Hola visitantes de la blogoesfera. Sé que últimamente tengo esto un poco abandonado, pero las circunstancias familiares no han cambiado y lo de escribir entradas es un poco chungo con todo el cachondeo doméstico que tengo cada día. Pese a todo, no quería perderme el comentar esta entradita, sobre todo en estas fechas por si a alguien le apetece ponerla en práctica.
La tradición navideña que os comentaré hoy no es mallorquina, es catalana. Se que ahora los políticos están politizando más de lo debido muchas cosas y alguien pueda «alarmarse» por la introducción de costumbres catalanas en Mallorca. Así que antes de que nadie puede sacar objeciones donde no las hay quiero reivindicar que si en nuestras casa hay un árbol de Navidad (costumbre nórdica) y viene el Papá Noël o Santa Claus (otra costumbre nórdica) y hacemos calendarios de adviento (costumbre anglosajona) y ponemos bolas de navidad, renos y coronas de navidad (más de lo mismo) y hace unos meses celebramos el Halloween (más de cultura celta en este caso) pues sinceramente, algo de cultura catalana que nos es más cercano, no lo veo mal.
La historia de «esta nueva costumbre casera», surgió como no, el año pasado.
Un buen día nuestro Tsunami empezó a deleitarnos en fechas próximas a las Navidades con una nueva canción que decía no sé que de «pasen bous i vaques i gallines amb sabates» (pasan bueyes y vacas y gallinas con zapatos) y otras estrofas que a mí me sonaban a surrealismo daliniano puro y duro. Hablé de ello con mi pareja y se rió un rato (os recuerdo que mi pareja es medio burgalés medio catalán, criado en ambos territorios) me comentó que lo que nos cantaba el peque era una de las tantas versiones que se tienen de la canción del Tió de Nadal.
Un tió no es más que un tronco de árbol cortadito y que se echaba al fuego en invierno para calentar las casas. Es cierto que en algunas visitas a Barcelona cuando pillaba en diciembre el mercado de Santa Lucía junto a la Catedral podía encontrarme paraditas con ese simpático tronco al que habían dibujado ojitos y llevaba una barretineta (sombrero regional masculino de Cataluña) para no pasar frío. Pero aquí se acababa mis conocimientos sobre el mismo: a su forma y a su nombre. Así que papá Tsunami me contó que las familias tienen los días previos a la Navidad, un Tió en casa al que cuidan. Se le da de comer pieles de fruta y cáscaras de frutos secos. A cambio, el día de Navidad se cubre al Tió con una manta y los niños con palos apalean al pobre tronco mientras cantan la cancioncilla que nos cantaba Tsunami. Luego les enviaban al dormitorio a rezar un padrenuestro y cuando volvían y levantaban la manta se encontraban con que el tronco había cagado frutos secos y turrones. Después, lo tirabas a la chimenea y tan panchos.
… Confieso que en Mallorca no tenemos nada parecido y contado así me dejó con los ojos muy abierto y algo descolocada…
… Así que tenemos que adoptar un palo como si fuera una mascota pero sin sacarlo de paseo, ponerle vacunas, ni darle un baño.
El palo va a vivir a cuerpo de rey pero con menú cutre de sobras durante unas semanas.
Luego a ritmo de juerga Navideña de niño desgañitado a voz en grito hay que darle una somanta de palos al pobre y encima tapándole con una mantita para no verle las pupas.
Luego hay que ir a rezar, que imaginó que el que se inventó eso de «A Dios rogando y con el mazo dando» debía ser un Tió de Nadal.
Y luego el peque se atiborrará de golosinas cagadas por un tronco tras un apaleamiento. Que mira tú no me extraña que después de haber vivido tranquilo a cuerpo de rey y haberse mantenido sólo de pieles de fruta le de la cagarela cuando de golpe le martiricen a ritmo de villancico. Pero que encima cague chocolates y turrones y se los coman… y que finalmente tras la tortura acaben de martirizarlo cual víctima de la santa inquisición consumiéndose en el fuego del hogar… eso sí que noooo…
Tsunami estaba tan emocionado con el Tió de Nadal del cole que al final decidimos adoptar la costumbre pero con las condiciones maternales que para algo una lo paseó en su barriga nueve meses, lo parió y aún conservo una buena tripita herencia de la cesárea del retoño.
