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La rumbita ha entrado en nuestras vidas, y no me refiero a un baile, me refiero a una aspiradora.

7 Abr

Llevaba años dándole vueltas al asunto, y cuando digo años me refiero más o menos a siete u ocho años. Mi duda existencial comenzó el día en que me encontré una entrada en un blog que hablaba de un artilugio más o menos pequeño, redondo, de unos cuarenta centímetros de diámetro y no mucho más alto que cinco dedos. Este artilugio salía de un lugar donde “vivía, dormitaba” y se cargaba para ir a trabajar, cuando había concluido su rutina laboral volvía el solito a su “casita” para recargarse. El trabajo de semejante andrómina era el de barrer la casa, y la marca que comentaba era una llamada Roomba (pronúnciese rumba) que a mí me sonaba más a melodía caribeña que no a mini-aspirador doméstico.

Inmediatamente me puse a investigar, no es que encontrara demasiadas cosas, pero algo encontré. Descubrí que también había otras marcas que hacían cositas por el estilo. Que como en todo, había artilugios buenísimos y otros más pachangueros que te solucionaban más o menos el tema. Descubrí que los había más inteligentes y programables y otros más modestos que se quedaban donde se quedaban y al volver tenías que buscarlos por todo. Descubrí gracias al youtube que además de barrer esos aparatos servían principalmente para pasear el bebé encima, para que luego el niño saliera gateando tras ellos o para que la mascota de turno, preferentemente gato, hiciera lo mismo que el bebe que gateaba. Descarté estas aplicaciones porque en ese momento en casa ni tenía bebé, ni tenía perro, ni tenía gato y el resto de familia habíamos superado la prueba del gateo hacía años.

Dicho aparetejo me dejó turbada. Lo estuve hablando con mi pareja, pero entonces yo tenía a una chica que venía alguna vez para ayudarme con las tareas de limpieza. Así que descartamos su compra, sobre todo porque el precio no era precisamente barato.

Los años pasaron y vino la crisis, esa que ha afectado a tantas personas y nos ha jodido tanto. Esa que ha puesto en más de un aprieto a muchas familias y que ha obligado que muchas madres tuvieran que hacer auténticos encajes de bolillos para llegar a final de mes entrándoles en el mejor de los casos, un solo sueldo en casa. Pues bien, no me avergüenza decirlo, nosotros fuimos una de esas familias que se encontró con que mi pareja se pasó en varias ocasiones unas buenas temporadas en paro y la familia tuvo que ser mantenida únicamente con mi sueldo. Coincidió también que al principio de todo esto tuvimos a Tsunami. Puede que no fuera el mejor momento para tener un hijo, pero era en ese momento o tal vez ya no nos lo plantearíamos más debido a mi edad, así que nos lanzamos a ello y Tsunami vino un buen día para quedarse en nuestra casa. La casa de entonces era muy pequeña y nos vimos obligados a buscar otro piso y eso implicó tener hipoteca. Por suerte yo llevaba toda mi vida ahorrando y buena parte del precio lo tenía guardado, pero no todo. Después de eso me quedé prácticamente con mi sueldo y un pequeñísimo cojincillo por si ocurría algún imprevisto no vernos con lo puesto. Los imprevistos vinieron y no fueron sólo las temporadas de paro de mi pareja, hubo un poco de todo. En resumen, que cuando estaba decidida a dar el paso, la situación no fue de lo más favorable y mi idea se quedó aparcada en un estante con el polvo, los trapos y los aerosoles.

Cuando uno tiene en casa un hijo con alergia a los ácaros y al moho no puede bajar la guardia, pero cuando tú también tienes esas alergias y encima tienes la espalda jodida pues te cuesta mucho poder llevar la casa sola y tenerla impoluta y perfecta. Si a esto añadimos que casi todos sus moradores, menos tú y los peces, no son muy mirados a la hora de ensuciar o de recoger y limpiar luego todas las cosas, pues no ayuda demasiado a organizarte. Tardé un poco en conseguir llevar un ritmo, en ordenarlo todo y en hacerme con la rutina de la nueva casa, pero lo conseguí. La casa era más grande, llegaba más tarde del trabajo que cuando vivíamos en el anterior domicilio, y Tsunami salía más pronto del cole que Terremoto. Todo eso implicaba más trabajo y menos tiempo. Involucré un poco más a Terremoto con lo de limpiar, pero no es una tarea que le entusiasme y se hace el sueco todas las veces que puede y cuando lo hace es de una forma muy poco profesional. Tsunami estaba más dispuesto a coger un trapo, sobre todo si iba acompañado de un spray y evidentemente, coger una aspiradora. El problema es que acababa sprayando toda la casa alegremente con la consiguiente reacción en cadena de olor/estornudos de mamá y el tener que salir volando detrás de él para quitar sprayazos de diversos lugares poco recomendables. El pasar el aspirador se podía volver una locura, porque para él era más bien un juego y no un trabajo. Vamos, que Freddie Mercury tenía más arte pasando el aspirador metido en el papel de una Maruja que no mi niño haciendo de mini-Rodríguez sin verano.

Mi pareja tampoco era de gran ayuda. Cuando él llegaba a casa la gran mayoría de cosas ya estaban hechas. Además, no se que problema tienen los hombres que nunca ven nada mal en la casa, salvo que expresamente les digas que hagan algo en concreto. La genética no les ha dado el don, o la maldición, de detectar trabajos caseros potenciales de solucionar, ni la fortaleza física para ponerse con ello.

