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Las cenas de mis niños y las estratagemas para que me resulten fáciles de preparar. (1º parte, las ollas con termo difusión)

14 Abr

Hace tiempo que no os comento nada de recetas de cocina. Bueno, hace tiempo que me cuesta empezar a tener un ritmo sensato de entradas, aunque empezamos a ponernos las pilas. En casa por suerte estamos bien, pero yo llevaba una temporada baja de pilas y me costaba un poco ponerme delante del teclado. También me cuesta un poco ponerme delante de los fogones y eso es más jodido. Si unos cuantos días o semanas no publico, pues no pasa nada. Pero si me paso unos cuantos días o semanas sin cocinar, puede resultar una hecatombe familiar de primer grado. Bueno, realmente, el hecho de una demora en el estricto horario de comidas de casa ya es de por sí una hecatombe, sobre todo para el chef/groumet/insaciable Terremoto.
Terremoto es el más exigente en cuestiones culinarias y en horarios de comidas también. Cuando viene del cole a las cinco, merienda, generalmente fruta, yogurt o yogurt con trozos de fruta y unos pocos cereales, vamos que yo diría que no debe quedar con hambre, pero debo estar equivocada. La cena en casa normalmente es a las ocho para los niños y nosotros solemos comer cuando ellos se han ido a dormir, más que nada para estar relajaditos y tener nuestro momento. Si la cena requiere comer todos juntos cenamos con ellos, por ejemplo los días que hacemos algo al horno que se tenga que comer caliente recién hecho. Terremoto es el más conflictivo de casa en cuestión comida. Si tiene hambre puede empezar a pedir la cena a las siete y ponerse pesado a las siete y cuarto y luego a las siete y media. En ocasiones, cuando son las seis o las seis y media ya está empezando a tirarte indirectas sobre la cena… No se si a alguien más le ocurre, pero os aseguro que es agotador. Cuando acaba de merendar ya pregunta por lo que se cenará y cuanto falta para la cena. Uuuffff…. y eso que acaba de merendar, que si le dejo sin catar bocado toda la tarde tengo a un tigre bengalí por hijo. Por otra parte para acabar de arreglarlo, es muy especial a la hora de elegir los menús. Si en el colegio el día anterior o el siguiente hay algún plato igual o parecido a lo que pones de cena, tenemos las quejas y los follones asegurados, o en casa o en el cole, eso ya veremos a quien le toca. Así que para coordinar sus cenas con sus comidas en el cole y además no coincidir con los menús del cole de su hermano me las veo y me las deseo muchos días. Es muyyyy normalllll encontrarme con que no puedo hacer carne o pescado, porque en un cole ponen uno y en el otro lo otro. No sabéis lo que fastidia eso. También es habitual no poder hacer pasta o cus cus o sopa o cremas o una simple tortilla porque alguno de los peques coincide ese día o el siguiente o el anterior. Así que en ocasiones, por suerte pocas, me he visto en la necesidad de hacer una cena para uno y otra para el otro. Es el problema que tiene que los peques se queden a comer y vayan a dos coles diferentes.
Por suerte, Tsunami es algo más fácil de llevar, suele comer de todo o de casi todo y no es tan exigente ni tienen ninguna crisis existencial porque un día pueda coincidir una cena con su comida del día siguiente. Es más, mi pequeñin ha salido en eso igual a su familia paterna. Cuando yo salía con mi pareja, nos hablábamos cada noche por chat. El vivir en provincias diferentes y con un brazo de mar de por medio obligaba a eso. Así que muchas noches interrumpíamos la charla porque él iba a cenar y luego, cuando se reincorporaba, le pedía que había comido. El 97% de las veces el menú era algún tipo de sopa. Era igual si era en pleno invierno como que estuviéramos hablando en pleno mes de agosto, la maravilla, los piñones, estrellitas, de letras, de fideos, tiburones, rellena…. Como veis, mi pareja y su familia son muy soperos. El 90% de los postres que tomaba entonces era un yogurt de macedonia. Es curioso porque desde que vivimos juntos no toma tanta sopa, sólo de vez en cuando. Cuando le pido si quiere que se la haga no muestra una necesidad vital en ello. Incluso los yogures de macedonia acabaron olvidados en el frigorífico y dejé de comprarlos. Pero Tsunami… Tsunami es otra cosa y la genética del caldo con una buena sopita está presente en su ADN. Si fuera por nuestro peque el 99% de sus cenas serian soperiles, sin ningún problema y se sentiría más feliz que una perdiz. Hace poco le pregunté en el super que quería para cenar que se lo compraría y su respuesta fue “ya sabes mamá, lo de siempre, una sopita” añadió a esa respuesta su carita de niño contento y feliz… vamos, que quien le discute el plato de sopita si es pedido con esa sonrisa suya que pone de oreja a oreja.
Esta condición me viene muy bien ya que me salva en muchos momentos al tener que montar dos menús o bien cuando hago sopa para todos. Comento este truco que tenemos en casa para la sopa, porque para mí es lo más normal del mundo, pero me he encontrado con muchas personas que lo desconocían y luego se han sorprendido al hacerlo.
Hace años, mucho antes de que yo pensara casarme o independizarme, teníamos una amiga de la familia, doña Catalina, a la que quería mucho y siempre recordaré por su amabilidad y sus buenos consejos. Un día le contó a mi madre un truquito que ellos usaban para hacer en casa la sopa. Mi madre acababa de comprarse una batería de cocina de las que tienen la base de termo difusión. Resultaba que esta señora también usaba ese tipo de olla, así que empezaron a intercambiar experiencias. Hoy en día son muy habituales, muchas lo son, me refiero a esas que tienen la base tan gruesa y generalmente con círculos concéntricos, pero hace treinta y pico de años no eran tan comunes, además de bastante más caras. Doña Catalina, le contó que para ella y su Fernando, ponía en la olla más pequeña el caldo, lo llevaba a ebullición y luego con cuidado (porque el cambio brusco de temperatura hace que el caldo rebose y se vertiera) echaba poco a poco la sopa. Removía un poco y tapaba la olla. Entonces con la yema del dedo iba dando toquecillos sobre la tapa y cuando notaba que esta estaba caliente, cerraba el gas y lo dejaba tal cual. Se cerraba justo cuando notas el calor que ya cuesta soportar en el dedo, porque si te pasabas entonces el caldo hervía demasiado y rebosaba por la tapa. Si esto ocurre, sólo tienes que destaparlo, dejar que suelte un poco de vapor o bien remover con la cuchara y volver a tapar.
De esta forma uno se despreocupaba de hacer la sopa y media hora después levantas la tapa y te encuentras una sopita perfectamente cocida y calentita a punto de servir. Ese es un truquito que yo he usado toda mi vida, porque luego yo me compré una de esas baterías de cocina. Nosotros seguimos usando la olla pequeña y nos da para cuatro raciones. Así que ya sabéis, si alguien tiene una olla de termodifusión, que sepa que la sopa puede hacerse así y no estando pendiente removiendo delante de los fogones. Lo apagas y a otra cosa mariposa.
Actualmente mi cocina no es de gas, tengo una vitro, así que aún es más fácil. La vitrocerámica guarda el calor residual. Pongo el caldo con la vitro al máximo para que el caldo se caliente pronto y coja un buen calor residual al apagarla. Espero que el caldo esté caliente pero no que hierva. Pongo la sopa y remuevo y espero a ver como empiezan a hacerse las primeras burbujas previas al hervido. Entonces es cuando tapo la olla apagando enseguida el fuego y con el mismo calor residual coge la temperatura exacta y no tengo que hacer aquello de darle con la yema del dedo a la tapa. Por si acaso vigilad los primeros segundos no sea que hayáis esperado demasiado y tapéis al hervir. En este caso se caliente demasiado y rebosa, cosa que en una o dos ocasiones me ha pasado, pero si se hace bien no ocurre. Si esto ocurre ya sabéis, destapáis un momento, removéis y volvéis a tapar. Os diré que si tenéis invitados este truco también vale para las ollas más grandes manteniendo el mismo tiempo, en media hora sopa hecha.
Sólo hay un detalle que hay que tener en cuenta, absorbe bastante caldo, así que sed algo generosos con el caldo que pongáis, sobre todo si os gusta la sopa más caldosilla. Algunas veces y depende del tipo de sopa, si le has puesto poco caldo luego te puedes encontrar un pegote de sopa, se que añadiendo líquido se arregla más o menos, pero no queda con buena presencia para presentar si es que ese día se tienen invitados. Yo normalmente me suelo guardar un poco de caldo para luego atemperar la sopa antes de servirla. En casa mi pareja es de los de sopa con casi nada de caldo, Terremoto y Tsunami con algo de caldo y yo con mucho caldito.
También para darle más sabor en casa nos gustaba ponerle dentro trocitos de botifarrón cortado a cuadraditos pequeños o bien trocitos de pollo hervido. Para las ocasiones más especiales le poníamos pequeñas albondiguitas que se cocían en el caldo, sobre todo lo hacíamos así en épocas navideñas, pero a diario también se puede tomar al resultar una combinación bastante completa. A mis pequeños el botifarrón no les entusiasma demasiado, pero las albóndigas las adoran. Lo recomiendo para los que disfruten de esta forma, para mí es delicioso. El botifarrón tiene en sus ingredientes semillas de anís y el gusto del anís le daba un punto muy especial a mi modo de ver. Para la sopa rellena no hay ningún problema. Se hace el mismo procedimiento, pero poned bastante caldo y la olla bien grande para evitar que se apelmace.

El truco que os acabo de explicar con la sopa se puede aplicar también para cocer la pasta. Nosotros no solemos tomar pasta de noche, porque la encuentro un poco pesada antes de ir a dormir. La forma es como la que os he explicado antes. Se pone el agua con una pizca de sal unas gotitas de aceite y nosotros ponemos una hoja de laurel. Esperas a que hierva, se pone la pasta dentro, macarrones, hélices, espaguetis, tallarines, raviolis… se cierra y se esperan unos quince o veinte minutos. Vamos, el tiempo en que preparas la salsa y pones la mesa. En casa somos cuatro y claro, ponemos bastante pasta, y esperamos ese tiempo. Se que me diréis que de esta forma los tiempos son los mismo, pero el ahorro energético es considerable y la disponibilidad para hacer otras cosas mientras también son de agradecer. Pensad en la de cosas que podéis ir adelantando en veinte minutos o simplemente darse el gustazo de disfrutar un ratito para ti o para tu familia. Seguro que más de uno se apunta a este truquito.

Nota: Es curioso, pero acabo de darme cuenta que como en casa muy pocas veces hacemos arroz a la cubana, el truquito no le he intentado hacer para hervir el arroz blanco, pero tampoco me extrañaría que sirviera, aunque no lo tengo comprobado.

Editado: Mirad los comentarios, Tonia nos dice como hacer con esta técnica el arroz. Gracias encanto.