Así que el año pasado y este año hemos hecho lo mismo y lo cierto es que en el fondo para sorpresa mía, me ha gustado la experiencia.
Como aquí no se venden Tiós de Nadal (tampoco los he buscado demasiado) hemos acordado en que el paso número uno iba a ser ir unas semanas antes de excursión al bosque para buscar nuestro propio Tió. Así que hace unas semanas nos fuimos un domingo por la mañana a nuestro querido bosque de Bellver y nos metimos por dentro. Descartamos muchos, ya que no quiero palos podridos o con bichos en casa. También se descartan los pequeñajos. Evidentemente, los giganto-palos también. Palo que encontrábamos, palo que Tsunami llevaba corriendo a su padre para ver si cumplía los requisitos necesarios para ser considerado un posible tió. Palo que no servia, palo que salía volando hacia el lugar donde lo habíamos localizado. El papá fue el que se quedaba con los palos más candidatos y al final se hizo una selección y nos quedamos con uno. Como el único miembro de la familia que había gozado de esta ancestral tradición en su infancia es mi pareja, pues él fue el experto consultor-seleccionador-asesor del evento.
Punto dos, llevar el tió a casa y rociarlo con spray de bichos. Que adoptaremos durante unas semanas al palo es una cosa. Pero no a los posibles visitantes inesperados que se puedan alojar posteriormente en los muebles de casa. Evidentemente, eso no está dentro de las costumbres tradicionales, pero sí en las costumbres higiénico-sanitarias de casa. Cuando hayan pasado unos días y ya no huele, se limpia el tió y se declara oficialmente miembro de la familia. Es entonces cuando se da el palo a un emocionado y entusiasmado Tsunami.
Punto tres, hacer una cuna para el tió. Eso fue lo que nos dijo el año pasado el peque… y… ¿de donde narices me saco yo una cuna para un tronco?
Pero no desesperéis, ya sabéis que una de mis premisas es aquello de «la imaginación al poder» así que me fui al cuarto del peque. Le quité la tapa al cofre del tesoro. La coloqué al revés en el suelo a modo de cuna mecedora y dentro pusimos un arrullo de cuando los nenes eran bebés a modo de colchón y luego la funda del cojín cuadrado del edredón de Tsunami (que no compramos relleno y no se usa) como si fuera el edredón para el tronco. No sea que se nos constipe y tengamos que ponerle el termómetro y darle pieles de fruta y Apiretal de postre.
Punto número cuatro, dar de comer al tió. Aquí quería llegar yo. Esto del tió es un chollo maternal. La panacea de las panaceas de las dietas. El non plus ultra de los sueños de toda madre con hijos rebeldes a la hora de comer. Gritemos todas las madres, «Bienvenido sea el Tió».
Sé que este no es un gran problema para nosotros, pero sí puede serlo para alguna familia. Ya os he comentado algunas veces que mis niños siempre se llevan piezas de fruta para merendar en el cole, cada día. También he dicho que muchas veces toman fruta para merendar por la tarde al llegar a casa. Que en verano, el consumo de fruta o más concretamente de melones y sandias es algo digno de mención. Pero en los meses invernales, pese a que este consumo persiste, no es tan elevado como en verano que parece que una fruta apetece más. Además, dentro de nada con las fiestas el consumo de fruta se reducirá y se potenciará las comidas pesadas de fiestas (aunque en nuestro caso con los pocos que somos de familia y las goteras temo que no vamos a tener ningún empacho de nada, pero generalmente los empachos y comilonas familiares suelen ser la tónica más común del resto de la humanidad cristiana). Así que un incremento en el consumo de fruta unos días antes, no va a ser nada malo para nuestros pequeñajos.
