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Un Tió de Nadal + un Tsunami motivado = incremento desmesurado del consumo de fruta familiar.

10 Dic

Hola visitantes de la blogoesfera. Sé que últimamente tengo esto un poco abandonado, pero las circunstancias familiares no han cambiado y lo de escribir entradas es un poco chungo con todo el cachondeo doméstico que tengo cada día. Pese a todo, no quería perderme el comentar esta entradita, sobre todo en estas fechas por si a alguien le apetece ponerla en práctica.

La tradición navideña que os comentaré hoy no es mallorquina, es catalana. Se que ahora los políticos están politizando más de lo debido muchas cosas y alguien pueda «alarmarse» por la introducción de costumbres catalanas en Mallorca. Así que antes de que nadie puede sacar objeciones donde no las hay quiero reivindicar que si en nuestras casa hay un árbol de Navidad (costumbre nórdica) y viene el Papá Noël o Santa Claus (otra costumbre nórdica) y hacemos calendarios de adviento (costumbre anglosajona) y ponemos bolas de navidad, renos y coronas de navidad (más de lo mismo) y hace unos meses celebramos el Halloween (más de cultura celta en este caso) pues sinceramente, algo de cultura catalana que nos es más cercano, no lo veo mal.

La historia de «esta nueva costumbre casera», surgió como no, el año pasado.

Un buen día nuestro Tsunami empezó a deleitarnos en fechas próximas a las Navidades con una nueva canción que decía no sé que de «pasen bous i vaques i gallines amb sabates» (pasan bueyes y vacas y gallinas con zapatos) y otras estrofas que a mí me sonaban a surrealismo daliniano puro y duro. Hablé de ello con mi pareja y se rió un rato (os recuerdo que mi pareja es medio burgalés medio catalán, criado en ambos territorios) me comentó que lo que nos cantaba el peque era una de las tantas versiones que se tienen de la canción del Tió de Nadal.

Un tió no es más que un tronco de árbol cortadito y que se echaba al fuego en invierno para calentar las casas. Es cierto que en algunas visitas a Barcelona cuando pillaba en diciembre el mercado de Santa Lucía junto a la Catedral podía encontrarme paraditas con ese simpático tronco al que habían dibujado ojitos y llevaba una barretineta (sombrero regional masculino de Cataluña) para no pasar frío. Pero aquí se acababa mis conocimientos sobre el mismo: a su forma y a su nombre. Así que papá Tsunami me contó que las familias tienen los días previos a la Navidad, un Tió en casa al que cuidan. Se le da de comer pieles de fruta y cáscaras de frutos secos. A cambio, el día de Navidad se cubre al Tió con una manta y los niños con palos apalean al pobre tronco mientras cantan la cancioncilla que nos cantaba Tsunami. Luego les enviaban al dormitorio a rezar un padrenuestro y cuando volvían y levantaban la manta se encontraban con que el tronco había cagado frutos secos y turrones. Después, lo tirabas a la chimenea y tan panchos.

… Confieso que en Mallorca no tenemos nada parecido y contado así me dejó con los ojos muy abierto y algo descolocada…

… Así que tenemos que adoptar un palo como si fuera una mascota pero sin sacarlo de paseo, ponerle vacunas, ni darle un baño.

El palo va a vivir a cuerpo de rey pero con menú cutre de sobras durante unas semanas.

Luego a ritmo de juerga Navideña de niño desgañitado a voz en grito hay que darle una somanta de palos al pobre y encima tapándole con una mantita para no verle las pupas.

Luego hay que ir a rezar, que imaginó que el que se inventó eso de «A Dios rogando y con el mazo dando» debía ser un Tió de Nadal.

Y luego el peque se atiborrará de golosinas cagadas por un tronco tras un apaleamiento. Que mira tú no me extraña que después de haber vivido tranquilo a cuerpo de rey y haberse mantenido sólo de pieles de fruta le de la cagarela cuando de golpe le martiricen a ritmo de villancico. Pero que encima cague chocolates y turrones y se los coman… y que finalmente tras la tortura acaben de martirizarlo cual víctima de la santa inquisición consumiéndose en el fuego del hogar… eso sí que noooo…

Tsunami estaba tan emocionado con el Tió de Nadal del cole que al final decidimos adoptar la costumbre pero con las condiciones maternales que para algo una lo paseó en su barriga nueve meses, lo parió y aún conservo una buena tripita herencia de la cesárea del retoño.

