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El bañador de Terremoto y las lágrimas de mamá

9 Mar

Es muy duro ser padre de un niño con minusvalía. Eso nadie me lo puede negar. Personalmente, creo que es posible que sea un poco más difícil ser padre de un niño que tenga una minusvalía y que esta no sea apreciable a simple vista. Si además, el niño es consciente de que algo pasa pero no sabe que pasa y sufre por ello eso afecta aún más a los padres. La vida del niño no es tan fácil como la de otros niños que viven en su propio mundo sin importarles estas reacciones de los terceros, como te miran o lo que comentan de ti cuando creen que tú no les oyes. En nuestro mundo hay lugares habilitados para personas en sillas de ruedas. También hay algunos lugares, aunque menos, habilitados para invidentes. El ser un minusválido físico es (con permiso) una gran putada, porque la sociedad no se diseña pensando en que parte de sus habitantes son diferentes a los otros. Pese a ello es cierto que poco a poco las leyes de barreras arquitectónicas o las ofertas de viajes para invidentes son algo digamos menos anecdótico pero no generalizado. Aunque aún queda mucho camino que andar.

La sociedad se diseña pesando en las personas normales. Cuando alguien es distinto y esa distinción puede ser percibida visualmente, la sociedad “intenta” adaptarse a ellos. Una persona con Down tiene unas características físicas que hace que a simple vista puedas reconocerlos. La sociedad ya sabe que es un down, es consciente de sus limitaciones y no suele ir por el mundo poniéndoles obstáculos, haciéndoles putadas o burlándose de ellos, si lo haces realmente es que tienen pocas luces o al menos no debería hacerlo. Estas personas tampoco lo tienen fácil, pero son más toleradas e incluso aceptadas que antiguamente. Aunque aún queda mucho camino que andar.

Terremoto es un niño aparentemente normal. No tiene ninguna característica física que le denote nada en su contra. Terremoto es un niño que no tiene ningún impedimento físico para andar, moverse, vestirse, hacer deporte o viajar. Terremoto es un niño… o tendría que decir ya un adolescente, que sufre de problemas de espectro autista. No es un autista profundo, sabe hablar perfectamente y tiene ideas propias, habilidades e inquietudes, pero su cerebro funciona de una forma un poco particular. Cuando vamos a un sitio, se acerca a alguien o nos paramos a comprar algo, la gente no ve más que un hermoso adolescente, alto, robusto, un poco regordete, pelo liso y oscuro, profundos ojos castaños y con una pequeña trenza en la nuca de la que se siente muy orgulloso. La gente, no ve los problemas que su cerebro tiene para sentirse cómodo con su entorno, para expresarse, para comunicar sus inquietudes ni para desenvolverse en la sociedad. Aún le queda mucho camino que andar. Aún nos queda mucho camino que andar.

Es pues habitual que muchas veces ante una intervención de Terremoto o ante una reacción inesperada, tenga que ir luego (o antes) y advertir a esa persona que Terremoto es un adolescente con problemas de espectro autista. Por ejemplo, hasta hace muy poco el oculista no le podría pasar la página con las “E” abiertas hacia arriba, abajo, izquierda, derecha o el de las letras, sencillamente porque no tenía muy claro estos conceptos ni identificaba del todo bien las letras. Tenía que pasarle el test de dibujitos que pasan a los niños pequeños. Por ejemplo, si entraba en una librería y pedía libros sobre el oeste, los egipcios, los mayas, Juana de Arco o Napoleón, tenías que pedir al empleado un libro sobre el tema que él quería pero presentado y explicado de una forma menos densa y a ser posible escrito con letra mayúscula. Una verdadera misión casi, casi imposible. Porque si no conseguías advertir al empleado ese le sacaba unos libros de ese tema pero pensados en alguien de su edad, densos y sin problemas de comprensión alguno. Si ibas de viaje y el niño colapsara por el cambio de rutina y te montaba un numerito en el taxi o en la recepción del hotel, tenías que justificarte para evitar que el personal creyera que estabas secuestrando a ese niño y acabaran llamando al 091 para denunciarte. En fin, que la vida de los padres no es tampoco ningún jardín de rosas ni un paseo por un parque. Nos sentimos a menudo incomprendido, solos, teniendo que disculparnos o teniendo que dar a menudo algunas explicaciones para evitar males mayores e intentando al mismo tiempo que estas circunstancias afecten lo menos posible a nuestros hijos. Aún me queda mucho camino que andar… Realmente. Aún nos queda mucho camino que andar.

Hola a todos. Hace una temporada que hablo poco de Terremoto. Aparte de que hemos estado muy liados, como os voy contando, también se ha debido a que esta adolescencia nos ha pillado algunas veces un poco descolocados. Tengo la impresión de que actualmente no estoy para contar nada de mi hijo mayor porque pienso que estamos en un momento de transición y quiero esperar a ver como acaba esta transición y tener una visión mejor de todo para saber explicarlo. De momento os diré que Terremoto ya ha cumplido los dieciséis años, que le hemos comprado un móvil porque quiere empezar a ir sólo por la calle y en bus, así que hemos tenido que poner facilidades para ello. Aunque eso os lo contaré otro día. Terremoto también se ha vuelto algo más irritable, más hormonal con los típicos momentos eufóricos y depresivos de la adolescencia. Su cuerpo ha empezado a cambiar y él se da cuenta de estos cambios, algunos los acepta, otros le han costado más aceptarlos y otros no los acaba de entender, lo que le trastorna y pone de mal humor. Mi hijo es un adolescente con problemas de autismo y eso es muy jodido tanto para él como para nosotros.

Hay una cuestión que hace tiempo intentamos controlarle a Terremoto, ya no sólo por un problema estético, sino más bien por un futuro problema de salud. Terremoto adora la comida. La comida es como un tótem para él. Terremoto no come para vivir, vive para comer. La comida le pierde, pero no la disfruta, la engulle. La traga. Es imposible que pueda disfrutar del sabor, la textura o el aroma de los platos a la velocidad que los devora, o eso creo yo. Engulle una ración más que razonable y algo generosa, pero evidentemente, pese a que cada día le repetimos el mismo mantra de “come despacio, mastica bien y disfruta de la comida”, nosotros no nos hemos acabado de sentar, coger la cuchara y probar un par de raciones y él ya ha devorado todo el plato y exige algo más. Es una lucha que llevo librando desde hace años y no logro controlar. Si sólo se tratara de una forma de comer no me preocuparía tanto, pero cuando los problemas de salud pueden intervenir es cuando esta preocupación se convierte en lucha y en problemas y conflictos. Terremoto tiene sobrepeso, eso no es un secreto. Además algunos de los medicamentos que toma tienen el problema de abrirle aún más el apetito. Eso hace que siempre te pida más, que siempre intente añadir algún plato más, que siempre te pida para ir a algún restaurante tipo self service para repetir y ponerse en el plato lo que él quiera, que muchas veces lo hayamos pillado robando comida de la despensa o con los envoltorios en la papelera de su cuarto, que cada día inspeccione bien escondido, bien descaradamente, todos los cajones y estantes de la cocina e incluso mi bolso por si pudiera tener algo de comida oculta dentro. Que alguna vez que hemos ido a algún evento y no le hemos controlado todo el tiempo, ha comido tanto que luego acaba vomitando del empacho que se ha pegado en nada. Si esta circunstancia no se trata a la larga puede acabar además de con problemas de obesidad mórbida, con problemas de tensión alta, colesterol, diabetes o problemas cardiacos y esta madre que escribe no está dispuesta a consentir esto ni mucho menos. No mientras pueda seguir haciendo cualquier cosa para evitarlo, que a cabezota no me gana mi hijo.

Este último año Terremoto se ha adelgazado un poco. Bueno, maticemos, adelgazar lo que se dice adelgazar no es que se haya adelgazado demasiado, sólo un poco. Intentamos ponerle a dieta y fue la causa de sus primeras y más sonadas crisis de adolescencia. Llegaron a tal altura que la misma neuropediatra que nos había pedido que lo pusiéramos a dieta nos dijo que nos olvidáramos y sólo intentásemos controlarlo para que no aumentara más. Lo que le ha pasado a Terremoto ha sido que ha dado un estirón. El peso más o menos lo ha mantenido, con muchas dificultades y mucho machaque por nuestra parte e incomprensiones por la suya. La jugada nos ha favorecido al haber crecido unos diez centímetros en un año, lo que ha compensado su silueta. No nos tenemos que dormir en los laureles, porque él cada día hace todo lo posible por meter alimentos en su cuerpo y volver a desequilibrar el posible equilibrio conseguido y esto sigue siendo una lucha diaria. Terremoto también tiene un defecto, aunque sea hiperactivo es un vago redomado en muchas cosas. Se que eso parece una incongruencia, pero es así. Le cuesta mucho animarle a hacer ejercicio y cuando lo hace no es que se mate demasiado, vamos que su señora madre que está más tocada de la columna, con hernias varias y más cerca de los cincuenta que no de sus dieciséis, tiene más aguante y me muevo mucho más que mi primogénito. Es cierto que en el cole hacen un día a la semana gimnasia, es cierto que le gusta jugar a básquet (yo nunca he visto un partido suyo, pero cuando ha jugado conmigo tampoco se despeina mucho). También un día a la semana hacen natación y es cierto que alguna vez va a entrenar para alguna competición, pero cuando uno lo ve en los entrenos y en las competiciones, no acaba de entender porque le han puesto allí, porque en comparación con los otros chicos, tiene el contorno de un manatí y el estilo de un cuadrúpedo. Incluso su madre que en eso de nadar no tiene mucho estilo, lo hace mejor, con más soltura y rapidez, que en mi caso ya es.

Hace unas semanas, acudí al cole de Terremoto porque la enfermera me había llamado para verme. Cuando Terremoto tuvo sus crisis, enfocó parte de sus nervios escarbándose las uñas de los pies. No nos había dicho nada e iba aguantando, hasta que un día nos lo enseñó. Tenía unos uñeros en ambos dedos pulgares de los pies que le sangraban y que llevamos desde entonces intentando curarlos. En algún momento hemos conseguido sanarlos. Conseguimos que la uña vuelva a crecer y no le moleste. Pero luego si se vuelve a poner nervios, por la noche, se escarba y a la que nos damos cuenta volvemos a estar como al principio. La doctora dice que si no se le cura tendremos que operar y quitar las uñas o al menos una parte y eso me suena muy jodido. Así que la enfermera del cole me citó para darme una serie de explicaciones de cómo tenía que hacerle esas curas cuando me encontraba con dicha masacre en sus carnes. Mientras hacíamos la visita, la enfermera le pesó y le midió y empezamos a plantearle entre las dos la necesidad de hacer algo más de ejercicio por su bien y también para que sus pobres pies no tuvieran que aguantar tanto peso y se le curaran mejor los dedos. Miren ustedes por donde, en ocasiones te pasas toda la vida diciendo una cosa y un día otra persona te dice lo mismo y ese día cuela, o bien estuvo más concienciado o vayan ustedes a saber que pasó en ese momento por su cabeza que Terremoto dijo que estaba de acuerdo y aceptaba. No perdí ni un momento y llamé a la asociación donde le dan ocio. Lo apuntamos los lunes por la tarde a ping-pong y luego algo de básquet y los sábados por la mañana a natación.

Hace dos semanas le hicieron una prueba para ver a que nivel de natación estaba. Al acabar la clase, nos dijeron que el bañador que llevaba no era el más adecuado y que debía comprarle otro más ajustado y más cómodo para nadar con algo de velocidad. Así que salimos de allí y nos fuimos directos al Decathlon.

Lo de probar bañadores es un suplicio, le aburre, se cansa de ponerse y quitarse prendas, posa de mala gana, se lo coloca mal. Al final una acaba embutida dentro del probador tirada por los suelos y mirándole como le queda cada uno. Me decanté por un modelo, pero al ir a pagar vi que no era del material que me habían pedido y lo dejé. Encargué a su padre que mirara en otras tiendas que hay cerca de su casa y yo haría lo mismo en unas de deporte cerca del trabajo. Yo no encontré nada, al menos de su talla. El viernes siguiente no hubo clase. Mi ex se quedó en casa de canguro con los dos peques. Me llamó un poco antes de salir yo del trabajo y me dijo que se había olvidado comentarme que al lado de su casa no había encontrado nada y que fuera de nuevo al Decathlon a buscar el que le habíamos probado que siempre le iría mejor que el que tiene. Así que el viernes pasado cuando salí del trabajo me acerqué en coche y fui directamente al pasillo en cuestión. El susodicho bañador estaba muy alto y yo, que soy más bien versión taponcito, no alcanzaba ni poniéndome de puntillas. Le pedí a una empleada si me podía dejar un taburete. La chica me cogió el bañador y yo me quedé pensativa, porque me había dado la impresión de que cuando se lo había probado le venía algo ancho, aunque vistas las facilidades que daba en el probador y que se había quejado de la talla inferior pues habíamos decidido que este era el mejor. Me acerqué a la chica y empecé a hacerle preguntas sobre el tipo de tejido, si le serviría, que consideraba ella de la talla, porque se lo había probado la vez anterior… no es que ella me preguntara porque no volvía con Terremoto, pero me pareció que ir de esa forma y someterla a ese interrogatorio habiendo venido antes y habiéndoselo probado antes, merecía una pequeña explicación. Entonces le dije

– “Lo siento por todo el lío que te estoy montando, se que lo mejor sería volver con mi hijo, pero tiene problemas de espectro autista y…”

Entonces, ante mi sorpresa, la chica acabó la frase diciendo

-“… y cuando les cambias las rutinas no se sienten cómodos, el tener que estar todo el tiempo poniendo y quitando ropa no les gusta, se incomodan, no perciben las cosas como nosotros ni sienten de la misma forma se irritan y pueden acabar bloqueados. Lo entiendo”

Yo me quedé parada. No podía creer lo que me estaba diciendo. Creo que tardé unos segundos en reaccionar.

-“¿Conoces algún autista?” –le pregunté.

-Sí – me contestó- Si entran en un sitio que no controlan y sobre todo si hay mucha gente pueden empezar a descolocarlos, luego el tener que probar prendas una tras otra les agobia y al final pueden ponerse muy nerviosos, colapsan y tienen una crisis. Mi consejo es que te lleves la talla que le probaste y esta que es sólo media talla menor. Pruébalas tranquilamente en casa y luego tienes un mes para devolver la que no le siente bien”

Yo casi no podía creer lo que me decía. Debí parecer una idiota porque en ese momento me sentí por primera vez en todos estos años comprendida. Por una vez no me sentía sola. Estaba contenta y eufórica y no hacía más que repetir “pero tú me entiendes, tú me entiendes” Por un momento pensé que es posible tener un futuro. Por un momento pensé que pese a todos los obstáculos que va a tener mi hijo puede tener un futuro. Estaba entusiasmada. Cuando me metí en el coche unas lágrimas de alegría empezaron a escaparse a chorros por el lateral de mis ojos. Por una vez, alguien me había entendido perfectamente, tenía una idea de cuales eran mis dificultades como madre y cuales eran las dificultades de mi hijo y eso fue muy importante para mí.

Unos días antes de lo que os acabo de narrar, tuve que pasar por mi seguro médico para visar unos papeles. Tuve que ir dos días muy seguidos por unas cosas burocráticas. La chica que me atendió ya conoce a Terremoto desde hace años, al menos por los papeles de los especialistas que llevo. Me había comentado que justamente el día que tuve la fiesta de carnaval de Tsunami, en un cine de Palma proyectaban esa tarde un documental sobre aspergers. Yo, evidentemente, no pude ir. La chica, había guardado el ticket con el nombre del documental para dármelo. Sacó su cartera y me lo entregó. Me dijo que se había emocionado muchísimo, que conocía muchas cosas pero que había aprendido un montón. Me comentó que muchas cosas que se narraban también podían servir para personas sin ningún tipo de autismo, para las personas normales. Hace unos días vi el trailer de ese documental, me emocionó tanto que tuve que pararlo y volver con él el día siguiente ya más mentalizada para asumir lo que contaban sus protagonistas. Aunque Terremoto no sea asperger, le vía en esos chicos. Oír lo que ellos sentían y pensaban me emocionó. El documental se titula “Planeta Asperger”. Ayer me encontré en el periódico un artículo sobre otros micro-documentales sobre el tema se titula El viaje de María…

… No sé. Me gustaría pensar que más que una coincidencia, es que el camino está empezando a dar un pequeño paso. Aunque soy realista y sé que nos queda mucho camino que andar.