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Salsa de hinojo para acompañar platos de salmón, la receta de la cuñada de la peluquera

13 May

Hace algunas semanas que no os comento ninguna receta de cocina. Lo cierto es que no soy un crac de los fogones, pero también es cierto que me gusta cocinar, si consigo estar tranquila y sin líos, y me gusta la buena comida ¿a quién no? Esta receta tampoco es de las que tenga mucha solera en casa, pero desde que ha entrado se ha hecho unas cuantas veces y cada vez nos gusta más convirtiéndose en una imprescindible en nuestro repertorio. Como muchos otros tesoros culinarios que apunto en diversos papeles sueltos de diversos formatos y letras, esta receta vino de quien menos esperaba y de la forma que menos esperaba y cuando menos lo esperaba.

Estaba yo en la peluquería haciéndome mi querido tinte, ese que hace que no parezca que he envejecido de golpe cuarenta y ocho años y me permite mirarme al espejo con cierta gracia y salero y soltarme un sonoro ¡Guapa, Guapa, y Guapa! A ver si así conseguimos levantarnos la moral cuando vemos nuestro rostro y cansado de madre trabajadora reflejado al otro lado por la mañana. Pero a lo que iba. Estaba en mi visita a la pelu, a esa pelu que frecuento desde que tenía cuatro años y que el día que cierre me dará un disgusto de los gordos. Habíamos hecho todos los procesos habituales de tintado de pelo y había estado escuchando las historietas inverosímiles que sólo pueden escucharse en una peluquería de esas de barrio en las que las clientas son como de la familia y casi todos se llegan a conocer. Recuerdo que estábamos contando hechos de esos curiosos. La peluquera nos contó que una vez una clienta había perdido el sonotone (aclaración para aquellos que oyen de perlas. El sonotone es ese aparatejo que te pones detrás o dentro del oído para aquellas personas que tienen problemas de audición, algo parecido al famoso «pinganillo» que popularizó en su momento Carmen Sevilla) Pues como he dicho antes, a lo que íbamos. La peluquería se revolucionó buscando el conflictivo sonotone que no aparecía por ningún lado. La pobre señora se fue compungida a casa, ella aseguraba que no se había vuelto turulata y que había dejado el aparatito en el bolso que estaba abierto en el respaldo de la silla, pero dentro de su bolso no había nada. La peluquera se encargó de volcarlo y escudriñarlo buscando dicho objeto. El suceso se resolvió unas cuantas horas después, esa misma tarde cuando otra clienta llamó desde Portocristo porque cuando había llegado a casa se había puesto a hacer la comida. Le había pedido a su marido que le acercara las gafas que tenía en el bolso y este encontró un extraño objeto dentro. La mujer preocupada llamó a la peluquera «A., que me he encontrado una cosa muy rara en el bolso y mi marido dice que es un aparato de esos que llevan los sordos». Menuda alegría que se dio la peluquera y menuda alegría le dio a la señora despistada que había confundido su bolso con otro. Después de la alegría vino la consternación y la sorpresa al descubrir que su audífono se había ido de excursión, literalmente al otro extremo de Mallorca. Resulta que esta clienta era de las de toda la vida pero que hacía unos años habían ido a vivir allí, pero bajaba a Palma una vez al mes y aprovechaba para pasar por la pelu de siempre donde la conocían bien y la trataban como a ella le gustaba. Nos quedamos sin saber quien fue que llevó el aparato a quien o simplemente si se encontraron a medio camino y quedaron en un bar a tomarse una tila y una hierbas dulces, quien sabe.

Esta es una de esas historias comunes en mi peluquería, pero ese día estábamos inspiradas y seguimos contando aventurillas. Se contó luego el caso de otra señora muy mayor que su hija llevó otro día a la peluquería. Esta señora había sido la única clienta que había además de otra señora que llegó luego. Cuando esta segunda clienta fue a irse se fue a poner los pendientes que se había quitado para que le lavaran la cabeza. La sorpresa fue cuando no los encontraron y eran unos pendientes de gran valor que le había regalado su marido cuando eran jóvenes. Llegaron a la conclusión que cuando la otra primera clienta del día también se había quitado los suyos a la hora de lavar y al tener que marcharse pidió a una de las chicas que se los pusiera. Debió equivocarse y entregó a la peluquera los de la segunda clienta. Así que nuevamente la peluquera cogió listín de número y teléfono en mano, llamó al móvil de la hija que estaba en el coche de camino a casa. La hija se paró para contestar y cuando la peluquera le dijo que suponían que los pendientes que llevaba la madre no eran los suyos, se volvió para mirarla y así fue… de vuelta a la pelu.

Pero este no fue ni de lejos el suceso más rocambolesco que les pasó, uno de los más sonoros de esa tarde fue el de una clienta también muy mayor y con principio de alzhéimer. Esta vez fue el hijo quien la llevó. A la hora de partir la peluquera llamó al hijo para que fuera a buscarla y le cogió su rebeca y le ayudó a ponérsela. El hijo vino y se la llevó a su madre a casa. También y al cabo de un rato otra clienta descubrió que su rebeca había desaparecido. Al cabo de un buen rato de pensar observaron que la única que se había ido con una de esas prendas era esa señora, así que la peluquera fue al día siguiente a pedir a una chica que sabía era su sobrina si le podía dar la dirección de la señora en cuestión. Tuvo ciertas dificultades para conseguir las señas, ya que tía y sobrina estaban peleadas desde hacía tiempo, pero al final y tras insistir un buen rato, consiguió la dirección. Nuestra querida y abnegada peluquera se fue a la dirección dada y allí pulsó el botón del portero automático. La clienta en cuestión además de alzhéimer era sorda rematada y como entendía cualquier cosa antes de lo que le decía la peluquera a voz en grito por el portero automático no quería abrir a nuestra empecinada heroína. La peluquera le gritaba por el altavoz «Hola Sra. M. soy A.» y la Sra. M. le gritaba «Aquí no abrimos la puerta a ninguna gitana», «que no, Sra. M. que soy A., la peluquera» , «que no tengo ninguna perra»… Al cabo de unos minutos de escándalo callejero vía interfono entró en la conversación la vecina de la puerta de enfrente de la Sra. M. que había estado cotilleando la charla y le pidió a la peluquera que subiera que ella tenía el teléfono del hijo. Así que la peluquera pudo ponerse al fin en contacto con el hijo. Este fue por la tarde a casa de su madre y encontró una rebeca en el armario de esta, pero la madre insistía en que esa prenda era suya y claro, la propietaria no había previsto un lió como ese y no la tenía etiquetada como las rebecas de los escolares. Al final la peluquera habló con la dueña, que por cierto estaba muy tranquila y fue la más calmada de todas, y le dijo que si el hijo buscaba en un bolsillo en concreto de la prenda encontraría una carterita con unas características concretas y un contenido concreto. Parece que esta vez el hijo si que se creyó que la madre había salido de la peluquería con dos rebecas y devolvió la segunda. Y miren ustedes lo que son las cosas, la sobrina que estaba peleada con la tía acabó siendo la hija de la que se había llevado los pendientes y también era sobrina política de la que había perdido el sonotone…

Hay veces que las casualidades y las historias se entrecruzan y rayan el esperpento.

En ese momento, en la peluquería una de las chicas comentó «pero si algo también hemos tenido de entretenido además de las aventurillas que nos han pasado con tantos años trabajando han sido las magníficas recetas que nos han pasado muchas clientas» A esas alturas, yo estaba a punto de irme y de pagar. Fue en ese momento cuando la conversación se desvió al tema culinario y nuestra querida peluquera comentó una receta que si bien no era exactamente de una clienta, era de su cuñada, la hermana de su marido. Creo que alguna vez he comentado que el marido de mi peluquera ya está jubilado pero que era cocinero de profesión. Lo cierto es que cada vez que me han recomendado una receta o un sitio donde comer el éxito ha sido seguro. Así que cuando A. dijo que esa era la receta favorita de su marido a la hora de acompañar un buen salmón, no me lo pensé ni dos veces y pedí de inmediato un boli y un papel donde apuntarla antes de irme.

La receta es muy sencilla y teniendo en cuenta lo mucho que nos gusta a mi pareja y a mí este pescado cocinado a la plancha, os podéis imaginar que no estuve demasiado tiempo en ponerla en práctica. El resultado fue exquisito, es sencillísima de preparar y la mezcla es sorprendente. Así que sin más historietas ni más rodeos, pasó a contaros ya de una vez una de esas recetas que sólo caen en tus manos después de una intensa tarde de peluquería de barrio con muchas risas, historias, cotilleos y tintes y lavados de por medio, como tiene que ser.

 

Ingredientes:

1 yema de huevo

7 cucharadas de aceite de oliva virgen

2 cucharadas de vinagre

1 cucharada de azúcar

1 cucharada de mostaza de Dijon (pero supongo que otra también podría valer si alguien es sibarita en eso de las mostazas)

1 cucharada de hinojo (las hojas verdes) picado. Nosotros lo cierto es que le pusimos bastante más que una cucharada porque nos gusta mucho el gusto que tiene.

Sal y pimienta al gusto de cada uno.

Nota: el fonoll, fenoll o hinojo es una plata aromática típica de la cocina mediterránea. La puedes encontrar sin ninguna dificultad paseando por el campo al lado de las paredes de piedra o en las orillas de los caminos. Por si alguien no sabe de qué planta hablamos su nombre científico es Foeniculum vulgare, así podréis comprobar exactamente a qué tipo de planta me refiero y como localizarla en vuestro entorno.

 

Preparación:

Pues lo cierto es que está chupado. Se ponen todos los ingredientes en la batidora, se bate y se pone sobre el pescado.

… dicho así queda demasiado fácil, así que si alguien quiere hacerlo en plan tradicional y sacar el mortero y ponerse en la masa a emulsionarlo pues es muy libre, pero el resultado será el mismo. Lo comprobamos.

Así que nadie se queje, tiene una receta super sencilla, rápida y que hace que este pescado pase de estar buenísimo a estar soberbio. En casa le hemos hecho diversas veces para cenar, acompañando el salmón con un poco de cus-cus también regado con salsita. Bien unas patatas al microondas y luego troceadas y aliñadas acompañadas de unos trocitos de tomate también aliñado. Nos falta por experimentar con arroz blanco hervido y con fideos chinos que seguramente también puede quedar delicioso. Hmmm…. Me está empezando a entrar hambre. Nos vamos a cenar. Hasta pronto y bon profit a tots.

abril 2014 317

Circus Day, una web de cocina muy interesante

8 Abr

Es muy probable que muchos de vosotros no sepáis una curiosidad propia de los mallorquines. En las islas, el tiempo nunca transcurre igual que en otros lugares, de la misma forma que las distancias tampoco son iguales. Me explicaré. Todo aquello que en la península parece normal, tipo hacerse en coche más de 100 kilómetros o estar conduciendo más de una hora para llegar a un sitio, aquí nos parece algo impensable, demencial, aberrante o extragaláctico. Con las comunicaciones actuales es posible que esta situación ya no nos sea tan nueva pero siempre nos choca mucho cuando pisamos tierra peninsular y agota tener que meterse ciertos palizones para ir a comer algo, subir a una montaña o llegar a una playa.