Así que el año pasado y este año hemos hecho lo mismo y lo cierto es que en el fondo para sorpresa mía,  me ha gustado la experiencia.

Como aquí no se venden Tiós de Nadal (tampoco los he buscado demasiado) hemos acordado en que el paso número uno iba a ser ir unas semanas antes de excursión al bosque para buscar nuestro propio Tió. Así que hace unas semanas nos fuimos un domingo por la mañana a nuestro querido bosque de Bellver y nos metimos por dentro. Descartamos muchos, ya que no quiero palos podridos o con bichos en casa. También se descartan los pequeñajos. Evidentemente, los giganto-palos también. Palo que encontrábamos, palo que Tsunami llevaba corriendo a su padre para ver si cumplía los requisitos necesarios para ser considerado un posible tió. Palo que no servia, palo que salía volando hacia el lugar donde lo habíamos localizado. El papá fue el que se quedaba con los palos más candidatos y al final se hizo una selección y nos quedamos con uno. Como el único miembro de la familia que había gozado de esta ancestral tradición en su infancia es mi pareja, pues él fue el experto consultor-seleccionador-asesor del evento.

Punto dos, llevar el tió a casa y rociarlo con spray de bichos. Que adoptaremos durante unas semanas al palo es una cosa. Pero no a los posibles visitantes inesperados que se puedan alojar posteriormente en los muebles de casa. Evidentemente, eso no está dentro de las costumbres tradicionales, pero sí en las costumbres higiénico-sanitarias de casa. Cuando hayan pasado unos días y ya no huele, se limpia el tió y se declara oficialmente miembro de la familia. Es entonces cuando se da el palo a un emocionado y entusiasmado Tsunami.

Punto tres, hacer una cuna para el tió. Eso fue lo que nos dijo el año pasado el peque… y… ¿de donde narices me saco yo una cuna para un tronco?

Pero no desesperéis, ya sabéis que una de mis premisas es aquello de «la imaginación al poder» así que me fui al cuarto del peque. Le quité la tapa al cofre del tesoro. La coloqué al revés en el suelo a modo de cuna mecedora y dentro pusimos un arrullo de cuando los nenes eran bebés a modo de colchón y luego la funda del cojín cuadrado del edredón de Tsunami (que no compramos relleno y no se usa) como si fuera el edredón para el tronco. No sea que se nos constipe y tengamos que ponerle el termómetro y darle pieles de fruta y Apiretal de postre.

Punto número cuatro, dar de comer al tió. Aquí quería llegar yo. Esto del tió es un chollo maternal. La panacea de las panaceas de las dietas. El non plus ultra de los sueños de toda madre con hijos rebeldes a la hora de comer. Gritemos todas las madres, «Bienvenido sea el Tió».

Sé que este no es un gran problema para nosotros, pero sí puede serlo para alguna familia. Ya os he comentado algunas veces que mis niños siempre se llevan piezas de fruta para merendar en el cole, cada día. También he dicho que muchas veces toman fruta para merendar por la tarde al llegar a casa. Que en verano, el consumo de fruta o más concretamente de melones y sandias es algo digno de mención. Pero en los meses invernales, pese a que este consumo persiste, no es tan elevado como en verano que parece que una fruta apetece más. Además, dentro de nada con las fiestas el consumo de fruta se reducirá y se potenciará las comidas pesadas de fiestas (aunque en nuestro caso con los pocos que somos de familia y las goteras temo que no vamos a tener ningún empacho de nada, pero generalmente los empachos y comilonas familiares suelen ser la tónica más común del resto de la humanidad cristiana). Así que un incremento en el consumo de fruta unos días antes, no va a ser nada malo para nuestros pequeñajos.