Sí señores, esta mente maligna y maquiavélica que os está escribiendo le dijo a su inocente Tsunami que el Tió sólo come una vez al día, que no era cuestión de tener la casa como si fuera el recinto de un gorila con síndrome de Diógenes. También le contó que tenía que cuidar al Tió y que este sólo daba cositas para los que le habían cuidado (que no acabara recogiendo al Tió de los sitios más impensables del hogar). Añadió que el Tió de Nadal se parece un poco a los ornitorrincos. Vamos, que como diría Phineas «realmente un Tió hace poca cosa» y reconozcámoslo, hace menos que un ornitorrinco, aunque los dos sean marrones y alargados. Cuando todos duermen los Tions se despiertan y se comen todas las pieles de fruta y dejan el plato bien rebañadito. Por la mañana los peques han de llevar ese plato a la cocina para limpiarlo. Como el Tió sólo come de noche, cuando vienen del cole pueden ir colocando en el plato de plástico asignado al Tió las pieles de la fruta que tomen para ponérselo al lado de su cunita por la noche.
Desde que el Tió cayó en manos de Tsunami, cada tarde lo lleva a la sala y lo tiene con él. De tanto en tanto le balancea en su cuna, que un día de estos nos va a salir el Tió despedido hacia la tele con el meneo que le pega. Le canta la canción del Tió de Nadal, le acaricia y le saca fotos para ver si ha engordado. Pero lo mejor de todo es que Tsunami ha aumentado su ingesta de fruta fresca de forma exponencial. Ahora lo de dos manzanas y un plátano para merendar y luego otro plátano o manzana después de cenar es lo habitual.
El muy pillo intentó colarnos lo de tomar la fruta a nosotros, y mamá que es muy sibilina se sacó de la manga aquello de que los dulces serán para quienes le han alimentado. Además –añadió- tengo entendido que los Tions prefieren las cáscaras de fruta que han comido los niños en vez de las de los mayores, la de los mayores no se convierten en dulces y turrones, sólo lo hacen las de los niños.
Y aquí tenemos a nuestro pequeño muy aplicadito cuidando de su tronco y atiborrándose de fruta como un mico. Si lo llego a saber, le hubiera soltado que el Tió les traía un extra a los niños que se tomaran un plato colmado de brócoli para cenar por las noches. Pero el brócoli no genera pieles, así que cachins, no colaba.
Ahora hay que esperar a que llegue el día de Navidad. El año pasado, niños no leáis, padres no leáis en voz alta a los niños, (va espoiler) como decía, el año pasado el tió ya tenía las chocolatinas en forma de Papá Nöel y muñecos de nieve y unas cuantas monedas de chocolate debajo de la manta cuando le entramos en la sala (se acaba el espoiler). Le pegamos con un palito de palillos de comida japonesa para no hacerle mucho daño. Tsunami levantó allí mismo la manta y se iluminó su carita y brillaron sus ojos. Nos saltamos el paso de «a Dios rogando»… no acabo de ver muy normal eso de rezar y atizar al pobre tronquito. También teníamos preparado a mano un botecito chulo para meter las chocolatinas dentro e irlas distribuyendo los días posteriores, que no es cuestión de pillar una indigestión de golpe.
¡Ah!, si alguien creía que esto es el fin se equivoca, aún me queda un paso muy importante. Paso número cinco una vez pasadas las fiestas y como a una servidora eso de quemar un miembro momentáneo de la familia no lo tiene muy claro (aunque no tengamos chimenea) y tampoco es cuestión de tener una colección de troncos en casa, ha optado por la siguiente propuesta. Nos vamos todos de nuevo otro domingo de excursión al bosque y devolvemos al Tió de Nadal a su hábitat natural con los palitos de su especie, para que les cuente a sus compañeros la agradable experiencia que tuvo en casa de un niño llamado Tsunami y así el año que viene seguro que encontraremos algún tronquito dispuesto a ser adoptado durante estas fiestas como nuestro nuevo Tió de Nadal. Lo queremos mucho, Tsunami le cantará y le acunará, tomaremos «almendras y turrones» y nuestro peque se habrá nutrido bien de fruta en estos días tan invernales. Felices Fiestas a todos, hasta pronto.