Así que me lié con los trapos y cada día cuando llegaba del trabajo, después de comer rápidamente y antes de ir a buscar a Tsunami al cole, lograba ir haciendo cositas. Barrer la casa, hacer un baño, quitar el polvo de una habitación, otro día de otra… vamos, lo que hacen la gran mayoría de madres trabajadoras, no estoy descubriendo nada a nadie. Use una serie de truquitos y una serie de técnicas que me facilitaron un poco la labor, pero los resultados no eran muy boyantes. Mi principal problema era el tiempo. Me encontraba que muchas veces o quitabas el polvo o barrías y con mis repolletes en casa era necesario al menos barrer una vez al día. Así que me pasaba la vida escoba o mopa en mano pasillo arriba, dormitorio abajo y sala que me recorro. Luego los fines de semana limpiaba un poco y más de una vez mi pareja se llevó los domingos por la mañana a los nenes de excursión y yo me quedé sola en casa para hacer la limpieza más a fondo o para hacer las ventanas o lo que se necesitase… aunque esa no es la idea que yo tenga de pasar un fin de semana en familia ni mucho menos de descansar.

Hemos estado así hasta ahora, momento en el que por fin nuestra situación económica no es tan extrema como hace unos años. Por suerte mi pareja ya tiene trabajo y hemos podido bachear todos los imprevistos. Hemos conseguido vivir un poco menos al día y había conseguido hacer una mini hucha para poder comprarme este aparatito. Llevaba un año dándole vueltas. Mirando catálogos. Buscando información. Pidiendo opiniones. Lo cierto es que en general todo apuntaba a que los resultados eran buenos. No encontré demasiadas personas que lo tuvieran, más bien me encontré con muchas que estaban en mi misma situación y que me dijeron que si me lo compraba y me iba bien se lo dijera. No les culpo, con el precio que tienen es para pensárselo una docena de veces antes de dar el paso. Me llamó la atención unos meses antes de Navidad, que casualmente encontré unas cuantas personas que lo tenían y todas de una forma exageradamente entusiasta me manifestaron lo contentas que estaban desde que lo habían adquirido, lo bien que iban y que valía la pena hacer el esfuerzo. Una de esas personas fue la farmacéutica de una farmacia a la que de tanto en tanto voy pero que no es mi habitual. Esta chica fue la más efusiva de todas. Parecía que le acababa de tocar la lotería cuando me habló de ello. Llegue a pensar que por algún sitio de la farmacia había una cámara indiscreta grabando la reacción de los clientes, pero no. Me contó que estaban tan encantadas con ella porque se la había comprado su suegra. El aparato daba tan buenos resultados que actualmente además de la suegra lo habían comprado ella, la cuñada y su madre y ahora la hermana se lo estaba pensando. Así que pasé de tener pocas recomendaciones, a encontrarme con una recomendación múltiple.

Seguí con mis pesquisas y consulté a unas cuantas tiendas con las que tengo confianza. Me recomendaros sobre todo la marca iRobot, que son los de la roomba y la marca LG. Llegué a la conclusión que a fondo, lo que se dice a fondo no lo hacen. Es más bien para llevar un mantenimiento de la casa. Evidentemente, si el aparato no pasa por debajo de un mueble, pues no pasa. Las esquinas las deja bastante bien, pero no llega al ángulo como lo haría una escoba. Por la parte positiva pues está el poder dejarlo programado y encontrarte la casa barrida al llegar del trabajo. Es un tiempo que te ahorras y luego puedes dedicar a quitar el polvo a otra habitación, estar un rato con Tsunami, poner la lavadora, darte una ducha, o a cualquier otra cosa. Sí, la principal ventaja que tiene es que te proporciona tiempo y tiempo es precisamente lo que yo necesitaba. Estaba plenamente decidida a comprármela por Navidad, pero no pudo ser. No me pidáis muy bien porque cuando yo me quedaba mirándolas o le ensañaba algún catálogo a mi pareja este me sugería de mirarlo otro día o informarnos más. Pero… ¿Qué más necesitaba para informarnos si llevaba recopilando información desde hacía años?

Pasaron las fiestas y un día nos pasamos por el Mediamarket para ver móviles para el cumpleaños de Terremoto. Me acerqué al pasillo de las aspiradoras y me quedé, de nuevo, una vez más, mirando estas macrogalletas de la limpieza. Entonces se situaron a nuestro lado un empleado y una clienta. El empleado empezó a explicarle a la chica como funcionaban, las ventajas que tenía y le enseñó un modelo que tenían en promoción porque acababa de salir el modelo superior. Le comentó todo lo que llevaba. La diferencia de precio con las otras y la comparación con lo que estas aportaban. El precio del nuevo modelo… vamos, que la tienda tiene que felicitarle y nombrarle empleado del mes, porque convenció a esa chica y me convenció definitivamente a mí que ese paquete que estaba allí delante, tenía que ser mío en ese mismo momento. Me giré y le lancé el ultimátum de todos los ultimátums al padre de la criatura que en ese momento estaba intentando controlar a un Tsunami que sólo pensaba en darle al botoncito de los aparatos y a un Terremoto que quería volver a ver los móviles. Evidentemente, después de lanzar el ultimátum, cuadré a toda mi familia y les dije que de allí no se movía nadie hasta que ese señor acabara con su venta y le contestara unas preguntitas a mamá. Debí acojonarles mucho, porque los peque no pusieron demasiada resistencia. Tuvimos que esperar un buen rato a que el vendedor acabara con la venta y luego vino con nosotros. Le bombardeé a preguntas, le planteé todas mis dudas y el pobre aguantó el chaparrón estoicamente. Había un tema que me hacía dudar. Si era mejor una roomba o una escoba eléctrica sin cable, que también llevaba años tentándome. El precio de los aparatos y el hecho de que a la rumba no tengo que pasarla yo en persona fue lo que me decantó por esta. Me giré decidida hacia mi churry y él me sorprendió diciéndome que pensaba regalarme una para mi cumpleaños, pero como estaba visto que yo no me movía de allí sin el aparato, pues… me adelantaba el regalo. Mientras mi churry se encargaba de los trámites de pago, yo me acerqué con los niños a la zona donde hay sillas que te dan masajes a la espalda. Le estuvimos esperando relajados mientras nos dábamos un masajito bien merecido. Al día siguiente estrenamos la roomba.