Sí señores, esta mente maligna y maquiavélica que os está escribiendo le dijo a su inocente Tsunami que el Tió sólo come una vez al día, que no era cuestión de tener la casa como si fuera el recinto de un gorila con síndrome de Diógenes. También le contó que tenía que cuidar al Tió y que este sólo daba cositas para los que le habían cuidado (que no acabara recogiendo al Tió de los sitios más impensables del hogar). Añadió que el Tió de Nadal se parece un poco a los ornitorrincos. Vamos, que como diría Phineas «realmente un Tió hace poca cosa» y reconozcámoslo, hace menos que un ornitorrinco, aunque los dos sean marrones y alargados. Cuando todos duermen los Tions se despiertan y se comen todas las pieles de fruta y dejan el plato bien rebañadito. Por la mañana los peques han de llevar ese plato a la cocina para limpiarlo. Como el Tió sólo come de noche, cuando vienen del cole pueden ir colocando en el plato de plástico asignado al Tió las pieles de la fruta que tomen para ponérselo al lado de su cunita por la noche.

Desde que el Tió cayó en manos de Tsunami, cada tarde lo lleva a la sala y lo tiene con él. De tanto en tanto le balancea en su cuna, que un día de estos nos va a salir el Tió despedido hacia la tele con el meneo que le pega. Le canta la canción del Tió de Nadal, le acaricia y le saca fotos para ver si ha engordado. Pero lo mejor de todo es que Tsunami ha aumentado su ingesta de fruta fresca de forma exponencial. Ahora lo de dos manzanas y un plátano para merendar y luego otro plátano o manzana después de cenar es lo habitual.

El muy pillo intentó colarnos lo de tomar la fruta a nosotros, y mamá que es muy sibilina se sacó de la manga aquello de que los dulces serán para quienes le han alimentado. Además –añadió- tengo entendido que los Tions prefieren las cáscaras de fruta que han comido los niños en vez de las de los mayores, la de los mayores no se convierten en dulces y turrones, sólo lo hacen las de los niños.

Y aquí tenemos a nuestro pequeño muy aplicadito cuidando de su tronco y atiborrándose de fruta como un mico. Si lo llego a saber, le hubiera soltado que el Tió les traía un extra a los niños que se tomaran un plato colmado de brócoli para cenar por las noches. Pero el brócoli no genera pieles, así que cachins, no colaba.

Ahora hay que esperar a que llegue el día de Navidad. El año pasado, niños no leáis, padres no leáis en voz alta a los niños, (va espoiler) como decía, el año pasado el tió ya tenía las chocolatinas en forma de Papá Nöel y muñecos de nieve y unas cuantas monedas de chocolate debajo de la manta cuando le entramos en la sala (se acaba el espoiler). Le pegamos con un palito de palillos de comida japonesa para no hacerle mucho daño. Tsunami levantó allí mismo la manta y se iluminó su carita y brillaron sus ojos. Nos saltamos el paso de «a Dios rogando»… no acabo de ver muy normal eso de rezar y atizar al pobre tronquito. También teníamos preparado a mano un botecito chulo para meter las chocolatinas dentro e irlas distribuyendo los días posteriores, que no es cuestión de pillar una indigestión de golpe.

¡Ah!, si alguien creía que esto es el fin se equivoca, aún me queda un paso muy importante. Paso número cinco una vez pasadas las fiestas y como a una servidora eso de quemar un miembro momentáneo de la familia no lo tiene muy claro (aunque no tengamos chimenea) y tampoco es cuestión de tener una colección de troncos en casa, ha optado por la siguiente propuesta. Nos vamos todos de nuevo otro domingo de excursión al bosque y devolvemos al Tió de Nadal a su hábitat natural con los palitos de su especie, para que les cuente a sus compañeros la agradable experiencia que tuvo en casa de un niño llamado Tsunami y así el año que viene seguro que encontraremos algún tronquito dispuesto a ser adoptado durante estas fiestas como nuestro nuevo Tió de Nadal. Lo queremos mucho, Tsunami le cantará y le acunará, tomaremos «almendras y turrones» y nuestro peque se habrá nutrido bien de fruta en estos días tan invernales. Felices Fiestas a todos, hasta pronto.

tió

Historia de una pecera, o cuando la acuariofilia entra a saco en tu casa

8 Feb

En alguna entrada he comentado que tengo un acuario en casa y alguna vez alguien me pidió como fue que lo monté y pedía foto. En ese momento tenía la pobre pecera presa de una invasión de caracolillo y dije que lo haría más adelante, luego se me pasó. Hoy me he acordado de ello, así que calentad palomitas, tomad asiento que aquí va una batallita familiar muy marinera.