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Este año Terremoto se ha disfrazado de ladrón y Tsunami de león

16 Feb

Esto de vivir durante los meses fríos en el hemisferio norte tiene sus ventajas y sus desventajas. La ventaja es que la Navidad es más Navidad y menos playera. La desventaja para las madres es que como la Navidad implica vacaciones de Navidad pues hay que cubrir más días sin colegio. Esa parte “negativa” para cualquier conciliación familiar de madre currante ya ha pasado, pero, pero, pero… siempre hay un pero. Antes de que vengan los siguientes festejos escolares, las madres hemos de pasar por una durísima prueba durante gran parte de la infancia o incluso puede que adolescencia de nuestros churumbeles. Estoy hablando claro está de la “temida” fiesta de Carnaval. Aquella en la que hay un lío entre doña Cuaresma y don Carnal y todo eso y que en el fondo lo único que les interesa a nuestros repollos es poder transformarse cual Superman sin necesidad de usar un callejón o una cabina de teléfonos y salir de la forma más variopinta a la fiesta del cole o bien a las fiestas que los municipios se dedican a organizar para el deleite de los niños, el horror de las madres y el orgullo de los abuelos.

Está visto que este año me está costando arrancar con las entradas del blog. Os estaba contando los proyectos de finales del año pasado y justo cuando estaba a punto de abordar el último tengo que interrumpir todo lo que tiene que ver con el blog (y con el resto de mi vida, dicho sea de paso) para coger aguja e hilo y ponerme con la operación disfraces. Si es que no nos dejan un respiro. Aaainnsss…

Bueno, como íbamos. Este año me he puesto en plan dominatrix y le he planteado a Terremoto la posibilidad de bajar un poco el listón de sus retos, que una cosa es Mortadelo con sus disfraces y otra muy distinta su pobre madre que anda algo exhausta y aún no tengo tiempo para recuperarme de un berenjenal y ya entramos en otro. Terremoto este año ha sido comprensivo… será que le hemos prometido que le compraríamos un móvil y quiere tener a mamá de buenas. Así que tras plantearnos unas cuantas posibilidades aprovechando el arsenal de vestidos y complementos que guarda en su cuarto, al final decidimos uno sencillo de montar. A Terremoto siempre, pero cuando digo siempre me refiero literalmente a siempre, le han gustado los malos de las pelis. Si una peli o una historia no tiene un malo maloso, pues no tiene gracia. Ya de pequeño una vez se disfrazó de villano, así en plan general. Otra vez también de pequeño se disfrazó de Joker, el malo maloso de Batman. Luego de malvado emperador Zurg el archienemigo de Buzz Lightyear. Otra vez de alienígena psicópata que quería invadir la tierra. De pirata malo. De doctor chiflado. De Rey Zombie. De Capitán garfio. De bandido del Oeste. De cocodrilo depredador… Bien pensado, se ha disfrazado muchas veces de malo. Pero, le faltaba uno que aún no había tocado y me refiero al malo básico, el caco, el choricillo de baja estopa, el carterista, el descuidero, el maleante, el mangante, el ratero, el saqueador…. Vamos, el ladrón de poca monta. Ese que sale en los cómics del Mortadelo y del Super López que ahora lee y que se troncha con las desventuras de unos pobres ladronzuelos chapuceros. Así que este año hemos añadido un malo más a la lista de malos que esta que os escribe ha confeccionados y Terremoto se ha disfrazado de ladrón a palo seco, así, sin más.

El disfraz es muy fácil. Terremoto tenía unas deportivas negras y unos pantalones negros de esos anchotes que llevan hoy los jóvenes. También tenía por casa una gorra de punto oscura tipo rapero. Además encontramos una linterna de esas que te pones en la cabeza y que supongo que debimos comprársela alguna vez que fuimos al Decathlon y se empeñó en tener una (digo supongo porque así suele conseguir sus innumerables linternas y porque es de esa marca, jiji) Teníamos también unos guantes de algodón negros que habíamos adquirido para algún otro disfraz, no recuerdo cual, creo que el de científico loco. Vamos, que al final lo único que necesitábamos era un polar negro, un antifaz negro y una bolsa de dinero.

Confieso que este año estaba con las pilas bajas y con poco ánimo de montar disfraces, así que en una de las dos tiendas de disfraces que hay cerca del curro encontré el antifaz y la bolsa de dinero. El antifaz tuvimos que recortarle un poco la curva de la nariz. Afortunadamente no se rompió ni quedó cortante, porque no tenía eso muy claro si la recortaba. Es uno de los inconvenientes de tener un hijo adolescente con la cabeza talla sandía generosa. La bolsa de dinero tenía el símbolo del dólar impreso y él prefería el del euro, por eso de ser la moneda que manejamos. Le solté que en los cómics siempre ponen ese símbolo en los dibujos y milagrosamente no puso ninguna objeción. El polar, evidentemente, lo adquirí en una tienda de deportes.

Este año se planteaba pues fácil. El único problema surgió dos días antes, cuando me pidió una pistola porque las que tiene son tipo revolver y esas son del Oeste, no de un caco. Además expresó que deseaba que hiciera mucho ruido. Aaaaiiinnnnsss…. fui a buscar su pistola, que evidentemente procuré que no hiciera un ruido superior al que se supone puede aguantar luego una madre en su casa y me presenté con una bolsa etiquetada con el título de “pistola de gangster”. La pistola le ha gustado, pero por su culpa acabamos de descubrir un nuevo malo que no tenía muy controlado. Los gángsters. Así que llevo dos días relatando historias de la Cosa Nostra, la Camorra y del breviario Vida y milagros de Alfonso Capone. Si supiera leer mejor y más rápido creo que le endoso los libros de Mario Puzzo que tengo por casa de mis padres y que se entere el solito, que parece que hacemos un master de matones en casa desde hace unos días.

La mañana del viernes Terremoto se ha puesto su oscuro traje de ladrón chapucero y pistola en mano ha atracado a su hermanito que aún iba en pijama y batín. Por desgracia, el cole ha suspendido a última hora la fiesta. Terremoto me he dicho cuando ha vuelto que la tarde anterior uno de los nenes de silla de ruedas había muerto y por eso no ha habido este año fiesta de Carnaval en su cole. Me ha dicho que sentía haberse quedado sin fiesta ni dulces. He intentado reflexionar con él y trabajarle la empatía. Le he preguntado que es lo que consideraba peor, no tener fiesta o haber muerto. Me respondió que evidentemente el haber muerto. Luego le he preguntado si le parecería bien que sus compañeros de clase montaran una fiesta el día después de haber muerto él. Aquí me ha dejado descolocada. Me ha dicho que realmente le sería igual porque él ya estaría muerto. Vamos, que lo ha entendido pero su lógica aplastante no es la más indicada para ayudarme a trabajar la empatía para estos casos. Así que probablemente este disfraz sea el que utilice el año que viene. Pobre pequeño y pobre familia.

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Pero el día antes que la fiesta de Terremoto, tenía otro reto a cumplir, ya que el jueves el cole de Tsunami montaba su sarao. Pero esa prueba no dependía tanto de mi persuasión ni de los deseos de Tsunami, sino más bien de los del cole. Cada año hacen una Rueta muy chula en el parque de al lado del cole y luego regresan y en el patio montan una fiesta para niños y padres que está francamente bien donde los mayores venden tartas y bebidas para el viaje de estudios del año que viene. Por la experiencia de los dos años anteriores, cada clase se disfraza de algo que tenga que ver con el nombre que ese año los niños han elegido para su aula. Cada año a principios del curso, los profesores les informan que ese año los nombres tienen que ir de una temática u otra y los niños buscan un nombre para su clase que les definirá todo el año. Cuando Tsunami tenía tres años el tema fue el arte, concretamente la pintura. Nuestro pequeño fue del cuadro que eligieron en su clase. A los cuatro la temática fue el campo, sus actividades, oficios y herramientas. La clase eligió el nombre de una herramienta del campo. Los peques fueron de agricultores y todos llevaban esa herramienta. Este año el tema es la luz. La clase eligió un nombre y cuando me lo dijo lo primero en que pensé fue en como hacer un disfraz de eso. Por lo visto yo no fui la única madre que pensó eso porque el primer mensaje de whatsapp cuando se supo el susodicho nombre de la clase fue ¿alguien sabe como vamos a idear un socorrido y exitoso disfraz de fuegos artificiales? Confieso que mi menda ya tenía varias ideas en mente, pero los profes no han querido ponérnoslo tan difícil y ha habido cambio de planes. Como he contado varias veces, el cole de Tsunami es muy especial en muchas cosas y muy innovador. Dan entre otras cosas una importancia a la educación sensorial y parte de esa educación sensorial es a través de sus clases de música. Parece ser que este año han trabajado entre otros El Carnaval de los Animales. Es una pieza que les ha gustado tanto a todos y que todos tenían su parte favorita que han decidido disfrazarse de El Carnaval de los Animales. Os cuento la historia más o menos como fue.

Todo empezó hace unas semanas cuando hablando con Tsunami le preguntamos de que se tenía que disfrazar. Tsunami fue muy directo, de “Hemion”. Al principio su padre y yo nos quedamos algo estupefactos ante tal palabro. Temíamos que el cole se hubiera vuelto además de innovador, frikie. ¿Cómo era posible que los niños se disfrazaran de Hermion de Harry Potter? ¿acaso el cole había demanciado? ¿habían sucumbido al lado oscuro de la magia? Pero no. Ni una cosa ni otra. Papá Tsunami pilló el móvil (ni se molestó en llegar al ordenador) y descubrió que el tal Hemión es un híbrido entre caballo y asno, o como le llamaba Tsunami, un burro salvaje.

– Veamos – le preguntamos – ¿os vais a vestir todos de burros?

– No mamá, cada niño elige el animal del concierto y no es un burro, es un burro salvaje.

– Hm…. ¿Qué concierto?

– Pues el de Camile Saint-Saëns

Hmmmm…. ¿perdonen? –pensé.

– Sí. Camile Saint-Saëns es el autor de El Carnaval de los Animales, lo hemos dado con la profe de música y yo voy de hemión. (Toma esa. Por si teníamos dudas con las innovaciones del cole)

Así que fui pensando en como se hacía un asno… perdón, un burro salvaje y asistí unos días después a una reunión para padres en la que se nos informaba del proyecto del carnaval de ese año. La profe nos lo explicó todo. Los niños irán de negro y en la clase estaban haciendo falditas, puños, corbatas y pajaritas con hojas de partitura. Cada padre se encargaría de confeccionar la cabeza del animal elegido por su pequeño. Nos dio ideas. Incluso nos brindaron como los otros años, la posibilidad de ir todos una tarde para intentar montarlos o ayudarnos. Así que salí de allí acordándome de los burros, los hemiones y todos los equinos que se pasean por un carnaval. Fui a recoger a Tsunami, porque mientras los padres tenemos reunión los peques juegan en otro sitio, y mi sorpresa fue cuando por las buenas había decidido un cambio de animal. No me gusta el hemión, he decidido que es más chulo ir de león. Así que tocaba asegurarse de que no cambiaría de bicho a última hora. Tras hacer el chócala y todas esas cosas que hacemos cuando queremos asegurarnos de que no van a dar sorpresas, esta madre se puso manos a la obra. A continuación, os contaré lo que hemos hecho algunas de las madres que nuestros repollos nos han solicitado el temible león para adornar sus cabecitas.

El más sencillo de todos ha sido hacer una máscara: Las he visto de fieltro y de goma eva. Esta última también iba acompañada de una cola, los patrones me han dicho que los han pillado por Internet. Con este material lo cierto es que ha quedado muy bien. La de fieltro no resultaba tan realista, pero también tenía su gracia. La madre me ha dicho que iba muy mal de tiempo y no tenía posibilidades de ir a comprar cosas, así que se las había ingeniando con lo que tenía en casa. Para haber sido así el resultado fue muy bueno. Uso tres colores diferentes para recrear hocico, melena y orejas y luego el elástico.

Lo sencillo pero más elaborados: Uno realizado también con goma eva, pero me gustó un detalle. Era un gran semicírculo, la parte interior era donde habían recreado la cara del león. La parte exterior la habían cortado en tiras largas que luego habían doblado hacía atrás y grapado o pegado con cola caliente a la base de la tira. De esta forma tan simple creaban la melena y quedaba muy, pero que muy resultona.

Los más currados: Fueron los de un pequeñajo y otro menos pequeñajo que las madres habían pillado todos los retales de lana de tonalidades marrones y cobrizas de las abuelas. Luego habían ido enganchando esas lanas en un gorro de lana hasta conseguir el volumen deseado. Una de esas mamás me confesó que se había pasado varias noches hasta las tantas haciendo eso. Las orejas habían pillado también trozos de fieltro de la abuela y las habían cosido. Para la cola una de ellas había aprovechado la lana y había trenzado una larga cola dejando el mocho final como remate de la misma.

Otra de las versiones más curradas fue sin duda para una mamá que había aplicado la técnica anterior pero esta vez con tiras enormes de papel marrón. No se que nombre tiene pero para entendernos era más o menos parecido a la textura del papel que hay en las cajas de zapatos para protegerlos (creo que es papel pinocho o papel de seda). Había conseguido hacer un pedazo melena impresionante que a bien seguro fue la más voluminosa y exuberante de todos los leones del colegio.

El más currado de todos: Ese lo había hecho íntegramente la abuela, que además de tiempo sabe un rato de patronaje y se había ido a una de las tiendas de telas más buenas de Palma. Lo sé por las bolsas que usó para llevarlo y porque la madre me había dicho que le pensaba pasar el encargo a su madre que de eso sabía un montón y ella no pensaba hacer nada. Así que tengo que felicitar a la susodicha abuela por su pericia y el magnífico resultado que consiguió. Era más o menos la primera idea que tuve pero que descarté por cara y por laboriosa. La señora había comprado tela de peluche, esa que imita el pelo largo. Con esta tela había cogido dos trozos rectangulares largos con los que envolvía la cabeza y hacían la melena sobre el pecho del niño. Iban cosidos detrás lo que ayudaba a dar realidad al crear la línea donde se dividen las direcciones del pelo que giraba hacia la parte del pecho. Arriba había cosido otro trozo para hacer diríamos la parte de encima del gorro y en la zona delantera de las costuras había hecho también unas orejitas con una tela menos velludita con un tono oscuro para el exterior y un claro para la interior. La cola era de la misma tela que las orejas y rematada con un “plumero/pompón” de la tela del cuello. Vamos, un auténtico león. Fue sin ninguna duda el niño más abrigado de todo el carnaval.

Para Tsunami como no tiene abuela que le cosa y una madre con dos niños, opté por otra idea más sencilla. Le compré un gorro de lana con visera que situé en la parte del cogote y que además era reversible, cosa que le encanto. Hice esta compra el mismo día que fui a por el polar de Terremoto y el de Tsunami. Cosí a este gorro una bufanda mía en tonos marrones. Ya sabéis que uno de mis lemas es el de la imaginación al poder. Es una de esas con el punto gordo que hace como circulitos (no sé como explicarlo, así que lo entenderéis al ver la foto). Para la cola reciclé una cola de un disfraz de tigre que le hice de pequeño y al que quité las rayas negras. Era una cola hecha de fieltro naranja con el extremo en negro y que cosí en el polar negro. Tan sólo me quedaban las orejas, pero no tengo por casa trozos de fieltro y como sinceramente no me apetecía tener que comprar un trozo de 50 cm. por metro y medio de largo que hace la pieza mínima que te venden, en color marrón claro y marrón oscuro, pues opté por otro sistema. Hice las orejas de cartulina y las pinté con ceras. Se que no queda tan bien y son menos resultonas. Se que tendría que haberles aplicado un mejunje de cola blanca y papel de periódico para darles volumen y luego pintar, pero el tiempo de secado iba en mi contra. En ocasiones las madres tenemos que sobrevivir con elegancia y estilo y sinceramente, no me apetecía quedarme otra vez hasta las tres de la mañana haciendo, cosiendo, modelando o pintando cosas. Tsunami quedó encantado con su disfraz, lo encontró muy divertido y fácil de poner. Para hacer la melena de debajo el cuello tenía pensado que una parte de la bufanda le colgara por la parte delantera justo debajo de la barbilla. Cuando estaba tomando las medidas el peque me comentó que en el cole había hecho una pajarita con las partituras y que se tenía que ver. Por ese motivo dejé expresamente la parte delantera algo más larga de lo que tenía en un principio pensado.

