Archivo | febrero, 2015

Este año Terremoto se ha disfrazado de ladrón y Tsunami de león

16 Feb

Esto de vivir durante los meses fríos en el hemisferio norte tiene sus ventajas y sus desventajas. La ventaja es que la Navidad es más Navidad y menos playera. La desventaja para las madres es que como la Navidad implica vacaciones de Navidad pues hay que cubrir más días sin colegio. Esa parte “negativa” para cualquier conciliación familiar de madre currante ya ha pasado, pero, pero, pero… siempre hay un pero. Antes de que vengan los siguientes festejos escolares, las madres hemos de pasar por una durísima prueba durante gran parte de la infancia o incluso puede que adolescencia de nuestros churumbeles. Estoy hablando claro está de la “temida” fiesta de Carnaval. Aquella en la que hay un lío entre doña Cuaresma y don Carnal y todo eso y que en el fondo lo único que les interesa a nuestros repollos es poder transformarse cual Superman sin necesidad de usar un callejón o una cabina de teléfonos y salir de la forma más variopinta a la fiesta del cole o bien a las fiestas que los municipios se dedican a organizar para el deleite de los niños, el horror de las madres y el orgullo de los abuelos.

Está visto que este año me está costando arrancar con las entradas del blog. Os estaba contando los proyectos de finales del año pasado y justo cuando estaba a punto de abordar el último tengo que interrumpir todo lo que tiene que ver con el blog (y con el resto de mi vida, dicho sea de paso) para coger aguja e hilo y ponerme con la operación disfraces. Si es que no nos dejan un respiro. Aaainnsss…

Bueno, como íbamos. Este año me he puesto en plan dominatrix y le he planteado a Terremoto la posibilidad de bajar un poco el listón de sus retos, que una cosa es Mortadelo con sus disfraces y otra muy distinta su pobre madre que anda algo exhausta y aún no tengo tiempo para recuperarme de un berenjenal y ya entramos en otro. Terremoto este año ha sido comprensivo… será que le hemos prometido que le compraríamos un móvil y quiere tener a mamá de buenas. Así que tras plantearnos unas cuantas posibilidades aprovechando el arsenal de vestidos y complementos que guarda en su cuarto, al final decidimos uno sencillo de montar. A Terremoto siempre, pero cuando digo siempre me refiero literalmente a siempre, le han gustado los malos de las pelis. Si una peli o una historia no tiene un malo maloso, pues no tiene gracia. Ya de pequeño una vez se disfrazó de villano, así en plan general. Otra vez también de pequeño se disfrazó de Joker, el malo maloso de Batman. Luego de malvado emperador Zurg el archienemigo de Buzz Lightyear. Otra vez de alienígena psicópata que quería invadir la tierra. De pirata malo. De doctor chiflado. De Rey Zombie. De Capitán garfio. De bandido del Oeste. De cocodrilo depredador… Bien pensado, se ha disfrazado muchas veces de malo. Pero, le faltaba uno que aún no había tocado y me refiero al malo básico, el caco, el choricillo de baja estopa, el carterista, el descuidero, el maleante, el mangante, el ratero, el saqueador…. Vamos, el ladrón de poca monta. Ese que sale en los cómics del Mortadelo y del Super López que ahora lee y que se troncha con las desventuras de unos pobres ladronzuelos chapuceros. Así que este año hemos añadido un malo más a la lista de malos que esta que os escribe ha confeccionados y Terremoto se ha disfrazado de ladrón a palo seco, así, sin más.

El disfraz es muy fácil. Terremoto tenía unas deportivas negras y unos pantalones negros de esos anchotes que llevan hoy los jóvenes. También tenía por casa una gorra de punto oscura tipo rapero. Además encontramos una linterna de esas que te pones en la cabeza y que supongo que debimos comprársela alguna vez que fuimos al Decathlon y se empeñó en tener una (digo supongo porque así suele conseguir sus innumerables linternas y porque es de esa marca, jiji) Teníamos también unos guantes de algodón negros que habíamos adquirido para algún otro disfraz, no recuerdo cual, creo que el de científico loco. Vamos, que al final lo único que necesitábamos era un polar negro, un antifaz negro y una bolsa de dinero.