A mí siempre me ha gustado el mar. De pequeña solía bucear con careta y me pasaba horas y horas mirando los peces. Mi experiencia con los acuarios, no obstante, se limitaba a haber visto alguna vez un acuario en casa de alguien, o bien los que pudiera haber en el delfinarium o el acuario de cuando yo era pequeña. Bueno, también incluyo los que en ocasiones hay en algún restaurante… los decorativos, no los que te ponen la langosta para que te la cocinen, claro está. Pues bien, como veis yo en eso de los acuarios no tenía ni repajolera idea, pero que ni un poquito de repajolera. Eran unos objetos, en ese momento y desde mi punto de vista, más bien decorativos. En ocasiones había pensado en tener uno en casa. Por suerte alguna vez había elucubrado pensando donde pondría uno si un día me diera la ventolera de ello, pero de aquí no pasaba y tampoco había leído nada de cómo cuidarlos ni nada. Una amiga mía tenía uno enoooooorrrrmmmmeeeee en su casa. Vamos, baste decir que su acuario era más grande que mi bañera actual que es grande. Era una pecera de peces de agua salada y era una preciosidad sentarse al sofá y ver ese espectáculo en la habitación. Los peces que tenía eran puramente mediterráneos, ya que los habían pescado ellos mismos y mi amiga siempre decía que lo más… ejem… pesado del acuario era cuando llevaban garrafas y garrafas de agua de mar, sobre todo cuando lo llenaron la primera vez. No se porque, eso de las garrafas y garrafas me tendía que haber dado que pensar.

Corría allá por abril de 2004. Terremoto tenía apenas cinco añitos cumplidos hacía poco, como sus cinco deditos o los cinco lobitos. Hacía un año largo que yo ya me había separado. Ya conocía al papá de Tsunami, pero él aún vivía en Cataluña y nos veíamos cuando podíamos. Si pensáis que con todo esto os he puesto en situación para contaros mi historia estáis equivocados. Me he dejado un dato. El más importante. El más bestia. Y el más demoledor de todos. El 28 de noviembre de 2003 habían estrenado en las carteleras de cine españolas una peli de dibujos que narraba la experiencia de un pequeño pez payaso y su padre estresado. Sí queridos lectores, tan sólo unos meses antes de los hechos que os voy a narrar, Disney-Pixar había estrenado en este país la peli de Buscando a Nemo y toda madre y todo padre sabe que no somos nadie para luchar contra Nemo. Aún hoy en día los peces payaso se siguen llamando Nemo y evidentemente,  su padre Melvin, como buen padre que es, perdió su identidad y para todos los niños es el padre de Nemo. Esta visto que en el mundo del mar hay ciertas cosas que siguen las mismas reglas que en el mundo real.

¿Qué ocurrió en abril de 2004 para que nuestra vida doméstica cambiara? Pues que fuimos a una comunión. Pero no una comunión cualquiera de compromiso, no. A la comunión de un familiar, que esos sí que podían ir cualquier día a tú casa y verla por dentro.  Segundo, era la primera Comunión, bautizo o boda a la que estábamos invitados e iríamos con el peque. Además, era una de esas Comuniones que casi parecen una boda, entre tropecientos mil familiares por ambos lados y tropecientos mil amigos y compromisos de los padres y que habían invitado a todos los niños de la clase aquello casi parecía una pasarela de moda para todas las edades y con falta de dirección.  Terremoto estaba en una etapa muy inquieta. Era un sábado por la mañana. Recuerdo que llevaba ese día unos pantaloncitos de pinzas deportivos y una camisa azul oscuro con un gran dibujo de Mickey Mouse estampado. Aguantamos la iglesia, y aguantamos la comida. Ese día yo iba acompañada de mis padres. Al final de la comida había una pequeña fiesta infantil, pero mi pequeño estaba ya hasta el moño de todos esos convencionalismos sociales. Pensad que para un niño con problemas del espectro autista la socialización y la comunicación son dos de sus puntos flojos y un día con tan pocas rutinas no ayudaba mucho. Como siempre hemos pensado que el niño era lo primero y el que dirán me importa un bledo, pues fuimos a los papás del nene de la comunión y le anunciamos que seríamos, muy a nuestro pesar, los primeros invitados en irnos. Terremoto estaba ya bastante nervioso y no era cuestión de montar un numerito en un día tan especial para ellos. La mamá toda contenta (cuando una es de la familia y sabe como es tu hijo no se ofende porque te vayas justo antes de los payasos y demás) nos dijo que primero tenía un regalo sorpresa para Terremoto. Uso dos palabras mágicas de esas que hacen que un niño con ganas de salir corriendo ponga el freno de mano y ralentice motores. Un regalo sorpresa, guauuu. Yo creía que iría detrás de la mesa o algo por el estilo y sacaría cualquier cosita para los peques tipo recuerdo de la comunión de fulanito o bolsa de chuchas de la comunión de menganito… pero no. Para mi sorpresa y la de todos nos fuimos por unas escaleras que daban hacia la zona de los baños y del almacén del restaurante. Pensé al principio que el baño del restaurante era un lugar muy peculiar para guardar los recuerdos, sobre todo porque en la habitación de arriba había bastante espacio. Cuando pasamos delante de las puertas del baño y seguimos caminando por un pasillo aquello me sorprendió más. Llegamos ante una de las puertas que ponía almacén y entramos dentro. Allí nos tenéis todos: la mamá, Terremoto, yo y mis padres cubriéndonos la retaguardia. La mamá se dirigió hacia un gran montón de cajas que formaban algo así como una pared de cajas sobre unos pales y que curiosamente estaban bastante mojadas y de hecho habían mojado el suelo. Subimos sobre los pales la mamá, mi peque y yo. Ella se agachó y abrió una caja. Yo me agaché y me puse a la altura de Terremoto y…