El día de la fiesta fui al cole para ayudar a maquillar a los nenes. Dos madres habían llegado antes y casi, casi tenían a todos los nenes maquillados. Así que le hice unos cuantos detallitos a Tsunami y a un amiguito suyo que me lo pidió y esta ha sido el resultado. Tsunami se lo pasó pipa. En la fiesta estuvo comiendo pasteles de los que vendían para el viaje de estudios. Estuvo saltando, bailando, trepando y corriendo como una fiera y el cascote de león ni se le cayo ni le molestó para nada. En pocas palabras, que pese a las orejas de cartón para el peque fue todo un éxito, que es lo que realmente importa. Este fin de semana he desmontado el casquete. Yo he recuperado mi bufanda y Tsunami tiene un nuevo gorro de lana reversible con el que está encantado. Eso sí… tengo ambas prendas en el cesto de ropa. El maquillaje fue impresionante, pero también recibió algo de color los componentes de la melena. Aunque ese es el menor de los males. Bueno, ya veremos que sorpresa nos depara el año que viene y que reto me espera o como diría Tarzán, ¡Angaua Chita! Angaua

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Los experimentos, el drakkar y la desvirtualización pasada por agua.

2 Oct

Las historias no siempre tienen un principio que necesariamente tiene que empezar cuando empieza la historia. Es más, normalmente muchos principios de las historias empiezan mucho antes. En nuestro caso, todo empezó realmente el día en que Terremoto fue a ver la peli de Vicky el vikingo. Ese día nuestro niño regresó del cine ávido de información vikinga.

Bueno, tengo que decir que por un lado había un interés histórico, pero por otro la chica que salía en la peli debió hacerle tilín, porque nos llenó su cuarto con impresiones de las diversas escenas de la peli que pillamos por internet, y no le culpo al menos tiene buen gusto. En esos días, además, devoró todo libro, papel, documento, revista y objeto que tuviéramos en casa y que remotamente tuviera alguna relación con el mundo de los ancestros del IKEA, el minimalismo y las habitaciones blancas. Terremoto tuvo mucha suerte. En casa no somos muy del IKEA, ni del minimalismo ni de las habitaciones blancas, pero nos gustan las sagas nórdicas, tenemos libros y revistas en los que había información de sobra, aunque él seguía preguntando. En un estante tenemos tres cuernos, pero de los de verdad. Dos para beber y el tercero de los que se soplan para llamar. Justo al lado hay una reproducción en plástico, muy lograda por cierto, de un casco normando y que es el más parecido a los cascos que usaban los vikingos por aquella época. Porque señores, aquellos que no estén informados de ello, aquel dicho que rezaba «bienaventurados sean los vikingos porque los tenían postizos» pues tiene muchísima razón se mire por el lado que se mira. Los guerreros nórdicos jamás llevaron cuernos en el casco. Quien popularizó esta imagen fue un tal Richard Wagner cuando nos regaló toda una ópera de valkirias más conocida como la banda sonora de acompañamiento a unos helicópteros en una peli del Vietnam. Terremoto, fiel a las imágenes de la peli de Vicky el vikingo, no comulgaba demasiado con lo de los cuernos, hasta que le preguntamos a una vecina de mi padre que es sueca pero de las auténticas, no de las de Valencia, y le dejó bien convencido de que los de verdad no llevaban cornamenta, al menos en el casco.

Aunque ya teníamos aprendido lo del casco con cuernos Terremoto se vino un día a casa con una compra que había hecho con su padre en una tienda de disfraces: una hacha de plástico y dos cascos de los de cuernos, porque cuéntale tú eso de lo del Wagner a los de la tienda de disfraces y a los importadores de la China. Un casco era para él y el otro para su hermano. Así los tuve una temporada encuernados a ambos. Por su cumple, evidentemente los tuve a los dos con sus respectivos cascos encasquetados, la música de Vicky a toda megafonía en vez del sufrido cumpleaños feliz y brindis con zumo de melocotón en los cuernos, todo un numerito oigan. Por suerte lo de soplar y sacar algo de ruido del otro se nos dio bastante mal a toda la familia, que sino temblando estaría toda la finca a estas horas.

Después de soltaros este rollo, entenderéis porque cuando hace unos cuatro meses, mientras iba en el coche tan tranquila y oí que en las Drassanes de Barcelona se había inaugurado una exposición sobre los vikingos, agucé el oído y empecé a tomar mentalmente nota de lo que comentaban. La exposición tenía lugar todo el verano y acababa el 28 de septiembre. Mi engranaje neuronal se puso en marcha y empecé a maquinar una invasión estival en tierras catalanas. Pero luego añadieron que el último día de la exposición harían una recreación de un campamento vikingo en la entrada de las Drassanes. Eso implicaba que si queríamos ir a ver el campamento tendríamos que hacer una razzia invasiva más corta de lo que acababa de pensar hacía unos minutos. En esa fecha ya ha empezado el colegio y nosotros no tenemos ya días para estos menesteres. Así que R y yo nos hemos pasado todo el verano guardando un silencio sepulcral para darles una sorpresa a los peques. Señoras y señores, el fin de semana pasado esta familia al completo desembarcó en tierras catalanas en busca de un drakkar, unas hachas y unos cascos sin cuernos, of course.

En agosto sacamos los pasajes y unas semanas antes lo comunicamos a los peques. La alegría fue enorme. Terremoto empezó a planear sitios donde ir, que si la Sagrada Familia, el parque Güell, el zoológico, la estatua de Colón, Port Aventura, el otro parque más antiguo que hay en la montaña (vease Tibidabo) y un montón de fotos más que encontró por internet con una rápida búsqueda de imágenes «Barcelona» y que me enseñaba a golpe de «mamáaaa ven corre que he visto otra que me gustaaaaa». Así que al final y puesto de el viernes llegábamos a las siete y media de la tarde y el domingo llegaríamos a Palma a la misma hora, tuvimos que acortar el plan a: ir el sábado al zoo y el domingo a ver el monumento de Colón y los vikingos.

No se muy bien a raíz de que, este verano Terremoto se ha empeñado en situar al descubridor del nuevo mundo entre sus personajes históricos favoritos del momento, junto a Napoleón, Juana de Arco y Copito de Nieve… aún no se muy bien que íntima relación deben tener estos cuatro, misterios que tiene la vida. Como de Napoleón y de Juana de Arco, que sepamos, no se hacen souvenirs, Terremoto se entusiasmó ante la posibilidad de encontrar una postal de Copito y una estatuita del monumento de Colón que hay en el puerto de Barcelona. La petición fue aceptada, entre otros motivos, porque la diosa fortuna hizo que la citada estatua esté a unos pocos metros de las Drassanes que íbamos a visitar.

El viernes tuve un día que parecía una gincana deportiva. De hecho, toda la semana había sido una auténtica gincana, pero llegamos. Llegamos al aeropuerto y llegamos a Barcelona. Allí nos esperaba la hermana de R. para llevarnos a su casa donde tendría lugar el primer campamento del viaje. El que le montamos los cuatro dispersándonos por todos los cuartos, camas o sofá cama disponible que tuviera libres. Aunque no creáis que llegamos allí como unos auténticos vándalos, que seremos provincianos pero estamos muy bien educados. Así que acompañamos la invasión con las preceptivas ensaimadas, una lisa y la otra con chocolate, para amenizar los sucesivos desayunos de esos días.

Chungo. Así es como se podía resumir el pronostico del tiempo en Barcelona para esos días. Chungo y con lluvias. Así que el jueves por la noche con nocturnidad, prevaricación y alevosía, tentamos a nuestros churumbeles para hacer un cambio de última hora en el plan de ruta establecida. El sábado en lugar de estar en el zoo, iríamos al CosmoCaixa. Nos miraron con cara de circunstancias en plan «que me estás contando ahora». Cuando les dijimos que eso era un museo de ciencias con muchos experimentos, Tsunami casi se nos encasqueta en el techo de la sala del bote de alegría que dio. Terremoto no lo veía tan claro, porque él deseaba ir al zoo para ver los cocodrilos y ver si tenían información de Copito de Nieve. El mosqueo se le pasó cuando vio las fotos del manglar que me tienen montado los del CosmoCaixa, con caimanes incluidos. Así que ese sábado nos pillamos el metro y tras un paseo cuesta arriba rodeados de mansiones modernistas espectaculares y saludando dos veces el paso del Tramvia Blau, acabamos en el CosmoCaixa con un pequeñajo ávido de experimentos y otro ávido de caimanes. Con las entradas elegimos también la opción de una visita guiada llamada el triceratops, que gustó a ambos peques. Mis niños son unos expertos en dinosaurios y dieron cuenta de ello, palabrita. La otra visita fue al planetario en 3D que al finalizar también resultó de su agrado, menos mal, ufff. Para comer recurrimos al restaurante que hay dentro. No está tirado de precio pero al ser tipo self service y tener toda la comida una calidad superior nos convenció que su elección había sido todo un acierto. Contentos y con la barriguita llena seguimos experimentando y helándonos con el mega bloque de hielo que hay dentro, haciendo flotar pelotas con chorros de aire y montando unas fotos virtuales que supongo habrán llegado al correo de papa Tsunami. Al final acabamos saliendo de allí más por el aburrimiento de Terremoto que no por la insistencia de Tsunami. Si llega a ser por el peque repetimos todos los experimentos siete u ocho veces y ya nos encargábamos nosotros de cerrar las barreras y dejar la llave debajo del felpudo cuando se hubiera aburrido. Soy consciente que este año la extraescolar de experimentos será una mariconada en comparación con lo visto. Le hemos puesto el listón muy alto a la pobre profe de experimentos. La compadezco.

Cuando salimos, Terremoto insistía en que quería ir al parque Güell, pero ya le habíamos advertido de que eso por horarios era muy complicado. Así que nos fuimos al parque de la Ciutadella para hacernos unas foto con el Mamut. Eso sí, por el camino mi churri hizo una parada técnica en su añorado Gigamesh por el que suspira de tanto en tanto. Allí pillamos un par de libritos frikis. Tsunami se compró un libro de los personajes de Star Wars en versión Lego con muñequito de Han Solo incluido, ains… su primer libro de Star Wars. Terremoto, por su parte, se aburrió solemnemente porque «¿donde se ha visto una tienda de cómics que no tengan nada de Mortadelo y Filemón o Super López?, ¡que vergüenza!»

Y así fue como llegamos al domingo. Ese día además de la exposición ocurrió otra cosa. Algo que nunca me había pasado hasta entonces y que me gustó enormemente. Mi menda lerenda hizo su primera desvirtualización en vivo y en directo, porque sino no hubiera sido una desvirtualización. Unos días antes de irnos de viaje propuse a una bloguera catalana el tener un tête à tête y aceptó. Como diría Mayra, de momento, hasta aquí puedo leer, dentro de unos párrafos sabréis de quien se trata.

Pues bien. El domingo el hermano de R. nos acercó a las Drassanes. Era una mañana muy nublada y algo chunga climáticamente hablando. Al salir del parking lo primero que vimos fue una exposición de los tropecientos años de la revista «Hola». Confieso que eso me hizo sentir muy vieja, porque quitado de tres o cuatro recuerdo haber visto en directo y en formato revistil todas esas portadas en su momento en el quiosco o en la peluquería donde iba mi madre. Buaaaaa…. eso baja la moral a cualquier mortaaaaaalllllll.

Pero lo que levantó mucho la moral, pero mucho, a nuestro querido Terremoto era lo que se levantaba justo después de la última mega portada plantificada en el paseo del puerto. Allí delante con su vaya usted a saber cuantos metros de altura, se alzaba la columna sobre la cual un tal Cristóbal Colón se supone señala a América, aunque creo que señalar no señala exactamente allí. Pero, como la tierra al final ha resultado ser redonda pues tarde o temprano dará con el destino señalado. Terremoto me pidió fotos, muchas. Fuimos rodeando el monumento y cada tantos metros tocaba foto. Terremoto en todas ella salía señalando como lo hacía el de arriba del pilar. Así que queridos lectores, si alguien el domingo pasado se estaba paseando por allí y observó a un adolescente haciendo este extraño ritual fotográfico, es que se tropezó con nosotros sin saberlo.

Después de haber rodeado el monumento nos acercamos a las Drassanes. R. su hermano y Tsunami se pusieron a la cola, que en esos momentos aún era corta y sacamos entradas para todos. Mientras Terremoto y yo nos quedamos a ver el campamento vikingo, motivo por el cual habíamos ido expresamente ese día. Aquí tengo que decir que quedé algo decepcionada. No estaba mal, pero si eso se le podía calificar de campamento, los tres cuernos y el casco que tengo en casa es un museo. Lo encontré pequeño, con pocos personajes. Es cierto que estaba bien caracterizado y los chicos fueron muy simpáticos, pero personalmente hubiera preferido algo más cercano. Ya sé que no se trata de vikingos, pero por Mallorca también hay grupos de recreación medieval que han montado muestras más grandes y completas que aquella. Pero bueno, estuvo bien, sacamos unas cuantas foticas y pasamos a ver la exposición y el anunciado drakkar. La exposición era muy completa, muy bien montada. Sólo tuvo un problema para nosotros, había mucho que leer y eso aburrió solemnemente a Terremoto. El esperaba algo más impactante visualmente, con menos texto y más entretenido. Es lo que tiene mi niño, así que me dediqué a hacer fotos para al menos poder disfrutar en diferido de lo expuesto cuando llegara a casa. Lo más decepcionante de todo fue el drakkar. En las Drassanes el espacio no es precisamente lo que les falte. Imaginamos que estaría en un lugar que aunque acordonado se le pudiera dar la vuelta y ver su interior, pero no. Lo habían situado cerca de una ventana, así que tenías una hermosa penumbra/contraluz, porque fuera estaba lloviendo a cántaros. En un lugar elevado que no permitía ver el interior, y no se podía subir allí. Vamos, que no le sacaban mucho partido al barquito en cuestión. No se, pero así de pronto se me ocurre que podrían haber puesto unos espejos para que el público viera estos detalles. Por suerte había un señor que no se muy bien que hacía allí arriba, pero que sacaba fotos. Cuando nos vio a una señora y a mí con cara de «oinsss, eso es todo». Se ofreció muy amablemente a sacarnos con nuestras cámaras unas fotos del interior.

Estábamos ya al final de la exposición a punto de salir cuando mi teléfono sonó. Al otro lado había una voz juvenil. Me sentí muy emocionada. Fuera, al lado del campamento vikingo y bajo una lluvia cabezona, nos esperaba Mo, mister X y peque. Allí hice mi primera desvirtualización. Salí con Terremoto y fue saber que eran ellos nada más verlos. Es un momento muy especial, llevas año y pico leyendo las aventuras de otra familia y de repente los tienes allí delante. Mo es una chica muy guapa y mister X muy simpático. Peque, al igual que Tsunami se quedaron un poco parados y desorientados. Imagino que a esas alturas del viaje mi nene no se esperaba encontrarse con otro pipiolo como él. Salimos todos a tomar un refresco, porque con la lluvia que caía no se podía pasear mucho. Tengo que agradecer a Mo y su familia que acudieran a la cita. Al llegar a Palma he visto unos mensajes en el correo pidiéndome si íbamos. Por lo visto si nosotros tuvimos una gincana con el viaje ellos tuvieron que hacer un completo encaje de bolillos para buscar un ratito y estar con nosotros. Muchas gracias guapetones y recuérdale a mister X que cuando vayáis por Mallorca me toca a mí pagar los refrescos. Después de estar un ratito charlando nos acompañaron a ver si por las tiendas de souvenirs de las Ramblas encontrábamos alguna estatuita de Cristóbal Colón, pero no. Lo único que había era muy hortera y Terremoto tiene una veta hortera pero con clase. Al final se conformó con una camiseta de kukuxumusu en el que parodiaban el monumento con unos monos haciéndole la contraria al Colon sobre las letras de Barcelona. Poco después tuvimos que despedirnos de Mo, de peque y de mister X, no sin antes darnos un par de buenos abrazos. Otro año nos intentaremos pasar con más tiempo y con menos prisas y esperemos que no llueva tanto y podamos estar un ratito más juntos.