Quizás sea por esa condición de insularidad que la idiosincrasia isleña ha creado otra curiosidad que llama muchísimo más la atención a todos los que la visitan. En Mallorca, un par nunca en la vida se refiere a dos. Bueno. Maticemos. Tampoco somos idiotas, evidentemente, cuando nos referimos a un par de guantes, de calcetines, de zapatos, de ojos, de orejas, de manos, brazos, piernas o pies. En esos casos, un par son dos. En el resto de casos un par puede ser una cantidad indeterminada comprendida entre más de uno y el infinito. Ello ha provocado una extraña pregunta ¿te refieres a un par mallorquín o a un par forastero? Es la típica frase que surge cuando alguien se plantea una duda sobre la cantidad de ese par. Evidentemente, el par mallorquín es el indeterminado. El equivalente a dos, el que entiende cualquier foráneo de las islas, es el par forastero. Es muy normal que al carnicero de toda la vida que sabe que somos cuatro en casa, al pedirle un par de bistecs para torrar pues directamente nos pone ocho unidades. También es normal que cuando hablas con alguien y le cuentas una monería que hizo tu peque hace algo así como cinco años, le dices que eso ocurrió hace un par de años y también te entienda perfectamente. Igualmente si esa monería la hizo tu vástago hace dos semanas, cuando tú la cuentes también dirás que hace un par de días tú peque os deleitó con esta ocurrencia y te seguirán entendiendo. Entonces… ¿Cual es esa cantidad?… pues supongo que para saberlo uno tendría que ser isleño… es algo que llevamos en los genes o que la vida prolongada en estas tierras te dará con el tiempo. Es algo que todos entendemos y aunque parezca algo increíble, el tiempo, el espacio y la vida de sus habitantes ha ido discurriendo sin problemas en estas pequeñas islas del Mediterráneo occidental, sin que nunca uno se preocupara por saber exactamente que cantidad es un par.

Aclarado esto, puedo empezar el post así como yo quería sin que nadie se tome mis primeras palabras como algo literal, ni las segundas, ni tampoco las terceras, sino como la plácida forma de hablar de alguien que está acostumbrado a que el tiempo y el espacio transcurren de forma distinta o al menos peculiar en relación al resto de la humanidad.

Hace un par de días una chica entró en la biblioteca. Era una chica callada. Estaba en una biblioteca y aunque en ese momento ella era la única clienta (creo, porque como os he dicho eso paso hace un par de días) en las bibliotecas siempre se tiene que hablar flojito, y eso hizo. Era una chica muy educada. Tenía una voz que recuerdo dulce y se movía como si su cuerpo fuera una cinta que ondea el viento, con sumo cuidado. No se si el echo de estar donde estaba hacía que su conducta fuera esa, lo cierto es que fue con mucha delicadeza y sus movimientos eran pausados y silenciosos. Esa chica me pidió por unos libros peculiares. Digo peculiares porque en alguna ocasión yo los había mirado, me llamaban mucho la atención pero tengo que confesar que nunca me había atrevido hacer nada de lo que decían sus páginas. Esos libros eran unos recetarios de cocina mallorquina del siglo XIX y otro de principios del XX. Ya que hoy también vamos de confesiones, tengo que confesar que pese al gran valor y tradición que se guarda en sus páginas, no son de los más consultados.

En general tengo bastante buena memoria para recordar quien ha consultado ciertos libros. Tengo que decir que yo sólo los había sacado una vez, cuando otra señora, esta algo más mayor, que trabaja en un horno que está muy cerca de la biblioteca y que elabora recetas antiguas, vino hace cosa de un par de años a consultarlo. (Nota: esta vez sí que un par de años se refiere a un par forastero)

Pero volvamos a nuestra historia. La chica se sentó en una de las mesas del fondo, la de la derecha. Estuvo consultando el libro con la misma delicadeza con la que había entrado y al cabo de un par de minutos vino a preguntarme si podía sacar una foto de unas recetas. Una parte de mi trabajo es saber por que motivo se reproducirán los documentos que tenemos, así que le hice esa pregunta, las de rutina. Su respuesta, confieso que me intrigó. No por el tema por el que los necesitaba, que esa circunstancia ya se ha dado otras veces, sino por el motivo, por una parte de la frase en sí, cuando os diga cual fue su respuesta lo entenderéis. Me respondió «tengo un blog de cocina en el cual hago recetas antiguas y he venido para documentarme como se hacían unos platos que tengo ganas de ver como salen para publicarlo»

Hasta ese momento habían venido algunas personas interesándose por textos o fotografías para sus blogs y salvo que esos textos o fotografías tuvieran los derechos de autor vigentes no había problemas en hacer una reproducción. Lo extraño no era que viniera el dueño, o en nuestro caso la dueña del blog. Lo que me alucinó es que el blog se dedicara también a recetas antiguas y que su dueña se tomara la molestia de ir expresamente a las bibliotecas para consultar los recetarios antiguos. Cuando estudiaba en la Universidad siempre decíamos que en caso de duda acude a las fuentes, pero por desgracia hoy en día, en caso de duda la gente acude a internet y hay ciertas cosas que internet no puede darte las soluciones pero las fuentes sí.

Esta chica hizo sus fotos y luego tuvo que rellenar el habitual papeleo que toda persona que hace una reproducción tiene que hacer con nosotros. Entre las cosas que tenía que poner en el caso de reproducción para un web era indicar cual era. Así fue como ví por primera vez escrito el nombre de la web de esta chica «Circus Day». Me pareció un nombre muy curioso para una web de cocina y también me pareció una forma muy curiosa de cuidar sus recetas el ir a consultar los recetarios antiguos, así que confieso, una vez más, que la curiosidad me pudo y cuando llegué a casa busque la web y me dejé fundir como el chocolate contemplando con deleite lo que para mí fue toda una sorpresa. Una página muy bien presentada y cuidada. Unos textos mimados. Unas fotos extraordinarias. Pero sobre todo unos platos con una pinta deliciosa, fáciles de trabajar y con una presentación muy pero que muy estudiada. Se notaba el esmero, el cariño y el amor que se ponía en el trabajo bien hecho, en mirar el detalle, en no hacer las cosas deprisa simplemente porque se ha de publicar. Cada pequeña cosa, cada detalle, estaba allí porque debía estar allí pero cuando lo veías no eras consciente de que si estaban allí era porque ese era su lugar, ni más, ni menos.

También tengo que confesar que mi pareja debió percibir el mismo cuidado que yo y sin que yo lo supiera se lo puso en favoritos. Un par de semanas después me sorprendió un día cuando al llegar a casa R. me había preparado la comida.

– Hoy te he preparado una receta mallorquina de 1876 – me dijo.

– ¿Y de donde te has sacado tú una receta mallorquina de 1876?

– Pues de la web de cocina que mirabas el otro día. La he estado mirando hace un par de días por mi cuenta, y es estupenda. Hoy ha publicado este plato. Me ha llamado mucho la atención que pusiera de 1876′ y también he creído que te gustaría. Así que he salido al super y me he puesto con ello.

Nuevamente, tengo que confesar, que si alguien me tiene la comida preparada sobre la mesa cuando llego a casa después de trabajar, no suelo poner ningún tipo de objeciones. Ese día no sólo no puse objeciones. Ese día quedé encantada. La comida estaba deliciosa, era exquisita. Era como volver a redescubrir un sabor que había sido olvidado durante más de cien años y encontrarlo de nuevo. Mi autoestima subió un par de grados en la escala de Richter, si es que esta escala puede medir los grados de la autoestima. Que tu churri te reciba con algo tan especial, hecho especialmente para ti porque piensa que eso te pude gustar y porque lo ha sacado de un sitio que le has recomendado, es algo que te eleva el ánimo por dos motivos… bueno tres: Porque la comida estaba deliciosa. Porque me quiere un montón. Porque aún me escucha cuando le hablo y le suelto alguno de mis rollos monologuísticos. Esta subida de autoestima bien se merecía una recompensa y me propuse que cuando fuera su momento os daría a conocer este blog. Pues bien queridos lectores, el momento ha llegado. El show está a punto de iniciar. La carpa está montada, los lectores han ocupado sus asientos ante sus pantallas y esta que os escribe se encuentra en medio de una pista con los focos iluminando un estrambótico sombrero de copa y un traje tipo levita en rojo mientras de fondo una fanfarria está sonando.

Así que como dice esta chica en su blog:

Señoras y señores, mesdames et messieurs, ladies and gentlemens, bienvenidos a Circus Day.

Circus Day

Cocina mallorquina: Frit de xot, es decir, frito de cordero

6 Abr

Hacía tiempo que no os ponía una receta de cocina mallorquina y como el año pasado os puse por estas fechas unas cuantas recetas de dulces tradicionales mallorquines en la época de Pascua, pues había pensado que este año estaría bien poneros un plato principal salado.

Éste era uno de los platos que más me gustaba de niña, mi madre lo sabía bordar muy bien, lástima que no me enseñara como hacerlo y yo me he tenido que buscarme la vida para poder elaborarlo. Así que la receta de hoy no es de mi madre, es de muchas madres a las que he ido preguntando y tomando de una y de otra lo que más se parecía a lo que hacíamos en casa. Por desgracia es un plato que hago muy poco, sobre todo porque digamos que hmmm… no adelgaza. Sin duda el frito mallorquín es una de las recetas estrella de la gastronomía mallorquina y que me pirra un montón, me trae un montón de recuerdo y tengo que decir que con una buena hogaza de pan de pueblo y una aceitunas trencades para acompañarlo está divino. Hay varias formas de cocinarlo, pero para esta ocasión he elaborado un frit de xot o de cordero, de esta forma todas aquellas personas que tengan vetado el consumo de cerdo por un motivo u otro podrán animarse a hacerlo. Por otro lado, también os pongo hoy esta variante porque es la que se elabora en las fechas cercanas a Semana Santa.

En esta época las cocinas mallorquinas bullían en una frenética actividad con las panadas, los robiols, los crespells y el frito de cordero. Mi madre decía que no lo hacía a menudo porque era complicado, yo tengo que desmitificar eso, complicado no lo es para nada, lo que si tiene es que lleva tiempo porque los ingredientes se tienen que ir friendo por separado. Por eso os recomiendo que primero preparéis los ingredientes y mientras se van friendo hagáis trabajitos en la cocina o cerca de esta para estar atentos pero que os aproveche el tiempo. Si no tenéis ganas de seguir currando simplemente leéis algo pero cerquita para estar atentos, que si uno se queda delante de la sartén entonces sí que nos puede parecer más complicado o como mínimo mucho más largo.

Antes de empezar os diré que algunas de las variantes del frito son el de marisco, hecho con sepia o calamar, gambas y mejillones, o como dirían los italianos con fruti di mare. El frito de lomo, en el que la carne se sustituye por trozos de lomo. El frito de cerdo, igual pero usando las frituras del cerdo. Finalmente el frito de verduras, sin nada de carne, en plan vegetariano. Cada uno tiene alguna pequeña variante, pero la base es más o menos la misma.

Ingredientes:

Frito de cordero cortado a cuadraditos pequeños. El frito está compuesto por el pulmón, el hígado y el corazón. Sé que dicho así suena fatal pero os aseguro que el resultado final está muy rico.

