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El bañador de Terremoto y las lágrimas de mamá

9 Mar

Es muy duro ser padre de un niño con minusvalía. Eso nadie me lo puede negar. Personalmente, creo que es posible que sea un poco más difícil ser padre de un niño que tenga una minusvalía y que esta no sea apreciable a simple vista. Si además, el niño es consciente de que algo pasa pero no sabe que pasa y sufre por ello eso afecta aún más a los padres. La vida del niño no es tan fácil como la de otros niños que viven en su propio mundo sin importarles estas reacciones de los terceros, como te miran o lo que comentan de ti cuando creen que tú no les oyes. En nuestro mundo hay lugares habilitados para personas en sillas de ruedas. También hay algunos lugares, aunque menos, habilitados para invidentes. El ser un minusválido físico es (con permiso) una gran putada, porque la sociedad no se diseña pensando en que parte de sus habitantes son diferentes a los otros. Pese a ello es cierto que poco a poco las leyes de barreras arquitectónicas o las ofertas de viajes para invidentes son algo digamos menos anecdótico pero no generalizado. Aunque aún queda mucho camino que andar.

La sociedad se diseña pesando en las personas normales. Cuando alguien es distinto y esa distinción puede ser percibida visualmente, la sociedad “intenta” adaptarse a ellos. Una persona con Down tiene unas características físicas que hace que a simple vista puedas reconocerlos. La sociedad ya sabe que es un down, es consciente de sus limitaciones y no suele ir por el mundo poniéndoles obstáculos, haciéndoles putadas o burlándose de ellos, si lo haces realmente es que tienen pocas luces o al menos no debería hacerlo. Estas personas tampoco lo tienen fácil, pero son más toleradas e incluso aceptadas que antiguamente. Aunque aún queda mucho camino que andar.

Terremoto es un niño aparentemente normal. No tiene ninguna característica física que le denote nada en su contra. Terremoto es un niño que no tiene ningún impedimento físico para andar, moverse, vestirse, hacer deporte o viajar. Terremoto es un niño… o tendría que decir ya un adolescente, que sufre de problemas de espectro autista. No es un autista profundo, sabe hablar perfectamente y tiene ideas propias, habilidades e inquietudes, pero su cerebro funciona de una forma un poco particular. Cuando vamos a un sitio, se acerca a alguien o nos paramos a comprar algo, la gente no ve más que un hermoso adolescente, alto, robusto, un poco regordete, pelo liso y oscuro, profundos ojos castaños y con una pequeña trenza en la nuca de la que se siente muy orgulloso. La gente, no ve los problemas que su cerebro tiene para sentirse cómodo con su entorno, para expresarse, para comunicar sus inquietudes ni para desenvolverse en la sociedad. Aún le queda mucho camino que andar. Aún nos queda mucho camino que andar.

Es pues habitual que muchas veces ante una intervención de Terremoto o ante una reacción inesperada, tenga que ir luego (o antes) y advertir a esa persona que Terremoto es un adolescente con problemas de espectro autista. Por ejemplo, hasta hace muy poco el oculista no le podría pasar la página con las “E” abiertas hacia arriba, abajo, izquierda, derecha o el de las letras, sencillamente porque no tenía muy claro estos conceptos ni identificaba del todo bien las letras. Tenía que pasarle el test de dibujitos que pasan a los niños pequeños. Por ejemplo, si entraba en una librería y pedía libros sobre el oeste, los egipcios, los mayas, Juana de Arco o Napoleón, tenías que pedir al empleado un libro sobre el tema que él quería pero presentado y explicado de una forma menos densa y a ser posible escrito con letra mayúscula. Una verdadera misión casi, casi imposible. Porque si no conseguías advertir al empleado ese le sacaba unos libros de ese tema pero pensados en alguien de su edad, densos y sin problemas de comprensión alguno. Si ibas de viaje y el niño colapsara por el cambio de rutina y te montaba un numerito en el taxi o en la recepción del hotel, tenías que justificarte para evitar que el personal creyera que estabas secuestrando a ese niño y acabaran llamando al 091 para denunciarte. En fin, que la vida de los padres no es tampoco ningún jardín de rosas ni un paseo por un parque. Nos sentimos a menudo incomprendido, solos, teniendo que disculparnos o teniendo que dar a menudo algunas explicaciones para evitar males mayores e intentando al mismo tiempo que estas circunstancias afecten lo menos posible a nuestros hijos. Aún me queda mucho camino que andar… Realmente. Aún nos queda mucho camino que andar.

Hola a todos. Hace una temporada que hablo poco de Terremoto. Aparte de que hemos estado muy liados, como os voy contando, también se ha debido a que esta adolescencia nos ha pillado algunas veces un poco descolocados. Tengo la impresión de que actualmente no estoy para contar nada de mi hijo mayor porque pienso que estamos en un momento de transición y quiero esperar a ver como acaba esta transición y tener una visión mejor de todo para saber explicarlo. De momento os diré que Terremoto ya ha cumplido los dieciséis años, que le hemos comprado un móvil porque quiere empezar a ir sólo por la calle y en bus, así que hemos tenido que poner facilidades para ello. Aunque eso os lo contaré otro día. Terremoto también se ha vuelto algo más irritable, más hormonal con los típicos momentos eufóricos y depresivos de la adolescencia. Su cuerpo ha empezado a cambiar y él se da cuenta de estos cambios, algunos los acepta, otros le han costado más aceptarlos y otros no los acaba de entender, lo que le trastorna y pone de mal humor. Mi hijo es un adolescente con problemas de autismo y eso es muy jodido tanto para él como para nosotros.

Hay una cuestión que hace tiempo intentamos controlarle a Terremoto, ya no sólo por un problema estético, sino más bien por un futuro problema de salud. Terremoto adora la comida. La comida es como un tótem para él. Terremoto no come para vivir, vive para comer. La comida le pierde, pero no la disfruta, la engulle. La traga. Es imposible que pueda disfrutar del sabor, la textura o el aroma de los platos a la velocidad que los devora, o eso creo yo. Engulle una ración más que razonable y algo generosa, pero evidentemente, pese a que cada día le repetimos el mismo mantra de “come despacio, mastica bien y disfruta de la comida”, nosotros no nos hemos acabado de sentar, coger la cuchara y probar un par de raciones y él ya ha devorado todo el plato y exige algo más. Es una lucha que llevo librando desde hace años y no logro controlar. Si sólo se tratara de una forma de comer no me preocuparía tanto, pero cuando los problemas de salud pueden intervenir es cuando esta preocupación se convierte en lucha y en problemas y conflictos. Terremoto tiene sobrepeso, eso no es un secreto. Además algunos de los medicamentos que toma tienen el problema de abrirle aún más el apetito. Eso hace que siempre te pida más, que siempre intente añadir algún plato más, que siempre te pida para ir a algún restaurante tipo self service para repetir y ponerse en el plato lo que él quiera, que muchas veces lo hayamos pillado robando comida de la despensa o con los envoltorios en la papelera de su cuarto, que cada día inspeccione bien escondido, bien descaradamente, todos los cajones y estantes de la cocina e incluso mi bolso por si pudiera tener algo de comida oculta dentro. Que alguna vez que hemos ido a algún evento y no le hemos controlado todo el tiempo, ha comido tanto que luego acaba vomitando del empacho que se ha pegado en nada. Si esta circunstancia no se trata a la larga puede acabar además de con problemas de obesidad mórbida, con problemas de tensión alta, colesterol, diabetes o problemas cardiacos y esta madre que escribe no está dispuesta a consentir esto ni mucho menos. No mientras pueda seguir haciendo cualquier cosa para evitarlo, que a cabezota no me gana mi hijo.

Este último año Terremoto se ha adelgazado un poco. Bueno, maticemos, adelgazar lo que se dice adelgazar no es que se haya adelgazado demasiado, sólo un poco. Intentamos ponerle a dieta y fue la causa de sus primeras y más sonadas crisis de adolescencia. Llegaron a tal altura que la misma neuropediatra que nos había pedido que lo pusiéramos a dieta nos dijo que nos olvidáramos y sólo intentásemos controlarlo para que no aumentara más. Lo que le ha pasado a Terremoto ha sido que ha dado un estirón. El peso más o menos lo ha mantenido, con muchas dificultades y mucho machaque por nuestra parte e incomprensiones por la suya. La jugada nos ha favorecido al haber crecido unos diez centímetros en un año, lo que ha compensado su silueta. No nos tenemos que dormir en los laureles, porque él cada día hace todo lo posible por meter alimentos en su cuerpo y volver a desequilibrar el posible equilibrio conseguido y esto sigue siendo una lucha diaria. Terremoto también tiene un defecto, aunque sea hiperactivo es un vago redomado en muchas cosas. Se que eso parece una incongruencia, pero es así. Le cuesta mucho animarle a hacer ejercicio y cuando lo hace no es que se mate demasiado, vamos que su señora madre que está más tocada de la columna, con hernias varias y más cerca de los cincuenta que no de sus dieciséis, tiene más aguante y me muevo mucho más que mi primogénito. Es cierto que en el cole hacen un día a la semana gimnasia, es cierto que le gusta jugar a básquet (yo nunca he visto un partido suyo, pero cuando ha jugado conmigo tampoco se despeina mucho). También un día a la semana hacen natación y es cierto que alguna vez va a entrenar para alguna competición, pero cuando uno lo ve en los entrenos y en las competiciones, no acaba de entender porque le han puesto allí, porque en comparación con los otros chicos, tiene el contorno de un manatí y el estilo de un cuadrúpedo. Incluso su madre que en eso de nadar no tiene mucho estilo, lo hace mejor, con más soltura y rapidez, que en mi caso ya es.