Al final poco más que contaros, salvo que siguió lloviendo, y lloviendo, y lloviendo y el vuelo que tenía que llevarnos a Palma a las siete y media de la tarde nos dejó en la isla a las nueve y cuarto de la noche. Llegamos todos medio histéricos y agotados a casa. Al final cenamos de yogures, los que tuvieron ganas de comer algo, y los empecé a enviar a todos a sus camas. Yo me quedé un poco más para acabar de sacar la ropa y poner montones de ropa para lavar. Por la noche a Tsunami se le escapó un pipí, así que tuve una lavadora más extra. Al final el lunes por la tarde me hice tres lavadoras con sus secadoras porque por aquí también llovió. Antes de ir a buscar al peque conseguí barrer y fregar la casa, aunque no me dio tiempo de comer. Por la noche todo estaba más o menos controlado. Tenía muchas ganas de contaros nuestra aventura y nuestro encuentro con Mo, pero hasta hoy no me he visto con fuerzas de meterme delante del teclado, porque sabía que esta historia daría para muchos aporreamientos de teclas. La historia que empezó un día al llegar nuestro niño de un cine acabó el domingo. Dentro de esta historia se han enlazado otras más. Mis niños han visto un manglar y han tocado un iceberg. También hemos puesto cara a tres personas encantadoras y Terremoto esta mañana se ha ido al cole con su camiseta de Cristóbal Colón. El drakkar… mejor dentro de unos años ahorramos y nos vamos a Oslo a ver un drakkar más grande y en condiciones, pero aún así no me arrepiento, porque gracias a una entrevista en la radio, esta familia ha liado los bártulos y se ha hecho un viajecito en familia, que hacía mucho tiempo que no nos dábamos este gustazo. Y colorin colorado, esta historia se ha redactado.

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Prueba superada. La vida existe después del verano

18 Sep

Es cierto que mi vida nunca ha sido de lo más sencilla que digamos, pero en los últimos años, se han abierto muchas ventanas. No son ventanas corpóreas, ni esas que te proporcionan una saludable brisa, experiencias, oportunidades y bienestar. No. Son ventanas en las que a golpe de portazos llegan a tu vida un montón de dificultades, problemas y vicisitudes que llevas como buenamente puedes y que hacen que pidas a gritos que se vayan cerrando de una vez por todas o que entren menos ráfagas monzónicas por ellas.

En estos últimos meses he ido adquiriendo sin saber muy bien porque ni cuando, una nueva costumbre. De golpe me di cuenta que cada vez que lograba o finalizaba algo decía «bueno, prueba superada». Sé que es una tontería, pero hacer eso me produce una cierta satisfacción, me relaja, estoy contenta de saber que algo se ha solucionado o concluido, aunque fuera una situación tan absurda como hacer todas las lavadoras pendientes a tiempo, llegar con éxito de un día en la playa con los peques, organizar una cena con los amigos o meterme en la cama y ver que ese día movido había concluido sin bajas demasiado importantes. Podríamos decir que ante tantas ventanas abiertas, era un nuevo modo de ver las cosas y afrontarlas. También no sé muy bien que día de este verano empecé a tomarme las mañanas y las noches de otra forma. Respirar el aire matutino aún fresco y suave y sentirte afortunada por ello. Ver el rojo de la salida del sol en el cielo mientras conducía hacia el trabajo, algo hermoso aunque te deslumbre un poco. Escuchar el ruido del viento en las hojas de los árboles, una melodía donde las haya. O, respirar varias veces bajo las estrellas antes de entrar en el dormitorio por la noche, toda una gozada a la hora de empezar a recargar las pilas, oigan. También cuando dejaba el coche y entraba en el trabajo en ese pequeño trayecto a pie, canturreaba aquella cancioncilla de Serrat que como no conozco del todo la letra empecé a medio inventármela adaptándola a mis propias necesidades formando una nueva auto versión que rezaba «Hoy puede ser un gran día plantéatelo así, lo que ocurra esta mañana depende en parte de ti. Asume sólo lo que puedes y no desesperes si algo no anda bien. Hoy puede ser un gran día duro a por él».

Poco a poco estas pequeñas dosis de optimismo hacían que mi humor mejorara, que viera las cosas de otro color, que las fuerzas no me dejaran del todo y que empezara a pensar que para disfrutar la vida con las cuatro cositas bellas que tenemos a nuestro alrededor hay más que suficiente para empezar. Pues bien, al fin después de este verano, algunas de esas ventanas tan molestas como una mosca cojonera en pleno agosto, se han cerrado al fin y hemos conseguido superar unas cuantas pruebas. Por supuesto, de una forma más airosa o más improvisada, hemos salido victoriosos de los típicos problemas que te plantea el verano cuando una familia, sin refuerzos, tiene que cubrir dos meses y tres semanas de vacaciones escolares pudiendo coger sólo uno de ellos un mes de vacaciones, todo un despropósito para las matemáticas, oigan pero se consiguió y con nota.

Estos días,  he descubierto que la vida existe después del verano y que será bella o al menos maja dependiendo de nuestra capacidad de seguir afrontando los nuevos retos y de aprender de los anteriores, pero sobre todo de saber disfrutar de lo obtenido, las cosas que nos rodean y en ocasiones ni reparamos en ellas ni apreciamos.

Al empezar el verano, sabía que iba a postear poco, pero sinceramente, no creía en ningún momento que postear poco implicara que ni tan siguiera tuviera oportunidad de colgar una triste entrada y eso que tenía una acabada y sólo tenía que buscar ilustraciones para publicarla y ni eso pude, snif, snif, que triste, así que la reservaremos para otra ocasión.

Los que seguís el blog sabéis que este año Terremoto se zambulló por primera vez y de forma real en lo que llamaríamos el mundo de la adolescencia, de hecho él mismo se denomina ya un chico adolescente, término que hasta ahora rechazaba con auténtico pavor. También sabéis por lo que he dicho que estos primeros seis meses del año han sido agotadores, traumáticos y muy complicados. Como dice nuestra neuropediatra, «si la adolescencia de un niño normal es jodida, la de un niño con problemas de espectro autista ni te cuento, bienvenida a una adolescencia normal de un autista». Yo me quedé patidifusa, porque me esperaba algo movido, pero en ningún momento mis quince años de experiencia maternal y mis doce años de experiencia de madre de un niño con T.G.D. me habían preparado exactamente para eso y creo que mi hijo tampoco estaba preparado para sus reacciones. Terremoto es más feliz cuando todo está calmado y él no se encuentra violento. Pero, el parque de atracciones hormonal de estos años hizo sus estragos y sus episodios violentos fueron muy constantes y chungos. Por suerte para nosotros, Terremoto no es aún consciente de la enorme fuerza física que tiene, ni de que ya me supera de un buen trecho a mí y que incluso ya es más alto que su padre. Por suerte para nosotros, cuando la situación estaba muy desesperada yo afirmaba sólidamente mis cuartos traseros en el suelo y le plantaba cara. Eso, le acojonaba, y luego podía dominar la situación hasta que lograba que se tranquilizara o que no se escapara. Esta situación, al  menos de momento, porque con estos chicos nunca se sabe y tienen altibajos cuando menos lo esperas, ya está bastante dominada.

Parece que Terremoto ha empezado a asimilar que su cuerpo es un cuerpo de adolescente y no lo rechaza. Parece que Terremoto empieza a madurar un poco y atiende mejor. Parece que Terremoto empieza a aceptarse e ir evolucionando menos violentamente. Al final hemos conseguido ese pequeño apoyo de la medicación justa que le proporciona un poco de estabilidad, que no lo atonta para nada, no os asustéis, pero que le da esa química que su cerebro necesita para funcionar de manera normal. Terremoto se ha vuelto un joven más disciplinado que se interesa mucho por sus deberes y se esfuerza a su modo. Este año ha empezado a leer por sílabas y a escribir, todo un avance impresionante. La fase de comprensión de la lectura aún la falla un poco pero todo irá llegando poco a poco, de momento es todo un triunfo. Hemos ido introduciendo algunas tareas de casa y ha estado bastante pendiente de su hermano, lo cual me ha dado una gran ayuda. Se ha vuelto un presumido con la ropa, empieza a tener un estilo. Se ha dejado una pequeña trenza en la parte de atrás. Al principio su padre no veía eso con buenos ojos, pero yo le hice la siguiente reflexión: Prefiero guardar la artillería pesada para el día que nos diga que piensa tatuarse su cuerpo como un cuadro de Matisse o perforarse las orejas como Hellraiser, a ponerme chula por una trencita discreta que se puede cortar cuando él se canse. Además, tengo que reconocer que la trencita me gusta y él se siente muy mayor y satisfecho de poder llevarla. Me encanta ese conato de rebeldía y personalidad que ha adquirido con un mechoncito de pelo sin cortar. Terremoto ha empezado el curso muy interesado, llevaba todo el verano con ganas de comenzar. Mis churumbeles no son fervientes devotos de las vacaciones, tantos días les aburren. Tsunami lleva medio verano diciendo que lo mejor sería un mes de vacaciones y luego el otro mes repartirlo durante el curso con algunos días de tanto en tanto junto a un fin de semana para descansar… que sabio que es mi niño. Así que de momento parece que la ventana que se abrió porteando a lo bestia con la adolescencia de Terremoto, más o menos se ha cerrado y hemos conseguido ir evolucionando con normalidad. ¡Prueba superada!

También otro de los problemas que se han acabado estos meses ha sido el de las goteras de casa. Sin duda recordareis aquel lejano post y aquella foto en la que teníamos el colchón y los muebles de dormitorio tirados en medio de la sala y donde estuvimos durmiendo durante nueve largos meses como unos jipíes en Woodstock. Pues bien, al final se consiguió hacer las obras en las terrazas que eran las que nos daban humedad y se supone que ahora las filtraciones y las cascadas han desaparecido. Sólo quedaba pues arreglar tres habitaciones de nuestra casa que eran las afectadas, la sala-comedor-despachito del mister, que es grandecita y los dormitorios: el nuestro y el de Tsunami.

Nosotros seguíamos durmiendo en el suelo de la sala porque de la humedad y el moho que había cogido una de las paredes de nuestra habitación yo no podía estar allí dentro más de diez minutos sin que empezara a tener un ataque de alergia. Al final veía que eso de conseguir que se arreglara mi casa también iba para rato (lo de las goteras empezó en enero de 2010 y hasta este año no se ha arreglado) así que le propuse al administrador que yo adelantaría el dinero de la reparación de mi casa y que luego se me paga o se me eximiera de pagar comunidad durante unos añitos. Dicho y hecho encontramos un pintor que lo ha hecho por un precio muy razonable. Durante una semana mi casa ha sido un campo de batalla. Pero antes había que desmontarlo todo, otra vez. Digo otra vez porque llevo tres años de mudanza veraniega. El primero el año en que realmente nos mudamos al piso. Al año siguiente tuve que desmontarlo todo porque había que cambiar el parqué y este año vuelta a desmontar por las goteras. Vaya rollo.

Así que nos fuimos de “okupas”. Otra vez tuve que embalar todas las pertenencias familiares y los interminables libros de la librería para que pudieran arreglar los techos y pintar. Luego tocó limpiar. Para mi sorpresa y en comparación al año pasado que quedo todo hecho una auténtica guarrada, esta vez ha resultado algo relativamente fácil. El pintor me dejó la casa bastante limpia y no tuve que pasarme días y días quitando polvo y salpicaduras. Luego tocó desembalar lo recientemente embalado y volver a ir colocando cosas. Tened en cuenta que esto lo hacía al salir del trabajo una hora suelta antes de ir a buscar a los peques de las respectivas escuelas de verano. Embalar me llevo un mes, pintar una semana y acabé de recolocar la última cosita justo el día antes de que empezara mis días de vacaciones con mis chicos. Ha sido algo estresante, pero finalmente puedo decir que: ¡¡¡Habemus prueba superada!!!!

Hoy tenemos una casa normal, corriente y moliente. Con su techo blanco y sus paredes normalitas. Y lo mejor de todo, con mis muebles en el dormitorio y ya podemos dormir en una cama normal y no en el suelo. ¡¡¡Yuuuujuuuuuuuu!!!

El único problema es que la zona donde estuvimos tanto tiempo con el colchón en el suelo el parqué parece que se ha separado un poco, supongo que debió coger un poco de  humedad, porque al quitar el colchón nos encontramos con que la funda había enmohecido por abajo y tuvimos que comprar fundas nuevas.

Ahora, cuando abro los ojos y veo mis cuadros y mis cortinas y mi lámpara me siento la persona más feliz del mundo pudiendo dormir en nuestro propio cuarto, parece una gilipollez, ¿a que sí? Pues es una auténtica gozada.

El verano ha pasado y me había dejado dos días de mis vacaciones para acabar de arreglar cosas. Una para el día en que empezaron el cole los peques (el viernes pasado) y otra para el siguiente lunes. Tenían que ser dos días para mí, pero, pero, pero. Al final el cole de Tsunami ha empezado con un día de huelga, el lunes. Si señores, la situación educativa en Baleares sigue cutre bananera, nuestro querido presidente y su consejera de educación siguen enrocados y esto se presenta chungo, supongo que recordareis las entradas que hice en su momento el año pasado sobre este tema.

Pero a lo que íbamos. El viernes, después de dejar a los peques en sus respectivos coles, me quedé a arreglar cositas pendientes. Luego, decidí darme un premio, porque me apetecía, porque soy así de chula y porque yo lo valgo. Me acerqué a la playa. Hacía más de veinte años que no iba a la playa sola y fue una gozada. Solo pude estar una horita escasa pero aproveché para entrar tranquilamente en el agua, sin tener que hacerlo corriendo detrás de un niño, llevando una barquita hinchable en una mano y acabando de embadurnarme la crema solar en la cara con la otra, mientras busco donde se ha metido el hermano mayor. Pude respirar hondo la brisa marina que tanto me ayuda cuando estoy decaída y lo mejor de todo pude nadar a mi gusto. Descubrí que mi cuerpo ya no se asemeja en nada al de una grácil sirena como antaño cuando me pasaba casi todo el tiempo buceando. Creía que mi cuerpo era ahora más semejante al de una foca, pero las focas son torpes en tierra firme, pero nadar, nadan con gracia. Hacía tanto tiempo que no nadaba libremente y a gusto que mi grasa me hacía flotar de una forma harto extraña y se asemejaba más al desplazamiento de un manatí. Pero disfruté haciendo el manatí entre las olas durante unos minutos y luego me salí, caminé por la orilla hasta que me hube secado y regresé a casa. Ese día apenas tuve  tiempo de comer sólo un yogurt, pero valió la pena.

El lunes siguiente decidí que Tsunami se quedaría conmigo y tendríamos un día madre-hijo. Es curioso pero como Terremoto funciona mejor conmigo, he tenido muchos días de madre-hijo con Terremoto. Tsunami siempre los tiene con su padre. Esa mañana cuando hube dejado a Terremoto en su cole le digo a Tsunami «sabes que cariño, hoy será un día sólo para los dos». En ese momento descubrí en mi hijo una faceta manga que desconocía. Sus ojos de por sí grandes, se agrandaron más y se le iluminaron con chiribitas. Sus labios dibujaron una enorme sonrisa que llegaba de oreja a oreja. Seguidamente,  soltó un grito de alegría y se me agarró y abrazó como si lo hubieran pegado con cola. Ver esa transformación valió la pena. Ese día nos fuimos a un parque, luego fuimos solitos a lavar el coche de mamá a golpe de jugar con la manguera y el jabón. Luego nos acercamos los dos a la playa. Para acabar, al llegar a casa, tocó ducha con todos sus animalitos dentro y unas tiritas de pollo rebozado que le hizo mami mientras se daba el baño. Cuando estaba en el baño Tsunami me dijo que ese había sido el mejor día de toda su vida… Creo que tendré que abrir una ventana nueva, una de esas de cosas buenas que hacer con tus peques y espero estar muchos años a poder decir que esta nueva prueba ha sido superada.

Por cierto, hoy este blog cumple dos años ¡Prueba superada!

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Mallorca con niños: El Aquarium de Palma, algo más que un simple acuario.