Pimiento rojo cortado a cuadraditos pequeños

Pimiento verde cortado a cuadraditos pequeños

Al menos unos cuatro manojos de sofrito o cebolletas, cortado a rodajitas pequeñas, incluida la parte verde. Se tiene que poner bastante porque al freír se encojen mucho y tiene que haber.

Patatas de las de freír, cortadas a cuadraditos, a nosotros nos gusta bastante y ponemos al menos 4 ó 5 bien grandes.

Hinojo fresco picado

Laurel

Ajo

Sal y pimienta

Aceite

Cayenas (depende de lo que os guste el picante)

De momento os he puesto lo imprescindible para un frito básico, ahora os comento las demás cosas que podéis añadir si queréis que sea más completito o algo de ello os guste en especial.

Guisantes

Habas

Alcachofas

Setas o champiñones

Sangre

Preparación:

En Mallorca se puede encontrar el frito ya cortado en las carnicerías, sino hay que comprarlo, cortarlo y lavarlo bien y que escurra en un escurridor. Se salpimienta y reserva.

Se cortan todos los ingredientes y los pones cada uno en un plato separado y se les sala.

Las patatas recordad que lo mejor es pelarlas, cortarlas y guardarlas en un recipiente con agua para que no se pongan negras. Cuando las tengáis que emplear escurridlas y luego saladlas.

Las alcachofas si las ponéis, también es conveniente guardar en un cazo con agua y algo de limón por el mismo motivo.

El hinojo muchas veces lo puedes coger en el campo. En algunas ocasiones si lo recoges o lo compras y ha pasado unas horas se ha mustiado. Un truco de la gente del campo es al tener que usarlo sumergirlo en agua, sacarlo y ponerlo unos segundos hacia abajo para que tome la forma, luego lo dejas así sobre un plato, sin secarlo, y tomaré la consistencia y el aspecto anterior a haberse puesto mustio.

Cuando lo tenemos todo cortado se tiene que ir friendo, pero por tandas de ingredientes, sin mezclarlos en la sartén.

Primero se fríe el pimiento verde y rojo, estos si puedes mezclarlos.

Luego se sacan de la sartén y se ponen dentro de una cazuela de barro, procurando no coger mucho aceite.

Después freiremos la patata junto a unos cuantos ajos que NO habremos pelado y que habremos machacado con su piel. También pondremos en las patatas un poco de cayena.

Al estar frito, yo quito la cayena, y se pone todo sobre los pimientos.

Seguidamente le toca el turno a la cebolleta y luego se ponen sobre las patatas.

Después iremos friendo las demás verduras que queramos agregar, siempre respetando el hacerlo solas y poniéndolo luego con poco aceite sobre lo anterior.

Al final freiremos el frito, que irá junto con el hinojo cortado pequeñito, las hojas de laurel y un poco más de cayena. La carne es aconsejable hacerla a fuego un poco más lento que las verduras, ya que si no se nos puede poner muy dura.

Una vez fritas se pone sobre todo lo anterior. Entonces es cuando lo mezclaremos todo.

En el caso de que también queráis, este es el momento de añadir la sangre desmenuzada por encima y volver a mezclar de nuevo.

Este plato se puede comer enseguida, pero también va muy bien para dejarlo de un día para otro ya que los sabores asentados quedan mejor. Así que ya que nos ponemos podemos tener para dos días sin ningún problema.

Lo único que recomiendo para degustarlo es tener una buena hogaza de pan de pueblo que es lo que le queda mejor y lo acaba de bordar.

Ya veis, complicado no lo es, sólo es que lleva su tiempo el ir friendo las cosas de una en una, por eso os comentaba al principio de ir aprovechando para hacer otras cositas cerca en la cocina mientras vigilamos y removemos de tanto en tanto la sartén. Espero que os guste y algún día os animéis os aseguro que está buenísimo, como todo aquello que comparto con vosotros y que tiene tras de sí muchos buenos recuerdos de infancia, bon profit.

abril 2013 056

Quesada cántabra, rica, rica, rica y fácil, fácil, fácil.

16 Mar

En ocasiones hay recetas que te vienen por donde menos lo esperes. Seguro que os preguntáis, ¿qué hace una mallorquina poniendo una receta de quesada cántabra? Alguien podría pensar que como la abu de Tsunami se fue a vivir por esa zona del norte de España, donde desde su ventana se divisan (según ella) mogollón de campos verdes y de vacas (Bueno, la abu no dice mogollón, porque es una abu como toca, pero yo sí. Hecha esta aclaración seguimos). Pues yo también creía que un día me sorprendería pasándome una receta de quesada auténtica. Sobre todo cuando una de las veces que vino a ver al peque le trajo una quesada y otras cositas ricas, ricas de allí. Pero está visto que no. Lo único que nos comenta es lo verdes que son los prados, la de vacas que se ven desde la ventana y lo rico que está todo, pero de recetas nidi di nidi.

Ya estábamos mentalizados a que nos quedábamos sin recetas (… vale, que ya sé que por internet hay muchas, pero es que son tan diferentes en ocasiones unas de otras y todo el mundo te dice que son auténticamente cántabras que una no sabe que pensar…) hasta que un buen día una de las clientas que viene a menudo por la biblioteca me comentó que su madre hace una que es muy fácil y buena. Esta chica es de Santander, así que supongo que ella sabrá mucho más de esas comidas que yo.  Por lo tanto me fie de su parecer culinario y por supuesto del de su madre. Tengo que decir que verdaderamente la receta es muy, muy, muy sencilla. Vamos que no hay que tener un exceso de erudición en cacharros de cocina para elaborarla y que está riquísima.

Me ocurrió una vez una cosa curiosa con esta receta. En una ocasión os conté que en una salida del APA del cole de Terremoto se hizo un concurso de postres. Ese día os conté el postre que presentó Terremoto, pero yo también me decidí a última hora a presentar uno. Hice la quesada, por eso de que era algo poco habitual por estos lares y para aportar algo diferente. También en otra ocasión os presenté un postre que ese sí que es mallorquín, la coca de brossat. Pues bien, como los gustos son diferentes, porque evidentemente, no es lo mismo el requesón o brossat que el queso, pues una de las madres le dio mucho yuyu la quesada. Decía que la coca de requesón me había salido rara. Hasta que conseguí que alguien (evidentemente, mi ex) la probara, y diera su opinión (si nos descuidamos se la zampa toda, jajaja) cuando vieron que eso estaba bueno fue cuando el resto de asistentes se animó a probarla. Para alivio mío cuando se animaron con ella les gustó mucho y de hecho se la acabaron toda, toda, toda. Está visto que cuando una es mallorquina tiene que presentar postres mallorquines, que limitado, ¡Jo!.

Así que si me permitís todas las licencias que se tengan que permitir, esta mallorquina os presenta el postre de la quesada que hace la madre de la clienta de la biblioteca y que son de Santander. Si hay quejas o no es lo suficientemente puritana como debería ser o mandan los cánones quesadiles de los auténticos expertos, ruego dirijan sus quejas a la madre de la clienta. Esta mallorquina no se hace responsable de posibles desvíos en la pureza de la receta original. Solo puede asegurar dos cosas, que es muy fácil de hacer y que está para chuparse los dedos, así que os dejo con este postre tan norteño y que me llegó de quien menos lo esperaba, para el deleite y disfrute de quienes se atrevan con él.

Ingredientes:

200 gr. de queso fresco (tipo Burgo de Arias) La chica me dijo que la receta es de 200 gr. y que si se compra el queso al corte pide eso, pero que cuando pone los de tarrina que suele ser de 250 gr. pone la tarrina entera.

150 gr. harina

150 gr. azúcar

50 gr. mantequilla

2 huevos

1 vaso de leche (viene a ser unos 250 ml. de leche)

1 palo de canela.

1 recipiente de barro apto para horno, no excesivamente grande.

Preparación:

Se pone el vaso de leche a hervir en un cazo, con el palo de canela dentro.  Se quita del fuego y se reserva.

En un recipiente grande se echa el azúcar, los huevos, la mantequilla y la harina. Con una batidora lo mezclamos todo.

Cuando la mezcla anterior esté unida se va echando la leche (sin la canela) y se vuelve a batir.

Se añade ahora todo el queso a la masa anterior y se mete la batidora, pero sin desmenuzar todo el queso, dejando trozos pequeños.  Sólo es necesario unos cuantos golpes de batidora, lo justo para desmenuzar y mezclar. Si se quiere también se podría hacer con un tenedor, pero como ya estamos con la batidora… pues como que es más cómodo.

Se unte un molde de barro con mantequilla, ponemos la masa y se mete en el horno precalentado a 180 grados. Más o menos una media hora hasta que está hecho. Sabremos que está en su punto porque la capa de arriba de la quesada tiene que estar doradita.

Seguro que os preguntáis si no se puede usar otro tipo de molde, pues bien, la chica me insistió especialmente en que queda mejor con un recipiente de barro que no con uno de otro material. También me insistió en que no debía ser excesivamente grande, puesto que este es un tipo de postre que no leva, así que mejor que sea algo más alta que no muy fina y se nos queme.

Otra cosa que me insistió mucho fue que para saber que estaba en su punto la parte de encima tiene que estar dorada, ni marrón (en cuyo caso nos habríamos pasado) ni amarilla (en cuyo caso aun no estaría hecha del todo)

Os diré que es un postre muy delicioso, que no es excesivamente dulce y que además con estos ingredientes es supersano para los peques como postre o como merienda. Es uno de esos postres que nos salvan a la hora de llevar algo a casa de alguien, que como he dicho no tiene ningún secreto y siempre sale bien. Espero que lo disfrutéis tanto como nosotros, ya que cada vez que en esta casa hemos hecho una quesada cántabra esta no ha llegado ni al día siguiente, vamos, que tampoco ha llegado a la noche, se ha ventilado de una sola toma. Ya me comentareis que tal, y como nos despedimos siempre que se trata de una receta, bon profit.

2013 hivern 187

Tarta de zanahoria, naranja y chocolate blanco para San Valentín y de paso para el reto de Ira del mes de febrero.

14 Feb

De todos es conocida la animadversión que suelen tener los pequeñajos a eso del festejo y sus derivados. Cuando los niños son más bebotes que niños, te llenan de besitos, abrazos y achuchones. Pero hay un momento en sus vidas en el que ya se sienten menos bebotes y más niños y les gusta reivindicar esta nueva situación. Es entonces cuando los besitos, abrazos y achuchones empiezan a ir escaseando en nuestra vida de madres, sobre todo si hay algún otro niño ajeno al hogar y cercano a su círculo de amigos que esté mirando. Entonces es cuando nos podemos encontrar con el típico “mamá aquí no, que pensarán mis compañeros de clase” o un “porfa, que ya no soy un bebé, que ya soy mayor”. Entonces es cuando tú piensas que te acabas de quedar sin bebito y el señorito mayor bien merece que se le dé esa consideración de “pequeño adulto” y no se le avergüence más a las entradas y salidas del cole. También hay una época en todo niño en la que les cabrea soberanamente que alguien les diga eso de “fulanito tiene noviaaaa” o al revés.