Hace unas semanas, acudí al cole de Terremoto porque la enfermera me había llamado para verme. Cuando Terremoto tuvo sus crisis, enfocó parte de sus nervios escarbándose las uñas de los pies. No nos había dicho nada e iba aguantando, hasta que un día nos lo enseñó. Tenía unos uñeros en ambos dedos pulgares de los pies que le sangraban y que llevamos desde entonces intentando curarlos. En algún momento hemos conseguido sanarlos. Conseguimos que la uña vuelva a crecer y no le moleste. Pero luego si se vuelve a poner nervios, por la noche, se escarba y a la que nos damos cuenta volvemos a estar como al principio. La doctora dice que si no se le cura tendremos que operar y quitar las uñas o al menos una parte y eso me suena muy jodido. Así que la enfermera del cole me citó para darme una serie de explicaciones de cómo tenía que hacerle esas curas cuando me encontraba con dicha masacre en sus carnes. Mientras hacíamos la visita, la enfermera le pesó y le midió y empezamos a plantearle entre las dos la necesidad de hacer algo más de ejercicio por su bien y también para que sus pobres pies no tuvieran que aguantar tanto peso y se le curaran mejor los dedos. Miren ustedes por donde, en ocasiones te pasas toda la vida diciendo una cosa y un día otra persona te dice lo mismo y ese día cuela, o bien estuvo más concienciado o vayan ustedes a saber que pasó en ese momento por su cabeza que Terremoto dijo que estaba de acuerdo y aceptaba. No perdí ni un momento y llamé a la asociación donde le dan ocio. Lo apuntamos los lunes por la tarde a ping-pong y luego algo de básquet y los sábados por la mañana a natación.

Hace dos semanas le hicieron una prueba para ver a que nivel de natación estaba. Al acabar la clase, nos dijeron que el bañador que llevaba no era el más adecuado y que debía comprarle otro más ajustado y más cómodo para nadar con algo de velocidad. Así que salimos de allí y nos fuimos directos al Decathlon.

Lo de probar bañadores es un suplicio, le aburre, se cansa de ponerse y quitarse prendas, posa de mala gana, se lo coloca mal. Al final una acaba embutida dentro del probador tirada por los suelos y mirándole como le queda cada uno. Me decanté por un modelo, pero al ir a pagar vi que no era del material que me habían pedido y lo dejé. Encargué a su padre que mirara en otras tiendas que hay cerca de su casa y yo haría lo mismo en unas de deporte cerca del trabajo. Yo no encontré nada, al menos de su talla. El viernes siguiente no hubo clase. Mi ex se quedó en casa de canguro con los dos peques. Me llamó un poco antes de salir yo del trabajo y me dijo que se había olvidado comentarme que al lado de su casa no había encontrado nada y que fuera de nuevo al Decathlon a buscar el que le habíamos probado que siempre le iría mejor que el que tiene. Así que el viernes pasado cuando salí del trabajo me acerqué en coche y fui directamente al pasillo en cuestión. El susodicho bañador estaba muy alto y yo, que soy más bien versión taponcito, no alcanzaba ni poniéndome de puntillas. Le pedí a una empleada si me podía dejar un taburete. La chica me cogió el bañador y yo me quedé pensativa, porque me había dado la impresión de que cuando se lo había probado le venía algo ancho, aunque vistas las facilidades que daba en el probador y que se había quejado de la talla inferior pues habíamos decidido que este era el mejor. Me acerqué a la chica y empecé a hacerle preguntas sobre el tipo de tejido, si le serviría, que consideraba ella de la talla, porque se lo había probado la vez anterior… no es que ella me preguntara porque no volvía con Terremoto, pero me pareció que ir de esa forma y someterla a ese interrogatorio habiendo venido antes y habiéndoselo probado antes, merecía una pequeña explicación. Entonces le dije

– “Lo siento por todo el lío que te estoy montando, se que lo mejor sería volver con mi hijo, pero tiene problemas de espectro autista y…”

Entonces, ante mi sorpresa, la chica acabó la frase diciendo

-“… y cuando les cambias las rutinas no se sienten cómodos, el tener que estar todo el tiempo poniendo y quitando ropa no les gusta, se incomodan, no perciben las cosas como nosotros ni sienten de la misma forma se irritan y pueden acabar bloqueados. Lo entiendo”

Yo me quedé parada. No podía creer lo que me estaba diciendo. Creo que tardé unos segundos en reaccionar.

-“¿Conoces algún autista?” –le pregunté.

-Sí – me contestó- Si entran en un sitio que no controlan y sobre todo si hay mucha gente pueden empezar a descolocarlos, luego el tener que probar prendas una tras otra les agobia y al final pueden ponerse muy nerviosos, colapsan y tienen una crisis. Mi consejo es que te lleves la talla que le probaste y esta que es sólo media talla menor. Pruébalas tranquilamente en casa y luego tienes un mes para devolver la que no le siente bien”

Yo casi no podía creer lo que me decía. Debí parecer una idiota porque en ese momento me sentí por primera vez en todos estos años comprendida. Por una vez no me sentía sola. Estaba contenta y eufórica y no hacía más que repetir “pero tú me entiendes, tú me entiendes” Por un momento pensé que es posible tener un futuro. Por un momento pensé que pese a todos los obstáculos que va a tener mi hijo puede tener un futuro. Estaba entusiasmada. Cuando me metí en el coche unas lágrimas de alegría empezaron a escaparse a chorros por el lateral de mis ojos. Por una vez, alguien me había entendido perfectamente, tenía una idea de cuales eran mis dificultades como madre y cuales eran las dificultades de mi hijo y eso fue muy importante para mí.

Unos días antes de lo que os acabo de narrar, tuve que pasar por mi seguro médico para visar unos papeles. Tuve que ir dos días muy seguidos por unas cosas burocráticas. La chica que me atendió ya conoce a Terremoto desde hace años, al menos por los papeles de los especialistas que llevo. Me había comentado que justamente el día que tuve la fiesta de carnaval de Tsunami, en un cine de Palma proyectaban esa tarde un documental sobre aspergers. Yo, evidentemente, no pude ir. La chica, había guardado el ticket con el nombre del documental para dármelo. Sacó su cartera y me lo entregó. Me dijo que se había emocionado muchísimo, que conocía muchas cosas pero que había aprendido un montón. Me comentó que muchas cosas que se narraban también podían servir para personas sin ningún tipo de autismo, para las personas normales. Hace unos días vi el trailer de ese documental, me emocionó tanto que tuve que pararlo y volver con él el día siguiente ya más mentalizada para asumir lo que contaban sus protagonistas. Aunque Terremoto no sea asperger, le vía en esos chicos. Oír lo que ellos sentían y pensaban me emocionó. El documental se titula “Planeta Asperger”. Ayer me encontré en el periódico un artículo sobre otros micro-documentales sobre el tema se titula El viaje de María…

… No sé. Me gustaría pensar que más que una coincidencia, es que el camino está empezando a dar un pequeño paso. Aunque soy realista y sé que nos queda mucho camino que andar.

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Prueba superada. La vida existe después del verano

18 Sep

Es cierto que mi vida nunca ha sido de lo más sencilla que digamos, pero en los últimos años, se han abierto muchas ventanas. No son ventanas corpóreas, ni esas que te proporcionan una saludable brisa, experiencias, oportunidades y bienestar. No. Son ventanas en las que a golpe de portazos llegan a tu vida un montón de dificultades, problemas y vicisitudes que llevas como buenamente puedes y que hacen que pidas a gritos que se vayan cerrando de una vez por todas o que entren menos ráfagas monzónicas por ellas.

