Archivo | febrero, 2013

Los disfraces de este año de Terremoto y Tsunami y como las cosas siempre se complican en el último momento

27 Feb

Hace ya unos días que ha pasado el Carnaval y pese a todo veo en la estadística que cada día hay algunas personas que entran buscando los disfraces de los peques. No tengo claro si es que se quedaron con eso para buscarme, o bien que les faltó tiempo para acabarlo y ahora lo hacen, o bien que son una familia muy previsora y se han puesto con tiempo para elaborar el del año que viene. Algo de eso o resulta que en otro lado del planeta están ahora con estas fiestas y yo sin enterarme. Vista esta asiduidad de entradas directas hacia los disfraces hoy os voy a enseñar el que han llevado Terremoto y Tsunami este año. No os pongo tutorial porque ninguno de los dos esta elaborado artesanalmente… bueno… un poquito, aunque os iré contando lo que es durante la presentación de los dos modelos. Así que…

…Ladies and gentlemen, tomen asiento porque la pasarela de moda de este carnaval 2013 versión de casa está a punto de empezar. En primer lugar va a desfilar Terremoto con el vestido que más ilusión le ha hecho en mucho tiempo. Un auténtico traje de cocinero, pero de los de verdad, homologado, con certificado y todo eso.

Todos sabéis la afición de mi hijo por los fogones. Este año me había pedido un disfraz de cocinero. Tenemos por casa un delantal auténtico de la escuela de hostelería de Mallorca que hace años me regalaron y casi no lo hemos usado y también tenemos unos gorros de cocina. El delantal lo encontré enseguida, pero no se que ha pasado con el gorro grande que no aparecía, sólo el pequeño y ese le viene bien a Tsunami. Así que fui a la tienda de disfraces a ver si había algo, pero sólo encontré gorros sueltos y nada más. Cerca del trabajo además de la tienda de disfraces hay una tienda de uniformes de hostelería, así que entré a mirar. Creía que me pedirían un dineral ya que hace unos años buscando un gorro de cocina me pidieron algo desorbitante y por eso los que tienen eran de la tienda de los disfraces. Para mi sorpresa o los precios habían bajado o hace años alguien me quiso tomar el pelo. Me pidieron poco menos de veinte euros por una chaquetilla auténtica y oficial de cocinero. Una chulada en manga larga y muy bien acabada. Y tan sólo unos diez euros por el gorro tipo champiñón, como los de la tele. Evidentemente mire que la talla fuera la suya y se vinieron conmigo a casa. Era un martes y llegué que Terremoto se había acabado de meter en la cama. Recuerdo que entré en su cuarto, él estaba sentado en la cama, le saqué la chaquetilla y el sombrero de la bolsa y el pobre se cayó de espaldas sobre la cama. Rápidamente se levantó a probársela y casi se le salían los lagrimoncillos por el rabillo del ojo. Le dije que ya que tiene muchas posibilidades que dentro de unos años estudie cocina (si en el cole lo siguen dando ya que este año es el primero que lo han puesto para los más mayores) pues que además de disfrazarnos íbamos a empezar a tener el uniforme profesional.

Sé que el traje oficial es con unos pantalones de cuadros, pero esos ya los adquiriremos cuando se ponga a estudiar de verdad. Para el disfraz usamos unos pantalones negros y unos zapatos negros normales. Delante, pero con el pecho escondido debajo de la faldilla, llevaba el delantal de la escuela de cocina, jeje. Y para rematarlo decidimos que ese cocinero iba a ser italiano, concretamente el Chef Terremoto de la pizzería Il forno di Chopet. Por si no lo sabéis, Chopet es su cocodrilín preferido que ha sido como su hermano desde que llegó a nuestra casa, un día os hablaré de este cocodrilín simpaticón. Pero resulta que no teníamos caja de pizza. Así que no había excusa, el fin de semana tocó ir a comprar una y llevarla a casa, luego fotografiamos al peluche con la pizza, se imprimió en un papel la foto y se pegó en la caja junto a un letrero de la tratoria Il forno di Chopet.

Pero, pero, pero, ya sabeis lo que le gusta al sr. Murphy venir a meter las narices en esta casa. Así que justo cuando lo tenía todo montado nos dicen del cole que debido a un concurso de dibujos que han hecho les hacía ilusión que Terremoto fuera de cocodrilo super héroe. Tengo que decir que más o menos tenía cosas con las que improvisarlo, pero tenía que ponerme y retocar y buscar varias más. Terremoto  a veces es un buenazo y para no decir que no es capaz de tragarse algún marrón. Así que aparcamos el de cocinero que sólo le quedaba acortar un poco las mangas y nos pusimos a improvisar el de cocodrilo. Unos días antes me confiesa todo compungido que a los niños les hace ilusión lo de cocodrilo superhéroe pero el que realmente le entusiasmaba a él era el de cocinero. Vuelvo a decidir que me quedo con el de cocinero y fue cuando hicimos la caja de la piza. El día antes de su fiesta de disfraces que era el viernes, Tsunami tuvo la de su cole y después de la fiesta del cole de Tsunami, Terremoto tenía visita a la neuropediatra. Yo había calculado que ese jueves me bastaba para acabarlo y los días anteriores me dediqué al de Tsunami. En el cole de Tsunami hacen la fiesta, ya os lo contaré algo más abajo, y cuando salimos voy a la neuropediatra directamente y mi ex recoge a Terremoto del cole y lo lleva a la doctora. Cuando la neuróloga está visitando al peque me cuenta el papá que el director del cole les ha dicho que hay concurso de disfraces de superhéroes y que confía en el Terremoto vaya de cocodrilo. Yo ya flipaba en colores, luego veréis porque. Al final cuando llegamos a casa yo a punto de tener casi un colapso nervioso, Terremoto me dice casi llorando que todos le piden el de cocodrilo como el dibujo que hizo pero que a él le hacía mucha ilusión ir de auténtico cocinero. Así que decidí que si el director y los niños quieren un cocodrilo superhéroe que se vayan al zoo de Barcelona y le pongan una capita y unos calzoncillos rojos a los inquilinos del sector patrocinado por Lacoste, que no es broma que ese recinto está apadrinado por esa casa. Por la noche cuando todos se hubieron acostado, me quedé a acortarle las mangas y ajustar cuatro cositas, luego le metí un discurso reivindicativo a su profe contándole que si la fiesta es para que los nenes se lo pasen bien yo prefería que fuera de lo que le gustaba y lo sentía por el concurso del director. La profe me respondió que no estaba enterada de ese comentario que le habían hecho a mi ex pero que coincidía conmigo y que había hecho muy bien en respetar los deseos del niño.

Y aquí tenéis a nuestro pizzero particular antes de ir por la mañana al cole el viernes.IMG_3270

 

Ahora le toca el turno a Tsunami. Realmente el disfraz que le hicimos común a todos los peques de la clase que iban disfrazados del mismo cuadro. Si me lo permitís prefiero mantener en el anonimato ese disfraz porque fue una cosa más conjunta del cole y de la clase. Os diré que fue una fiesta magnífica y que acabó con baile en uno de los patios, nuevamente los de ESO vendiendo tartas y refrescos para subvencionarse su viaje de estudios del año que viene y los más peques acabaron persiguiendo a las maestras, montando una conga con ellas y luego bailando a corro profes y peques. Justo en ese momento, al final de la fiesta, cuando sólo me quedaba disfrazar al día siguiente a Terremoto, va la profe y nos dice que si queremos mañana pueden ir al cole vestidos de los que más les guste.  Evidentemente, a Tsunami le pareció magnífica esta proposición, pero a mí me pillo como dicen los pintores «in braguetone».

Hago ahora un punto y aparte para comentaros algo que puede ser de interés a todas las mamás que aún no han entrado en esta vorágine de los disfraces de sus peques. Tengo la suerte, se mire como se mire, de que a Terremoto le encantan los disfraces, desde que era un renacuajo. En casa hace años que compramos un baúl de plástico amarillo parecido a un cofre del tesoro pirata y lo convertimos en el cofre de los disfraces. Actualmente hay mucho más que un cofre. En él guardábamos todos los disfraces que habíamos hecho. También se guardaban objetos que pudieran usarse como complementos de disfraces, vamos, que te han regalado un pañuelo de cuello chulo pero que se pega pedradas con el tipo de ropa que llevas… al baúl de los disfraces; que un día te vas a hacer una prueba y te hacen poner una bata de papel y luego hay que tirarla… te la llevas y al baúl de los disfraces; que has ido a la doctora y la enfermera les ha dado unos guantes para hacer unos globos y tenemos dos sin hinchar… al baúl de los disfraces; que rebuscando por casa del abuelo descubren que tenía guardado las enaguas (véase cancán) que llevaba debajo de mi vestido de comunión… para mi vergüenza también se fueron al baúl de los disfraces; que el abuelo se ha comprado un sombrero pero luego decide que no le viene bien y como ya está usado no se puede devolver… al baúl de los disfraces… Como veis, el baúl de los disfraces se alimenta de las cosas más variadas, de caretas que les han regalado, de otras que hicieron en el cole, de un cinturón que no nos gusta. Todo sirve. Así que mamis, id montando un cofre, baúl o caja de disfraces, porque os solventarán más de un marrón y vuestros peques disfrutarán presentándose un día ante vosotros vestidos de vieja en plan doña Croqueta.

Como podéis imaginar, después de casi doce años de disfraces para carnaval, más sus respectivos Halloween, más algunos que se compró por placer, más otros que tuve que hacer cuando hizo teatro en el cole… tenemos unos pedazos de baúles en condiciones de ir buscando atrezzo para improvisar un disfraz a Tsunami.

Despuées de este pequeño inciso publicitario en favor del fondo de armario carnavalesco sigo con el relato. Ya veis que en menos de una hora se me encomendaron dos pequeños marrones, improvisar algo para Tsunami y ver al final que hacía con el pobre Terremoto. Ya sabéis que al final el mayor hizo realidad sus sueños y yo pensaba que cuando llegara a casa buscaría el disfraz de búho que os había puesto del año anterior en la escoleta y lo volvería a llevar pero ahora en el cole de mayores. Problema, que yo recuerdo que hacía unas semanas lo había localizado y había dicho “lo voy a guardar aquí para tenerlo a mano por si lo necesito estos días” y cosa poco habitual en mí, no logré recordar donde estaba ese aquí. Mira que lo intente pero no lo recordaba. Cuando llegue a casa mi pareja tuvo que salir un momento y yo me quedé con mi ex y los dos niños, yo buscando el disfraz. A estos tres no se les ocurre otra brillante idea más que ponerse a jugar al escondite zombi, que por si nadie lo sabe (supongo que nadie debe saberlo porque se lo acababan de inventar) es a escondite pero cerrando todas las luces. Ya me tenéis a mí buscando por las habitaciones, Tsunami cerrándome las luces. Al final estaba buscando con una linterna porque yo soy muy mala para andar a oscuras y me pego unos  porrazos por todas partes. Por suerte para mí, llegó el papa de Tsunami justo a tiempo antes de que me comiera a ese trio con patatas fritas y kétchup. Cuando todo se hubo calmado di por inútil el seguir buscando y decidí echar mano de la caja de disfraces. Así que finalmente Tsunami fue de caballero medieval.

