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Os recomiendo uno de los primeros blogs que seguí y que ha vuelto: Mi cocina para ti.

20 Mar

Algunas veces os he contado que yo entré en el mundo de la blogoesfera a través de los blogs de cocina, pero sobre todo a través del blog de Ruth, la bloguera de Mi cocina para ti.

De eso hace ya mucho, pero que muchísimos años. Terremoto era pequeño entonces. En esa época, tenía muchos problemas para hacerle la comida porque era muy tiquis-miquis y sólo comía una serie de platos muy contados y en sitios muy concretos. Por ejemplo, los nuggets sólo los comía en casa de mi madre. Los huevos pasados por agua sólo en mi casa. Los macarrones sólo en casa de papá y así cuatro o cinco platos más. Por algún cajón, si no se ha tirado ya, debe haber una lista de las comidas que hacía y donde las hacía y la verdad… es que era una lista desesperadamente corta. No podéis imaginaros que angustioso era darle de comer. Si algo no le gustaba sencillamente no comía. Podías dejarle unos días sin comer que él seguía en sus trece, y no comía. Para una madre cuando se encuentra con este panorama, cualquier ayuda es bienvenida. Nos volvíamos locos porque tampoco quería comer nada en el cole y me dijeron que si no comía no se podía quedar a comedor. Pero, se quedaba a comedor porque ambos padres trabajábamos y no podíamos dejar de trabajar para ir a buscarlo y darle de comer… Era un pez que se mordía la cola. Al final mis padres optaron por ir a buscarlo al cole, darle de comer en su casa y luego volver a llevarlo. Pero eso implicaba que ellos tenían que aguantar sus problemas y sus crisis, y esas, siempre han sido muy chungas.

Tuvimos este panorama en casa desde muy temprano, y eso que con las papillas tampoco hubo excesivos problemas. Bien es cierto que tampoco hubo demasiadas facilidades y como no le gustaran demasiado te las veías y deseabas para primero probar combinaciones de verduras varias que le gustasen y segundo hacer el avión, bailar un Twist o darle la cuchara contando un cuento o haciendo el pino-puente.

Terremoto estuvo unos cuantos años así hasta que un buen día fuimos al cine a ver una peli de Pixar….

… Había visto el trailer por el ordenador y desde que vio el primer fotograma nos pedía para ir a ver la peli del ratón. Por si alguien aún no ha caído en ello, Terremoto se refería a la peli de Ratatouille. Pasó un tiempo y por fin se estrenó y yo me lo llevé al cine. Me encanto. La encontré tierna, divertida, pero sobre todo era un cántico a la comida y al saber hacer. Al desenvolverse entre fogones. Un homenaje al crujido del pan, a la justa medida de los condimentos. Al aroma del puchero cuando hierve y hace chup chup. A la degustación de todos estos sentidos juntos, la vista por la presentación, el oído del burbujeo y el crujir, el olfato con su multitud de aromas que se volvían a combinar y surgían otros nuevos y finalmente, el gusto. Era un homenaje a todos los cocineros. A la comida elaborada, la casera, frente a la comida prefabricada. A la comida cocinada con su tiempo justo y no de una forma acelerada. A la comida bien hecha. Pero, sobre todo, era un reconocimiento a una gran frase “cualquiera puede cocinar” y esa tarde, esa frase quedó gravada a fuego y hierro en algún lugar destacado del cerebro de mi hijo.

Terremoto salió del cine contento, eso era de esperar. Pero también salió del cine cambiado. Rémy le había descubierto el arte culinario y ese descubrimiento obraría un antes y un después en su vida… y de paso en la de todos los que le rodeábamos.

Esa misma noche ya no quiso uno de sus platos de la lista, esa tan desesperadamente corta. Esa lista pasaría a la historia y acabaría olvidada dentro de algún cajón. Ahora su lista era inmensa, ilimitada, infinita. Quería algo nuevo y yo no me lo podía creer. Había empezado no una nueva etapa. Había empezado una nueva era. Desde ese día Terremoto empezó a lanzarnos a troche y moche un montón de retos culinarios y no eran precisamente fáciles de satisfacer, oigan. Os pongo en situación.

Mamá está en la cocina preparando cosas. Terremoto está en la sala viendo dibujos. Terremoto llama desesperadamente a grito pelado “¡¡¡MAMAAAAAAÁ!!!!. Como podéis imaginar al principio acudía rauda y veloz ante semejante grito, no fuera que mi retoño se estuviera despeñando por algún mueble. Cuando llegaba me lo encontraba al lado de la tele señalando la pantalla y apremiándome para que me fijara en algo de los dibujos que ni tan siguiera te daban pistas de lo que era, pero que era comida. Entonces me decía que mañana para cenar quería eso que había salido en los dibujos de Tom y Jerry, o en los de la familia pirata, o en los que fuera que había aparecido un plato con algo humeante dentro. Espero que nadie se haya visto en este brete, porque es un brete y de los gordos. Al día siguiente Terremoto exigía su comida como la de los dibujos. Tengo que aclarar que hasta que uno no se encuentra con esta situación, no puede ni imaginarse la de fantasía y la de colorines que ponen los dibujantes de animación a la hora de representar comidas varias. Oigan ustedes, que estoy casi segura que nunca han cocinado en sus casas ni han visto o se han fijado demasiado en como quedan los platos cuando han pasado por una sartén. Un desespero. Así que aprovecho para hacer un llamamiento a los dibujantes, sean buenos, dibujen mejor los ingredientes y no se limiten a poner unos manchones de diversos colores dentro de un plato. Las madres que tenemos mini-chefs exigentes en casa, lo agradeceremos.

Mamá, o sea, mi menda, iba capeando el temporal con mucha imaginación. El reto más difícil de todos fue hacer una ratatouille como la que sale en la peli, casi nada. Me puse manos en la masa y empecé a buscar por Internet en que consistía exactamente una ratatouille y encontré que en Mallorca hay un plato “parecido” (recordad que toda la comida mediterránea tiene algo en común al compartir los mismos productos) pero el plato no le satisfizo. Evidentemente, no tenía la misma presentación que en la peli. Esa fue la parte más difícil de reto, porque yo no es que me hubiera fijado expresamente en como era la elaboración de la película, pero mi hijo sí. Lo tenía clarísimo y lo expresaba a su manera de entonces que no siempre era de lo más explícita. Tenía que ser una fuente redonda, al horno, con los ingredientes cortados en rodajas, primero uno, apoyado en este el otro y así formando una serie infinita hasta que realizabas el último círculo concéntrico. Se le añadía una salsa, supuse que de tomate, encima y poner un papel de horno, redondo evidentemente, sobre las verduras antes de ponerlas en el horno. Tenía que sacarse del horno con los agarradores de manopla, no se muy bien porque los cuadrados no le iban bien. Fuimos de nuevo al cine para ver la peli y poder fijarme mejor en esos pocos segundos en los que se elabora el plato. Tengo que decir, que evidentemente, cuando salió la peli nos la compramos el primer día. Llevaba semanas reservada y en los extras me encontré con unas imágenes de uno de los cocineros que había asesorado para la película cocinando precisamente ese plato. Era la forma que me pedía Terremoto. La misma que habían copiado al detalle los dibujantes de Pixar y que a mí me daba tantos quebraderos de cabeza por no parecerse en nada a la elaboración tradicional de la receta francesa. Vi ese breve fragmento no recuerdo cuantas veces, pero muchas, hasta que le pillé el tranquillo. Ya me tenéis a mí, en mí entonces mini-cocina, haciendo experimentos para cortar los ingredientes igual de finos, colocarlos en círculos concéntricos y que diera el pego. Tras un primer intento más o menos presentable pero con serios reproches por parte del maître referentes a la presencia, llegué a la conclusión de que primeramente tenía que comprarme una buena mandolina para cortarlo todo igual, ya que a cuchillo eso no ocurre. Terremoto me exigía unos cortes armoniosos y homogéneos como los de Rémy. Como no estaba del todo segura de los ingredientes y en la peli había tres ingredientes que formaban la serie y uno era rojo, la ratatouille de nuestra casa estaba formada por rodajas de berenjena, calabacín, tomate, salsa de tomate y luego conseguí convencerlo de sustituir el papel de horno por lonchas de queso para fundir que poníamos encima.

Miren ustedes por donde esta madre que os escribe empezó a tener sentimientos encontrados con el susodicho Rémy. Por un lado le agradecía infinitamente que hubiera descubierto el placer culinario de mi hijo. Por otro, hubiera deseado que no se lo hubiera descubierto tanto ni tan a lo bestia.

Fue en una de mis primeras búsquedas por Internet cuando Terremoto estaba en plena punta de la vorágine culinaria que topé con un blog que marcaría un antes y un después en mis conocimientos de cocina y en el aprender a desenvolverme muchísimo mejor entre pucheros. Una tarde entre en un blog, antes tenía otro nombre, en francés. Luego lo cambió. Era el blog de Ruth.

Ruth es una chica chilena que está casada con un suizo y viven en Suiza. Tenía una curiosa cocinerita un poco más pequeña que mi mini-chef. Ruth tiene varios amores, además de su niña y su marido. Ruth esta enamorada de la cocina, lo lleva en la sangre. Su padre había sido un cocinero profesional que había sabido transmitir a su hija el amor por el arte culinario, además del amor especial que sólo tienen algunos padres. Por desgracia, hacía unos años que “su calvo” como ella lo llamaba, había muerto. Ruth empezó su blog para recordar a su padre y para recordar a su Chile natal que estaba tan lejos de ella.

Cuando yo descubrí su blog me sentía atraída por él y empecé a leerlo hasta que llegue a las primeras entradas y descubrí esta historia tan bonita y tan entrañable. Poco a poco Ruth empezó a poner más entradas de cocina y al final era ya básicamente un blog sólo de cocina. La nostalgia del amor de su padre y de su Chile lejano afloraba sólo de forma espontánea y casi accidental. Fue una bonita etapa que duró bastante tiempo, unos cuantos años. Cada día entraba en su blog y me encontraba un plato diferente, porque prácticamente cada día hacia una entrada, o dos, o tres. Estas se correspondían con el plato que ese día se comería en casa o que se había comido el día anterior. Un día era un postre (tengo que decir que Ruth tiene unos postres divinos) un día una ensalada, una crema, una sopa, carne, pescado, un plato más exótico de cocina árabe, oriental, mejicana, caribeña…, un batido, un combinado… su imaginación y sus conocimientos eran infinitos.

Le escribí unos cuantos correos, le explique mi situación con Terremoto y me dio unos muy buenos consejos. Gracias a ella le pillé el gustito de ponerme delante de unos fogones. Ahora ya no era un trauma, era un arte. Aprendí a dedicar el tiempo justo a cada plato y no cocinar con prisas. Aprendí que la presentación es tan importante como el cuidado y la búsqueda de una buena materia prima. Aprendí que los utensilios tienen que ser de calidad si quieres que todo tu esfuerzo tenga buenos resultados. Aprendí muchísimas cosas, sólo discrepaba con ella y fue en el uso de la mantequilla. Tenéis que perdonadme y ya sé que en un país como Suiza el aceite de oliva no se usa con tanta soltura como en un rinconcito del Mediterráneo. Así que para mí eso de freír carne, verduras o pescado usando mantequilla me daba una cierta grima que me ponía los pelos de punta. Me tomé pues la licencia de sustituir el sólido amarillo por el líquido dorado y oleoso. Evidentemente, en los postres respeté más el uso de la mantequilla. Esa fue la única pega que tuve con su blog.

Empecé a hacer sus recetas y lo cierto es que las bordé a la primera. Estaban todas deliciosos, riquísimas, para chuparse los dedos y no eran extremadamente difíciles de preparar. Quizás ese éxito se debió a que Ruth tiene los pasos minuciosamente documentados, con una cantidad de fotografías que hace que hasta el más torpe y más novato de los que por un momento piensen que pueden considerarse cocineros, pueda seguir sin ninguna dificultad todas sus elaboraciones. En una palabra, que Ruth cambio mi vida y no puede imaginarse lo mucho que me ayudó a afrontar el reto culinario de Terremoto.

Un buen día Ruth tuvo que dejar el blog. Había empezado a trabajar y el tiempo no le daba para todo. Lo dejó abierto para que todo aquel que lo deseara pudiera seguir consultándolo. El blog había sido un homenaje a su padre y ese homenaje seguía ayudando a todos los que quisieran asomarse a sus páginas. Pasaron los años y cuando esta que os escribe decidió montar su blog, tuve bien claro, desde el primer segundo, que el blog de Ruth, aunque llevara muchos años cerrado, sería referenciado con su enlace para que todos aquellos que buscaban ayuda en la cocina pudieran dar con él.

El tiempo ha pasado. Alguna vez se publicó algo. Luego de nuevo el silencio…. Hasta hace poco. Un día, cuando entré en mi blog y miré lo que habían publicado los blogs de referencia vi una entrada suya. Al poco vi otra y luego otra y otra. Ruth había vuelto. Mi cocina para ti había reabierto sus puertas. Sus recetas estaban saliendo como los platos recién cocinados del mejor de los restaurantes del mundo. Como los platos que salían por las puertas de la cocina de Ratatouille. Las mismas explicaciones, los mismos detalles, la misma ayuda de las fotos. Nuevos platos sencillos, fáciles, apetitosos y estoy segura que igual de riquísimos.

Sé que mi blog es muchísimo más modesto que el suyo y que tengo menos seguidores y gente que me visita, pero me hacía una ilusión tremenda contaros que Ruth había vuelto y que tenéis de nuevo a vuestra disposición uno de los mejores blogs de cocina que he conocido. No me podía quedar sólo diciéndole hola. Mi mente me estaba pidiendo que le hiciera una entrada de bienvenida como se merece. Como se merecen aquellos que son especiales y a los que sin saberlo, les debes muchísimo. No he podido evitarlo y sin darme cuenta hoy he empezado a escribir y no he parado hasta llegar aquí. No sé si es el mejor blog de cocina, pero para mí fue y es un gran blog de cocina y le debo mucho. Así que…

Señoras y señores, preparen las servilletas, cojan sus cubiertos, porque están a punto de degustar unos platos exquisitos que han salido de unas manos maravillosas que no se limitan sólo a cocinar, sino que en cada gesto, en cada movimiento, transmiten casi a escondidas, ese amor y esa sabiduría que recibió siendo niña allá en su Chile natal al observar como su padre le iba dejando un hermoso legado.

Por ti y por ese fantástico padre que tanto te enseño. Muchísimas gracias gatita Ruth.

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El bañador de Terremoto y las lágrimas de mamá

9 Mar

Es muy duro ser padre de un niño con minusvalía. Eso nadie me lo puede negar. Personalmente, creo que es posible que sea un poco más difícil ser padre de un niño que tenga una minusvalía y que esta no sea apreciable a simple vista. Si además, el niño es consciente de que algo pasa pero no sabe que pasa y sufre por ello eso afecta aún más a los padres. La vida del niño no es tan fácil como la de otros niños que viven en su propio mundo sin importarles estas reacciones de los terceros, como te miran o lo que comentan de ti cuando creen que tú no les oyes. En nuestro mundo hay lugares habilitados para personas en sillas de ruedas. También hay algunos lugares, aunque menos, habilitados para invidentes. El ser un minusválido físico es (con permiso) una gran putada, porque la sociedad no se diseña pensando en que parte de sus habitantes son diferentes a los otros. Pese a ello es cierto que poco a poco las leyes de barreras arquitectónicas o las ofertas de viajes para invidentes son algo digamos menos anecdótico pero no generalizado. Aunque aún queda mucho camino que andar.

La sociedad se diseña pesando en las personas normales. Cuando alguien es distinto y esa distinción puede ser percibida visualmente, la sociedad “intenta” adaptarse a ellos. Una persona con Down tiene unas características físicas que hace que a simple vista puedas reconocerlos. La sociedad ya sabe que es un down, es consciente de sus limitaciones y no suele ir por el mundo poniéndoles obstáculos, haciéndoles putadas o burlándose de ellos, si lo haces realmente es que tienen pocas luces o al menos no debería hacerlo. Estas personas tampoco lo tienen fácil, pero son más toleradas e incluso aceptadas que antiguamente. Aunque aún queda mucho camino que andar.

Terremoto es un niño aparentemente normal. No tiene ninguna característica física que le denote nada en su contra. Terremoto es un niño que no tiene ningún impedimento físico para andar, moverse, vestirse, hacer deporte o viajar. Terremoto es un niño… o tendría que decir ya un adolescente, que sufre de problemas de espectro autista. No es un autista profundo, sabe hablar perfectamente y tiene ideas propias, habilidades e inquietudes, pero su cerebro funciona de una forma un poco particular. Cuando vamos a un sitio, se acerca a alguien o nos paramos a comprar algo, la gente no ve más que un hermoso adolescente, alto, robusto, un poco regordete, pelo liso y oscuro, profundos ojos castaños y con una pequeña trenza en la nuca de la que se siente muy orgulloso. La gente, no ve los problemas que su cerebro tiene para sentirse cómodo con su entorno, para expresarse, para comunicar sus inquietudes ni para desenvolverse en la sociedad. Aún le queda mucho camino que andar. Aún nos queda mucho camino que andar.