Pues bien, en esta casa tenemos un poco de todo eso y más. Terremoto hace tiempo que sólo reserva besos, abrazos y achuchones para momentos muy contados cuando le sale por inspiración divina y evidentemente, siempre dentro de las protectoras paredes del hogar. También es de los que se cabrea si alguien le suelta eso de las novias, sobre todo si ese alguien suele ser su padre (nota 1 de la autora: por si alguien aún no se ha dado cuenta, en el fondo mi ex es como un niño pequeño hiperfertilizado). Por ello y supongo que para que el tema no sea tan candente, cada vez que mi pareja y yo nos damos un beso, abrazo y achuchón, por un lado u otro se detecta un soplito reprobatorio en plan “ya estamos otra vez con besitos” o un más mordaz “besos buaggggg” mientras pone cara de asquito, abre la boca, saca la lengua y con el puño cerrado acerca dos dedos. La forma más divertida de conseguir que ese soplido reprobatorio desaparezca es ir hacia su autor y llenarlo a él de besitos (evidentemente, siempre dentro de las murallas protectoras del hogar dulce hogar). No es que Terremoto esté en contra de las parejas. Él te cuenta que no tiene problemas en tener novia, pero cuando ya sea un adulto, que de momento sólo es un niño y lo que quiere es disfrutar como un niño, no que las niñas lo llenen de asquerosos besos (ya hablaremos dentro de unos años, ya).

Por otra parte está el ligoncete de Tsunami. Terremoto de pequeño también era muy ligón, y el hermano no ha sido menos. No sé si esto es algo típico de los niños, pero de pequeñajos mis dos retoños siempre han llamado la atención de toda moza adolescente de buen ver que pasara cerca de ellos. Con sus ojazos mirando desvergonzadamente y sus sonrisas de anuncio publicitario, mis cachorrillos han sido unos ligones. La diferencia es que Terremoto ya abandonó (de momento) esa etapa, mientras que Tsunami no le hace ascos al asunto.  El año pasado Tsunami nos comunicó oficialmente que tenía novia, una chica de su clase. Tengo que reconocer que el pequeño tiene un gusto estupendo, la muchachita es una preciosidad y una dulzura de niña, y lo mejor de todo, con una personalidad de narices que lo lleva a raya como ella quiere (nota 2 de la autora: Esa chica me gusta, que espabile al casanova como tiene que ser que sino no sabrá hacer nada en la vida). Un día en el parque vi que Tsunami quitaba a un chico de al lado de una niña y se ponían a hablar al oído y reírse. Por lo visto y lo que supongo por lo que nos contó luego,  la conversación de ese día fue más o menos algo así como:

Tsunami: Ahora que ya no te gusta E., que te parece si eres mi novia

Ella: Me parece bien, pero de momento somos muy pequeños, así que mejor ser futuros novios dentro de unos años. Así que de momento sólo salimos.

Tsunami: Pues vale,¿ y cuando seamos mayores podremos casarnos?

Ella: Bueno, pero cuando tengamos la edad de mi padre, antes los mayores no se pueden casar.

Y así fue como nuestro Tsunami se echó novieta y así fue como nos lo contó y así fue como se lo conté a mis futuros consuegros que se quedaron primero de piedra y luego se descojonaron. Así que esta que os escribe ya tiene futura nuera y futuros consuegros… quien me lo iba a decir. Por cierto, los padres de ella tienen treinta y uno, así que dentro de veintisiete años os cuento que tal la boda.

En esta casa, pese a todos los besitos, caricias y achuchones, no somos de los que acostumbremos a celebrar San Valentín. Siempre me ha parecido algo más digno de un escaparate de grandes almacenes, que de la vida cotidiana. Con mi ex hubo unos años que lo que hicimos fue comprar un puzle y una caja de Ferrero Rocher  e ir haciendo el puzle mientras tomábamos bombones. Los bombones están en nuestras caderas, y los puzles en el dormitorio de Terremoto y Tsunami.  Con mi actual pareja no había la costumbre de celebrarlo, hasta que un día Isa, la chica de la tienda de comida preparada, me coló sus famosas, sabrosas y deliciosas tartas de San Valentín. Terremoto se mofó de mí por traer una tarta en forma de corazón con una estatuita de plástico de un bebote en pañal y un arco y flecha empotrados sobre la tarta. Aunque cuando la cató y relacionó tarta = día de los enamorados, la cosa cambió. Entonces Terremoto se enamoró de esa tradición con un contundente “taaaaarrrrrtttttaaaa” (nota 3 de la autora: Dígase en cámara lenta y con el mismo tono que emplearía Homer Simpson ante la visión de una rosquilla rosa gigante tamaño diplodocus”. En casa gustaró mucho, no me extraña, porque estaban deliciosas y mis cachorritos dieron buena cuenta de ella. El año pasado compartí con vosotros esta receta. Este año pensaba que tal vez el día de San Valentín pasaría desapercibido, pero los publicistas de la tele se compincharon en mi contra y mis pequeños vástagos se enteraron de   que este viernes era San Valentín y no se cortaron un pelo en lanzar insinuaciones y directas bien directas de que ese día exigían una “taaaaarrrrrtttttaaaa”. Está visto que los otros 364 días del año, los besitos, abracitos y achuchones están “censurados” pero con tal de que les caiga un buen trozo de pastel, mis niños están dispuestos a aguantar besos, carantoñas, corazoncitos y bebes en pañales con arcos. Faltaría plus.

Así que aprovechando que este mes de febrero, el reto de Ira tiene como ingrediente secreto la naranja, os dejo con esta receta de nuestra tarta anual, aunque francamente, no es que tenga demasiada naranja, pero sí que está muy saborsona, vamos, que ha volado.

Ingredientes:

Para el bizcocho:

4 huevos

150 gr. harina

200 gr. azúcar

250 gr. zanahoria rallada

1 naranja

100 ml. aceite

1 sobre de levadura tipo Royal.

Para la cobertura de chocolate:

1 tableta de chocolate blanco para fundir (yo usé la nestle postres)

La misma cantidad de nata para montar, que de chocolate (también puede ponerse mitad nata y la otra mitad la nata vegetal o leche evaporada si se desea hacer más ligero)

Nota: También quedaría muy bien una cobertura de chocolate blanco con queso.

Para decorar:

Perlitas de chocolate, virutas de chocolate

Le queda muy bien picar avellanas y espolvorear la cobertura una vez puesta con las avellanas.

Preparación:

Esta es una tarta que debe empezar a preparase el día anterior. Así que la noche antes tenemos que hacer la cobertura y dejarla toda la noche en la nevera. Para ello cortaremos el chocolate blanco y lo fundiremos ligeramente, sin pasarnos demasiado. Luego añadir la nata y la mezclamos con el chocolate hasta que ha ligado. Entonces la dejamos en el frigorífico hasta el día siguiente. ..

… Al día siguiente:

En un bol mezclamos los huevos batidos, la harina, el azúcar, la zanahoria pelada y rallada (se puede rallar triturándola con la batidora, el peso indicado arriba, evidentemente es una vez pelada), el aceite, la ralladura de la naranja (con cuidado de no poner el trozo blanco que amarga) y el zumo de la naranja.

Se mezcla bien todo.

Se añade la levadura y se mezcla justo antes de meterla en el horno.

Se pone al horno, yo lo puse calor arriba y abajo 180º una media hora, pero como siempre decimos, vosotras conocéis vuestro horno, así que mejor ir vigilando y sacarla cuando el pincho salga limpio.

(Nota:  Es un tipo de masa que debido a la zanahoria rallada y el zumo parece que está un poco licuada. También es un tipo de tarta que no leva demasiado, es más bien bajita, así que si alguien deseara hacerla para un cumpleaños y la desea más alta lo suyo sería hacer dos, unirlas con la cobertura y montarlo así).

Dejamos que la tarta se enfríe.

Cuando esté fría se saca de la nevera la cobertura y se bate un poco con la batidora de varillas para mezclarlo. Se coge una espátula de repostería o lo que tengáis para estos menesteres y lo esparcís por los lados y por encima. Se pone en la nevera para que cuaje y se endurezca. Si quereis ponerle la avellana picada ahora es el momento, antes de meterla en la nevera.

En ocasiones se resbala y hay que poner unas cuantas capas hasta que haya tomado consistencia por todo.

Tanto si habéis elegido la opción avellana picada como si no, ahora cuando esté “durita” es el momento de decorarla con gotitas de chocolate, virutas de chocolate, m&ns por ejemplo.

Espero que os guste tanto como a nosotros y a mis cachorritos. Terremoto quería repetir y Tsunami me decía que estaba lleno y no podría con el trozo… luego se lo ha pensado mejor y poco a poco entre dibujos de la tele y suspiros por su amor, se ha acabado todo su trocito y nos ha hecho saber que la tarta estaba deliciosa y como él está enamorado de A. el año que viene quiere otra de este tipo que no nos olvidemos.

En fin. Vive l’amoure. Vive les oranges et bonne appétit.  O como diríamos por casa bon profit.

Tarta de zanahoria

Cocina mallorquina: Coca de patata, vuelve el Ingrediente secreto de Ira para enero 2014.

26 Ene

En Mallorca hay Universidad, la llamada UIB (Universitat de les Illes Balears). Está situada en las afueras de la ciudad, en pleno campo, en la carretera de Valldemosa. Cuando yo iba a la Universidad tan sólo había tres edificios, el de letras, el de ciencias y el de biología. Hoy en día hay muchos más e incluso ya llega el metro allí, pero sigue teniendo el mismo bucolismo con los campos que la rodean y la impresionante Serra de Tramuntana de fondo. En el norte de Mallorca hay una gran sierra, un lugar precioso que fue declarado Patrimonio de la Humanidad. Desgraciadamente este verano alguien cometió la inconsciencia de dejar unas brasas encendidas dentro de una carretilla de obra y otra persona que debería haber sido supervisada, vertió esas brasas aún encendidas muy cerca del bosque. Tuvimos uno de los peores incendios que se recuerdan en nuestra isla, sobre todo por dos motivos. El fuego fue rápido y se dio parte de él de inmediato, pero se había cerrado el puesto de bomberos de dicho municipio y los efectivos contra incendios de toda la isla habían sufrido un gran recorte presupuestario y de personal… hay ciertas cosas de las que no se debería prescindir ni recortar, y la seguridad es una de ellas. Ahora todos los mallorquines podemos verlo en nuestra sierra y sentirlo en nuestro corazón durante muchos años que tardará en recuperarse.