Lo único que le hice fue una hacha con cartón, ya que teníamos una de plástico, pero el peque te pegaba unas natas con ella que ya me veía yo a la maestra quejándose de que el muy bestia le habría saltado los piños a unos cuantos niños y amoratado unos cuantos ojos. Ante un posible y esta vez real tsunami en su clase optamos por la versión menos agresiva y a la vez chula. Esta parte la hice cuando acabé de arreglar el traje de Terremoto, al final me fui a acostar a la una y media. Al día siguiente los dos nenes estaban contentos con sus vestidos y yo ojerosa y cansada como cada año cuando tengo un reto de carnaval, no sé como me las arreglo, aunque me ponga un mes antes siempre acabo yendo a dormir después de la una… debe ser también cosa del tal Murphy que se ha liado con un tal Morfeo para reírse un año más a mi costa.

Como veis Tsunami lleva, una especie de camisa gris rajada que es de un disfraz de pirata, una capa de cuando el mayor se disfrazó de mosquetero, una banda en la cintura también de un disfraz de capitán pirata, un casco de caballero medieval que compramos en una fireta y aunque no lo parezca es de platico y finalmente el hacha de cartón por si las mosquis. Y aquí tenéis a nuestro segundo protagonista de la pasarela antes de salir de casa hacia el cole, todo chulo él poniendo pose del personaje.

Así que familia, ya sabéis, para un disfraz no previsto, no hay nada mejor que imaginación y un buen arsenal en un cajón te salvará. Por hoy se acaba la función, querido público, otro día más.

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Cocina mallorquina: sopes de peix o sopas de pescado

23 Feb

Después de unas semanas dedicadas a la operación Carnaval de los peques y seguir siendo madre, es cuestión de ir volviendo poco a poco a la rutina. Que mejor manera de entrar de nuevo a la deseada rutina que con una recetita calentita y tradicional. Hoy de nuevo os presento un plato de la gastronomía mallorquina del que hemos hablado de cierta forma en otra entrada. Recordáis que os hablé de las sopes mallorquines, que os conté una batallita familiar y os comenté las sopes solleriques o de primavera. Pues bien ahora le ha tocado el turno a las sopas de pescado.

A diferencia de las anteriores estas son más caldosas y normalmente se preparan con caldo de haber hervido pescado de roca. En mi caso fue algo improvisado ya que  aproveché un caldo de haber hervido unos mejillones y luego le añadí unos palitos de cangrejo y unas colas de gamba. En este caso el secreto es un buen caldito de pez o marisco. Trocitos de estos peces o marisco. También lo podéis sustituir como es mi caso ahora por los palitos, que la imaginación da para mucho aunque nuestros abuelos no supieran que era eso.

La base de muchos platos de la cocina mallorquina es un buen sofrito y este caso no iba a ser una excepción. Para complementarlo todo, evidentemente las sopas o rebanadas finas de pan, esta vez sí que salen en la foto. Como ya os conté muchas cosas el otro día de este plato, hoy seré breve y paso a contaros como se hace, no sin antes deciros que no es excesivamente laborioso y es muy bueno, ¿cómo no?

Ingredientes:

Pescado variado de roca con el que hacer caldo. En su defecto un caldo improvisado de mejillones, gambas, palitos de cangrejo y algún filete de pescado también nos valdría. Vamos, en pocas palabras, un buen caldo de pescado o marisco

Tomate

Cebolla

Sofrito

Ajo

Perejil

Sopes

Elaboración:

Se coge una cazuela de barro y se pone un buen aceite virgen de oliva. En él sofreiremos cebolla cortada a cuadraditos pequeños, tomate sin piel ni pepitas también cortado igual y el sofrito, incluido la cola verde, cortado a trocitos pequeños.

Cuando el sofrito esté casi apochonado le ponemos el ajo cortado a trocitos muy pequeños y el perejil también bien picadito. Si queréis podéis machacarlo con un mortero, pero si lo picáis bien ya vale. Dejáis que la picada se acabe de hacer.

Mientras tanto habréis hervido el pescado y el marisco más o menos unos 15 minutos, hasta que veáis que el pescado está en su punto. Si el pescado tiene espinas hay que separar la carne. Luego haremos trocitos del pescado. Si ponéis las varitas de cangrejo las habréis cortado en trocitos antes. Los mejillones se separan de la concha si se desea, eso es opcional. Las gambas pueden ser peladas, como fue mi caso, o bien enteras y también es opcional de cada uno si quieren pelarlas.

Se añade el caldo y el pescado y el marisco al sofrito anterior y se deja hervir un ratito, sólo para que se mezclen los sabores.

A la hora de servir se pone en el plato las sopas hechas trocitos y se llena con el caldo y sus tropezones marinos.

Como veis no es muy complicado y uno puede aprovechar cualquier caldito, tan sólo unas verduritas y complementos y tenemos una cena ligera y calentita.

Como veis es la versión isleña de la bullabesa, siendo una isla teníamos que tener una, ¿no creéis?

Bueno, lo de siempre, ya me diréis que os parece y que tengáis una buena comida.  Bon profit.

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Pere Garau, ese especial mercado de los payeses del sábado

21 Feb

La Ciudad donde vivo ha cambiado mucho desde que yo era niña. Recuerdo que las plantas bajas eran lo normal. Había tiendas de ultramarinos y verduras en todos los barrios, unas cuantas. Nosotros íbamos a una llamada S’inquera (la inquera, natural de Inca) era una señora que cuidaba a su nieta, la mamá de la nena, su hija,  había muerto en el parto y la pequeña y el yerno vivían con ellos en el piso que estaba justo encima de la tienda situada justo al lado de la fábrica de sedas. Allí podías coger las patatas y ponerlas tú en la báscula y luego te metían la compra en la cesta de la compra, una de esas grandotas de tela como las que se han puesto ahora de moda pero más reforzadas, nada de bolsas de plástico, eso casi ni existía. También había varias carnicerías, la que solíamos frecuentar se llamaba Ca’n Pansa (casa de pasa, en alusión al apodo familiar) Mi madre me llevaba por la mañana y yo lo pasaba algo mal porque la carnicera era zurda y me parecía imposible que no se hiciera ningún corte, por no decir algo peor. Creo que eso tiene algo que ver con el miedo que les tengo a los cuchillos y a los objetos cortantes en general. En el barrio también había tiendas donde podías encontrar desde tornillos a jabón de pasta para fregar, detergentes, junto con azufre, sulfatos, lejías, fertilizante, estropajos y un sinfín de productos alguno de los cuales ahora no es frecuente ver, eran los colmados. Había uno en la calle de al lado de casa, enorme y con el suelo encementado, sin baldosas. Las mercerías también proliferaban, había muchísimas y encontrar un lugar donde te vendieran medias, calcetines, hilos, papel cebolla para los patrones, tizas de ropa, cremalleras y botones de todo tipo no era nada difícil. El mundo transcurría a otro ritmo, los coches no eran tan comunes, muchas calles aún no estaban asfaltadas, podías aparcar siempre delante de tu casa, eso cuando tenías coche, y si alguien lo hacía mirabas con extrañeza de quien sería ese vehículo intruso que osaba estar delante de tu puerta.

No sé si era mejor o peor vida, fue la que viví. Lo recuerdo más tranquilo, más lento, en blanco y negro como en las fotos. Fue una infancia en la cual las fincas tenían alturas moderadas y la luz del sol entraba por el balcón y llegaba hasta el recibidor durante horas y horas y veías las motas de polvo que flotaban a su trasluz, inertes y misteriosas, con dulzura. Eran tiempos en los que mis primos y yo nos entreteníamos dibujando o leyendo tebeos y cuando abrían el semáforo de la esquina nos parábamos y asomábamos al balcón de mi abuelo para contar todos los coches azules o blancos o rojos que pasaban por delante. Llevábamos la estadística de toda la tarde sin habernos descontado ninguno. Luego comunicábamos al resto de la familia cuantos habían pasado de cada color ese día. Era una época en la que no existían los supermercados, al menos por mi barrio, y el primero que hubo allí lo pusieron dentro de la plaza del entonces Pedro Garau, duró unos años. Era alucinante entrar dentro y ver cosas tan variadas y en tal cantidad todas expuestas en sus estanterías y pasillos, los ojos de los niños no paraban de moverse de un lado a otro  y creo que a muchos mayores también les pasaba lo mismo.  Cuando este cerró, empezaron a aparecer tímidamente los primeros supermercados de barrio y a ir desapareciendo poco a poco los otros comercios a medida que esos supers se iban consolidando, proliferando y aumentando de tamaño. Tengo por alguna parte una foto de mis primos y yo delante de este mercado, cuando abrieron ese primer super del barrio. En esa foto se ve detrás de nosotros la puerta del super y a su lado una máquina expendedora de refrescos de cola, situados uno al lado del otro hay dos niños y una niña. Uno, el más alto, esta con los brazos cruzados sobre el pecho. Lleva gafas de concha negras, se muerde los labios con cara de empollón y mira discretamente al cielo. Mientras el chico de al lado, algo más regordete,  intenta pisar el pie al vecino. Yo llevo el uniforme del cole, estoy en el lado derecho y  tengo los pies torcidos hacia fuera y apoyada en el canto exterior mientras junto las manos delante con los brazos bien estirados hacia abajo y  dedico a la cámara una de mis encantadoras sonrisas de niña con la cabeza ligeramente ladeada siempre a la derecha y mis dos coletas como banderas de un barco a los lados.