Fue un éxito. Ya tenía pensado donde instalarla (con el tiempo que llevaba planeándolo era algo que tenía más que pensado) Por la noche se había cargado la batería. Le dimos al botón y el aparatejo se desprendió de su lugar de carga y empezó a trabajar.

Cosas a comentar: Hace algo de ruido, así que mejor hacer la sala cuando no hay niños viendo la tele. Hace algunas alfombras, pero con las de pelo largo en ocasiones se enreda, así que tengo que quitar estas. En dos ocasiones me la he encontrado encasquillada con algún mueble, pero sólo ha sido dos veces. Evidentemente, si no pasa debajo de un mueble no pasa. Una amiga mía me dijo que ella tenía una y que su marido había puesto unas alzas a las patas del sofá para que pasara por debajo. Tengo que conseguir unas alzas de sofá y al marido de mi amiga para que levante un poco el mío…hmmm…. Será cuestión de estudiarlo… nunca se me había pasado por la cabeza pensar en que desearía al marido de mi amiga para algo así…. Será cuestión de ver si me lo presta.

Al principio la dejaba programada para encontrarme la casa barrida al volver del trabajo. Pero claro, eso implicaba que por la mañana tenía que recoger un par de cosas antes de salir y no me iba bien. Ahora lo que hago es ponerla cuando he llegado. He descubierto que lo que me funciona mejor es encerrándola en una habitación y dejarla allí unos minutos, dependiendo del tamaño de la habitación. En los dormitorios está unos cinco o diez minutos, en el baño muchísimo menos. Así que hago los tres dormitorios, el baño y la cocina. En ocasiones luego se carga y cuando voy a buscar a Tsunami al cole la dejo haciendo el pasillo y la sala-comedor-despacho que es bastante más grande. Al volver la solemos encontrar cargándose de nuevo. Entonces vuelvo a vaciar la cubeta, la limpio y la dejo preparada para el próximo día. De esta forma consigo comer de una forma algo más civilizada que antes. Puedo ir quitando el polvo de una habitación mientras el robotito hace otra y luego la pongo en esta. También puedo hacer los baños a fondo mientras barre, o empezando a montar la cena.

Es cierto que algo de tu parte tienes que poner si quieres que quede bien. Hay que dedicar un momento a quitar cosas de en medio y luego volver a colocarlas, pero de la otra forma también tenía que hacerlo y no me compensaba. Así he conseguido ganar tiempo. Ahora los domingos por la mañana nos vamos todos de excursión y el robotito se encarga de barrer toda la casa. Cuando le has pillado el truco es una auténtica gozada. Entiendo ahora perfectamente el entusiasmo de la farmacéutica cuando me dijo que era la mejor compra que había hecho en su vida. Es una pena que no tengan un robotito que te levante los floreros y te quite el polvo, porque sino, esta madre alérgica a los ácaros y trabajadora lo agradecería un montón.

Así que… reconozco que es un gran gasto y que da pereza hacerlo por si luego no nos funciona o no está a la altura de lo que queríamos. Es verdad que no te libras de tener que hacer la casa a fondo, pero para el día a día ayuda muchísimo. La pongo bastante a menudo, sobre todo porque Tsunami es único para dejar migas del desayuno y de cualquier comida por toda la casa. También porque me ayuda a no tener que barrer yo que siempre acababa con algunos estornudos. El aparato no levanta polvo y tiene unos filtros para los alérgicos. Tiene autonomía para 90 minutos y varios programas. A la hora de quitar lo recogido es una labor muy simple y sencilla. El mantenimiento es mínimo y el tiempo que te da es mucho. Es cierto que si hay algo pegado al suelo no te lo quita, pero barriendo tampoco lo quitas. Si una se lo sabe montar va muy bien para quitar polvo de una habitación, luego poner el robotito y después fregar o en mi caso pasar la mopa con el producto del parquet. Te acorta el tiempo a la hora de hacer el mantenimiento de la casa y eso, para cualquier madre medio demenciada y muy histérica como yo, nos va de perlas.

Que queréis que os diga, que en mi caso estoy muy contenta con la compra y me entristece no haberme decidido antes. Pena de no tener un perro o un gato que puedan jugar con ella. Pero mejor me callo esto, que ya me veo a los peques pidiéndome una mascota para jugar con la Roomba. Huuuum… deja, deja, no les demos ideas.

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¿Para qué queremos una casa?

17 Jun

Hace unos días Elena de educando a cuatro, publicó un post que encontré bastante interesante. Comentaba que cosas consideraba no debían hacerse a la hora de decorar una habitación infantil. Un planteamiento muy interesante y con el que estoy muy de acuerdo, os recomiendo darle un vistazo.

Me hizo mucha gracia algunos comentarios que hacía sobre montar habitaciones temáticas o como si fueran expositores, porque yo precisamente, como he comentado en algunas ocasiones, entré en el mundo de los blogs a través de los de decoración, no los de maternidad. Tsunami acababa de nacer y habíamos comprado un piso más grande porque el anterior tan sólo tenía dos habitaciones y era minúsculo. Para tres no estaba mal, pero para cuatro, no había sitio para poner otro niño, al menos después de sacarlo de la cuna. Cuando uno se compra un piso los mecanismos de tu cerebro empiezan a funcionar como piezas de engranajes perfectamente lubricadas y empieza a pensar como recolocar los muebles y como conseguir que aquello sea acogedor. Entonces es cuando un día cualquiera entras a una web cualquiera y luego a otra y a otra y a otra y así es como te aficionas y descubres luego muchas cosas.