3 Jul

En casa somos unos forofos de los peces. De pequeña había un acuario por la zona del levante de Mallorca y en ocasiones íbamos. Era pequeñito, pero en esa época no teníamos otra cosa. Mi acuario particular era el mar. Yo aprendí antes a bucear que a nadar y me pasaba horas y horas con la careta y los patos recorriendo la costa de rocas o de arena y descubriendo pequeñas escenas del mar. Era algo que me relajaba muchísimo, me dejaba llevar por el oleaje, corregía el rumbo con unos simples golpes de patos. Oía los ruidos de las olas o del aire cuando respiraba por el tubo. Era algo así como deben sentirse los bebes cuando están en el vientre de su madre, o eso pensaba. Mi ansia de buceo se vio cruelmente truncada el día que un tal Steven Spielberg hizo una película sobre un tiburón. Desde entonces, no sé muy bien porque, cuando el mar me cubre algo más de lo debido empiezo a oír una musiquita detrás de las orejas, veo sombras en el agua y me da como pánico. Gracias Sr. Spielberg por un montón de pesadillas y un montón de veranos chafados. Realmente es una tontería, porque nunca en ninguna de mis inmersiones me encontré con ningún tipo de escualo. Años más tarde estuve saliendo con un chico que hacía pesca submarina y en ocasiones les acompañaba. Yo no me sumergía, nadaba por encima y cuando me cansaba me agarraba a una boya o salía del agua. Fue un breve momento en mi vida post-Spielberg en el que no me dio tanto miedo bucear. Volví a ponerme la careta y los patos y disfruté como una chavala al volver a ver el bello fondo de mi querido mar. Aunque no sé muy bien porqué, fue dejar de ir con este chico y el miedo al fondo marino volví a ir imponiéndose lentamente. Así que actualmente, muy a mi pesar, sigo siendo una cobardica a la hora de otear el fondo tras unas gafas de buceo. No obstante, el mar y sus secretos me siguen atrayendo de igual forma que cuando yo no era más que una niña.

He conseguido ir a visitar varios acuarios en mi vida. Cuando me casé con mi ex estuvimos en Canarias y fuimos al Loro Parque. Fue el primero que vi y me gustó, pero Canarias nos pilla muy lejos de casa o al menos de nuestras rutas. En mi época no recuerdo que hubiera atracción de orcas, pero sí que había un pequeño delfín que hacía unos meses había nacido en el parque.

El siguiente que vi fue el Aquarium de Barcelona. Es impresionante, muy chulo y muy bien cuidado. El túnel por el que te transportan sobre una cinta mecánica es una pasada, aunque personalmente preferiría que nadie me transportara y hacerlo yo por mis propios medios parándome donde quisiera. El de Barcelona lo he visitado en varias ocasiones, creo que tres veces, dos con adultos y una con Terremoto. Una de las tonterías que recuerdo más me gustaron fue un rinconcito en la parte de peques donde entras a gatas por un túnel de cristal y llegas a una especie de cueva. Allí y sin mojarte, puedes observar lo que es el movimiento de las olas y el estruendo que hacen al romper en la costa. Como he dicho es una tontería, pero una tontería que me encantó.

El cuarto acuario al que fui fue el Oceanográfico de Valencia, hace unos añitos y sólo con mi pareja. Es un lugar impresionante, como dirían en Jurassic Parck, no han reparado en gastos. Quizás esté todo un poco distanciado. No es comparable con ninguno de los anteriores desde ningún punto de vista, es algo especial. Sobre todo porque allí mismo puedes aprovechar y hacer el Hemisférico y el Museo de las Ciencias. Me encantó, pero no acabó de enamorarme del todo al cien por cien. La zona de los pingüinos es muy interesante y curiosa, pero al menos ese día los cristales no estaban de lo más limpios que digamos y no se veía muy bien, fue una pena. La atracción estelar, que reconozco me gustó mucho es la zona de ártico, allí tienen a las belugas. Son unos mamíferos majestuosos, me enamoraron, me sentí especial viéndolos, creo que volví atrás como unas cinco veces sólo para volver a verlas. Pero al mismo tiempo me apenaron, porque considero que el espacio que tienen es muy limitado, o al menos eso me pareció a mí. Los veías siempre haciendo el mismo recorrido, sin variación. Fue como ver un ave Fénix en una jaula para canarios. Se que son unas criaturas bastante grandes, pero viendo todo el espacio de que disponen, bien podrían haberles dedicado una zona aún más generosa a estas especiales criaturas. Me encantaron, pero me apenaron, es la impresión a la vez más hermosa y negativa que tengo del Oceanográfico.

Supongo que si sois buenos observadores habréis detectado que he hablado del de Barcelona como el tercer acuario y luego he pasado al cuarto de Valencia. ¿Pero? Y el tres ¿Donde está el tres? Muy sencillo, el tres está en su sitio, en medio de los anteriores. Se construyó en Mallorca y se inauguró en el 2007. Al principio cuando se comentó de construirlo yo no era muy partidaria de su ubicación. Se hacía en una zona de albufera llamada Ses Fontanellas. Es una zona muy pequeñita y yo era de esas personas que temía se las cargaran, como tantas cosas autóctonas que se han ido cargando de Mallorca en aras del turismo y la economía. Pero no. Ses Fontanelles, de momento, siguen allí al lado y el Aquarium las ha respetado.

He ido muchas veces al Aquarium de Palma, todas ellas con los niños. La primera vez que entré me dije que un día lo haría sin niños, porque estos siempre te hacen tener una visita un poco más acelerada, o al menos Terremoto lo hacía. A día de hoy aún no he conseguido hacer una visita sólo para mayores pero en la última visita que hicimos el mes pasado, los peques estaban colaboradores. Papá se encargó de Tsunami y yo de Terremoto y por primera vez pude apreciar en todo su esplendor y como a mí me gusta, las magníficas instalaciones del Aquarium de Palma. Así que aprovechando que en ocasiones alguna vez a uno no se le ocurre que hacer con los niños y no caes en la cuenta de que cerca tienes esto. O simplemente, para dar alguna idea a las familias que nos visitan con niños y quieren tomarse un día, una mañana o una tarde diferente y algo más relajada, os comento este lugar que seguro no defraudará.

En primer lugar, decir que está muy cerca de Palma, hay línea de bus y acceso fácil por la autopista, la salida 10. Para más información os recomiendo su web. Tiene un problema, eso sí. El parking no es precisamente muy grande y se llena enseguida. Cerca de allí hay otros parkings, pero debido a las dimensiones del primero y a que la playa está cerca, están todos a petar. Vamos, que el tema dejar el coche es algo peliagudo, no lo negaré. Así que si veis un sitio no busquéis otro mejor, pillarlo enseguida. Otro problema es el entrar. Alguna vez me he encontrado con colas, aunque afortunadamente sólo ha sido alguna vez. De todas formas se que hay gente que se queja de ello, pero peor fue la cola que tuve en el Louvre…. esa si que fue kilométrica. Es lo que hay.

Cosas a favor que hay que reconocer. Esta muy bien estructurado y limpio. El espacio es el adecuado. La iluminación es lo suficientemente oscura para no molestar a los inquilinos y lo suficiente clara para poder deambular y observar sin problema. Cada pecera posee un panel táctil al lado con información en diversos idiomas. Posee rampas y ascensores, así que no hay ningún tipo de problema para desplazarse tanto para cochecitos como para sillas de ruedas. Los interiores como es de esperar, están climatizados y eso en verano se agradece. El personal es muy atento, yo nunca he tenido ningún tipo de queja, al contrario. Hay dos restaurantes, uno tipo self service, más barato en el exterior y otro a la carta en el interior. En este último sólo he comido una vez hace tiempo, la comida entonces estuvo deliciosa, evidentemente, fue más carito. No sabría precisar cuanto, perdonad pero ha pasado bastante tiempo, Tsunami aún no era proyecto siquiera. En todo el centro hay espacios pensados para niños, tanto en las zonas de recreo, como en los baños con cambiadores y demás. En el exterior, llamado Jardín Mediterráneo, hay una zona de juegos para niños que es una pasada con un barco pirata y castillo hinchable y zona de chorros de agua, ideal para tenerlos vigilados y poder tomar un refresco bajo una sombrilla. Para acabar, diré que la tienda de souvenires me encanta, eso no son souvenires de zona guiri, esos son souvenires con clase. Hace unos años me enamoré de unas medusas dentro de cristal, pero eran caras. Mirando encontré tres de ellas que estaban bastante baratas. Le pregunté al personal si era un error y me dijeron que era porque tenían una pequeña tara. Así que me llevé la que más me gustaba de las tres. En otro sitio no hubieran hecho esto, porque sinceramente, la tara es casi imperceptible y el chollo fue rotundo. ¡Ah! y se puede acceder a la tienda de souvenir sin entrar forzosamente en el acuario, por si alguien decide comprar algo más otro día.

¿Que te puedes encontrar allí? Pues bastantes cosas, pero para aquellos más entendidos en el tema os remito al enlace de la wiki donde se especifican los principales tipos de peces que hay en cada sector. De todas formas tengo que decir que en estos siete años las instalaciones se han ido modificando y mejorando cada año, así que de tanto en tanto nos hemos encontrado algunas cositas nuevas que son de agradecer. El personal te puede informar de todo lo que te interese de los animales y tiene unas zonas destinadas a la concienciación de la pesca controlada y la protección de varias especies en peligro de extinción, como el atún rojo y el tiburón.

 

Nuestra experiencia en el Aquarium.

Con el primero con el que fuimos fue con Terremoto. Eran unas visitas algo caóticas. Tenías que estar muy atento a que no se escapara. Le gustaban mucho los dos rincones con tiburones, tanto el de tiburones pequeñitos, como el Gran Azul con los escualos de mayor tamaño. Se tumbaba en los cojines que hay delante y los miraba entre salto y salto. Una vez se enteró que hay una actividad que es dormir con los tiburones. Bueno, no dentro del tanque con ellos, se entiende, sino en sacos de dormir en la zona que hay delante de los cristales. Me pidió insistentemente en hacerlo. Al final me convenció y fue así como me puse en contacto con el Aquarium, siempre vía telefónica. Hable con unas chicas y les expliqué con todo lujo de detalles lo que tenía Terremoto, lo peor que se podían encontrar y que por la noche y la mañana precisaba de medicación. A las pocas horas me llamaron para hacerme unas preguntas y me dijeron que lo hablarían con el equipo. Muy poco después me dijeron que se responsabilizaban de su caso y me contaron con lujo de detalles todo lo que se haría. Me pidieron eso sí, diversos teléfonos de contacto por si tuviera alguna crisis poder ponerse en contacto cuanto antes con nosotros y saber como tenían que actuar. Tenía ya plaza reservada para que un día lleváramos a Terremoto allí para dormir con sus queridos tiburones. Al día siguiente tendría desayuno y búsqueda del tesoro con los piratas. Pero, pero, pero… cuando se lo comunicamos a nuestro pequeño, decidió que le daba miedo y no quería quedarse. Abochornada y avergonzada después de todo el jaleo que había armado, llamé a las chicas y se lo expliqué. No me insistieron ni se lo tomaron a mal, al contrario, me dijeron que si cambiaba de opinión estos días, mientras tuvieran alguna plaza libre podía llamarlas cuando quisiera.

Las visitas con Tsunami han sido más calmadas. Tsunami es más de mirar las cosas, de pedir lo que pone escrito y de indagar en los tanques. Tsunami suele ir al lado de su papá y hace muchas preguntas. Le encanta la zona del toca- toca, donde hay un empleado que te coge estrellas de mar, erizos o pepinos de mar y te los deja tocar. Este punto es de lo más interactivo, puedes preguntar y evidentemente, Tsunami pregunta y toca más que nadie y porque no puede más of course. Está en la zona media del recorrido y también hay pequeños pececillos tipo lenguado y algunos bebes rayas o simplemente rayas pequeñitas, pero esos dos son más difíciles de tocar. Otra cosa que le gusta a Tsunami son los caballitos de mar, como se enganchan con la cola a las algas. También le pirran las microzonas o los compartimentos que tienen delante unas lupas para ver los más pequeñitos. El medusario le hipnotiza. Las medusas no son santo de mi devoción ni de ningún bañista. Pero verlas flotar en los tanques de corriente con luces de colores es todo un espectáculo. Evidentemente y no es por genética, los tiburones también le causan sensación, aunque al principio no era así, se entretenía más con pececillos tipo sardinitas que le llamo yo que con los grandotes. Otra de sus zonas preferidas era la jungla, con la gran cascada, donde se pueda tocar agua tendrás a un Tsunami feliz y contento. Porque no se puede tirar dentro que sino…. En esta última visita te daban la opción en esta zona de hacerte una foto con un guacamayo o cacatúa, perdonad mi ignorancia en estos temas ornitológicos, yo llego hasta periquito, el resto son loros varios. Mis dos cachorrillos posaron contentos y valientes con el ave y tienen la foto en su cuarto. Evidentemente, sobra decir que el jardín mediterráneo con los tanques de tortugas y rayas y ya ni hablemos del barco pirata, los hinchables que han puesto nuevos y los surtidores de agua, que ya fueron uno de sus favoritos del año pasado, Tsunami se lo ha pasado fenomenal. Así que si vais en época de calor y con niños no os dejéis el bañador que ellos se refrescarán a gusto y vosotros podréis descansar un buen ratito.

Pero sobre todo lo que más recuerdo de todas las visitas que hemos hecho al acuario fue la primera vez que Tsunami entró dentro. El exterior es bonito, pero cuando entras lo primero que te encuentras es que toda una pared es un gran cristal de arriba abajo. No es el más espectacular de todos, pero es el primero y es muy grande. Recuerdo que le habíamos dicho que íbamos a ver peces. Él tenía un acuario en casa que por esa época era muy pequeñito, de unos 15 litros más o menos. Así que cuando entra corriendo, como buen Tsunami, y se encuentra de golpe eso delante, se quedó milagrosamente petrificado. Su pecho se fue hinchando poco a poco al tiempo que sus ojos se iban abriendo como círculos y su boca suspendida en un !ohhhhhhhh!….. Se quedó unos segundos parado, con los ojos muy abiertos y la boca aún sin cerrar. Puso ambas manos delante como si temiera tropezar con algo. Se fue acercando poco a poco hasta tocar el cristal no sólo con las manos sino con todo su cuerpo empotrando la nariz en él. Así se quedó anonadado hasta que le dijimos que girara la cabeza. Entonces, el ¡ohhhhhh! inicial se convirtió en un ¡OOOOHHHHHH!!!!!!. El espectáculo no había hecho más que empezar y Tsunami había descubierto muy a su pesar que la pecera de casa era ridícula, pero que era su pecera. Aunque ahora sabía que en el mundo hay muchas más peceras enormes que visitar y unos divertidos juegos de agua con los que jugar luego. Os dejo hoy con un montón de fotos de nuestra última visita el mes pasado. Espero que así os podáis hacer una idea por si alguna vez alguien no sabe muy bien donde ir o quiere estos próximos meses pasar un día de verano un poco diferente de los demás.

 

Final de curso para el lucimiento del cole. Final de curso para el disfrute de las familias.

23 Jun

El viernes pasado acabó para muchos niños su curso escolar. El viernes pasado empezó para muchos padres la difícil tarea de adecuar horarios y conseguir cubrir con un mes de vacaciones de cada progenitor (eso los que pueden tomarse ese mes) casi tres meses de vacaciones de tus cachorrillos y encima si puedes haz vida familiar con ellos.

Si queridos lectores, el verano es época de vacaciones, playas, cenas a la fresca y perniciosos helados que nos fastidian la operación bikini que se empezó a principios de año después de las fiestas de Navidad. Pero como todo en este mundo, el verano no es lo mismo para todos. Esas vacaciones en las que una era libre, iba a la playa y disfrutaba de su mes de vacaciones hace muchos años que dejaron de tenerse. Concretamente quince. Y supongo que aún me faltan bastantes años para que esta que os escribe pueda volver a disfrutar de una merecidas vacaciones para si misma y su mister, aunque sólo sea de unas semanitas escasas.

Pero no es cuestión de estar apesadumbrados, porque hoy no vengo a tratar el tema de cómo cubrir en verano las vacaciones de tus hijos. No. Hoy os vengo a comentar un pequeño hecho que es el que, aunque no os lo creáis, declara oficialmente empezadas las vacaciones de verano. Nos estamos refiriendo a la fiesta de fin de curso.