Pedro Garau, o Pere Garau como se le llama actualmente, es uno de los varios mercados que tiene la ciudad.  Fue inaugurado en 1943, consta de un gran edificio rectangular en medio de dos zonas abiertas, como plazas. La superficie cubierta es de unos 937 metros cuadrados según he consultado y para que os hagáis una idea de su importancia os diré que el 1994 había registrados 27 paradas de pescadería, 24 de verduras y frutas, 17 carnicerías, 8 ultramarinos, 7 hornos, 4 bares, 3 puestos de salazones, uno de frutos secos, otro de legumbres cocidas, uno de venta de conservas, un herbolario, y también una floristería, papelería, mercería y perfumería. Actualmente en el interior debe haber más o menos el mismo número de puestos y servicios, algunos puede haber cambiado como un nuevo zapatero remendón, pero poco más. El mercado interior es diario, de lunes a sábado y sólo por la mañana. En este los productos a la venta son del MercaPalma. El mercado exterior que es el que me gusta más, porque muchos puestos son de los mismos payeses que llevan sus productos cogidos el día anterior, algunos combinan los propios con otros del mencionado MercaPalma. El exterior  se hace en días alternos, los martes, jueves y sábado, que es mi día. En este y según los datos de 1994 había 198 paradas de verduras y frutas y 95 de ropa y derivados. También hay dos o tres de semillas y plantas para sembrar y uno de venta de animales vivos que ocupa uno de los laterales más estrechos y siempre está colapsado por el poco espacio y los chiquillos que miran los conejos, palomas, gallinas, canarios y demás animalitos. Como veis Pere Garau es todo un mundo.

Mi madre era de las que se resistía a comprar las verduras, las frutas, los huevos, la carne y el pescado en los supers, salvo alguna excepción puntual, e iba siempre a este mercado para abastecer nuestra casa de lo más fresco y bueno que encontraba. Yo de niña la he acompañado muchas veces y aprendía a distinguir esos detalles que diferencian una fruta de otra. Cuando era pequeña tuve unos cuantos gatitos, y las pescaderas del mercado me guardaban pescado que había sobrado y me lo vendían por unas monedillas simbólicas para que se lo diera a mis mininos. En el corral de casa se montaba un festín gatuno cuando me acercaba allí a la salida del cole y luego volvía con la compra envuelta en una gran hoja de papel.

Muchas veces de niña acompañé a mi madre allí, y luego de adolescente. Cuando me casé empezamos a ir las dos y luego ya iba yo por mi cuenta. He conocido unos cuantos puestos en los que lo llevaba una señora, luego vino a ayudarle su hijo y ahora son ellos, los hijos,  los que lo llevan. Algunos han crecido conmigo y nos conocemos de hace muchos, muchos, muchos años. Nos saludamos por el nombre y pedimos por nuestros padres o nuestros hijos. A  algunos los he visto con barriguita y luego me han enseñado las fotos del nieto o del hijo, he visto fotos de bodas, de nacimientos, he conocido historias de cómo se cultiva, como se hacen ciertos platos, de enfermedades, de las competiciones que hacen los niños, de viajes… he visto muchas historias la mayoría buenas y unas pocas más trágicas, y yo también he compartido las mías.

Siempre están allí, cuando hace sol bajo sus lonas y cuando llueve tienes que ir con cuidado con los golpes de viento que las levantan y hacen que el agua acumulada sobre ellas caiga de golpe dando algunos sustos y a veces algunos chapuzones. Los payeses intentan controlarlos tirando el agua cuando se acumula empujándola con los palos del puesto, pero siempre hay algunos sustos y el peligro del inesperado chapuzón.

Cuantas veces me han dicho “éstas no, mejor ésta”, cuantas veces me han guardado algo especial porque saben que yo suelo pasar de tarde y eso le gusta a los niños, cuantas veces les he encargado algo y se han acordado de mi petición.  Así que como veis, este es un sitio muy especial para mí, no sólo somos clientes y dependientes, somos amigos, conocidos de toda la vida, no somos gente, somos personas.

Los productos que se venden allí, frescos, frescos, locales, de temporada,  justifican de largo el hecho de mi desplazamiento semanal. El poder encontrar cosas que en otro sitio no están ni de lejos al mismo nivel es todo un lujo. Pero también sobre todo es seguir manteniendo esa tradición, esta amistad con los payeses que van a vender allí, con el de las naranjas, los de las verduras,  la de los huevos… sólo se sus nombres pero es como si fueran casi de casa, de la familia, de una familia muy especial que se llama mercado de Pere Garau.

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Las normas de casa versión Terremoto

18 Feb

No es que esta casa fuera una casa sin ley donde el caos y la anarquía camparan a sus anchas. Bueno, en ocasiones algo de caos sí que hay pero de allí a una vivienda sin normas dista mucho. En casa había normas, algunas que afectan a toda la casa y otras que afectan a una habitación en concreto o al uso de ciertos objetos. Lo que no teníamos hasta ahora era una declaración en toda regla de las intenciones. Pese a lo que sería más lógico, estas normas escritas no las he puesto yo, ni las he escrito yo, ni se las he dictado yo a mis hijos. No. Esas normas las ha hecho  y decidido Terremoto.

Esta semana Terremoto nos ha sorprendido con un pequeño “mural” que hizo en el cole con su profe. Primero él me lo contó todo emocionado y luego lo leí en la agenda con la que nos comunicamos a diario con la profe.

Este lunes Terremoto tenía plástica. Normalmente nos viene con dibujos libres o dibujos de banderas o de otros temas que le interesen.  Parece ser que Terremoto se había quejado a su profe de que Tsunami en ocasiones no nos hacía mucho caso, al menos a él, y que le entraba en su cuarto y le cogía cosas sin pedir permiso.  Tengo que decir en defensa de Tsunami que cuando ocurre eso muchas veces nos lo ha pedido a nosotros o ha sido durante el fin de semana que Terremoto está con su padre.

Pues bien, por lo visto Terremoto le propuso a su profe el hacer un mural con las normas de la casa y la profe le pareció fantástica la petición. Así que le entregó una cartulina muy chula y le ayudó a escribir las normas que decidió Terremoto dictándole las letras. Las palabras no es que hayan quedado escritas de la forma más correcta al repetir ciertas letras, pero lo cierto es que no tengo nada que objetar a las cinco frases escritas. El texto reza así:

LAS NORMAS DE CASA

1.- JUGAR SIN PELEAR

2.- RESPETAR A LOS PADRES

3.- CUIDAMOS NUESTRA CASA

4.- COMEMOS LA COMIDA DE CASA

5.- PEDIMOS PERMISO PARA COGER LO QUE NO ES NUESTRO

Terremoto decía de colgarlo en la sala, pero allí no veía un sitio para ello, así que lo hemos puesto en el sitio de honor de la casa para estas cosas. La puerta de la nevera. Allí está a la vista de todos sin que nadie la toque. Terremoto acercó allí a Tsunami y le explicamos que esas eran las normas principales y se las leímos y explicamos. Les especificamos que hay que respetar a los padres pero también a los hermanos y demás personas cercanas. También que dentro de lo de cuidar la casa se incluyen los juguetes y la ropa así que hay que recoger y cuidar nuestros juguetes.

Ante nuestra sorpresa los peques se lo han tomado muy en serio y de tanto en tanto nos piden que se lo releamos. También nos ha funcionado muy bien eso de “a ver, eso no es una de las normas de casa, ¿qué dice?” y los mismos nenes te dicen o bien que hay que jugar sin pelearse o bien que hay que cuidar la casa y recoger lo que se ha tirado. Luego les pides si lo hacen y te dicen que no y se ponen a hacerlo. Es alucinante el poder que tiene un simple trozo de papel colgado de la nevera. Terremoto se está dando cuenta que el peque se toma en ocasiones ciertas libertades con algunas cosas y que tendría que haber puesto más puntos en la declaración. Le he sugerido que hable con la profe y hagan una nueva hoja de normas. Quien sabe, igual dentro de unas semanas os enseño una nueva hoja de normas. De momento estas están muy bien, nos han venido sin esperarlo y están causando un efecto muy positivo en el caos doméstico cuando estos dos cachorritos se desmadran en sus juegos.

Voy a tener que esmerarme en cuidar este papelito, porque vale su peso en oro.

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La tarta de chocolate, de Isa, y nuestra celebración de San Valentín.

15 Feb

Fui clienta suya durante diez años, y solo sé que se llamaba Isa. Era la dueña de un local donde vendía comida hecha por ella misma. Era un local pequeñito muy cerca de donde trabajo.  Casi todos los martes que es el día que trabajo mañana y tarde con muy poco tiempo para comer, me iba a su local a comer. También otros días me llevaba algo para cenar a casa y me sacó de más de un apuro cuando Tsunami era pequeñajo y yo tenía muy poco tiempo para las cosas de casa.

Isa era todo un personaje, muy campechana, siempre con un uniforme negro y un gorro, muy poco favorecedor todo se diga. Yo en ocasiones le decía que me recordaba a la vieja del anuncio del yogur griego o a la de la fabada y no me refería porque ella fuera vieja, sino por lo poco favorecedor del uniforme.  Entrar en ese pequeño local era una delicia, te reías un montón con ella y con la chica que le ayudaba y debajo de todo ese carácter había un corazón enorme como un trasatlántico. Ella preparaba cada año por San Valentín unas tartas de chocolate en forma de corazón. Yo nunca he sido de celebrar especialmente ese día, pero Isa también era una liante nata y cada año me colaba una tarta de choco. Tengo que decir que en casa pese a que compartían mi opinión del día de San Tontín, como le denominábamos a veces en plan guasa, de que ese día es un invento de los grandes almacenes para hacerte comprar un poco más, les encantaba que trajera la tarta de choco de Isa. Mis niños esperaban ansiosos la tarta de corazón con el bebé en pañales y flechas. El muñecote era para nosotros, por supuesto, y la tarta para ellos, faltaría más. Varios años Isa también me hizo una tarta de choco para el cumpleaños de los peques y en la escoleta fue un éxito.

Un día Isa nos sorprendió a todos diciendo que cerraba el local. No es que le fuera mal del todo, pero le daba muchísimo trabajo y muy pocos beneficios y se había buscado trabajo como pinche en el restaurante del IKEA. Antes de que se fuera le dije que mis nenes sentirían no seguir teniendo sus tartas de choco. Ante mi sorpresa me dio la receta y ahora soy yo la que se las hace a los nenes.

Este miércoles por la tarde hemos hecho en casa magdalenas de chocolate y tarta de chocolate de Isa. Las magdalenas para chantajear a los nenes y conseguir que la tarta llegara al día siguiente, que con Tsunami cerca eso era difícil si no se le ofrecía algo a cambio. Así que esta vez vais a ver la tarta adornada con nata, fresas y un gran corazón en medio. Espero que os guste la tarta de choco de Isa tanto como a nosotros, porque además, os cuento un secreto, es súper fácil de hacer. Vamos, otro chollo culinario.

Ingredientes:

5 huevos

1 vaso de harina (la medida del vaso es el de agua)

1 vaso de aceite de girasol

1 vaso de azúcar

1 vaso de cacao

1 sobre de levadura tipo Royal

Preparación:

En un bol se baten los huevos con la batidora de varillas. Se agrega el azúcar y se sigue batiendo. Luego el aceite. Se añade la harina y el cacao tamizado para evitar grumos y se mezcla o bate, pero cuidado con que no se salga del bol. Añadir al final la levadura y mezclar.