Yo siempre he tenido una visión para recolocar cosas y ubicarlas en el espacio que me ha ido muy bien para organizar la casa. De pequeña el psicólogo del colegio le decía a mi padre que tenía una capacidad abstractiva sorprendente y que yo tenía que estudiar arquitectura, que era un desperdicio no aprovecharlo. Mi padre se emocionó ante la idea de una hija arquitecto, pero le duró poco, porque yo de estudiar arquitectura tenía más bien pocas ganas. Quería estudiar historia y me hubiera gustado poder hacerlo en Barcelona. Mi padre me dijo que estaba dispuesto a pagarme unos estudios en la península si decidía estudiar arquitectura u otra carrera técnica. Si quería estudiar historia o humanidades, tenía que hacerlo en Mallorca. Así fue como mi vida se condicionó y ha hecho que sea lo que soy ahora y no lo que tal vez podría haber sido, quien sabe.

Cuando estaba en la universidad recuerdo que una vez, en una clase de arte, la profesora nos habló de un arquitecto. Un señor que tenía una mente muy lógica y que una vez acuño una frase que decía más o menos algo así «En el siglo XIV las Catedrales eran blancas. Sí. En el siglo XIV las Catedrales eran blancas porque acababan de construirlas». No se que queréis que os diga, Le Corbusier tiene un algo que me gusta, era majo el chaval. Pero lo que más me gustó de este señor no fue su frase tan llena de sabiduría sobre las catedrales recién acabadas, sino una anécdota surgida de un encargo que le hizo un cliente. Creo que era un médico si no recuerdo mal, perdonadme pero han pasado al menos unos veinte años desde que me contaron esta historia. Todo empieza cuando este cliente le pidió que le reformara o le construyera, tampoco lo recuerdo bien (pero en nuestro caso no afecta al contenido de la narración), una casa. Parece ser que nuestro abnegado y perfeccionista arquitecto estuvo una buena temporada literalmente pegado a los faldones del médico y de paso a los de su familia. Aquello debió ser un agobio porque su cliente estuvo a punto de enviarlo literalmente a freír monas, pero no lo hizo, y eso fue un gran acierto. Cuando Le Corbusier ya sabía todo lo que quería le hizo su casa. El doctor le pagó por sus trabajos y se fue a vivir allí con su familia, contento de no tener que soportarlo más. La historia continuaba cuando años más tarde, Le Corbusier recibió una carta de dicho médico. En ella le decía que durante todo el tiempo que el arquitecto había estado «persiguiéndoles» a él y a su familia lo habían pasado francamente muy mal, pero que ahora sabía porque lo había hecho. La casa que le había entregado era perfecta, respondía a todas y cada una de las necesidades presentes y futuras tanto de él como de cada uno de los miembros de la familia. Se adaptaba perfectamente a sus gustos, a sus aficiones, a sus vidas. Era cómoda, práctica y acogedora. El médico reflexionaba añadiendo que posiblemente si no hubieran pasado por ese suplicio ahora tendrían una casa que no reuniría las condiciones necesarias para su familia. Lo más seguro, añadía, es que entonces la hubieran puesto en venta y ahora estaríamos buscando una nueva. Él y su familia estaban tan profundamente agradecidos por tener no una casa sino un hogar a su medida que el doctor adjuntó en el sobre un cheque por el valor de lo que le hubiera costado, en ese momento, comprar otra vivienda. Acababa agradeciendo de nuevo el no tener que pasar nuevamente por otra compra y que gracias a la persistencia de Le Corbusier, les había evitado pasar por ello. La profesora que nos contó esta anécdota añadió que evidentemente, Le Corbusier se sintió muy halagado con esta misiva y que no cobró nunca el cheque, lo enmarcó y lo guardo muy orgulloso. Supongo que la anécdota más o menos debió ser así. Es una anécdota bonita, que queréis que os diga… una también tiene sus pequeñas debilidades y piensa que en el mundo tendría que haber muchos más arquitectos como Le Corbusier, que te machaquen y te atormenten pero que luego te supieran entender como nadie. Bien pensado, tampoco estaría mal que en el mundo hubiera muchas más personas con esta filosofía de Le Corbusier, aunque no fueran arquitectos…

Así que no se muy bien porque el post de Elena y las anécdotas de facultad me dieron que pensar una tarde que iba por la calle hacia el trabajo. Hacía solecito y se estaba bien. El paseo era agradable. Cuando voy hacia el trabajo suelo ir deprisa, no es que esté filosofando por el camino, no sé si me entendéis. Pero no sé muy bien porque, esa tarde relajé la mente y disfruté de esos extraños momentos de paseo en que uno desconecta del todo. Es en estos momentos cuando surgen estos pensamientos, sin esperarlos, te sorprenden así por las buenas sin avisar. Así que un poco antes de llegar al trabajo, mi cabecita empezó de golpe a pensar en las casas que habían comprado algunas de mis amistades, en las casas que visitado alguna vez aún sin casi conocer a los dueños, en las que me habían enseñado las inmobiliarias y en las dos casas que he tenido. De una forma extraño y algo mágica los pensamientos fueron flotando de un lado a otro y entre imágenes de salones, solecito de media tarde, recuerdos de charlas en las que se me vendía porque se había hecho una cosa y cantos de pajaritos entre los árboles de La Riera, mis pensamientos giraron extrañamente hasta que me di cuenta de una cosa. Bueno, más que darme cuenta de una cosa, se me planteó una cuestión ¿Para qué usa la gente sus casas? Sí. Sé que es una pregunta ridícula y puede que estúpida, pero cuando uno lo piensa en cierta forma se convierte en una pregunta curiosa por no decir existencial. Rebobinemos.

