientras estuve ingresada no hubo problema, más o menos iba tomando, el problema vino al llegar a casa. Era junio y hacía un calor monumental poco habitual y encima teníamos toda la calle levantada por obras, con la maquinaria que cortaba y los compresores y motores justo debajo de nuestras ventanas del dormitorio y la sala. No podíamos tener las ventanas abiertas porque sólo entraba polvo, ruido y gases. Tsunami estaba todo el tiempo llorando y pidiendo pecho, pero no le saciaba. Un viernes por la tarde se nos desmayó del calor, de golpe quedó como muerto. Lo pusimos debajo del grifo y al cabo de un momento reaccionó. Esa misma noche nos dio otro susto y yo llevaba no sé cuantas horas que el niño sólo quería pecho y ya no me salía nada de leche. Desesperada le dije a mi chico que fuera a la farmacia que teníamos al lado abierta las 24 horas y comprara alguna leche. Con el preparado de farmacia conseguimos pasar la noche porque a mí no me salía ni una gota. Al día siguiente casi se vuelve a desmayar. Entonces mi chico en media hora embaló toda la ropa y todo lo del peque y nos fuimos a la casa que tiene mi padre fuera de Palma. Allí Tsunami empezó a reaccionar y encontrarse mejor. Estoy segura que si no nos vamos ahora no os estaría hablando de él. Pero inexplicablemente la leche se me casi fue. Me volví a sacar con el sacaleches para ver que tenía y a duras penas me sacaba 20 ml en una hora entre los dos pechos. Fui al pediatra, que era otro, y me dijo que hiciera lactancia combinada, primero le diera de los dos pechos y luego un bibi. Eso era bastante jodido porque tenía todos los inconvenientes de las dos y las tomas duraban mucho. Yo seguía sin tener casi nada de leche y cada vez costaba más sacarla, así que hacía los biberones que podía y al menos me aseguraba que tomara de mi leche, pero luego algunas veces lo vomitaba y con lo que me había costado conseguir ese poco me desesperaba. Al mes y medio de estar haciendo esto el pediatra me dijo que me olvidara de dar pecho, que si tenía que coger inmunidad ya lo había hecho y que me centrara sólo en el biberón. Esta vez no fue complicado parar la leche porque se había ido prácticamente ella sola.

Sé que la lactancia es lo mejor y cuando veo que todo el mundo hace tanta publicidad sobre el dar el pecho y lo reivindica de tal forma, me parece fenomenal pero no puedo evitar sentirme mal porque yo no elegí la opción de mi madre, a mi me hubiera gustado que me funcionase y haberles podido dar más tiempo. También sé que no he sido peor madre por ello y mis nenes son unos soletes como el que más. Pero mi interior sigue entristeciéndose y pensando en que yo no pude ser una de ellas.

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