Pero en la época de la que os hablo todo esto no había ocurrido. Éramos jóvenes y nuestro mayor problema eran los estudios. Formábamos un extraño grupo pero nos llevábamos muy bien. Las clases ocupaban la mayor parte de nuestro tiempo, pero en ocasiones cuando alguna clase que se diera a última hora era anulada, solíamos coger los coches, enfilábamos la carretera hacia el lado de la sierra y subirnos a Valldemossa, un pueblo a la falda de la montaña,  para dar un paseo y de paso degustar uno de sus dulces que más fama tienen. Si hacía frio tomábamos una coca de patata con chocolate. Si hacía calor una coca de patata con un helado de almendra artesano.  Se trata de unos bollitos individuales de más o menos unos diez o quince centímetros, que no son demasiado dulces, sólo en su punto y que bien pueden tomarse solas como de acompañamiento para mojar. Las cocas de patata de Valldemossa son conocidísimas en toda la isla, aunque no es una coca exclusiva del lugar, las hay en todos los municipios, eso sí, las que se llevan la fama y con razón, son las valldemossinas.  Así que si alguna vez intrépidos viajeros aterrizáis o amarráis en esta isla y buscáis algo más que sol y playa, os invito que entre sus rincones os dejéis caer por Valldemossa, pero no así como lo hacen los turistas en buses y a golpe de reloj, hacedlo con calma, sin prisas, descubriendo sus piedras, su vegetación y los secretos de su Cartuja, pero también reservando unos minutos para degustar sus cocas y un chocolate o un helado, dependiendo del momento del año o del espíritu de cada uno que en ese momento se tenga.

Dejemos que como en la intemporal Valldemossa, el tiempo pase y bastantes años más tarde una compañera de trabajo me comentó que su madre hacía unas cocas de patata muy ricas y no pude menos que pedirle la receta. Me dijo que era un poco laboriosa y así es. No os voy a engañar, normalmente intento poner recetas buenas pero fáciles o relativamente fáciles a la hora de elaborarlas. También intento que haya ingredientes  fáciles de encontrar y no demasiado caros a ser posible. En este caso la receta cumple la segunda parte… la primera… más o menos, según la pericia culinaria y las prisas de cada uno. No es que sea complicada, para nada, sólo que lleva su tiempo y no es cuestión de ponerse a hacerla con el reloj en contra, es más bien de esas recetas que como el tiempo, debe tomarse con calma y dedicarle su momento. Es de esas recetas que mejor dejarla para un día que uno piensa estar tranquilamente en casa y puede dedicarle ratitos y luego ir haciendo otras cosas pero sin prisa, como se cocinaba antaño.

Cuando esta receta cayó en mis manos, hice una y comprendí porque había que dedicarle un tiempo, sin prisas. El resultado fue delicioso. No sé si mejor o igual que las valldemossinas, pero no tenía nada que envidiarles. Un día se me ocurrió hacer una de postre para mis padres. Mi madre que era muy exigente y  le costaba tanto decir que algo era bueno y que en el caso de la repostería, podía presumir de ser la hija de uno de los pasteleros más famosos de Palma en su momento, sucumbió a su sabor. Me pidió que felicitara a la madre de mi compañera por una receta tan buena, cosa que evidentemente hice y que evidentemente agradeció y le alagó. Es más, en dos ocasiones me pidió expresamente que le hiciera de nuevo esa coca de patata tan rica que hacía la madre de mi compañera.

Así que cuando vi que Ira volvía a poner en activo su reto, aunque con unas pequeñas variaciones, no me lo pensé dos veces y tuve muy claro cuál sería mi receta. Ira nos propone esta vez un reto más relajado. Tenemos todo un mes para hacer la receta y publicarla, lo cual se agradece porque hay momentos en los que una no tiene la oportunidad de ponerse con las manos en la masa en el plazo que teníamos antes. Otro cambio son los ingredientes, Ira nos ha dicho que intentará proponer ingredientes más normalitos. Con algunos de ellos tuve problemas para poder participar, ya que o bien no conocía recetas facilonas con ellas o bien no los encontré en ese momento en los centros que suelo comprar. También es cierto que me pilló en mal momento y no pude dedicar mucho tiempo. Espero que ahora con estos plazos más amplios y los ingredientes más accesibles, podamos ir aportando más recetas para este interesante reto. Espero que os animéis con ello. Os dejo con esta coca mallorquina, aunque en nuestro caso os dejo con su formato XXL ya que la receta que me pasaron no usa el formato pequeñito, sino el de molde grande, vamos, el casero, casero y no el de los hornos. Supongo que si se colocan en montoncitos individuales a la hora del último levado se pueden hacer los bollitos. Yo sigo las instrucciones que me pasaron y que dicho sea de paso, me ahorro algo más de trabajo y sólo hay que cortarla y cortarla, y cortarla hasta que se acaba.

Ingredientes:

300 gr. de patatas para hervir, de las blandas.

300 gr. de harina de fuerza

150 gr. de azúcar en polvo o azúcar glaseé.

150 gr. de manteca de cerdo (algunas recetas mallorquinas que llevan manteca las he hecho con mantequilla y se si salen bien. En este caso no lo he intentado, así que no sé cómo quedaría si alguien quiere hacerla con mantequilla para sustituir la manteca).

4 huevos

25 gr. de levadura de cerveza, es decir, de aquella que se vende en cuadraditos (NO la de polvo tipo Royal)

Leche tibia.

Preparación:

Primero hemos de hacer una mezcla que luego añadiremos en un momento de la receta. A esta mezcla la voy a llamar Mezcla A.

Mezcla A : Disolver la levadura dentro de un cuenco con un poco de leche tibia a la que habremos añadido una pequeña cantidad de azúcar en polvo. Dejar que esta mezcla leve.  Yo suelo taparlo con un paño de algodón que uso sólo para estos casos. Por si acaso poned algún plato debajo, porque en ocasiones leva tanto que se sale del cuenco. También me ha pasado que cuando quito del paño se ha bajado, no os asustéis, no tenéis que repetirlo.

La mezcla A tarda un tiempo en levar y ese tiempo también dependerá de la temperatura ambiente de la casa, a más calor más rápido, por eso os digo que esta receta hay que hacerla sin prisas. Mientras la mezcla A leva podéis ir haciendo otras cositas o por ejemplo ir hirviendo las patatas.

Bueno, mientras la levadura hace su trabajo nosotros tendremos los siguientes ingredientes preparados. El único que hay que hacer con un poco de tiempo es hervir las patatas. Para ello las herviremos con la piel. Sabremos que están en su punto porque al pincharlas notaremos que el tenedor, cuchillo o palillo, entra sin ninguna dificultad. Luego dejaremos que se enfríen y las pelaremos estirando la piel con los dedos. Tomaremos los 300 gr. los trituraremos o machacaremos bien con un tenedor y las reservaremos.

Cuando la mezcla A esté en su punto y tengamos las patatas hervidas y machacadas seguiremos con la receta.

Mezclar en un bol grande el azúcar en polvo con las yemas de huevo. Después hay que añadir las claras de huevo, no es necesario que estén a punto de nieve, pero yo las trabajé un poquito para que estuvieran más esponjosas y fuera más sencillo integrarlas.

Cuando esté ligado hay que añadir la manteca un poco tibia. Para ello le di un golpe de calor con el microondas, sólo lo justo para que se ablandara, no es necesario que se derrita. Una vez incorporada la manteca se mezcla un poco más.

Ahora es el momento de añadir a esta masa la mezcla A que habremos hecho anteriormente y seguimos mezclando.

A continuación añadiremos la harina tamizada con un colador y cuando la haya absorbido añadiremos las patatas y lo mezclaremos todo.

Ahora os dejo un poco de libertad a cada una porque vosotros conocéis mejor que nadie vuestros útiles de cocina. Tenéis que tener un molde de tarta de esos altos, la mayoría son moldes de metal que hay que untar las paredes para que no se peguen. Algunos son estos moldes desmontables con las paredes de silicona que no precisan se untados porque no se pegan. Así que obrad dependiendo del tipo de molde que tengáis. Si tuvierais que untarlo lo haríais con un poquitín de manteca.

La mezcla final se vierte en el molde. Os ocupará como la mitad o puede que algo menos, es normal. Ahora viene otro momento de calma porque tenéis que dejar el molde tapado con un paño o bien dentro del horno con este cerrado, porque hay que esperar a que vuelva a levar. La masa doblará su volumen y eso le llevará un poco de tiempo.  Id con cuidado de que no leve demasiado y se desborde por los lados.

Cuando veáis que ha aumentado y tiene la pinta de una coca cruda grandecita y hermosa es cuando toca meterla al horno e ir vigilando. Aquí también os dejo libertad porque cada cual conoce su horno. Horno no muy fuerte, la receta que tengo pone que a 150º durante 30 ó 40 minutos, vigilando bien para que no se queme, ya que es un tipo de pasta que es muy fácil quemar.

Sacarla y dejar reposar y enfriar. Se le puede añadir por encima si se desea un poco de azúcar en polvo esparcido con un colador o bien dejarla tan cual.

La foto que os pongo no es la mejor de todas. Tuve un pequeño problemilla con el horno y no fue culpa del horno, fue mío. Puse la coca dentro cuando tenía visita en casa y no me di cuenta de la advertencia del calor, así que le di demasiada fuerza y se me doró demasiado por encima. Creía que se había hecho y al abrir el horno para pincharla se me desinfló por en medio. Normalmente esta coca no es tan doradita por encima y tiene un copete que ni la mejor de las magdalenas, sin embargo en esta foto no se puede apreciar este detalle. Hay que sacarla del horno cuando el palillo o el pincho salgan limpio, sin pasta pegada. Nuestra coca de este fin de semana no ha tenido la mejor presentación, pero os aseguro que su sabor no ha variado para nada y ha salido deliciosa. Si alguien tiene dudas basta que miréis la cara que puso nuestro Tsunami cuando la probó después de la cena. Deliciosas. Así que espero que os guste esta aportación mallorquina y que pronto seamos muchos que nos animemos con el reto del ingrediente secreto de Ira de febrero.  Que disfrutéis con ella i bon profit.

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Conservas de champiñones, según la receta de la bisabuela de Tsunami

22 Ene

Esta entrada es un poco especial. No por lo difícil o exótico que sea la receta, sino por la persona de la que procede. Cuando Tsunami nació tenía dos bisabuelas y cuatro abuelos. Ahora sólo tiene una bisabuela y tres abuelos. Dos se nos fueron relativamente poco después de nacer el peque.

La persona de la que os hablaré hoy es la madre de la abu Mari. La bisabuela Dolors era una persona de ojos cansados y cara saludable, animada y espontánea. Era una mujer grande,  muy alta para la edad que tenía, a mí me sacaba unos palmos… o eso me parece recordar. Sólo la vi una vez, en una ocasión en que fuimos a Lleida y comimos en casa de los tíos. La abuela vivía con ellos.

Desde que conocí a R. todo el mundo me decía que Lleida era una ciudad con abundante niebla y poco sol. Sin embargo, ese día Lleida estaba radiante, con un sol precioso. Mi pareja y yo visitamos la Seu Vella y paseamos por su claustro, me cautivó. También subimos al campanario. Era un día de Todos los Santos, mucho antes de que naciera Tsunami. La campana empezó a sonar cuando pasábamos por allí. Subir ese día al campanario casi a las doce no es una buena idea, es bonito verlo pero ensordecedor escucharlo sobre todo empiezan a avisar de que sonaran las campanas unos quince minutos antes.  Luego contemplamos toda la ciudad. R. me indicaba los edificios y me iba contando sus historias: “allí se casaron mis padres”, “allí vivían mis abuelos”, “allí vivíamos nosotros”, “allí estudié yo”… Después de conocer toda la ciudad (desde el aire), nos tomamos unos refrescos y unas patatillas con la hermana de R., cerca de la muralla. Se acercaba el mediodía y bajamos en coche hacia la casa de los tíos de mi pareja. Allí conocí a la abuela Dolors.