He conocido varias personas que en su momento se construyeron o compraron una casa. Recuerdo un chaletito de unos amigos que construyeron cuando estaban a punto de casarse. Tenía un cuarto de baño espectacular de esos con bañera redonda con hidromasaje para dos personas. Tenía dos cubetas de lavabo y entre un sitio y otro del baño había espacio perfectamente para meter seis o siete personas dentro, de hecho, estuvimos seis o siete personas dentro y estábamos anchas. Luego tenían una habitación de matrimonio que daba para dos habitaciones espaciosas. La sala también era grandecita, pero en comparación con el resto tampoco daba para tanto. La cocina no estaba mal, pero luego habían dejado una habitación no diré pequeña, pero más bien ridícula para poner el ordenador y más tarde al tener hijos pasar el ordenador a su cuarto y poner a los niños allí. Recuerdo que siempre les dije que esa casa no era práctica, que si querían tener hijos, cosa que ellos decían querían, ese cuarto no serviría de nada, aunque no me creían. Cuando les decías esto, ellos te contestaban con un brillo especial en los ojos, que no obstante, el baño era impresionante, que si en su dormitorio se podía bailar un vals (un vals no sé, pero un charlestón posiblemente)… y yo me pregunto ¿acaso vas a hacer tu vida en un cuarto de baños o en un dormitorio? Tampoco habían cuidado los muebles. La mayoría eran bastante prácticos, pero casi todo el espacio del salón lo ocupaban dos inmensos sofás enfrontados. Esos enormes sofás reconozco que eran muy cómodos, tenían una tela muy bonita en verde claro pero como se podía manchar mucho porque era una tela muy delicada, casi nunca vi los sofás en directo. Siempre tuvieron una tela beige insulsa tirada encima para que no se ensuciaran. Evidentemente, el día que enseñaron la casa los sofás no tenían esta tela, pero luego, los bonitos sofás verde claro se convirtieron en un par de muebles con una tela tirada encima a perpetuidad. A los pocos años, como ellos deseaban, les vino un pequeño. Al principio el cuarto del peque (antes del ordenador), no fue mal, pero eso duró muy poco. Los que habéis tenido niños sabéis que necesitan cierto espacio y allí por mucho que uno se empeñara, no había espacio. Entonces la dueña me contaba triste y apesadumbrada, que ojalá me hubiera escuchado y el espacio que dedicaron al baño fuera el de la habitación del niño y el espacio de la habitación del niño hubiera dado para un buen baño, eso sí con una pila y una bañera normal. Suspiraba por ello y reconocía a su pesar, que una bañera normal les hubiera ido de perlas porque el hidromasaje sólo se había puesto dos veces. Además se necesitaba mucha agua para llenar eso y para ducharse allí era incómodo. Luego dirigía sus lamentos insistentemente en lo mucho que se manchaban los sofás enfrentados del salón. Evidentemente, el niño no tenía espacio en su cuarto, y el espacio de la sala estaba ocupado por esos dos pedazos de mamotretos. Te contaba la afición de su hijo a desenganchar los puntos de ajuste de las fundas y las incursiones de unas pequeñas manitas que lo exploraban todo. El resultado fue, que al contrario que el cliente de Le Corbusier, estos amigos se buscaron otra casa y alquilaron su chaletito a una pareja joven sin hijos que buscaba una casa con hidromasaje, habitación grande y jardín para barbacoas donde flipar ante sus otros jóvenes amigos sin hijos.

Otra pareja, más o menos por las mismas fechas, compraron una casa. Un adosado con un salón más o menos grande. El resto de habitaciones no era tan descomunales, pero el problema que tuvieron es que llenaron literalmente la casa de muebles enormes. Muebles según ellos de madera maciza hechos por encargo, con ebanistería y marquetería que daban una buena presencia. Un pastón impresionante en muebles, vamos, de esos con solera que algunos de nuestros bisabuelos hubieran codiciado si hubieran caído en sus manos. Allí colocaron una impresionante estantería, once metros de pared lleno de estantería de arriba abajo, con un montón de libros y de cds de música comprados. Los tenían asegurados por el dineral invertidos en ellos, así como el pedazo aparato de música y una tele que para aquellos entonces era un lujo asiático. En medio de esa estantería con todos sus repujados y sus adornos, había una chimenea forrada de madera con marquetería que jamás en su vida han encendido ni tan siquiera para probarla, pero que oye, quedaba fetén y hacía bueno. Entrar en su casa impresionaba más que la biblioteca donde trabajo. De las diversas habitaciones de la casa dejaron una, la más difícil de distribuir como trastero. Una gran decisión para quienes pueden darse este lujo. Pero luego dedicaron otra para el hobby de los dueños. En este caso el marido era aficionado a los juegos de rol y a las figuritas de plomo que él mismo pintaba a mano. Un primor, pero un primor que no podía manosearse demasiado. Toda una habitación llena de pequeñas tentaciones. Una gran vidriera en el pasillo llena de pequeñas tentaciones. Una casa enorme con una decoración muy cara llena de cosas delicadas que cuando uno entraba se quedaba sin aliento pero que luego cuando vinieron los hijos se convirtió en una casa sin sitio donde jugar los críos y llena de cosas peligrosas que romper o destrozar. Estos no cambiaron de casa. Estos se pasaban casi todo el tiempo libre en casa de los respectivos abuelos. Porque mira, estos tenían unas casas algo más habitables donde los niños podían moverse y no había peligro de estropear libros, cargarse estatuas, aporrear muebles, destripar jarrones, arrancar macetas y sobre todo, jugar con los juguetes que juega papá pero que nosotros no podemos ni tocar con un dedo. Con los años los hijos fueron aprendiendo a vivir en esa casa, como si de una casa japonesa con paredes de papel se tratará. Pero al principio era un suplicio el que tocaran un mueble con las manos manchadas de yogurt, o que acercaran las pinturitas al sofá de piel, o que tocaran absolutamente todo lo que había en la casa que era muy bonito pero intocable. Esta familia no vivía en un auténtico hogar, vivía en unas fotos de revista de decoración de muebles nobles.