Es pues habitual que muchas veces ante una intervención de Terremoto o ante una reacción inesperada, tenga que ir luego (o antes) y advertir a esa persona que Terremoto es un adolescente con problemas de espectro autista. Por ejemplo, hasta hace muy poco el oculista no le podría pasar la página con las “E” abiertas hacia arriba, abajo, izquierda, derecha o el de las letras, sencillamente porque no tenía muy claro estos conceptos ni identificaba del todo bien las letras. Tenía que pasarle el test de dibujitos que pasan a los niños pequeños. Por ejemplo, si entraba en una librería y pedía libros sobre el oeste, los egipcios, los mayas, Juana de Arco o Napoleón, tenías que pedir al empleado un libro sobre el tema que él quería pero presentado y explicado de una forma menos densa y a ser posible escrito con letra mayúscula. Una verdadera misión casi, casi imposible. Porque si no conseguías advertir al empleado ese le sacaba unos libros de ese tema pero pensados en alguien de su edad, densos y sin problemas de comprensión alguno. Si ibas de viaje y el niño colapsara por el cambio de rutina y te montaba un numerito en el taxi o en la recepción del hotel, tenías que justificarte para evitar que el personal creyera que estabas secuestrando a ese niño y acabaran llamando al 091 para denunciarte. En fin, que la vida de los padres no es tampoco ningún jardín de rosas ni un paseo por un parque. Nos sentimos a menudo incomprendido, solos, teniendo que disculparnos o teniendo que dar a menudo algunas explicaciones para evitar males mayores e intentando al mismo tiempo que estas circunstancias afecten lo menos posible a nuestros hijos. Aún me queda mucho camino que andar… Realmente. Aún nos queda mucho camino que andar.

Hola a todos. Hace una temporada que hablo poco de Terremoto. Aparte de que hemos estado muy liados, como os voy contando, también se ha debido a que esta adolescencia nos ha pillado algunas veces un poco descolocados. Tengo la impresión de que actualmente no estoy para contar nada de mi hijo mayor porque pienso que estamos en un momento de transición y quiero esperar a ver como acaba esta transición y tener una visión mejor de todo para saber explicarlo. De momento os diré que Terremoto ya ha cumplido los dieciséis años, que le hemos comprado un móvil porque quiere empezar a ir sólo por la calle y en bus, así que hemos tenido que poner facilidades para ello. Aunque eso os lo contaré otro día. Terremoto también se ha vuelto algo más irritable, más hormonal con los típicos momentos eufóricos y depresivos de la adolescencia. Su cuerpo ha empezado a cambiar y él se da cuenta de estos cambios, algunos los acepta, otros le han costado más aceptarlos y otros no los acaba de entender, lo que le trastorna y pone de mal humor. Mi hijo es un adolescente con problemas de autismo y eso es muy jodido tanto para él como para nosotros.

Hay una cuestión que hace tiempo intentamos controlarle a Terremoto, ya no sólo por un problema estético, sino más bien por un futuro problema de salud. Terremoto adora la comida. La comida es como un tótem para él. Terremoto no come para vivir, vive para comer. La comida le pierde, pero no la disfruta, la engulle. La traga. Es imposible que pueda disfrutar del sabor, la textura o el aroma de los platos a la velocidad que los devora, o eso creo yo. Engulle una ración más que razonable y algo generosa, pero evidentemente, pese a que cada día le repetimos el mismo mantra de “come despacio, mastica bien y disfruta de la comida”, nosotros no nos hemos acabado de sentar, coger la cuchara y probar un par de raciones y él ya ha devorado todo el plato y exige algo más. Es una lucha que llevo librando desde hace años y no logro controlar. Si sólo se tratara de una forma de comer no me preocuparía tanto, pero cuando los problemas de salud pueden intervenir es cuando esta preocupación se convierte en lucha y en problemas y conflictos. Terremoto tiene sobrepeso, eso no es un secreto. Además algunos de los medicamentos que toma tienen el problema de abrirle aún más el apetito. Eso hace que siempre te pida más, que siempre intente añadir algún plato más, que siempre te pida para ir a algún restaurante tipo self service para repetir y ponerse en el plato lo que él quiera, que muchas veces lo hayamos pillado robando comida de la despensa o con los envoltorios en la papelera de su cuarto, que cada día inspeccione bien escondido, bien descaradamente, todos los cajones y estantes de la cocina e incluso mi bolso por si pudiera tener algo de comida oculta dentro. Que alguna vez que hemos ido a algún evento y no le hemos controlado todo el tiempo, ha comido tanto que luego acaba vomitando del empacho que se ha pegado en nada. Si esta circunstancia no se trata a la larga puede acabar además de con problemas de obesidad mórbida, con problemas de tensión alta, colesterol, diabetes o problemas cardiacos y esta madre que escribe no está dispuesta a consentir esto ni mucho menos. No mientras pueda seguir haciendo cualquier cosa para evitarlo, que a cabezota no me gana mi hijo.

Este último año Terremoto se ha adelgazado un poco. Bueno, maticemos, adelgazar lo que se dice adelgazar no es que se haya adelgazado demasiado, sólo un poco. Intentamos ponerle a dieta y fue la causa de sus primeras y más sonadas crisis de adolescencia. Llegaron a tal altura que la misma neuropediatra que nos había pedido que lo pusiéramos a dieta nos dijo que nos olvidáramos y sólo intentásemos controlarlo para que no aumentara más. Lo que le ha pasado a Terremoto ha sido que ha dado un estirón. El peso más o menos lo ha mantenido, con muchas dificultades y mucho machaque por nuestra parte e incomprensiones por la suya. La jugada nos ha favorecido al haber crecido unos diez centímetros en un año, lo que ha compensado su silueta. No nos tenemos que dormir en los laureles, porque él cada día hace todo lo posible por meter alimentos en su cuerpo y volver a desequilibrar el posible equilibrio conseguido y esto sigue siendo una lucha diaria. Terremoto también tiene un defecto, aunque sea hiperactivo es un vago redomado en muchas cosas. Se que eso parece una incongruencia, pero es así. Le cuesta mucho animarle a hacer ejercicio y cuando lo hace no es que se mate demasiado, vamos que su señora madre que está más tocada de la columna, con hernias varias y más cerca de los cincuenta que no de sus dieciséis, tiene más aguante y me muevo mucho más que mi primogénito. Es cierto que en el cole hacen un día a la semana gimnasia, es cierto que le gusta jugar a básquet (yo nunca he visto un partido suyo, pero cuando ha jugado conmigo tampoco se despeina mucho). También un día a la semana hacen natación y es cierto que alguna vez va a entrenar para alguna competición, pero cuando uno lo ve en los entrenos y en las competiciones, no acaba de entender porque le han puesto allí, porque en comparación con los otros chicos, tiene el contorno de un manatí y el estilo de un cuadrúpedo. Incluso su madre que en eso de nadar no tiene mucho estilo, lo hace mejor, con más soltura y rapidez, que en mi caso ya es.

Hace unas semanas, acudí al cole de Terremoto porque la enfermera me había llamado para verme. Cuando Terremoto tuvo sus crisis, enfocó parte de sus nervios escarbándose las uñas de los pies. No nos había dicho nada e iba aguantando, hasta que un día nos lo enseñó. Tenía unos uñeros en ambos dedos pulgares de los pies que le sangraban y que llevamos desde entonces intentando curarlos. En algún momento hemos conseguido sanarlos. Conseguimos que la uña vuelva a crecer y no le moleste. Pero luego si se vuelve a poner nervios, por la noche, se escarba y a la que nos damos cuenta volvemos a estar como al principio. La doctora dice que si no se le cura tendremos que operar y quitar las uñas o al menos una parte y eso me suena muy jodido. Así que la enfermera del cole me citó para darme una serie de explicaciones de cómo tenía que hacerle esas curas cuando me encontraba con dicha masacre en sus carnes. Mientras hacíamos la visita, la enfermera le pesó y le midió y empezamos a plantearle entre las dos la necesidad de hacer algo más de ejercicio por su bien y también para que sus pobres pies no tuvieran que aguantar tanto peso y se le curaran mejor los dedos. Miren ustedes por donde, en ocasiones te pasas toda la vida diciendo una cosa y un día otra persona te dice lo mismo y ese día cuela, o bien estuvo más concienciado o vayan ustedes a saber que pasó en ese momento por su cabeza que Terremoto dijo que estaba de acuerdo y aceptaba. No perdí ni un momento y llamé a la asociación donde le dan ocio. Lo apuntamos los lunes por la tarde a ping-pong y luego algo de básquet y los sábados por la mañana a natación.

Hace dos semanas le hicieron una prueba para ver a que nivel de natación estaba. Al acabar la clase, nos dijeron que el bañador que llevaba no era el más adecuado y que debía comprarle otro más ajustado y más cómodo para nadar con algo de velocidad. Así que salimos de allí y nos fuimos directos al Decathlon.

Lo de probar bañadores es un suplicio, le aburre, se cansa de ponerse y quitarse prendas, posa de mala gana, se lo coloca mal. Al final una acaba embutida dentro del probador tirada por los suelos y mirándole como le queda cada uno. Me decanté por un modelo, pero al ir a pagar vi que no era del material que me habían pedido y lo dejé. Encargué a su padre que mirara en otras tiendas que hay cerca de su casa y yo haría lo mismo en unas de deporte cerca del trabajo. Yo no encontré nada, al menos de su talla. El viernes siguiente no hubo clase. Mi ex se quedó en casa de canguro con los dos peques. Me llamó un poco antes de salir yo del trabajo y me dijo que se había olvidado comentarme que al lado de su casa no había encontrado nada y que fuera de nuevo al Decathlon a buscar el que le habíamos probado que siempre le iría mejor que el que tiene. Así que el viernes pasado cuando salí del trabajo me acerqué en coche y fui directamente al pasillo en cuestión. El susodicho bañador estaba muy alto y yo, que soy más bien versión taponcito, no alcanzaba ni poniéndome de puntillas. Le pedí a una empleada si me podía dejar un taburete. La chica me cogió el bañador y yo me quedé pensativa, porque me había dado la impresión de que cuando se lo había probado le venía algo ancho, aunque vistas las facilidades que daba en el probador y que se había quejado de la talla inferior pues habíamos decidido que este era el mejor. Me acerqué a la chica y empecé a hacerle preguntas sobre el tipo de tejido, si le serviría, que consideraba ella de la talla, porque se lo había probado la vez anterior… no es que ella me preguntara porque no volvía con Terremoto, pero me pareció que ir de esa forma y someterla a ese interrogatorio habiendo venido antes y habiéndoselo probado antes, merecía una pequeña explicación. Entonces le dije

– “Lo siento por todo el lío que te estoy montando, se que lo mejor sería volver con mi hijo, pero tiene problemas de espectro autista y…”

Entonces, ante mi sorpresa, la chica acabó la frase diciendo

-“… y cuando les cambias las rutinas no se sienten cómodos, el tener que estar todo el tiempo poniendo y quitando ropa no les gusta, se incomodan, no perciben las cosas como nosotros ni sienten de la misma forma se irritan y pueden acabar bloqueados. Lo entiendo”

Yo me quedé parada. No podía creer lo que me estaba diciendo. Creo que tardé unos segundos en reaccionar.

-“¿Conoces algún autista?” –le pregunté.

-Sí – me contestó- Si entran en un sitio que no controlan y sobre todo si hay mucha gente pueden empezar a descolocarlos, luego el tener que probar prendas una tras otra les agobia y al final pueden ponerse muy nerviosos, colapsan y tienen una crisis. Mi consejo es que te lleves la talla que le probaste y esta que es sólo media talla menor. Pruébalas tranquilamente en casa y luego tienes un mes para devolver la que no le siente bien”

Yo casi no podía creer lo que me decía. Debí parecer una idiota porque en ese momento me sentí por primera vez en todos estos años comprendida. Por una vez no me sentía sola. Estaba contenta y eufórica y no hacía más que repetir “pero tú me entiendes, tú me entiendes” Por un momento pensé que es posible tener un futuro. Por un momento pensé que pese a todos los obstáculos que va a tener mi hijo puede tener un futuro. Estaba entusiasmada. Cuando me metí en el coche unas lágrimas de alegría empezaron a escaparse a chorros por el lateral de mis ojos. Por una vez, alguien me había entendido perfectamente, tenía una idea de cuales eran mis dificultades como madre y cuales eran las dificultades de mi hijo y eso fue muy importante para mí.

Unos días antes de lo que os acabo de narrar, tuve que pasar por mi seguro médico para visar unos papeles. Tuve que ir dos días muy seguidos por unas cosas burocráticas. La chica que me atendió ya conoce a Terremoto desde hace años, al menos por los papeles de los especialistas que llevo. Me había comentado que justamente el día que tuve la fiesta de carnaval de Tsunami, en un cine de Palma proyectaban esa tarde un documental sobre aspergers. Yo, evidentemente, no pude ir. La chica, había guardado el ticket con el nombre del documental para dármelo. Sacó su cartera y me lo entregó. Me dijo que se había emocionado muchísimo, que conocía muchas cosas pero que había aprendido un montón. Me comentó que muchas cosas que se narraban también podían servir para personas sin ningún tipo de autismo, para las personas normales. Hace unos días vi el trailer de ese documental, me emocionó tanto que tuve que pararlo y volver con él el día siguiente ya más mentalizada para asumir lo que contaban sus protagonistas. Aunque Terremoto no sea asperger, le vía en esos chicos. Oír lo que ellos sentían y pensaban me emocionó. El documental se titula “Planeta Asperger”. Ayer me encontré en el periódico un artículo sobre otros micro-documentales sobre el tema se titula El viaje de María…

… No sé. Me gustaría pensar que más que una coincidencia, es que el camino está empezando a dar un pequeño paso. Aunque soy realista y sé que nos queda mucho camino que andar.

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Este año Terremoto se ha disfrazado de ladrón y Tsunami de león

16 Feb

Esto de vivir durante los meses fríos en el hemisferio norte tiene sus ventajas y sus desventajas. La ventaja es que la Navidad es más Navidad y menos playera. La desventaja para las madres es que como la Navidad implica vacaciones de Navidad pues hay que cubrir más días sin colegio. Esa parte “negativa” para cualquier conciliación familiar de madre currante ya ha pasado, pero, pero, pero… siempre hay un pero. Antes de que vengan los siguientes festejos escolares, las madres hemos de pasar por una durísima prueba durante gran parte de la infancia o incluso puede que adolescencia de nuestros churumbeles. Estoy hablando claro está de la “temida” fiesta de Carnaval. Aquella en la que hay un lío entre doña Cuaresma y don Carnal y todo eso y que en el fondo lo único que les interesa a nuestros repollos es poder transformarse cual Superman sin necesidad de usar un callejón o una cabina de teléfonos y salir de la forma más variopinta a la fiesta del cole o bien a las fiestas que los municipios se dedican a organizar para el deleite de los niños, el horror de las madres y el orgullo de los abuelos.

Está visto que este año me está costando arrancar con las entradas del blog. Os estaba contando los proyectos de finales del año pasado y justo cuando estaba a punto de abordar el último tengo que interrumpir todo lo que tiene que ver con el blog (y con el resto de mi vida, dicho sea de paso) para coger aguja e hilo y ponerme con la operación disfraces. Si es que no nos dejan un respiro. Aaainnsss…

Bueno, como íbamos. Este año me he puesto en plan dominatrix y le he planteado a Terremoto la posibilidad de bajar un poco el listón de sus retos, que una cosa es Mortadelo con sus disfraces y otra muy distinta su pobre madre que anda algo exhausta y aún no tengo tiempo para recuperarme de un berenjenal y ya entramos en otro. Terremoto este año ha sido comprensivo… será que le hemos prometido que le compraríamos un móvil y quiere tener a mamá de buenas. Así que tras plantearnos unas cuantas posibilidades aprovechando el arsenal de vestidos y complementos que guarda en su cuarto, al final decidimos uno sencillo de montar. A Terremoto siempre, pero cuando digo siempre me refiero literalmente a siempre, le han gustado los malos de las pelis. Si una peli o una historia no tiene un malo maloso, pues no tiene gracia. Ya de pequeño una vez se disfrazó de villano, así en plan general. Otra vez también de pequeño se disfrazó de Joker, el malo maloso de Batman. Luego de malvado emperador Zurg el archienemigo de Buzz Lightyear. Otra vez de alienígena psicópata que quería invadir la tierra. De pirata malo. De doctor chiflado. De Rey Zombie. De Capitán garfio. De bandido del Oeste. De cocodrilo depredador… Bien pensado, se ha disfrazado muchas veces de malo. Pero, le faltaba uno que aún no había tocado y me refiero al malo básico, el caco, el choricillo de baja estopa, el carterista, el descuidero, el maleante, el mangante, el ratero, el saqueador…. Vamos, el ladrón de poca monta. Ese que sale en los cómics del Mortadelo y del Super López que ahora lee y que se troncha con las desventuras de unos pobres ladronzuelos chapuceros. Así que este año hemos añadido un malo más a la lista de malos que esta que os escribe ha confeccionados y Terremoto se ha disfrazado de ladrón a palo seco, así, sin más.

El disfraz es muy fácil. Terremoto tenía unas deportivas negras y unos pantalones negros de esos anchotes que llevan hoy los jóvenes. También tenía por casa una gorra de punto oscura tipo rapero. Además encontramos una linterna de esas que te pones en la cabeza y que supongo que debimos comprársela alguna vez que fuimos al Decathlon y se empeñó en tener una (digo supongo porque así suele conseguir sus innumerables linternas y porque es de esa marca, jiji) Teníamos también unos guantes de algodón negros que habíamos adquirido para algún otro disfraz, no recuerdo cual, creo que el de científico loco. Vamos, que al final lo único que necesitábamos era un polar negro, un antifaz negro y una bolsa de dinero.