(Nota: Si no sois muy duchos con la repostería,  bastaría que lo pusierais todo en un bol y le dierais batidora o al menos eso me dijo Isa, yo prefiero hacerlo como os he contado en el párrafo anterior, creo que queda mejor mezclado y levanta más el bizcocho)

Se pone en un molde para horno. Yo uso uno de esos que se desmonta el lateral y el fondo es de cerámica, son muy prácticos. La recomendación es una media hora a 180º pero eso depende de vuestro horno, así que sacadla cuando el palillo salga seco.

Ahora o bien se puede tomar así en plan bizcocho de chocolate para desayunar o merendar, pero si tenéis un cumpleaños o una celebración lo suyo es decorarla.

Presentación:

Cuando este fría cortar por la mitad y rellenar con mermelada. Si tenéis buen pulso lo suyo es cortar dos veces haciendo así tres trozos, pero con un solo corte también queda muy jugosa.

La cobertura puede ser de varios tipos:

–          Con chocolate fundido haciendo una capa. Suele quedar un poco más durillo y recordad que para fundir el chocolate los suyo es poner una nuez de mantequilla e ir fundiendo poco a poco o bien en el microondas removiendo o bien al baño maría.

–          También podéis usar la nocilla o nutela que no queda tan duro y admite decoraciones con virutas de colorines y m&ms, que además de espectacular queda deliciosa.

–          Hacer cualquiera de esas coberturas tan modernas y actuales que desconozco, jeje, formando dibujitos. Supongo que si os apetece este tipo de decoración no os será muy difícil encontrar tutoriales en internet, creo que no son muy difíciles.

–          Otra variante sería la de fresas y nata como pusimos nosotros esta semana. Si tenéis que montar vosotros la nata tened en cuenta un consejo que vi en la web de webos fritos y no falla, buscad una nata que tenga 35.1 de materia grasa, ese .1 es la diferencia entre que queda buenísima y bien montada o que cueste más y se desmonte fácilmente.

Bueno, como veis yo sigo con mi tónica de recetas fáciles, buenas y esta además espectacular. Espero que os guste y que alguien se anime porque el resultado vale la pena y más fácil imposible, no es necesario ni báscula de cocina para pesar los ingredientes. Venga, os dejo babeando viendo el postrecito y si lo hacéis ya me diréis que os parece la tarta de choco de Isa. Os dejo que ahora después de cenar nos toca acabarnos los últimos trozos, con vuestro permiso voy a llevar unos para que los nenes se re chupeteen los dedos. Bon profit.

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Dar responsabilidades domésticas a tus hijos (2ª parte): Nuestra experiencia, con la ayuda del psicólogo del cole y un temporizador de cocina.

13 Feb

Cuando Terremoto pasó al cole donde va ahora yo estaba agobiadísima con un montón de responsabilidades. El despertarse cada mañana, conseguir que se vistiera, llevarlo al colegio y luego conseguir que su padre o yo llegáramos al trabajo era una constante maratón de pruebas hercúleas. Así que en una se las reuniones que tuvimos con el psicólogo del cole que ese año supervisaba al peque le planteamos ese tema. Creo que por una vez en mi vida fui una privilegiada frente a otros padres, ya que este señor nos montó un plan y nos dio unas directrices que hicieron que nuestra subsistencia fuera más llevadera e incluso agradable a largo plazo.

El psicólogo nos propuso un plan para ir introduciendo a Terremoto en las obligaciones de la vida domestica. Se plantearon diversas actividades cotidianas que poco a poco se irían trabajando. Era cuestión de enseñar al niño a crear hábitos. Estaban las relacionadas con la higiene como lavarse los dientes siempre que acababa una comida y no cuando tú se lo recordabas, la de saber ducharse y lavarse la cabeza solo y luego llevar la ropa sucia cada vez que se duchaba o desvestía al cesto de la ropa sucia. Estaban las domesticas como la de tener ordenada y limpia su habitación si deseaba tener una habitación de niño y no de pequeñajo, aprender bien las normas de la casa y si sacas o ensucias una cosa retirarla al acabar y limpiarlo luego. Y finalmente aunque fue la primera que empezamos a trabajar, estaban los hábitos matutinos, es decir, vestirse sólo y una vez conseguido esto hacerse su cama antes de partir hacia el colegio. Vamos, el sueño de muchas madres con hijos acomodados.

Puesto que Terremoto vivía en dos casas, normalmente la mía y la de mi ex cuando le tocaba estar con él, el psicólogo nos citaba por separado y quincenalmente a cada uno de los dos. De esta forma cada semana tenía una cita con uno de los dos y cuando él lo estimaba oportuno montaba una conjunta. Nos dio una hojas en las que se tenía que apuntar cada día las horas de todo los que había pasado, los tiempos dedicados, como habíamos actuado nosotros y como había actuado el niño. Para trabajar con Terremoto sólo tuvimos que comprar una cosa, un temporizador de cocina, ese que tradicionalmente se ha empleado para hacer unos huevos duros y que solía tener forma de huevo, aunque en nuestro caso tiene forma de limón.

Antes de empezar tanto nosotros como el psicólogo explicó a Terremoto en que consistiría todo y en las ventajas que iba a tener si lo hacía. Si cumplía sus objetivos le podíamos llevar un día al cine o a comer a un restaurante que quisiera o ir a alguna parte que le gustara. Si no cumplía pues simplemente no se hacía ese extra y se seguía con la vida normal. El portarse muy mal y no cooperar en nada implicaba que no se le castigaría pero que se le quitarían temporalmente algunos privilegios que a él le gustaban mucho, como por ejemplo no disponer de mando a distancia y no poder poner la tele en su cuarto.

En esa época yo cometía muchos fallos. Por la mañana despertaba a Terremoto y le costaba mucho arrancar. Si le ponía la tele arrancaba mejor pero se quedaba en babia. Al final tras entrar muchas veces en su cuarto y decirle que se vistiera era yo la que cogía la prenda, le quitaba el pijama y le embutía el jersey por la cabeza. Luego la pelea era conseguir que se pusiera a comer, porque la casa donde vivía antes era muy pequeña y la cocina no permitía desayunar sentado, yo lo hacia de pie pero no era cuestión que el niño desayunara de pie, así que lo hacía en la sala y evidentemente al entrar en ella lo primero que hacía era poner de nuevo la tele. De nuevo se quedaba en babia mirando los dibujos. Mientras yo intentaba acabar de desayunar y lavarme un poco, hacía mi cama y la de Terremoto, recogía un poco su cuarto, le preparaba su desayuno y su merienda, hacia la mochila, abría ventanas, fregaba el desayuno, sacaba la comida de la nevera o el congelador (cuando me acordaba) y entre una cosa y otra iba pasando por la sala para recordarle que tenía que tomar su desayuno. Al final tenía casi que ponerme a su lado y discutir con él apagándole la tele y evidentemente él se enfadaba y no es que colaborara mucho. Yo le decía que si llegábamos cada día así de tarde acabarían despidiéndonos y luego no tendríamos que comer. Pero ese argumento le resbalaba y no causaba los efectos que yo deseaba. Después de conseguir que desayunara tenía otra batalla para que se pusiera los zapatos, porque siempre se le olvidaba ponerse los zapatos y luego que se lavara los dientes y se pusiera la cazadora y la mochila y salir pitando hacia el parking de papá para que lo llevara al cole. Obvio decir que lo de salir pitando es un eufemismo porque de pitando nada, más bien pidiendo a un pie permiso para dar el siguiente paso y luego el otro pie haciendo lo mismo. Dejaba el paquete correo-postal a mi ex, que ya llegaba tarde al trabajo como yo y  salía volando como alma que persigue el diablo corriendo hacia mi trabajo. La consecuencia que teníamos mi ex y yo aparte de que eso no era calidad de vida es que podíamos llegar un tiempo determinado cada día más tarde, pero luego teníamos que hacer ese mismo tiempo a la hora de la salida, con lo que la tarde, sus prisas y sus desplazamientos y comida (cuando podíamos que lo de no comer  por no tener tiempo o hacerlo de cualquier bocadillo o empanada salada de la pastelería por la calle mientras ibas a casa, ocurría en más de una ocasión ) pues todo eso empezaba con un cierto retraso, estrés y aceleración no muy sana. Eso aparte de las labores rutinarias de cada hogar. Os podéis imaginar pues que cuando alguien te propone que vas a tener que trabajar duro unos meses pero que luego todo eso se volatilizará es recibido con mayor regocijo que cuando te enteras que te ha tocado el premio gordo de la lotería.

Empezamos con lo de levantarse y vestir, el resto de actividades siguieron el mismo esquema así que no os voy a explicar una a una como se consiguieron.

El niño como os he dicho estaba más que informado de como funcionaba todo y lo había aceptado. Si quería tener una habitación de mayor y hacer cosas de mayor y no de bebé tenía que aprender a portarse como tal. Si no lo hacía se le pasaría a la clase de los bebes y se le volvería a montar una habitación de pequeñajo y por supuesto sin tele ni video. El premio era ganarse lo que tenía y con el tiempo obtener nuevos privilegios inherentes a la edad y su evolución.

Por la mañana lo despertaba, le recordaba lo que debía hacer y le ponía toda la ropa sobre la cama. Dejaba un momento para asegurarme de que el niño realmente estuviera sentado en su cama y despierto. No era cuestión de que no se enterase de que el ritual matutino había empezado y se quedara grogui.

Cuando al cabo de unos minutos ya estaba consciente y siempre con la tele apagada, se ponía el temporizador en marcha. Al principio se le daba media hora para vestirse y ponerse los zapatos. Luego se bajó a veinte minutos, luego a quince, diez y cuando acabamos lo hacía en cinco.

El temporizador se ponía en marcha, se le avisaba que el tiempo empezaba a contar. Nosotros no teníamos que intervenir. Si el niño nos pedía cuanto tiempo faltaba le respondíamos. Cuando faltaban 10 minutos se lo comentábamos, luego también se lo comentábamos de nuevo cuando faltaban 5. Las normas establecían que él no podría manipular el temporizador, si lo hacía quedaba penalizado y se le quitaba un privilegio que habíamos consensuado antes con el psicólogo y con él. Si teníamos sospechas de que lo manipularía lo dejamos un poco más lejos de su alcance o lo teníamos en la cocina y le íbamos informando, aunque lo suyo era que él pudiera ver el tiempo que le faltaba para llegar a 0 y que sonara el timbre.  Una vez que sonara el timbre el niño iba al colegio con lo que llevara puesto encima, si aún iba en pijama pues en pijama y si estaba a medias pues a medias. Os comento que afortunadamente esto no ocurrió, supongo que la vergüenza de verse así todo el día ante sus compañeros hacía que cuando le recordabas los 10 minutos empezara a volar. En ocasiones lo que ocurría era que se estaba acabando de poner una prenda, en este caso se le dejaba acabar de colocarla (tampoco era cuestión de ponerse en plan capullos con el peque).