También he conocido algunas personas que si bien previnieron el aumento familiar, dedicando un espacio para sus hijos. Ese espacio resultó más bien un expositor de tienda… no sé muy bien si de tienda de muebles, de juguetería, o de tienda Disney o tienda Barbie. Me refiero a otro matrimonio que le montó a su hija un cuarto todo rosa. Cuando digo todo rosa es que digo todo rosa. Lleno de cositas dignas de la suite real de la Princesa Barbie. Todo en rosa y con encajecitos y purpurina por todo. Paredes en rosa, cama rosa, sábanas rosas con princesas, edredones a juego y cortinajes a juego, of course. Alfombra en invierno del mismo estilo. Armario rosa, mesitas de noche rosas, estantes rosas, lámpara rosa y lo más alucinante de todo. Televisor rosa. Sí, la tele rosa la compraron evidentemente en ese gran centro comercial donde sólo allí tendrían una televisión rosa con corona encima y lector de dvd incorporado para el bonito cuarto rosa de su pequeña princesa. Me pregunto si al igual que la reina de corazones de Alicia en el País de las Maravillas, que hacía pintar las rosas blancas de rojo, si esos padres pintarían de rosa las hojas de una plantita del cuarto de su hija… Me imagino que un día pintarían las uñas y el pelo de la niña de rosa, para hacer juego con la habitación y con toda su ropa rosa. Creedme, no estoy exagerando. Si no fuera por el desfase generacional y porque no se le podría considerar exactamente un príncipe a la altura, esa pequeña hubiera sido una buena candidata a novia de la Pantera Rosa, ese divertido personaje de dibujos de los años sesenta y setenta.

Así que volvamos al principio. ¿Para qué quiere la gente una casa? He conocido parejas que tenían casas fabulosas pero que tan solo iban a ellas para dormir y los fines de semana casi nunca estaban en ellas porque siempre iban a un sitio u otro con la familia o los amigos. Algunos prefieren estar incómodos pero que cuando venga alguien se le salgan los ojos de las órbitas y se les caiga la baba de envidia. Todo está siempre inmaculado y deben pasarse todo el día limpiando o debe ser que no viven allí o tienen el poder de la levitación. Otros prefieren dar todos los gustos y caprichos tanto de los mayores como de los niños sin pensar en si eso es cómodo, práctico y ya no hablemos si psicológicamente aconsejable.

Es curioso muchas veces ver la importancia que damos a ciertas cosas en nuestras casas y en nuestras vidas, sin pensar si luego esa casa, esa escalera, ese mueble, ese vestido o esos platos nos serán prácticos y cómodos. Muchas veces pensamos más en la estética y en lo que dirán los demás y no nos paramos a pensar en que somos nosotros los que tenemos que vivir allí, o tenemos que vestirnos con esa prenda o llevar esos zapatos o conducir y aparcar luego en la calle ese mastodóntico coche.

Realmente, resulta curioso ver cuales son las prioridades que damos a muchas cosas que luego condicionarán nuestra vida.

Es una auténtica pena que sólo haya habido un Le Corbusier en el mundo y justamente no nos tocó a nosotros encontarlo. Espero que esta rocambolesca, surrealista, arquitectónica / decorativa desvariación culpa de una soleada tarde de camino al trabajo, os inspire a la hora de espabilarnos si realmente buscamos una casa para formar en ella un auténtico hogar y no un bonito escaparate.

 

Pensamiento dominical: Si fuera por mi prohibiría a los arquitectos y decoradores que nos vendieran e hicieran lo que ellos quieren. Les haría hacer lo que realmente le conviene a cada familia, aunque luego ellos digan que no es chulo ni de diseño.

Mi ausencia del blog, unas goteras en casa.

26 Nov

Pues sí, después de casi cuatro años peleándome con la comunidad, al final en mi casa han aparecido las goteras. Esa es la principal causa de mi ausencia estos días en el blog, porque señores, esta bloguera está estresadica del todo.

Realmente, la historia empezó hace unos años, cuando mi pareja y yo decidimos ampliar el núcleo familiar y buscar un nuevo miembro de la familia.

La casa donde vivíamos era muy bonita y confortable, pero muy pequeña. Tan sólo disponíamos de dos dormitorios y un pequeño baño y ante la venida de un bebé empezamos a buscar un nuevo nido que nos cobijara. Estuvimos mucho tiempo viendo pisos y puedo asegurar que vimos muchos. Prácticamente todos tenían muchos defectos y sólo tres superaron la prueba del algodón. Sin embargo, ninguno de los tres cuajaron: Uno por tener que reconocer que el espacio era un poco justo. El segundo porque las zonas comunes no eran tan justas pero los dormitorios eran muy pequeñitos y no cabían todos nuestros muebles dentro… como si una tuviera el dormitorio de la duquesa de Alba o de la Presley. El tercero se fue al garete porque la dueña era una rácana de narices y no quiso bajarme ni 6000 euros para gastos de papeleo… decir que a día de hoy aún no lo ha vendido y eso que ha bajado el precio muchísimo más que esos 6.000 euros que le solicité. Así que nos encontramos con que habíamos conseguido quedarnos embarazados, había pasado el embarazo y el pequeño Tsunami ya estaba con nosotros y mi pareja y yo seguíamos en busca del nido perfecto… o al menos casi perfecto que tampoco éramos unos exagerados del copón.