La reunión fue encantadora, la recuerdo con nostalgia. Me hizo mucha gracia que tuvieran el mismo sofá que en casa pero en otro color. La prima no estaba ese día, había ido a una Comic-con en Barcelona. Los tíos eran encantadores, me lo pasé pipa con la charla de la comida, parecía que los hubiera conocido de toda la vida, son ese tipo de personas que te hacen sentir realmente como en casa. Ese día la tía había hecho un pollo relleno buenísimo, el carnicero se lo había deshuesado y ella lo había rellenado y cocinado. Era la primera vez que rellenaba un pollo y nos contó las batallitas que tuvo con el susodicho cadáver avícola para su relleno y cocción. Cuando había recogido el pollo a la salida del trabajo el carnicero le dijo que le había puesto la cuerda por si no tenía en casa y al principio la tía no sabía para que iba a necesitar la cuerda… después de conseguir rellenarlo lo adivinó y vino la siguiente fase: como se enrolla un pollo en tres improvisados intentos. Las labores culinarias, aunque puede que no muy ortodoxas, tuvieron unos resultados de rechupete.

Ese día ha sido la única vez que he oído a la abu Mari hablar más de una frase seguida en catalán… y tengo que confesar que el lleidatà es muy, muy, muy parecido al mallorquín… sólo que no salan. Eso me sorprendió también mucho. Después de comer nos hicimos unas fotos con la abuela Dolors y ésta nos llevó luego a su cuarto y me enseñó un montón de fotos la mayoría en blanco y negro y sepia. Eran las fotos familiares de cuando ella era joven y su marido era un apuesto mozo aún más alto que ella. También tenía un montón de fotos tanto sueltas como enmarcadas de un gran surtido de nietos, eso sí, esas fotos eran mayoritariamente en colores. Nos enseñó fotos de seres queridos que aún estaban con nosotros y otras de otros que ya no nos acompañaban y se le notaba en la voz cuando esto era así. Ese día descubrí que el hermano de R. era clavadito al marido de la abuela Dolors, y que la hermana de R. era clavadita a Mari de joven. Pese a todas las fotos que me han enseñado ambas abuelas de mi pareja y su madre, sigo sin saber a quién se parece mi churri.  Ese día el tío nos enseñó en el ordenador las fotos de su Harley violeta y de los paseos que se hacía con la tía. Fue una velada muy chula y al final cuando bajamos hacia la casa de los padres de R., nos paramos en Cervera y acabamos el día paseando de noche por una población parada en el tiempo, hace muchos, muchos años, con calles medievales que recuerdan a brujería y a las andanzas juveniles del astuto rey Fernando al que Maquiavelo le dedicaría un libro años más tarde.

Pero ese día en Lleida, además del estupendo pollo relleno que la tía consiguió “domar” la tarde anterior, hubo un plato que me gustó muchísimo. Era un plato muy sencillo, pero no por ello menos delicioso. Ese humilde y suculento plato era una conserva de champiñones. La abuela Dolors había ejercido durante muchos años como cocinera en Barcelona y estoy segura que debía ser una cocinera excelente a juzgar por lo deliciosa que estaba esa conserva.  Tsunami cuando tenía cuatro meses fue con la abu Mari a Lleida una tarde para conocer a su bisabuela, R. y yo no estábamos ese día. Hicieron unas fotos de ella con el peque en brazos, iba con una bata casera y estaba un poco más viejecita que cuando la conocí. También le hicieron una foto al peque sobre la Harley del tío, sin el casco y con la abuela Mari al lado que aunque aventurero, nuestro pequeño tan sólo tenía cuatro meses.

La primera vez que fui a Lleida la bisabuela Dolors me dio la receta de los champiñones que tanto me gustaron. Hace unos años los hice y resultaron deliciosos, pero desde entonces no los había vuelto a hacer. La semana pasada inauguraron un Lidl relativamente cerca de casa y entre otras ofertas puntuales tenían unas bandejas de champiñones con una pintaza y a un precio escandalosamente bajo. Mi pareja trajo unas bandejas y volaron literalmente. Luego fui yo y traje cuatro bandejas para hacer unas cuantas conservas de las de la bisabuela Dolors. Por eso os digo que esta entrada es algo especial, es la única receta que tengo de la bisabuela de Tsunami, una mujer muy alta, que le tocó vivir una época difícil y tuvo que dejar a sus hijos con unos tíos para ir a trabajar a la gran capital. Una mujer que años más tarde sería la que cuidaría a sus nietos cuando sus hijos en verano los enviaban a estar unos meses con los abuelos de Lleida. Una mujer muy especial además de excelente cocinera, la madre de Mari, la abuela de R. y la bisabuela de Tsunami. Va por ti abuela Dolors, con cariño de una “nieta” a la que sólo conociste un día.

Ingredientes:

Champiñones frescos y hermosos.

Perejil, también fresco y hermoso.

Ajo.

Sal.

Aceite virgen de oliva (vale la pena que sea virgen de oliva, os lo aseguro)

Vinagre.

Preparación:  

Es muy sencillo. Se limpian los champiñones y se les da un hervor para que se ablanden un poco. Se escurren bien y luego se cortan.

Se van colocando en un bote (los esterilice antes hirviéndolos) primero una capa de champiñones, un poco de sal,  luego perejil picado pequeñito y ajo también picado pequeñito. Después otra capa de champiñones, un poco de sal, más perejil y más ajo. Al final se pone una de perejil y ajo. Luego rellenaremos el bote con vinagre y aceite más o menos a partes iguales, un chorro de cada.

Después sólo tienes que tenerlas guardadas un tiempo suficiente para que maceren y estén en su punto.  Eso si no acabáis abriéndolas antes, pero os aconsejo esperar al menos unas semanas. Pero la pregunta es ¿Cómo se sirven? Pues como aperitivo, para acompañar a un pan con aceite y tomate y embutidos o bien para acompañar un plato de carne.  Espero que os guste la receta de hoy y como dirían también en Lleida, bon profit.

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El domingo pasado Terremoto cumplió 15 años, os cuento como fue y como hicimos una tarta de frutas.

16 Ene

Pues sí, hace quince años que esta que os escribe se estrenó como madre primeriza y muy muy muy novata.  Ahora soy una madre algo más experimentada y  con dos niños en mi currículum. Lo cierto es que llegar hasta aquí no ha sido fácil ni mucho menos. Uno piensa en ocasiones que lo peor ha pasado y nasti de plasti, ahora empezamos a entrar en la adolescencia y eso es mucho peor que la infancia.

La adolescencia. Ese periodo en el que las hormonas campan libremente a ritmo de heavy metal y juegan a lanzarse de forma desbocadas por las montañas rusas que conforman el   torrente sanguíneo de unos metamórficos post-infantes/pre-adultos, casi nada. Así que con un cierto efluvio hormonal que empieza a despuntar en su cuerpo, una incipiente cosecha de pelo también en su cuerpo y unos cuantos pelitos que anticipan lo que en su día será, o no, un posible bigote pero que de momento es un pequeño pegote de vello mal contado, este sólo sobre los labios y debajo de la nariz, of course. Nuestro Terremoto ha cumplido 15 años con un espíritu de “yo me siento muy mayor”, “quiero hacer lo que me dé la gana”, “quiero irme a vivir solo” o bien “quiero irme de viaje solo”, “quiero ir a estudiar fuera y sólo” y el peor de todos ”cuando pueda me voy a ir a vivir a la península y no estar en esta asquerosa isla”. Confieso que esto último me duele, no porque desee ir a la península, sino por el hecho de considerar esta isla como asquerosa o equipararla a una prisión, sobre todo porque yo la adoro.  Pero en fin, uffff, no se lo tendremos en cuenta. Supongo que debe ser una etapa más de la vida y ya veremos lo que nos depara. De momento estamos empezando a pensar en sacar enormes garrafas para llenarlas de muchos ommmsssss porque esto pinta maneras. En fin, que a mi edad me he vuelto a convertir en madre primeriza y pardilla en estos menesteres de la evolución de los niños.

Bueno, como os decía, nuestro niño ya no es tan niño y ya ha cumplido 15 años. La celebración de esta familia ha sido sencilla. Por una parte porque ya se siente mayor y pasa algo más de la fiesta. Por otro porque así como está la casa que nos ha condicionado tanto estas fiestas, pues también nos ha condicionado el cumpleaños. Este año no hemos hecho pues fiesta, este año y por expreso deseo de su homenajeado hemos tenido un picnic cumpleañero. Sí, recordáis la comida de Navidad, pues igual pero en versión cumpleaños.  El menú, lo eligió él mismo tras una negociación con mamá para poder tener platos que conjugaran hábilmente los deseos de un niño, el espíritu de una fiesta y el tener que comer en el suelo en plan campestre.  Agasajamos a los comensales con un surtido de patatillas, mini hamburguesitas y croquetas de diversos sabores. Nada demasiado complicado, aunque sí que me pasé un buen rato friendo croquetas y limpiando la sala.

Tsunami se había ido con su padre a una fiesta infantil que había ese día por las fiestas patronales de nuestra ciudad que tendrán lugar dentro de unos días. Llegaron un poco malhumorados porque Tsunami no había querido salir de un castillo hinchable y se había peleado con un niño. Vamos, un ataque de yo soy muy mayor y me quiero autoafirmar. Al final su padre tuvo que cogerlo y llevarlo a casa. El pequeñajo  entró por la puerta con un cabreo y el padre un poco mosca con él. Buenoooo, gestionamos rabieta, explicamos las cosas y le pusimos una penitencia por no haber atendido a lo que le decía su padre, al día siguiente no tendría juguete de maquinita.

Al cabo de un rato, cuando estaba llevando los platos a la sala, llegó Terremoto. Venía enfadadísimo con su padre y lo cierto es que el padre también lo estaba con él. Se habían cabreado uno con el otro porque el mayor quería venir antes de la hora que les había dicho y el padre no le había dejado. Así que tocó otra vez gestionar una “rabieta” más gorda que la anterior, que esa no era nada. Calmar a ambos y conseguir que lo entendieran e hicieran las paces… estaba empezando a pensar que ese no era el mejor día para celebrar un cumpleaños o bien que eso de los quince años de experiencia iban a resultar muyyyyyy duros.

En fin, que al fin los ánimos se calmaron, comimos y por la tarde pusimos por expreso deseo de Terremoto la peli de Rango. Así que al final el día no acabó tan mal como creía. Esta semana pero Terremoto está teniendo un comportamiento que cualquiera diría que alguien le mete cada día una intravenosa a base de Red Bulls. En el cole están preocupados y en casa no somos menos. Al final he hablado con su neuropediatra por si pudiera deberse a problemas con la medicación, hemos efectuado un cambio en una toma que la hemos trasladado a la mañana en lugar de la noche, ya veremos si se nota el cambio. Aunque la doctora cree que el comportamiento de estos días es más debido a su entrada en la adolescencia que a las medicinas. Ayyyyyysssss, no nos queda nada y yo no estoy mentalizada y sigo sin tener manual. Bueno, supongo que a partir de hoy es posible que en ocasiones os cuente una nueva faceta de las aventurillas familiares. Pero antes de acabar os quiero dejar una recetita que se hizo ese día tan especial.