Confieso que este año estaba con las pilas bajas y con poco ánimo de montar disfraces, así que en una de las dos tiendas de disfraces que hay cerca del curro encontré el antifaz y la bolsa de dinero. El antifaz tuvimos que recortarle un poco la curva de la nariz. Afortunadamente no se rompió ni quedó cortante, porque no tenía eso muy claro si la recortaba. Es uno de los inconvenientes de tener un hijo adolescente con la cabeza talla sandía generosa. La bolsa de dinero tenía el símbolo del dólar impreso y él prefería el del euro, por eso de ser la moneda que manejamos. Le solté que en los cómics siempre ponen ese símbolo en los dibujos y milagrosamente no puso ninguna objeción. El polar, evidentemente, lo adquirí en una tienda de deportes.

Este año se planteaba pues fácil. El único problema surgió dos días antes, cuando me pidió una pistola porque las que tiene son tipo revolver y esas son del Oeste, no de un caco. Además expresó que deseaba que hiciera mucho ruido. Aaaaiiinnnnsss…. fui a buscar su pistola, que evidentemente procuré que no hiciera un ruido superior al que se supone puede aguantar luego una madre en su casa y me presenté con una bolsa etiquetada con el título de “pistola de gangster”. La pistola le ha gustado, pero por su culpa acabamos de descubrir un nuevo malo que no tenía muy controlado. Los gángsters. Así que llevo dos días relatando historias de la Cosa Nostra, la Camorra y del breviario Vida y milagros de Alfonso Capone. Si supiera leer mejor y más rápido creo que le endoso los libros de Mario Puzzo que tengo por casa de mis padres y que se entere el solito, que parece que hacemos un master de matones en casa desde hace unos días.

La mañana del viernes Terremoto se ha puesto su oscuro traje de ladrón chapucero y pistola en mano ha atracado a su hermanito que aún iba en pijama y batín. Por desgracia, el cole ha suspendido a última hora la fiesta. Terremoto me he dicho cuando ha vuelto que la tarde anterior uno de los nenes de silla de ruedas había muerto y por eso no ha habido este año fiesta de Carnaval en su cole. Me ha dicho que sentía haberse quedado sin fiesta ni dulces. He intentado reflexionar con él y trabajarle la empatía. Le he preguntado que es lo que consideraba peor, no tener fiesta o haber muerto. Me respondió que evidentemente el haber muerto. Luego le he preguntado si le parecería bien que sus compañeros de clase montaran una fiesta el día después de haber muerto él. Aquí me ha dejado descolocada. Me ha dicho que realmente le sería igual porque él ya estaría muerto. Vamos, que lo ha entendido pero su lógica aplastante no es la más indicada para ayudarme a trabajar la empatía para estos casos. Así que probablemente este disfraz sea el que utilice el año que viene. Pobre pequeño y pobre familia.

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Pero el día antes que la fiesta de Terremoto, tenía otro reto a cumplir, ya que el jueves el cole de Tsunami montaba su sarao. Pero esa prueba no dependía tanto de mi persuasión ni de los deseos de Tsunami, sino más bien de los del cole. Cada año hacen una Rueta muy chula en el parque de al lado del cole y luego regresan y en el patio montan una fiesta para niños y padres que está francamente bien donde los mayores venden tartas y bebidas para el viaje de estudios del año que viene. Por la experiencia de los dos años anteriores, cada clase se disfraza de algo que tenga que ver con el nombre que ese año los niños han elegido para su aula. Cada año a principios del curso, los profesores les informan que ese año los nombres tienen que ir de una temática u otra y los niños buscan un nombre para su clase que les definirá todo el año. Cuando Tsunami tenía tres años el tema fue el arte, concretamente la pintura. Nuestro pequeño fue del cuadro que eligieron en su clase. A los cuatro la temática fue el campo, sus actividades, oficios y herramientas. La clase eligió el nombre de una herramienta del campo. Los peques fueron de agricultores y todos llevaban esa herramienta. Este año el tema es la luz. La clase eligió un nombre y cuando me lo dijo lo primero en que pensé fue en como hacer un disfraz de eso. Por lo visto yo no fui la única madre que pensó eso porque el primer mensaje de whatsapp cuando se supo el susodicho nombre de la clase fue ¿alguien sabe como vamos a idear un socorrido y exitoso disfraz de fuegos artificiales? Confieso que mi menda ya tenía varias ideas en mente, pero los profes no han querido ponérnoslo tan difícil y ha habido cambio de planes. Como he contado varias veces, el cole de Tsunami es muy especial en muchas cosas y muy innovador. Dan entre otras cosas una importancia a la educación sensorial y parte de esa educación sensorial es a través de sus clases de música. Parece ser que este año han trabajado entre otros El Carnaval de los Animales. Es una pieza que les ha gustado tanto a todos y que todos tenían su parte favorita que han decidido disfrazarse de El Carnaval de los Animales. Os cuento la historia más o menos como fue.

Todo empezó hace unas semanas cuando hablando con Tsunami le preguntamos de que se tenía que disfrazar. Tsunami fue muy directo, de “Hemion”. Al principio su padre y yo nos quedamos algo estupefactos ante tal palabro. Temíamos que el cole se hubiera vuelto además de innovador, frikie. ¿Cómo era posible que los niños se disfrazaran de Hermion de Harry Potter? ¿acaso el cole había demanciado? ¿habían sucumbido al lado oscuro de la magia? Pero no. Ni una cosa ni otra. Papá Tsunami pilló el móvil (ni se molestó en llegar al ordenador) y descubrió que el tal Hemión es un híbrido entre caballo y asno, o como le llamaba Tsunami, un burro salvaje.

– Veamos – le preguntamos – ¿os vais a vestir todos de burros?

– No mamá, cada niño elige el animal del concierto y no es un burro, es un burro salvaje.

– Hm…. ¿Qué concierto?

– Pues el de Camile Saint-Saëns

Hmmmm…. ¿perdonen? –pensé.

– Sí. Camile Saint-Saëns es el autor de El Carnaval de los Animales, lo hemos dado con la profe de música y yo voy de hemión. (Toma esa. Por si teníamos dudas con las innovaciones del cole)

Así que fui pensando en como se hacía un asno… perdón, un burro salvaje y asistí unos días después a una reunión para padres en la que se nos informaba del proyecto del carnaval de ese año. La profe nos lo explicó todo. Los niños irán de negro y en la clase estaban haciendo falditas, puños, corbatas y pajaritas con hojas de partitura. Cada padre se encargaría de confeccionar la cabeza del animal elegido por su pequeño. Nos dio ideas. Incluso nos brindaron como los otros años, la posibilidad de ir todos una tarde para intentar montarlos o ayudarnos. Así que salí de allí acordándome de los burros, los hemiones y todos los equinos que se pasean por un carnaval. Fui a recoger a Tsunami, porque mientras los padres tenemos reunión los peques juegan en otro sitio, y mi sorpresa fue cuando por las buenas había decidido un cambio de animal. No me gusta el hemión, he decidido que es más chulo ir de león. Así que tocaba asegurarse de que no cambiaría de bicho a última hora. Tras hacer el chócala y todas esas cosas que hacemos cuando queremos asegurarnos de que no van a dar sorpresas, esta madre se puso manos a la obra. A continuación, os contaré lo que hemos hecho algunas de las madres que nuestros repollos nos han solicitado el temible león para adornar sus cabecitas.

El más sencillo de todos ha sido hacer una máscara: Las he visto de fieltro y de goma eva. Esta última también iba acompañada de una cola, los patrones me han dicho que los han pillado por Internet. Con este material lo cierto es que ha quedado muy bien. La de fieltro no resultaba tan realista, pero también tenía su gracia. La madre me ha dicho que iba muy mal de tiempo y no tenía posibilidades de ir a comprar cosas, así que se las había ingeniando con lo que tenía en casa. Para haber sido así el resultado fue muy bueno. Uso tres colores diferentes para recrear hocico, melena y orejas y luego el elástico.

Lo sencillo pero más elaborados: Uno realizado también con goma eva, pero me gustó un detalle. Era un gran semicírculo, la parte interior era donde habían recreado la cara del león. La parte exterior la habían cortado en tiras largas que luego habían doblado hacía atrás y grapado o pegado con cola caliente a la base de la tira. De esta forma tan simple creaban la melena y quedaba muy, pero que muy resultona.

Los más currados: Fueron los de un pequeñajo y otro menos pequeñajo que las madres habían pillado todos los retales de lana de tonalidades marrones y cobrizas de las abuelas. Luego habían ido enganchando esas lanas en un gorro de lana hasta conseguir el volumen deseado. Una de esas mamás me confesó que se había pasado varias noches hasta las tantas haciendo eso. Las orejas habían pillado también trozos de fieltro de la abuela y las habían cosido. Para la cola una de ellas había aprovechado la lana y había trenzado una larga cola dejando el mocho final como remate de la misma.

Otra de las versiones más curradas fue sin duda para una mamá que había aplicado la técnica anterior pero esta vez con tiras enormes de papel marrón. No se que nombre tiene pero para entendernos era más o menos parecido a la textura del papel que hay en las cajas de zapatos para protegerlos (creo que es papel pinocho o papel de seda). Había conseguido hacer un pedazo melena impresionante que a bien seguro fue la más voluminosa y exuberante de todos los leones del colegio.

El más currado de todos: Ese lo había hecho íntegramente la abuela, que además de tiempo sabe un rato de patronaje y se había ido a una de las tiendas de telas más buenas de Palma. Lo sé por las bolsas que usó para llevarlo y porque la madre me había dicho que le pensaba pasar el encargo a su madre que de eso sabía un montón y ella no pensaba hacer nada. Así que tengo que felicitar a la susodicha abuela por su pericia y el magnífico resultado que consiguió. Era más o menos la primera idea que tuve pero que descarté por cara y por laboriosa. La señora había comprado tela de peluche, esa que imita el pelo largo. Con esta tela había cogido dos trozos rectangulares largos con los que envolvía la cabeza y hacían la melena sobre el pecho del niño. Iban cosidos detrás lo que ayudaba a dar realidad al crear la línea donde se dividen las direcciones del pelo que giraba hacia la parte del pecho. Arriba había cosido otro trozo para hacer diríamos la parte de encima del gorro y en la zona delantera de las costuras había hecho también unas orejitas con una tela menos velludita con un tono oscuro para el exterior y un claro para la interior. La cola era de la misma tela que las orejas y rematada con un “plumero/pompón” de la tela del cuello. Vamos, un auténtico león. Fue sin ninguna duda el niño más abrigado de todo el carnaval.

Para Tsunami como no tiene abuela que le cosa y una madre con dos niños, opté por otra idea más sencilla. Le compré un gorro de lana con visera que situé en la parte del cogote y que además era reversible, cosa que le encanto. Hice esta compra el mismo día que fui a por el polar de Terremoto y el de Tsunami. Cosí a este gorro una bufanda mía en tonos marrones. Ya sabéis que uno de mis lemas es el de la imaginación al poder. Es una de esas con el punto gordo que hace como circulitos (no sé como explicarlo, así que lo entenderéis al ver la foto). Para la cola reciclé una cola de un disfraz de tigre que le hice de pequeño y al que quité las rayas negras. Era una cola hecha de fieltro naranja con el extremo en negro y que cosí en el polar negro. Tan sólo me quedaban las orejas, pero no tengo por casa trozos de fieltro y como sinceramente no me apetecía tener que comprar un trozo de 50 cm. por metro y medio de largo que hace la pieza mínima que te venden, en color marrón claro y marrón oscuro, pues opté por otro sistema. Hice las orejas de cartulina y las pinté con ceras. Se que no queda tan bien y son menos resultonas. Se que tendría que haberles aplicado un mejunje de cola blanca y papel de periódico para darles volumen y luego pintar, pero el tiempo de secado iba en mi contra. En ocasiones las madres tenemos que sobrevivir con elegancia y estilo y sinceramente, no me apetecía quedarme otra vez hasta las tres de la mañana haciendo, cosiendo, modelando o pintando cosas. Tsunami quedó encantado con su disfraz, lo encontró muy divertido y fácil de poner. Para hacer la melena de debajo el cuello tenía pensado que una parte de la bufanda le colgara por la parte delantera justo debajo de la barbilla. Cuando estaba tomando las medidas el peque me comentó que en el cole había hecho una pajarita con las partituras y que se tenía que ver. Por ese motivo dejé expresamente la parte delantera algo más larga de lo que tenía en un principio pensado.

El día de la fiesta fui al cole para ayudar a maquillar a los nenes. Dos madres habían llegado antes y casi, casi tenían a todos los nenes maquillados. Así que le hice unos cuantos detallitos a Tsunami y a un amiguito suyo que me lo pidió y esta ha sido el resultado. Tsunami se lo pasó pipa. En la fiesta estuvo comiendo pasteles de los que vendían para el viaje de estudios. Estuvo saltando, bailando, trepando y corriendo como una fiera y el cascote de león ni se le cayo ni le molestó para nada. En pocas palabras, que pese a las orejas de cartón para el peque fue todo un éxito, que es lo que realmente importa. Este fin de semana he desmontado el casquete. Yo he recuperado mi bufanda y Tsunami tiene un nuevo gorro de lana reversible con el que está encantado. Eso sí… tengo ambas prendas en el cesto de ropa. El maquillaje fue impresionante, pero también recibió algo de color los componentes de la melena. Aunque ese es el menor de los males. Bueno, ya veremos que sorpresa nos depara el año que viene y que reto me espera o como diría Tarzán, ¡Angaua Chita! Angaua

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La estación de los proyectos: El último proyecto que fue realmente el primero.

13 Ene

Ya dicen que el refranero es sabio y realmente en esta ocasión el primer proyecto fue el último en realizarse y el último en aparecer fue el primero. Siguiendo con el refranero os diré que una de mis máximas por las que me rijo en la vida es “la improvisación al poder”. Tal vez porque con mis dos cachorritos y la vida que se me ha dado, tienda a tener un montón de situaciones en que las cosas no siempre funcionan como uno había planeado y la improvisación es un arte para sobrevivir.

En esta historia de este proyecto hay mucho de estos dos refranes. Nuestro relato empieza, si no recuerdo mal, allá por noviembre del año pasado. Era una tarde y hacía mucho sol. Tenía las ventanas de casa abiertas, me encanta que entre el sol en casa, me recarga las pilas. Tsunami estaba viendo la tele y Terremoto estaba en su tarde de ocio en una organización donde le habíamos apuntado a principios de verano. Es una salida a la falta de amigos que tiene, a lo que le cuesta hacer amistades. Porque… no nos engañemos, nuestros niños no siempre son recibidos por todos y el pobre Terremoto ha tenido muy mala suerte en ello. Así que antes de que empezara el verano nos pusimos en contacto con esta asociación para ver si haciendo actividades, salidas e incluso en una ocasión una acampada en una granja escuela, Terremoto desarrollaba más sus hábitos sociales y se sentía más integrado. Quien sabe… tal vez allí consiga hacer algún amigo. Pero no nos desviemos del tema. Estábamos mi peque y yo plácidamente en casa cuando el teléfono de mamá, o sea, el mío, sonó. Al cogerlo vi en la pantalla que era la monitora que está con Terremoto en esta asociación. Lo primero que pensé es que había pasado alguna hecatombe. No me pidáis porque pero siempre pienso que cuando alguien me llama por algo relacionado con Terremoto es porque hemos tenido una crisis o una hecatombe. Pero esta vez esta apocalíptica madre estaba completamente errada, se me llamaba para plantearme otra cosa muy distinta. La chica me dijo que todo iba de perlas y que me llamaba para otro asunto.

La semana pasada había encontrado en el buzón una carta de esa asociación en la que se me informaba que en unas semanas habría unas charlas para padres con niños especiales. Había dejado el tríptico en la cocina ya que por entonces esta que os escribe estaba enfrascada en un montón de proyectos y no pensaba ir a priori.

¿Haz visto lo del Congreso? –me preguntó la monitora.

Pues… hmmm…. Sinceramente… hmmm…. Verlo, verlo, lo he visto, pero poco, está por la cocina… Creo.

Esta falta de atención por la información enviada y mi apabullante sinceridad creo que la descolocó un poco, así que empezó a explicarme en que consistía ese “Congreso” anual y porque me llamaba. Resulta que una vez al año y por dos tardes, montan en un hotel una serie de charlas, cuatro cada tarde, sobre diversos temas de (confieso) bastante interés. Por lo visto el último día después del congreso te invitan a una cena fría y a un bailecito en una sala de fiestas si has asistido los dos días completos. Durante el congreso hay servicio de guardería para los peques y si el último día los progenitores se van de marcheta también tienen servicio de dormitorio para los nenes.