Tengo que reconocer que al principio costó un poco. Tuvimos nuestros disgustos y nuestros momentos. El psicólogo nos dio una gran ayuda ya que luego hablaba cada día con Terremoto y le iba comentando también a él las cosas y entre todos lo fuimos logrando. Otra parte muy importante de las normas era que para bajar un poco el tiempo debía llevar al menos una semana cumpliendo ese horario. Cuando se bajaba el tiempo se le comunicaba. Se le decía que era porque había conseguido una de las metas, se le daba mucho refuerzo positivo remarcando lo bien que lo había hecho y lo mucho que confiabas en que siguiera así y pronto superara el siguiente. Poco a poco empezó a sentirse más responsable. Había día que no quería y teníamos algún retraso. Entonces en la reunión de la semana al final de ella, el psicólogo hablaba con nosotros y con Terremoto y establecía que ese fin de semana no se había ganado su premio. Sorprendentemente lo solía aceptar más o menos bien.

El psicólogo nos contó que según los estudios, cuando una persona realiza una rutina durante al menos 21 días seguidos, esa rutina pasa a incorporarse como algo habitual en su vida y suele adoptarla y aceptarla.

Lo cierto es que con Terremoto nos fue tan bien que incluso ahora con sus 14 años sigue con todo lo que en su momento le ensañamos y no ha habido nunca ningún problemas. Él considera que eso es algo natural que hay que hacer cada día y lo hace. Su cuarto es su responsabilidad y salvo que ese mediodía yo le tenga que lavar las sábanas, cada mañana él se viste y deja su cama hecha antes de venir a desayunar.

Ahora le estoy introduciendo otras rutinas, como es que se prepara él el desayuno por las mañanas. Algunas veces reconozco que yo le he preparado la comida, pero generalmente el hace su desayuno y su leche chocolatada, es su trabajo, luego debe recogerlo y dejarlo en el fregadero. También me gustaría trabajarle el poner la lavadora, pero por mis horarios suelo ponerla antes de que él llegue al cole y tampoco me importa mucho porque sé que es muy fácil y lo pillará pronto. Terremoto suele apuntarse a vaciar la secadora cuando oye que pita. Lleva la ropa a la sala y cuando la he doblado él se encarga de la suya y se la lleva a su cuarto y la coloca.

Como veis el ir introduciendo a los niños en las tareas domésticas no sólo es algo positivo para su futuro, sino que también en unos años nos puede suponer a nosotros una gran ayuda en la casa. Sólo el trabajo que nos quitan y el que ya no nos dan extra vale la pena.

Sé que muchos me diréis que yo contaba con la ayuda de un psicólogo, pero si vuestra situación es muy extrema seguramente podríais hablarlo con el profesor o los psicólogos del colegio de vuestros hijos por si pueden colaborar.

Hoy cuando he llegado del trabajo he cogido la cámara, he entrado en el cuarto de Terremoto, he puesto el temporizador sobre la cama y he sacado esta foto. Así es como deja su habitación cada mañana mi niño, ¿no os parece una buena forma de tener responsabilidades?

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Dar responsabilidades domésticas a tus hijos (1ª parte): Algunos motivos por los cuales es conveniente hacerlo.

12 Feb

Cuando en la lotería de la vida te toca un hijo con las cualidades que tiene Terremoto, te planteas la vida de otra forma. Normalmente, priorizamos algunas cosas en las vidas de nuestros hijos como son los estudios, el deporte, el salir con los amigos. Otras, por el contrario, no son tan trabajadas o si lo son es de forma más suave, salvo que el niño muestre una especial inclinación natural para aprenderlas o hacerlas. ¿Cuantas veces no hemos entrado en un blog y hemos visto algún comentario en el que la madre se queja de que no puede abarcar con todo y se siente frustrada, infravalorada y triste consigo misma?, ¿quién no ha dicho alguna vez que no es una supermadre que no es más que una mujer y que necesita también un espacio y un tiempo para ella? Pues bien, tengo que deciros que en algunas ocasiones los detonantes de estas quejas nos los hemos buscado nosotras mismas. Así que antes de que saltéis sobre mí como leonas heridas os voy a explicar mi planteamiento y luego si no os he convencido, podéis servirme con patatas aliñadas con vinagreta y una salsa a vuestra elección.

Que los tiempos han cambiado eso es indiscutible. Que las prioridades en la vida de una mujer también. Ahora muchas madres son a su vez trabajadoras (de las que cobran un sueldo) trabajadoras en su hogar (es decir, amas de casa, son las que trabajan de sol a sol sin cobrar un sueldo por ello), madres (es decir, de las que se encargan de los hijos desde el mismo momento en que los han parido hasta que estos decidan emanciparse y no presentarse cada día en casa con la bolsa de la ropa sucia y el tupper lavado y dispuesto a llenar), también son esposas o parejas o como lo queráis llamar, vamos que tienen a su pareja viviendo con ella y la familia. Algunas, también además tienen una vida con amigas, gimnasio, ocio personal… pero eso es otra historia.

Muchas veces, o casi siempre, y no se muy bien porque motivo, si por cultura, por educación o porque debemos ser masocas sin saberlo. La mujer suele ser la que se carga con la mayor parte de trabajos de casa. Vamos a comprar, hacemos la comida, lavamos la ropa y la dejamos en su sitio, limpiamos la casa… no os estoy descubriendo nada nuevo así que ya sabéis de que hablo. Muchas veces nos quejamos de que nuestro churri no nos ayuda en nada. Otro porcentaje se queja de que su churri sólo hace algunas cosas pero al menos ya se sienten afortunadas. Otro porcentaje se queja de que el churri hace cosas pero las hace tan mal que al final son ellas que acaban haciéndolo todo (son los fiascos del grupo anterior). Algunas pueden presumir que los trabajos los hacen a media y realmente su nariz no crece desmesuradamente cuando dicen eso. Y sólo un pequeño porcentaje, al menos por los lares donde vivo, que en los países nórdicos parece que la cosa está más normalizada y modernizadas puede que sea otra cosa. Pues ese pequeño porcentaje puede decir que su churri suele hacer más cosas que ella y que viven como diosas del Olimpo… son «las afortunadas».

Aparte del churri. También os debe sonar eso de que los hijos a medida que crecen nos dan más trabajo. Sí queridas, siento deciros que lo peor no son los cólicos y los pañales, lo peor vendrá dentro de unos años. Cuando para entrar en el cuarto de vuestros hijos tengáis que empujar los montones de ropa por el suelo. También cuando vuestros hijos tengan casi treinta años y sigan viviendo en casa con vosotros y se vayan por la mañana a trabajar y dejen la cocina sin recoger con los platos y vasos por allí y la leche fuera de la nevera y por supuesto, la cama tal y como han salido de ella para que la hagáis vosotros. Los hijos pasan por casa como si fuera un hotel de “X” estrellas (esas dependen de la pericia y el aguante de sus progenitores) y sus únicas responsabilidades como he dicho al principio es estudiar, hacer deporte (no sea que nos salga canijo el niño y luego no se ligue a su churri y lo tengamos en casa hasta que el benjamín cumpla los cincuenta años) y evidentemente, su vida social (más de lo anterior y además, el niño tiene muy en cuenta este punto y nos lo recordará constantemente, que él quiere tener vida social aunque la de sus progenitores se reduzca a la de meros sirvientes-taxistas-secretarios-mayordomos… en fin. Padres modernos).

El que nuestro churri sea así y cueste cambiarlo… uffff…. que queréis que os diga… ya lo conocimos así, así que sabíamos con lo que nos quedábamos. Se que en su momento el lote estaba más musculado y tenía tableta de chocolate por barriga y ahora tiene algo más de grasa en sus músculos y la tableta de chocolate se ha convertido en un chocolate fondant que resbala y cuelga por debajo de su ombligo (o de su pecho en  otros caso) Queridas y queridos míos, el paso del tiempo es inexorable y nos pasa factura a todos, a ellos y a ellas. Sí, a nosotras también, porque antes éramos una jóvenes y lozanas mozas y ahora aquello que antes eran unos jugosos limoncitos, luego un terso meloncito y finalmente unos pimientos tostados. Seamos sensatos, aquí va un consejo extra. Cuando elijáis a vuestro churri no os quedéis sólo con el chocolate, mirad sobre todo su forma de ser, su simpatía, la forma en que hace las cosas, vuestras afinidades y que realmente vuestro amor sea sincero. El chocolate se funde pero todo esto perdura y suele mejorar y es lo que tendréis de premio con el paso del tiempo.

Pero perdonadme, me acabo de salir del tema. Como os decía el churri es el churri y va a portarse tal y como lo habéis conocido antes de juntaros. Se le puede mejorar un poco en el arte de que vaya adquiriendo habilidades domésticas, pero no esperéis milagros. Vuestro único consuelo será que vosotras habéis intentado hacer lo posible pero que tus suegros ya lo malograron en su juventud haciéndoselo ellos todo y claro. La culpa es de la familia política, faltaría plus.

Ahora viene mi pregunta. ¿Alguien se ha planteado que alguna vez ella será esa suegra que ha malcriado a ese futuro churri y que por su culpa va a no facilitar la vida de su futura nuera y por consiguiente la futura convivencia familiar de su hijo?

Permitidme que ahora abandone mi tono irónico y os hable más en serio. Cuando te viene un hijo como Terremoto hay muchas cosas que dejan de ser tan prioritarias como lo son para otras familias. Una de las principales preocupaciones que te cae encima como una losa y te quita el sueño es saber que será de su futuro y si lo tendrá. Es saber si sabrá valerse por si mismo. Saber si el día en que ninguno de sus progenitores estén en este mundo el hijo sabrá valerse por si mismo o será carne de matadero. Lo siento, pero es así de crudo.

Si alguien se queja de que su hijo le da mucho trabajo os puedo asegurar que en mi caso y en el de muchos otros padres nuestro trabajo es infinitamente mayor que el vuestro. El tiempo que una tiene para ella misma baila en una peligrosísima cuerda floja diaria debajo de la cual hay una gran cama de faquir dispuesta a deshinchar nuestro momento. Todo dependerá de infinidad de factores que muchas veces se nos escapan de las manos y no podemos controlar.