En estos últimos meses he ido adquiriendo sin saber muy bien porque ni cuando, una nueva costumbre. De golpe me di cuenta que cada vez que lograba o finalizaba algo decía «bueno, prueba superada». Sé que es una tontería, pero hacer eso me produce una cierta satisfacción, me relaja, estoy contenta de saber que algo se ha solucionado o concluido, aunque fuera una situación tan absurda como hacer todas las lavadoras pendientes a tiempo, llegar con éxito de un día en la playa con los peques, organizar una cena con los amigos o meterme en la cama y ver que ese día movido había concluido sin bajas demasiado importantes. Podríamos decir que ante tantas ventanas abiertas, era un nuevo modo de ver las cosas y afrontarlas. También no sé muy bien que día de este verano empecé a tomarme las mañanas y las noches de otra forma. Respirar el aire matutino aún fresco y suave y sentirte afortunada por ello. Ver el rojo de la salida del sol en el cielo mientras conducía hacia el trabajo, algo hermoso aunque te deslumbre un poco. Escuchar el ruido del viento en las hojas de los árboles, una melodía donde las haya. O, respirar varias veces bajo las estrellas antes de entrar en el dormitorio por la noche, toda una gozada a la hora de empezar a recargar las pilas, oigan. También cuando dejaba el coche y entraba en el trabajo en ese pequeño trayecto a pie, canturreaba aquella cancioncilla de Serrat que como no conozco del todo la letra empecé a medio inventármela adaptándola a mis propias necesidades formando una nueva auto versión que rezaba «Hoy puede ser un gran día plantéatelo así, lo que ocurra esta mañana depende en parte de ti. Asume sólo lo que puedes y no desesperes si algo no anda bien. Hoy puede ser un gran día duro a por él».

Poco a poco estas pequeñas dosis de optimismo hacían que mi humor mejorara, que viera las cosas de otro color, que las fuerzas no me dejaran del todo y que empezara a pensar que para disfrutar la vida con las cuatro cositas bellas que tenemos a nuestro alrededor hay más que suficiente para empezar. Pues bien, al fin después de este verano, algunas de esas ventanas tan molestas como una mosca cojonera en pleno agosto, se han cerrado al fin y hemos conseguido superar unas cuantas pruebas. Por supuesto, de una forma más airosa o más improvisada, hemos salido victoriosos de los típicos problemas que te plantea el verano cuando una familia, sin refuerzos, tiene que cubrir dos meses y tres semanas de vacaciones escolares pudiendo coger sólo uno de ellos un mes de vacaciones, todo un despropósito para las matemáticas, oigan pero se consiguió y con nota.

Estos días,  he descubierto que la vida existe después del verano y que será bella o al menos maja dependiendo de nuestra capacidad de seguir afrontando los nuevos retos y de aprender de los anteriores, pero sobre todo de saber disfrutar de lo obtenido, las cosas que nos rodean y en ocasiones ni reparamos en ellas ni apreciamos.

Al empezar el verano, sabía que iba a postear poco, pero sinceramente, no creía en ningún momento que postear poco implicara que ni tan siguiera tuviera oportunidad de colgar una triste entrada y eso que tenía una acabada y sólo tenía que buscar ilustraciones para publicarla y ni eso pude, snif, snif, que triste, así que la reservaremos para otra ocasión.

Los que seguís el blog sabéis que este año Terremoto se zambulló por primera vez y de forma real en lo que llamaríamos el mundo de la adolescencia, de hecho él mismo se denomina ya un chico adolescente, término que hasta ahora rechazaba con auténtico pavor. También sabéis por lo que he dicho que estos primeros seis meses del año han sido agotadores, traumáticos y muy complicados. Como dice nuestra neuropediatra, «si la adolescencia de un niño normal es jodida, la de un niño con problemas de espectro autista ni te cuento, bienvenida a una adolescencia normal de un autista». Yo me quedé patidifusa, porque me esperaba algo movido, pero en ningún momento mis quince años de experiencia maternal y mis doce años de experiencia de madre de un niño con T.G.D. me habían preparado exactamente para eso y creo que mi hijo tampoco estaba preparado para sus reacciones. Terremoto es más feliz cuando todo está calmado y él no se encuentra violento. Pero, el parque de atracciones hormonal de estos años hizo sus estragos y sus episodios violentos fueron muy constantes y chungos. Por suerte para nosotros, Terremoto no es aún consciente de la enorme fuerza física que tiene, ni de que ya me supera de un buen trecho a mí y que incluso ya es más alto que su padre. Por suerte para nosotros, cuando la situación estaba muy desesperada yo afirmaba sólidamente mis cuartos traseros en el suelo y le plantaba cara. Eso, le acojonaba, y luego podía dominar la situación hasta que lograba que se tranquilizara o que no se escapara. Esta situación, al  menos de momento, porque con estos chicos nunca se sabe y tienen altibajos cuando menos lo esperas, ya está bastante dominada.

Parece que Terremoto ha empezado a asimilar que su cuerpo es un cuerpo de adolescente y no lo rechaza. Parece que Terremoto empieza a madurar un poco y atiende mejor. Parece que Terremoto empieza a aceptarse e ir evolucionando menos violentamente. Al final hemos conseguido ese pequeño apoyo de la medicación justa que le proporciona un poco de estabilidad, que no lo atonta para nada, no os asustéis, pero que le da esa química que su cerebro necesita para funcionar de manera normal. Terremoto se ha vuelto un joven más disciplinado que se interesa mucho por sus deberes y se esfuerza a su modo. Este año ha empezado a leer por sílabas y a escribir, todo un avance impresionante. La fase de comprensión de la lectura aún la falla un poco pero todo irá llegando poco a poco, de momento es todo un triunfo. Hemos ido introduciendo algunas tareas de casa y ha estado bastante pendiente de su hermano, lo cual me ha dado una gran ayuda. Se ha vuelto un presumido con la ropa, empieza a tener un estilo. Se ha dejado una pequeña trenza en la parte de atrás. Al principio su padre no veía eso con buenos ojos, pero yo le hice la siguiente reflexión: Prefiero guardar la artillería pesada para el día que nos diga que piensa tatuarse su cuerpo como un cuadro de Matisse o perforarse las orejas como Hellraiser, a ponerme chula por una trencita discreta que se puede cortar cuando él se canse. Además, tengo que reconocer que la trencita me gusta y él se siente muy mayor y satisfecho de poder llevarla. Me encanta ese conato de rebeldía y personalidad que ha adquirido con un mechoncito de pelo sin cortar. Terremoto ha empezado el curso muy interesado, llevaba todo el verano con ganas de comenzar. Mis churumbeles no son fervientes devotos de las vacaciones, tantos días les aburren. Tsunami lleva medio verano diciendo que lo mejor sería un mes de vacaciones y luego el otro mes repartirlo durante el curso con algunos días de tanto en tanto junto a un fin de semana para descansar… que sabio que es mi niño. Así que de momento parece que la ventana que se abrió porteando a lo bestia con la adolescencia de Terremoto, más o menos se ha cerrado y hemos conseguido ir evolucionando con normalidad. ¡Prueba superada!

También otro de los problemas que se han acabado estos meses ha sido el de las goteras de casa. Sin duda recordareis aquel lejano post y aquella foto en la que teníamos el colchón y los muebles de dormitorio tirados en medio de la sala y donde estuvimos durmiendo durante nueve largos meses como unos jipíes en Woodstock. Pues bien, al final se consiguió hacer las obras en las terrazas que eran las que nos daban humedad y se supone que ahora las filtraciones y las cascadas han desaparecido. Sólo quedaba pues arreglar tres habitaciones de nuestra casa que eran las afectadas, la sala-comedor-despachito del mister, que es grandecita y los dormitorios: el nuestro y el de Tsunami.

Nosotros seguíamos durmiendo en el suelo de la sala porque de la humedad y el moho que había cogido una de las paredes de nuestra habitación yo no podía estar allí dentro más de diez minutos sin que empezara a tener un ataque de alergia. Al final veía que eso de conseguir que se arreglara mi casa también iba para rato (lo de las goteras empezó en enero de 2010 y hasta este año no se ha arreglado) así que le propuse al administrador que yo adelantaría el dinero de la reparación de mi casa y que luego se me paga o se me eximiera de pagar comunidad durante unos añitos. Dicho y hecho encontramos un pintor que lo ha hecho por un precio muy razonable. Durante una semana mi casa ha sido un campo de batalla. Pero antes había que desmontarlo todo, otra vez. Digo otra vez porque llevo tres años de mudanza veraniega. El primero el año en que realmente nos mudamos al piso. Al año siguiente tuve que desmontarlo todo porque había que cambiar el parqué y este año vuelta a desmontar por las goteras. Vaya rollo.