Recuerdo con cierta nostalgia, porque cuando se recuerdan cosas de la infancia uno siempre lo rodea de un halo de cierta nostalgia, las actuaciones de final de curso. Por ese entonces yo iba a un colegio de monjas, al que años más tarde también iría Terremoto. Cada año coincidiendo más o menos con los días posteriores a las vacaciones de Pascua, las profesoras se revolucionaban porque tenían que montar los numeritos de la fiesta de final de curso. Yo sobreviví a esos numeritos, y como yo sobrevivieron promociones y promociones de niñas junto a sus familias, que un día en concreto, se revolucionaban para acudir a un lugar señalado para vernos mover el body buenamente y como podíamos al son de diversas músicas. Recuerdo una coreografía con una cancioncilla de Bonnie and Clyde… bueno, sólo recuerdo el primer paso de la coreografía. El resto debía ser un rollo. Íbamos con una gorra roja o blanca y un pañuelo rojo o blanco dependiendo del lugar que te tocara en la fila. A mí me tocó la gorra blanca y el pañuelo rojo. La gorra hace años que le perdí la pista. El pañuelo lo sigue llevando hoy en día Terremoto cuando se disfraza de personaje del Oeste Americano y está guardado en su zona de disfraces.

Quitando esta melodía y este pañuelo, poca cosa más recuerdo de estos finales de curso. Las músicas las he olvidado y afortunadamente las imperiosas coreografías también. Dicho sea de paso, las profesoras del colegio nunca fueron muy buenas a la hora de crear coreografías, así que tampoco se ha perdido gran cosas con el olvido de las mismas. Cuando Terremoto fue al principio a dicho cole, las circunstancias de la fiesta de fin de curso no habían mejorado. Seguían siendo básicamente las mismas que en mi época. Es más. Habían empeorado en un sentido.

En mi época las monjas no tenían un sitio en propiedad donde hacer el numerito. Así que se veían obligadas a alquilar diversos espacios para que el cole se luciera y saliera luego una reseña lo más grande posible, en los periódicos locales donde alababa la colorida despedida de curso que habían dado las alumnas de tal colegio en dicho sitio. No recuerdo las coreografías, pero si recuerdo haber actuado en el campo de fútbol del Baleares, donde casi el colegio se queda sin alumnas. Es día se sentó a los padres en la zona de sombra y a las actuantes en la zona de sol. Actúa tú una tarde soleada de finales de junio sin sombra, ni agua, ni naa de naa. Por suerte en el campo del Baleares fue cuando hicimos el numerito de Bonnie and Clyde, donde nuestra clase fue una privilegiada al tener en la indumentaria una gorrita con la que cubrirnos, y un pañuelo con el que secarnos el sudor. También recuerdo aquella vez, aunque este sólo se hizo un año, pues el alquilarlo debía costar un dineral, en el que mi menda lerenda tuvo el honor de exhibir mis habilidades robótico / danzarinas en el mismísimo escenario del Auditórium de Palma. Evidentemente, alquilar la sala grande del Auditórium debía ser muy cara. Así que ese año las monjas se agenciaron la sala Mozart, que es la sala más pequeña donde se tuvieron que apretar, agolpar y enlatar todos los padres y «actrices» danzantes. Pues sí, eso debía costar una pequeña fortuna, aparte de la queja de las familias y los líos que hubo con toda la trouppe de niñas corriendo despotricadamente entre bambalinas de un lado a otro. Eso sí, ese año la reseña del periódico indicando que las chicas del cole tal habían actuado en el Auditórium de Palma, con foto del escenario asaltado por un montón de pueriles y gráciles danzarinas, quedó muy chic, para que negarlo. Aunque normalmente en mi época donde más veces actuamos fue en la pista cubierta del Polideportivo Príncipes de España. Allí al menos no pillábamos ninguna insolación y los padres no se comprimían cual lata de sardinas. En todas esas actuaciones teníamos luego el problema de localizarnos mutuamente, es decir, de hacer coincidir padres con hijas. Eso era más difícil que el juego de enlaza objetos con una línea. Era agobiante salir a las diferentes pistas e ir mirando mientras un mogollón de padres agitaban las manos desesperados para que su progenie los detectara.

También recuerdo, esta vez con cierta simpatía, el día que ensayábamos en el escenario con cartulinas de colores el montar un letrero de bienvenida para los padres. En ese entonces yo era más grandecita y tenía al lado a mi amiga M.A. Como las dos teníamos el mismo color yo leía un libro y hacía con la cartulina lo que ella. Todo iba bien hasta que de pronto una monja entró en cólera por como se hacía y apareció mi nombre a voz en grito resonando en la sala “¡¡¡¡Laura!!!! Sí, fijaros en Laura que bien se concentra que está leyendo un libro y encima lo hace bien” Yo quedé por un momento en estado medio catatónico y recé para que no me pidiera el nombre del libro “Drácula” de un tal Bram Stoker.

Cuando Terremoto fue a este colegio, las monjas ya habían adquirido unos terrenos a las afueras de Palma, de hecho los habían adquirido en los últimos años en que yo iba al colegio. En estos terrenos, las monjas ya habían construido allí un polideportivo con diferentes pistas y zonas. De hecho lo empezaron a construir en los últimos años en los que yo iba al colegio, en los que con la factura de cada mes (porque por aquel entonces los coles no eran concertados, eso vino luego) nos ponían en la factura una anotación de donación para la construcción del polideportivo (sin la opción a elegir si realmente querías o no hacer esa donación). Recuerdo que en casa eso no nos hizo mucha gracia, porque era un extra de «donativo» muy generoso y encima yo nunca pude disfrutar del maldito polideportivo y no pensaban siquiera poner una opción para las exalumnas que habían aportado para la construcción de poder disfrutarlo. Vamos, que ni una fiestecita de inauguración.

Pero bueno, no nos desviemos del tema. El resultado era que para ir al polideportivo, se montaban unos atascos de órdago. Que para ir al polideportivo se tenía que pasar por un polígono industrial, el más grande de Palma, generalmente un viernes por la tarde y que coincidía con la hora de salida del trabajo de dicho polígono. Que la única carretera que conducía al polideportivo era una local de esas de poco tráfico cualquier día del año menos ese. Que no estaba preparada para ello, con tan sólo un carril de ida y otro de vuelta. Vamos, como dirían muchas, un despropósito.

Pero allí estábamos padres, hermanos, abuelos, perro, tíos y demás familiares de los «actores» dispuestos a darlo todo por nuestros retoños, aguantando estoicamente la cola de los coches, mientras mi madre a grito pelado iba tirando improperios a troche y moche porque no llegábamos para ver al nieto. Intentando luego aparcar dentro si se podía y sino y tenías suerte a «varios» ejem, ejem (cientos) de metros de la entrada del polideportivo. Tostándose en las gradas o bien alrededor de la pista de fútbol como unas sardinas en un chiringuito de playa gaditano para ver la actuación del cachito de la carne de tu carne. Sin que en ningún momento a las monjas se les hubiera pasado por la cabeza habilitar una zona con toldos o con sillas para las abuelas más mayores, ni nada de eso, que para eso estaba el bar donde se cobraba y bien cualquier consumición que se hiciera aunque sólo fuera un triste botellín de agua para no desfallecer. Para compensar la falta de infraestructura, el populacho que muchas veces es sabio, había caído una vez, pero en las siguientes muchas familias acudían como si fuera un día de playa. La abuela en su silla plegable playera, con su pamela de telas floreadas y un paipái de papel de tienda a cien con el que se abanicaban como ahínco frenéticamente posesas. Mientras, algunos afortunados se habían traído la nevera de cubitos de la playa y llevaba dentro algo de líquido elemento con el que mejorar la difícil situación.

Pero no crean que los niños lo pasaban bien. No. Al igual que los padres tiraban pestes con el maldito fin de curso, los alumnos hacían otro tanto. Sobre todo porque los habían tenido durante meses ensayando y ensayando las adorables coreografías que montaban cada año las profesoras y que sinceramente, no habían mejorado muchísimo. Se agradece la insistencia en querer formar futuros bailarines, se agradece la insistencia en conservar las tradiciones, pero no se entiende para qué se hace eso. Yo antes vivía cerca de este cole y los vecinos del barrio estábamos hasta el moño de los ensayos. Los sacaban a todos de las aulas y los llevaban al patio por turnos para ponerles la música y que ensayaran, unos tras otros. Así que durante todo el día tenías el concierto repetitivo una y otra vez. Además las profesoras daban instrucciones por megafonía y desde dos calles al lado las podías seguir tranquilamente (no exagero, es la distancia entre el patio y mi casa) Tan exagerado era eso que confieso que durante varios años, si por casualidad yo había enfermado o tenía unos días libres en esas fechas y estaba en casa, acabé harta llamando por teléfono a las monjas diciéndoles que o bajaban la megafonía o llamaba a la policía, que los niños eran pequeños no sordos. Confieso también que un año llamé a la policía. Los siguientes años, después de haber hecho la llamada de turno, alguien iba al patio y al cabo de unos minutos el sonido era normal. Me refiero a normal a que desde la parte opuesta de mi casa que da al patio, podía oír la tele con el sonido normal. Porque cuando actuaban ponías la tele a toda y aún así te perdías gran parte de las noticias.

¿Para que servían esos finales de curso? Bueno, aparte de para seguir saliendo una reseña en los periódicos locales de que los alumnos de tal sitio habían celebrado el final de curso… creo que poco más. Los padres habían hecho fotos de sus retoños. Los retoños habían dado gracias a todos los dioses del Olimpo para que aquello hubiera acabado por ese año. Las tiendas de revelado de fotos hacían un pequeño extra al día siguiente. Las familias ya podíamos irnos tranquilas sabiendo que el curso oficialmente había acabado y poco más sinceramente. En la revista del colegio que les endosan a los alumnos a principio del año siguiente, sale todo un reportaje de ello. El colegio sigue manteniendo su prestigio, se ha hablado de él y poco le importa que los niños y los padres lo hayamos pasado bien o no. Poco le importa que se hayan perdido un montón de horas de clase teniendo que ir a ensayar el numerito. Poco le importa que los vecinos hayan deseado que un rayo cayera sobre el equipo de megafonía. Poco ha importado que se haya montado un año más un descomunal atasco… bueno, eso se ve que les preocupó un poco y lo que hicieron fue dividir a los niños en dos tandas. Ahora las familias que tienen hijos de diferente edad tienen que montar el numerito de salir del trabajo antes y actualmente hay dos días de insolación y atasco gratuitos porque el colegio es muy grande y hay muchos niños. Un despropósito como os decía.

Para lo único que se preocuparon en el cole de Terremoto cuando este debía hacer estos numeritos, fue cuando los últimos años les dije que no contaran más con mi hijo para eso. Casi se monta una batalla campal, recibí amenazas de todo tipo y colores, ¿que como podía ser tan egoísta de desear que mi hijo no pasara un mal rato, con lo que tiene y no le obligara a ir allí por el bien de todas las otras familias que se sacrificaban? Lo siento colegio, recuerdo el día que la actuación iba acompañada de unos pompones como el de las animadoras y Terremoto no quería. No sólo no hizo nada en la pista sino que al acabar arremetió contra los pompones y empezó a destrozarlos con saña por todo lo malo que para él significaba. Lo siento colegio, pero yo pienso que mi hijo es primero y sí él me viene suplicando año tras año que eso no le gusta, que le pone agresivo y yo lo veo a la hora de actuar, pues primero es mi hijo que no el prestigio de la institución y el lucimiento del cole en la prensa. Además, carnaza para salir en la foto siempre hay cuando una institución es tan grandota.

Como veis, los finales de curso de este tipo, por si alguien no lo ha detectado, no son santo de mi devoción.

Desde que Terremoto cambió de cole, se encontró con una institución más humanitaria en este sentido. Al ser un colegio especializado, no buscan salir en los periódicos ni que el fin de curso sea para el lucimiento del colegio. Actualmente en el cole donde va Terremoto se hace el último día por la mañana una fiesta donde el AMPA y el cole invitan a los niños, les traen actuaciones merienda y disfrutan juntos. Los padres y familiares estamos invitados, pero a esa hora yo no puedo salir del trabajo, así que me lo suelo perder, pero Terremoto viene más contento y no se colapsa ni se pone agresivo por el final de curso. Tampoco nunca me han pedido por qué motivo no acudo y si alguna vez como este año Terremoto ha preferido quedarse en clase con su profe y no acudir, también lo han respetado.

El cole de Tsunami también es de los que prima más el aspecto humano que no la fama de la institución. El cole de Tsunami monta cada año una fiesta el último día de curso, el viernes tarde-noche. En ella el colegio habita unas mesas en el perímetro exterior del edificio. Todos los sitios tienen toldo con sombra y los padres están invitados a ir con los niños. Cada familia trae algo de comer y al final las mesas acaban bien llenas. Las bebidas y los dulces también son bienvenidos, aunque los alumnos de 3º de ESO ponen una parada de venta de bebidas y postres para recaudar dinero para el viaje de estudios del año siguiente. En la fiesta del cole de Tsunami, los alumnos del último curso se despiden de sus compañeros. También les acompañan ex-alumnos de otros años, porque allí todos son bienvenidos. Se hace una fiesta, las instalaciones están abiertas a los niños, los más pequeños juegan en la zona de toboganes, los más mayores hacen partiditas de fútbol. Algunos pequeños más lanzados están en la zona de árboles trepando un poquito y jugando bajo ellos. Este año ha habido un pequeño mercadillo artesanal y se ha hecho un concurso de tartas saladas con varias categorías. Cuando ya son las ocho, un grupo pequeñito de música en directo ameniza la jornada y hay baile. A esas horas mis dos retoños ya se habían declarado en huelga de sueño y habíamos vuelto a casa. Ha sido un fin de curso divertido, los niños han jugado y han corrido. Los padres hemos hablado y quedado para vernos durante el verano. Nadie ha tenido que estar sentado durante horas sin moverse, Ni los niños se han visto obligados a perder horas de clase ensayando nada. Ni molestando a los vecinos durante semanas y semanas. Este final de curso que os he resumido tan brevemente, ha sido para mí mucho más satisfactorio que todos los numeritos de lucimiento que tan bien recuerdo, creo que por el trauma que me causaban cada año. Puede que haya hablado mucho menos de él, pero si os tuviera que contar cosas os diría que mis peques jugaron, que Terremoto pilló una indigestión de tanto que comió y eso que le advertí que parara un par de veces, que descubrí que E. hace un humus buenísimo, que de las cinco tortillas de patatas que había una de ellas era espectacular, con cebolla, gruesa y el interior a medio cuajar como a mí me gusta, que quedamos de acuerdo para más adelante celebrar con las clase todos los cumpleaños de los peques nacidos en junio y julio, que la tarde fue muy agradable y la vuelta a casa nada estresada, que al llegar a casa no tuve que ponerme a hacer la cena ni a hidratar a la familia ni aplicarles after sun y que mis peques cayeron redondos en la cama y mi pareja y yo estábamos tranquilos y relajados.

Esta mañana cuando he salido a merendar en el trabajo, me he encontrado por la calle unas madres jovencitas, una le enseñaba a la otra la impresionante foto en el móvil, que había tomado a su hijo del numerito de fin de curso. Le decía que había hecho mucho calor y lo habían pasado muy mal pero que el niño se había esforzado mucho y había salido muy bien en la foto. Entonces yo caí en la cuenta que desde que Terremoto no va a su anterior colegio, yo no tengo fotos ni en la cámara ni en el móvil de mis cachorritos haciendo su numerito, pero que tengo unos hijos más felices y una familia más relajada.

Pensamiento de una madre cuando acaba una entrada de este tipo:

El mundo de la maternidad está dividido en dos tipos de personas: Los que tienen fotos del numerito musical de sus hijos en el móvil y los colegios salen en prensa, y los que sólo tienen recuerdos porque no han hecho ni una foto y los coles piensan más en las familias y no en su lucimiento.

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Crónica con mucho retraso del que fue un extraño fin de semana del día de la madre

11 May

En casa no es que seamos especialmente forofos a la hora de celebrar el día de la madre. En los coles de mis peques ya no te hacen una manualidad por eso de que la sociedad moderna de hoy en día tiene más posibilidades que las de mi época de tener otros tipos de unidades familiares que las que había entonces de padre, madre y uno o dos hijos al menos. Hoy en día lo de familias monoparentales, pluriparentales y diversoparentales son bastante habituales. Así que mis retoños no me traen ni el típico cucharón tuneado en sujetabrelatas, ni el rollo de papel higiénico tuneado en soporte de lista de compras de la cocina, ni casi, casi la sufrida tarjetita de «te quiero mucho mamá». Por lo tanto, cuando vi que este fin de semana Terremoto tenía que estar con su padre, pues no hubo ninguna catástrofe nuclear, ni nos dio un sincope, ni levantamos los brazos hacia el cielo clamando a todos los santos por tal magnánimo atropello.