Buscando que te buscarás, dimos con un anuncio de un piso que pintaba bien. Era una zona que ni nos habíamos planteado buscar allí, porque sinceramente, es bastante cara. Pero allí estaba ese piso con los metros necesarios, las habitaciones necesarias y un precio que estaba rayando nuestro límite de presupuesto pero accesible. Fuimos a verlo y tenía un problema, era un cuarto sin ascensor. Pero aparte de ello el piso era perfecto. La distribución buena, habitaciones grandes, una sala-comedor impresionante, luz natural por todo. Todas las habitaciones (excepto un gran trastero-vestidor) eran exteriores. Aire acondicionado, varios baños, el principal con baño y ducha, unas vistas despejadas y chulas, suelo de parqué macizo, una cocina grande y con despensa. Un balcón algo más pequeño de lo que hubiera deseado pero muy cuco y para acabar de rematarlo todo en una zona tranquila, bonita con parques y muy cerca de varios colegios bastante buenos. Vamos, que habíamos encontrado un piso que después de todo lo mirado, era como el palacio del sultán de Brunei en versión casero-minimalista.

Lo de los cuatro pisos a mí me paraba un poco, sobre todo porque suelo ser yo la que hace la compra. Pero el estar allí en esa sala, con esa luz natural y ese sol y ver a Terremoto todo contento y cómodo y estar allí con el pequeño Tsunami en brazos, fue revelador. Fue como tener una visión y vi que ese era un lugar perfecto para criar a nuestros hijos. En ese momento distribuí en mi cabeza todos los muebles que teníamos en casa, había un sitio para cada uno y lo que imaginé me gustó.

A mi pareja le encantó el piso y sobre todo la zona. Tenemos que reconocer que cada día que pasa estamos más enamorados de lo bonito y tranquilo que es, sobre todo en comparación con el que teníamos antes y los problemas que teníamos con unos vecinos ruidosos y groseros. Así que nos lanzamos de cabeza y adquirimos el piso. Nuestras ilusiones se truncaron cuando tan sólo tres meses después de haber firmado escritura, vinieron las primeras lluvias fuertes. Una día que entramos allí para acabar de arreglar unas cuantas cosas, nos encontramos con que parte del techo de la sala estaba colgando. Sí señores, el piso tenía filtraciones que venían de la terraza del ático de arriba y lo que colgaba por suerte era una capa fina de yeso y de pintura. Lo puse en conocimiento del presidente de ese momento que era nuestro vecino de al lado y tengo que decir que el chico ha hecho todo lo posible para intentar solucionar el problema. La otra chica del mismo rellano por lo visto también tiene problemas con las susodichas terraza y en su casa el caso de las goteras era más bestia que en la mía. Así que desde enero del 2010 estamos intentando arreglar aquello y todo ha sido un cúmulo de coincidencias y desgracias que han hecho que nunca se pudiera hacer. Los principales obstáculos han sido dos vecinos, bueno, sobre todo uno. ¿Nunca os habéis encontrado con el individuo que cuando se jubiló no tenía nada que hacer y para pasar el rato se ha dedicado a jorobar a la comunidad? Pues bueno, yo lo he encontrado y vive en mi finca. Creo que si el esfuerzo y el tiempo que ha dedicado ese señor en poner problemas, impugnar reuniones, boicotearlas, montar escándalos, denunciar a vecinos y hacer la vida menos llevadera en general lo hubiera dedicado a intentar ayudar o al menos a callarse, el problema haría años que estaría solucionado. Hubo un momento en que pareció que la cosa iba por buen camino, se había aprobado un presupuesto y tenía que hacerlo el hijo de uno de los propietarios. Por desgracia el muchacho tuvo un accidente poco después y murió, fue un golpe muy duro para la familia y nos dejó desconcertados a todos. Después de eso la cosa quedó parada durante mucho tiempo. Vamos que no hemos tenido muy buena suerte con los problemas del gafe con el piso.

Muchos os preguntareis, y la abogada del seguro también, porque no he llevado a la comunidad a juicio. Pues bueno, porque debo ser tonta y buena niña. La vecina de al lado lo ha hecho este año y tenemos sentencia judicial que obliga al arreglo de las terrazas y también unas costas de juicio que pagar y una cuenta de comunidad muy menguada.

A principios de este año y tras tres intentos, conseguimos aún no se muy bien como, votar para poner un administrador y lo cierto es que al menos desde que está este administrador las reuniones se acaban con todos los vecinos con las que se empezaron y el «conflictivo» del barrio no acaba boicoteando las reuniones y consiguiendo que la gente volviera a su casa sin haber aprobado un punto de la orden del día, que era lo que hacía. Así que una que es buena niña y no desea provocar gastos inútiles a la comunidad y prefiere no entrar con mal pie y que el dinero que se dispone sea para el arreglo y no para costas judiciales, pues ha ido aguantando y aguantando.