Bueno – me dijo- es que cuando he visto esta tarde a Terremoto he pensado enseguida en ti. Uno de los temas que tenemos que tratar es el de los padres separados o cuando el matrimonio se lleva mal. En ese caso la cuestión a tratar es si se pueden poner de acuerdo para educar y criar a su hijo. Tenemos unos cuantos casos de padres separados o divorciados y hay una chica que se ha prestado a exponer su situación como madre divorciada con un ex que pasa de todo e incluso les pone problemas. No encontrábamos a nadie para el otro punto de vista y al ver a tu hijo, pues he pensado que como caso contario, pues eso que ex y tú os lleváis muy bien. Este verano y estos días os he visto como veníais, todos juntos, vosotros, el hermano, tu pareja y lo cierto es que es algo no demasiado corriente y bastante que envidiar. Así que quería saber si no te importaría venir para exponernos tu caso.

A estas alturas ya me había tumbado sobre mi cama y estaba localizando la charla en cuestión. Me pareció una proposición magnífica. Los que seguís este blog sabéis lo bien que nos llevamos con mi ex y que en otras entradas he reivindicado la necesidad de que por el bien de sus hijos los padres una vez separados intenten llevarse lo mejor posible. Por ese motivo me pareció una idea excelente y me dejé seducir. Quedamos pues para unos días más tarde hablar con la chica que moderaría la mesa.

Antes del congreso tuvimos dos reuniones, una en la que nos conocimos todos y otra en la que decidimos que expondríamos y como. Creo que en ocasiones debo ser un bicho raro porque eso de que vayas tranquilamente diciendo que no se preocupen, que no tienes miedo escénico y que ya improvisarás no suele ser recibido de la forma más tranquila posible. Creo que a la pobre moderadora y a la chica que se puso en contacto conmigo las debí dejar algo preocupadas hasta después de la charla. Cada vez que nos reunimos y cada vez que hablé con ellas por teléfono, que fueron muchas, les contaba un montón de cosas que siempre tenían que ver con el tema pero de puntos de vista diferentes. Es lo que tiene tener buena memoria y hablar de uno mismo, que no tienes que prepararte el tema, ya lo conoces.

La otra mamá que estaba conmigo era una chica muy maja, creo recordar que era enfermera, porque tenía unos horarios laborales muy raros. Había acabado mal con su ex y al final ella era la que se encargaba para todo de su peque de seis añitos. Tenía la suerte de vivir con sus padres y quieras no quieras eso ayuda un poco a la hora de encargarse de un niño sobre todo cuando además de los tuyos también hay horarios raros con psicólogas y terapias. Su historia me recordó en muchos sentidos a la que yo había tenido hacía diez años cuando Terremoto tenía la edad de ese chico. Es curioso, pero yo al principio no creía que me fuera necesario a estas alturas el ir a una reunión como la que se montó en ese congreso, pero reconozco que me ha ido muy bien.

Nosotros interveníamos el segundo día, pero fui a los dos. Al final conseguí hacer un poco de encaje de bolillos y conseguí que mis cachorrillos estuvieran con mi ex o con mi pareja. Como os he dicho, muchas de las historias que allí se contaron me eran conocidas. Cada uno cuenta un relato según su experiencia, pero en el fondo la gran mayoría de los padres y tutores que estábamos en esa sala habíamos pasado por unas experiencias muy comunes. También se contaron historias que aún no he vivido y que me quedan por vivir. Es posible que algunas formen parte de mi futuro y otras puede que nunca se den. En el fondo cada caso es especial y cada historia adquiere un rumbo dependiendo del trabajo que se haga con cada niño y de la capacidad de cada uno. Algunas de esas historias eran muy duras. Desengañémoslo. Todas las historias eran muy duras, pero cuando gran parte de tu vida se ha visto metida en una de ellas en ocasiones sólo las realmente desgarradoras te parecen excepcionales. Algunas experiencias de las que se narraron allí forman parte de esas pesadillas que sólo en los momentos más oscuros de mi existencia me pregunto si llegarán algún día. Por suerte o por desgracia, esa fue la experiencia que tuvieron algunos de esos padres. Nos contaron como llegaron a tocar fondo, como en muchas ocasiones tuvieron que llamar a la policía porque creían que su vida y la de su familia corrían peligro. También hubo historias tiernas, otras de aspectos más legales, pero todas intentaban acabar con una pequeña esperanza, una luz al final ya se le llame terapias, pisos tutelados, residencias… todo eso que algún día nuestros hijos tendrán que asumir porque en algún momento nosotros dejaremos de formar parte de sus vidas. Pese a mi corazón curtido y a mi autocontrol, esta que os escribe acabó llorando en más de una ocasión y en dos ocasiones a moco tendido. Suerte de las luces cerradas y de que debía haber mucho polvo en el ambiente porque a casi todos se nos metieron motitas de polvo en los ojos. Me admiró la fortaleza que tienen algunos de eso padres y acabé pensando que mi caso pese a sus momentos es una auténtica mariconada en comparación con otras historias.

Así fue como acabó el primer día. A mi lado se había sentado un matrimonio más mayor que yo. Hablé en algunos momentos con ellos, era una pena que al día siguiente no pudieran acudir, porque realmente les hubiera ido muy bien oír nuestra charla. Era la pareja que tenían un hijo con problemas y una hija que no. La madre había asumido la situación, pero el padre seguía en la fase de negación pese a los años pasados. Tenían serios problemas con su hijo y con su hija, la cual había estudiado psicología y el padre cogía como terapeuta particular. El mayor inconveniente que tenía el hombre era que no aceptaba los consejos de la hija y cuando esta le decía algo que a él no le gustaba entonces se ponía en papel de padre autoritario en plan a mi no me dices eso y no me dices lo que tengo que hacer. Les comenté un buen rato lo que yo haría en los casos que me plantearon y a todo aquello que yo le contestaba la mujer siempre le decía “lo ves, es lo que la niña dice que tienes que hacer y tú no le haces caso”. Entonces mi consejo fue que buscara ayuda, pero que no fuera su hija. El pobre señor creo que deseaba que en algún momento cambiara mi opinión y estuvieron acompañándome hasta casi llegar al coche insistiendo en lo mismo. Mi respuesta siempre era la misma. Al final cogí un anuario que nos habían dado y un Boli y en letra bien grande escribí en la contraportada que estaba completamente en blanco el siguiente mensaje “necesitas urgentemente ayuda, pero esa ayuda no es tu hija, ella es eso, tu hija. Busca a alguien y pronto” La mujer estaba feliz, no tengo muy claro si eso era bueno o no. Era un matrimonio de esos curtidos que habían pasado mucho pero que en el fondo se querían con locura. Quiero pensar o me gustaría pensar que al final ese señor acabaría buscando algún psicólogo que no fuera su hija.

El viernes por la tarde era el día en que interveníamos. Me habían pedido una foto de Terremoto para ponerla al principio de todo. Había pensado en enviarles una foto de mi “familia extendida” pero al final envié una que le había hecho a Terremoto este verano en el Aquarium. La moderadora expuso el tema y la otra mamá nos contó su historia. Se había pasado todas las reuniones diciendo que le daba vergüenza contar su caso y al final acabó contando todo aquello que antes nos había dicho que no se atrevía a decir. Creo que después se sintió mejor. Es curioso como contar ciertas cosas puede resultar terapéutico. Luego me tocó a mí. Ante la sorpresa, o no, de la moderadora, dejé los papeles a un lado, me quité las gafas y miré a todos los que estaban allí sentados. Entonces empecé a contarles mi vida. Esa historia que muchos conocéis, que empieza como una historia cualquiera pero en un momento dado uno decide que tras nueve años y medio de estar dando segundas oportunidades, ha llegado la hora de darse una segunda oportunidad a sí mismo y a su hijo. Después decides que el padre de tú hijo tiene derecho a seguir ejerciendo de padre. Es más, no es que tenga derecho, es que tiene la obligación de hacerlo. Entonces empieza la cruzada para conseguirlo. Les relaté como me había costado que mi ex fuera tomando conciencia de ello y como habíamos llegado a la situación actual. Entre el público vi alguna cara interesada. Algunos sonreían. Otros asentían. Creo que muchos de ellos pensaron. Les plantee una vía especial, aquella en la que todos estamos unidos pero cada uno sigue su camino. Esa que no es tan habitual pero que tal vez debiera serlo. Después la monitora ilustró a los asistentes con algunas perlas que se encontraban ellos en los casos de padres divorciados y sobre todo con diferencias muy acusadas. ¿Cómo es posible que al intentar dar una ayuda a tu hijo tu mismo pongas tantos problemas en medio? Si. Realmente el tema dio que pensar. Al final nos aplaudieron y más tarde algunos me pararon para preguntarme alguna cosa. Al salir de allí fuimos a tomar la prometida cena fría y a bailar un rato. Fue divertido. Os contaré que acabé marcándome un rock and roll con un señor que iba en silla de ruedas. No es tan fácil como si uno fuera sin silla, pero es posible y muy divertido. Sólo tienes que intentarlo y ponerle imaginación e improvisar, lo demás lo hace la música.

La historia de este proyecto que fue el último pero que acabó siendo el primero acabaría aquí si no fuera que hace unas cuantas semanas Terremoto fue a una competición de natación. Allí fuimos todos como siempre. Mientras estábamos animándole una señora me saludó. Tú no te acuerdas, es imposible –me dijo- pero yo soy una de esas personas que estábamos en la sala cuando distes la charla sobre las parejas separadas. Me gustó mucho vuestra historia, ojala hubiera más como vosotros. Entonces aproveché para presentarle a nuestra familia especial. Allí estaba en la piscina Terremoto. Junto a mí de pie estaba mi ex y yo animándole y sentados mi pareja y Tsunami que tras muchas horas dentro estaba jugando a una partidita con el móvil de papá. Nuestra extraña familia que acabó como cada vez que Terremoto tiene natación, yendo los cinco a comer en el sitio que elija él. Porque pese a todo lo que uno ha pasado, las estrellas siguen brillando en el momento de nuestro encuentro. La mujer nos miró, sonrió y aquí acaba el final de ese proyecto, uno de los que me separaron del blog estos últimos meses.

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Los experimentos, el drakkar y la desvirtualización pasada por agua.

2 Oct

Las historias no siempre tienen un principio que necesariamente tiene que empezar cuando empieza la historia. Es más, normalmente muchos principios de las historias empiezan mucho antes. En nuestro caso, todo empezó realmente el día en que Terremoto fue a ver la peli de Vicky el vikingo. Ese día nuestro niño regresó del cine ávido de información vikinga.

Bueno, tengo que decir que por un lado había un interés histórico, pero por otro la chica que salía en la peli debió hacerle tilín, porque nos llenó su cuarto con impresiones de las diversas escenas de la peli que pillamos por internet, y no le culpo al menos tiene buen gusto. En esos días, además, devoró todo libro, papel, documento, revista y objeto que tuviéramos en casa y que remotamente tuviera alguna relación con el mundo de los ancestros del IKEA, el minimalismo y las habitaciones blancas. Terremoto tuvo mucha suerte. En casa no somos muy del IKEA, ni del minimalismo ni de las habitaciones blancas, pero nos gustan las sagas nórdicas, tenemos libros y revistas en los que había información de sobra, aunque él seguía preguntando. En un estante tenemos tres cuernos, pero de los de verdad. Dos para beber y el tercero de los que se soplan para llamar. Justo al lado hay una reproducción en plástico, muy lograda por cierto, de un casco normando y que es el más parecido a los cascos que usaban los vikingos por aquella época. Porque señores, aquellos que no estén informados de ello, aquel dicho que rezaba «bienaventurados sean los vikingos porque los tenían postizos» pues tiene muchísima razón se mire por el lado que se mira. Los guerreros nórdicos jamás llevaron cuernos en el casco. Quien popularizó esta imagen fue un tal Richard Wagner cuando nos regaló toda una ópera de valkirias más conocida como la banda sonora de acompañamiento a unos helicópteros en una peli del Vietnam. Terremoto, fiel a las imágenes de la peli de Vicky el vikingo, no comulgaba demasiado con lo de los cuernos, hasta que le preguntamos a una vecina de mi padre que es sueca pero de las auténticas, no de las de Valencia, y le dejó bien convencido de que los de verdad no llevaban cornamenta, al menos en el casco.

Aunque ya teníamos aprendido lo del casco con cuernos Terremoto se vino un día a casa con una compra que había hecho con su padre en una tienda de disfraces: una hacha de plástico y dos cascos de los de cuernos, porque cuéntale tú eso de lo del Wagner a los de la tienda de disfraces y a los importadores de la China. Un casco era para él y el otro para su hermano. Así los tuve una temporada encuernados a ambos. Por su cumple, evidentemente los tuve a los dos con sus respectivos cascos encasquetados, la música de Vicky a toda megafonía en vez del sufrido cumpleaños feliz y brindis con zumo de melocotón en los cuernos, todo un numerito oigan. Por suerte lo de soplar y sacar algo de ruido del otro se nos dio bastante mal a toda la familia, que sino temblando estaría toda la finca a estas horas.

Después de soltaros este rollo, entenderéis porque cuando hace unos cuatro meses, mientras iba en el coche tan tranquila y oí que en las Drassanes de Barcelona se había inaugurado una exposición sobre los vikingos, agucé el oído y empecé a tomar mentalmente nota de lo que comentaban. La exposición tenía lugar todo el verano y acababa el 28 de septiembre. Mi engranaje neuronal se puso en marcha y empecé a maquinar una invasión estival en tierras catalanas. Pero luego añadieron que el último día de la exposición harían una recreación de un campamento vikingo en la entrada de las Drassanes. Eso implicaba que si queríamos ir a ver el campamento tendríamos que hacer una razzia invasiva más corta de lo que acababa de pensar hacía unos minutos. En esa fecha ya ha empezado el colegio y nosotros no tenemos ya días para estos menesteres. Así que R y yo nos hemos pasado todo el verano guardando un silencio sepulcral para darles una sorpresa a los peques. Señoras y señores, el fin de semana pasado esta familia al completo desembarcó en tierras catalanas en busca de un drakkar, unas hachas y unos cascos sin cuernos, of course.

En agosto sacamos los pasajes y unas semanas antes lo comunicamos a los peques. La alegría fue enorme. Terremoto empezó a planear sitios donde ir, que si la Sagrada Familia, el parque Güell, el zoológico, la estatua de Colón, Port Aventura, el otro parque más antiguo que hay en la montaña (vease Tibidabo) y un montón de fotos más que encontró por internet con una rápida búsqueda de imágenes «Barcelona» y que me enseñaba a golpe de «mamáaaa ven corre que he visto otra que me gustaaaaa». Así que al final y puesto de el viernes llegábamos a las siete y media de la tarde y el domingo llegaríamos a Palma a la misma hora, tuvimos que acortar el plan a: ir el sábado al zoo y el domingo a ver el monumento de Colón y los vikingos.

No se muy bien a raíz de que, este verano Terremoto se ha empeñado en situar al descubridor del nuevo mundo entre sus personajes históricos favoritos del momento, junto a Napoleón, Juana de Arco y Copito de Nieve… aún no se muy bien que íntima relación deben tener estos cuatro, misterios que tiene la vida. Como de Napoleón y de Juana de Arco, que sepamos, no se hacen souvenirs, Terremoto se entusiasmó ante la posibilidad de encontrar una postal de Copito y una estatuita del monumento de Colón que hay en el puerto de Barcelona. La petición fue aceptada, entre otros motivos, porque la diosa fortuna hizo que la citada estatua esté a unos pocos metros de las Drassanes que íbamos a visitar.

El viernes tuve un día que parecía una gincana deportiva. De hecho, toda la semana había sido una auténtica gincana, pero llegamos. Llegamos al aeropuerto y llegamos a Barcelona. Allí nos esperaba la hermana de R. para llevarnos a su casa donde tendría lugar el primer campamento del viaje. El que le montamos los cuatro dispersándonos por todos los cuartos, camas o sofá cama disponible que tuviera libres. Aunque no creáis que llegamos allí como unos auténticos vándalos, que seremos provincianos pero estamos muy bien educados. Así que acompañamos la invasión con las preceptivas ensaimadas, una lisa y la otra con chocolate, para amenizar los sucesivos desayunos de esos días.

Chungo. Así es como se podía resumir el pronostico del tiempo en Barcelona para esos días. Chungo y con lluvias. Así que el jueves por la noche con nocturnidad, prevaricación y alevosía, tentamos a nuestros churumbeles para hacer un cambio de última hora en el plan de ruta establecida. El sábado en lugar de estar en el zoo, iríamos al CosmoCaixa. Nos miraron con cara de circunstancias en plan «que me estás contando ahora». Cuando les dijimos que eso era un museo de ciencias con muchos experimentos, Tsunami casi se nos encasqueta en el techo de la sala del bote de alegría que dio. Terremoto no lo veía tan claro, porque él deseaba ir al zoo para ver los cocodrilos y ver si tenían información de Copito de Nieve. El mosqueo se le pasó cuando vio las fotos del manglar que me tienen montado los del CosmoCaixa, con caimanes incluidos. Así que ese sábado nos pillamos el metro y tras un paseo cuesta arriba rodeados de mansiones modernistas espectaculares y saludando dos veces el paso del Tramvia Blau, acabamos en el CosmoCaixa con un pequeñajo ávido de experimentos y otro ávido de caimanes. Con las entradas elegimos también la opción de una visita guiada llamada el triceratops, que gustó a ambos peques. Mis niños son unos expertos en dinosaurios y dieron cuenta de ello, palabrita. La otra visita fue al planetario en 3D que al finalizar también resultó de su agrado, menos mal, ufff. Para comer recurrimos al restaurante que hay dentro. No está tirado de precio pero al ser tipo self service y tener toda la comida una calidad superior nos convenció que su elección había sido todo un acierto. Contentos y con la barriguita llena seguimos experimentando y helándonos con el mega bloque de hielo que hay dentro, haciendo flotar pelotas con chorros de aire y montando unas fotos virtuales que supongo habrán llegado al correo de papa Tsunami. Al final acabamos saliendo de allí más por el aburrimiento de Terremoto que no por la insistencia de Tsunami. Si llega a ser por el peque repetimos todos los experimentos siete u ocho veces y ya nos encargábamos nosotros de cerrar las barreras y dejar la llave debajo del felpudo cuando se hubiera aburrido. Soy consciente que este año la extraescolar de experimentos será una mariconada en comparación con lo visto. Le hemos puesto el listón muy alto a la pobre profe de experimentos. La compadezco.