Confieso que este año estaba con las pilas bajas y con poco ánimo de montar disfraces, así que en una de las dos tiendas de disfraces que hay cerca del curro encontré el antifaz y la bolsa de dinero. El antifaz tuvimos que recortarle un poco la curva de la nariz. Afortunadamente no se rompió ni quedó cortante, porque no tenía eso muy claro si la recortaba. Es uno de los inconvenientes de tener un hijo adolescente con la cabeza talla sandía generosa. La bolsa de dinero tenía el símbolo del dólar impreso y él prefería el del euro, por eso de ser la moneda que manejamos. Le solté que en los cómics siempre ponen ese símbolo en los dibujos y milagrosamente no puso ninguna objeción. El polar, evidentemente, lo adquirí en una tienda de deportes.

Este año se planteaba pues fácil. El único problema surgió dos días antes, cuando me pidió una pistola porque las que tiene son tipo revolver y esas son del Oeste, no de un caco. Además expresó que deseaba que hiciera mucho ruido. Aaaaiiinnnnsss…. fui a buscar su pistola, que evidentemente procuré que no hiciera un ruido superior al que se supone puede aguantar luego una madre en su casa y me presenté con una bolsa etiquetada con el título de “pistola de gangster”. La pistola le ha gustado, pero por su culpa acabamos de descubrir un nuevo malo que no tenía muy controlado. Los gángsters. Así que llevo dos días relatando historias de la Cosa Nostra, la Camorra y del breviario Vida y milagros de Alfonso Capone. Si supiera leer mejor y más rápido creo que le endoso los libros de Mario Puzzo que tengo por casa de mis padres y que se entere el solito, que parece que hacemos un master de matones en casa desde hace unos días.

La mañana del viernes Terremoto se ha puesto su oscuro traje de ladrón chapucero y pistola en mano ha atracado a su hermanito que aún iba en pijama y batín. Por desgracia, el cole ha suspendido a última hora la fiesta. Terremoto me he dicho cuando ha vuelto que la tarde anterior uno de los nenes de silla de ruedas había muerto y por eso no ha habido este año fiesta de Carnaval en su cole. Me ha dicho que sentía haberse quedado sin fiesta ni dulces. He intentado reflexionar con él y trabajarle la empatía. Le he preguntado que es lo que consideraba peor, no tener fiesta o haber muerto. Me respondió que evidentemente el haber muerto. Luego le he preguntado si le parecería bien que sus compañeros de clase montaran una fiesta el día después de haber muerto él. Aquí me ha dejado descolocada. Me ha dicho que realmente le sería igual porque él ya estaría muerto. Vamos, que lo ha entendido pero su lógica aplastante no es la más indicada para ayudarme a trabajar la empatía para estos casos. Así que probablemente este disfraz sea el que utilice el año que viene. Pobre pequeño y pobre familia.

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Pero el día antes que la fiesta de Terremoto, tenía otro reto a cumplir, ya que el jueves el cole de Tsunami montaba su sarao. Pero esa prueba no dependía tanto de mi persuasión ni de los deseos de Tsunami, sino más bien de los del cole. Cada año hacen una Rueta muy chula en el parque de al lado del cole y luego regresan y en el patio montan una fiesta para niños y padres que está francamente bien donde los mayores venden tartas y bebidas para el viaje de estudios del año que viene. Por la experiencia de los dos años anteriores, cada clase se disfraza de algo que tenga que ver con el nombre que ese año los niños han elegido para su aula. Cada año a principios del curso, los profesores les informan que ese año los nombres tienen que ir de una temática u otra y los niños buscan un nombre para su clase que les definirá todo el año. Cuando Tsunami tenía tres años el tema fue el arte, concretamente la pintura. Nuestro pequeño fue del cuadro que eligieron en su clase. A los cuatro la temática fue el campo, sus actividades, oficios y herramientas. La clase eligió el nombre de una herramienta del campo. Los peques fueron de agricultores y todos llevaban esa herramienta. Este año el tema es la luz. La clase eligió un nombre y cuando me lo dijo lo primero en que pensé fue en como hacer un disfraz de eso. Por lo visto yo no fui la única madre que pensó eso porque el primer mensaje de whatsapp cuando se supo el susodicho nombre de la clase fue ¿alguien sabe como vamos a idear un socorrido y exitoso disfraz de fuegos artificiales? Confieso que mi menda ya tenía varias ideas en mente, pero los profes no han querido ponérnoslo tan difícil y ha habido cambio de planes. Como he contado varias veces, el cole de Tsunami es muy especial en muchas cosas y muy innovador. Dan entre otras cosas una importancia a la educación sensorial y parte de esa educación sensorial es a través de sus clases de música. Parece ser que este año han trabajado entre otros El Carnaval de los Animales. Es una pieza que les ha gustado tanto a todos y que todos tenían su parte favorita que han decidido disfrazarse de El Carnaval de los Animales. Os cuento la historia más o menos como fue.