Para su cumpleaños Terremoto me había pedido una tarta de fruta y quería que yo la cocinase. Tengo que decir que nunca he hecho una tarta de fruta de esas que no fueran tipo hojaldre, así que no tenía mucha idea de cómo hacerla. Al final decidí que improvisaríamos y ya veríamos que salía. El resultado ha sido bastante bueno, tenía mogollón de fruta que es lo que quería mi niño. Pero un consejo, si la hacéis hacedla el día anterior y dejad reposar, porque reconozco que los trozos que quedaron para el día siguiente habían mejorado muchísimo y la diferencia se notaba un montón. Lo cual es una ventaja, porque así es un trabajo menos que tienes para el día de la fiesta y lo tienes adelantado. Bueno sin más preámbulos os presento este invento de tarta de fruta.

Ingredientes:

Para la masa:

250 gr. de harina de fuerza

150 gr. de azúcar

125 ml. de leche

125 ml. de aceite

2 huevos batidos (sin sal ni azúcar, sólo batidos)

1 sobre de levadura tipo Royal

2 ó 3 manzanas, dependiendo del tamaño, peladas y cortadas a cuadritos.

1 botecito de trocitos de fruta escarchada que encontré en el Lidl

Las frutas:

La fruta se pone fresca, no se cocina, así que se puede usar la que más guste en cada casa. En nuestro  caso usamos

1 plátano

1 kiwi

Fresas

1 botecito de cerezas confitadas

Para rematar la jugada:

Un poco de nocilla (pero no me salió muy bien)

Mermelada casera de melocotón

1 sobre de un brillo para tartas que encontré también en el Lidl.

Preparación:

Para la masa se cogen todos los ingredientes, menos la levadura y la manzana,  y se mezclan en un bol. Cuando lo hemos mezclado añadiremos la manzana pelada y cortada en cuadraditos pequeños. Con la cocción de la tarta se “fundirá” y se unirá en un todo con la tarta, lo que nos dará un bizcocho más jugoso no tan seco. También en este punto es cuando puse todo el botecito de fruta escarchada cortada a cuadraditos muy pequeños. Cuando el horno esté a punto entonces añadiremos la levadura, mezclaremos bien. Pondremos en el molde y al horno.

En mi caso uso un molde de los de Lekue y no es necesario poner mantequilla en los bordes para que no se pegue. Lo cierto es que fue una muy buena compra ya que son super prácticos, un día os comentaré los que tengo y su resultado. Pero como cada uno conoce el molde que tiene en casa y sabe si tiene que poner algo para que no se pegue, así que en esto mejor actuad como soléis hacer. También aplicad la misma política para el horno. Nosotros pusimos calor arriba y abajo y estuvo a 190º un poco más de media hora, pero como os digo cada uno conoce su horno. Cuando el punzón o el palillo salen limpio después de clavarlo es cuando está a punto para sacarla.

Una vez enfriado el bizcocho lo que hicimos fue cortarlo por la mitad, cuidado al moverlo, yo me ayudé de una paleta de cocina y del cuchillo de pan grandote. Entonces es el momento de untar con una espátula de cocina o con una cuchara el interior de la tarta con la mermelada. En nuestro caso era casera y elegí la de melocotón porque ya  poníamos fresas para decorar y además la de melocotón tiene un sabor muy suave y no interfiere con los demás gustos de las frutas. Aunque realmente podéis usar el sabor que más os guste.

Mi idea entonces era hacer una especie de garnaché con la nocilla para que la fruta se pegara mejor, pero no me dio los resultados esperados, así que sólo puse un poco de nocilla por los bordes para que las frutas de allí se agarraran mejor. Confieso que este punto tengo que mejorarlo, así que si alguien tiene una sugerencia será bien recibida.

La parte superior de la tarta no tenía nada encima. Pelé y corté a rodajas la fruta y fui repartiéndola. Añadí unas cuantas cerezas confitadas y con las fresas también hicimos un poco de decoración.

Para rematarlo hice el brillo de tartas del lidl tal y como indicaban las instrucciones, eso sí, en el agua le añadí unas gotas de limón. Una vez hecho tienes que ir colocándolo relativamente rápido porque al enfriarse se solidifica. En un momento tuve que ponerlo unos segundos al fuego porque me lo había tomado con calma y me sorprendió solidificándose antes de que acabara.

Cuando el brillo estuvo frio, que fue en unos momentos, la pusimos en la nevera. Como os he dicho, reconozco que si se hace el día antes y ha estado toda la noche en la nevera, el bizcocho absorbe parte de los juguitos de la fruta y del brillo de la tarta (que es algo parecido a una especie de gelatina) y es muchísimo más jugosilla y deliciosa.

Así que aquí os presento la tarta de nuestro Terremoto adolescente y el estreno de una futura vida de madre primeriza en los menesteres de la evolución. Feliz cumpleaños Terremoto, bye bye tranquilidad.

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Este fin de semana ha sido el cumple de M. y ha tenido una tarta alucinante. Receta de la tarta piñata.

22 Oct

Hola a todos. Así como el fin de semana pasado Tsunami se puso malito y tuvo su octavo ingreso en clínica por cuestión de bronquios, este fin de semana ha sido todo lo contrario, el descoque elevado al infinito.

Este sábado por la mañana no fuimos al mercado como siempre. Le pedimos al abuelo que nos comprara tres cositas que luego recogimos en su casa. Este sábado por la mañana era el cumpleaños de M. un amiguito del cole de Tsunami. R., la mamá de M., llevaba unas cuantas semanas montando el cumpleaños, y no me extraña, cualquiera no necesita unas cuantas semanas para montar esa pedazo fiesta que nos montó.

El cumple se hizo en uno de los parques que hay en el bosque de Bellver, concretamente en el parque de la tirolina, del que os he hablado en alguna otra ocasión. El día por suerte acompañaba un montón y nos había citado allí a las once. Pidió a ser posible que los nenes fueran puntuales. También nos comunicó que nos quedábamos a comer todos, peques y padres. Así que esa mañana nos levantamos algo más relajados que de costumbre al no tener que ir disparados de compras. Desayunamos, hicimos un poco el vago, que no está de mas poder hacer alguna vez un poco el vago y nos fuimos rumbo al castillo de Bellver. Allí arriba en el parking habíamos quedado unos cuantos papás para bajar en manada hacia el parque de la tirolina, ya que no todos lo conocían o sabían el camino. Al llegar, evidentemente, los peques bajaron todos por el tobogán. En este parque, además de la tirolina, hay un gran tobogán cubierto. El parque tiene un buen desnivel y este se aprovechó en su momento para poner allí un mega tobogán por el que se tiraron ininterrumpidamente un mogollón de niños (se esperaban, hacían una cola y se lanzaban todos montando unos atascos a la salida) y algunas mamás más atrevidas.

Al llegar abajo las madres nos quedamos boquiabiertas al ver todo el curro que se había pegado R. Mientras, los niños se quedaron boquiabiertos al ver lo diver que era la tirolina y los pocos niños que en ese momento la usaban. Así que ya podéis imaginar como se dividieron las fuerzas de asalto. Niños hacia la derecha y a lanzarse. Madres enfrente a ver si podían ayudar, aunque bien poco quedaba por hacer. Padres en medio empezando a charlar y vigilar a los peques.

La familia de M. es una de esas familias poco convencionales, me recuerda mucho a la mía. Sus papis están separados, pero se llevan bien y cada uno de ellos se ha juntado con otra pareja. Así que han formado una gran familia que se ayudan. No son de esas separaciones que se han declarado la guerra. Son de las que por desgracia hay pocas pero que sería estupendo que fuéramos más. Así que R. empezó a contarnos que tal plato lo había hecho su suegra, que ese lo había hecho la pareja de su ex, que ese lo había hecho tal y ese cual. Nos dijo que ella también había cocinado algo, pero poco, más bien había coordinado. También nos contó que se habían necesitado cuatro coches y una furgoneta para llevar todo eso. ¡Y no me extraña!

Tengo que decir que los peques se lo pasaron pipa, los padres disfrutamos de estar charlando unos con otros y sobre todo, que nadie se quedó con hambre, jajaja. Pero una de las cosas que más me sorprendió fue la tarta de cumpleaños. Cuando la sacaron ya me quedé algo alucinada con la forma, era algo así como la forma de una pelota pero menos redonda. Estaba cubierta con un garnaché blanco, al principio creía que era chocolate blanco y con virutas de colorines encima. Se cantaron un montón de canciones de cumpleaños, como siempre. Se soplaron un montón de veces las velas, como siempre. Se hicieron un montón de fotos del momento, como siempre. Y los niños decidieron que ya era hora de cortar la tarta después de la quinta o sexta repetición de soplar velas, como siempre. Así que cuando R. cortó la tarta había un montón de pequeñas cabecitas alrededor que esperaban su cachito. Los papis nos habíamos puesto en segunda línea para dejar algo de espacio, cuando de repente oímos un grito de admiración, seguido de un silencio y una manada de manitas rumbo a la tarta cogiendo cositas y gritando: ¡mira, está rellana de chuches!

En efecto, la tarta por dentro estaba hueca y estaba rellena de chuques, bombones y chocolatinas. Toda una fiesta de dulces y azúcar. Me quedé tan sorprendida que le pedí a mi pareja que le hiciera una foto, porque pensé que una idea así, bien se merecía un post y un comentario para compartir este tipo de ideas con las mamis de la blogoesfera. Le pedí a R. la recete de la tarta… bueno… de la tarta y de unas palmeritas que a Tsunami le encantaron. Por lo visto yo no fui la única que le acabó pidiendo recetas, porque esa misma noches, después de haber llegado a su casa y haber recolocado todo y lavado cosas, mientras M jugaba con los juguetitos que le habíamos comprado entre todos los compañeros,  R. nos pasó los enlaces de las recetas que le habíamos pedido. Así que hoy voy a compartir con vosotras una receta de tarta que yo no he hecho pero que me encantó tanto como a los pequeñajos que había el sábado en el cumple. Supongo que si alguna tiene algún tipo de tarta que se le dé bien hacer se pude hacer con otra receta. También creo que si en lugar del buttercream que pone la receta (que estaba de miedo, hmmm…) se puede unir y cubrir con otro tipo de garnache, como el de chocolate blanco que yo creía que era, o de chocolate o nutella por ejemplo, mientras sea pringosito y pegue. Para rellenarlo pues lo que siempre digo, la imaginación al poder, desde dulces a pequeños juguetitos de regalo o hasta un anillo de pedida para vuestra prometida jiji .

Así que os dejo con la foto de la tarta que le hizo R. con todo su amor para su pequeño M. y con el enlace que nos facilitó a todas las mamás esa misma noche. Espero que os guste la idea y podáis dar una sorpresa en el próximo cumple de vuestros retoños. Hasta pronto y a rechupetearse los dedos, que para algo somos las cocineras.

http://www.pequeocio.com/como-hacer-una-tarta-pinata/

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