Cuando salimos, Terremoto insistía en que quería ir al parque Güell, pero ya le habíamos advertido de que eso por horarios era muy complicado. Así que nos fuimos al parque de la Ciutadella para hacernos unas foto con el Mamut. Eso sí, por el camino mi churri hizo una parada técnica en su añorado Gigamesh por el que suspira de tanto en tanto. Allí pillamos un par de libritos frikis. Tsunami se compró un libro de los personajes de Star Wars en versión Lego con muñequito de Han Solo incluido, ains… su primer libro de Star Wars. Terremoto, por su parte, se aburrió solemnemente porque «¿donde se ha visto una tienda de cómics que no tengan nada de Mortadelo y Filemón o Super López?, ¡que vergüenza!»

Y así fue como llegamos al domingo. Ese día además de la exposición ocurrió otra cosa. Algo que nunca me había pasado hasta entonces y que me gustó enormemente. Mi menda lerenda hizo su primera desvirtualización en vivo y en directo, porque sino no hubiera sido una desvirtualización. Unos días antes de irnos de viaje propuse a una bloguera catalana el tener un tête à tête y aceptó. Como diría Mayra, de momento, hasta aquí puedo leer, dentro de unos párrafos sabréis de quien se trata.

Pues bien. El domingo el hermano de R. nos acercó a las Drassanes. Era una mañana muy nublada y algo chunga climáticamente hablando. Al salir del parking lo primero que vimos fue una exposición de los tropecientos años de la revista «Hola». Confieso que eso me hizo sentir muy vieja, porque quitado de tres o cuatro recuerdo haber visto en directo y en formato revistil todas esas portadas en su momento en el quiosco o en la peluquería donde iba mi madre. Buaaaaa…. eso baja la moral a cualquier mortaaaaaalllllll.

Pero lo que levantó mucho la moral, pero mucho, a nuestro querido Terremoto era lo que se levantaba justo después de la última mega portada plantificada en el paseo del puerto. Allí delante con su vaya usted a saber cuantos metros de altura, se alzaba la columna sobre la cual un tal Cristóbal Colón se supone señala a América, aunque creo que señalar no señala exactamente allí. Pero, como la tierra al final ha resultado ser redonda pues tarde o temprano dará con el destino señalado. Terremoto me pidió fotos, muchas. Fuimos rodeando el monumento y cada tantos metros tocaba foto. Terremoto en todas ella salía señalando como lo hacía el de arriba del pilar. Así que queridos lectores, si alguien el domingo pasado se estaba paseando por allí y observó a un adolescente haciendo este extraño ritual fotográfico, es que se tropezó con nosotros sin saberlo.

Después de haber rodeado el monumento nos acercamos a las Drassanes. R. su hermano y Tsunami se pusieron a la cola, que en esos momentos aún era corta y sacamos entradas para todos. Mientras Terremoto y yo nos quedamos a ver el campamento vikingo, motivo por el cual habíamos ido expresamente ese día. Aquí tengo que decir que quedé algo decepcionada. No estaba mal, pero si eso se le podía calificar de campamento, los tres cuernos y el casco que tengo en casa es un museo. Lo encontré pequeño, con pocos personajes. Es cierto que estaba bien caracterizado y los chicos fueron muy simpáticos, pero personalmente hubiera preferido algo más cercano. Ya sé que no se trata de vikingos, pero por Mallorca también hay grupos de recreación medieval que han montado muestras más grandes y completas que aquella. Pero bueno, estuvo bien, sacamos unas cuantas foticas y pasamos a ver la exposición y el anunciado drakkar. La exposición era muy completa, muy bien montada. Sólo tuvo un problema para nosotros, había mucho que leer y eso aburrió solemnemente a Terremoto. El esperaba algo más impactante visualmente, con menos texto y más entretenido. Es lo que tiene mi niño, así que me dediqué a hacer fotos para al menos poder disfrutar en diferido de lo expuesto cuando llegara a casa. Lo más decepcionante de todo fue el drakkar. En las Drassanes el espacio no es precisamente lo que les falte. Imaginamos que estaría en un lugar que aunque acordonado se le pudiera dar la vuelta y ver su interior, pero no. Lo habían situado cerca de una ventana, así que tenías una hermosa penumbra/contraluz, porque fuera estaba lloviendo a cántaros. En un lugar elevado que no permitía ver el interior, y no se podía subir allí. Vamos, que no le sacaban mucho partido al barquito en cuestión. No se, pero así de pronto se me ocurre que podrían haber puesto unos espejos para que el público viera estos detalles. Por suerte había un señor que no se muy bien que hacía allí arriba, pero que sacaba fotos. Cuando nos vio a una señora y a mí con cara de «oinsss, eso es todo». Se ofreció muy amablemente a sacarnos con nuestras cámaras unas fotos del interior.

Estábamos ya al final de la exposición a punto de salir cuando mi teléfono sonó. Al otro lado había una voz juvenil. Me sentí muy emocionada. Fuera, al lado del campamento vikingo y bajo una lluvia cabezona, nos esperaba Mo, mister X y peque. Allí hice mi primera desvirtualización. Salí con Terremoto y fue saber que eran ellos nada más verlos. Es un momento muy especial, llevas año y pico leyendo las aventuras de otra familia y de repente los tienes allí delante. Mo es una chica muy guapa y mister X muy simpático. Peque, al igual que Tsunami se quedaron un poco parados y desorientados. Imagino que a esas alturas del viaje mi nene no se esperaba encontrarse con otro pipiolo como él. Salimos todos a tomar un refresco, porque con la lluvia que caía no se podía pasear mucho. Tengo que agradecer a Mo y su familia que acudieran a la cita. Al llegar a Palma he visto unos mensajes en el correo pidiéndome si íbamos. Por lo visto si nosotros tuvimos una gincana con el viaje ellos tuvieron que hacer un completo encaje de bolillos para buscar un ratito y estar con nosotros. Muchas gracias guapetones y recuérdale a mister X que cuando vayáis por Mallorca me toca a mí pagar los refrescos. Después de estar un ratito charlando nos acompañaron a ver si por las tiendas de souvenirs de las Ramblas encontrábamos alguna estatuita de Cristóbal Colón, pero no. Lo único que había era muy hortera y Terremoto tiene una veta hortera pero con clase. Al final se conformó con una camiseta de kukuxumusu en el que parodiaban el monumento con unos monos haciéndole la contraria al Colon sobre las letras de Barcelona. Poco después tuvimos que despedirnos de Mo, de peque y de mister X, no sin antes darnos un par de buenos abrazos. Otro año nos intentaremos pasar con más tiempo y con menos prisas y esperemos que no llueva tanto y podamos estar un ratito más juntos.

Al final poco más que contaros, salvo que siguió lloviendo, y lloviendo, y lloviendo y el vuelo que tenía que llevarnos a Palma a las siete y media de la tarde nos dejó en la isla a las nueve y cuarto de la noche. Llegamos todos medio histéricos y agotados a casa. Al final cenamos de yogures, los que tuvieron ganas de comer algo, y los empecé a enviar a todos a sus camas. Yo me quedé un poco más para acabar de sacar la ropa y poner montones de ropa para lavar. Por la noche a Tsunami se le escapó un pipí, así que tuve una lavadora más extra. Al final el lunes por la tarde me hice tres lavadoras con sus secadoras porque por aquí también llovió. Antes de ir a buscar al peque conseguí barrer y fregar la casa, aunque no me dio tiempo de comer. Por la noche todo estaba más o menos controlado. Tenía muchas ganas de contaros nuestra aventura y nuestro encuentro con Mo, pero hasta hoy no me he visto con fuerzas de meterme delante del teclado, porque sabía que esta historia daría para muchos aporreamientos de teclas. La historia que empezó un día al llegar nuestro niño de un cine acabó el domingo. Dentro de esta historia se han enlazado otras más. Mis niños han visto un manglar y han tocado un iceberg. También hemos puesto cara a tres personas encantadoras y Terremoto esta mañana se ha ido al cole con su camiseta de Cristóbal Colón. El drakkar… mejor dentro de unos años ahorramos y nos vamos a Oslo a ver un drakkar más grande y en condiciones, pero aún así no me arrepiento, porque gracias a una entrevista en la radio, esta familia ha liado los bártulos y se ha hecho un viajecito en familia, que hacía mucho tiempo que no nos dábamos este gustazo. Y colorin colorado, esta historia se ha redactado.

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Final de curso para el lucimiento del cole. Final de curso para el disfrute de las familias.

23 Jun

El viernes pasado acabó para muchos niños su curso escolar. El viernes pasado empezó para muchos padres la difícil tarea de adecuar horarios y conseguir cubrir con un mes de vacaciones de cada progenitor (eso los que pueden tomarse ese mes) casi tres meses de vacaciones de tus cachorrillos y encima si puedes haz vida familiar con ellos.

Si queridos lectores, el verano es época de vacaciones, playas, cenas a la fresca y perniciosos helados que nos fastidian la operación bikini que se empezó a principios de año después de las fiestas de Navidad. Pero como todo en este mundo, el verano no es lo mismo para todos. Esas vacaciones en las que una era libre, iba a la playa y disfrutaba de su mes de vacaciones hace muchos años que dejaron de tenerse. Concretamente quince. Y supongo que aún me faltan bastantes años para que esta que os escribe pueda volver a disfrutar de una merecidas vacaciones para si misma y su mister, aunque sólo sea de unas semanitas escasas.

Pero no es cuestión de estar apesadumbrados, porque hoy no vengo a tratar el tema de cómo cubrir en verano las vacaciones de tus hijos. No. Hoy os vengo a comentar un pequeño hecho que es el que, aunque no os lo creáis, declara oficialmente empezadas las vacaciones de verano. Nos estamos refiriendo a la fiesta de fin de curso.

Recuerdo con cierta nostalgia, porque cuando se recuerdan cosas de la infancia uno siempre lo rodea de un halo de cierta nostalgia, las actuaciones de final de curso. Por ese entonces yo iba a un colegio de monjas, al que años más tarde también iría Terremoto. Cada año coincidiendo más o menos con los días posteriores a las vacaciones de Pascua, las profesoras se revolucionaban porque tenían que montar los numeritos de la fiesta de final de curso. Yo sobreviví a esos numeritos, y como yo sobrevivieron promociones y promociones de niñas junto a sus familias, que un día en concreto, se revolucionaban para acudir a un lugar señalado para vernos mover el body buenamente y como podíamos al son de diversas músicas. Recuerdo una coreografía con una cancioncilla de Bonnie and Clyde… bueno, sólo recuerdo el primer paso de la coreografía. El resto debía ser un rollo. Íbamos con una gorra roja o blanca y un pañuelo rojo o blanco dependiendo del lugar que te tocara en la fila. A mí me tocó la gorra blanca y el pañuelo rojo. La gorra hace años que le perdí la pista. El pañuelo lo sigue llevando hoy en día Terremoto cuando se disfraza de personaje del Oeste Americano y está guardado en su zona de disfraces.

Quitando esta melodía y este pañuelo, poca cosa más recuerdo de estos finales de curso. Las músicas las he olvidado y afortunadamente las imperiosas coreografías también. Dicho sea de paso, las profesoras del colegio nunca fueron muy buenas a la hora de crear coreografías, así que tampoco se ha perdido gran cosas con el olvido de las mismas. Cuando Terremoto fue al principio a dicho cole, las circunstancias de la fiesta de fin de curso no habían mejorado. Seguían siendo básicamente las mismas que en mi época. Es más. Habían empeorado en un sentido.

En mi época las monjas no tenían un sitio en propiedad donde hacer el numerito. Así que se veían obligadas a alquilar diversos espacios para que el cole se luciera y saliera luego una reseña lo más grande posible, en los periódicos locales donde alababa la colorida despedida de curso que habían dado las alumnas de tal colegio en dicho sitio. No recuerdo las coreografías, pero si recuerdo haber actuado en el campo de fútbol del Baleares, donde casi el colegio se queda sin alumnas. Es día se sentó a los padres en la zona de sombra y a las actuantes en la zona de sol. Actúa tú una tarde soleada de finales de junio sin sombra, ni agua, ni naa de naa. Por suerte en el campo del Baleares fue cuando hicimos el numerito de Bonnie and Clyde, donde nuestra clase fue una privilegiada al tener en la indumentaria una gorrita con la que cubrirnos, y un pañuelo con el que secarnos el sudor. También recuerdo aquella vez, aunque este sólo se hizo un año, pues el alquilarlo debía costar un dineral, en el que mi menda lerenda tuvo el honor de exhibir mis habilidades robótico / danzarinas en el mismísimo escenario del Auditórium de Palma. Evidentemente, alquilar la sala grande del Auditórium debía ser muy cara. Así que ese año las monjas se agenciaron la sala Mozart, que es la sala más pequeña donde se tuvieron que apretar, agolpar y enlatar todos los padres y «actrices» danzantes. Pues sí, eso debía costar una pequeña fortuna, aparte de la queja de las familias y los líos que hubo con toda la trouppe de niñas corriendo despotricadamente entre bambalinas de un lado a otro. Eso sí, ese año la reseña del periódico indicando que las chicas del cole tal habían actuado en el Auditórium de Palma, con foto del escenario asaltado por un montón de pueriles y gráciles danzarinas, quedó muy chic, para que negarlo. Aunque normalmente en mi época donde más veces actuamos fue en la pista cubierta del Polideportivo Príncipes de España. Allí al menos no pillábamos ninguna insolación y los padres no se comprimían cual lata de sardinas. En todas esas actuaciones teníamos luego el problema de localizarnos mutuamente, es decir, de hacer coincidir padres con hijas. Eso era más difícil que el juego de enlaza objetos con una línea. Era agobiante salir a las diferentes pistas e ir mirando mientras un mogollón de padres agitaban las manos desesperados para que su progenie los detectara.

También recuerdo, esta vez con cierta simpatía, el día que ensayábamos en el escenario con cartulinas de colores el montar un letrero de bienvenida para los padres. En ese entonces yo era más grandecita y tenía al lado a mi amiga M.A. Como las dos teníamos el mismo color yo leía un libro y hacía con la cartulina lo que ella. Todo iba bien hasta que de pronto una monja entró en cólera por como se hacía y apareció mi nombre a voz en grito resonando en la sala “¡¡¡¡Laura!!!! Sí, fijaros en Laura que bien se concentra que está leyendo un libro y encima lo hace bien” Yo quedé por un momento en estado medio catatónico y recé para que no me pidiera el nombre del libro “Drácula” de un tal Bram Stoker.

Cuando Terremoto fue a este colegio, las monjas ya habían adquirido unos terrenos a las afueras de Palma, de hecho los habían adquirido en los últimos años en que yo iba al colegio. En estos terrenos, las monjas ya habían construido allí un polideportivo con diferentes pistas y zonas. De hecho lo empezaron a construir en los últimos años en los que yo iba al colegio, en los que con la factura de cada mes (porque por aquel entonces los coles no eran concertados, eso vino luego) nos ponían en la factura una anotación de donación para la construcción del polideportivo (sin la opción a elegir si realmente querías o no hacer esa donación). Recuerdo que en casa eso no nos hizo mucha gracia, porque era un extra de «donativo» muy generoso y encima yo nunca pude disfrutar del maldito polideportivo y no pensaban siquiera poner una opción para las exalumnas que habían aportado para la construcción de poder disfrutarlo. Vamos, que ni una fiestecita de inauguración.

Pero bueno, no nos desviemos del tema. El resultado era que para ir al polideportivo, se montaban unos atascos de órdago. Que para ir al polideportivo se tenía que pasar por un polígono industrial, el más grande de Palma, generalmente un viernes por la tarde y que coincidía con la hora de salida del trabajo de dicho polígono. Que la única carretera que conducía al polideportivo era una local de esas de poco tráfico cualquier día del año menos ese. Que no estaba preparada para ello, con tan sólo un carril de ida y otro de vuelta. Vamos, como dirían muchas, un despropósito.