Todo empezó hace unas semanas cuando hablando con Tsunami le preguntamos de que se tenía que disfrazar. Tsunami fue muy directo, de “Hemion”. Al principio su padre y yo nos quedamos algo estupefactos ante tal palabro. Temíamos que el cole se hubiera vuelto además de innovador, frikie. ¿Cómo era posible que los niños se disfrazaran de Hermion de Harry Potter? ¿acaso el cole había demanciado? ¿habían sucumbido al lado oscuro de la magia? Pero no. Ni una cosa ni otra. Papá Tsunami pilló el móvil (ni se molestó en llegar al ordenador) y descubrió que el tal Hemión es un híbrido entre caballo y asno, o como le llamaba Tsunami, un burro salvaje.

– Veamos – le preguntamos – ¿os vais a vestir todos de burros?

– No mamá, cada niño elige el animal del concierto y no es un burro, es un burro salvaje.

– Hm…. ¿Qué concierto?

– Pues el de Camile Saint-Saëns

Hmmmm…. ¿perdonen? –pensé.

– Sí. Camile Saint-Saëns es el autor de El Carnaval de los Animales, lo hemos dado con la profe de música y yo voy de hemión. (Toma esa. Por si teníamos dudas con las innovaciones del cole)

Así que fui pensando en como se hacía un asno… perdón, un burro salvaje y asistí unos días después a una reunión para padres en la que se nos informaba del proyecto del carnaval de ese año. La profe nos lo explicó todo. Los niños irán de negro y en la clase estaban haciendo falditas, puños, corbatas y pajaritas con hojas de partitura. Cada padre se encargaría de confeccionar la cabeza del animal elegido por su pequeño. Nos dio ideas. Incluso nos brindaron como los otros años, la posibilidad de ir todos una tarde para intentar montarlos o ayudarnos. Así que salí de allí acordándome de los burros, los hemiones y todos los equinos que se pasean por un carnaval. Fui a recoger a Tsunami, porque mientras los padres tenemos reunión los peques juegan en otro sitio, y mi sorpresa fue cuando por las buenas había decidido un cambio de animal. No me gusta el hemión, he decidido que es más chulo ir de león. Así que tocaba asegurarse de que no cambiaría de bicho a última hora. Tras hacer el chócala y todas esas cosas que hacemos cuando queremos asegurarnos de que no van a dar sorpresas, esta madre se puso manos a la obra. A continuación, os contaré lo que hemos hecho algunas de las madres que nuestros repollos nos han solicitado el temible león para adornar sus cabecitas.

El más sencillo de todos ha sido hacer una máscara: Las he visto de fieltro y de goma eva. Esta última también iba acompañada de una cola, los patrones me han dicho que los han pillado por Internet. Con este material lo cierto es que ha quedado muy bien. La de fieltro no resultaba tan realista, pero también tenía su gracia. La madre me ha dicho que iba muy mal de tiempo y no tenía posibilidades de ir a comprar cosas, así que se las había ingeniando con lo que tenía en casa. Para haber sido así el resultado fue muy bueno. Uso tres colores diferentes para recrear hocico, melena y orejas y luego el elástico.

Lo sencillo pero más elaborados: Uno realizado también con goma eva, pero me gustó un detalle. Era un gran semicírculo, la parte interior era donde habían recreado la cara del león. La parte exterior la habían cortado en tiras largas que luego habían doblado hacía atrás y grapado o pegado con cola caliente a la base de la tira. De esta forma tan simple creaban la melena y quedaba muy, pero que muy resultona.

Los más currados: Fueron los de un pequeñajo y otro menos pequeñajo que las madres habían pillado todos los retales de lana de tonalidades marrones y cobrizas de las abuelas. Luego habían ido enganchando esas lanas en un gorro de lana hasta conseguir el volumen deseado. Una de esas mamás me confesó que se había pasado varias noches hasta las tantas haciendo eso. Las orejas habían pillado también trozos de fieltro de la abuela y las habían cosido. Para la cola una de ellas había aprovechado la lana y había trenzado una larga cola dejando el mocho final como remate de la misma.

Otra de las versiones más curradas fue sin duda para una mamá que había aplicado la técnica anterior pero esta vez con tiras enormes de papel marrón. No se que nombre tiene pero para entendernos era más o menos parecido a la textura del papel que hay en las cajas de zapatos para protegerlos (creo que es papel pinocho o papel de seda). Había conseguido hacer un pedazo melena impresionante que a bien seguro fue la más voluminosa y exuberante de todos los leones del colegio.