Así que nos fuimos de “okupas”. Otra vez tuve que embalar todas las pertenencias familiares y los interminables libros de la librería para que pudieran arreglar los techos y pintar. Luego tocó limpiar. Para mi sorpresa y en comparación al año pasado que quedo todo hecho una auténtica guarrada, esta vez ha resultado algo relativamente fácil. El pintor me dejó la casa bastante limpia y no tuve que pasarme días y días quitando polvo y salpicaduras. Luego tocó desembalar lo recientemente embalado y volver a ir colocando cosas. Tened en cuenta que esto lo hacía al salir del trabajo una hora suelta antes de ir a buscar a los peques de las respectivas escuelas de verano. Embalar me llevo un mes, pintar una semana y acabé de recolocar la última cosita justo el día antes de que empezara mis días de vacaciones con mis chicos. Ha sido algo estresante, pero finalmente puedo decir que: ¡¡¡Habemus prueba superada!!!!

Hoy tenemos una casa normal, corriente y moliente. Con su techo blanco y sus paredes normalitas. Y lo mejor de todo, con mis muebles en el dormitorio y ya podemos dormir en una cama normal y no en el suelo. ¡¡¡Yuuuujuuuuuuuu!!!

El único problema es que la zona donde estuvimos tanto tiempo con el colchón en el suelo el parqué parece que se ha separado un poco, supongo que debió coger un poco de  humedad, porque al quitar el colchón nos encontramos con que la funda había enmohecido por abajo y tuvimos que comprar fundas nuevas.

Ahora, cuando abro los ojos y veo mis cuadros y mis cortinas y mi lámpara me siento la persona más feliz del mundo pudiendo dormir en nuestro propio cuarto, parece una gilipollez, ¿a que sí? Pues es una auténtica gozada.

El verano ha pasado y me había dejado dos días de mis vacaciones para acabar de arreglar cosas. Una para el día en que empezaron el cole los peques (el viernes pasado) y otra para el siguiente lunes. Tenían que ser dos días para mí, pero, pero, pero. Al final el cole de Tsunami ha empezado con un día de huelga, el lunes. Si señores, la situación educativa en Baleares sigue cutre bananera, nuestro querido presidente y su consejera de educación siguen enrocados y esto se presenta chungo, supongo que recordareis las entradas que hice en su momento el año pasado sobre este tema.

Pero a lo que íbamos. El viernes, después de dejar a los peques en sus respectivos coles, me quedé a arreglar cositas pendientes. Luego, decidí darme un premio, porque me apetecía, porque soy así de chula y porque yo lo valgo. Me acerqué a la playa. Hacía más de veinte años que no iba a la playa sola y fue una gozada. Solo pude estar una horita escasa pero aproveché para entrar tranquilamente en el agua, sin tener que hacerlo corriendo detrás de un niño, llevando una barquita hinchable en una mano y acabando de embadurnarme la crema solar en la cara con la otra, mientras busco donde se ha metido el hermano mayor. Pude respirar hondo la brisa marina que tanto me ayuda cuando estoy decaída y lo mejor de todo pude nadar a mi gusto. Descubrí que mi cuerpo ya no se asemeja en nada al de una grácil sirena como antaño cuando me pasaba casi todo el tiempo buceando. Creía que mi cuerpo era ahora más semejante al de una foca, pero las focas son torpes en tierra firme, pero nadar, nadan con gracia. Hacía tanto tiempo que no nadaba libremente y a gusto que mi grasa me hacía flotar de una forma harto extraña y se asemejaba más al desplazamiento de un manatí. Pero disfruté haciendo el manatí entre las olas durante unos minutos y luego me salí, caminé por la orilla hasta que me hube secado y regresé a casa. Ese día apenas tuve  tiempo de comer sólo un yogurt, pero valió la pena.

El lunes siguiente decidí que Tsunami se quedaría conmigo y tendríamos un día madre-hijo. Es curioso pero como Terremoto funciona mejor conmigo, he tenido muchos días de madre-hijo con Terremoto. Tsunami siempre los tiene con su padre. Esa mañana cuando hube dejado a Terremoto en su cole le digo a Tsunami «sabes que cariño, hoy será un día sólo para los dos». En ese momento descubrí en mi hijo una faceta manga que desconocía. Sus ojos de por sí grandes, se agrandaron más y se le iluminaron con chiribitas. Sus labios dibujaron una enorme sonrisa que llegaba de oreja a oreja. Seguidamente,  soltó un grito de alegría y se me agarró y abrazó como si lo hubieran pegado con cola. Ver esa transformación valió la pena. Ese día nos fuimos a un parque, luego fuimos solitos a lavar el coche de mamá a golpe de jugar con la manguera y el jabón. Luego nos acercamos los dos a la playa. Para acabar, al llegar a casa, tocó ducha con todos sus animalitos dentro y unas tiritas de pollo rebozado que le hizo mami mientras se daba el baño. Cuando estaba en el baño Tsunami me dijo que ese había sido el mejor día de toda su vida… Creo que tendré que abrir una ventana nueva, una de esas de cosas buenas que hacer con tus peques y espero estar muchos años a poder decir que esta nueva prueba ha sido superada.

Por cierto, hoy este blog cumple dos años ¡Prueba superada!

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Como nos va la vida, un Terremoto adolescente, un Tsunami docto y una madre descolocada

15 Abr

Sé qué hace tiempo que no cuento muchas cosas de la familia, pero es que este año con el estreno adolescente de Terremoto prefiero no hablar de las crisis familiares. Ahora, de momento, estamos pasando por un bache de calma, que ha saber cuánto tiempo nos durará el bache pero bienvenido sea mientras dure. Como ya os he comentado en otros posts Terremoto ha hecho un estreno por la puerta grande, tuvimos muchos líos, porque aunque algunos les cueste creerlo una crisis de un adolescente con espectro autista es muy chunga. Al final la neuropediatra nos pidió que fuéramos a una psiquiatra para dar su opinión sobre los problemas de comportamiento. Así que actualmente Terremoto ha empezado con una psiquiatra que a mí personalmente me encanta. Es una chica joven muy sensata y muy cercana tanto con Terremoto como con nosotros. No es partidaria de medicar si no es necesario y sólo lo que necesite el niño y eso a mí me gusta. Tenía miedo de topar con una persona que atiborrara al niño con pastillas, pero veo que esta no es de esta opinión. La neuropediatra nos sugirió que aumentara un poquito la dosis de la pastilla que ahora toma y desde entonces Terremoto está algo más tranquilo, las crisis han disminuido considerablemente y en esta casa se ha vuelto a poder respirar tranquilo. La medicación que toma ahora es sólo para centrarlo y relajarlo pero en ningún momento le deja atontado ni nada de nada. Las doctoras nos comentaron que con la adolescencia los niños crecen y las hormonas hacen que la química del cuerpo esté variando de un momento a otro. Antes las dosis de su medicina eran más efectivas porque el niño en primer lugar no hacía crecidas tan rápidas y el cálculo de la dosis por peso era más estable. En segundo lugar, los cambios químicos del cuerpo eran más estables durante años, por lo que eso hacía que antes la estabilidad fuera mayor y la dosis fuera la misma durante un gran periodo de tiempo. Ahora cuando el niño entra en la adolescencia es necesario ir adaptándole más a menudo las dosis, podría incluso ser cada tantos meses. También es posible que el medicamento que le iba bien empiece a fallar y se tiene que ir buscando otro medicamento que se adapte mejor a su nueva química corporal. Hasta que uno no ha logrado esto las pruebas pueden ser largas. Un medicamento que creen puede funcionar no lo hace y no se sabe hasta que se lo ha tomado y observamos su reacción, porque nadie reacciona igual.

Ahora Terremoto está más calmado, aunque con muchas ganas de ir poco a poco provocando al personal y lo cierto es que últimamente intenta chinchar más a la familia de lo que suele hacerlo normalmente. El que más recibe es su hermano, aunque Tsunami es mucho Tsunami y es el que mejor se defiende y le contesta. Ese pequeñajo los tiene muy bien puestos ¡Que genio!… digo, ¡Que personalidad! El inicio de la adolescencia de Terremoto también ha venido acompañado de sangrados por el lado derecho de la nariz, así, sin más. Recuerdo que a su edad a mí también me pasó lo mismo. Hasta que fui al otorrino y me quemó una venita que era la que siempre me sangraba. Llevamos a Terremoto al otorrino, pero no localizó la venita y estamos en casa teniendo hemorragias nasales a tutiplén mientras intento que entienda que cuando esto ocurre hay que hacer un tubito de gasa o papel higiénico para taponar la hemorragia, presionar sobre el lado de la nariz y tirar la cabeza hacia atrás. Pero nuestro Terremoto quiere ser muy independiente, pero según para que, si está mamá para que molestarme y así estamos quitando gotas del pasillo como si fuese el rastro de un vampiro mientras me preparo como si fuera la doctora juguetes para curar nuestro niño revolucionado.