Pero allí estábamos padres, hermanos, abuelos, perro, tíos y demás familiares de los «actores» dispuestos a darlo todo por nuestros retoños, aguantando estoicamente la cola de los coches, mientras mi madre a grito pelado iba tirando improperios a troche y moche porque no llegábamos para ver al nieto. Intentando luego aparcar dentro si se podía y sino y tenías suerte a «varios» ejem, ejem (cientos) de metros de la entrada del polideportivo. Tostándose en las gradas o bien alrededor de la pista de fútbol como unas sardinas en un chiringuito de playa gaditano para ver la actuación del cachito de la carne de tu carne. Sin que en ningún momento a las monjas se les hubiera pasado por la cabeza habilitar una zona con toldos o con sillas para las abuelas más mayores, ni nada de eso, que para eso estaba el bar donde se cobraba y bien cualquier consumición que se hiciera aunque sólo fuera un triste botellín de agua para no desfallecer. Para compensar la falta de infraestructura, el populacho que muchas veces es sabio, había caído una vez, pero en las siguientes muchas familias acudían como si fuera un día de playa. La abuela en su silla plegable playera, con su pamela de telas floreadas y un paipái de papel de tienda a cien con el que se abanicaban como ahínco frenéticamente posesas. Mientras, algunos afortunados se habían traído la nevera de cubitos de la playa y llevaba dentro algo de líquido elemento con el que mejorar la difícil situación.

Pero no crean que los niños lo pasaban bien. No. Al igual que los padres tiraban pestes con el maldito fin de curso, los alumnos hacían otro tanto. Sobre todo porque los habían tenido durante meses ensayando y ensayando las adorables coreografías que montaban cada año las profesoras y que sinceramente, no habían mejorado muchísimo. Se agradece la insistencia en querer formar futuros bailarines, se agradece la insistencia en conservar las tradiciones, pero no se entiende para qué se hace eso. Yo antes vivía cerca de este cole y los vecinos del barrio estábamos hasta el moño de los ensayos. Los sacaban a todos de las aulas y los llevaban al patio por turnos para ponerles la música y que ensayaran, unos tras otros. Así que durante todo el día tenías el concierto repetitivo una y otra vez. Además las profesoras daban instrucciones por megafonía y desde dos calles al lado las podías seguir tranquilamente (no exagero, es la distancia entre el patio y mi casa) Tan exagerado era eso que confieso que durante varios años, si por casualidad yo había enfermado o tenía unos días libres en esas fechas y estaba en casa, acabé harta llamando por teléfono a las monjas diciéndoles que o bajaban la megafonía o llamaba a la policía, que los niños eran pequeños no sordos. Confieso también que un año llamé a la policía. Los siguientes años, después de haber hecho la llamada de turno, alguien iba al patio y al cabo de unos minutos el sonido era normal. Me refiero a normal a que desde la parte opuesta de mi casa que da al patio, podía oír la tele con el sonido normal. Porque cuando actuaban ponías la tele a toda y aún así te perdías gran parte de las noticias.

¿Para que servían esos finales de curso? Bueno, aparte de para seguir saliendo una reseña en los periódicos locales de que los alumnos de tal sitio habían celebrado el final de curso… creo que poco más. Los padres habían hecho fotos de sus retoños. Los retoños habían dado gracias a todos los dioses del Olimpo para que aquello hubiera acabado por ese año. Las tiendas de revelado de fotos hacían un pequeño extra al día siguiente. Las familias ya podíamos irnos tranquilas sabiendo que el curso oficialmente había acabado y poco más sinceramente. En la revista del colegio que les endosan a los alumnos a principio del año siguiente, sale todo un reportaje de ello. El colegio sigue manteniendo su prestigio, se ha hablado de él y poco le importa que los niños y los padres lo hayamos pasado bien o no. Poco le importa que se hayan perdido un montón de horas de clase teniendo que ir a ensayar el numerito. Poco le importa que los vecinos hayan deseado que un rayo cayera sobre el equipo de megafonía. Poco ha importado que se haya montado un año más un descomunal atasco… bueno, eso se ve que les preocupó un poco y lo que hicieron fue dividir a los niños en dos tandas. Ahora las familias que tienen hijos de diferente edad tienen que montar el numerito de salir del trabajo antes y actualmente hay dos días de insolación y atasco gratuitos porque el colegio es muy grande y hay muchos niños. Un despropósito como os decía.

Para lo único que se preocuparon en el cole de Terremoto cuando este debía hacer estos numeritos, fue cuando los últimos años les dije que no contaran más con mi hijo para eso. Casi se monta una batalla campal, recibí amenazas de todo tipo y colores, ¿que como podía ser tan egoísta de desear que mi hijo no pasara un mal rato, con lo que tiene y no le obligara a ir allí por el bien de todas las otras familias que se sacrificaban? Lo siento colegio, recuerdo el día que la actuación iba acompañada de unos pompones como el de las animadoras y Terremoto no quería. No sólo no hizo nada en la pista sino que al acabar arremetió contra los pompones y empezó a destrozarlos con saña por todo lo malo que para él significaba. Lo siento colegio, pero yo pienso que mi hijo es primero y sí él me viene suplicando año tras año que eso no le gusta, que le pone agresivo y yo lo veo a la hora de actuar, pues primero es mi hijo que no el prestigio de la institución y el lucimiento del cole en la prensa. Además, carnaza para salir en la foto siempre hay cuando una institución es tan grandota.

Como veis, los finales de curso de este tipo, por si alguien no lo ha detectado, no son santo de mi devoción.

Desde que Terremoto cambió de cole, se encontró con una institución más humanitaria en este sentido. Al ser un colegio especializado, no buscan salir en los periódicos ni que el fin de curso sea para el lucimiento del colegio. Actualmente en el cole donde va Terremoto se hace el último día por la mañana una fiesta donde el AMPA y el cole invitan a los niños, les traen actuaciones merienda y disfrutan juntos. Los padres y familiares estamos invitados, pero a esa hora yo no puedo salir del trabajo, así que me lo suelo perder, pero Terremoto viene más contento y no se colapsa ni se pone agresivo por el final de curso. Tampoco nunca me han pedido por qué motivo no acudo y si alguna vez como este año Terremoto ha preferido quedarse en clase con su profe y no acudir, también lo han respetado.

El cole de Tsunami también es de los que prima más el aspecto humano que no la fama de la institución. El cole de Tsunami monta cada año una fiesta el último día de curso, el viernes tarde-noche. En ella el colegio habita unas mesas en el perímetro exterior del edificio. Todos los sitios tienen toldo con sombra y los padres están invitados a ir con los niños. Cada familia trae algo de comer y al final las mesas acaban bien llenas. Las bebidas y los dulces también son bienvenidos, aunque los alumnos de 3º de ESO ponen una parada de venta de bebidas y postres para recaudar dinero para el viaje de estudios del año siguiente. En la fiesta del cole de Tsunami, los alumnos del último curso se despiden de sus compañeros. También les acompañan ex-alumnos de otros años, porque allí todos son bienvenidos. Se hace una fiesta, las instalaciones están abiertas a los niños, los más pequeños juegan en la zona de toboganes, los más mayores hacen partiditas de fútbol. Algunos pequeños más lanzados están en la zona de árboles trepando un poquito y jugando bajo ellos. Este año ha habido un pequeño mercadillo artesanal y se ha hecho un concurso de tartas saladas con varias categorías. Cuando ya son las ocho, un grupo pequeñito de música en directo ameniza la jornada y hay baile. A esas horas mis dos retoños ya se habían declarado en huelga de sueño y habíamos vuelto a casa. Ha sido un fin de curso divertido, los niños han jugado y han corrido. Los padres hemos hablado y quedado para vernos durante el verano. Nadie ha tenido que estar sentado durante horas sin moverse, Ni los niños se han visto obligados a perder horas de clase ensayando nada. Ni molestando a los vecinos durante semanas y semanas. Este final de curso que os he resumido tan brevemente, ha sido para mí mucho más satisfactorio que todos los numeritos de lucimiento que tan bien recuerdo, creo que por el trauma que me causaban cada año. Puede que haya hablado mucho menos de él, pero si os tuviera que contar cosas os diría que mis peques jugaron, que Terremoto pilló una indigestión de tanto que comió y eso que le advertí que parara un par de veces, que descubrí que E. hace un humus buenísimo, que de las cinco tortillas de patatas que había una de ellas era espectacular, con cebolla, gruesa y el interior a medio cuajar como a mí me gusta, que quedamos de acuerdo para más adelante celebrar con las clase todos los cumpleaños de los peques nacidos en junio y julio, que la tarde fue muy agradable y la vuelta a casa nada estresada, que al llegar a casa no tuve que ponerme a hacer la cena ni a hidratar a la familia ni aplicarles after sun y que mis peques cayeron redondos en la cama y mi pareja y yo estábamos tranquilos y relajados.

Esta mañana cuando he salido a merendar en el trabajo, me he encontrado por la calle unas madres jovencitas, una le enseñaba a la otra la impresionante foto en el móvil, que había tomado a su hijo del numerito de fin de curso. Le decía que había hecho mucho calor y lo habían pasado muy mal pero que el niño se había esforzado mucho y había salido muy bien en la foto. Entonces yo caí en la cuenta que desde que Terremoto no va a su anterior colegio, yo no tengo fotos ni en la cámara ni en el móvil de mis cachorritos haciendo su numerito, pero que tengo unos hijos más felices y una familia más relajada.

Pensamiento de una madre cuando acaba una entrada de este tipo:

El mundo de la maternidad está dividido en dos tipos de personas: Los que tienen fotos del numerito musical de sus hijos en el móvil y los colegios salen en prensa, y los que sólo tienen recuerdos porque no han hecho ni una foto y los coles piensan más en las familias y no en su lucimiento.

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Como nos va la vida, un Terremoto adolescente, un Tsunami docto y una madre descolocada

15 Abr

Sé qué hace tiempo que no cuento muchas cosas de la familia, pero es que este año con el estreno adolescente de Terremoto prefiero no hablar de las crisis familiares. Ahora, de momento, estamos pasando por un bache de calma, que ha saber cuánto tiempo nos durará el bache pero bienvenido sea mientras dure. Como ya os he comentado en otros posts Terremoto ha hecho un estreno por la puerta grande, tuvimos muchos líos, porque aunque algunos les cueste creerlo una crisis de un adolescente con espectro autista es muy chunga. Al final la neuropediatra nos pidió que fuéramos a una psiquiatra para dar su opinión sobre los problemas de comportamiento. Así que actualmente Terremoto ha empezado con una psiquiatra que a mí personalmente me encanta. Es una chica joven muy sensata y muy cercana tanto con Terremoto como con nosotros. No es partidaria de medicar si no es necesario y sólo lo que necesite el niño y eso a mí me gusta. Tenía miedo de topar con una persona que atiborrara al niño con pastillas, pero veo que esta no es de esta opinión. La neuropediatra nos sugirió que aumentara un poquito la dosis de la pastilla que ahora toma y desde entonces Terremoto está algo más tranquilo, las crisis han disminuido considerablemente y en esta casa se ha vuelto a poder respirar tranquilo. La medicación que toma ahora es sólo para centrarlo y relajarlo pero en ningún momento le deja atontado ni nada de nada. Las doctoras nos comentaron que con la adolescencia los niños crecen y las hormonas hacen que la química del cuerpo esté variando de un momento a otro. Antes las dosis de su medicina eran más efectivas porque el niño en primer lugar no hacía crecidas tan rápidas y el cálculo de la dosis por peso era más estable. En segundo lugar, los cambios químicos del cuerpo eran más estables durante años, por lo que eso hacía que antes la estabilidad fuera mayor y la dosis fuera la misma durante un gran periodo de tiempo. Ahora cuando el niño entra en la adolescencia es necesario ir adaptándole más a menudo las dosis, podría incluso ser cada tantos meses. También es posible que el medicamento que le iba bien empiece a fallar y se tiene que ir buscando otro medicamento que se adapte mejor a su nueva química corporal. Hasta que uno no ha logrado esto las pruebas pueden ser largas. Un medicamento que creen puede funcionar no lo hace y no se sabe hasta que se lo ha tomado y observamos su reacción, porque nadie reacciona igual.

Ahora Terremoto está más calmado, aunque con muchas ganas de ir poco a poco provocando al personal y lo cierto es que últimamente intenta chinchar más a la familia de lo que suele hacerlo normalmente. El que más recibe es su hermano, aunque Tsunami es mucho Tsunami y es el que mejor se defiende y le contesta. Ese pequeñajo los tiene muy bien puestos ¡Que genio!… digo, ¡Que personalidad! El inicio de la adolescencia de Terremoto también ha venido acompañado de sangrados por el lado derecho de la nariz, así, sin más. Recuerdo que a su edad a mí también me pasó lo mismo. Hasta que fui al otorrino y me quemó una venita que era la que siempre me sangraba. Llevamos a Terremoto al otorrino, pero no localizó la venita y estamos en casa teniendo hemorragias nasales a tutiplén mientras intento que entienda que cuando esto ocurre hay que hacer un tubito de gasa o papel higiénico para taponar la hemorragia, presionar sobre el lado de la nariz y tirar la cabeza hacia atrás. Pero nuestro Terremoto quiere ser muy independiente, pero según para que, si está mamá para que molestarme y así estamos quitando gotas del pasillo como si fuese el rastro de un vampiro mientras me preparo como si fuera la doctora juguetes para curar nuestro niño revolucionado.

La semana pasado hicimos un intento por primera vez para ir dándole algo más de libertad. Dejamos que fuera solo a comprar el pan. Eso que a cualquier padre le puede parecer una chorrada, para nuestros niños es toda una proeza. El mayor problema estriba en que no tenemos ninguna panadería cerca de casa que podamos ver o que esté como mínimo en la misma acera. La más cercana no se ve desde casa y tienes que cruzar una calle, que si bien no es de las más transitadas, tampoco es precisamente una calle sin tráfico. El principal problema estriba en que es una calle ancha y allí los coches en ocasiones circulan bastante rápido. Un poco más abajo hay un semáforo y salen de allí embalados para entrar en una curva y luego seguir recto. Comprenderéis el miedo que teníamos, sobre todo porque él decía que no quería cruzar por el paso de peatones ni el semáforo, sino por en medio de la calle como hace papá. El día que le dejamos, mi pareja salió después tras él para ver de lejos que es lo que hacía y pasarme el parte. Mientras yo estaba en casa encomendándome a San Cucufate, a Santa Bárbara, Santa Rita y San Cristóbal a todo el santoral que tuviera algo que ver con la protección de la infancia y los vehículos a motor. El resultado fue la llegada a casa de un Terremoto victorioso con su barra de pan en la mano y jadeando como un poseso. Al cabo de un rato llegó mi pareja, me contó que se le veía muy nervioso por la calle, iba corriendo al cruzar el paso de peatones aunque en ese momento no había coches. Al ver a un perro (les tiene pánico) pasó corriendo y claro, el perrito quería ir tras él. Por suerte iba atado con la correo y el dueño no se lo permitió. En la panadería la señora, que no le conoce, le pidió que tipo de pan quería y él se quedó que no sabía que decir. Al final después de pedir varias veces lo mismo, le señaló una barra y la mujer se la dio. Volvió a casa corriendo nuevamente como un poseso y subió las escaleras como si un león a dieta le estuviera persiguiendo. Hoy ha vuelto a ir, pero esta vez no ha cruzado por el paso de peatones, ni por un semáforo que hay más abajo. Ha cruzado la calle por la curva, el mejor sitio para él ver y el peor para ser visto. Al llegar a casa le hemos dicho que eso no tenía que hacerlo, que esta vez le había salido bien, pero que podía haberse encontrado con un coche y se ha enfadado porque según él le estábamos riñendo… ufff…. Esta adolescencia acabará con nuestra paciencia… esperemos que su ángel de la guardia tenga las pilas más puestas que su madre, porque va a necesitar ayuda.

También es cierto que ocurren cosas de la adolescencia más divertidas, por ejemplo hace unos días se levantó con ganas de ponerse guapo y me pidió que le pusiera gomina y le hiciera un tupé. Me esmeré todo lo que se puede esmerar una madre en estos menesteres capilares a esas horas de la mañana y con el tiempo en contra. Reconozco que desde mi modesto punto de vista me quedó muy chulo. Dejé a Terremoto en el baño y fui a ponerme los zapatos, cuando los tuve puestos le llamé y salió del baño con el pelo totalmente aplanado y peinado con raya hacia un lado, vamos, igualito, igualito de Sheldon Cooper. Terremoto todo orgulloso me dice que se lo ha retocado porque a mí no me ha salido bien… ¿hmmm? Al llegar al cole el monitor de la mañana se lo queda mirando, porque el niño se había planchado el pelo pero mucho, mucho, mucho. Le digo al monitor que Terremoto me había pedido un tupé y se ha hecho esto. El chico se lo mira divertido y le dice, “tú y yo vamos a tener una conversación de como son los peinados ¿vale?”

Ya veis, así que mientras en casa estamos lidiando con las hormonas del mayor, el peque no se queda atrás y de cada día quiere ser más mayor. En el cole este trimestre les están enseñando el cuerpo humano. Hace dos sábados, mi pareja y yo nos quedamos atónitos con la charla que nos soltó Tsunami en el coche. Os pongo en situación. El peque entra en el coche y su padre va a cerrarle el cinturón de la silla, entonces Tsunami le dice:

-Quiero que me cambies ya está sillita por una de mayores, porque yo ya soy un hombre, así que quiero una silla de hombre.

-¿Y cómo sabes Tsunami que ya eres un hombre? – le pregunté yo.