Siempre he creído que si amamos en algo a vuestros hijos tenemos que darles medios. Enseñad a darles independencia, no sólo por su futura churri, sino también para que pueda ir por la vida sin depender de nadie. Que pueda ir a estudiar a otra ciudad y no sobreviva de una lata de sardinas y una bolsa de pan de sándwich. Que cuando se independice no siga dependiendo de vosotros y que su piso no sea una leonera de tales proporciones que cuando alguien entre no pase del recibidor y salga despavorido. En fin, para que aprenda a tener una buena calidad de vida y vivirla mejor.

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Premios pendientes y puesta al día

10 Feb

Hola a todos. Como he comentado alguna vez no soy muy dada a eso de tener que pasar premios o nominar a nadie. Primero porque no conozco tantos blogs y me pasaría la vida enviándolos a los mismos. Bueno, sí, conozco otros que voy mirando en ocasiones cuando veo que el tema me llama la atención pero muy seguidora así de las constantes no soy, más bien soy una visitadora algo constante. Segundo porque no siempre sabes si esa persona estará dispuesta a contar cosas más personales o a pasarlo. Tercero, porque después de lo que normalmente voy largando por el blog me maravilla que además se quiera saber más y mi talla de ropa no la pienso dar, of course. Normalmente cuando en mi correo recibo algo así del tipo correo chulo con historia y fotos preciosas pero que al final te sentencian que si no lo envías a tantas personas te caerán encima todas las plagas de Egipto… pues no sé qué queráis que os diga, porque de momento todas, todas no me han caído, sólo alguna y puntualmente. Tampoco me ha tocado la lotería, y por una vez que este año no he comprado al carnicero el número de siempre de la del niño no me ha tocado un premio de 125 euros, que no es mucho, pero seguro que hace ilusión.

Bueno, pues hace algunos meses ya ciertas personitas que suelen visitar este blog me dejaron en los suyos unos premios. Les di las gracias y les comenté lo que me parece el tener que reenviarlos. Hace poco una de ellas me volvió a nominar para el premio de blog cariñoso. Esto Mamimelli me gustó. Mi pareja me comentó que hay personas que recogen los premios y hacen la penitencia, pero no los reparten, los dejan para aquellos que los deseen recoger. Esta opción también me gustó, así que he decidido buscar en el baúl de los recuerdos tururú y recuperar aquellos premios que en su momento se me otorgó. Realizaré la penitencia de cada uno de ellos, pero si me lo permitís, los dejaré aquí para que quien lo desee pueda recogerlos.  Quien sabe, puede que alguien le haga ilusión alguno en particular, o que se hagan colecciones de premios, como los cromos de cuando yo era niña, quien sabe. Así que si alguien se siente identificada con alguno de ellos los tiene disponibles. Quien soy yo para que los premios queden parados y para poner trabas a la felicidad de los demás.

¡Querida blogoesfera si os puede traer una sonrisa te nomino a ti!  Sólo tienes que citar de donde viene, es decir, a moi y luego contar siete cosas de tu vida como haré yo. Y luego disfrutarlo y lucirlo en el hojal.

PRIMER PREMIO:

Paso al primero que se me concedió, fue   un 29 de setiembre de 2012, me lo dio Mamimelli de Mis OvoMellizos, http://repolleteyprincesita.blogspot.com.es/2012/09/multipremio-lo-grande-ii.html, tengo que contar 7 cosas sobre mí y nominar a 7 blogs.

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Y aquí van mis primeras siete confesiones:

1.- Nací a finales de enero. Los almendros en esta isla están al principio de su floración. Mi padre le llevó a mi madre un ramo de flores de almendro cuando nací. Desde entonces era tradición en casa llevarle a mi madre un ramo de flores de almendro por mi cumpleaños.  En ocasiones los almendros florecieron con retraso y el ramo se reducía a unas ramitas y lo que costaba encontrarlas.

2.-Siempre he deseado tener algún hermano. Cuando me enteré que habían perdido uno mayor que yo fue un golpe muy duro. Cuando me divorcie creía que Terremoto sería hijo único como yo, pero los milagros en ocasiones existen y Tsunami fue uno de ellos.

3.- De pequeña mis mejores amigos fueron mis gatitos. Adoro los gatos. Creo que entre todos una vez los conté y tuve unos treinta, pero ninguno dormía en casa, todos estaban en el jardín de casa. No los treinta de golpe. En grupitos de cinco o seis y algunos de ellos eran los gatos de todas las casas del barrio, míos, míos hubo unos cuantos menos.

4.- Cuando era pequeña me hubiera gustado ser una sirena de ojos verdes y muchas veces dibujaba sirenas y me inventaba cuentos con ellas como protagonistas. El haber tenido alguna vez un disfraz de sirena hubiera sido la ostia. Como no lo tuve durante muchos años en el dormitorio de la casa de verano tuve un enorme poster de un tritón y una sirena. No sé dónde está ahora y no me importaría encontrarlo, era muy chulo.

5.- De los ocho a los diez años en ocasiones íbamos a un rancho a montar a caballo. Me encantaba llevarlo a galope y sentir el aire en la cara, era una sensación magnífica. Lo dejé cuando un día uno se desbocó conmigo encima y pasé un susto de narices.

6.- A los dos años y medio me pusieron gafas, unas de esas rectangulares de concha negra, que es las que había entonces. En el colegio era la única niña con gafas y durante mucho tiempo eso fue un infierno ya que había una chica que disfrutaba cogiéndomelas y lanzándolas a los demás. Creo que pese a las quejas de mi madre, esta chica me llegó a romper unas cuantas.

7.- Nunca he ido de acampada y me hubiera encantado, pero mi madre tenía miedo de que pasara algo, así que nunca he dormido en una tienda de campaña. Así como tengo ahora la espalda dudo que lo haga algún día.

SEGUNDO PREMIO:

El siguiente premio me lo dio la dulce Netzi, del blog mividadesdehoy,  fue un 11 de octubre de 2012 http://mividadesdehoy.blogspot.com.es/2012/10/y-siguen-mas-premios.html también tenía que contar 7 cosas sobre mí y nominar a 15 blogs. ¡Cielos! ¡15! yo en esa época y en esta tampoco conozco tanto blog, ufff.

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Así que con algo de retraso, Netzi, aquí van siete cositas más:

1.- Uno de mis abuelos era pastelero. Hacía unos pasteles y unas galletas que en su época eran famosas en la ciudad. Me contaba que vinieron muchos a pedirle recetas pero nunca dio ninguna. Tampoco me las quiso dar a mí, así que se las llevó todas a la tumba. No sé si será algo genético o no, pero tengo muy buena mano para los postres, aunque no me convienen mucho por el peso.

2.- De joven practiqué diversos deportes, entre ellos el karate, lo estuve practicando cuatro años y era muy buena. Tuve que dejarlo por incompatibilidad de horarios el último curso de la carrera. Luego no lo volví a practicar, tenía que labrarme un currículum y buscar un trabajo.

3.- Soy funcionaria y para llegar al sitio en que estoy he pasado por siete oposiciones, algunas las suspendí y bastantes las aprobé. Me he pasado muchos años estudiando, preparándome y haciendo cursos a la salida del trabajo. La última vez que los conté, y ya hace años, tenía 2.800 horas de formación en cursos. Para que ahora vengan y me digan que me han regalado mi puesto, ufff..

4.- Soy una adoradora de la naturaleza. Me encanta sentir el sol sobre mí, el viento en mi rostro y el agua del mar en mi piel.  También me gusta alguna vez pasear sin paraguas cuando llueve, que conste que digo llueve no diluvie ¿vale?

5.- En su momento no tenía muy claro si estudiar medicina o historia. Al final me decanté por la historia. Me hubiera gustado también especializarme en arqueología, pero en ese momento en España no había mucha especialidad de eso y donde había buenas facultades era en Alemania y yo no sé nada de alemán, así que mi prometedora carrera de arqueóloga duró muy poco.

6.- Mis experiencias con la nieve han sido muy poquitas y limitadas, no me molestaría alguna vez ir unos días a la nieve, aunque dudo mucho que esquiara. El año pasado hubo dos días que nevó en Mallorca, concretamente en Palma y fue en fin de semana. Nos lo pasamos fenomenal con mis niños haciendo muñecos de nieve y guerra de bolas. Creo que difícilmente olvidaré nunca esos dos días.

7.- Me gusta el té, soy la oveja negra de la familia. En casa a todos les gustaba el café, yo soy el bicho raro de las infusiones. Las que no aguanto son las de manzanilla, tila y poleo. El té rojo me encanta y los orientales también, aunque soy poco convencional y los tomo con leche o con algo de leche.  Pese a todo también tomo café.

TERCER PREMIO:

Finalmente, el premio y blog que han provocado que me sintiera tentada por el lado oscuro de la blogoesfera ha sido de nuevo Mamimelli, la primera que me nominó, jeje. Este no hace tanto, ha sido el día 2 de este mes,

http://repolleteyprincesita.blogspot.com.es/2013/02/sabadete-sabadete-hoy-recojo-dos.html

Nuevamente toca contar 7 cosas y nominar 7 blogs. Y dale con el siete, os diré sin que cuente como historieta personal, que el siete es mi número favorito, pero con tanta pregunta y nominación creo que lo vamos a erosionar.

lovelyblog[1]

Aquí van finalmente las últimas siete cosas que hoy os contaré de mí. Espero que os guste tanta confesión.

1.- Nunca fui muy niñera, tenía muy poca experiencia con niños cuando fui madre.  Con el segundo llevaba un master bajo el brazo.

2.- Cuando nací tenía los ojos azules, luego los cambié a verdes y después a mi color actual. Cuando estoy en contacto con la sal, es decir, cuando voy al mar o lloro se tornan de nuevo verdes.

3.- Siempre he sido muy friolera, ahora lo soy menos. Cuando entre en la menopausia y tenga sofocos será una novedad en mi vida.

4.- Me gustan las flores amarillas y las blancas. Cuando me casé mi ramo y los adornos de la iglesia eran de flores amarillas y blancas.

5.- Siempre he sentido debilidad por las capas, es una pena que no se lleven. También me gustan los sombreros rusos y las corbatas… bien pensado tendría una pinta algo rara saliendo con todo esto a la calle

6.- Los idiomas se me han dado mal, pero me hubiera gustado saber muchos para viajar con toda comodidad por muchos países. Aunque está visto que yo no fui creada para los idiomas.

7.- Desde bien pequeña me ha gustado mucho cantar y bailar. No tengo mala voz pero nunca he ido a clases. Durante unos años fui a clases de baile de salón.  A Terremoto no le gusta nada ni cantar ni bailar, pero Tsunami se me parece en ello. En algo tenían que salir a la madre, jeje.

Y colorín colorado, con estas historietas este post se ha acabado. Hasta pronto amig@s.