El más currado de todos: Ese lo había hecho íntegramente la abuela, que además de tiempo sabe un rato de patronaje y se había ido a una de las tiendas de telas más buenas de Palma. Lo sé por las bolsas que usó para llevarlo y porque la madre me había dicho que le pensaba pasar el encargo a su madre que de eso sabía un montón y ella no pensaba hacer nada. Así que tengo que felicitar a la susodicha abuela por su pericia y el magnífico resultado que consiguió. Era más o menos la primera idea que tuve pero que descarté por cara y por laboriosa. La señora había comprado tela de peluche, esa que imita el pelo largo. Con esta tela había cogido dos trozos rectangulares largos con los que envolvía la cabeza y hacían la melena sobre el pecho del niño. Iban cosidos detrás lo que ayudaba a dar realidad al crear la línea donde se dividen las direcciones del pelo que giraba hacia la parte del pecho. Arriba había cosido otro trozo para hacer diríamos la parte de encima del gorro y en la zona delantera de las costuras había hecho también unas orejitas con una tela menos velludita con un tono oscuro para el exterior y un claro para la interior. La cola era de la misma tela que las orejas y rematada con un “plumero/pompón” de la tela del cuello. Vamos, un auténtico león. Fue sin ninguna duda el niño más abrigado de todo el carnaval.

Para Tsunami como no tiene abuela que le cosa y una madre con dos niños, opté por otra idea más sencilla. Le compré un gorro de lana con visera que situé en la parte del cogote y que además era reversible, cosa que le encanto. Hice esta compra el mismo día que fui a por el polar de Terremoto y el de Tsunami. Cosí a este gorro una bufanda mía en tonos marrones. Ya sabéis que uno de mis lemas es el de la imaginación al poder. Es una de esas con el punto gordo que hace como circulitos (no sé como explicarlo, así que lo entenderéis al ver la foto). Para la cola reciclé una cola de un disfraz de tigre que le hice de pequeño y al que quité las rayas negras. Era una cola hecha de fieltro naranja con el extremo en negro y que cosí en el polar negro. Tan sólo me quedaban las orejas, pero no tengo por casa trozos de fieltro y como sinceramente no me apetecía tener que comprar un trozo de 50 cm. por metro y medio de largo que hace la pieza mínima que te venden, en color marrón claro y marrón oscuro, pues opté por otro sistema. Hice las orejas de cartulina y las pinté con ceras. Se que no queda tan bien y son menos resultonas. Se que tendría que haberles aplicado un mejunje de cola blanca y papel de periódico para darles volumen y luego pintar, pero el tiempo de secado iba en mi contra. En ocasiones las madres tenemos que sobrevivir con elegancia y estilo y sinceramente, no me apetecía quedarme otra vez hasta las tres de la mañana haciendo, cosiendo, modelando o pintando cosas. Tsunami quedó encantado con su disfraz, lo encontró muy divertido y fácil de poner. Para hacer la melena de debajo el cuello tenía pensado que una parte de la bufanda le colgara por la parte delantera justo debajo de la barbilla. Cuando estaba tomando las medidas el peque me comentó que en el cole había hecho una pajarita con las partituras y que se tenía que ver. Por ese motivo dejé expresamente la parte delantera algo más larga de lo que tenía en un principio pensado.

El día de la fiesta fui al cole para ayudar a maquillar a los nenes. Dos madres habían llegado antes y casi, casi tenían a todos los nenes maquillados. Así que le hice unos cuantos detallitos a Tsunami y a un amiguito suyo que me lo pidió y esta ha sido el resultado. Tsunami se lo pasó pipa. En la fiesta estuvo comiendo pasteles de los que vendían para el viaje de estudios. Estuvo saltando, bailando, trepando y corriendo como una fiera y el cascote de león ni se le cayo ni le molestó para nada. En pocas palabras, que pese a las orejas de cartón para el peque fue todo un éxito, que es lo que realmente importa. Este fin de semana he desmontado el casquete. Yo he recuperado mi bufanda y Tsunami tiene un nuevo gorro de lana reversible con el que está encantado. Eso sí… tengo ambas prendas en el cesto de ropa. El maquillaje fue impresionante, pero también recibió algo de color los componentes de la melena. Aunque ese es el menor de los males. Bueno, ya veremos que sorpresa nos depara el año que viene y que reto me espera o como diría Tarzán, ¡Angaua Chita! Angaua

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