Es más este fin de semana ha sido más bien algo movido, agotador y contundente.

Todo empezó el viernes por la tarde, cuando nos fuimos a la casa que tiene mi padre fuera y allí el peque empezó a entrenarse con el arte de estar en libertad pegando brincos mientras yo me arremangaba las mangas como un obrero de la construcción, me cogía la «Terminator» y me la colocaba en la cintura para sentirme poderosa como el Schwarzenegger. La Terminator no es más que la máquina eléctrica de cortar el seto, que es un mamotreto y pesa un montón. Pero cuando una se la pone así, en plan chulo, cual ramo de la violetera pero a lo marimacho te da una sensación de que te puedes cargar el mundo entero que no tiene precio. Bueno, rectifico, algo de precio tiene…el lumbago que luego se pega una, más los arañazos con algunas ramas y las picaduras de los bichitos. Que miren por donde en este caso no se lo recrimino a las pobres criaturitas, pequeñicos, si yo también me cabrearía y picaría a quien corresponda si alguien se pillara una sierra y empezara a desmontarme la casita. Si en el fondo sé que tienen toda la razón del mundo. Así que de esta forma tan tonta y con un par de cicatrices de guerra en mis brazos, llegamos al sábado.

El sábado por la mañana me tocó analítica y compras semanales. Esta vez no fuimos al mercado y nos acomodamos con el supermercado, porque teníamos que ir al Decathlon a proveernos de materiales varios porque este miércoles nuestro pequeño Tsunami se iba a pasar dos días fuera de casa. Pues si, como oís, se van a dormir un día fuera a una granja escuela y había que proveer al infante de deportivas de repuesto, linterna y otros menesteres expedicionarios. Mientras su padre estaba buscando por el centro las linternas y unos calcetines de su talla, nuestro peque para empezar a entrenarse se centró en los aparatos de musculación, cinta de correr y bicicletas elípticas del centro. Nosotros nos tuvimos que recorrer varias veces estos aparatos. No me pidan ustedes por qué motivo, allí al lado había un montón de peques junto a la cesta de las pelotas haciéndolas botar, y nuestro aventurero/escalador intrépido prefería correr en las cintas y ponerse a subir y bajar las asideras de la máquina de musculación de poleas como si la vida le fuera en ello… vivir para ver.

El mediodía fue más tranquilo y comimos en casa porque por la tarde nos íbamos a Santa María del Camí, un pueblo muy cerca de Palma en el que había una concentración de gegants (gigantes). Para los que no los conozcáis, aunque dudo que no se conozcan, son figuras enormes de cartón piedra y estructura de madera, que van vestidas. Representan diversos personajes del folklore mallorquín, había músicos como los tamborers, xeremiers i flabiolers (tamboreros, gaiteros y flautistas) otros de profesiones como zapateros de Inca, lecheros de Campos, payeses, reyes y algunos representando figuras de la cultura como el de Mosén Alcover u otros que no había visto como los que representaban los típicos siurells mallorquines (figuras de barro pintadas de blanco, rojo y verde). También había caperruts (cabezudos) y algunas bestias como las mulasses (mulas). Como en toda fiesta que se precie los auténticos tamborers, xeremiers i flabiolers tocaron y amenizaron el acto. Les acompañaban unas cuantas bandas de música y los gegants bailaron al son de las notas. Había algunas comparsas como las de los cavallets (caballitos) y una que nunca había visto de mulitas y osos. En estos casos se trata de figuras de madera y cartón piedra que llevan un agujero en medio y que el jinete se introduce dentro sujetándose con una especia de tirantes. Los jinetes van haciendo diversos bailes. Los osos y las mulas pequeñitas no las conocía. Estos dos eran llevados por niños más pequeños y los de las mulas iban vestidos de dimonions (demonietes). En esta trobada nos encontramos con un compañero de clase de Tsunami y la tuvimos liada un buen rato. Nos retiramos pronto porque el domingo iba a ser un día muuuyyy largo.

 

Así fue como amaneció, el primer domingo de mayo, día de la madre y miren por donde, una no es que esperara un regalo, pero en mi interior hacía unos días que tenía pensado poner una plantita en uno de los tiestos del balcón que la anterior se acabó muriendo y tenía pensado que un simple geranio podía quedar de perlas. Así que no se porqué motivo una se había hecho la ilusión de que ese día una de estas plantitas caería en mis manos, pero no. Supongo que otro día será, pese a las indirectas que fui dejando caer unos días antes…

El domingo para empezar nadie en casa se acordaba de que día era y no fue porque me estuvieran preparando una fiesta sorpresa, sino porque hacía semanas que ya sabíamos que este domingo por la mañana teníamos el cumpleaños de L., una nena de la clase de Tsunami. Así que todos se levantaron con la idea del cumpleaños. Cuando me desperté yo, disimuladamente, pedí si no me daban un besito o un abracito especial y si no me llevaban el desayuno a la cama. El año pasado los peques me trajeron unas plantitas y me hicieron un desayuno especial. Pero este año con eso de que Terremoto no estaba en casa y él es el más detallista, pues ni eso. La única respuesta que tuve a mi insinuación de desayuno en plan enferma terminal, fue de mi pareja que medio dormido medio atontado creía que protestaba porque Tsunami tenía que desayunar. Se levantó bostezando, medio zombi, buscando a tientas las gafas para entrar en la cocina y salir al cabo de un rato con el desayuno de Tsunami y yo allí sentada en el colchón como una pasmarote mirando la retransmisión de la jugada. Al final se enteraron porque muy discretamente solté aquello de “buenoooo…. Hoy es el día de la madreeee…. ¿quién me va a decir felicidades?”. Por suerte para mi orgullo de madre mi pareja se dio cuenta de la metedura de pata y Tsunami vino brincando para darme un besito y un abrazo acompañado de un sonoro “Felicidades Mamá”. Pero poco más obtuvo esta menda que os escribe, porque enseguida tuvimos que centrarnos en el disfraz para asistir al cumpleaños de L.

Los papis de L. nos habían propuesto hacer una fiesta temática de piratas, caballeros y princesa y los peques podían venir disfrazados. La fiesta se realizaba en un parque de un barrio de Palma conocido como La Real, una zona de las afueras más maja y tranquila. El parque era enorme y había otro cumpleaños. Fue muy divertido, la mayoría de los peques iban vestidos de piratas y las niñas con sus vestidos largos de princesa. El único que iba de caballero fue Tsunami y es que inicialmente había elegido el disfraz de pirata, pero a última hora decidió que quería ir de caballero y como en casa tenemos un fondo de armario de disfraces que es la envidia de cualquier camarote de teatro o vodevil, pues no tuvimos problemas en hacer el cambio de personaje de prisa y corriendo. Los papis habían montado una búsqueda del tesoro. El pirata Barbanegra dirigía la búsqueda y el premio fue un baúl lleno de pequeños cofres del tesoro repletos de chuches. Un currazo de trabajo de montar cofrecillos de cartulina (una semana entera según confesó la señora esposa del señor pirata Barbanegra). Fue una mañana muy divertida en la que tuve que hacer mucho de mamá, porque no sé qué ocurre en estos encuentros, los papis se ponen a hablar entre ellos de temas serios y menos el padre de la criatura homenajeada, toda la labor de vigilancia y demás nos las llevamos las mamis…. Y yo que me creía que ese día tendría libre… pues no. Está visto que me quedaba sin desayuno en la cama, sin geranios y sin cumpleaños tranquilo y aburrido, jajajaja, aunque me lo pasé pipa con las mamis. .

Después de una mañana tan activa uno desea una tarde más relajada. Pero no. La tarde no fue más tranquila. Ese día era el día friky dedicado a la saga de Star Wars, así que mi pareja nos puso la primera peli, la auténtica, la primera que estrenaron. La estuvimos viendo después de comer para ir ambientándonos y después cambiamos los vestidos de caballeros medievales por los de caballeros jedi. Nos fuimos al Parc de la Mar, un parque a los pies de la catedral de Palma. Allí sobre el césped un grupo de amigos nos montamos un picnic. Papá Tsunami hizo muchos sándwiches y del Lidl compramos bombones Amidala. Aunque lo más divertido fue la lucha de espadas laser que nos montamos. Tsunami demostró controlar a las mil maravillas la fuerza y se defendió como un jabato de sus adversarios. Nos llevamos un casco de Darth Vader, una capa negra, unos guantes negros largos y cuatro espadas de luz. La juerga estaba asegurada. Imagino que los que pasaban por allí debían pensar quienes eran esos locos lunáticos. Sobre todo cuando luego volvíamos hacia el coche con nuestras camisetas de Star Wars y el casco bajo el brazo. Está visto que hemos de dar la nota cuando estamos en plan raritos. Pero ese no era el final, no, aunque quedaba el colofón del fin de semana. Realmente, acabamos el picnic para ir a un bar donde se dio una charla de Star Wars y esta vez sí. Nos saltamos luego la cena que se hacía porque Tsunami tiene unos horarios que siempre que podamos intentamos respetarlos y de allí ya, al fin, nos dirigimos a casa para cenar y que el peque se fuera a la cama, soñando con una futura acampada, unos piratas, gigantes, caballeros medievales y espadas laser.

Como veis un fin de semana de los más entretenido y de lo más denso. Pues os diré una cosa. Este fin de semana también está siendo de lo más completo. Así que mejor ir por orden y aunque sea con retraso ya os iré contando como nos han ido los siguientes días. Que la fuerza os acompañe Schwarzemamis.

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Ideas para disfraces de carnaval: Este año, Tsunami de campesino y Terremoto de forajido.

27 Feb

Al fin, este año podemos decirlo otra vez, hemos superado la prueba de nuevo, yujuuuuu…

Cada año por estas fechas más o menos en el hemisferio norte tenemos el problema del carnaval. Digo en el hemisferio norte, porque aquí es pleno invierno y digo el problema porque todos los disfraces que impliquen poca ropa por mucho que les gusten a tus churumbeles, pues como que las madres los solemos descartar. Una cosa es un carnaval y otra una bronquitis doble, que no estamos para constipados extras.

En nuestra casa, el mayor suele elegir de que quiere ir disfrazado. En el caso de Tsunami es el cole el que propone un tema porque la clase va en forma de comparsa.  Esta vez no nos podemos quejar ha sido muy fácil. Cada año el cole decide un tema que ambientará en general todo el curso. El año pasado fueron las obras de arte. Este año han sido los oficios tradicionales que tienen relación con el campo.  Esas profesiones que estuvieron acompañando al hombre desde los albores de los tiempos y fueron vigentes hasta que mi madre era pequeña pero que hoy en día o bien han cambiado mucho o bien algunas han casi desaparecido. Pues bien, este año hemos tenido agricultores, espantapájaros,  carboneros, molinos, harineros, panaderos, y grupos de matanzas con matarifes y cerditos y muchas sobrasadas. Por suerte a los pequeñajos de tres a cinco años,  se les ha reservado el disfraz más sencillo de todos. Algunos, los enchufados que tienen abuela con nociones de costura y tiempo libre, han ido vestidos con los trajes regionales de payeses y payesas. El resto, es decir, casi todos, han llevado pantalones algo roídos o petos. En algunos casos los pantalones cogidos con tirantes. Las camisas de rayas, cuadros, lisas… iban acompañadas de un pañuelo al cuello o de una faja de tela en la cintura. Las chicas con faldas largas, chalecos o rebecas y pañuelos en la cabeza como la asturiana del anuncio de la fabada o bien sobre los hombros como doña Rogelia. Pero lo que llevaban todos sin falta era un  indispensable sombrero de paja. Los complementos como regaderas, fajos de leña, bolsas de harina llenas de pupurri casero elaborado en la clase con pedazos de revistas,  o las herramientas del campo también hechas en clase con cartón y tubos de papel de cocina, acababan de dar el toque final a sus disfraces. Aunque realmente el auténtico toque final lo dieron las maestras que se debieron divertir de lo lindo dibujando a los nenes todo tipo de tupidas barbas, bigotes o convirtiendo a algunos en unicejos, mientras que las niñas lucían unas sonrosadas mejillas, algunas con pecas, dignas de Heidi, aquella serie de dibujos animados de la niña de los Alpes que vivía con su abuelito y que junto con Marco el de un pueblo italiano nos traumatizó a toda una generación que hora rondamos los cuarenta y tantos.

Digo que este año lo hemos tenido de perlas porque debimos ser de los pocos padres que no han tenido que salir desesperadamente a buscar un sombrero de paja. Resulta que cuando arreglo el jardín y hace sol me pongo uno, así que Tsunami arrambló con un sombrero con experiencia en jardines y plantas. Lo único malo que tenía este disfraz es que los peques, al ser eso, peques, pues nos caían a un nivel visual bajito y claro, sólo veíamos sombreros a la hora de inmortalizar nuestros retoños para enviar la foto a la abuela, que con tanto sombrerito agrícola no había forma de distinguirlos.

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Al día siguiente le tocó el turno a Terremoto. Este año al mayor le ha dado por las historias de Westerns, así que quería disfrazarse de forajido tipo Clint Eastwood. Tenía bien claro que quería llevar un sombrero de vaquero, que ya tenemos (perfecto), una escopeta de juguete que también tenemos (bravo, esto funciona) un pañuelo rojo al cuello que también tenemos (yujuuuu, este año promete) y un poncho y unas botas vaqueras con espuelas… uy. De eso no tenemos (era demasiado bonito para ser cierto). Cuando hace mes y medio me dijo cuál era el tema elegido, le pregunté si por casualidad podíamos comprar el poncho, pero no, tenía que hacerlo mamá que queda más chulo.  Busque telas, pero no le convencieron. Busque ponchos hechos, pero no me convencieron a mí. Busqué alguna manta con solera para hacerle uno, pero tenían mucha pinta de manta. Estaba ya un poco desesperadita cuando un día recordé que tenía una especie de mantita de reducido tamaño, que se habían dejado los de la mudanza y que había lavado por si en algún momento teníamos que pintar o algo usarla y luego tirarla. La recuperé y era perfecta, el color, el dibujo de la tela, el tamaño. Incluso tenía unos cuantos descosidos y rotos que le daban, evidentemente, el aspecto de usada. Porque señores, a mí no me cuelan eso de que tras estar cabalgando hacia el sol todo el día por caminos con polvo y sudando como unos descosidos, los vaqueros iban por la vida con un poncho inmaculado y como acabado de salir de la máquina de coser. Terremoto dio el visto bueno y lo volvimos a lavar, lo tuve varios días en remojo, luego lo lavamos a mano y luego con la lavadora, jajaja, vamos que quedó con pinta de viejo pero reluciente. La única labor de costura fue hacer un corte en medio para que pasara la cabeza y chachán, poncho acabado.

El problema fueron las botas. Mi niño tiene ya un 41 ó 42 dependiendo del zapato. Además Terremoto ha heredado mi forma de pies, anchos, con mucho puente y delicados, vamos un chollazo. Ya podría haber heredado los pies todoterreno de su padre. Qué envidia mi ex, zapatos que se pone de su talla, zapatos que le vienen como un guante. En cambio Terremoto y yo nos probamos todos los zapatos de la tienda y nos cuesta Dios y ayuda encontrar unos zapatos que no nos duelan, nos entre y ya no hablemos de que encima sean chulos.  Por lo que buscar por mi cuenta unas botas vaquera sin el niño delante era una actividad descartada desde el primer momento. Terremoto no ha querido ir de tiendas, así que las botas como que era muy complicado tenerlas. Entonces ingenua de mí, pensé que si llevaba deportivas y unas espuelas no habría problema, pero lo hubo. Primero porque no encontraba espuelas, segundo porque quería que yo las hiciera y tercero porque dos días antes de la fiesta me dijo que si no llevaba botas y además marrones no quería ir disfrazado de forajido y elegiría otro tema para que se lo hiciera. Aquí casi me dio, así que el martes al salir a merendar, me acerqué a unas tiendas de disfraces que hay cerca del trabajo. En la primera sólo tenían polainas de indios y cantaban mucho que no eran de vaquero, además no tenían espuelas. Pero en la segunda la suerte me sonrió y tenían polainas marrones y espuelas.  Cuando le enseñé las adquisiciones a Terremoto no les puso muchos problemas, sólo que las botas que teóricamente eran para un 45 le venían cortas. El miércoles fue el carnaval de Tsunami, así que el martes noche no pude dedicar tiempo a arreglar el desaguisado. Ayer por la noche volví nuevamente otro año a quedarme hasta las doce pasadas para recortar el trozo de bota que sobraba, coser trocitos en la puntura y ajustarlas. Esta mañana le hemos puesto todo el disfraz y me he quedado flipada cuando he visto que pese a que lo había hecho a ojo se las había clavado de maravilla, ufffff….