… y de repente ¡cha-chan! Sacó de las cajas algo parecido a una fiambrera transparente con tapa amarilla, agujeritos y asa. Dentro de esta fiambrera portátil había flotando impunemente una pequeña carpita dorada, de esas tipo sardinita que digo yo. Cuando Terremoto vio la carpa-sardinera lanzó un grito efusivo, entusiasta y ensordecedor de ¡¡¡¡NEMOOOOOO!!!! Y yo me quedé sorda. Ojiplática. Y me caí literalmente al suelo de culo.

Creo que no lo había dicho, pero la comida de la comunión la hicieron en un pueblo que debe estar a unos cuarenta kilómetros de la capital. Ya nos tenéis, yo conduciendo de vuelta y procurando no pegármela con todo el jaleo que se había montado dentro del coche. Al lado mi madre, que es la peor copiloto que una pueda desear porque siempre se metía en como conducían los demás y es de esas que pitaría a todo quisque. Su misión era custodiar un paquetito con unas cuantas bolitas de comida para peces, para que este llegara vivo al lunes. Su intención era que el pececillo no llegara al lunes, ya que no paraba de repetir que ella en mi lugar al llegar a casa lo tiraría por el water y tiraría de la cadena. Mi padre detrás con Terremoto intentando que el pez llegara con algo de agua a casa. Terremoto todo contento en su asiento girando la pecera en todas direcciones para ver a su Nemo y que nadie intentara quitarle la pecerita, sobre todo después de los comentarios de la abuela,  que la extinción de los dinosaurios sería una frugal anécdota en la historia de la humanidad comparado con lo que se nos podía venir dentro del coche. No recomiendo a nadie ir en coche con un niño hiperactivo, un pez encarcelado, un abuelo mediador y una abuela histérica-psico-homicida. Sinceramente, el problema no fue llegar a casa sanos y salvos y con algo de agua en la fiambrera. El problema fue que hacía yo luego con el inquilino de la fiambrera.

Sábado por la tarde: Por suerte mi padre me acompañó hasta casa. Mientras Terremoto seguí inspeccionando su Nemo, pero esta vez en una superficie menos movida que  un coche, yo estaba buscando desesperada por la cocina algo donde poner el pobre pez y que fuera visible. Recordaba que en algún rincón de los muebles de abajo había una jarra de sangría que me habían regalado hacía años y como yo no tomo sangría pues allí estaba la pobre ocupando sitio. La mamá de la comunión ya me había advertido que nada de agua del grifo que tiene cloro, que tenía que ser agua destilada y la única destilada que había por casa era la de la plancha, que era poca, y encima en su versión con perfume a rosas y eso me daba que no era la adecuada. Salí despavorida pitando para el super toda enjoyada de la comunión con zapatos de tacón y camisa floreada con cuello de volantes, para agenciarme una botella de agua que fuera baja en minerales ya que la de casa no cumplía ese requisito y no era cuestión de matar al pez esa misma noche (y yo que narices sabía entonces que la de casa iba que chuta). Llené la jarra con el agua mineral baja en minerales y pez para dentro. Conseguí que esa noche el dorado Nemo durmiera en la repisa de la cocina y bien hacia la pared donde Terremoto no llegaba al asa de la jarra, y no sobre la mesita de noche del peque como era su deseo. No recuerdo bien que cuento chino me inventé para convencerle, pero al final accedió y se fue a dormir no sin antes haber mareado un poco al inquilino de la sangría y haberle dado las buenas noches. El pez también consiguió sobrevivir al domingo. Yo también.