Historia de una pecera, o cuando la acuariofilia entra a saco en tu casa

8 Feb

En alguna entrada he comentado que tengo un acuario en casa y alguna vez alguien me pidió como fue que lo monté y pedía foto. En ese momento tenía la pobre pecera presa de una invasión de caracolillo y dije que lo haría más adelante, luego se me pasó. Hoy me he acordado de ello, así que calentad palomitas, tomad asiento que aquí va una batallita familiar muy marinera.

A mí siempre me ha gustado el mar. De pequeña solía bucear con careta y me pasaba horas y horas mirando los peces. Mi experiencia con los acuarios, no obstante, se limitaba a haber visto alguna vez un acuario en casa de alguien, o bien los que pudiera haber en el delfinarium o el acuario de cuando yo era pequeña. Bueno, también incluyo los que en ocasiones hay en algún restaurante… los decorativos, no los que te ponen la langosta para que te la cocinen, claro está. Pues bien, como veis yo en eso de los acuarios no tenía ni repajolera idea, pero que ni un poquito de repajolera. Eran unos objetos, en ese momento y desde mi punto de vista, más bien decorativos. En ocasiones había pensado en tener uno en casa. Por suerte alguna vez había elucubrado pensando donde pondría uno si un día me diera la ventolera de ello, pero de aquí no pasaba y tampoco había leído nada de cómo cuidarlos ni nada. Una amiga mía tenía uno enoooooorrrrmmmmeeeee en su casa. Vamos, baste decir que su acuario era más grande que mi bañera actual que es grande. Era una pecera de peces de agua salada y era una preciosidad sentarse al sofá y ver ese espectáculo en la habitación. Los peces que tenía eran puramente mediterráneos, ya que los habían pescado ellos mismos y mi amiga siempre decía que lo más… ejem… pesado del acuario era cuando llevaban garrafas y garrafas de agua de mar, sobre todo cuando lo llenaron la primera vez. No se porque, eso de las garrafas y garrafas me tendía que haber dado que pensar.

Corría allá por abril de 2004. Terremoto tenía apenas cinco añitos cumplidos hacía poco, como sus cinco deditos o los cinco lobitos. Hacía un año largo que yo ya me había separado. Ya conocía al papá de Tsunami, pero él aún vivía en Cataluña y nos veíamos cuando podíamos. Si pensáis que con todo esto os he puesto en situación para contaros mi historia estáis equivocados. Me he dejado un dato. El más importante. El más bestia. Y el más demoledor de todos. El 28 de noviembre de 2003 habían estrenado en las carteleras de cine españolas una peli de dibujos que narraba la experiencia de un pequeño pez payaso y su padre estresado. Sí queridos lectores, tan sólo unos meses antes de los hechos que os voy a narrar, Disney-Pixar había estrenado en este país la peli de Buscando a Nemo y toda madre y todo padre sabe que no somos nadie para luchar contra Nemo. Aún hoy en día los peces payaso se siguen llamando Nemo y evidentemente,  su padre Melvin, como buen padre que es, perdió su identidad y para todos los niños es el padre de Nemo. Esta visto que en el mundo del mar hay ciertas cosas que siguen las mismas reglas que en el mundo real.

¿Qué ocurrió en abril de 2004 para que nuestra vida doméstica cambiara? Pues que fuimos a una comunión. Pero no una comunión cualquiera de compromiso, no. A la comunión de un familiar, que esos sí que podían ir cualquier día a tú casa y verla por dentro.  Segundo, era la primera Comunión, bautizo o boda a la que estábamos invitados e iríamos con el peque. Además, era una de esas Comuniones que casi parecen una boda, entre tropecientos mil familiares por ambos lados y tropecientos mil amigos y compromisos de los padres y que habían invitado a todos los niños de la clase aquello casi parecía una pasarela de moda para todas las edades y con falta de dirección.  Terremoto estaba en una etapa muy inquieta. Era un sábado por la mañana. Recuerdo que llevaba ese día unos pantaloncitos de pinzas deportivos y una camisa azul oscuro con un gran dibujo de Mickey Mouse estampado. Aguantamos la iglesia, y aguantamos la comida. Ese día yo iba acompañada de mis padres. Al final de la comida había una pequeña fiesta infantil, pero mi pequeño estaba ya hasta el moño de todos esos convencionalismos sociales. Pensad que para un niño con problemas del espectro autista la socialización y la comunicación son dos de sus puntos flojos y un día con tan pocas rutinas no ayudaba mucho. Como siempre hemos pensado que el niño era lo primero y el que dirán me importa un bledo, pues fuimos a los papás del nene de la comunión y le anunciamos que seríamos, muy a nuestro pesar, los primeros invitados en irnos. Terremoto estaba ya bastante nervioso y no era cuestión de montar un numerito en un día tan especial para ellos. La mamá toda contenta (cuando una es de la familia y sabe como es tu hijo no se ofende porque te vayas justo antes de los payasos y demás) nos dijo que primero tenía un regalo sorpresa para Terremoto. Uso dos palabras mágicas de esas que hacen que un niño con ganas de salir corriendo ponga el freno de mano y ralentice motores. Un regalo sorpresa, guauuu. Yo creía que iría detrás de la mesa o algo por el estilo y sacaría cualquier cosita para los peques tipo recuerdo de la comunión de fulanito o bolsa de chuchas de la comunión de menganito… pero no. Para mi sorpresa y la de todos nos fuimos por unas escaleras que daban hacia la zona de los baños y del almacén del restaurante. Pensé al principio que el baño del restaurante era un lugar muy peculiar para guardar los recuerdos, sobre todo porque en la habitación de arriba había bastante espacio. Cuando pasamos delante de las puertas del baño y seguimos caminando por un pasillo aquello me sorprendió más. Llegamos ante una de las puertas que ponía almacén y entramos dentro. Allí nos tenéis todos: la mamá, Terremoto, yo y mis padres cubriéndonos la retaguardia. La mamá se dirigió hacia un gran montón de cajas que formaban algo así como una pared de cajas sobre unos pales y que curiosamente estaban bastante mojadas y de hecho habían mojado el suelo. Subimos sobre los pales la mamá, mi peque y yo. Ella se agachó y abrió una caja. Yo me agaché y me puse a la altura de Terremoto y…

… y de repente ¡cha-chan! Sacó de las cajas algo parecido a una fiambrera transparente con tapa amarilla, agujeritos y asa. Dentro de esta fiambrera portátil había flotando impunemente una pequeña carpita dorada, de esas tipo sardinita que digo yo. Cuando Terremoto vio la carpa-sardinera lanzó un grito efusivo, entusiasta y ensordecedor de ¡¡¡¡NEMOOOOOO!!!! Y yo me quedé sorda. Ojiplática. Y me caí literalmente al suelo de culo.

Creo que no lo había dicho, pero la comida de la comunión la hicieron en un pueblo que debe estar a unos cuarenta kilómetros de la capital. Ya nos tenéis, yo conduciendo de vuelta y procurando no pegármela con todo el jaleo que se había montado dentro del coche. Al lado mi madre, que es la peor copiloto que una pueda desear porque siempre se metía en como conducían los demás y es de esas que pitaría a todo quisque. Su misión era custodiar un paquetito con unas cuantas bolitas de comida para peces, para que este llegara vivo al lunes. Su intención era que el pececillo no llegara al lunes, ya que no paraba de repetir que ella en mi lugar al llegar a casa lo tiraría por el water y tiraría de la cadena. Mi padre detrás con Terremoto intentando que el pez llegara con algo de agua a casa. Terremoto todo contento en su asiento girando la pecera en todas direcciones para ver a su Nemo y que nadie intentara quitarle la pecerita, sobre todo después de los comentarios de la abuela,  que la extinción de los dinosaurios sería una frugal anécdota en la historia de la humanidad comparado con lo que se nos podía venir dentro del coche. No recomiendo a nadie ir en coche con un niño hiperactivo, un pez encarcelado, un abuelo mediador y una abuela histérica-psico-homicida. Sinceramente, el problema no fue llegar a casa sanos y salvos y con algo de agua en la fiambrera. El problema fue que hacía yo luego con el inquilino de la fiambrera.

Sábado por la tarde: Por suerte mi padre me acompañó hasta casa. Mientras Terremoto seguí inspeccionando su Nemo, pero esta vez en una superficie menos movida que  un coche, yo estaba buscando desesperada por la cocina algo donde poner el pobre pez y que fuera visible. Recordaba que en algún rincón de los muebles de abajo había una jarra de sangría que me habían regalado hacía años y como yo no tomo sangría pues allí estaba la pobre ocupando sitio. La mamá de la comunión ya me había advertido que nada de agua del grifo que tiene cloro, que tenía que ser agua destilada y la única destilada que había por casa era la de la plancha, que era poca, y encima en su versión con perfume a rosas y eso me daba que no era la adecuada. Salí despavorida pitando para el super toda enjoyada de la comunión con zapatos de tacón y camisa floreada con cuello de volantes, para agenciarme una botella de agua que fuera baja en minerales ya que la de casa no cumplía ese requisito y no era cuestión de matar al pez esa misma noche (y yo que narices sabía entonces que la de casa iba que chuta). Llené la jarra con el agua mineral baja en minerales y pez para dentro. Conseguí que esa noche el dorado Nemo durmiera en la repisa de la cocina y bien hacia la pared donde Terremoto no llegaba al asa de la jarra, y no sobre la mesita de noche del peque como era su deseo. No recuerdo bien que cuento chino me inventé para convencerle, pero al final accedió y se fue a dormir no sin antes haber mareado un poco al inquilino de la sangría y haberle dado las buenas noches. El pez también consiguió sobrevivir al domingo. Yo también.

Domingo durante todo el día: Terremoto no soltaba el asa de la jarra mientras estuvimos en casa. El pez fue presentado formalmente a todas las estancias, muebles, electrodomésticos y juguetes de nuestra morada, y eso que era pequeña. Había quedado con mi padre para que el domingo por la tarde estuviera paseando al pez en su jarra con Terremoto mientras yo intentaría despejar ese sitio con el que en ocasiones elucubraba sobre poner en él una pecera un año de estos. Eso implicó una maratón de quitar mini aparatito de música. Trasladarlo a mi dormitorio. Quitar de mi dormitorio los libros y llevarlos al trastero. Por suerte disponía de un espacio en el trastero.