-Pues muy fácil –me responde- Los bebes cuando van con el coche lo hacen con una sillita de bebes, la que tenía antes. Luego al crecer y convertirse en un nene tienes esta. Después hay un momento en la vida de los nenes en el que tenemos espermatozoides y nos convertimos en hombres. Cuando los hombres quieren ser papás abrazan a las mamás y conciben a los bebes que crecen en la barriguita de las mamás hasta que nacen. Cuando los bebes nacen van en las sillitas de bebes, lloran, les cambian los pañales y cuando dicen gaga-gege-gugu es que tienen hambre, entonces las mamás los acercan a eso que tienes aquí –señalándose el pecho- y los bebes se alimentan. Pues bien, los hombres no se sientan en sillas de nenes y como yo ya tengo espermatozoides soy un hombre y quiero una silla de hombre para ir en coche.

Obvio tener que decir que su padre y yo nos quedamos de piedra ante un discurso tan contundente, argumentado y completo. Bueno, pensé, a este no le voy a tener que explicar de dónde salen los niños, creo que lo tiene bastante claro. Pues sí, nuestro Tsunami lo tiene claro, tanto que unos días después cuando su padre lo trajo del cole se me acerca y me dice:

-¿Sabes lo que me ha dicho el peque mientras veníamos? Papá, gracias por haberme procreado.

Nuestro Tsunami es sorprendente y desde que dan el cuerpo humano si se hace daño o le duele algo, nos da unas explicaciones de lo más técnico que este niño hasta puede que tenga futuro, ¿quién sabe?

Y mientras todo esto está ocurriendo mi pareja y yo intentamos sobrevivir y no estar demasiado aplatanados por la vida. Este fin de semana he tenido que salir disparada a comprar pantalones a Terremoto porque los finitos del año pasado no le iban. En este último año ha pegado un estirón de diez centímetros y eso se nota. Así que ayer me pasé toda la tarde hasta las tantas cogiendo bajos de pantalones y alargando otros. Mientras, Tsunami se dedica a levantarse todos los sábados y todos los domingos antes de las siete y el sábado, estos dos, nos dieron un susto de narices. Terremoto había ido al baño y Tsunami estaba en su cuarto (está al lado del baño) cuando de repente mi pareja y yo oímos medio dormido a Terremoto gritando “¡¡¡¡¡SANGREEE!!!!!!!” y al mismo tiempo Tsunami gritando “¡¡¡¡Socorro papáaaaaaaa!!!! Ya nos tenéis a mi pareja y a mí saltando de la cama como corredores olímpicos medio zombis lanzados pasillo abajo para encontrarnos que a Terremoto le había vuelto a sangrar la nariz y tenía esta sutil forma de decirlo, cuando delante de sus narices (nunca mejor dicho) estaba el rollo de papel higiénico con el que se podía hacer el tubito para parar la hemorragia. Por su parte, Tsunami se había destapado y no tenía otra forma más diplomática de pedirle a su padre que le tapara. Casi nos los comemos a los dos sin patatas. Mi pareja cuando entró como un cohete en el cuarto de Tsunami sin gafas y sin encender la luz se cargó uno de sus adornitos. De todas formas, aunque hubiera abierto la luz, medio dormido y sin gafas poco hubiera visto, porque el papi de Tsunami se gasta sus catorce dioptrías y el pobre sin gafas lo tiene difícil para afinar la puntería. Después de eso, media familia colapsó y yo me dediqué a repartir caña a troche y moche poniendo firmes a estos dos gamberros que menudas son estas formas de despertarnos. Tan firmes me puse que por una vez sólo ha sido necesario decirlo una vez y el domingo Terremoto ya se ponía él solito sus apósitos nasales y Tsunami vino todo acojonado para saber si ya era hora de poder despertarnos.

El lunes por la mañana, como todos los lunes, llego con sueño al trabajo. Esta mañana Terremoto estaba un poco en plan mosca cojonera y no me dejaba sola ni un momento. Es como un acoso perpetuo. Al vestirme me he puesto un jersey que transparentaba un poco. Al principio no me he dado cuanta pero al ponerlo he caído que con este tengo que ponerme sujetador y no lo llevaba. Así que he ido a coger uno y a ponérmelo en el baño, pero Terremoto se me ha pegado cual lapa de roca y para disimular no se me ha ocurrido otra cosa que ponerme el sujetador en la manga del jersey, como si fuera un clínex pero en versión grande. Luego me he enredado con otras cosas y se me ha ido el santo al cielo. El numerito lo he tenido cuando al llegar al trabajo, después de haber llevado a Terremoto al cole y haber aparcado el coche me he encontrado con un sospechoso bulto en la manga del jersey. Al principio ilusa de mí ni he caído y he mirado que demonios llevaba yo en la manga que abultara tanto. La respuesta ha sido obvia cuando he empezado a tirar de un cabo y ha salido todo el sujetador como si fuera un truco barato de mago de barraca. Por suerte nadie me ha visto y entonces sí que he podido ir al baño sin un Terremoto pegado en los talones. Está visto que estoy empezando a chochear y que necesito varias horas más de sueño para ser persona consciente de todos sus actos, al menos de los más bochornosos.

Por si todo esto que os estoy contando no fuera lo suficientemente premonitorio, me he enterado que una posible conspiración astral esté acechando a mi familia. La noche del lunes al martes ha tenido lugar un fenómeno astronómico llamado luna roja. Tiene que ser una chulada verlo pero dudo que a esas horas esté despierta y no pienso poner el despertador para verlo. Lo peor es que dicen que este fenómeno va relacionado con épocas de cambios y catástrofes, como siempre. Es un fenómeno que sólo ocurrirá siete veces durante este siglo y mire usted por donde en un año y medio vamos a tener cuatro de estas lunas, una cada seis meses. Al contrario que mi madre, yo no soy nada supersticiosa, pero eso de tanto cambio de luna en rojo y tanto cambio hormonal, que la adolescencia de Terremoto nos coincida con este fenómeno, me da un yuyu, que supersticiosa no soy, pero el color favorito de Terremoto es el rojo y seguro que esta concentración de lunas es por algo… ¿será que la luna está adolescente?, ¿será que tengo un hijo hombre lobo o vampiro y yo sin enterarme?… Aunque no tengo muy claro que ninguna de las anteriores criaturas sangraran por la nariz y llamaran a voz en grito a sus madres para que les pusieran un apósito. Como que no las acabe de visualizar así. Pero, quien sabe. Miraré mañana en la manga de mi jersey a ver si encuentro allí la respuesta, de momento hoy me voy a dormir si me dejan. Buenas noches… y… dulces sueños.

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Ideas para disfraces de carnaval: Este año, Tsunami de campesino y Terremoto de forajido.

27 Feb

Al fin, este año podemos decirlo otra vez, hemos superado la prueba de nuevo, yujuuuuu…

Cada año por estas fechas más o menos en el hemisferio norte tenemos el problema del carnaval. Digo en el hemisferio norte, porque aquí es pleno invierno y digo el problema porque todos los disfraces que impliquen poca ropa por mucho que les gusten a tus churumbeles, pues como que las madres los solemos descartar. Una cosa es un carnaval y otra una bronquitis doble, que no estamos para constipados extras.

En nuestra casa, el mayor suele elegir de que quiere ir disfrazado. En el caso de Tsunami es el cole el que propone un tema porque la clase va en forma de comparsa.  Esta vez no nos podemos quejar ha sido muy fácil. Cada año el cole decide un tema que ambientará en general todo el curso. El año pasado fueron las obras de arte. Este año han sido los oficios tradicionales que tienen relación con el campo.  Esas profesiones que estuvieron acompañando al hombre desde los albores de los tiempos y fueron vigentes hasta que mi madre era pequeña pero que hoy en día o bien han cambiado mucho o bien algunas han casi desaparecido. Pues bien, este año hemos tenido agricultores, espantapájaros,  carboneros, molinos, harineros, panaderos, y grupos de matanzas con matarifes y cerditos y muchas sobrasadas. Por suerte a los pequeñajos de tres a cinco años,  se les ha reservado el disfraz más sencillo de todos. Algunos, los enchufados que tienen abuela con nociones de costura y tiempo libre, han ido vestidos con los trajes regionales de payeses y payesas. El resto, es decir, casi todos, han llevado pantalones algo roídos o petos. En algunos casos los pantalones cogidos con tirantes. Las camisas de rayas, cuadros, lisas… iban acompañadas de un pañuelo al cuello o de una faja de tela en la cintura. Las chicas con faldas largas, chalecos o rebecas y pañuelos en la cabeza como la asturiana del anuncio de la fabada o bien sobre los hombros como doña Rogelia. Pero lo que llevaban todos sin falta era un  indispensable sombrero de paja. Los complementos como regaderas, fajos de leña, bolsas de harina llenas de pupurri casero elaborado en la clase con pedazos de revistas,  o las herramientas del campo también hechas en clase con cartón y tubos de papel de cocina, acababan de dar el toque final a sus disfraces. Aunque realmente el auténtico toque final lo dieron las maestras que se debieron divertir de lo lindo dibujando a los nenes todo tipo de tupidas barbas, bigotes o convirtiendo a algunos en unicejos, mientras que las niñas lucían unas sonrosadas mejillas, algunas con pecas, dignas de Heidi, aquella serie de dibujos animados de la niña de los Alpes que vivía con su abuelito y que junto con Marco el de un pueblo italiano nos traumatizó a toda una generación que hora rondamos los cuarenta y tantos.

Digo que este año lo hemos tenido de perlas porque debimos ser de los pocos padres que no han tenido que salir desesperadamente a buscar un sombrero de paja. Resulta que cuando arreglo el jardín y hace sol me pongo uno, así que Tsunami arrambló con un sombrero con experiencia en jardines y plantas. Lo único malo que tenía este disfraz es que los peques, al ser eso, peques, pues nos caían a un nivel visual bajito y claro, sólo veíamos sombreros a la hora de inmortalizar nuestros retoños para enviar la foto a la abuela, que con tanto sombrerito agrícola no había forma de distinguirlos.

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Al día siguiente le tocó el turno a Terremoto. Este año al mayor le ha dado por las historias de Westerns, así que quería disfrazarse de forajido tipo Clint Eastwood. Tenía bien claro que quería llevar un sombrero de vaquero, que ya tenemos (perfecto), una escopeta de juguete que también tenemos (bravo, esto funciona) un pañuelo rojo al cuello que también tenemos (yujuuuu, este año promete) y un poncho y unas botas vaqueras con espuelas… uy. De eso no tenemos (era demasiado bonito para ser cierto). Cuando hace mes y medio me dijo cuál era el tema elegido, le pregunté si por casualidad podíamos comprar el poncho, pero no, tenía que hacerlo mamá que queda más chulo.  Busque telas, pero no le convencieron. Busque ponchos hechos, pero no me convencieron a mí. Busqué alguna manta con solera para hacerle uno, pero tenían mucha pinta de manta. Estaba ya un poco desesperadita cuando un día recordé que tenía una especie de mantita de reducido tamaño, que se habían dejado los de la mudanza y que había lavado por si en algún momento teníamos que pintar o algo usarla y luego tirarla. La recuperé y era perfecta, el color, el dibujo de la tela, el tamaño. Incluso tenía unos cuantos descosidos y rotos que le daban, evidentemente, el aspecto de usada. Porque señores, a mí no me cuelan eso de que tras estar cabalgando hacia el sol todo el día por caminos con polvo y sudando como unos descosidos, los vaqueros iban por la vida con un poncho inmaculado y como acabado de salir de la máquina de coser. Terremoto dio el visto bueno y lo volvimos a lavar, lo tuve varios días en remojo, luego lo lavamos a mano y luego con la lavadora, jajaja, vamos que quedó con pinta de viejo pero reluciente. La única labor de costura fue hacer un corte en medio para que pasara la cabeza y chachán, poncho acabado.

El problema fueron las botas. Mi niño tiene ya un 41 ó 42 dependiendo del zapato. Además Terremoto ha heredado mi forma de pies, anchos, con mucho puente y delicados, vamos un chollazo. Ya podría haber heredado los pies todoterreno de su padre. Qué envidia mi ex, zapatos que se pone de su talla, zapatos que le vienen como un guante. En cambio Terremoto y yo nos probamos todos los zapatos de la tienda y nos cuesta Dios y ayuda encontrar unos zapatos que no nos duelan, nos entre y ya no hablemos de que encima sean chulos.  Por lo que buscar por mi cuenta unas botas vaquera sin el niño delante era una actividad descartada desde el primer momento. Terremoto no ha querido ir de tiendas, así que las botas como que era muy complicado tenerlas. Entonces ingenua de mí, pensé que si llevaba deportivas y unas espuelas no habría problema, pero lo hubo. Primero porque no encontraba espuelas, segundo porque quería que yo las hiciera y tercero porque dos días antes de la fiesta me dijo que si no llevaba botas y además marrones no quería ir disfrazado de forajido y elegiría otro tema para que se lo hiciera. Aquí casi me dio, así que el martes al salir a merendar, me acerqué a unas tiendas de disfraces que hay cerca del trabajo. En la primera sólo tenían polainas de indios y cantaban mucho que no eran de vaquero, además no tenían espuelas. Pero en la segunda la suerte me sonrió y tenían polainas marrones y espuelas.  Cuando le enseñé las adquisiciones a Terremoto no les puso muchos problemas, sólo que las botas que teóricamente eran para un 45 le venían cortas. El miércoles fue el carnaval de Tsunami, así que el martes noche no pude dedicar tiempo a arreglar el desaguisado. Ayer por la noche volví nuevamente otro año a quedarme hasta las doce pasadas para recortar el trozo de bota que sobraba, coser trocitos en la puntura y ajustarlas. Esta mañana le hemos puesto todo el disfraz y me he quedado flipada cuando he visto que pese a que lo había hecho a ojo se las había clavado de maravilla, ufffff….

Por cierto, investigando sobre los ponchos descubrí que Eastwood lleva siempre el mismo poncho en sus pelis porque resulta que era suyo. Lo había comprado en Madrid y por lo visto no lo lavaba nunca y se lo ponía sólo para los rodajes. Hay que ver que cosas se aprenden por internet buscando ideas para disfraces.

Así que este año os presento dos disfraces muy facilotes con los que mis niños fueron a sus fiestas del cole. Espero que os gusten y hasta el año que viene, a ver si hay suerte y son tan fáciles como estos.

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Hay lecciones que duelen y otras que se aprenden con el método de prueba error. Terremoto da fe de ello.

19 Feb

Decían hace años que la letra con sangre entra. Por suerte esta premisa va desapareciendo en estos últimos años, pero es cierto que hay lecciones que para aprenderlas se sufre o como mínimo uno se da cuenta que erra.

Os he comentado últimamente que Terremoto está muy adolescente, muy en crisis. De hecho ha tenido para mí, la más bestia de todas, pero esa no se aún si contárosla o no. Lo cierto es que tengo la entrada hecha, pero es tan dura que no se si atreverme. Así que hoy os voy a contar otra crisis muchísimo más suave y como ha aprendido su lección, aunque no lo haya hecho de la forma más fácil o que más me gustaría.

Os pongo en antecedentes, hace cosa de un mes y algo que la neuropediatra nos dijo que teníamos que poner a Terremoto a régimen porque empieza a tener demasiado sobrepeso y podría causarle problemas. A Terremoto le gusta comer, no lo negaré, pero también hay algunos medicamentos que toma que le potencian el hambre y eso no ayuda a la hora de controlar la ingesta ni la forma en que come desesperadamente como si fuera el último mendrugo del universo. Lo cierto es que ha sido empezar el régimen y empezar las crisis, en ocasiones una por día y todas ellas de una forma u otra, la comida ha sido el detonante. Terremoto acepta el régimen, a regañadientes pero lo acepta, intenta hacer trampas siempre que puede y el hecho de que le prives de algo que le gusta lo descoloca y se ha puesto agresivo.

Este fin de semana pasado nos fuimos el domingo de excursión con el grupo del cole de Tsunami. La excursión era bonita si no fuera que el camino fue un auténtico martirio. Un camino de montaña ancho y muy transitado pero que se ve que debido a algunas lluvias o a la falta de mantenimiento estaba lleno de piedras. En este caso lleno de piedras es algo literal, yo nunca había visto tantas piedras juntas en un centímetro cuadrado, ni en un metro cuadrado, ni en toda esa subida. Cualquiera hubiera dicho que todas las piedras de Mallorca y de medio mundo habían tenido una convención anual en esa ruta. Así que Terremoto lo pasó muy mal para subir y para bajar. Yo estuve a su lado y para subir acabé cargando con su chaqueta y su mochila. En ambos casos fuimos los últimos en llegar porque el pobre entre bufidos, sudores y quejas no podía con su alma. La excursión paró en un llano muy majo y allí estuvimos todo el día. Nada más llegar Terremoto sólo pensaba en la comida y una parte del grupo siguió un poco más la ruta, evidentemente, nosotros dos nos quedamos a guardar las mochilas mientras Tsunami y su padre se iban con el grupo. Cuando estos llegaron fue cuando comimos todos. Terremoto empezó a hacer trampas cogiendo patatillas y arramblando con cualquier alimento que los peques ofrecieran a los otros asistentes. Porque señores una cosa que ocurre en todas las excursiones es que los padres traen comida para su prole y para la prole de los demás y claro, los niños acaban haciendo el paseillo de grupo en grupo ofreciendo patatillas, frutos secos, croissanes, chocolate, uvas… y todo aquello que sus padres hayan conseguido meter a presión en las mochilas sin que estas estallen.