Domingo durante todo el día: Terremoto no soltaba el asa de la jarra mientras estuvimos en casa. El pez fue presentado formalmente a todas las estancias, muebles, electrodomésticos y juguetes de nuestra morada, y eso que era pequeña. Había quedado con mi padre para que el domingo por la tarde estuviera paseando al pez en su jarra con Terremoto mientras yo intentaría despejar ese sitio con el que en ocasiones elucubraba sobre poner en él una pecera un año de estos. Eso implicó una maratón de quitar mini aparatito de música. Trasladarlo a mi dormitorio. Quitar de mi dormitorio los libros y llevarlos al trastero. Por suerte disponía de un espacio en el trastero.

Lunes por la tarde: Cuando salí del curro, mi padre volvió a venirse un ratito a casa. Me presenté en la tienda de acuariofilia que hay cerca de casa, porque sí, TUVE LA SUERTE DE TENER UNA TIENDA CERCA, ¡Aleluya! y le expliqué la odisea al dueño. Él me contó que para montar un acuario primero se tiene que tener una semana para graduar el ph y la acidez del agua, que se creen microorganismos y no se que más y luego se pueden poner los peces. Yo le comenté que el ph y la acidez nos lo saltábamos, los microorganismos ya vendrían con el tiempo y la semana quedaba comprimida en el tiempo en que tardaba en lavar y poner la gravilla, unas plantitas de plástico para que aquello no estuviera tan soso y volviera a por las garrafas de agua de acuario.  Esa tarde, para asombro propio y para el dueño de la tienda de los peces, mi casa anocheció con una pecera de 20 litros, con filtro y luz incluida. Yo había asumido brevemente y de esa forma, todos los conocimientos sobre filtros, carbón, peces, limpieza y alimentación de una sola tacada así a lo bestia. El pobre acuario se había saltado todos los tiempo, ph y demás gilipolleces que se precisaran para su utilización. Total, sólo era cuestión de agua, adornos y peces ¿no?. Pero, pero, pero, siempre tiene que haber un pero, Terremoto se había hecho una visita a la tienda de los peces… bueno, a mi padre se le había ocurrido la brillante idea de sacarlo a pasear hasta la tienda para ver lo que hacía mamá cuando yo estaba en ella haciendo unos viajes con el carrito de la compra, la gravilla y las garrafas y… pues eso que el acuario de casa tenía más plantas de las compradas inicialmente, un cofre del tesoro, Nemo (que era el único que ya estaba en casa) y los seis primos de Nemo que se tuvieron que venir por narices con nosotros porque el pobre estaba muy solo. Nos libramos que el de la tienda no tuviera nada parecido al Monte Escupitajulus (véase volcán) que tienen los peces del dentista en la peli, ese tal P. Sherman calle Wallaby 42, Sidney.

Tengo que reconocer que quedándote mirando una pecera con la luz encendida por la noche es algo muy relajante, más que mirar la tele. Sobre todo cuando una está agotada pero orgullosa de ser la mejor madre del mundo mundial para su Terremoto.