Estuve dos años a mudarme esperando que arreglaran el asunto, pero hubo un momento en que no pude esperar más, así que arreglé los problemas de mi techo, a sabiendas de que si no arreglaban las terrazas saldría tarde o temprano. Hemos estado dos años más viviendo allí con filtraciones varias en algunas habitaciones, insistiendo en que se reparara y nada. Para acabar de arreglarse todo también apareció al poco de vivir allí un polvillo en varios puntos del salón y al final nos diagnosticaron este año un bichito llamado gusano blanco que es devastador. Así que este verano hemos tenido que quitar mi querido y adorado parquet natural de roble y sustituirlo por un sucedáneo sintético que no está mal y era lo único que mi presupuesto me permitía. No es feo pero no es tan cálido ni bonito como el otro. Había conseguido pasar el año afrontando este gasto y otros extras con los que no contaba y conseguir recuperarme un poquito. Para ello mi ex se ha quedado unos meses con Terremoto para aliviarme los gastos y no tener que llevarlo cada día en coche y tener que alquilar parking al lado del trabajo. Cuando creía que Terremoto podría volver con nosotros porque al fin podía llegar a finales de mes sin apuros, nos encontramos con el susto del día 18.

El lunes 18 a las cuatro de la madrugada estaba lloviendo y nos despertó un sospechoso ruido de clop, clop, clop. Abrimos la luz y mi pareja se levanto. Pisó algo húmedo y comprobamos como las filtraciones, finalmente, se habían convertido en goteras. Primero una, luego otra. Tuvimos que sacar los muebles del dormitorio a toda leche porque el agua goteaba sobre ellos y si no los sacamos se hubieran echado a perder todos. Los metimos como buenamente pudimos en la sala secándolos. Luego movimos la cama al único rincón de la habitación donde no había goteras. Con cinco cubos y ollas recogiendo agua y toallas por el suelo y unas cuantas toallas en el suelo para parar la filtración de una pared que llegaba a un suelo de parquet que apenas tiene mes y medio puesto nuevo, ya veremos. Nos metimos en la cama para intentar dormir. No había pasado ni un minuto dentro cuando mi pareja me dijo que algo caía sobre él. Dos goteras más caían sobre la cama. El resultado final fue trasladar en plan emergencia el colchón en medio de la sala, poner un trozo de porexpan que tenía por casa sobre el canapé de la cama y sobre éste dos ollas más.

Cuando acabamos de trasladar y mover todo esto eran las cinco y media de la mañana y media hora después sonaba mi despertador para ir a trabajar. Huelga decir que ese día llegué hecha polvo al trabajo, que ese cansancio lo he llevado desde entonces y que mi ánimo y mis fuerzas no están precisamente en sus mejores condiciones.

Hablé con el administrador, con el actual presidente, con mi abogada…imprimí unas hojas denunciando los hecho con dos fotos, una de mi cuarto y otra de la sala, donde dormimos desde entonces y las colgué en el panel de anuncios de la comunidad junto a la convocatoria de reunión urgente. Mañana tenemos la reunión de vecinos, veremos si se hace algo o nuestro querido vecino vuelve a decir que eso con una capa de pintura se arregla y no hay porque gastarse el dinero en cosas inútiles.

¿Qué tiene todo eso de positivo? Pues aparte de tener que limpiar más que nunca porque mi menda tiene alergia a los ácaros y a los hongos y en estos momentos mi dormitorio es el paraíso de los hongos y lo de dormir sobre el suelo no es lo más indicado para los ácaros. Pues al menos estoy compensando mi trauma infantil de no haber podido ir nunca de acampada ni haber podido dormir nunca en una tienda de campaña.

Cuando al día siguiente se lo explicamos a Tsunami, porque no es muy normal lo de levantarse y encontrarse todo eso en la entrada de la sala, el peque comentó que «menos mal que la sala es grande y cabe todo». Nuestro pequeño siempre tan racional y sorprendiéndonos. El pobre de Terremoto, que se encontraba en casa de su padre cuando ocurrió, tendrá que quedarse allí unas semanitas más, con las ganas que tenía él de volver a casa.

Este fin de semana han aparecido de nuevo antiguas humedades en el salón, en la zona donde dormimos para ser más exacto y encima de uno de los muebles colgados en la pared más grandes y aparatosos que tenemos. Vamos, el sitio ideal para tener que desmontar cosas en plena madrugada… esperemos que la cosa no pase de filtraciones y humedades..

Confieso que de momento me lo he tomado mejor de lo que creía. La primera noche que dormimos en el suelo lo pasé fatal con la alergia y casi no podía respirar. Me he cargado mucho y he pasado malos momentos, pero  ahora casi me he acostumbrado un poco y consigo dormir bastante bien. Hemos tenido otra noche con goteras a lo bestia en nuestro cuarto y espero que un día de estos deje de llover de una vez y pueda empezar a secarse todo. No tengo muy claro cuanto tiempo estaremos así y si este año las Navidades serán con árbol y belén o vete tú a saber donde tendremos que poner el árbol, ¿quizás encima de una de las mesitas de noche? Quien sabe. Lo que tengo menos claro es si podremos hacer las comidas de fiestas, porque estamos ocupando el sitio donde colocamos la mesa. Tengo pensado hacer un picnic de Navidad en el suelo con manteles y cojines. Aunque ahora mismo esa es mi menor preocupación, me preocupa más arreglar esto y que no se nos caiga parte del techo encima, como les ocurrió a los albañiles que en su momento nos arreglaron las filtraciones cuando nos mudamos.

Ayer cuando nos metimos en la cama le pregunté a mi pareja si había ido alguna vez de acampada y dormido en tiendas. Me contestó que sí.

Luego le pregunté si se dormía igual de bien que nosotros. Y me contestó que pese a todo dormíamos mejor nosotros que en tienda.

Luego nos acurrucamos y me imaginé que eso era como estar de acampada pero en plan lujo bajo la luna y las estrellas, solamente que sin ver la luna y las estrellas…

…Salvo que el techo se desplome dentro de unos minutos y gocemos de una excelente vista de la bóveda celestial con la luna, las estrellas y allí, debajo del polvo de la escayola, nosotros dos agarraditos y acojonados de camping-sala.

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