En resumen, que ese día se había pasado dos pueblos y medio con la dieta y cuando llegamos a casa los niños se ducharon y luego lo hice yo. Cuando acababa de cerrar el agua y apenas había acabado de secarme, Terremoto llama a la puerta del baño y entra. «Ya son las ocho toca la cena, tengo hambre». A mí me extrañaba que fueran las ocho, porque había entrado en la ducha a las siete y no tardo una hora, evidentemente eran las siete y media, tiempo de sobra para secarme el pelo, recoger las cosas que habíamos dejado tiradas en la cocina y hacer la cena para servirla a las ocho. Pero ante la insistencia del niño me fui a la cocina sin secar el pelo y me puse a hacer la cena así como sabe hacerla una madre cuando la cocina es un campo de batalla y casi no hay sitio para maniobrar. Y justamente, miren ustedes por donde, en ese momento a Terremoto le pega por hacer de chef y quiere hacer él la cena. Le digo que así como está la cocina mejor que lo haga yo y que se vaya a la sala. Porque una se lo conoce y sabe que para cortar un tomate lo hace pero necesita una infraestructura de cacharros que en ese momento no disponíamos de espacio para dejarlos. Terremoto no me escucha y sigue en la cocina. Se lo vuelvo a repetir y después de decírselo yo se lo decía mi pareja desde la sala. Así como cinco o seis veces. La cuestión es que mi pareja acabó por venirse a la cocina y lo sacó fuera para que yo acabara. Eso le enfureció, él quería hacer su cena y no podía hacerla nadie más ni le podían sacar de su cocina. Se fue enfadado y con portazo incluido a su cuarto y allí me tenéis a mí con la cena ya casi conclusa y un Terremoto que no quería luego cenar. Envié a mi pareja a que le pidiera perdón, para ver si se salía del cuarto, pero que no. Entré yo a disculparme y nada de nada. Al cabo de un rato salió de su cuarto y quería tirar toda la comida a la basura para hacerla él. Allí tuvimos el primer enfrentamiento porque a mi menda no le da la gana tirar comida recién cocinada a la basura total porque hemos sacado al niño de la cocina. La cosa empezó a calentarse bastante. Él me acusaba de que ya había perdido mi oportunidad de rectificar porque ya habían pasado de las ocho. Así que hice algo que nunca había hecho, atrasar el reloj y decirle que aún estábamos a tiempo. Eso no le acabó de convencer porque sabía que sólo había atrasado un reloj, pero al menos conseguí que entrara conmigo en la cocina con el plato de comida. Lo de querer seguir tirándolo a la basura no lo tenía aún muy claro.  Entonces decidió que desmontaba el plato y lo volvió a montar él añadiendo un poco más de cus cus, luego me retó a que lo probara. Cogí un tenedor y tomé un poquito. «Está bueno- le dije- ahora pruébalo tú». Terremoto cogió un trozo más grande y entonces se me ocurrió la idea de ir cogiendo trocitos chiquitines y comentarle cosas y que él luego cogiera un trozo mayor y así hasta que acabamos el plato para sentenciar según él que la comida estaba asquerosa, horrible e incomestible. Os ahorro todo el lío que tuvimos luego hasta que al final conseguí que se fuera a dormir. Pero allí no acaba la cosa, porque las crisis de mi niño no duran unas horas ni siquiera un día, pueden durar días y en ocasiones semanas.

Al día siguiente la volvimos a tener parda. Cuando salimos de casa para ir al cole  tuve que ir corriendo detrás de él por las escaleras y en la calle llevarlo hacia donde estaba aparcado el coche. Entra y apaga la radio de mala manera. El camino al cole por suerte fue tranquilo o al menos silencioso a excepción de los bufidos y soplidos que pegaba de tanto en tanto. A las horas que llego por la mañana, suelo entrar dentro del cole con el coche y aparco un momento en el patio. Tan temprano aún no han llegado los coches de las mamás con nenes en silla de ruedas y el barrio es muy chungo para aparcar, así que me autorizaron para entrar a esa hora. Cuando bajó del coche no quería entrar en el edificio, por lo que decidí pasar de él e irme yo hacia el edificio. Entonces Terremoto echa a correr, me adelanta se gira cabreado y me dice que no le siga, también me suelta que como le he seguido ya he perdido mi oportunidad, que no estoy a tiempo de rectificar y no quiere entrar. Visto el panorama entro a buscar al monitor de la mañana. El monitor es un encanto porque como llevamos una temporadita así, me espera cada mañana en la recepción hasta que llegamos nosotros y luego los lleva a la sala donde están hasta que empiezan las clases. Le digo que hoy otra vez la tenemos montada y cuando salgo no veo a Terremoto. Casi me dio algo porque creía que había vuelto a salir del cole, pero  resulta que se había escondido detrás de una pared. El monitor va hacia él y lo intenta meter dentro pero aquí Terremoto le dio por agredirme, intentar pegarme y empujarme y luego intentar patear el coche. Yo hice como si no ocurriera nada, le ignoré y entré tranquilamente al coche, con algún golpe recibido por el camino pero sin huir ni correr. Al final salí del colegio y vi por el retrovisor como lo entraba más calmado dentro.

Al llegar al trabajo avisé a su padre, que es quien le va a buscar a la salida. Le pedí que si salía muy cabreado que me hiciera una llamada perdida para tomar medidas en casa. Pero llegaron a casa sin haberme avisado. Terremoto entró algo de malas, su padre detrás. Mi ex me cuenta que está más calmado pero bastante desafiante. La profesora me pone en la agenda que se lo ha contado todo y que se ha calmado y ha trabajado bien en clase. Tsunami y su papá se habían ido a dar un paseo para evitar más situaciones desagradables delante del peque, así que estábamos solos en casa. Intentamos dialogar con Terremoto, pero no quería escucharnos. Tan sólo me acusaba de haberle destrozado la vida y la cena de ayer. Incluso a sabiendas de que no tenía la razón, accedí a pedirle perdón y lo hice tres veces. Me dijo que no las aceptaba. Entonces le preguntábamos como teníamos que hacerlo para que las aceptara. Me respondió que yo tenía que convertirme en su esclava y hacer todo lo que él quisiera. Muy tranquilamente le dije que yo no era la esclava de nadie ni mucho menos de él y que en el hipotético caso de que realmente pudiera serlo, eso estaba penado por la ley y le meterían en chirona. Terremoto seguía prepotente, intentando buscar riña por cualquier cosa. Entonces le dije que si quería hoy la cocina no tenía los trastos de la excursión por en medio, que podía entrar y hacerse todas las cenas que quisiera.

Terremoto fue a la cocina con un ego por las nubes y una soberbia subida de tono. Al cabo de un rato permitió que su padre entrara a modo de observador y un poco después me llamó para que «Tú sirvienta, pela estas zanahorias». La sirvienta le dijo que no. Me miró cabreado y me pidió si podía pelarlas por favor. Entonces, la madre, o sea mi menda, peló las zanahorias solicitadas, también me pidió que separara una yema de la clara de un huevo, cosa que también hice, luego me volví a la sala. Al cabo de un rato mi ex me llama y me dice «esto que hay encima del caldo ¿te parece normal?» . Mire la olla y el mejunje estaba agriado. Eso lo tenía clarísimo incluso antes de levantarme de la butaca. Desde la sala había oído como Terremoto le contaba a su padre lo que quería hacer y como lo estaba haciendo y tenía bien claro que eso iba a resultar incomestible.

Terremoto había querido hacer una sopa de verduras. Normalmente suele inventarse muchos platos pero cuando veo que algo no es comestible se lo explico y le paro y entonces buscamos otra fórmula. La cena que se preparó consistió en caldo de carne, más una yema de huevo, más un vaso de leche, estragón, eneldo, orégano, espinacas y zanahoria. Evidentemente, la leche se agrió y sobre el caldo había trocitos blancos flotantes. Terremoto dijo que él se lo iba a comer y me retó a probarla. Lo hice y evidentemente, estaba agriada. Se lo comenté pero no me creyó. Aquí es cuando decidí que esta vez emplearíamos el método prueba error ya que no accedía a razonar de ninguna forma. «De acuerdo –le dije- pero tienes que tomártela sólo tú y te lo comerás». El resto de la tarde estuvo muy rebelde, molestando y provocando, hasta que fueron las seis y media, según él las ocho, hora de cenar, así que se iba a comer su cena. Me dijo que se la serviría él, que no necesitaba para eso de la esclava. Yo seguía en la sala y Tsunami y su padre aún estaban dando el paseo. Terremoto se fue a la cocina y se debió servir el plato porque más tarde cuando entré en la cocina lo encontré sucio en el fregadero junto a la cuchara. También encontré luego la olla sobre los fogones con apenas nada en su interior.  A las seis y treinta y cinco minutos, Terremoto salió corriendo al baño, desde la sala oí un ruido que fácilmente identifiqué, el de mi hijo vomitando la comida. Me acerqué al baño y allí estaba, había acercado a la taza del water el taburete que usa su hermano para lavarse las manos y se había sentado.

-Mamá, ¿qué me pasa?

-Que te has comido tu cena y ya te había dicho que estaba agriada, por eso te ha caído mal y ahora vomitas.

-Y ¿cuanto tiempo voy a estar vomitando?

-Pues hasta que hayas sacado todo lo que te has metido en el estómago, puede que una media hora o una hora como mucho. También es posible que te dé diarrea además del vómito, si eso ocurre llámame.

-Mamá, no me puedes dar un poco de pan tostado para que se me pare.

-No Terremoto, esto no es una gastroenteritis, esto se te pasará cuando saques lo que has comido y aquí mamá no puede hacer ninguna cosa, es tu estómago el que tiene la palabra.

Al cabo de un rato también le vino algo de diarrea, así que le acerqué una tinita y le dejé tranquilo en el baño. A las siete todo había acabado, el estómago había devuelto lo comido y Terremoto estaba mejor, algo dolido pero mejor.

Así que lo que no consiguieron las palabras lo consiguió el estómago, lo que no consiguió la paciencia ni el razonamiento lo consiguió un plato de sopa agria y la soberbia, el orgullo y el ego desmesurado de la adolescencia se fueron por la cañería cuando estiró la cadena.

Terremoto vino todo avergonzado. Me dijo que yo tenía razón y que él se había equivocado. Me dijo que no se encontraba muy bien y que esa noche prefería no cenar. Luego se sentó en el sofá a mi lado y apoyó la cabeza sobre mi regazo, como hacía años que no hacía. Allí nos quedamos los dos mientras yo le acariciaba el pelo y pensaba que si consiguiera que a veces me escuchara más, las lecciones no siempre serían tan dolorosas ni tan desagradables.

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A los niños hay que hablarles como personas, no como pequeñajos.

12 Feb

No es la primera vez que hago un post comentando la forma en la que hemos de hablar a nuestros hijos. No sé si muchos lo sabéis, pero en ocasiones los mallorquines solemos emplear muchos diminutivos, sobre todo con los niños. Evidentemente, yo soy una de esas personas que tenía este defecto. Me costó mucho quitarme esta manía, pero creo que al final lo he logrado, al menos he mejorado considerablemente.  Cuando Terremoto era pequeño intenté no caer en este fallo. Los niños son pequeños, no idiotas. Puesto que uno de sus problemas era la comunicación, era cuestión de que ya que se le enseñaba, que al menos se hiciera de la forma más correcta, sin diminutivos ni eufemismos. Porque tampoco era cuestión de enseñarle unas cosas para después al cabo de poco tiempo hacer un borrón de todo y enseñarle lo mismo pero de otra forma.

Recuerdo que una vez cuando Terremoto aún era pequeño pero ya iba al cole actual, su padre y yo fuimos a una reunión que se daba en el cole. En esa época su padre aún no se había metido en el APA y los dos íbamos un poco perdidos con los sitios. Vimos una habitación en la planta baja que estaba abarrotada de gente y supusimos que era allí. Pero no, nos habíamos colado. Aunque estuvimos unos minutos a darnos cuenta de ello. Al principio quedamos alucinados del nivelazo de explicaciones y objetivos que nos estaban dando. Una psicóloga comentaba precisamente la importancia de lo que acabo de exponer y como se tenía que enfocar a los alumnos. Estaba poniendo un ejemplo de astrofísica y sinceramente me quedé con la boca abierta pensando si a nuestro Terremoto le estaban dando esta materia y con este vocabulario. Creo que eso fue el detonante de preguntarnos que estábamos en el aula equivocada. Mi ex y yo fuimos a preguntar a una chica que había cerca de la puerta y evidentemente, nuestra reunión era en otra aula. Esa era una reunión de profesores de instituto que no sé porque motivo se había realizado en las dependencias del cole.

Terremoto aprendió mucho vocabulario de las películas de video, y por eso le fomenté su uso, para que aprendiera las palabras y lo mejor de todo es que aprendía a usarlas bien y en un contexto adecuado. Desde entonces siempre que me ha pedido algo se lo he intentado explicar de la forma más adaptada a su razonamiento y con las palabras más técnicas que he podido encontrar. Si alguna le fallaba aprovechaba para explicarle su significado e ir introduciéndoselo.

Cuando nació Tsunami también adoptamos este sistema y lo cierto es que nos funcionó muy bien. El pequeño resultó ser una esponja que pillaba en un plis plas toda palabra nueva que apareciera ante sus oídos. Era interesante ver cómo te pedía una palabra lo que significaba o bien él mismo te daba una definición y te pedía como se decía eso. Te escuchaba atentamente y en una pequeña fracción lo memorizaba y te lo repetía, normalmente de una forma muy correcta y fidedigna al primer intento. Luego como si de un reto se tratara, te iba pidiendo esa palabra durante los siguientes días hasta que ya la había incorporado a su vocabulario.

Hace un par de veranos, cuando Tsunami tenía dos años estaba jugando a nuestro lado. Yo cosía algo y su padre para variar estaba leyendo el libro de turno.  Entonces se nos acercó el peque con un objeto que había cogido del coche de papá. Era un codo de fontanería. Me lo enseña y me pregunta que es. Lo miré, dejé la costura y le expliqué que aquello era un útil de fontanería, que era la parte de una cañería. Este objeto en cuestión facilita la unión de dos tubos para conseguir que cambien de dirección. Se le llama codo y el que tiene Tsunami es de metal dorado. Tsunami se lo quedó mirando con mayor curiosidad que antes.

-¡¡Ooohhh!! Y la cañería ¿para qué sirve?

-Para transportar agua y que salga por el grifo, es algo parecido a la pajita del zumo. Sabes que las pajitas del zumo tienen una zona que se dobla para que Tsunami pueda chupar cómodamente con la boca, pues las cañerías emplean esta pieza para hacer ese giro y así el agua llega a los grifos.

Tsunami se lo siguió mirando con interés. Entonces decidió que tenía que tener una segunda opinión y puesto que lo había encontrado en el maletero del coche de papá, se acercó a él con el preciado objeto en sus manos y le hizo la misma pregunta que a mí.

-Papá, ¿qué es esto?

Entonces papáTsunami dejó el libro, lo cogió, lo fue girando y mirando el tiempo que le decía: Esto Tsunami es un codo de latón de ¾ de pulgada, con conexiones rosca hembra.

Yo me quedé parada mirando fijamente al peque. Tsunami se lo pensó un rato y al final consiguió decir “¡Ah!” y se fue. La verdad es que si nos hubiera repetido todo eso en ese momento me hubiera quedado de piedra. Cuando Tsunami siguió con su vida le sugerí al pater de la criatura que estaba muy bien lo de hablar a los niños usando el vocabulario correcto, pero si no creía que para un niño de dos años ese era un nivel algo avanzado.

Desde que ocurrió esta anécdota han pasado dos años, ahora Tsunami es un nene de cuatro años (y medio) que sigue lleno de curiosidad y con ganas de aprender muchas cosas. Este año en el cole no hay libros para este nivel. Los maestros preparan material de aula y lo que hacemos los padres es pagar las fotocopias. En el primer trimestre de año han tratado varios temas. La profesora les proponía dos temas y ellos votaban con cual querían empezar y luego se daba el otro. Entonces empezaban a trabajar aquello durante unas semanas. Uno de estos temas han sido las mariposas. Cuando nos dieron los trabajos de aula estas navidades, nos sorprendió todo lo que habían hecho en la clase. Primero había una hoja donde se habían apuntado lo que había dicho cada niño que conociera sobre el tema. Luego en otra hoja estaba anotado lo que a cada niño le interesaba más del tema. Las siguiente hojas eran explicativas de todo el ciclo del animalito, de su estructura física, de sus hábitos, si hábitat. La última hoja era un vocabulario algo más reducido de las partes físicas de la butterfly en inglés.

Leer todo aquello fue un gran alivio. En ese preciso momento averiguamos de donde se había sacado Tsunami el día anterior la mega extendida explicación de “mira mamá esta mariposa tiene una espiritrompa muy larga para comer, la emplean para coger su comida de las flores y entonces la alargan y es asíiii de grande, luego cuando ya han comido la recogen en una espiral muy mona que está justo debajo de su nariz”… y yo que llevaba cuarenta y ocho años diciendo que aquello era la trompa esa que usan las mariposas para comer y va y me viene ahora un pequeñajo de cuatro años enseñándome que aquello se dice espiritrompa… si ya decía yo que lo mejor es enseñarles las cosas por su nombre sin eufemismos, agilipollamientos, ni cosas por el estilo. Ahora han dado la circulación de la sangre y empiezan con el cuerpo humano en general. A ver con que nos sorprenderá dentro de nada este pequeño. Miedito me da.

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