También tengo que reconocer que yo he sido muy novata y tuve que poner a tratamiento médico un pez que tenía estrés. Le tuve que pedir a mi padre que le diera ese fin de semana las medicinas ya que yo había ido a ver a mi chico a Barcelona. Recuerdo que una de las primera cosas que le dije fue «como es posible que unos peces que se pasan el día tranquilos y viendo la tele puedan estar estresados y tenga que medicarlos y yo que no paro en todo el día sólo me tomo un paracetamol y da gracias. Si no es posible. ¿De que se estresan, de vernos histéricos en casa? Más tarde supe que en un acuario tan pequeño no se tenían que tener tantos peces, ya que se estresan al no tener espacio vital. Les entiendo. También tuvimos un pez que tenía embolias, es que me han tocado unos peces más raros. Cuando tenía la embolia perdía el control de la vejiga natatoria y te lo encontrabas nadando panza arriba o intentando desesperadamente ir al fondo mientras flotaba. Eso, tengo que reconocerlo, no era nada relajante. Me dijeron que no sufría y no había medicación para ello. En sus últimos años, porque este duró mucho más que otros, tuvo muchas embolias seguidas, hasta que una de las veces que flotaba panza arriba nos percatamos que no era por la embolia. He tenido peces acosadores, porque hay algunos que se creen muy chulos y van de matones metiéndose con los pequeñajos. De hecho y ahora que Terremoto no nos oye os diré que el primer Nemo, el de la comunión, fue uno de ellos y era tan y tan pesado que el señor de la tienda de los peces me lo cambió por otro parecido más tranquilo. Me dijo que cuando un pez hacía esto era porque los demás eran unos pezqueñines pringadillos e iba a por ellos que si se le ponía con peces más grandotes no lo hacían, y como a mí ya no me cabían más peces en el chiquitajo acuario pues me lo cambió. También me enteré un día que hay que limpiar el filtro… supongo que esa tarde debió decírmelo, yo lo viví un día que llegué a casa y el acuario estaba con todos los cristales verdes y los peces casi muertos. También descubría que no se les tiene que alimentar demasiado porque hacen desechos y ellos cagan mucho y que los acuarios se tienen que aspirar, renovar el agua y limpiar los cristales, algo así como estirar de la cadena del water una vez al mes. Mi último problema fue hace poco al ponerle plantas naturales que en las raíces de alguna debió haber algún huevo de caracolillo, porque yo no lo compré. Una tarde vi uno y me hizo gracia, al cabo de unos días eran tres. A la semana siguiente eran cientos y no exagero. Nos tuvimos que pasar unas cuantas semanas quitando por la noche todos los que veníamos, vigilando los filtros porque se ponían en ellos y los tapaban y dándoles un producto para eliminarlos.

Como veis los acuarios son muy monos pero tienen su miga, y eso que aún no he tenido ningún pez que me hiciera abuela. Por cierto, si alguien me pregunta por los papis de la comunión, os diré que una vez me los encontré y me pidieron como estaba el acuario, ya que otro familiar les había dicho que tenía uno muy chulo en casa. Recuerdo que les comenté que un pez era un animal y que no podían ir por la vida regalando animales a los niños sin el permiso de sus padres. Se echaron a reír y me comentaron «seguro que todos los niños se acuerdan de la comunión de X y todos los padres de ese día». Ante este comentario me puse muy seria, me lo pensé un momento y añadí. «Bueno, ya que tenéis esa opinión. Vete haciendo a la idea que X tiene un hermanito pequeño y aún no ha hecho la comunión. Estoy pensando que ya se que le regalaré. Preparaos porque acabo de decidir que será una San Bernardo preñada. Seguro que así X e Y siempre se acordarán de Terremoto y vosotros os acordareis de mí siempre»

 

PD1: Supongo que Y hace años que ha hecho la comunión. Por alguna extraña razón que no atisbo a dilucidar ni mis padres ni Terremoto ni yo hemos sido invitados a tal acontecimiento familiar. En algún sitio de este planeta hay una San Bernardo preñada que espera la comunión retrasada de un niño para tener un nuevo hogar.

PD2: Los peces son mascotas no juguetes. Su uso y regalo tiene que ser meditado, consentido y anticipado.

PD3: Este es nuestro tercer acuario, pero tengo que reconocer que esto engancha y poco a poco les vas buscando una casita más grande y confortable. Os dejo con nuestros peces, glu-glu.

pecera

Madre estresada de niños inquietos busca mascota relajante, que no ocupe mucho espacio, no provoque alergias y sea fácil de mantener

24 Sep

Mujer de 46 años tirando ya más a los 47 y algo fondona desde el último parto. Madre de dos criaturas, el mayor, Terremoto, diagnosticado entre otras cosas de niño muy muy muy pero que muy hiperactivo (en la actualidad algo más relajado pero quien tuvo retuvo) y un Tsunami de tres con espíritu aventurero y que sólo está parado para dormir, en algunos casos para ver la tele y para comer.