La semana pasado hicimos un intento por primera vez para ir dándole algo más de libertad. Dejamos que fuera solo a comprar el pan. Eso que a cualquier padre le puede parecer una chorrada, para nuestros niños es toda una proeza. El mayor problema estriba en que no tenemos ninguna panadería cerca de casa que podamos ver o que esté como mínimo en la misma acera. La más cercana no se ve desde casa y tienes que cruzar una calle, que si bien no es de las más transitadas, tampoco es precisamente una calle sin tráfico. El principal problema estriba en que es una calle ancha y allí los coches en ocasiones circulan bastante rápido. Un poco más abajo hay un semáforo y salen de allí embalados para entrar en una curva y luego seguir recto. Comprenderéis el miedo que teníamos, sobre todo porque él decía que no quería cruzar por el paso de peatones ni el semáforo, sino por en medio de la calle como hace papá. El día que le dejamos, mi pareja salió después tras él para ver de lejos que es lo que hacía y pasarme el parte. Mientras yo estaba en casa encomendándome a San Cucufate, a Santa Bárbara, Santa Rita y San Cristóbal a todo el santoral que tuviera algo que ver con la protección de la infancia y los vehículos a motor. El resultado fue la llegada a casa de un Terremoto victorioso con su barra de pan en la mano y jadeando como un poseso. Al cabo de un rato llegó mi pareja, me contó que se le veía muy nervioso por la calle, iba corriendo al cruzar el paso de peatones aunque en ese momento no había coches. Al ver a un perro (les tiene pánico) pasó corriendo y claro, el perrito quería ir tras él. Por suerte iba atado con la correo y el dueño no se lo permitió. En la panadería la señora, que no le conoce, le pidió que tipo de pan quería y él se quedó que no sabía que decir. Al final después de pedir varias veces lo mismo, le señaló una barra y la mujer se la dio. Volvió a casa corriendo nuevamente como un poseso y subió las escaleras como si un león a dieta le estuviera persiguiendo. Hoy ha vuelto a ir, pero esta vez no ha cruzado por el paso de peatones, ni por un semáforo que hay más abajo. Ha cruzado la calle por la curva, el mejor sitio para él ver y el peor para ser visto. Al llegar a casa le hemos dicho que eso no tenía que hacerlo, que esta vez le había salido bien, pero que podía haberse encontrado con un coche y se ha enfadado porque según él le estábamos riñendo… ufff…. Esta adolescencia acabará con nuestra paciencia… esperemos que su ángel de la guardia tenga las pilas más puestas que su madre, porque va a necesitar ayuda.

También es cierto que ocurren cosas de la adolescencia más divertidas, por ejemplo hace unos días se levantó con ganas de ponerse guapo y me pidió que le pusiera gomina y le hiciera un tupé. Me esmeré todo lo que se puede esmerar una madre en estos menesteres capilares a esas horas de la mañana y con el tiempo en contra. Reconozco que desde mi modesto punto de vista me quedó muy chulo. Dejé a Terremoto en el baño y fui a ponerme los zapatos, cuando los tuve puestos le llamé y salió del baño con el pelo totalmente aplanado y peinado con raya hacia un lado, vamos, igualito, igualito de Sheldon Cooper. Terremoto todo orgulloso me dice que se lo ha retocado porque a mí no me ha salido bien… ¿hmmm? Al llegar al cole el monitor de la mañana se lo queda mirando, porque el niño se había planchado el pelo pero mucho, mucho, mucho. Le digo al monitor que Terremoto me había pedido un tupé y se ha hecho esto. El chico se lo mira divertido y le dice, “tú y yo vamos a tener una conversación de como son los peinados ¿vale?”

Ya veis, así que mientras en casa estamos lidiando con las hormonas del mayor, el peque no se queda atrás y de cada día quiere ser más mayor. En el cole este trimestre les están enseñando el cuerpo humano. Hace dos sábados, mi pareja y yo nos quedamos atónitos con la charla que nos soltó Tsunami en el coche. Os pongo en situación. El peque entra en el coche y su padre va a cerrarle el cinturón de la silla, entonces Tsunami le dice:

-Quiero que me cambies ya está sillita por una de mayores, porque yo ya soy un hombre, así que quiero una silla de hombre.

-¿Y cómo sabes Tsunami que ya eres un hombre? – le pregunté yo.

-Pues muy fácil –me responde- Los bebes cuando van con el coche lo hacen con una sillita de bebes, la que tenía antes. Luego al crecer y convertirse en un nene tienes esta. Después hay un momento en la vida de los nenes en el que tenemos espermatozoides y nos convertimos en hombres. Cuando los hombres quieren ser papás abrazan a las mamás y conciben a los bebes que crecen en la barriguita de las mamás hasta que nacen. Cuando los bebes nacen van en las sillitas de bebes, lloran, les cambian los pañales y cuando dicen gaga-gege-gugu es que tienen hambre, entonces las mamás los acercan a eso que tienes aquí –señalándose el pecho- y los bebes se alimentan. Pues bien, los hombres no se sientan en sillas de nenes y como yo ya tengo espermatozoides soy un hombre y quiero una silla de hombre para ir en coche.

Obvio tener que decir que su padre y yo nos quedamos de piedra ante un discurso tan contundente, argumentado y completo. Bueno, pensé, a este no le voy a tener que explicar de dónde salen los niños, creo que lo tiene bastante claro. Pues sí, nuestro Tsunami lo tiene claro, tanto que unos días después cuando su padre lo trajo del cole se me acerca y me dice:

-¿Sabes lo que me ha dicho el peque mientras veníamos? Papá, gracias por haberme procreado.

Nuestro Tsunami es sorprendente y desde que dan el cuerpo humano si se hace daño o le duele algo, nos da unas explicaciones de lo más técnico que este niño hasta puede que tenga futuro, ¿quién sabe?

Y mientras todo esto está ocurriendo mi pareja y yo intentamos sobrevivir y no estar demasiado aplatanados por la vida. Este fin de semana he tenido que salir disparada a comprar pantalones a Terremoto porque los finitos del año pasado no le iban. En este último año ha pegado un estirón de diez centímetros y eso se nota. Así que ayer me pasé toda la tarde hasta las tantas cogiendo bajos de pantalones y alargando otros. Mientras, Tsunami se dedica a levantarse todos los sábados y todos los domingos antes de las siete y el sábado, estos dos, nos dieron un susto de narices. Terremoto había ido al baño y Tsunami estaba en su cuarto (está al lado del baño) cuando de repente mi pareja y yo oímos medio dormido a Terremoto gritando “¡¡¡¡¡SANGREEE!!!!!!!” y al mismo tiempo Tsunami gritando “¡¡¡¡Socorro papáaaaaaaa!!!! Ya nos tenéis a mi pareja y a mí saltando de la cama como corredores olímpicos medio zombis lanzados pasillo abajo para encontrarnos que a Terremoto le había vuelto a sangrar la nariz y tenía esta sutil forma de decirlo, cuando delante de sus narices (nunca mejor dicho) estaba el rollo de papel higiénico con el que se podía hacer el tubito para parar la hemorragia. Por su parte, Tsunami se había destapado y no tenía otra forma más diplomática de pedirle a su padre que le tapara. Casi nos los comemos a los dos sin patatas. Mi pareja cuando entró como un cohete en el cuarto de Tsunami sin gafas y sin encender la luz se cargó uno de sus adornitos. De todas formas, aunque hubiera abierto la luz, medio dormido y sin gafas poco hubiera visto, porque el papi de Tsunami se gasta sus catorce dioptrías y el pobre sin gafas lo tiene difícil para afinar la puntería. Después de eso, media familia colapsó y yo me dediqué a repartir caña a troche y moche poniendo firmes a estos dos gamberros que menudas son estas formas de despertarnos. Tan firmes me puse que por una vez sólo ha sido necesario decirlo una vez y el domingo Terremoto ya se ponía él solito sus apósitos nasales y Tsunami vino todo acojonado para saber si ya era hora de poder despertarnos.

El lunes por la mañana, como todos los lunes, llego con sueño al trabajo. Esta mañana Terremoto estaba un poco en plan mosca cojonera y no me dejaba sola ni un momento. Es como un acoso perpetuo. Al vestirme me he puesto un jersey que transparentaba un poco. Al principio no me he dado cuanta pero al ponerlo he caído que con este tengo que ponerme sujetador y no lo llevaba. Así que he ido a coger uno y a ponérmelo en el baño, pero Terremoto se me ha pegado cual lapa de roca y para disimular no se me ha ocurrido otra cosa que ponerme el sujetador en la manga del jersey, como si fuera un clínex pero en versión grande. Luego me he enredado con otras cosas y se me ha ido el santo al cielo. El numerito lo he tenido cuando al llegar al trabajo, después de haber llevado a Terremoto al cole y haber aparcado el coche me he encontrado con un sospechoso bulto en la manga del jersey. Al principio ilusa de mí ni he caído y he mirado que demonios llevaba yo en la manga que abultara tanto. La respuesta ha sido obvia cuando he empezado a tirar de un cabo y ha salido todo el sujetador como si fuera un truco barato de mago de barraca. Por suerte nadie me ha visto y entonces sí que he podido ir al baño sin un Terremoto pegado en los talones. Está visto que estoy empezando a chochear y que necesito varias horas más de sueño para ser persona consciente de todos sus actos, al menos de los más bochornosos.