Lunes por la tarde: Cuando salí del curro, mi padre volvió a venirse un ratito a casa. Me presenté en la tienda de acuariofilia que hay cerca de casa, porque sí, TUVE LA SUERTE DE TENER UNA TIENDA CERCA, ¡Aleluya! y le expliqué la odisea al dueño. Él me contó que para montar un acuario primero se tiene que tener una semana para graduar el ph y la acidez del agua, que se creen microorganismos y no se que más y luego se pueden poner los peces. Yo le comenté que el ph y la acidez nos lo saltábamos, los microorganismos ya vendrían con el tiempo y la semana quedaba comprimida en el tiempo en que tardaba en lavar y poner la gravilla, unas plantitas de plástico para que aquello no estuviera tan soso y volviera a por las garrafas de agua de acuario.  Esa tarde, para asombro propio y para el dueño de la tienda de los peces, mi casa anocheció con una pecera de 20 litros, con filtro y luz incluida. Yo había asumido brevemente y de esa forma, todos los conocimientos sobre filtros, carbón, peces, limpieza y alimentación de una sola tacada así a lo bestia. El pobre acuario se había saltado todos los tiempo, ph y demás gilipolleces que se precisaran para su utilización. Total, sólo era cuestión de agua, adornos y peces ¿no?. Pero, pero, pero, siempre tiene que haber un pero, Terremoto se había hecho una visita a la tienda de los peces… bueno, a mi padre se le había ocurrido la brillante idea de sacarlo a pasear hasta la tienda para ver lo que hacía mamá cuando yo estaba en ella haciendo unos viajes con el carrito de la compra, la gravilla y las garrafas y… pues eso que el acuario de casa tenía más plantas de las compradas inicialmente, un cofre del tesoro, Nemo (que era el único que ya estaba en casa) y los seis primos de Nemo que se tuvieron que venir por narices con nosotros porque el pobre estaba muy solo. Nos libramos que el de la tienda no tuviera nada parecido al Monte Escupitajulus (véase volcán) que tienen los peces del dentista en la peli, ese tal P. Sherman calle Wallaby 42, Sidney.

Tengo que reconocer que quedándote mirando una pecera con la luz encendida por la noche es algo muy relajante, más que mirar la tele. Sobre todo cuando una está agotada pero orgullosa de ser la mejor madre del mundo mundial para su Terremoto.

También tengo que reconocer que yo he sido muy novata y tuve que poner a tratamiento médico un pez que tenía estrés. Le tuve que pedir a mi padre que le diera ese fin de semana las medicinas ya que yo había ido a ver a mi chico a Barcelona. Recuerdo que una de las primera cosas que le dije fue «como es posible que unos peces que se pasan el día tranquilos y viendo la tele puedan estar estresados y tenga que medicarlos y yo que no paro en todo el día sólo me tomo un paracetamol y da gracias. Si no es posible. ¿De que se estresan, de vernos histéricos en casa? Más tarde supe que en un acuario tan pequeño no se tenían que tener tantos peces, ya que se estresan al no tener espacio vital. Les entiendo. También tuvimos un pez que tenía embolias, es que me han tocado unos peces más raros. Cuando tenía la embolia perdía el control de la vejiga natatoria y te lo encontrabas nadando panza arriba o intentando desesperadamente ir al fondo mientras flotaba. Eso, tengo que reconocerlo, no era nada relajante. Me dijeron que no sufría y no había medicación para ello. En sus últimos años, porque este duró mucho más que otros, tuvo muchas embolias seguidas, hasta que una de las veces que flotaba panza arriba nos percatamos que no era por la embolia. He tenido peces acosadores, porque hay algunos que se creen muy chulos y van de matones metiéndose con los pequeñajos. De hecho y ahora que Terremoto no nos oye os diré que el primer Nemo, el de la comunión, fue uno de ellos y era tan y tan pesado que el señor de la tienda de los peces me lo cambió por otro parecido más tranquilo. Me dijo que cuando un pez hacía esto era porque los demás eran unos pezqueñines pringadillos e iba a por ellos que si se le ponía con peces más grandotes no lo hacían, y como a mí ya no me cabían más peces en el chiquitajo acuario pues me lo cambió. También me enteré un día que hay que limpiar el filtro… supongo que esa tarde debió decírmelo, yo lo viví un día que llegué a casa y el acuario estaba con todos los cristales verdes y los peces casi muertos. También descubría que no se les tiene que alimentar demasiado porque hacen desechos y ellos cagan mucho y que los acuarios se tienen que aspirar, renovar el agua y limpiar los cristales, algo así como estirar de la cadena del water una vez al mes. Mi último problema fue hace poco al ponerle plantas naturales que en las raíces de alguna debió haber algún huevo de caracolillo, porque yo no lo compré. Una tarde vi uno y me hizo gracia, al cabo de unos días eran tres. A la semana siguiente eran cientos y no exagero. Nos tuvimos que pasar unas cuantas semanas quitando por la noche todos los que veníamos, vigilando los filtros porque se ponían en ellos y los tapaban y dándoles un producto para eliminarlos.

Como veis los acuarios son muy monos pero tienen su miga, y eso que aún no he tenido ningún pez que me hiciera abuela. Por cierto, si alguien me pregunta por los papis de la comunión, os diré que una vez me los encontré y me pidieron como estaba el acuario, ya que otro familiar les había dicho que tenía uno muy chulo en casa. Recuerdo que les comenté que un pez era un animal y que no podían ir por la vida regalando animales a los niños sin el permiso de sus padres. Se echaron a reír y me comentaron «seguro que todos los niños se acuerdan de la comunión de X y todos los padres de ese día». Ante este comentario me puse muy seria, me lo pensé un momento y añadí. «Bueno, ya que tenéis esa opinión. Vete haciendo a la idea que X tiene un hermanito pequeño y aún no ha hecho la comunión. Estoy pensando que ya se que le regalaré. Preparaos porque acabo de decidir que será una San Bernardo preñada. Seguro que así X e Y siempre se acordarán de Terremoto y vosotros os acordareis de mí siempre»

 

PD1: Supongo que Y hace años que ha hecho la comunión. Por alguna extraña razón que no atisbo a dilucidar ni mis padres ni Terremoto ni yo hemos sido invitados a tal acontecimiento familiar. En algún sitio de este planeta hay una San Bernardo preñada que espera la comunión retrasada de un niño para tener un nuevo hogar.

PD2: Los peces son mascotas no juguetes. Su uso y regalo tiene que ser meditado, consentido y anticipado.

PD3: Este es nuestro tercer acuario, pero tengo que reconocer que esto engancha y poco a poco les vas buscando una casita más grande y confortable. Os dejo con nuestros peces, glu-glu.

pecera

Cocina mallorquina: greixonera de brossat, es decir, cazuela de requesón

4 Feb

El sábado fui al mercado y ya hay requesón del bueno. Acababa de comprar también huevos de granja y limones cogidos del árbol la tarde anterior. Así que pensé que lo mejor era hacer una greixonera de brossat.  El nombre de este postre es debido al recipiente con el cual antiguamente se elaboraba. La greixonera o cazuela que se usaba para este postre era evidentemente de barro, de forma ovalada, alta, y estaba tapada por una tapa, nunca mejor dicho. Hoy en día no hay muchas de estas, al menos que se sigan usando. Tengo la suerte y el orgullo de poseer desde hace poco una de estas piezas de la cocina tradicional mallorquina. Perteneció a mi abuela y no tengo muy claro si ya la tenía o la adquirió cuando se casó con mi abuelo. Esta pieza aunque no lo parezca, emigró a Francia y luego volvió a Mallorca cuando volvieron a “emigrar” a su isla tras el estallido de la Segunda Guerra Mundial, ya os conté la historia en el post de las sopas mallorquinas o solleriques. Es curioso que cuando hablo de recitas de esas ancestrales siempre acabo contándoos un historieta familiar. Pues bien, hace relativamente poco mi padre me dijo que me la daba. No os podéis imaginar lo que me gustó tenerla, fue como si me dieran un pequeño tesoro. Sé que su valor material no es mucho, pero el valor sentimental que tengo por estos pequeños tesoros familiares es grande. Siento que muchos se perdieron o los rompieron mis primos o los regalaron. Teníamos también una bandeja de principios del XX con un dibujo modernista de la Coca-Cola y mi madre lo regaló porque consideraba que todo eso eran cosas viejas. Siempre he sentido ese regalo, sobre todo porque nunca me pidieron antes a mí si lo quería y era una de esas pocas cosas que siempre me había gustado mirar cuando entraba en la cocina de mi abuela. Lo peor de todo es que lo regaló a una persona que casi no conocían, tan sólo para quitarse un trasto viejo de encima. Ese señor era decorador y os puedo asegurar que le brillaron los ojos cuando lo vio y no hizo ninguna mención de no quererla, al contrario. Yo me quedé bastante triste y aún me entristece esta pérdida, no lo niego.  Pero todo esto son otras historias y ahora al final de la receta os enseñaré una pieza que se ha salvado de ser considerada un trasto viejo.

Hoy os daré una receta muy sabrosa, nada difícil de hacer, muy rica en calcio y que a mi Tsunami le chifla y va escarbando con su dedito haciendo túneles y cuevas en las paredes de la coca. Si miráis la foto que hice, antes de que mi pequeño excavador horadase la coca veréis que al lado está esa greixonera centenaria que le da nombre al postre. He levantado un poco la tapa para que lo apreciéis mejor. Espero que esta cazuela os guste tanto como a mí, y que la receta tanto como a nuestro Tsunami, así que ya podéis ir preparando papel y lápiz que esto será breve.

Ingredientes:

500 gr. de requesón

250 gr. de azúcar

6 huevos

La ralladura de un limón

Un poco de canela en polvo

Preparación:

Se baten los huevos, con la varilla de la batidora es más rápido, pero a mano también sale de hecho es como se hacía antes. Se le añade el azúcar y se sigue batiendo, luego la canela y la ralladura del limón. Luego vas añadiendo poco a poco el requesón e ir mezclando hasta que queda todo bien integrado.  Cuando pongáis el requesón cuidado si seguís con la batidora que no tiene que salirse todo, mejor con un tenedor y luego si queréis batir podéis seguir con la de varillas.

Cuando todo esté bien mezclado se pone en un recipiente para horno, bien de pirex, bien tipo para bizcochos. Yo usé eso que los laterales se desmontan.  No suele pegarse, así que no es necesario untar el molde con mantequilla. Yo lo tengo al horno aproximadamente una media hora a 220º, pero eso dependen de cada horno, así que lo mejor es usar el truco de pincharlo y cuando no se pegue es que está en su punto.

Algunas veces adquiere un color más tostado que otras, así que no os puedo decir exactamente que os guieis por el color, normalmente es un color beige -amarillo, pero como podéis ver en la foto algunas veces es más bien marroncito. Sea cual sea el color que os quede espero que os guste y aproveche. Si alguien lo hace ya me comentareis, que o bien nadie hace nada o siempre se os olvida decirlo… estoy empezando a pensar que nadie a probado de hacer nada de lo que os comento,  jo que fracaso. Aunque como veis yo insisto, soy un poco cabezota. Venga, que os he puesto una muy muy fácil y riquísima. Hasta pronto y bon profit.

brossat

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