El despertador suena cada día a las 6’30, despertar, desayunos, recoger casa, preparar mochilas, a las 8’00 dejar a Terremoto al cole (del Tsunami se ocupa papá). 8’20 entro a trabajar.

Salgo, llego a casa (eso si no tengo que pararme al super a comprar algo). Como a toda leche, en ocasiones (más de las que debería) no tengo nada preparado, he salido tan rápido por la mañana que otra vez me he olvidado de sacar algo del congelador. Estoy empezando a tener amnesia senil, lo cual ha llevado a la consecuencia de ser la reina de la improvisación.

Recoge, barre la casa, ventílala, limpia cacharros cocina, prepara la lavadora.

Sal a buscar al Tsunami e ir a casa.

Ponerle la tele el tiempo que acabas de poner la lavadora y le das la merienda. Llega el Terremoto y otra merienda. Hablar con mi ex de como ha ido el cole. Se ponen los tres a jugar y yo vigilando que no se maten.

Llega mi pareja justo cuando toca tender la ropa, o bien poner la secadora. Pedir que tal va el día.

Darte cuenta que no tenías nada preparado para cenar. Pensar que improvisamos. Empezar a improvisar, recoger la ropa, terminar de improvisar la cena mientras tu prole te pide desesperadamente que están hambrientos y empieza a ser de noche y los pobres están agotados y aburridos y hambriento (y vas tú y piensas que alguna vez te gustaría volver a recordar que se sentía cuando uno estaba aburrido). Estás enfrascado en todo ello y te entran los niños a la cocina, ambos dos compinchados y te dicen como quien no quiere la cosa y con cara de angelitos, que como están muy aburridos quieren que les compres una mascota. Tú toda inocente estás a punto de decirles “sí cariño” cuando de repente una luz se enciende en tu cerebro,  que por suerte muy senil aún no está. Suena una sirena uauauauau, pones el freno de mano y tiras el áncora a lo bestia por la borda. Paras.

Un momento, que es eso de una mascota. ¿Quién la va a cuidar, sacar, lavar, darle de comer, llevarla al veterinario?

– Pues tú que de eso sabes mucho. (eso me pasa por ser eficiente, la madre que los pario)

– Uhummm, oing. Que nanai del peluquín.

– Mamíiiii vengaaaaaa (digase con caida de ojitos incluida cual gato con botas de Srek… y el peque con principio de pucherito en el labio superior. No saben nada)

– Pero si ya tenéis la pecera con los peces (eso ya os lo contaré otro dia que ahora no quiero liaros)

– Síiiiii pero esos no los podemos coger, no nos dejas sacarlos, no los podemos llevar al cole y no pueden venir de vacaciones con nosotros (allí tienen razón los jodidos. Me han pillado)

– Bueno, si mamá encuentra una mascota tranquila, que no necesite correr mucho y no sea necesario sacarla a pasear y no sea muy complicado mantenerla ¿lo aceptareis?

Se miran los dos en plan cómplice y asienten. Vale si la podemos coger y llevarla al cole cuando hagan las Beneïdes de Sant Antoni. Hacemos un chócala y una promesa de meñique de que aceptaremos (eso lo vieron en no se que peli de dibujos y desde entonces una promesa de meñique y un chocala es equiparable a un documento notarial).

Chachaaannn, misteriosamente no pusieron objeción a la mascota elegida por mamá, incluso a Tsunami le hizo mucha gracia. De tanto en tanto me sueltan que se parecen a Perry el ornitorrinco, que realmente no hacen gran cosa. Yo creo que Terremoto ha soñado alguna vez con que fueran agentes secretos como Perry, pero no es tonto y realmente no dan el pego como agentes secretos aunque les pongas un sombrero, asi que va a ser que no.

Yo estoy casi segura de que están preparando un posible plan B y de tanto en tanto me insinúan lo del perro como quien no quiere la cosa. Por suerte para mí, tanto Terremoto como yo le tenemos alergia al pelo de perro y gato así que de momento ganan por goleada las mascotas de mamá.

Pequeños mios, lo siento, las madres estresdas, fondonas y maduritas tienen más imaginación y recursos que vosotros dos, aunque reconozco que vais por buen camino.

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