Por si todo esto que os estoy contando no fuera lo suficientemente premonitorio, me he enterado que una posible conspiración astral esté acechando a mi familia. La noche del lunes al martes ha tenido lugar un fenómeno astronómico llamado luna roja. Tiene que ser una chulada verlo pero dudo que a esas horas esté despierta y no pienso poner el despertador para verlo. Lo peor es que dicen que este fenómeno va relacionado con épocas de cambios y catástrofes, como siempre. Es un fenómeno que sólo ocurrirá siete veces durante este siglo y mire usted por donde en un año y medio vamos a tener cuatro de estas lunas, una cada seis meses. Al contrario que mi madre, yo no soy nada supersticiosa, pero eso de tanto cambio de luna en rojo y tanto cambio hormonal, que la adolescencia de Terremoto nos coincida con este fenómeno, me da un yuyu, que supersticiosa no soy, pero el color favorito de Terremoto es el rojo y seguro que esta concentración de lunas es por algo… ¿será que la luna está adolescente?, ¿será que tengo un hijo hombre lobo o vampiro y yo sin enterarme?… Aunque no tengo muy claro que ninguna de las anteriores criaturas sangraran por la nariz y llamaran a voz en grito a sus madres para que les pusieran un apósito. Como que no las acabe de visualizar así. Pero, quien sabe. Miraré mañana en la manga de mi jersey a ver si encuentro allí la respuesta, de momento hoy me voy a dormir si me dejan. Buenas noches… y… dulces sueños.

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Hay lecciones que duelen y otras que se aprenden con el método de prueba error. Terremoto da fe de ello.

19 Feb

Decían hace años que la letra con sangre entra. Por suerte esta premisa va desapareciendo en estos últimos años, pero es cierto que hay lecciones que para aprenderlas se sufre o como mínimo uno se da cuenta que erra.

Os he comentado últimamente que Terremoto está muy adolescente, muy en crisis. De hecho ha tenido para mí, la más bestia de todas, pero esa no se aún si contárosla o no. Lo cierto es que tengo la entrada hecha, pero es tan dura que no se si atreverme. Así que hoy os voy a contar otra crisis muchísimo más suave y como ha aprendido su lección, aunque no lo haya hecho de la forma más fácil o que más me gustaría.

Os pongo en antecedentes, hace cosa de un mes y algo que la neuropediatra nos dijo que teníamos que poner a Terremoto a régimen porque empieza a tener demasiado sobrepeso y podría causarle problemas. A Terremoto le gusta comer, no lo negaré, pero también hay algunos medicamentos que toma que le potencian el hambre y eso no ayuda a la hora de controlar la ingesta ni la forma en que come desesperadamente como si fuera el último mendrugo del universo. Lo cierto es que ha sido empezar el régimen y empezar las crisis, en ocasiones una por día y todas ellas de una forma u otra, la comida ha sido el detonante. Terremoto acepta el régimen, a regañadientes pero lo acepta, intenta hacer trampas siempre que puede y el hecho de que le prives de algo que le gusta lo descoloca y se ha puesto agresivo.

Este fin de semana pasado nos fuimos el domingo de excursión con el grupo del cole de Tsunami. La excursión era bonita si no fuera que el camino fue un auténtico martirio. Un camino de montaña ancho y muy transitado pero que se ve que debido a algunas lluvias o a la falta de mantenimiento estaba lleno de piedras. En este caso lleno de piedras es algo literal, yo nunca había visto tantas piedras juntas en un centímetro cuadrado, ni en un metro cuadrado, ni en toda esa subida. Cualquiera hubiera dicho que todas las piedras de Mallorca y de medio mundo habían tenido una convención anual en esa ruta. Así que Terremoto lo pasó muy mal para subir y para bajar. Yo estuve a su lado y para subir acabé cargando con su chaqueta y su mochila. En ambos casos fuimos los últimos en llegar porque el pobre entre bufidos, sudores y quejas no podía con su alma. La excursión paró en un llano muy majo y allí estuvimos todo el día. Nada más llegar Terremoto sólo pensaba en la comida y una parte del grupo siguió un poco más la ruta, evidentemente, nosotros dos nos quedamos a guardar las mochilas mientras Tsunami y su padre se iban con el grupo. Cuando estos llegaron fue cuando comimos todos. Terremoto empezó a hacer trampas cogiendo patatillas y arramblando con cualquier alimento que los peques ofrecieran a los otros asistentes. Porque señores una cosa que ocurre en todas las excursiones es que los padres traen comida para su prole y para la prole de los demás y claro, los niños acaban haciendo el paseillo de grupo en grupo ofreciendo patatillas, frutos secos, croissanes, chocolate, uvas… y todo aquello que sus padres hayan conseguido meter a presión en las mochilas sin que estas estallen.

En resumen, que ese día se había pasado dos pueblos y medio con la dieta y cuando llegamos a casa los niños se ducharon y luego lo hice yo. Cuando acababa de cerrar el agua y apenas había acabado de secarme, Terremoto llama a la puerta del baño y entra. «Ya son las ocho toca la cena, tengo hambre». A mí me extrañaba que fueran las ocho, porque había entrado en la ducha a las siete y no tardo una hora, evidentemente eran las siete y media, tiempo de sobra para secarme el pelo, recoger las cosas que habíamos dejado tiradas en la cocina y hacer la cena para servirla a las ocho. Pero ante la insistencia del niño me fui a la cocina sin secar el pelo y me puse a hacer la cena así como sabe hacerla una madre cuando la cocina es un campo de batalla y casi no hay sitio para maniobrar. Y justamente, miren ustedes por donde, en ese momento a Terremoto le pega por hacer de chef y quiere hacer él la cena. Le digo que así como está la cocina mejor que lo haga yo y que se vaya a la sala. Porque una se lo conoce y sabe que para cortar un tomate lo hace pero necesita una infraestructura de cacharros que en ese momento no disponíamos de espacio para dejarlos. Terremoto no me escucha y sigue en la cocina. Se lo vuelvo a repetir y después de decírselo yo se lo decía mi pareja desde la sala. Así como cinco o seis veces. La cuestión es que mi pareja acabó por venirse a la cocina y lo sacó fuera para que yo acabara. Eso le enfureció, él quería hacer su cena y no podía hacerla nadie más ni le podían sacar de su cocina. Se fue enfadado y con portazo incluido a su cuarto y allí me tenéis a mí con la cena ya casi conclusa y un Terremoto que no quería luego cenar. Envié a mi pareja a que le pidiera perdón, para ver si se salía del cuarto, pero que no. Entré yo a disculparme y nada de nada. Al cabo de un rato salió de su cuarto y quería tirar toda la comida a la basura para hacerla él. Allí tuvimos el primer enfrentamiento porque a mi menda no le da la gana tirar comida recién cocinada a la basura total porque hemos sacado al niño de la cocina. La cosa empezó a calentarse bastante. Él me acusaba de que ya había perdido mi oportunidad de rectificar porque ya habían pasado de las ocho. Así que hice algo que nunca había hecho, atrasar el reloj y decirle que aún estábamos a tiempo. Eso no le acabó de convencer porque sabía que sólo había atrasado un reloj, pero al menos conseguí que entrara conmigo en la cocina con el plato de comida. Lo de querer seguir tirándolo a la basura no lo tenía aún muy claro.  Entonces decidió que desmontaba el plato y lo volvió a montar él añadiendo un poco más de cus cus, luego me retó a que lo probara. Cogí un tenedor y tomé un poquito. «Está bueno- le dije- ahora pruébalo tú». Terremoto cogió un trozo más grande y entonces se me ocurrió la idea de ir cogiendo trocitos chiquitines y comentarle cosas y que él luego cogiera un trozo mayor y así hasta que acabamos el plato para sentenciar según él que la comida estaba asquerosa, horrible e incomestible. Os ahorro todo el lío que tuvimos luego hasta que al final conseguí que se fuera a dormir. Pero allí no acaba la cosa, porque las crisis de mi niño no duran unas horas ni siquiera un día, pueden durar días y en ocasiones semanas.