Por cierto, investigando sobre los ponchos descubrí que Eastwood lleva siempre el mismo poncho en sus pelis porque resulta que era suyo. Lo había comprado en Madrid y por lo visto no lo lavaba nunca y se lo ponía sólo para los rodajes. Hay que ver que cosas se aprenden por internet buscando ideas para disfraces.

Así que este año os presento dos disfraces muy facilotes con los que mis niños fueron a sus fiestas del cole. Espero que os gusten y hasta el año que viene, a ver si hay suerte y son tan fáciles como estos.

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A los niños hay que hablarles como personas, no como pequeñajos.

12 Feb

No es la primera vez que hago un post comentando la forma en la que hemos de hablar a nuestros hijos. No sé si muchos lo sabéis, pero en ocasiones los mallorquines solemos emplear muchos diminutivos, sobre todo con los niños. Evidentemente, yo soy una de esas personas que tenía este defecto. Me costó mucho quitarme esta manía, pero creo que al final lo he logrado, al menos he mejorado considerablemente.  Cuando Terremoto era pequeño intenté no caer en este fallo. Los niños son pequeños, no idiotas. Puesto que uno de sus problemas era la comunicación, era cuestión de que ya que se le enseñaba, que al menos se hiciera de la forma más correcta, sin diminutivos ni eufemismos. Porque tampoco era cuestión de enseñarle unas cosas para después al cabo de poco tiempo hacer un borrón de todo y enseñarle lo mismo pero de otra forma.

Recuerdo que una vez cuando Terremoto aún era pequeño pero ya iba al cole actual, su padre y yo fuimos a una reunión que se daba en el cole. En esa época su padre aún no se había metido en el APA y los dos íbamos un poco perdidos con los sitios. Vimos una habitación en la planta baja que estaba abarrotada de gente y supusimos que era allí. Pero no, nos habíamos colado. Aunque estuvimos unos minutos a darnos cuenta de ello. Al principio quedamos alucinados del nivelazo de explicaciones y objetivos que nos estaban dando. Una psicóloga comentaba precisamente la importancia de lo que acabo de exponer y como se tenía que enfocar a los alumnos. Estaba poniendo un ejemplo de astrofísica y sinceramente me quedé con la boca abierta pensando si a nuestro Terremoto le estaban dando esta materia y con este vocabulario. Creo que eso fue el detonante de preguntarnos que estábamos en el aula equivocada. Mi ex y yo fuimos a preguntar a una chica que había cerca de la puerta y evidentemente, nuestra reunión era en otra aula. Esa era una reunión de profesores de instituto que no sé porque motivo se había realizado en las dependencias del cole.

Terremoto aprendió mucho vocabulario de las películas de video, y por eso le fomenté su uso, para que aprendiera las palabras y lo mejor de todo es que aprendía a usarlas bien y en un contexto adecuado. Desde entonces siempre que me ha pedido algo se lo he intentado explicar de la forma más adaptada a su razonamiento y con las palabras más técnicas que he podido encontrar. Si alguna le fallaba aprovechaba para explicarle su significado e ir introduciéndoselo.

Cuando nació Tsunami también adoptamos este sistema y lo cierto es que nos funcionó muy bien. El pequeño resultó ser una esponja que pillaba en un plis plas toda palabra nueva que apareciera ante sus oídos. Era interesante ver cómo te pedía una palabra lo que significaba o bien él mismo te daba una definición y te pedía como se decía eso. Te escuchaba atentamente y en una pequeña fracción lo memorizaba y te lo repetía, normalmente de una forma muy correcta y fidedigna al primer intento. Luego como si de un reto se tratara, te iba pidiendo esa palabra durante los siguientes días hasta que ya la había incorporado a su vocabulario.

Hace un par de veranos, cuando Tsunami tenía dos años estaba jugando a nuestro lado. Yo cosía algo y su padre para variar estaba leyendo el libro de turno.  Entonces se nos acercó el peque con un objeto que había cogido del coche de papá. Era un codo de fontanería. Me lo enseña y me pregunta que es. Lo miré, dejé la costura y le expliqué que aquello era un útil de fontanería, que era la parte de una cañería. Este objeto en cuestión facilita la unión de dos tubos para conseguir que cambien de dirección. Se le llama codo y el que tiene Tsunami es de metal dorado. Tsunami se lo quedó mirando con mayor curiosidad que antes.

-¡¡Ooohhh!! Y la cañería ¿para qué sirve?

-Para transportar agua y que salga por el grifo, es algo parecido a la pajita del zumo. Sabes que las pajitas del zumo tienen una zona que se dobla para que Tsunami pueda chupar cómodamente con la boca, pues las cañerías emplean esta pieza para hacer ese giro y así el agua llega a los grifos.

Tsunami se lo siguió mirando con interés. Entonces decidió que tenía que tener una segunda opinión y puesto que lo había encontrado en el maletero del coche de papá, se acercó a él con el preciado objeto en sus manos y le hizo la misma pregunta que a mí.

-Papá, ¿qué es esto?

Entonces papáTsunami dejó el libro, lo cogió, lo fue girando y mirando el tiempo que le decía: Esto Tsunami es un codo de latón de ¾ de pulgada, con conexiones rosca hembra.

Yo me quedé parada mirando fijamente al peque. Tsunami se lo pensó un rato y al final consiguió decir “¡Ah!” y se fue. La verdad es que si nos hubiera repetido todo eso en ese momento me hubiera quedado de piedra. Cuando Tsunami siguió con su vida le sugerí al pater de la criatura que estaba muy bien lo de hablar a los niños usando el vocabulario correcto, pero si no creía que para un niño de dos años ese era un nivel algo avanzado.

Desde que ocurrió esta anécdota han pasado dos años, ahora Tsunami es un nene de cuatro años (y medio) que sigue lleno de curiosidad y con ganas de aprender muchas cosas. Este año en el cole no hay libros para este nivel. Los maestros preparan material de aula y lo que hacemos los padres es pagar las fotocopias. En el primer trimestre de año han tratado varios temas. La profesora les proponía dos temas y ellos votaban con cual querían empezar y luego se daba el otro. Entonces empezaban a trabajar aquello durante unas semanas. Uno de estos temas han sido las mariposas. Cuando nos dieron los trabajos de aula estas navidades, nos sorprendió todo lo que habían hecho en la clase. Primero había una hoja donde se habían apuntado lo que había dicho cada niño que conociera sobre el tema. Luego en otra hoja estaba anotado lo que a cada niño le interesaba más del tema. Las siguiente hojas eran explicativas de todo el ciclo del animalito, de su estructura física, de sus hábitos, si hábitat. La última hoja era un vocabulario algo más reducido de las partes físicas de la butterfly en inglés.

Leer todo aquello fue un gran alivio. En ese preciso momento averiguamos de donde se había sacado Tsunami el día anterior la mega extendida explicación de “mira mamá esta mariposa tiene una espiritrompa muy larga para comer, la emplean para coger su comida de las flores y entonces la alargan y es asíiii de grande, luego cuando ya han comido la recogen en una espiral muy mona que está justo debajo de su nariz”… y yo que llevaba cuarenta y ocho años diciendo que aquello era la trompa esa que usan las mariposas para comer y va y me viene ahora un pequeñajo de cuatro años enseñándome que aquello se dice espiritrompa… si ya decía yo que lo mejor es enseñarles las cosas por su nombre sin eufemismos, agilipollamientos, ni cosas por el estilo. Ahora han dado la circulación de la sangre y empiezan con el cuerpo humano en general. A ver con que nos sorprenderá dentro de nada este pequeño. Miedito me da.

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Nuestras curiosas Navidades de este año

30 Dic

Pues realmente, no es que pintaran de la mejor forma, pero mira por donde, están resultando ser una de las mejores Navidades que recuerdo. Supongo que todo es cuestión de buscar el lado bueno de las cosas y ponerle buena cara al mal tiempo. Imagino que recordareis que debido a las goteras tenemos instalado el camping-sala con dormitorio matrimonial en el centro y que ello ha condicionado a realizar una nueva forma de montar las fiestas este año.

Antes de seguir os diré que hace unos días hablé con el presidente de la comunidad, y salvo que haya un imprevisto de último momento o el tiempo lo impida, parece que las terrazas se empezarán a arreglar pasado Reyes. Al fin, que alegría.

Pues como os decía, teníamos una serie de problemas logísticos a la hora de montar este año  el árbol y el Belén y las comidas. Así que echamos mano de una de las principales premisas que reinan en esta casa “la imaginación al poder”.  Ni cortos ni perezosos pusimos a trabajar las neuronas creativas y encontramos una solución a los diversos problemas.

Problema number one: ¿Dónde montamos el árbol? Estaba visto que encima de las mesitas de noche no era el mejor sitio, sobre todo con Terremoto y Tsunami dedicándose a seguir corriendo cual pareja de gacelas Thomson en la sabana. Seguro que hubiera quedado chulísimo y de diseño, pero con todos los números de acabar estampado en el colchón y lo de compartir la cama con un abeto de Navidad no entraba en mis preferencias… puestos a pedir prefiero que mi pareja se ponga un pijama de Papá Nöel si es que tenemos que estar tan frikis en el camping-sala. Como que no era la mejor solución, la siguiente idea que vino a nuestra mente fue poner el árbol en el cuarto de Tsunami… aunque pensándolo bien, era una solución muy peligrosa y que duró poco en nuestras mentes. La posibilidad de tener un Tsunami activo a las tres de la madrugada o despertarnos por unas sospechosas luces parpadeantes en el pasillo cual invasión alienígena de encuentros en la tercera fase pero algo más reducida, no era la mejor opción.  Por este motivo optamos por ¡cha-chán! “El potus de Navidad”, observen y vean nuestra nueva especia arborícola navideña.  Los peques lo aceptaron y dedicamos una tarde del fin de semana a engalanarlo con adornos livianos y bastante minimalista. Pero dio el pego. Es cierto que no tiene lucecitas, pero tiene dos estrellas, una dorada y una plateada, y le enganchamos un mega calcetín rojo para que Papá Nöel supiera que allí vivían dos peques con ganas de regalos.

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Problema number two: El Belén. Evidentemente, no había sitio, tampoco. Tenemos dos Belenes en casa, uno precioso con figuras grandes que compré con las figuras en blanco y las fui pintando. Hace tiempo que no lo montamos por el evidente peligro de despiece, pero allí está esperando a que los nenes sean un poquito más grandes y podamos volver a recuperarlo. El segundo es mucho más pequeñito, pero es un conjunto de porcelana y también tiene el mismo problema que el anterior. Mira por donde la solución en ocasiones te viene por donde menos uno lo busca. Un día, poco antes de las fiesta,  nos paramos a comer con Tsunami en  una cadena de restaurantes de comida americana en los que suelen dar un regalito a los peques al final de la comida. El quit de este año fue un Belén en 3D que montamos otra tarde de fin de semana y que al ser tan liviano y pequeño encontró su lugar cerca de la pecera, sin el consiguiente peligro de desplome y despiece. Problema number two solucionado.

Problema number three: La comida de Navidad. Evidentemente, era imposible sacar la mesa y hacer una comida normal con una sopa o una crema y con una lechona y los tropecientos platitos de aperitivos varios y los otros tropecientos de turrones, frutos secos, fruta y dátiles, como suele hacerse en muchas casas. Así que como os comenté hemos hecho un  picnic de Navidad.

Tras el acto de descubrir los regalos, abrirlos, montar el lio padre típico de niños y paquetes. Empezar a jugar con todos a la vez y volver a intentar jugar con todos a la vez.  Os contaré que Terremoto recibió una silla para su mesa de estudio, o su despacho como le gusta llamarlo él. Tsunami recibió un porrón de paquetitos, de los papis, del hermano, de mi ex, de mi padre, de la abuelita Mari, y cada vez que abría un paquete y descubría su contenido decía “que chulo, justo lo que yo más quería, hacía tiempo que no lo tenía” eso me desorientó un poco, hasta que descubrimos que se refería a cuando lo había visto en la tele. Los peques desayunaron luego una coca de patata con chocolate hummm…  Después de intentar jugar a casi todo y desayunar algo calentito, esta que os escribe se refugió en la cocina para hacer la comida. La noche anterior había dejado preparadas dos masas de pizza.  Tengo que encontrar otra fórmula de masa de pizza, porque aunque sale deliciosa eso de amasar unos ocho minutos hasta que queda elástica y no se pega no acaba de salirme del todo bien. Para la primera masa me pasé una media hora y para la segunda rayando los tres cuartos de hora y no es que hubieran levado precisamente demasiado. Pero tengo que reconocer que pese a ello el resultado es buenísimo, para chuparse los dedos, vaya.

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El menú fue: Para picar, patatillas, nachos con guacamole, montaditos varios de picoteo (de los que se encargó mi pareja, que para algo es burgalés y allí hay más tapeo que en Mallorca). Dos suculentas pizzas de plato fuerte  y finalmente turroncitos varios. Todo ello tomado en el único espacio disponible de la sala. Evidentemente, mientras sacaba la última pizza del horno, mi ex y los peques se peleaban por pasar el aspirador… son como niños.  Cuando la alfombra fue aspirada por Tsunami, Terremoto, luego otra vez Tsunami, mi ex y luego otra vez rematada por Tsunami,  cubrimos la superficie con manteles y un surtido de cojines varios como en los cuentos de las mil y una noches. Y allí, en medio, todo el picnic navideño. Nos reímos un montón y fue muy divertido. A los peques les encantó y para principios de año haremos otro, esta vez con quiché de plato fuerte. Es más, a Terremoto le ha gustado tanto esta experiencia informal, que esta noche me ha pedido que para su cumpleaños a principios de año,  quiere que le montemos un picnic de cumpleañero para celebrarlo con su padre, su hermano, mi pareja y yo. El único que no acabó de gustarle del todo lo de estar sentados en el suelo fue a mi ex, que debido a la prominente barriguita de embarazado lo de tirarse hacia delante para coger las cosas no le iba del todo bien y acabó sentándose de lado cual odalisca de harén. Ya veis, la imaginación al poder y “no problem” para comer como en el mejor triclinium romano. A los postres Tsunami fue a buscar su Tió de Nadal de su cuarto y lo aporreó con un palillo de comida japonesa a golpe del villancico del Tió, y este,  le cagó sus pertinentes bomboncillos y turrones que después de haberlo cebado con todas las peladuras de fruta,  estaban super-ricos y deliciosos of course.

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Tengo que confesar que ha sido la Navidad en la que menos trabajo me he pegado con los fogones. La que más nos hemos reído y la más informal y relajada de todas. Lo mejor de todo fue acabar la comida sin la típica sensación de que el estómago está a punto de salirte por los agujeros de las orejas.  Así que acabaré dándole la razón a los blogs de decoración que te dicen eso de “menos es más”, cuando se refieren a la decoración minimalista. Estos días he pensado en lo que muchas personas acabamos convirtiendo las fiestas, en un concurso gastronómico con stress y platos rocambolescos. Hace poco hablé con una señora en el trabajo y me dijo que ellos hacían una paella para Navidad, que nada de cremas con nombres complicados en francés y platos de carne o pescado mega elaborados al horno, que con lo que más disfrutaban en esa casa era con la paella y que desde hace años ese era el plato oficial de fiestas. No sé, creo que al final eso de las goteras y los campings-sala y los picnics de Navidad empiezan a tener su lado bueno… pero que conste que para finales de Reyes queremos que lo arreglen, que una cosa es pillarle el gustito y otra es montar el campamento perpetuo. Faltaría plus, jou jou jou, Feliz año 2014 a todos y próspera terraza nueva, la, lara, la, la, la, lara, la, la .

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