Al día siguiente la volvimos a tener parda. Cuando salimos de casa para ir al cole  tuve que ir corriendo detrás de él por las escaleras y en la calle llevarlo hacia donde estaba aparcado el coche. Entra y apaga la radio de mala manera. El camino al cole por suerte fue tranquilo o al menos silencioso a excepción de los bufidos y soplidos que pegaba de tanto en tanto. A las horas que llego por la mañana, suelo entrar dentro del cole con el coche y aparco un momento en el patio. Tan temprano aún no han llegado los coches de las mamás con nenes en silla de ruedas y el barrio es muy chungo para aparcar, así que me autorizaron para entrar a esa hora. Cuando bajó del coche no quería entrar en el edificio, por lo que decidí pasar de él e irme yo hacia el edificio. Entonces Terremoto echa a correr, me adelanta se gira cabreado y me dice que no le siga, también me suelta que como le he seguido ya he perdido mi oportunidad, que no estoy a tiempo de rectificar y no quiere entrar. Visto el panorama entro a buscar al monitor de la mañana. El monitor es un encanto porque como llevamos una temporadita así, me espera cada mañana en la recepción hasta que llegamos nosotros y luego los lleva a la sala donde están hasta que empiezan las clases. Le digo que hoy otra vez la tenemos montada y cuando salgo no veo a Terremoto. Casi me dio algo porque creía que había vuelto a salir del cole, pero  resulta que se había escondido detrás de una pared. El monitor va hacia él y lo intenta meter dentro pero aquí Terremoto le dio por agredirme, intentar pegarme y empujarme y luego intentar patear el coche. Yo hice como si no ocurriera nada, le ignoré y entré tranquilamente al coche, con algún golpe recibido por el camino pero sin huir ni correr. Al final salí del colegio y vi por el retrovisor como lo entraba más calmado dentro.

Al llegar al trabajo avisé a su padre, que es quien le va a buscar a la salida. Le pedí que si salía muy cabreado que me hiciera una llamada perdida para tomar medidas en casa. Pero llegaron a casa sin haberme avisado. Terremoto entró algo de malas, su padre detrás. Mi ex me cuenta que está más calmado pero bastante desafiante. La profesora me pone en la agenda que se lo ha contado todo y que se ha calmado y ha trabajado bien en clase. Tsunami y su papá se habían ido a dar un paseo para evitar más situaciones desagradables delante del peque, así que estábamos solos en casa. Intentamos dialogar con Terremoto, pero no quería escucharnos. Tan sólo me acusaba de haberle destrozado la vida y la cena de ayer. Incluso a sabiendas de que no tenía la razón, accedí a pedirle perdón y lo hice tres veces. Me dijo que no las aceptaba. Entonces le preguntábamos como teníamos que hacerlo para que las aceptara. Me respondió que yo tenía que convertirme en su esclava y hacer todo lo que él quisiera. Muy tranquilamente le dije que yo no era la esclava de nadie ni mucho menos de él y que en el hipotético caso de que realmente pudiera serlo, eso estaba penado por la ley y le meterían en chirona. Terremoto seguía prepotente, intentando buscar riña por cualquier cosa. Entonces le dije que si quería hoy la cocina no tenía los trastos de la excursión por en medio, que podía entrar y hacerse todas las cenas que quisiera.

Terremoto fue a la cocina con un ego por las nubes y una soberbia subida de tono. Al cabo de un rato permitió que su padre entrara a modo de observador y un poco después me llamó para que «Tú sirvienta, pela estas zanahorias». La sirvienta le dijo que no. Me miró cabreado y me pidió si podía pelarlas por favor. Entonces, la madre, o sea mi menda, peló las zanahorias solicitadas, también me pidió que separara una yema de la clara de un huevo, cosa que también hice, luego me volví a la sala. Al cabo de un rato mi ex me llama y me dice «esto que hay encima del caldo ¿te parece normal?» . Mire la olla y el mejunje estaba agriado. Eso lo tenía clarísimo incluso antes de levantarme de la butaca. Desde la sala había oído como Terremoto le contaba a su padre lo que quería hacer y como lo estaba haciendo y tenía bien claro que eso iba a resultar incomestible.

Terremoto había querido hacer una sopa de verduras. Normalmente suele inventarse muchos platos pero cuando veo que algo no es comestible se lo explico y le paro y entonces buscamos otra fórmula. La cena que se preparó consistió en caldo de carne, más una yema de huevo, más un vaso de leche, estragón, eneldo, orégano, espinacas y zanahoria. Evidentemente, la leche se agrió y sobre el caldo había trocitos blancos flotantes. Terremoto dijo que él se lo iba a comer y me retó a probarla. Lo hice y evidentemente, estaba agriada. Se lo comenté pero no me creyó. Aquí es cuando decidí que esta vez emplearíamos el método prueba error ya que no accedía a razonar de ninguna forma. «De acuerdo –le dije- pero tienes que tomártela sólo tú y te lo comerás». El resto de la tarde estuvo muy rebelde, molestando y provocando, hasta que fueron las seis y media, según él las ocho, hora de cenar, así que se iba a comer su cena. Me dijo que se la serviría él, que no necesitaba para eso de la esclava. Yo seguía en la sala y Tsunami y su padre aún estaban dando el paseo. Terremoto se fue a la cocina y se debió servir el plato porque más tarde cuando entré en la cocina lo encontré sucio en el fregadero junto a la cuchara. También encontré luego la olla sobre los fogones con apenas nada en su interior.  A las seis y treinta y cinco minutos, Terremoto salió corriendo al baño, desde la sala oí un ruido que fácilmente identifiqué, el de mi hijo vomitando la comida. Me acerqué al baño y allí estaba, había acercado a la taza del water el taburete que usa su hermano para lavarse las manos y se había sentado.

-Mamá, ¿qué me pasa?

-Que te has comido tu cena y ya te había dicho que estaba agriada, por eso te ha caído mal y ahora vomitas.

-Y ¿cuanto tiempo voy a estar vomitando?

-Pues hasta que hayas sacado todo lo que te has metido en el estómago, puede que una media hora o una hora como mucho. También es posible que te dé diarrea además del vómito, si eso ocurre llámame.

-Mamá, no me puedes dar un poco de pan tostado para que se me pare.

-No Terremoto, esto no es una gastroenteritis, esto se te pasará cuando saques lo que has comido y aquí mamá no puede hacer ninguna cosa, es tu estómago el que tiene la palabra.

Al cabo de un rato también le vino algo de diarrea, así que le acerqué una tinita y le dejé tranquilo en el baño. A las siete todo había acabado, el estómago había devuelto lo comido y Terremoto estaba mejor, algo dolido pero mejor.

Así que lo que no consiguieron las palabras lo consiguió el estómago, lo que no consiguió la paciencia ni el razonamiento lo consiguió un plato de sopa agria y la soberbia, el orgullo y el ego desmesurado de la adolescencia se fueron por la cañería cuando estiró la cadena.

Terremoto vino todo avergonzado. Me dijo que yo tenía razón y que él se había equivocado. Me dijo que no se encontraba muy bien y que esa noche prefería no cenar. Luego se sentó en el sofá a mi lado y apoyó la cabeza sobre mi regazo, como hacía años que no hacía. Allí nos quedamos los dos mientras yo le acariciaba el pelo y pensaba que si consiguiera que a veces me escuchara más, las lecciones no siempre serían tan dolorosas ni tan desagradables.

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El domingo pasado Terremoto cumplió 15 años, os cuento como fue y como hicimos una tarta de frutas.

16 Ene

Pues sí, hace quince años que esta que os escribe se estrenó como madre primeriza y muy muy muy novata.  Ahora soy una madre algo más experimentada y  con dos niños en mi currículum. Lo cierto es que llegar hasta aquí no ha sido fácil ni mucho menos. Uno piensa en ocasiones que lo peor ha pasado y nasti de plasti, ahora empezamos a entrar en la adolescencia y eso es mucho peor que la infancia.

La adolescencia. Ese periodo en el que las hormonas campan libremente a ritmo de heavy metal y juegan a lanzarse de forma desbocadas por las montañas rusas que conforman el   torrente sanguíneo de unos metamórficos post-infantes/pre-adultos, casi nada. Así que con un cierto efluvio hormonal que empieza a despuntar en su cuerpo, una incipiente cosecha de pelo también en su cuerpo y unos cuantos pelitos que anticipan lo que en su día será, o no, un posible bigote pero que de momento es un pequeño pegote de vello mal contado, este sólo sobre los labios y debajo de la nariz, of course. Nuestro Terremoto ha cumplido 15 años con un espíritu de “yo me siento muy mayor”, “quiero hacer lo que me dé la gana”, “quiero irme a vivir solo” o bien “quiero irme de viaje solo”, “quiero ir a estudiar fuera y sólo” y el peor de todos ”cuando pueda me voy a ir a vivir a la península y no estar en esta asquerosa isla”. Confieso que esto último me duele, no porque desee ir a la península, sino por el hecho de considerar esta isla como asquerosa o equipararla a una prisión, sobre todo porque yo la adoro.  Pero en fin, uffff, no se lo tendremos en cuenta. Supongo que debe ser una etapa más de la vida y ya veremos lo que nos depara. De momento estamos empezando a pensar en sacar enormes garrafas para llenarlas de muchos ommmsssss porque esto pinta maneras. En fin, que a mi edad me he vuelto a convertir en madre primeriza y pardilla en estos menesteres de la evolución de los niños.

Bueno, como os decía, nuestro niño ya no es tan niño y ya ha cumplido 15 años. La celebración de esta familia ha sido sencilla. Por una parte porque ya se siente mayor y pasa algo más de la fiesta. Por otro porque así como está la casa que nos ha condicionado tanto estas fiestas, pues también nos ha condicionado el cumpleaños. Este año no hemos hecho pues fiesta, este año y por expreso deseo de su homenajeado hemos tenido un picnic cumpleañero. Sí, recordáis la comida de Navidad, pues igual pero en versión cumpleaños.  El menú, lo eligió él mismo tras una negociación con mamá para poder tener platos que conjugaran hábilmente los deseos de un niño, el espíritu de una fiesta y el tener que comer en el suelo en plan campestre.  Agasajamos a los comensales con un surtido de patatillas, mini hamburguesitas y croquetas de diversos sabores. Nada demasiado complicado, aunque sí que me pasé un buen rato friendo croquetas y limpiando la sala.

Tsunami se había ido con su padre a una fiesta infantil que había ese día por las fiestas patronales de nuestra ciudad que tendrán lugar dentro de unos días. Llegaron un poco malhumorados porque Tsunami no había querido salir de un castillo hinchable y se había peleado con un niño. Vamos, un ataque de yo soy muy mayor y me quiero autoafirmar. Al final su padre tuvo que cogerlo y llevarlo a casa. El pequeñajo  entró por la puerta con un cabreo y el padre un poco mosca con él. Buenoooo, gestionamos rabieta, explicamos las cosas y le pusimos una penitencia por no haber atendido a lo que le decía su padre, al día siguiente no tendría juguete de maquinita.

Al cabo de un rato, cuando estaba llevando los platos a la sala, llegó Terremoto. Venía enfadadísimo con su padre y lo cierto es que el padre también lo estaba con él. Se habían cabreado uno con el otro porque el mayor quería venir antes de la hora que les había dicho y el padre no le había dejado. Así que tocó otra vez gestionar una “rabieta” más gorda que la anterior, que esa no era nada. Calmar a ambos y conseguir que lo entendieran e hicieran las paces… estaba empezando a pensar que ese no era el mejor día para celebrar un cumpleaños o bien que eso de los quince años de experiencia iban a resultar muyyyyyy duros.

En fin, que al fin los ánimos se calmaron, comimos y por la tarde pusimos por expreso deseo de Terremoto la peli de Rango. Así que al final el día no acabó tan mal como creía. Esta semana pero Terremoto está teniendo un comportamiento que cualquiera diría que alguien le mete cada día una intravenosa a base de Red Bulls. En el cole están preocupados y en casa no somos menos. Al final he hablado con su neuropediatra por si pudiera deberse a problemas con la medicación, hemos efectuado un cambio en una toma que la hemos trasladado a la mañana en lugar de la noche, ya veremos si se nota el cambio. Aunque la doctora cree que el comportamiento de estos días es más debido a su entrada en la adolescencia que a las medicinas. Ayyyyyysssss, no nos queda nada y yo no estoy mentalizada y sigo sin tener manual. Bueno, supongo que a partir de hoy es posible que en ocasiones os cuente una nueva faceta de las aventurillas familiares. Pero antes de acabar os quiero dejar una recetita que se hizo ese día tan especial.

Para su cumpleaños Terremoto me había pedido una tarta de fruta y quería que yo la cocinase. Tengo que decir que nunca he hecho una tarta de fruta de esas que no fueran tipo hojaldre, así que no tenía mucha idea de cómo hacerla. Al final decidí que improvisaríamos y ya veríamos que salía. El resultado ha sido bastante bueno, tenía mogollón de fruta que es lo que quería mi niño. Pero un consejo, si la hacéis hacedla el día anterior y dejad reposar, porque reconozco que los trozos que quedaron para el día siguiente habían mejorado muchísimo y la diferencia se notaba un montón. Lo cual es una ventaja, porque así es un trabajo menos que tienes para el día de la fiesta y lo tienes adelantado. Bueno sin más preámbulos os presento este invento de tarta de fruta.

Ingredientes:

Para la masa:

250 gr. de harina de fuerza

150 gr. de azúcar

125 ml. de leche

125 ml. de aceite

2 huevos batidos (sin sal ni azúcar, sólo batidos)

1 sobre de levadura tipo Royal

2 ó 3 manzanas, dependiendo del tamaño, peladas y cortadas a cuadritos.

1 botecito de trocitos de fruta escarchada que encontré en el Lidl

Las frutas:

La fruta se pone fresca, no se cocina, así que se puede usar la que más guste en cada casa. En nuestro  caso usamos

1 plátano

1 kiwi

Fresas

1 botecito de cerezas confitadas

Para rematar la jugada:

Un poco de nocilla (pero no me salió muy bien)

Mermelada casera de melocotón

1 sobre de un brillo para tartas que encontré también en el Lidl.

Preparación:

Para la masa se cogen todos los ingredientes, menos la levadura y la manzana,  y se mezclan en un bol. Cuando lo hemos mezclado añadiremos la manzana pelada y cortada en cuadraditos pequeños. Con la cocción de la tarta se “fundirá” y se unirá en un todo con la tarta, lo que nos dará un bizcocho más jugoso no tan seco. También en este punto es cuando puse todo el botecito de fruta escarchada cortada a cuadraditos muy pequeños. Cuando el horno esté a punto entonces añadiremos la levadura, mezclaremos bien. Pondremos en el molde y al horno.

En mi caso uso un molde de los de Lekue y no es necesario poner mantequilla en los bordes para que no se pegue. Lo cierto es que fue una muy buena compra ya que son super prácticos, un día os comentaré los que tengo y su resultado. Pero como cada uno conoce el molde que tiene en casa y sabe si tiene que poner algo para que no se pegue, así que en esto mejor actuad como soléis hacer. También aplicad la misma política para el horno. Nosotros pusimos calor arriba y abajo y estuvo a 190º un poco más de media hora, pero como os digo cada uno conoce su horno. Cuando el punzón o el palillo salen limpio después de clavarlo es cuando está a punto para sacarla.

Una vez enfriado el bizcocho lo que hicimos fue cortarlo por la mitad, cuidado al moverlo, yo me ayudé de una paleta de cocina y del cuchillo de pan grandote. Entonces es el momento de untar con una espátula de cocina o con una cuchara el interior de la tarta con la mermelada. En nuestro caso era casera y elegí la de melocotón porque ya  poníamos fresas para decorar y además la de melocotón tiene un sabor muy suave y no interfiere con los demás gustos de las frutas. Aunque realmente podéis usar el sabor que más os guste.

Mi idea entonces era hacer una especie de garnaché con la nocilla para que la fruta se pegara mejor, pero no me dio los resultados esperados, así que sólo puse un poco de nocilla por los bordes para que las frutas de allí se agarraran mejor. Confieso que este punto tengo que mejorarlo, así que si alguien tiene una sugerencia será bien recibida.

La parte superior de la tarta no tenía nada encima. Pelé y corté a rodajas la fruta y fui repartiéndola. Añadí unas cuantas cerezas confitadas y con las fresas también hicimos un poco de decoración.

Para rematarlo hice el brillo de tartas del lidl tal y como indicaban las instrucciones, eso sí, en el agua le añadí unas gotas de limón. Una vez hecho tienes que ir colocándolo relativamente rápido porque al enfriarse se solidifica. En un momento tuve que ponerlo unos segundos al fuego porque me lo había tomado con calma y me sorprendió solidificándose antes de que acabara.

Cuando el brillo estuvo frio, que fue en unos momentos, la pusimos en la nevera. Como os he dicho, reconozco que si se hace el día antes y ha estado toda la noche en la nevera, el bizcocho absorbe parte de los juguitos de la fruta y del brillo de la tarta (que es algo parecido a una especie de gelatina) y es muchísimo más jugosilla y deliciosa.

Así que aquí os presento la tarta de nuestro Terremoto adolescente y el estreno de una futura vida de madre primeriza en los menesteres de la evolución. Feliz cumpleaños Terremoto, bye bye tranquilidad.

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